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Vivid Shadows por MaaGaa

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El primer día del festival de intercambio se repartieron por sorteo los grupos. El respectivo hechicero o hechicera al que tendrían que enfrentar quedó en suspenso. Estos iban a elegir con posterioridad el grupo a atacar según las habilidades que estuvieran involucradas. 


Yuuji desdobló el pequeño papel que contenía su número y esperó a que el resto fuera desdoblando sus papeles para encontrar sus equipos.


—Ojalá en el amor fuera así de fácil encontrar una pareja —comentó Miwa con su suspiro, desdoblando su papel justo al lado de Itadori—. Genial, soy el número cinco, ¿tú qué número tienes, Itadori?


—Tengo el seis —susurró el chico, enseñando su papel. Miwa hizo un pequeño puchero al darse cuenta de que el destino no la había querido unir con una de "las leyendas", lo cual no era tan malo, ya que estaba convencida de que solo le iba a estorbar. "Espero que me haya tocado con Fushiguro, él también es muy genial y apuesto y me protegería como un gallardo caballero" pensó para sí misma, reflejando un brillo en su mirada mientras se imaginaba la absurda escena.


—¿Quién tiene el seis?, yo soy el número 6 —exclamó Itadori a la multitud haciendo mucho ruido.


Fushiguro, que estaba a su lado, le dio un golpe repentino en la nuca, haciendo que Itadori inclinara la cabeza hacia adelante. 


—Te digo que yo tengo el seis, ¿acaso no me escuchas? —le dijo a su compañero. Yuuji se disculpó sobándose la nuca.


Definitivamente ese par estaba destinado a formar parte de un equipo hasta el fin de los tiempos. 


Sousuke los estaba observando desde lejos. Él también había sacado el número seis, más no quiso acercarse a ellos. Pensó en cambiar el número con otro compañero, pero realmente no tenía una buena razón para hacerlo y Miyuri lo iba a regañar si abandonaba la competencia. "Debes ir" se alentó a sí mismo "al menos tienes que prometerte que no serás una carga y, si tienes algo de suerte, al menos uno de ellos se acordará de que también fue estudiante de primero, como tú". 


Tomó aire y se armó de valor para alcanzar a los chicos, pero éstos ya se habían alejado rumbo al bosque dónde se llevaría a cabo la búsqueda de los tesoros. "Qué demonios, pero si recién estaban aquí." pensó, corriendo para alcanzarlos, pero los muchachos fueron más rápidos incluso que el resto. 


—Oh, Fushiguro, creo que sé dónde puede estar uno de los tesoros —exclamó Itadori en voz alta llegando a un pequeño claro.


—Espera, alguien nos sigue —susurró Fushiguro juntando sus manos en una postura de ataque. 


Pensó que podría tratarse del chamán de grado avanzado al que tendrían que enfrentar, más no podía asegurarlo. La experiencia lo había convertido en un completo desconfiado. 


Sousuke dio un respingo al no esperarse que lo descubrieran. Había trepado a un árbol para ver mejor cómo se desempeñaban los otros dos, ya que su lado perezoso no estaba tan interesado en encontrar tesoros, sin embargo, al haber sido descubierto, no le quedó más remedio que dejarse caer para que lo vieran.


Cayó agazapado y agilmente se puso de pie. Itadori lo miró con un poco de curiosidad, pero Fushiguro se mantuvo serio y alzó una ceja con desdén, logrando que Sousuke se irritara un poco.  


—Oh, ¿tú también estás en nuestro equipo? —exclamó Itadori con demasiada energía, aun después de haber corrido varios metros.


—Lo estoy —afirmó el chico con pocas ganas—. Soy Sousuke Tairen, estudiante de primer año del Colegio Técnico Metropolitano de Magia de Kioto. Es un gusto conocerlos.


—¿Tairen? —comentó Megumi, frunciendo el ceño con un leve atisbo de curiosidad. Algo había leído al respecto cuando le llegaron unos documentos familiares rescatados de la casa Zenin un poco después de que él asumiera como líder del clan. Y no habían sido cosas muy buenas—. ¿De "esos" Tairen?


—Sí, Megumi Fushiguro— contestó Sousuke sin ocultar su irritación—. De "esos" Tairen.


Yuuji se sintió por un momento totalmente invisible para los dos hechiceros, pero le restó importancia, no cuestionó nada y se mantuvo fiel a su filosofía de ser amable siempre.  


—¡Mucho gusto, Sousuke!— se presentó con prisa haciendo una reverencia—. Mi nombre es Itadori Yuuji y...


—Ya sé quién eres tú, Itadori—comentó Sousuke riendo levemente. Le pareció divertido que Yuuji intentara presentarse como una persona normal cuando ya no había hechicero que no supiera quien era él. Sin embargo, los rostros de Megumi y Sousuke de pronto se contrajeron en completa conmoción. Se había desatado una cantidad considerable de energía maldita que ambos percibieron y, en ese mismo segundo, vieron a Yuuji caer al suelo totalmente inconsciente. 


Se les acababa de unir un nuevo participante.  


—¡Yuuji!—gritó Fushiguro—. No te vayas, invocaste a...


—Por qué la prisa, Megumi —le preguntó Sukuna con su tono provocador y burlesco a solo centímetros del rostro del hechicero. Megumi se mantuvo quieto y en alerta, todavía sorprendido—. Solo vengo a ver quien es este Tairen y por qué es tan digno de levantar tu curiosidad. 


Fushiguro apretó los dientes sintiendo una oleada de furia contra Yuuji, pero más contra ese insistente engendro que se negaba a doblegarse. Se puso a la defensiva de inmediato y Sousuke lo imitó.


En el último tiempo, Itadori había logrado separar su cuerpo del cuerpo de Sukuna y, aunque la maldición no logró ser exorcizada por completo, la parte que sobrevivió fue sellada en un talismán que Yuuji pudo seguir usando como fuente de energía maldita, sin embargo, aún estaba tratando de dominar el enorme poder que el objeto le otorgaba, ya que todavía el rey de las maldiciones lograba invocarse solo para seguir dando problemas al resto y sobre todo a Megumi. 


Sukuna ya no era el mismo que cuando Yuuji lo portaba en su interior. Su cuerpo era más grande y fornido, había recuperado sus cuatro brazos, su rostro tatuado por gruesas líneas negras y sus ojos oscuros que le daban intensidad a esa mirada en la que solo había maldad y autosuficiencia. 


—Considérate importante, mocoso. No cualquiera levanta la curiosidad de Megumi.


Fue difícil tanto para Megumi como para Sousuke descifrar si hablaba en serio o estaba abusando del sarcasmo una vez más. El hechicero más joven se mordió la lengua para no preguntarle a Sukuna si acaso estaba celoso, aunque no se le habría hecho extraño que el rey de las maldiciones tuviera un gusto tan malo. 


—¿Se debe a que es un Tairen?, vaya, hace mucho tiempo que no oía hablar de ese clan... Oh, cierto, ya recordé que el clan Zenin lo aniquiló.


Por el cuerpo de Sousuke comenzaron a dibujarse líneas que subieron hasta sus mejillas como oscuras raíces. Su energía maldita estaba activándose a gran parte de su capacidad. 


—¡Qué interesante! —exclamó Sukuna, totalmente exaltado al verlo—.  Ese poder maldito lo has heredado de las maldiciones, ¿lo sabías?


Siempre había odiado esas venas negras que marcaban su cuerpo porque, con solo reparar en esa característica, podían saber de dónde provenía su poder maldito; sin embargo, esta vez era diferente, no todos sus rivales conocían la causa y la historia que había detrás, pero Sukuna, precisamente el maldito Sukuna, lo sabía y eso solo lo hacía más peligroso. 


En un abrir y cerrar de ojos el rostro de Sukuna ya estaba a solo centímetros de Sousuke. El joven cruzó los antebrazos inconscientemente para protegerse y se preparó para recibir el golpe temiendo no haber sido lo suficientemente rápido, pero Megumi interfirió antes, enviando a Totalidad, su lobo de jade, cuyas amenazantes mandíbulas hicieron retroceder a Sukuna. Sousuke todavía estaba en plan de asimilar lo que estaba ocurriendo y, sin embargo, no dejó de reparar en el hecho de que  Megumi Fushiguro lo acabara de proteger.


—No te pongas celoso, Megumi —le susurró la maldición a Fushiguro, quien todavía mantenía las manos juntas después de invocar al Shikigami.


Sousuke escuchó la feroz dentadura del can haciendo un sonido brutal al cerrarse. Era la primera vez que veía de cerca a un Shikigami tan grande y poderoso como ese. Resultaba obvio que una sola mordida podría resultar mortal para una maldición, aunque dudaba de que lo fuera para Sukuna.


Mientras se mantenía hablando con Megumi, la maldición comenzó su ataque hacia el lobo de jade. Sousuke materializó rápidamente una de sus sombras, la cual se elevó del suelo hasta convertirse en una silueta palpable de 3 dimensiones. La envió en ayuda del gran lobo de jade, más no duró mucho frente a él, ya que el ataque cortante de Sukuna la disipó casi tan rápido como se formó.


Al menos el lobo estaba a salvo.


Sukuna se volvió hacia Tairen y Fushiguro aprovechó la instancia para agarrar a Sukuna del cuello e intentó apretar con su brazo. 


—¡Itadori, maldita sea, despierta! —exclamó, rogando porque Yuuji volviera en sí y tomara el control de Sukuna.


—No me estorbes, Megumi, no es a ti a quien quiero probar hoy —le susurró al oído antes de golpearlo en el estómago. Fushiguro soltó un gruñido y trató de juntar sus manos para liberar otro de sus Shikigamis, pero no fue lo suficientemente rápido y la maldición lo agarró de la ropa para darle la vuelta y lanzarlo contra las rocas.


Llamó a su quimera y ésta impidió el duro golpe contra el roquerío. El shikigami se elevó y luego dejó a Megumi sobre el suelo otra vez. 


El chico maldijo entre dientes al darse cuenta de que seguía teniendo un cuerpo débil y poco veloz. Nadie sabía aprovecharse de eso mejor que Sukuna. 


La maldición ya se había ido contra Sousuke y Megumi pudo observar como otra sombra estaba luchando por él. Se dio cuenta de que había hecho mal en subestimarlo por ser un estudiante de primer año y su curiosidad por él no hizo más que acrecentar y un montón de preguntas bombardearon su cabeza.


¿Qué técnica era esa?, ¿De verdad los miembros de ese clan seguían heredando poder maldito proveniente de maldiciones?, ¿Sousuke lo odiaba solo por ser un Zenin?


La maldición justo ahora, parecía estar muy entretenido peleando con una forma humanoide hecha de materia oscura que imitaba su silueta y su forma de pelear de manera casi exacta.


—Wow, ¿así que absorbiste mi habilidad cuando destruí tu marioneta y ahora lo estás usando en mi contra?, ¡incluso tu forma de pelear es igual a la de una maldición, Tairen!— exclamó Sukuna—. No está mal para calentar.


Sukuna, como siempre, lucía confiado y parecía divertirse con la batalla, si bien Sousuke no había ocupado demasiado de su energía maldita al crear el doble de la maldición, se mantuvo atento por si su contrincante llegaba a aburrirse de probar ese juguete. Daba por hecho que querría ir por más y las cosas se podrían complicar. 


—Qué pasa, Sousuke, ¿por qué tan callado?, saliste bastante tímido.


"O tal vez tú hablas demasiado, jodido charlatán" pensó el chico, más no fue capaz de decirlo en voz alta. Le gustaba tentar a la suerte, pero nunca a tal extremo. 


—Los Tairen nunca fueron tímidos, ¿sabes?, me trajeron varios problemas en el pasado.


La maldición agarró la cabeza de la sombra con una mano y de un solo jalón la arrancó de su sitio. El joven hechicero trató de no llevar las manos a su propio cuello al recibir una pequeña parte de lo que había recibido su sombra. Comenzó a jadear y una línea horizontal se tatuó en la piel de su cuello. Agradeció no haberle dicho lo que pensaba. El decapitado pudo haber sido él y no su sombra. 


La maldición fue tras el chico, pero otra sombra, que seguía la misma línea de las anteriores, se interpuso, sirviendo de escudo.


—¿No te cansas de jugar con muñecas?, ¡Enfréntame tú! —lo retó usando un tono de voz sombrío y áspero antes de destruir la nueva sombra de un solo golpe en el centro. La atravesó y Sousuke gruñó, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no doblarse debido al dolor que sintió en sus propias entrañas mientras se preguntaba qué demonios ganaba Sukuna enfrentándose a alguien que obviamente no estaba a su altura—. Eres demasiado débil, mocoso. El clan Zenin destruyó todo lo que tu familia fue y ahora solo nacen hechiceros pusilánimes. Deberías odiar a Megumi, justo como una maldición lo haría.


En su interior reconoció lo mucho que ese chico le recordaba a Fushiguro. Tairen tampoco podía demostrar aquello de lo que era capaz.


—Yo no soy una maldición— susurró Tairen, enderezándose con dificultad al reponerse del ataque.


Otro que se preguntaba qué querría la maldición con ese pobre muchacho era Megumi. Había captado cada palabra Sukuna había dicho, sin embargo, por más que lo analizara, seguía confundido y con muchas preguntas sin responder. Odiaba darse cuenta de que había cosas importantes que él no sabía, más si lo involucraban a él. Por fortuna ese pequeño minuto de distracción le había permitido invocar al elefante máximo, y con un certero golpe de agua logró alejar a Sukuna de Sousuke.


Sukuna quedó encajado entre las ramas de un frondoso árbol y se sujetó a ellas como un insecto con la ayuda de sus cuatro musculosos brazos. Se echó a reír estruendosamente y se dejó caer al suelo en cuclillas, murmurando "nada mal, nada mal, ¡Pero quiero más!". Rasgó la parte superior de su ropa enseñando la piel morena y tatuada, su trabajado tórax se contrajo con cada ruidosa carcajada. Algo le parecía gracioso, pero, tanto Megumi como Sousuke, dudaban de que fuera su cara rasmillada a causa de la estampida contra la arboleda y luego su abrupta caída al suelo.


"Yuuji, maldita sea" pensó Fushiguro, perdiendo definitivamente la paciencia.


—¡EXPANSIÓN DE DOMINIO: JARDÍN AZABACHE DE LAS QUIMERAS!


Juntó sus manos y extendió su dominio, adelantándose a los movimientos de Sukuna, sin embargo, éste también juntó sus propias manos confiado en que su dominio superaría al de Fushiguro.


—Oh, no, no lo creo —murmuró Tairen liberando una marioneta más delicada y femenina, mientras otra surgía del suelo como un golem negro, enorme y sin forma.


—¿Qué es esto? ¡Esa marioneta no es producto de tu habilidad!


Efectivamente, el golem que estaba naciendo no estaba ocupando la energía de Tairen. Fushiguro le restó importancia y se enfocó en moldear su creación. 


La sombra más pequeña esquivó los ataques de Sukuna con una velocidad extraordinaria y Sukuna solo pudo soltar una carcajada cuando fue sorpresivamente agarrado del brazo y lanzado por el aire antes de ser golpeado en el estómago con una patada propinada por la misma sombra.


De pronto lo atacaron las quimeras de Megumi. Éstas tampoco le dieron respiro y, pese a que se afanó en destruirlas una tras otra, solo aparecían más y más de ellas.


—¡ES SUFICIENTE, AHORA ES MI TURNO! —rugió Sukuna juntando sus manos para liberar su propia extensión de dominio que logró sobrepasar a la de Fushiguro.


—Oh, creo que llegué justo a tiempo para la diversión —dijo una voz masculina tras Sukuna.


La maldición apretó los dientes al reconocer la voz.


—Los hechiceros y su afán por meterse donde no los llaman —agregó, sin menguar su sonrisa que se deformó a causa del miedo y la furia. Se volteó a ver a Yuta Okkotsu, tratando de simular que no estaba aterrado ante su presencia—. Ah, creo que esto ya se arruinó... —expresó dando un paso hacia atrás y dejando que su territorio se desvaneciera poco a poco. Pese al miedo, le enseñó su sonrisa engreída a Yuta por última vez.


Volvieron a estar rodeados de un sinfín de árboles y todo volvió a la quietud. En algún lado se escuchaba el explosivo ajetreo de las contiendas que mantenían los otros equipos.  


Sousuke dejó caer los brazos y luego secó el sudor de su frente. Las líneas de su rostro fueron atenuandose cada vez más hasta desaparecer. Fushiguro tocó el hombro del joven hechicero para reconfortarlo. Cruzaron miradas que decían todo y nada a la vez, pero ninguno se atrevió a romper el silencio.


—¿Debería sentirme culpable por arruinar la fiesta? —preguntó Yuta con una sonrisa amable, acercándose a ambos chicos mientras volvía a enfundar su espada. Estiró su brazo para tocar el hombro de Tairen—. ¿Estás bien, Sousuke?


El joven hechicero puso su mano sobre la del maestro Okottsu y sonrió levemente, agradeciendo su preocupación. 


—Lo estoy, maestro. 


—¿Tan bien como para enfrentarte a mí ahora?


—Creo que nunca estaré tan bien como para enfrentarme a usted —reconoció, riendo levemente y haciendo reír a Yuta.


Okkotsu fingió decepción al no poderse enfrentar a los chicos, luego buscó a Itadori con la mirada y encontró a Fushiguro zarandeando a su compañero que acababa de despertar. 


—Itadori, ¿estás bien? —le preguntó, acercándose a él.


—Oh, ¡Okkotsu! —exclamó con entusiasmo, poniéndose de pie de un salto—. ¿Vienes a enfrentarte con nosotros? —empezó a dar saltitos cortos para calentar y luego se dirigió a Megumi, dándose cuenta de lo sucio y golpeado que estaba—. Fushiguro, ¿qué demonios te...


Antes de que pudiera terminar la frase, Megumi le propinó otro rudo golpe en la nuca porque estaba harto de las escapadas de Sukuna. Estaba hasta el cuello de Sukuna. Pero más de Yuuji porque, aunque fuera de manera totalmente involuntaria, todavía le permitía a la maldición hacer lo que quisiera. 

Notas finales:

Recuerden que este Fanfic lo pueden encontrar en el siguiente link https://w.tt/3vUCngN ?

 


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