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ÍMPETU E INSTINTO por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

Dos capítulos en dos día seguidos. Estoy escribiendo mucho sobre esto, así que continuaré actualizando más seguido. 

Descendieron del carruaje y se posaron frente a la casa de la familia Brzenska, que propiamente, era una mansión.

T/N se acercó nuevamente al conductor y le entregó una bolsa de cuero que contenía más de treinta monedas de oro.

-Hay un establo pasando el jardín trasero – Le dijo. El anciano asintió.

No se molestó en quedarse a revisar si el hombre estaba satisfecho o no con el pago, ya que había sido demasiado generosa. En vez de eso, se volvió hacia Rico, quien admirada la propiedad como si tratara de volver a viejos recuerdos del pasado. El carruaje comenzó a andar, los caballos relincharon y algunas piedras del camino chocaron entre sí.

La mansión de la familia Brzenska consistía en una enorme estructura de quince metros de altura, compuesta por tres niveles y cinco columnas frontales. El pórtico era bastante amplio y la propiedad se componía por un largo camino secundario desde la carretera principal que terminaba frente al pórtico, un jardín trasero que no podía verse desde la entrada, y mucho más allá, campos de cultivos.

Y, por supuesto, la casa.

Además, la familia siempre había podido permitirse al menos diez caballos, por lo que contaban con un establo.

-No debería tener polvo – Le anunció a Rico mientras pasaba a su lado – Le he estado pagado a los pueblerinos por asearla todos estos años.

Rico fue demasiado silenciosa al seguirla. Por su parte, T/N sacó la gruesa y plateada llave que guardaba en el bolsillo interior de su abrigo militar.

Subieron juntas al pórtico. T/N pudo ver un par de hojas de otoño regadas sobre la entrada. Igualmente, desde la lejanía observó que las cortinas de las ventanas de los pisos superiores yacían cerradas al igual que los balcones de las recámaras principales.

Ingresó la vieja llave que todo este tiempo había mantenido en el fondo de su mochila, olvidada, y la giró, provocando un chasquido peculiar. Luego empujó con fuerza la pesada puerta, revelando el vestíbulo principal.

Estaba en lo cierto. No había nada de polvo en los finos pisos de cerámica. Permaneció de pie en el exterior, pero creyó haber ingresado. No lo notó hasta que Rico se adelantó, pasando a su lado.

T/N parpadeó, saliendo de su ensimismamiento.

Rico caminó por el vestíbulo a pasos lentos, mirando alrededor. El interior siempre había sido bastante iluminado debido a la presencia de ventanas en cada habitación, muchas de ellas del tamaño de ventanales. Además, varias de las estancias tenían vista al jardín trasero o a los campos de cultivo, por lo que era fácil apreciar la vida cotidiana de los caballos de campo y de los campesinos que trabajaban para la familia.

A T/N siempre le pareció inadecuado que los caballos permanecieran encerrados todo este tiempo, así que los dejó libres alrededor de la propiedad, compuesta por varias hectáreas.

-Tienes razón – Dijo Rico, sin detenerse – Muchas cosas cambiaron.

T/N por fin decidió entrar y cuando lo hizo, cerró la puerta tras de sí, llamando la atención de la omega.

Después de la muerte de su padre, su madre creó una extraña fascinación por las decoraciones del hogar. Se refugió en eso y T/N lo aceptó sin protestar.

-Vamos, te mostraré tu habitación – Pasó a su lado y se giró hacia el pasillo principal que conducía el espacio de las escaleras interiores.

Muchos de los muebles estaban cubiertos con sábanas blancas, sobre todo aquellos de enorme valor como el piano de la sala de música o el famoso comedor de su madre. Lo notaron mientras caminaron por la casa, mirando de reojo cada habitación.

Subieron al primer piso, por unas anchas escaleras de mármol en forma de media luna. T/N tenía la intención de mostrarle la recámara en la que Rico pasaría las noches los siguientes días, así que, al llegar al piso superior, giró hacia el pasillo de las recámaras y continuó andando, con Rico muy próxima a sí.

De pronto se detuvo y señaló una puerta blanca. Rico se adelantó y tomó de la perilla antes de abrirla.

-Dejaré que te instales – Le dijo – Creo que encontrarás tu vieja ropa en el ropero. A mi madre jamás le gustó tirar nada – Se dio media vuelta, lista para irse.

- ¿Cuál es la tuya? – Le preguntó antes de dar siquiera un paso, mirándola con detenimiento. T/N se volvió un poco y señaló del otro lado del pasillo.

-La que está enfrente.

Dicho eso, volvió sobre sus pasos.

Si querían comer algo, debían prepararlo con sus propias manos, así que se dirigió hacia la cocina, esperando encontrar algo de abastecimiento.

Por fortuna, así fue.

 


 

Nifa se detuvo delante de la puerta de madera, la misma que horas antes se había asegurado de que fuera la correcta, y titubeó. Manejó sus piernas erráticamente por unos segundos, moviéndose a lo largo del ancho del corredor.

El pasillo estaba vacío y en silencio, salvo por sus ocasionales pasos. Nifa había mirado ya a ambos lados más de un par de veces, nerviosa, tratando de tomar una decisión que sabía, podía no ser la correcta.

No era lo apropiado, claro estaba.

No debía entrar a esa habitación, también era consciente.

Pero no podía dejar de anhelar ese aroma y su omega lo necesitaba tanto, de una forma incontrolable. Sencillamente, así era.

Nifa jamás se había sentido atraída tan intensa e irracionalmente por un alfa antes en su vida. Tal vez debía ser esa la razón de su reciente locura o el aliciente, seductivo y abrumador aroma que emanaba la piel de T/N lo que la estaba impulsando a hacer semejante estupidez y solo el hecho de que la noche anterior había tenido el sueño húmedo más excitante y vívido en su vida, al punto que despertó gimiendo de placer por la madrugada cuando las estrellas brillaban sobre una cúpula oscura, con la piel perlada de sudor y los muslos húmedos, manchados con una sustancia viscosa transparente, la alentaba aún más.

Por fortuna, había tenido su celo pocos días atrás. Aunque su cuerpo se sentía como si se aproximara uno nuevo.

No le sorprendería, de cualquier manera. Tampoco podía quitarse de la cabeza las imágenes de aquella fantasía.

T/N sujetaba sus delgadas muñecas con ambas manos, cálidas y grandes, arriba de su cabeza despeinada y sudorosa. Estaba sobre ella y se movía a un ritmo lento pero preciso, tocando puntos sensibles que Nifa no tenía conocimiento de que poseía en su interior mientras sus caderas se unían y se alzaban al mismo tiempo y sus grandes pechos se balanceaban con armonía entre ambos cuerpos. Le había ordenado que no se moviera ni emitirá un solo gemido, así que Nifa se había mordido la lengua y no solo en su mundo de fantasía.

Ni siquiera quería pensar en su propia expresión en el sueño porque debía parecer abochornada, aunque esas expresiones siempre eran del gusto de un alfa.

No podía admitirlo en voz alta, pero el hecho de que la dominara de esa manera en la cama fue una parte importante que impulsó su primer orgasmo fuera de cualquier celo. Es cierto que aquello era lo esperado en una relación de esa clase; que el alfa dominara el omega durante el apareamiento. Por encima de todo, su omega lo anhelaba. Sin embargo, Nifa también era una soldado muy orgullosa.

Pero eso no importaba, porque dejaría que T/N le hiciera cosas impensables y le pidiera las cosas más vergonzosas, las cuales no podía imaginarse justo ahora, sin quejarse.

Normalmente, jamás permitiría que un extraño la tocara de alguna manera. T/N era casi una extraña para ella, un alfa solitaria que rara vez convivía con alguien o se manejaba con alguien. Nifa no la conocía y aún así, la anhelaba dentro de ella, anhelaba sus dientes perforando la piel de su delgado y tierno pescuezo y anhelaría, sin lugar a duda, su semilla en su vientre, creciendo.

Ella era una omega hermosa. Tenía pechos grandes, lo que le indicaba a un alfa que podía alimentar idóneamente a sus cachorros y sus caderas eran anchas, lo que le garantizaría que podía cargar con ellos, tantos como su alfa quisiera.

Apretó sus dientes y los puños, acicalada por un remolino de emociones. Tardó un tiempo en percatarse de que también había apretado los muslos y de que sus rodillas temblaban ligeramente.

No estaba pensando con claridad y posiblemente se metería en problemas por hacerlo, pero aun así quería hacerlo. No, dicho de otra manera, necesitaba hacerlo.

No podía aceptar lo que la alfa le prometió en el establo. No era tan fácil.

Pasaba de media tarde en el cuartel General de Investigación y casi todos estaban haciendo las tareas que la sargento Hange les asignó, aunque nadie estaba seguro de que valdría para algo. El comandante aún no había anunciado una nueva expedición al exterior y la sargento Hange siempre se adelantaba a las conclusiones.

Así que nadie debía estar cerca…Y Nanaba le dijo que ella se había marchado de último momento con carácter de urgencia cuando fue a disculparse y Nifa no pudo evitar preguntar. Por un segundo, creyó que Nanaba no le respondería, pero Nifa era muy buena manipulando personas.

Por lo tanto, ella no estaba dentro de esa habitación: su habitación.

Su corazón comenzó a bombear con fuerza sobre su pecho.

Si, va a hacerlo.

Se adelantó hacia la puerta, tomó con una de sus manos la perilla e intentó girarla, sin éxito, luego tiró hacia adelante aunque la puerta era rígida y pesada mientras introducía su mano dominante en el bolsillo delantero de su chaqueta, donde guardaba la ganzúa. Apenas la sacó, una voz la interrumpió.

-Pero ¿Qué estás haciendo? – La cuestionó Nanaba, justo detrás de ella.

Nifa alzó la mirada, pasmada.

Había tardado demasiado. Si no hubiera estado pensando tanto, perdiéndose en sus fantasías….

Tuvo intención de guardar la ganzúa rápidamente, pero Nanaba fue más veloz y la tomó de entre sus dedos con una facilidad que la molestó. Nifa la miró, decepcionada de sí misma y enfadada porque Nanaba parecía seguirla a todos lados, sin derecho alguno.

Sus ojos debieron parecer resentidos, porque la voz del alfa se suavizó.

-Sé que parece difícil, cariño, pero forzar su puerta no va a ayudarte en nada.

Nifa bajó su mirada, de pronto avergonzada.

La parte sensata de su mente sabía que ella tenía razón.

-No pretendía hacer nada malo – Se excusó. El dolor comenzó a oprimir su pecho.

- Querías tomar algo con su aroma, ¿no? Una prenda sucia, ¿tal vez? – Indagó el alfa mientras se inclinaba hacia ella, esperando que Nifa volviera al contacto visual. El dolor que sintió fue sustituido por el orgullo.

Bien, si era algo fuera de lo ético y la moral de un soldado…pero no de un omega.

-No va a notarlo – Susurró forzadamente, en un intento de convertir a Nanaba en su cómplice y ella lo supo enseguida.

-Yo no estaría tan segura – Sonrió un poco y Nifa supo que le tenía lástima – No has estado durmiendo bien – Le dijo, mirando sus ojos y posándose frente a ella. No se dio cuenta, pero aún sujetaba la perilla de la puerta y lo hacía con fuerza, de modo que sus dedos se pusieron amarillos.

Si, después de aquel orgasmo no pudo volver a conciliar el sueño.

-Tú…la conoces mejor, ¿no es así? – Cambió de tema. Nanaba parpadeó y se irguió, tomando distancia.

-La verdad es que no – Confesó, poniendo un dedo sobre sus labios, pensativa. Nifa bajó un segundo su mirada.

-Antes había escuchado el apellido Brzenska, mi padre lo mencionó una vez en una cena familiar importante – Le contó, mirándola nuevamente. Los ojos de Nanaba brillaron con curiosidad – Yo tampoco la conozco bien. Sé que es uno de los mejores soldados que la Legión pueda tener, pero no le gusta llamar la atención y se mantiene al margen de los decisiones importantes.

-Si, eso es verdad – Concordó.

-No es suficiente – Frunció el ceño – Aun así, no la conozco, pero sé que quiero, más que nada, que sea mi alfa – Sus palabras fueron profundas y determinadas con un toque de desesperación en ellas – Sé que mi padre lo aceptaría, no importa la manera en que suceda, yo lo sé.

Las lágrimas comenzaron a acumularse debajo de sus grandes cuencas.

Nanaba pareció salir de su estupor, se inclinó hacia el frente y la tomó de los hombros. Entonces, Nifa soltó la perilla a la que se aferraba. Se sintió débil.

-Vamos, Nifa, te llevaré a tu habitación – La rodeó con un brazo y Nifa dejó descansar su cabeza sobre su costado – A Hange no le importará que te tomes el resto del día libre, estás muy pálida – Comenzaron a caminar por el pasillo a paso lento.

Nifa suspiró.

-Es mi celo – Musitó – Está muy cerca.

-Lo sé. El efecto de tus píldoras de olor casi se ha consumido – Nifa creyó haber musitado un débil “Oh”, pero no escuchó nada.

Así debió ser como Nanaba logró dar con ella. Nifa debió dejar un rastro de olor por todo el complejo. Era bueno saber que sus compañeros se tomaron la molestia de ser discretos.


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