Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Siempre ambos por yaoiana

[Reviews - 52]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos y todas, que hayan pasado una excelente navidad con lo más importante, la salud.   En aras a esto, les comento que el 29 de diciembre tengo una intervención quirurjica, no sé si pueda publicar con prontitud, pero haré todo lo posible.  

Aparecerá un querido personaje que quise retomar, espero que les agrade mucho.

 

De nuevo mil gracias por su apoyo y compañía en esta historia, en especial a:

- Kela1982

-Akron

-Anitaecu

-Sheireem

Capítulo 7: Fraternidad

 

El mayor notaba como Chiyako se alejaba y se reía ante las actitudes de Inuyasha.  También estaba sorprendido, jamás pensó que con su hermano menor, iba a revivir el linaje inuyoukai…

 

 

–       Chiyako, necesito hablar a solas con Inuyasha, luego necesito ajustar algo contigo.

 

–       Si mi lord, con permiso - dijo la youkai verde para salir del recinto.

 

Antes de que Inuyasha protestara, lo tomó por la cintura y lo besó con deseo y de cierto modo, agradecimiento.  Este le golpeó el pecho pero luego se dejó llevar ante el cúmulo de sensaciones.

Cargó a Inuyasha de la cintura y lo recostó contra el escritorio, intensificando el beso y las caricias.

 

−      No… mm… creas que… mmm… porque me besas te vas a librar de mí.. mmmm… enojo - mencionaba el menor entre beso y beso.

 

−      Recuerda que te espera Mikado con comida y postre.

 

−      Grr… - gruñó el menor al saber que con eso se tranquilizaría- luego me cuentas que hablas con la vieja, menos mal no te lame las botas como Jaken, sino, ya me hubiera dado nauseas.

 

−      De acuerdo - volvió a besarlo y lo dejó libre.  Esperaba haberle transmitido a Inuyasha su agradecimiento por aquella noticia.  Sería padre de nuevo, esta vez, de dos seres sumamente fuertes y que entrenaría para ser sus sucesores.  Se encontró nuevamente con la curandera y la miró fijamente.

 

−      No quería hablar esto delante de Inuyasha, pero me preocupa el parto.

 

−      Lo sé mi lord, supongo que no quiere que Inuyasha pase por lo mismo que su fallecida esposa.

 

−      Mhm - fue lo único que susurró.

 

−      Este proceso también será complejo, debemos privar al señor Inuyasha de sus sentidos y conciencia.  Lo requerimos para poder hacer una incisión en su vientre y sacar a los cachorros.  Luego de que estén por fuera, debemos suturar la incisión.  Si Inuyasha está consciente, así tenga un atisbo de consciencia, será muy doloroso para él.

 

−      ¿Podrás hacerlo?

 

−      Me preocupa que el joven Inuyasha sea resistente al somnífero, al ser un hanyou no puedo aplicar la misma medida que se le aplique a un yokai.  Para eso debo experimentar con él.

 

−      No, no quiero que eso pueda afectar a él y a mis hijos.

 

−      Comprendo su preocupación mi lord, pero es primordial, para que su esposo pueda resistir el parto y sus hijos también.

 

Aquella idea no le agradaba, no quería someter a Inuyasha a experimentos que pudieran lastimarlo.  Se había prometido protegerlo, a él y a su próxima familia y no iba a dar su brazo a torcer.   Notó como Chiyako lo miraba fijamente, con un misticismo y contemplando una  posible alternativa.

 

-        Amo, le dejaré un somnífero con las cantidades que creo podrían ser las que funcionen en su compañero, si llega a usarlo, necesito que me informe de inmediato su eficacia.

 

La miró fijamente, con aquella sugerencia venía también una posible advertencia de un fuerte acontecimiento.  Eso le dejó un sinsabor en la boca, puesto que le premeditaba, que su hanyou e hijos estarían en peligro.

Chiyako preparó el somnífero, se lo entregó y luego se despidió, prometiendo asistir cada mes para hacer un chequeo general. 

 

Buscó a Inuyasha y su olfato le mostró que se encontraba en la habitación. Lo vio acostado, con los ojos cerrados, con un semblante sereno y con los cables raros en sus orejas perrunas.  Tarareaba algo  y esa voz le sonó magnífica.

 

−      ¿ Ya se fue la anciana? - preguntó sin abrir los ojos.

 

−      Así es… ¿qué haces?

 

−      Escucho una canción.

 

−      Mhm…

 

−      ¿Quieres escucharla conmigo? - preguntó mirándolo.

 

−       De acuerdo- aceptó, quería compartir aquello tan extraño con su compañero. Se acomodó a su lado en la cama y se quedó quieto cuando Inuyasha ponía aquel cable en una de sus orejas. Inuyasha inició la reproducción en el mp3 y la voz de una mujer se escuchó.

 

−      Tooi michi no saki de anata no koto wo zutto omou kinou no you ni kanjirudeai wa sure wa shinai?/ Pienso constantemente en ti, avanzando por un camino lejano. No puedo olvidar cuando nos encontramos, lo siento como si fuera ayer - tarareaba Inuyasha- canta la siguiente estrofa, Sesshoumaru.

 

−      Nunca he cantado.

 

−      ¿Es broma, verdad?- preguntó Inuyasha incrédulo.

 

−      Nunca bromeo- concretó Sesshoumaru.

 

−      Bueno, siempre hay una primera vez.

 

−      ¿Qué relevancia tiene?

 

−      ¿ Es enserio, Sesshoumaru? - incrédulo- pues sirve para estimular al bebé, también leer cuentos, hablarles, todo eso… ¿qué acaso nunca lo hiciste con Towa y Setsuna?

 

−      No, Rin se ocupó de toda la gestación y crianza.

 

−      Eres un completo patán, ¿te lo han dicho? - gruñó Inuyasha- ni creas que serás así con nuestros hijos Sesshoumaru. Es importante estimularlos, Kagome y yo le leíamos cuentos a Moroha en el vientre y mira como es de activa.

 

−      Creo que se sobrepasaron - dijo con sensatez.

 

Esperó que el hanyou lo riñera, pero fue lo contrario, se hecho a reír a carcajadas, tanto, que traviesas lágrimas cayeron de sus ambarinas orbes.  No entendió bien por qué, pero ver de esa forma a Inuyasha lo hizo sentir… pleno.

 

−      Creo que tienes razón - dijo parando de reír- a lo que me refiero Sesshoumaru, es que quiero que estés, que participes, que seas un padre.

 

−      Ya lo soy- expresó un tanto confundido.

 

−      No es solo concebir ni proteger, es participar, dar una palabra de apoyo, jugar con ellos, escucharlos… esas cosas- puntualizó Inuyasha.

 

−      Todo eso no sé hacerlo, instrúyeme.

 

−      Bien, lo primero es que debes  acariciarlos y hablarles, ellos reconocen tu voz.

 

−      De acuerdo.

 

Levantó la camisa de Inuyasha y en el abultado vientre, posó su mano.  No sintió nada, ni una reacción y por ende miró al menor.

 

−      ¿Y ahora?- preguntó el daiyokai.

 

−      Ahora, debes hablarles.

 

−      ¿Qué les digo?

 

−      Eres increíble Sesshoumaru- suspiró con desgano.

 

−      ¿Les digo que soy increíble? - dubitativo.

 

−      Jajaja, eres un idiota - rio Inuyasha- a ver… cachorros, quién los acaricia es su tonto padre Sesshoumaru, él es un ser muy fuerte… - dijo Inuyasha invitándolo a seguir.

 

−      Soy fuerte y los voy a proteger con mi vida.  Ustedes también serán fuertes y me tendrán para instruirlos.

 

−      Nada mal, aunque puedes mejorar.

 

−      ¿Qué les dirías tú?

 

 

−       Quiero conocerlos, saber cómo serán, si se parecerán mucho a ti o a mí, que los voy a proteger de todo peligro, que jugaré con ellos y que seremos una familia.

 

Disfrutó del rostro sonrojado de Inuyasha y cuando estaba por besarlo, un pequeño movimiento lo distrajo y sorprendió. 

 

−      Sentí algo, un movimiento - sorprendido.

 

−      Son ellos, te escuchan - dijo Inuyasha enternecido, pues ver la sorpresa en aquellas finas y frías facciones de Sesshoumaru, era mágico- cuéntales historias, de tú cuando eras niño, joven, cualquier cosa.

 

Inuyasha estuvo atento a la historia de Sesshoumaru, este en ningún momento dejó de acariciar su vientre mientras narraba. Tal vez esta haya sido la vez en que más escuchó la voz de su hermano mayor.  En su tez se veía la naturalidad, naturalidad y gusto con la que contaba la historia a sus cachorros. 

Tampoco negaba que fue interesante escuchar de primera mano, cómo aprendió a volar y que Inutaisho tuvo que ir a rescatarlo porque no sabía cómo dejar de flotar ni tampoco aterrizar.

 

−      Es algo que deberás enseñarles, sólo tú puedes - decretó Inuyasha- y es hora de dormir, cuando ellos se mueven, me lastiman un poco.

 

−      No lo sabía.

 

−      Está bien, es algo natural, mejor descansemos - comentó acurrucándose en el pecho del mayor.

 

−      ¿Estás bien?

 

−      Si, solo cansado, no solo me cansan los cachorros, también el tonto de su padre.

 

−      Entonces si necesitas dormir mucho.

 

−      ¡ Ja! , ¿ tú crees? - preguntó con sarcasmo.

 

−      Velaré tu sueño.

 

***

 

−      ¿Qué le parece amo, Ranmaru?  - expresaba una mujer.

 

−      Es toda una obra maestra - sonriendo con cinismo- Sesshoumaru e Inuyasha jamás se esperarán esto - riendo con maldad-.

 

***

Era la primera vez que se quedaba tanto tiempo en la cama, pero no quería despertar a Inuyasha.  Sabía lo reparador que era el sueño para su mitad bestia y también conocía demasiado bien el mal genio que le daba cuando su sueño era interrumpido.  En una de las ocasiones cuando Jaken tocó la puerta para despertarlo por algunos asuntos militares, Inuyasha se levantó colérico y empezó a arrojarle cualquier cosa que tuviese en frente. Tanto Jaken como él salieron regañados por lo desconsiderados que eran por no respetar el sueño de un ser que gastaba energía constantemente por cuidar el desarrollo de los cachorros… además, de otros insultos.

 

Le acarició el rostro que tenía una expresión serena, cuando el menor sintió la caricia, sonrió levemente.  Inuyasha era tercamente encantador. Bajó su mano hasta el vientre y acarició a sus hijos, los cuales, al sentirlo daban pequeños movimientos.

 

−      Mmm… los despertaste…. - bostezó Inuyasha.

 

−      No quise despertarte.

 

−      Está bien, ya andan de latosos como tú - se giró y acurrucó en el pecho de Sesshoumaru.

 

−      ¿Seguirás durmiendo?

 

−      No, tengo hambre, ¿ya está el desayuno?

 

−      Preguntaré, ¿quieres algo en especial?

 

−      Si… quiero un vaso grande  de naranja con leche.

 

Arqueó la ceja ante lo dicho por su hermano menor, ¿naranja y leche?, ¿ acaso era un antojo?, ¿ sería bueno?, le parecía extraña aquella mezcla, pero las ansias de Inuyasha por eso eran palpables.

 

−      De acuerdo, iré a decirle a Mikado.

 

Antes de salir, escucharon unos golpes en la puerta, al abrir, estaba la mucama esperando.

 

−      Disculpen mis señores, pero en la entrada del castillo hay alguien que solicita del amo Inuyasha.

 

−      ¿Quién? - preguntó con rapidez Sesshoumaru.

 

−      Se dice llamar Shippo y que conoce al señor Inuyasha.

 

−      ¡¿ Shippo?! - preguntó sorprendido- sí, hazlo pasar de inmediato al comedor.

 

−      Sí amo, con su permiso- dijo retirándose.

 

−      Espera Inuyasha - mencionó tomándolo del brazo antes de que saliera.

 

−      ¿Qué pasa? - intrigado- ay… no me digas…. - mirándolo algo molesto-   ¿enserio estás celoso?

 

−      Hmm… - fue el único monosílabo que salió de sus labios.

 

−      Mira imbécil- suspirando- debes dejar de ser tan posesivo, además, ¿de quién son estos cachorros que tengo metidos? - mirándolo fijamente.

 

−      Míos….

 

−      Así es, TUYOS - pronunció con énfasis lo último.

 

−      Solo quiero protegerte y a los niños.

 

−      Lo sé - poniendo una mano en su mejilla- pero debes dejar de ser tan posesivo, es un familiar para mí, además… - sonrojado- estoy empezando a quererte Sesshoumaru, quédate con eso- mencionó mientras salía de la alcoba.

 

Meditó en las palabras de su hermano... ¿querer?, Si, Inuyasha podía hacerlo, tenía un lado humano, sin embargo, él al ser un demonio completo, ¿Podría amar a Inuyasha?, no lo sabía con certeza, pero su yoki interno se desvivía por aquel mitad bestia.

Pensar en eso lo hizo reflexionar, ¿Había amado a Rin?, la apreciaba, ella había cambiado muchas cosas de su mundo, había sido la madre de sus hijas y le había ofrecido experiencias significativas, no obstante, ni su yoki ni con su consciencia la había amado. Tenía conocimiento de que ella lo había amado en desmedida y esa certeza hacía que su estimación fuese plana y tranquila, pero con Inuyasha… la situación cambiaba. Su hermano era indomable, por lo cual, mantenerlo controlado era un gran reto que lo hacía revolucionar, además, era codiciado y admirado por su fuerza, ímpetu y belleza; todo eso implicaba que debía esforzarse y hacer lo imposible porque el hanyou se quedará a su lado…

 

Cuando bajó, vio a Inuyasha saludando al demonio kitsune… ahora que lo recordaba, era pequeño cuando lo distinguió.  En sus ojos se veía el aprecio por Inuyasha, pero un aprecio paternal, luego le preguntaría a su hermano por él.

 

−      Te estiraste enano, estás más grande que yo - mencionó Inuyasha al ver que el oji esmeralda lo pasaba por una cabeza.

 

−      ¡Ja! se debe a mi entrenamiento y grandes habilidades - mencionó con tono ególatra.

 

−      Si, si, como digas - se hizo el desentendido Inuyasha- mejor acompáñame a comer, muero de ganas por tomarme ese jugo de naranja y leche.

 

El albino detalló al acompañante de su pareja. Ya habían pasado muchos años y por eso aquel cambio, recordaba que era un yokai zorro infante, sin embargo, el transcurso del tiempo le había dado esta nueva apariencia. Tenía una cabellera naranja atada con un moño azul y aquel cabello color ocaso, baja un poco más de sus hombros. Su rostro juvenil le recordaba a la adolescencia de Inuyasha, vigoroso y perfilado. Sus mejillas tenían dos franjas, en la mejilla izquierda una blanca y en la derecha una negra. Finalmente de sus orejas puntiagudas, colgaban unos pendientes color ópalo.

 

Aquel demonio no lo había dejado de mirar con cierto recelo, intriga e incertidumbre. Supuso que lo mejor era darle privacidad para que hablará con Inuyasha. Se acercó a su hermano menor, le tomó el mentón y le dio un corto beso.

 

−      Estaré en el despacho, no hagas ninguna tontería.

 

−      ¿Por quién me tomas, imbécil? - gruñó sonrojado ante lo dicho.

 

−      Por ti mismo- mencionó con simpleza y luego salió del comedor.

 

Cuando el inuyokai se marchó de la instancia, un silencio casi sepulcral llegó al comedor. Tan solo se escuchaban los platos siendo servidos por las mucamas.

 

−      Creí que solo eran rumores, por eso quise comprobarlo con mis propios ojos- mencionó el zorro.

 

−      ¿De qué hablas, Shippo?- preguntó Inuyasha.

 

−      Sobre ti y Sesshoumaru… ¿Acaso ya no amas a Kagome?

 

Guardó silencio ante la pregunta de su amigo, no sabía cómo responderle porque no quería pensar en esa respuesta. No obstante, ante la mirada ofendida y dolida del zorro, no tuvo más remedio que reflexionar e intentar ser lo más sincero posible.

 

−      La quiero, Kagome siempre tendrá un lugar importante en mi vida, nada ni nadie podrá cambiar esa certeza.

 

−      ¿Entonces? - exaltado pegándole a la mesa- ¿entonces por qué te metiste con él?

 

−      Fueron las circunstancias - mencionó ladeando la cabeza.

 

−      ¿Cuáles Inuyasha?, ¿ qué circunstancias fueron tan fuertes para que te metieras con tu hermano?

 

−      ¡Él me rescató de la muerte, ¿es suficiente con eso?! - le respondió alzando la voz- después de la muerte de Kagome y la decisión de Moroha, no tenía nada más… lo había perdido todo y Sesshoumaru vino a mí y me dio un nuevo propósito - suspirando- tan solo me había invitado a ayudarle, pero luego la vida tomó un giro inesperado y estás viendo el resultado  - mencionó acariciando su vientre.

 

−      ¿Es… es verdad lo de los cachorros? - sorprendido.

 

−      ¿Cómo lo sabes? - gruñó Inuyasha

 

−      Se habla en las fronteras de esta tierra sobre el mitad bestia, pareja de Sesshoumaru y quién espera sus hijos.

 

−      Comprendo… ahora entiendo por qué Sesshoumaru está tan estricto con la vigilancia del palacio - suspirando- Shippo, tanto tú como yo fuimos criados en gran parte por humanos y sé que es complejo entender algunas normas yokai, aún estoy en ese proceso.  Para nuestra parte humana, lo que he hecho está mal, pero para la parte yokai, es totalmente normal… - suspirando.

 

−      ¿ Qué quieres insinuar con eso? - indagó el zorro alzando una ceja.

 

−      Qué no quiero que te molestes conmigo por estar con Sesshoumaru, solo pasó y era necesario tanto para él como para mí, ambos estábamos sin rumbo y al unirnos estamos creando nuestro propio camino.

 

−      De verdad intento comprender - masajeándose las sienes- pero me es tan difícil… es decir, es tu hermano, ahora no se odian pero tampoco tienen fraternidad, tú eres el tío de sus hijas y él el tío de la tuya… es tan irrisorio.

 

−      Lo sé, pero… - suspirando-  por lo menos no estoy ni me siento solo - comentó y miró profundamente a su amigo.

 

−      Entre Kagome y tú me criaron luego de la muerte de mis padres, siempre los vi así, aunque fueran mis amigos, por eso tengo algo de resentimiento al verte con otra persona, porque siento que esa familia se desdibuja - exclamó nostálgico.

 

−      Kagome ya no está, pero te quiso mucho  y yo, aún estoy dispuesto a dar mi vida por protegerte - comentó con sinceridad.

 

−      Gracias Inuyasha… - exclamó aliviado- terminemos de desayunar y me muestras el palacio y te cuento como ha sido mi entrenamiento.

 

El par de amigos compartió la tarde hablando, conociendo la estructura del palacio y los linderos de éste. También estuvieron conversando sobre las diversas experiencias que habían acontecido en sus vidas en los años que no se habían visto. 

Al final del día, Inuyasha pidió organizar una habitación para que su amigo se instalara.  Sentía esa compañía muy grata, como si soplos del pasado respiraran en su nuca.

 

Estaba recostado y absorto acariciando su vientre, que no se percató de que Sesshoumaru se había sentado a su lado.

 

−      ¿Está todo bien, Inuyasha?

 

−      Ehh… si, solo pensaba….

 

−      ¿En?

 

−      En Shippo…

 

−      Hmg…. - gruñó.

 

−      Ay, no seas imbécil y celoso, él es como un hijo para mí, entre Kagome, mis amigos y yo, lo criamos desde que era pequeño- aclaró- solo quisiera que se quedara y no estuviera errante.

 

−      ¿Eso te daría tranquilidad y te haría feliz?

 

−      Si me daría tranquilidad, saber que los pocos lazos que me quedan, están bien, me da serenidad.

 

−      Puedo darle un lugar siendo parte de tu guardia.

 

−      Me puedo defender solo, Sesshoumaru - lo miró molesto.

 

−      No en esas condiciones - dijo tranquilo mientras le acariciaba el vientre- faltan pocos meses para que nazcan, por eso no puedes sobre esforzarte ni correr ningún peligro.

 

−      ¿Pasa algo que no me has dicho? - comentó mientras sostenía la mano de su hermano mayor.

 

−      Al parecer, los rumores de que estamos esperando a nuestros cachorros, se han esparcido como las nubes.  No dudo que algunos daiyokais lo sepan.

 

−      ¿Crees que nos podrían atacar? - preguntó preocupado.

 

−      No dejaré que eso pase, estoy fortaleciendo la seguridad del castillo.

 

−      ¿Por eso quieres que Shippo esté pendiente de mí?

 

−      Yo no confío en él, pero si tú me dices, que le confías tu vida y la de nuestros hijos, con eso es suficiente para mí.

 

−      Él daría la vida por mí y yo por él.

 

−      No, ahora sólo darás la vida por nuestros hijos, por nadie más, ni siquiera por mí - mencionó algo receloso.

 

−      Tienes razón - expresó sonrojado… no podía decírselo, pero su pareja se veía tan atractivo cuando hablaba tan profundo y con aquella seriedad.  En algún punto del camino, Sesshoumaru se le tornaba  tan varonil, masculino, sensual y semental, que no podía controlar la vergüenza de sus pensamientos.

 

Al parecer el mayor lo percibió y con esa sonrisa socarrona y sexy, se acercó y tomó con necesidad sus labios. Se besaron con intensidad y luego pasó sus brazos por el cuello del poderoso demonio.  Aún no lograba asimilar que era el esposo de aquel fuerte ser, líder de las tierras del Oeste y quien en varias tierras apodaban el “Rey Bestia”.

 

−      Sesshoumaru, te necesito - susurró con deseo.  Los niños también estaban inquietos y se removían en su interior, al parecer, queriendo también esa cercanía entre sus progenitores.

 

Entre besos y caricias dejaron correr sin freno sus pasiones. El daiyokai consciente del estado de su compañero, no fue tan rudo como en otras ocasiones, al contrario, trató a Inuyasha como si fuese una porcelana que con cualquier sobre exceso de fuerza se pudiese romper.

También con cuidado de no lastimar a sus hijos, se recostó en el respaldar de la cama y sentó a Inuyasha sobre su miembro.  En aquella posición, donde su pecho se pegaba a la espalda del menor, no apretaban el vientre que alojaba a sus cachorros; también le daba facilidad para besar y lamer la espalda y cuello de su otouto.

 

−      Cabálgame, Inuyasha… - gruñó extasiado.

 

El menor, poseído por el placer, comenzó a saltar levemente sobre aquel grande y gustoso pedazo de carne.  Se ayudaba apoyándose en las fuertes piernas de su hermano, y así sentía como esa espada de carne ingresaba en su cuerpo.

Unos cuantos minutos más de penetraciones, gemidos, jadeos y besos, fueron suficientes para que ambos seres culminaran.

 

Inuyasha se acomodó en su pecho, pero se removía intranquilo. Le acarició el rostro y lo miró atento.

 

−      ¿Te lastimé?

 

−      No, es que… - nervioso-

 

−      ¿Es qué? - pidió ampliar la pregunta.

 

−      Tengo muchas ganas de comer un filete de pescado en leche y quiero un vaso grande de leche.

 

−      ¿Ahora? - preguntó arqueando una de sus cejas, algo extrañado con la solicitud del menor.

 

−      Si, ahora - expresó con necesidad.

 

Notas finales:

Aquí les dejo como sería el lindo de Shippo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).