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A(R)MOUR (Traducción del fanfic de Sinnatious) por XIVA

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Notas del capitulo:

Seguimos con la actualizaton, ahora vamos con el siguiente capitulo... Y la saga de sufrimiento de nuestro demonio Jamijou continua!!

Capitulo 12




“¿Y cuándo estaría disponible?” Hiroki acunó el teléfono entre su oído y su hombro, garabateando los detalles en una libreta. Hizo una pausa. “¿Tres semanas? No, lo lamento, es que esperaba que fuera más pronto-”

“Tres semanas está bien,” Akihiko dijo por encima del hombro.

Hiroki dio un salto, y el teléfono hizo ruido al caer al suelo. Maldiciendo, gateó para retomarlo, amenazando a Akihiko con el bolígrafo. El escritor solo ladeo su cabeza, y navego a su lado sin daño alguno. “Lo siento, si, eso…. okay, Le enviare los formularios mañana. Gracias.” El colgó dándole una mirada mortal a su viejo amigo. “¡Idiota! ¡Ahora pensarán que soy raro!”

Akihiko se acomodó sobre los hombros de Hiroki, sus rostros rozándose mientras se inclinaba para inspeccionar los papeles esparcidos sobre la mesa de centro. “¿Tienes tanta prisa en irte?”

“Estoy agradecido con tu hospitalidad, pero no puedo quedarme aquí para siempre.”

“¿Porque no? Ya dije que podías hacerlo. Y tengo el espacio.”

Hiroki no tenía un argumento contra eso. No podía explicarle lo que esto le estaba haciendo a él.

“Aunque este bien, No me gusta vivir de la caridad de alguien más,” el murmuro después de un rato.

Akihiko se encogió de hombros. “Si te molesta tanto, puedes pagar renta aquí. Lo que sea que ibas a pagar por ese lugar.”

“Quiero vivir más cerca de la universidad. Y antes de que lo digas, no, no necesito que me lleves como chofer”

El necesitaba irse. Akihiko pensaba que le estaba ayudando, pensó que este sexo casual, jugando a la casita, una escalación temporal de su amistad en un momento en el que ambos estaban despechados.

Mas lo que había hecho, era cortar la última ruta de escape de Hiroki. Él se sintió acorralado. Claustrofóbico.

No era que fuera desagradable. Al contrario, el sexo era fantástico. De hecho, alucinante, mejor que lo que sus fantasías adolescentes lo habían entretenido incluso en su forma más vívida. Mil veces mejor que su desacertado primer revolcón de una noche. En esta ocasión, esas tiernas palabras y caricias gentiles llevaban su nombre.

Ese era el problema. Akihiko le había entregado cada deseo suyo en bandeja de plata siete años demasiado tarde, y después decirle que no le era permitido comer.

Afortunadamente, su amigo lo dejaba pasar, al menos por ahora. Hiroki lo sabía mejor que esperar a que el asunto terminara completamente. “Si es tan importante para ti…” Los dedos de Akihiko se deslizaban por debajo del cuello de su camisa – fríos contra el calor de su pecho. “Deberíamos aprovechar lo que más podamos de estas tres semanas restantes.”

Su respiración se obstaculizo, pero se la trago de nuevo. “Es la mitad de la tarde.”

Las manos de Akihiko solo se deslizaron mas allá, y empezaron a deshacer del botón superior de su camisa. “¿Cuál es tu punto?”

Hiroki atrapo su brazo. “¿No tienes pendiente un manuscrito que debas escri-?” Se detuvo ante el sonido de unas llaves en la puerta principal.

Akihiko hizo una pausa, ladeando su cabeza a modo de contemplación. “Ah, esa debe ser mi editora.”

Tan pronto como esas palabras salieron de su boca apareció una animada castaña que llevaba un labial rojo intenso y una entallada falda estilo pitillo navegando en la habitación. “¡Akihiko-Sensei! Tiene el- oh, ¡Hola!” Se detuvo, mirando y pestañeando con sorpresa confusa.

A Hiroki, en brazos de Akihiko con los dos botones superiores de su camisa abiertos.

Hiroki se separó rápidamente, apurándose en abotonarse la camisa de nuevo. “¡I-idiota! Si ya sabias que tu editora iba a venir tu…” Su voz se apagó, su rostro encendido. No había manera de terminar esa frase y a la vez retener cualquier negación.

“Por Aikawa está bien,” Akihiko dijo desestimando la situación. “Aikawa, él es Hiroki. Hiroki, Aikawa.”

“¿Tarado, que clase de presentación tan mediocre fue esa?” Se inclino hacia Aikawa. “Hiroki Kamijou. Un placer conocerla.”

“¡Oh, cierto! ¡Eri Aikawa! ¡Encantada de conocerlo también!” Ella le ofreció su tarjeta de presentación. Hiroki la acepto murmurando una disculpa por no tener la suya a mano. Editorial Marukawa. Entonces se trataba de la faceta más frívola del trabajo de Akihiko, a menos que hubiese dejado completamente a la editorial Onodera. Ella llevaba una bolsa plástica. “Traje algunos pastelillos si quieres unirte a nosotros. Debe haber suficiente para los tres.”

Ya que Akihiko no estaba siquiera intentando hacer algo, parecía que le tocaba a él jugar a ser el anfitrión. Sinceramente, para ser un hombre criado en la zona más exclusiva de la ciudad, su viejo amigo aun no tenía un entendimiento de incluso las más básicas normas de etiqueta. “Ah, gracias, hare algo de té.” Hiroki tomo esa oportunidad para escapar a la cocina.

Ese idiota. Hiroki lo iba a matar. Hizo ruido en la cocina, solo recordándose que tenían un invitado le impedía a él tirar de golpe con fuerza las puertas de los gabinetes mientras buscaba las tazas y la tetera.

Mientras recorría el camino de regreso a la sala, Aikawa presionaba a Akihiko. “Suficiente de eso. ¿Su manuscrito, sensei?”

Akihiko suspiro, y de caer sus cigarrillos y encendedor en la mesa de centro. “Ya está escrito. La dejé imprimiendo, debería haber terminado ahora. Espérame aquí.”

Dejando a Hiroki a solas con Aikawa.

“Gracias, Kamijou. Oh no, déjame servirlo. No tienes que atenderme, ya que soy yo quien tiene que hacer esto.” Ella casi le arrebata de sus manos la tetera y empieza a servir. “Así que, ¿Como tú y Usami-sensei se conocieron?” Había un extraño destello estrellado en sus ojos.

Hiroki incomodo cruzo sus brazos mientras sentaba en el sofá. Un sentido arraigado de decencia era lo que lo mantenía en su asiento – después de todo, ¿Desde cuándo el tenía que entretener a los invitados de Akihiko? “Fuimos vecinos, mientras crecimos.”

Ella entrelazo sus manos, sus ojos prácticamente brillando ahora. “¿Amigos de la infancia?”

“Nos conocimos desde que teníamos… diez, creo que sí.” Hiroki le dio un mordisco a uno de los pastelillos glaseados, solo para tener algo que hacer. Mas dulce que lo que normalmente prefería, pero era ligero y esponjoso y aun tibio. “Solo estoy aquí temporalmente. Yo… aún estoy buscando un apartamento.” Tan amable como ella parecía, el difícilmente iba a divulgar la patética tragedia de su vida personal a una extraña.

Ella parecía decepcionada al escuchar eso, pero dijo, “Bueno, me alegra que estes aquí. Eso lo explica todo.”

Hiroki pauso a mitad de dar un bocado. “¿Hah?”

Aikawa levanto su taza de té, mirando el líquido con una expresión apesadumbrada. “Él ha estado comportándose difícil últimamente. Es decir, él nunca le ha dado atención a sus fechas de entrega, pero eso nunca había importado porque él es tan prolífico. Pero después… bueno, tu probablemente ya sabes. Su escritura se detuvo. Lo he visto de mal humor antes, pero esto fue…” Ella se estremeció.

Hiroki frunció el ceño. El pareció recordar a Akihiko holgazaneando en su oficina quejándose de su bloqueo de escritor hacia un tiempo… ¿Había estado tan mal eso?

Pero, después de un momento, Aikawa se espabilo. “Fue desafortunado, y no era que yo no entendiera – Yo tampoco me lo esperaba. Yo casi había dado por perdida esta fecha límite, pero al último momento…” Ella le desplego una sonrisa taimada. “Supongo que finalmente encontró a una nueva musa.”

Le tomo un momento para registrar el significado de lo que decía Aikawa. Hiroki empezó a balbucear, “No lo soy, yo no podría-”

“Hiroki siempre ha sido mi musa,” Akihiko dijo desde sus espaldas. El dio un respingo mientras el autor dejaba caer el pesado manuscrito en la mesa, Aikawa lanzando un chillido mientras se apuraba a evitar que las tazas de té se derramaran. “Él era la primera persona que leía mi trabajo”

“Ahhh, ¿Es eso cierto sensei?” Aikawa irradiaba una poco natural cantidad de deleite ante esa exquisita noticia. “¡Eso es maravilloso!” Ella se inclina y se aferró a las manos de Hiroki, fijándolo con una intensa mirada. “Kamijou, lo pongo a él a tu cuidado. ¡No me decepciones!”

“No es- estas equivocada- ¡Akihiko!” Hiroki ladro.

El autor en cuestión solo se encogió de hombros mientras se sentaba y dejaba colgar un brazo alrededor de los hombros de Hiroki. “Pero es cierto.”

“¿Y Takahiro?” Hiroki le señalo. “Ese fue todo tu primer libro publicado justo ahí.”

“Un escritor puede tener más de una musa. Tu siempre me has dado muchas ideas.”

Hiroki se cruzó de brazos resoplando. “No escuches a este idiota. Escribir es como respirar para él. A él no le da bloqueo de escritor, el solo sostiene la respiración hasta que ya no pueda más.”

Sin embargo, en algún diminuto, olvidado rincón de su corazón, una minúscula rosa de calidez empezó a florecer.

La sonrisa más desapercibida agracio los labios de Akihiko. “Él tiene razón, en cierta forma,” Akihiko le admitió a Aikawa. “Supongo que me conoce muy bien después de todos estos años.”

Excepto cuando sus espinas destilaban veneno, y estaba enraizado tan profundamente en su orgullo que Hiroki no podía liberarse.

“Ustedes son tan cercanos,” Aikawa los halago. “En verdad me dan envidia.”

Esto lo iba a matar.

“Los dejare para que terminen su trabajo en privado,” Hiroki dijo, levantándose y apurándose a alejar de la sala antes de que alguno de ellos pudiera protestar. El cerro la puerta en su habitación detrás de él, y recostó su espalda contra esta.

Él estaba demasiado involucrado.

“Tres semanas,” el murmuro. El solo necesitaba mantener la calma por tres semanas más.


………………..



Tres semanas era una eternidad.

Hiroki no podía decidir si temía el final o el que este no llegara más rápido.

Su bolígrafo permanecía en reposo en la página, sus ojos desenfocados, las palabras borrosas. Cuatro días más hasta que su nuevo apartamento estuviera disponible.

Que paso entonces, él no lo sabía. El dudaba que Akihiko simplemente cambiara el switch con respecto a su extraño asunto de amigos-con-beneficios que tenían ellos. Lo único que Hiroki sabia era que el desesperadamente necesitaba recuperar su aliento. El necesitaba espacio. Distancia, así podría endurecer su corazón de nuevo y recuperar la compostura que él no había tenido de necesidad de usar por siete años.

Las puertas de la oficina se abrieron, que lo sacudieron de su ensimismamiento. “¿Kamijou? ¿Aun estas aquí? Creía que no tenías clases pendientes hoy.” Miyagi incline su cabeza, con el ceño fruncido contemplativo. “Y yo pensé que ya habías terminado tu investigación.”

“Estoy adelantando las calificaciones,” le respondió monótonamente. “El fin del semestre esta acercándose. Y aun son horas de oficina, Profesor.”

Miyagi reviso su reloj avergonzado. “Oh, cierto. Claro, por supuesto. Ah, sí me voy un poco más temprano, ¿Podrías…?”

El Profesor había estado haciendo esto con cada vez más frecuencia recientemente, yéndose tan pronto como sus clases terminaban por el día. No está descuidando su trabajo, pero se lo llevaba a su hogar en vez de permanecer en la oficina hasta que cayera la noche como solía hacerlo. Tal vez era porque la atmosfera de incomodidad y la tensión en la oficina aun persistía, pero Hiroki sospechaba lo contrario. Después de todo, él había atrapado un destello de ese mocoso de cabello color arena más de una vez. “No puede esperar que lo cubra por siempre, Profesor.” Sin embargo, al ver la expresión alicaída de Miyagi, Hiroki suspiro. “…Esta bien, supongo. Solo es media hora.” Las probabilidades de que alguno de los estudiantes de tercer o cuarto año llegaran para hacer alguna consulta a esta hora del día eran escasas de cualquier manera.

“Ahhh, Kamijou, ¡Eres el mejor~!” Miyagi canturreo. “¿Estás seguro que no tienes problema con eso? No quiero retenerte aquí si tienes que hacer algo por tu cuenta.”

“No tengo problema,” le repitió.

Miyagi se demoró un momento mientras recogía sus coas. “Has estado trabajando hasta tarde últimamente,” le comento casualmente. “Aun si no estas ocupado en ese momento. Deberías aprovecharte de eso, ya sabes. Periodos tranquilos como este no surgen con frecuencia.”

Hiroki se tensó. “Pensé que le había dicho que no interfiriera, Profesor.”

El levanto las manos a modo de defensa. “No estoy interfiriendo, no es eso… solo estoy preocupado. ¿Problemas con tu amigo?”

Su colega era demasiado fisgón. “…seria más fácil si los hubiera,” murmuro por lo bajo.

No tenía intención de que llegara a los oídos de Miyagi, pero el Profesor lo escucho de todas formas. El hizo una pausa mientras levantaba su maleta. “Sabes, Kamijou… solo porque yo no fui de fiar… ¿No habrás renunciado a todos los demás, cierto?”

Hiroki cerró los ojos. “Que tenga una Buena noche, Profesor.”

Miyagi dejo la oficina en silencio.

Ningún estudiante vino – la calma entre resolver las asignaciones y sus fechas de entrega. El bolígrafo de Hiroki garabateaba sobre el papel en silencio, hasta que el sol poniente había coloreado la oficina de naranja. Entonces incluso cuando la luz se había desvanecido, y él había abandonado su calificar, y se quedara mirando hacia la ventana.

Cuadro días.

El recogió sus cosas. Colgó su moral sobre el hombro.

Su teléfono sonó. El rebusco para encontrarlo. “¿Hola?”

“Hiroki. ¿Ya terminaste?”

Su corazón omitió un latido, y se maldijo por su debilidad. “Bakahiko, ¿Qué quieres?”

“Estoy afuera.”

“¿Tu qué?”

“Has estado trabajando hasta tarde, así que vine a recogerte.”

“Idiota, ¿Sin llamarme antes? ¿Qué pasaría si no hubiese terminado?”

“Entonces esperaría en tu oficina. ¿Necesito buscar un espacio libre en el parqueadero o no?”

Hiroki gruño. “No, de todas formas, ya me estaba yendo. Ya voy para allá.” Al menos el campus para esa hora ya estaba lo suficientemente vacío como para que el ostentoso auto de Akihiko llamara demasiado la atención. Podría apreciar el aventón, pero no tanto el espectáculo.

El cerro bajo llave la oficina y se dirigió al parqueadero, donde con seguridad habría un distintivo auto deportivo rojo inmóvil en el bordillo de la acera. Hiroki se subió a bordo indignado. “Bakahiko, ¿Que pretendes?”

“Quería verte,” fue la simple respuesta. Akihiko alargo la mano y la paso por el cabello de él, Hiroki instintivamente se tranquilizó ante la gentil caricia. “No has estado mucho en casa los últimos días.”

“He estado ocupado, es todo,” le murmuro. Sus mejillas se sentían muy cálidas. “Ya vámonos.”

Era Estúpido. Cada día se había Jurado a si mismo que él se apartaría, que él no se dejaría afectar, que en esta ocasión cuando Akihiko le preguntara el daría una excusa. Que él no se dejaría permitir sentir esa calidez floreciendo con cada palabra gentil, o ese fuego apasionado con cada caricia cargada de electricidad. Que él no se dejaría caer más profundo en sus viejos sentimientos.

Cada día el fallaba. El minute en que poso sus ojos en su viejo amigo, o su voz barítona era atrapada por sus oídos, su determinación se derretía como un cubo de hielo lanzado a una forja de hierro.

Él era un adicto, y Akihiko era su droga. Incluso si era una euforia falsa, incluso si el sabía que lo destruiría al final, el seguía volviendo por más. Era patético, en verdad. Siete años, y el seguía siendo un caso perdido como lo había sido cuando estaba en la Universidad.

El camino de vuelta al apartamento transcurrió en un silencio confortable – ni él ni Akihiko eran habladores por naturaleza, y ellos se conocían el tiempo suficiente para no sentir la presión para hacer alguna conversación casual. Sin embargo, en el momento que entraron al pent-house, las manos de Akihiko ya estaban en sus caderas y su boca posándose en su garganta.

“¡A-Akihiko!” Hiroki soltó un grito ahogado. Su moral se deslizo de sus dedos hacienda un ruido sordo al caer al suelo.

“Te fuiste sin despertarme esta mañana,” el murmuro contra la curva de su cuello.

“Porque no quería llegar tarde cuando decidiste que yo era tu oso de peluche personal,” Hiroki logro decir con dientes apretados, incluso mientras las manos de Akihiko siguieron deambulando. “Ya eres un adulto, tú puedes levantarte cuando tu- ¡Oye!” El atrapo los dedos del autor mientras comenzaban a trabajar en los botones de sus pantalones. “Me recogiste del trabajo solo porque estabas cachondo,” le acusó.

“Esa no fue la única razón.” Se notaba la diversión en su voz.

Hiroki cerró los ojos. “Después de la cena,” le dijo. “De otra forma terminaremos yéndonos a dormir sin comer de nuevo.” Y si Akihiko era como un oso normalmente, eso no se comparaba a esas mañanas cuando se levantaba hambriento.

Sus manos se deslizaron hacia abajo, y luego se soltaron, y luego el autor se alejó. “Pediremos a domicilio. Sera más rápido.”

A Hiroki le pareció bien. Después de todo, lo concerniente a la cocina le tocaba a el – algo diferente invitaba al desastre. Pero Akihiko ciertamente se pondría impaciente y envolvería con sus brazos los hombros y luego Hiroki se descarrilaría y ellos terminaban comiendo un “stir-fry” hecho carbón de cualquier manera. “Cualquier cosa menos pizza.”

“¿Por quién me tomas?” Akihiko le agito su mano hacia él. “Voy a llamar, ve a tomar tu ducha.”

Hiroki se retiró hacia el baño del segundo piso. Mientras se quitaba la ropa y estaba debajo del rocío de la ducha su piel sintió un cosquilleo ante la excitación de la anticipación, mientras su estómago se revolvía con una silenciosa ansiedad.

Él era un adicto, lo sabía.

Se quedo hasta que el vapor empaño el espejo y tenía el rostro sonrojado. Su mente estaba en blanco mientras se quitaba con la toalla y se envolvía en una camiseta y pantalones limpios. Tal vez sea un desperdicio – especialmente si van a terminar arrugados en el piso de la habitación en una hora.

“El baño esta libre,” le llamo, antes de dirigirse escaleras abajo y seleccionando uno de sus libros de los estantes y acomodándose en el sofá.

Él no había podido avanzar más allá de un capítulo antes de que se escuchara el timbre de la entrada. Era la comida a domicilio. “Eso fue rápido,” se murmuro, deslizando un marcalibros en donde se quedó. Presiono el botón para abrir la puerta del frente y fue en búsqueda de su billetera.

Desde arriba el sonido de la ducha moría mientras Akihiko terminaba su baño. Un momento después sonó un inseguro golpe en la puerta. “¡Ya voy!” Hiroki exclamo, finalmente localizando la billetera Escondido en medio de los cojines del sofá.

Excepto que cuando el abrió la puerta principal, para nada era el chico de las entregas. En su lugar, parado torpemente en la entrada estaba un muy-familiar-adolescente de cabello-castaño y de ojos-verdes, retorciendo el bajo de su camisa tan fuertemente que la tela se había empezado a estirar.

“Tu-” Las palabras se murieron en la garganta de Hiroki.

Misaki Takahashi.

Notas finales:

Si lo se... Que quiere este niño ahora... Pero ya no hay que esperar mas porque ahorita subo el siguiente cpaitulo.... Ay esta historia cada vez mas se complica jajaja


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