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ÍMPETU E INSTINTO por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

¿Les hace ruido que este escrito en tercera persona? 

El juez ordenó la presencia de Floch Forster en la sala. Solo unos segundos después, las puertas fueron nuevamente abiertas e ingresaron dos soldados cargando el cuerpo de un hombre sobre sus hombros.

 

Floch se dejó llevar por los hombres, quienes lo dejaron caer en el suelo y lo encadenaron a un poste en el centro de la sala. T/N decidió que no debía mirar, así que mantuvo su vista al frente, inalterable.


- Soldado Forster, ¿A caso le ha pasado algo que le impida caminar por sí mismo? – Lo cuestionó el juez, entrecerrando los ojos. Los soldados desaparecieron cuando terminaron de amarrarlo, sin decir una sola palabra y sin mirar a nadie en particular.  

 

-No, señor – Fue su respuesta – Estoy en perfecto estado – Empero, Floch tosió un poco y derramó sangre seca por su boca.

 

T/N advirtió la significativa mirada que Kitz le dedicó al acusado, manteniendo el desprecio y la decepción en ella, y por la frente arrugada de Rico, T/N se percató de que los engranajes de su cerebro se estaban moviendo. Pero aparte de eso, su expresión seguía siendo recriminatoria.

 

-Hablaré con los guardias más tarde – Sentenció el juez, sin preocuparse demasiado - ¿Entiendes la acusación a la que se enfrenta, soldado Forster?

 

-La entiendo, señor – Respondió, cabizbajo. Su cabello pelirrojo caía por su frente y cubría gran parte de su rostro. T/N ni siquiera pudo ver sus ojos.

 

- ¿Y entiende que el acto que perpetúo es serio?

 

-Ahora lo entiendo, sí – Su voz denotó desanimo.

 

-Señorita Rico Brzenska – Se dirigió hacia su prima, retirando su mirada del acusado - ¿Usted puede asegurar que el hombre amarrado en el poste es el soldado que alojó una píldora forzadora de celo en sus alimentos poco antes de consumirlos?

 

T/N pudo sentir la rigidez en los brazos de Rico. Tenía ambas manos cerradas en puños y le temblaban las muñecas. Le costó bastante retirar su mirada de Floch, pero cuando lo hizo, respondió sin titubeos.

 

-Si, señor. Él lo hizo.

 

- ¿Cómo está tan segura? – Rico miró al juez con arrojo.

 

-Porque mientras me retorcía en el suelo, él se mofó de haberlo hecho entretanto me sujetaba por las muñecas - T/N parpadeó. Ya se imagina una escena similar, pero escucharlo fue distinto. La voz del juez la sacó de sus reflexiones.

 

-Señor Forster, ¿En dónde consiguió las píldoras? – Floch tosió secamente, con desagrado, y tembló.

 

-Otro soldado me las dio.

 

Rico dejó escapar una exclamación de sorpresa y dio un paso atrás. T/N se apresuró a tomar su mano, pero el rostro de Rico ya estaba anegado en lágrimas.

 

Rico no era la única persona sorprendida. Aparentemente el comandante Pixis tampoco esperaba aquella confesión.

 

De pronto, Rico soltó su mano con brusquedad y se inclinó hacia el frente. Estaba enfadada.

 

- ¡¿Quién más quiso hacerme esto?!, ¡Responde!

 

T/N miró a Rico estallar en cólera y se sobrecogió por ello. Sus lágrimas ya no eran de traición, sino de furia y se las limpió con torpeza con el dorso de las manos. Luego apoyó las manos sobre la brillante balaustrada.

 

-Floch Forster responderá la pregunta – Sentenció el comandante Pixis, sin nada de humor en su voz.

 

Floch levantó la cabeza y T/N pudo ver su rostro demacrado.

 

-No delataré a un compañero – Esa fue su respuesta. Desde donde estaba, T/N pudo escuchar el rechinar de los dientes de Rico.

 

-Rico – La llamó justo un milisegundo antes de que se lanzara hacia el frente. Ella empezó a temblar, inclinó el cuello hacia delante de modo que su cabello rubio cubrió su rostro, pero T/N pudo ver las lágrimas caer al suelo una tras otra.

 

- ¿Por qué no me dejas? - T/N parpadeó, sorprendida. La pregunta la hizo en un murmullo, así nadie más pudo escucharla, o eso quiso creer ella. – Tú puedes lastimarlo, pero yo no.

 

- ¿No te había dicho que yo me encargaría? – La cuestionó, lamentando un poco el haber usado su voz alfa para detenerla.

 

-Por favor – Suplicó apenas en un hilo de voz.

 

-Lo siento – Fue su respuesta. Rico sollozó más alto. Por su parte, T/N alzó la mirada y se encontró con los inquisitivos ojos del capitán Weilman. Al parecer, todos habían esperado que ellas tuvieran su charla en privado antes de continuar.

 

-Parece que te lastimaron de verdad, Floch – Habló el capitán, mirando al acusado – Estoy seguro de que no querrás vivir de nuevo esa experiencia.

 

Apenas lo vio, pero los hombros de Floch temblaron ligeramente. No respondió, al menos por varios segundos. Luego murmuró por lo bajo. T/N escuchó la respuesta, pero Rico tuvo problemas para oírla.

 

-Esa es una acusación seria, ¿está seguro de que desea mantenerla? – Preguntó el juez. Rico se irguió, se levantó los anteojos y pasó las mangas de su chaqueta por sus ojos hinchados.

 

-No escuché la respuesta, ¿Qué fue lo que dijo? – Le preguntó a su prima con una voz de lo más cordial. T/N se volvió hacia ella.

 

-Lo sabrás en un segundo.

 

En ese instante, el juez se dirigió a los soldados que estaba ahí para protegerlo, a ambos lados de la tarima.

 

-Busquen al acusado en el cuartel de las tropas de guarnición y tráiganlo a esta sala.

 

-No será necesario – Alzó la voz T/N. Todos voltearon a verla – Él está aquí.

 

Los saldados salieron de la sala por donde ellas habían ingresado y aunque la puerta se cerró tras ellos, T/N pudo oír el alboroto que se generó en el pasillo exterior.

 

- Pero ¡¿Qué están haciendo?!, Esto debe ser un error – Un segundo después, las puertas se abrieron de nueva cuenta y por ella ingresó Ian Dietrich, contenido por ambos hombres. Forcejeaba mientas era arrastrado hacia el frente.

 

Estaba más que sorprendido y se horrorizó cuando se topó con la doliente expresión de Rico, cuyos sollozos se habían detenido por completo. Sus labios se movieron para pronunciar el nombre “Ian”, pero no salió nada de ellos.

 

Las piernas de Ian fallaron y se arrodilló antes de llegar al centro de la sala, en dirección a Rico. Miró a Floch, quien no se había movido ni un milímetro y comprendió lo que sucedía.

 

-Yo… ¡Yo lo siento Rico!, ¡te juro que no era mi intención!

 

- ¿No era tu intención provocar que un grupo de alfas atacara a Rico Brzenska y la destrozara? – Lo cuestionó T/N en vista de que Rico se había quedado sin palabras – Debes odiarla mucho.

 

- ¡No!, yo no la odio – Negó energéticamente – He estado enamorado de ella todo este tiempo.

 

No pudo evitarlo. T/N río, porque aquello le había hecho gracia.

 

Tampoco podía creer que las mejillas de Rico se hubieran colorado y de que estuviera al mismo tiempo alicaída.

 

- ¡Es enserio!

 

-Suficiente – Llamó el juez y la sala se quedó nuevamente en silencio– He escuchado suficiente como para tomar una decisión – El hombro pelinegro y de ojos oscuros juntó sus manos sobre la superficie del tribunal – Floch Forster, tendrás que cumplir una sentencia de dos años en prisión antes de poder volver a las filas del ejército.

 

Al escuchar su ridícula sentencia, Floch tembló.

 

-Hoy en día no podemos darnos el lujo de perder soldados – Se justificó el juez – Por otro lado, a Ian Dietrich se le retirará del cargo permanentemente. Y si eso es todo, entonces…

 

-No es todo, señor – Lo interrumpió T/N, hablando por arriba de los lamentables sollozos de Ian, rendido sobre el suelo.

 

- ¿Hay algo más que quiera tratar? – Se sorprendió.

 

-Así es – Asintió – Solo es un anuncio.

 

El juez la miró antes de asentir. T/N dirigió su mirada hacia el comandante y el capitán. Mantuvo su expresión inalterable ya que no sabía cómo reaccionarían ante la decisión que ya había tomado. Rico, por otro lado, aún no parecía salir de su estupor.

 

-El cuarenta por ciento del soporte monetario de las tropas de guarnición es otorgado por la compañía Brzenska. En vista de los acontecimientos y la falta de una verdadera iniciativa por su parte, la familia Brzenska retirará su apoyo económico.

 

T/N intentó que la escandalizada y contrariada mirada de Rico hacia su persona no afectara ni su decisión ni su determinación en ese preciso momento.

 

-En vez de ello, lo destinara a la Legión de reconocimiento.

 

La expresión del comandante Pixis cambió gradualmente, al punto de un encontronazo. El juez, por otro lado, cerró los ojos y asintió.

 

-Si esa es su decisión, entonces estoy de acuerdo – Pareció complacido, al igual que ella – Ya venía siendo hora de que la Legión obtuviera alguna contribución importante. Le notificaré yo mismo las buenas al comandante Erwin en una carta oficial.

 

Pero antes de que el juez se pusiera en pie, Floch balbuceó algo.

 

-Yo también…tengo algo que decir.

 

..........................

 

Salieron del juzgado en silencio. T/N caminó al ritmo lento de su compañera, quien parecía un poco pérdida en sus pensamientos. Rico tenía las manos unidas sobre su regazo en una posición tímida. Salieron al exterior y el sol acarició sus rostros.

 

Pero Rico se detuvo antes de bajar las escaleras y T/N la imitó, un paso por delante.

 

- ¿Por qué lo hiciste? – Le preguntó, algo cohibida. Se dio media vuelta, girando únicamente la cintura.

 

- ¿Hacer qué? Hice muchas cosas – Rico asintió un poco.

 

-Si, comprendo que fuiste tú quien lastimó a Floch – Levantó la mirada y T/N pudo ver consuelo en sus ojos – Tal vez debería preguntarte cómo lo hiciste, pero no lo haré.

 

Rico se llevó una mano a la nariz y se sorbió los mocos. T/N se adelantó y evitó que Rico se tocara el rostro. En vez de eso, sacó un pañuelo de su bolsillo y se le entregó.

 

-Debí de habértelo dado antes – Sonrió con afecto mientras Rico se limpiaba la nariz. Estaba claro que la disculpa que Floch le ofreció había servido de algo.

 

-Me refiero al dinero de la familia – Aclaró, arrugando el pañuelo entre sus manos.

 

-Eso – Dijo, girándose hacia el camino – La única razón por la que seguí permitiendo que recibieran esas cuantiosas sumas después de la muerte de mi padre, fue porque tú pertenecías a la división – Confesó como si no se tratara de nada importante.  

 

Comenzó a caminar, bajando las escaleras. Rico se le unió segundos después, acelerando su paso.

 

- ¿Dices que la mi tía estará de acuerdo? – T/N parpadeó, pillada al escuchar esa referencia – Tu padre era un fiel contribuyente a las tropas estacionarias – Sonó un poco escandalizada.

 

-No tendrá opción – Reiteró y Rico pareció conformarse con esa respuesta.

 

- ¿Qué haremos ahora? ¿A dónde vamos? – T/N suspiró, mirando al cielo un momento. Acababan de dejar atrás el cuartel general de la policía militar. De algún lado, llegó el sonido de los cascos de los caballos y el andar de las ruedas de un carruaje.

 

-Este día ha sido muy agotador, creo que será mejor que busquemos un lugar para dormir esta noche y por la mañana, partiremos en carruaje a casa. Sin mencionar que no he dormido casi nada desde hace dos días – Retiró su vista del cielo y la posó sobre los caminos de las calles.

 

Cirano estaría bien en los establos, no tenía porque preocuparse por él.

 

-No comprendo – Señaló – ¿Por qué iremos a la mansión de la familia?

 

-Solo será por unos días, hasta el día de la ceremonia de los nuevos reclutas – Le explicó – Me di la libertad de otorgarme a mí misma unos días libres y, además, nos hará bien apartarnos del mundo algún tiempo.

 

Rico entonces comprendió que T/N le daría tiempo para sanar, a su lado. Caminaron en silencio por varios minutos, hasta que Rico rompió la monotonía.

 

- ¿Sabes? Antes de unirme al ejército nunca tuve la oportunidad de hacerte una pregunta. Ni siquiera me atreví a escribirlo en una carta. Temía que te molestas conmigo, solo por mi curiosidad.

 

-Adelante, no me enojaré – Concedió, mirándola de reojo. Ella se tomó su tiempo para hablar, mirando el camino de piedra. La ciudad no estaba muy ajetreada, de hecho, las calles estaban más tranquilas que por la mañana, lo que des dio paz a ambas. 

 

-Tú y yo nacimos siendo hembras. Ya sabes, sin un falo colgando de entre nuestras piernas.

 

-Ya sé de qué va tu pregunta – Sonrió un segundo, antes de ponerse seria – Pero debes estar de broma. Tuvimos excelentes profesores en nuestra infancia – Dicho eso, metió ambas manos en los bolsillos de su abrigo.

 

-Sabes lo tímida que me ponía – Se quejó, levantando la mirada. T/N vio el ligero y rosado rubor extenderse por sus pómulos. T/N apartó la mirada después de unos segundos y pensó en su respuesta mientras oía sus propios pasos.

 

-Tengo pene, sí. ¿De que otra manera preñaría a un omega? – No tuvo que mirar para saber que el rubor de Rico se había vuelto más intenso.

 

-Tiene sentido – Susurró. T/N suspiró en silencio. No esperaba tener que darle está platica a un omega, pero aquí estaba.

 

-Cuando tuve mi primer celo, mucho de mi anatomía cambio. Fue…– Pero se detuvo y recordó brevemente aquel día – Fue lo más doloroso físicamente que he experimentado en mi vida. Mi conducto vaginal jamás fue tal, solo es un espacio que guarda mi miembro – Miró a la omega que caminaba a su lado, cabizbaja.

 

-Esa es la razón por la que rara vez podrás ver el faro de una alfa hembra alzarse debajo de sus pantalones, por mucho que logres seducirla – Añadió, con una sonrisa de lado.

 

- ¿Y cómo…? – Hizo un gesto con la mano, que le dio a entender su pregunta.

 

- ¿Cómo lo sacamos? – Rico asintió, aun siendo incapaz de mirarla – Es imposible mantenerlo adentro cuando estamos en celo. Sale por sí solo. Y eso tiene que ver con que funciona un poco diferente al de los machos alfa.

 

Una mujer y su pequeña hija caminaron de la mano muy cerca de ellas. T/N se distrajo un momento, pero continuó.

 

-Nuestro miembro tiende a crecer a lo largo del apareamiento. Esa es la razón por la que se dice que mantener relaciones con una alfa hembra es más doloroso que con un macho del mismo género. El falo de un macho solo se ensancha, cuando se anuda al omega, pero no crece.

 

- ¿A qué se debe esa diferencia? – Esta vez, Rico si la miró.

 

-Recuerdo que uno de los profesores dijo que, muchos años antes, los machos alfa eran los dominantes, así que acaparaban a todos los omegas, machos y hembras. Las alfa hembras tuvieron que adaptarse evolutivamente. De modo que, para poder garantizar su ascendencia bastara con una sola sesión de apareamiento – Dijo, segura de su respuesta – Claro, que esto no es una regla.

 

-Entiendo – Asintió Rico con una auténtica sonrisa en el rostro – Gracias por contármelo.

 

-Supongo que te morías de la curiosidad.

 

La verdad era que T/N se lo hubiera contado mucho antes de saber que con ello podría verla sonreír de esa manera.

 

-Tú puedes preguntarme lo que sea respecto a los omegas.

 

Esta vez, T/N río.

 

-No tengo preguntas sobre eso.

 

- ¿He?, ¿Dices que tienes experiencia con los omegas? – Soltó una risita y usó una de sus manos para cubrir sus labios – Espera a que se lo diga a mi tía.

 

- ¿Qué dices? Sabes que soy un caballero – Pero la sonrisa en el rostro de Rico no desapareció – Basta ya. No he montado a ningún omega, lo prometo.

 

Ambas rieron con bastante ánimo. Pocos minutos después, encontraron una linda y pintoresca posada en las cercanías de las murallas, apartado del bullicio de la ciudad.

 

Afortunadamente, había habitaciones disponibles y T/N llevaba suficiente dinero con ella.

T/N pidió una sola habitación con dos camas y una regadera. Rico no puso objeciones al respecto, pero tomó un par de jugosas manzanas que la dueña del local les ofreció.

 

El aire de campo se filtraba dulcemente por la ventana de la amplia habitación cuando ingresaron en ella, después de subir por las escaleras. Además, contaba con un pequeño balcón.

 

-Supongo que usarás la ducha – Dijo Rico, dejando sus cosas sobre una de las camas – Me gustaría bajar al comedor y tomar algo de té y tal vez un postre.

 

-Está bien, solo no salgas del establecimiento – Concedió T/N, entregándole algo de dinero. Antes de partir, se retiró la chaqueta del uniforme, así como la camisa y se quedó solo con la playera que le obsequió esa misma mañana.

 

-Estaré bien – Dijo. T/N podía confiar en eso. Su aroma haría retroceder a los otros alfas que se acercaran demasiado, así que se dio aquella ducha tranquilamente. Esta vez, se permitió algunos minutos más en la regadera, cosa que no tenía permitido hacer en el cuartel.

 

Dejó que el agua corriera por su cuerpo desnudo y adolorido. El color rojizo de sus nudillos había desaparecido, pero aún sentía sus huesos crujir con algo de sensibilidad.

 

No le sorprendió ver a Rico sobre la cama cuando salió del cuarto ya que se había tomado su tiempo en el agua, sobre todo porque estaba caliente. Apenas notó que Rico estaba escribiendo en un pequeño cuaderno cuando se tiró sobre su cama boca abajo, descansando su cabeza sobre la almohada.

 

Se había puesto unos pantalones holgados y una playera de repuesto. No creyó conveniente salir de la ducha sin una playera. Todavía no podía permitirse tales libertades con Rico.

 

Cerró los ojos y, sorprendentemente, se quedó dormida al instante.

 

Cuando despertó, la luz de la luna brillaba sobre un cielo oscurecido. Abrió los párpados y lo primero que vio fue la ventana abierta por la cual se filtraba una fresca brisa de campo, removiendo ligeramente las cortinas.

 

Miró a su costado y se relajó al ver la pequeña figura de Rico enroscada entre las sábanas de su propia cama, a dos metros de la suya. Llevaba puesto su camisón blanco, pero sobre su pecho aferraba su playera como si de un oso de peluche se tratase.

 

T/N sabía que debía respetar las emociones y los sentimientos de un omega, así que ya se había hecho a la idea de que no iba a recuperarla.

 

Se giró sobre la cama, colocándose boca arriba, y volvió a quedarse dormida.  


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