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Más te vale quedarte por Midori no me

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Notas del capitulo:

Bueno, dije que tendría constancia y no pensaba subir los capítulos restantes el mismo día, pero quiero ponerlo a la par con la página de Wattpad, Ah, y para los que lean en esa plataforma, aquí está el enlace de la hisotira:

https://www.wattpad.com/story/105893852-m%C3%A1s-te-vale-quedarte


No había pasado ni una semana desde que, supuestamente, se había hecho amigo de esos dos "tontos" y ya le estaban sacando de quicio. Uno no paraba de hablar y el otro no dejaba de buscarlo, siempre junto al más pequeño; como en aquel momento, donde ambos estaban esperándolo fuera de la escuela.

—¿Es que no tienen nada más que hacer? —gruñó Aizawa, comenzando a caminar ya acompañado.

—¡Pero claro que sí! Yagi debe patearle el culo a alguien, ¡Yeah! —exclamó Hizashi, apoyándose en los hombros al mayor.

—¡Oye! Yo no he dicho nada de eso —se lo quitó de encima con una sonrisa juguetona—. Sólo he dicho que hay un tipo que quiere golpearme por golpear a su hermano buscapleitos.

“¿En serio se va a pelear de nuevo?”, pensó con hastío. Entonces creyó que era mejor largarse en ese momento, aprovechando la distracción de los otros. Alentó el paso y enrumbó a casa, asegurándose que ninguno de los dos le siguiera. Fue cuidadoso con sus movimientos y, cuando se supo lo suficientemente lejos, se recostó contra un mural de piedra, dejó caer su mochila y a él mismo, para luego quedarse mirando el cielo.

Quizás acabar de esa forma la secundaria no era tan malo, quizás debería replantearse algunas cosas antes de seguir... Pero no podía pensar de forma clara. Estaba mentalmente agotado por las clases, los ojos le ardían y en sus oídos comenzaba a zumbar un "plac, plac, plac" metálico y apenas audible que cada vez se intensificaba y resonaba más cerca. Luego oyó voces lejanas y una estridente... ¿Risa? Pero si se parecía mucho a la de...

Se levantó de golpe debido al pánico instantáneo; tomó sus cosas y salió corriendo a tropezones, desesperado por no toparse con aquellos sujetos. No iba a quedarse a comprobar si realmente eran los mismos desgraciados del otro día, eso sería completamente estúpido y suicida de su parte, más aún si lo encontraban vagando sólo de nuevo. Entró por el callejón que conectaba a otra calle, corriendo lo más rápido que podía, maldiciendo mentalmente y esperando no encontrarse con nadie en el camino, esquivando peatones y entrando a la primera tienda que se topó. Entre más gente, menos escándalo armarían; al menos, eso suponía.

A su criterio, estaba a salvo hasta el momento, pero el miedo no se iba porque estuviese en un lugar público. Lo único que había logrado hacer era arrinconarse. Tan sólo hacía falta que los pandilleros esperasen afuera por su víctima y sería todo. No. No iba a ser pesimista, no en ese momento y no en esa situación. “Mierda, si me hubiese quedado con esos idiotas...” se dijo mentalmente, recriminándose e insultándose como respuesta para evitar pensar en lo que hubiese sido. Volvió a sobresaltarse cuando escuchó el timbre de la tienda anunciando la entrada de otro cliente. Su corazón se detuvo por unos segundos y volvió a latir con tranquilidad al percatarse de que no eran los sujetos en cuestión, pero sin lograr identificar a la persona.

Bien, tal vez estaba siendo demasiado paranoico, tal vez debía relajarse y tomarse un respiro de huir todo el tiempo. Sí, eso era, necesitaba tiempo a solas; además de comida para su casa, y esa comida enlatada no se veía tan mal, ni ese ramen instantáneo, ni esas galletas y esa mantequilla de maní... Así llegó a la conclusión de que necesitaba más víveres y provisiones. Tomó lo que quiso de la tienda, al fin y al cabo, tenía suficiente dinero para pagarlo todo.

Dejó las cosas en la caja, desconectándose del mundo por un momento, observando a la nada y pensando en si podría estar tranquilo algún día con gente sin escrúpulos hostigándolo.

“¿Es que acaso no habías estado haciendo eso con esos dos rubios?”, ahora que lo pensaba, esa semana no tuvo ningún altercado con absolutamente nadie.

—Mira que tener que seguirte para asegurarme que estés bien no es tan simple como parece.

“¡Con un caraj...!”.

Ni siquiera le dio tiempo a reaccionar, más que con un respingo y una obvia mueca de susto. Él juraba que algún día moriría de un infarto si el estúpido de Yagi seguía apareciéndose así de la nada.

—No te habrías tenido que meter a la tienda si yo te hubiese acompañado a casa —lo regañó con evidente molestia. ¡Ese hombre le sacaba de quicio!

Y no era la primera vez que se aparecía de la nada en la semana, no. El bendito rubio le había sorprendido, más de una vez, en una frutería cerca de su casa, en un paradero de autobús y en una librería apenas ayer. Solo que ese día, a diferencia de las otras veces, no iba acompañado del enclenque con copete.

—¿Te he dicho que eres un maldito vago que sólo sabe acosarme? —escupió las palabras con furia.

—Sí, cada día de la semana —respondió cruzándose de brazos y con una seria mirada.

Cierto, no iba a negar lo obvio; sin embargo, no terminaba de entender el por qué el mayor seguía siendo peor que su sombra, siguiéndolo a todas partes al salir de la escuela.

—Me sorprende... ¿Acaso no te cansas de seguirme?

—No eres fácil de seguir el paso, si a eso te refieres —sacó dinero y se lo entregó al cajero, sorprendiendo al moreno—. Yo pago.

¿Cómo que él pagaba? Oh, rayos. El rubio se estaba auto invitando a ir a su casa. Y esa mirada de reojo, compasiva y a la vez ligeramente burlona... Genial, más acoso por parte de ese tipo. Pero ¿Qué iba a hacer? No le quedaba de otra más que aceptar su compañía. En toda la semana no se había rendido, menos lo iba a hacer ahora que, evidentemente, daba su brazo a torcer con su presencia.

—Deja de seguirme —reclamó tomando una de las bolsas y saliendo de la tienda un poco irritado.

—No lo haré. Dime, ¿Quieres que vuelva a pasar lo del otro día? —esa pregunta lo tomó por sorpresa. Ni siquiera esperaba que el otro fuese a tocar ese tema.

—¿Eres estúpido?, ¿Por qué demonios querría que me golpearan de nuevo? —contestó cabizbajo.

—Entonces, ¿Por qué siempre andas sólo? Viste lo que esos tipos hacen y aun así te alejas de la gente, ¿No es eso aún más estúpido? —debía admitir que le molestó lo que había dicho Yagi, aunque tuviese toda la razón.

—Todo esto tiene algo que ver con el hecho de que quieras ser un héroe, ¿Cierto?

Era eso o realmente ser un acosador. Oyó al otro suspirar y lo sintió detenerse en medio de la calle. Por puro impulso, también hizo lo mismo y, al observarlo, notó en su rostro que la respuesta iba a ser más profunda de lo que en realidad pensaba que sería.

—Sí, y no —Soltó de repente.

Se quedó estático y sorprendido. ¿Realmente era así de complicado todo? Claro, él mejor que nadie debía saber la respuesta ante lo evidente. Frunció el ceño algo ansioso por conocer más detrás de esa respuesta.

—Explícate —no recibió más que una tímida mirada, notando cómo el mayor dudaba si acceder a la petición o no.

—No lo vas a entender —contestó suavizando su voz y su mirada.

—Si eso es lo que crees —evidenció su falso conformismo.

Se dio vuelta y comenzó a caminar en dirección a su casa, convencido de que el otro le seguiría. Pero no escuchaba los pasos y la presencia se hacía distante cada que avanzaba. Fue dudando en su caminar, hasta que se detuvo lentamente, para voltear y ver el rostro afligido del mayor, con evidentes dudas atiborrando su mente. Tal vez ese momento fue tan inesperado, que incluso había olvidado su reacia personalidad; entonces, todo el amargor que había sentido hacia el rubio, simplemente se esfumó cuando lo vio esbozar una sonrisa triste pero radiante, como si esta misma dijese un "adiós"... Cuánta aura nostálgica transmitía aquel tipo.

—¿No vas a venir? —inquirió un poco preocupado por ese repentino cambio de energía.

—Te dejaré en tu casa, si gustas —su tono y forma de hablar cambió por completo en un segundo.

¿Qué era todo eso? Realmente se había sorprendido y asustado ante el repentino reajuste en él.

—Claro, sígueme —no lo comprendía y le pesaba el no entender lo que pasaba por la mente del mayor.

Yagi caminó hasta su lado, con la mirada perdida y cargando las bolsas puesta del lado para separarlos a una buena distancia. “¿Qué le sucede?” se cuestionaba afligido, no dejaba de mirarlo de reojo, preocupado, preguntándose el por qué ni siquiera cruzaba la mirada con él, como hacía todos los días cada que se encontraban.

Así siguieron, callados, caminando al lado del otro sin decirse nada, en una atmósfera donde solo estaban ellos dos; donde el moreno, en medio de todo ese ruido en su cabeza, se cuestionaba y replanteaba muchas cosas que no habían osado pasar por su mente hasta esos instantes. Él detuvo muchas otras ideas para pensar en Yagi, en esa semana acompañado por ambos rubios y el porqué de las acciones sobreprotectoras del mayor, en por qué lo eligió a él y si era el único o no bajo la protección de ese chico.

—Es aquí —ambos se detuvieron en la entrada, sin intenciones de ver al otro, pero aun así lo hicieron. Aizawa no podía y no quería sostener su mirada—. ¿Entras?

¡¿Que rayos acababa de preguntar?! O sea, el rubio le había caído mal desde el comienzo, ¿Por qué tendría que invitarle a entrar?... O tal vez no le cayó tan mal como creía y fue reacio con él por el simple hecho de que no se conocían. Ya ni él tenía idea de qué era lo que pasaba por su mente.

El mayor simplemente sonrió, dejó las bolsas a un lado del moreno y se acercó más a él, se aproximó hacia él de manera delicada, tomó su nuca y le acercó aún más a su rostro para darle un tierno beso en la frente y una caricia en sus delicados cabellos, dejando petrificado al moreno con tal acercamiento.

—Nos veremos luego, Shouta —le susurró al momento de despegarse e irse sin mirar atrás.

Muchas dudas más azotaron su mente, su cabeza y su razonamiento estaban hechos un lío. Él no solía interesarse en absolutamente nadie y ahora venía el chico que supuestamente quería ser un héroe, a voltear sus parámetros empáticos... Tal vez ese chico no era tan mala compañía después de todo.

—Oye... ¡Yagi! —gritó. El otro volteó con notoria sorpresa ante el llamado. No sabía qué decirle, había gritado su nombre por primera vez sin siquiera saber por qué.

—¿Qué sucede?

— Tú... ¿Por qué me llamaste por mi nombre?

Vio como intentaba articular las palabras, cómo lo miraba con algo de desespero por la improvisada y repentina pregunta, todo se tensó en esos momentos de interrogantes mutuas. Hasta que el mayor se rindió, agachó la cabeza y suspiró profundamente, para luego levantar la mirada, darle otra sonrisa de despedida y realizar el gesto de silencio.

—Es un secreto —dijo, para luego marcharse junto con el atardecer y dar paso a la fría y solitaria noche, tan solitaria como él.

Y él, tan solitario como la luna que ahora observaba desde su ventana, una dama que parecía rodeada de tantas estrellas pero acompañada por ninguna. Entonces se tocó la cabeza, sintiendo que la herida había dejado huella del día en que se conoció con Yagi y éste le había salvado y cuidado.

—Es un Imbécil —maldijo al rubio en voz baja.

“Pero él también quiere ser un héroe...” pensó con gran ironía, reprochándose las cosas. Por un segundo el otro le había hecho tener un ápice de esperanza en aquel consultorio.

No podía negar algo que incluso se negó a sí mismo a dar rienda suelta desde hace algunos años y que esa llama ya extinta había vuelto a la vida con la aparición del mayor. No tenía ni idea de dónde es que venía ese chico, pero de repente comenzó a causarle interés y curiosidad.

—¿Un secreto? —susurró.

¿Qué de secreto tenía llamarlo por su nombre?, ¿Cuál era la verdadera razón de seguirlo?, ¿Por qué Yagi aún insistía en ser aceptado por él?

Todas esas dudas nublaban su juicio y lo agobiaban al punto de no querer darle más vueltas al asunto. Se bajó del marco de la ventana y se tiró boca abajo en su cama y cerrando los ojos eventualmente, para luego volver a abrirlos y ver los rayos de luz entrando por su ventana.

—No otra vez... —gruñó.

Se levantó de golpe, viendo que aún la alarma no sonaba. Al diablo, la apagó y se alistó con calma y tiempo suficiente para hacerse un buen desayuno. Pero su día empezó con él pensando en cierta persona y en lo frustrante que era todo el asunto. Suspiró, tomó sus cosas y salió de su casa. No habiendo dado ni un paso, levantó la vista y se encontró con algo sumamente inusual y que lo tomó totalmente por sorpresa.

—¿Tú? —cuestionó alarmado, mas el otro lo miró serio y no respondió, eso asustó aún más a Aizawa—. ¿Qué haces aquí, Hizashi-san?

 

—Continuará—


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