-¡No!- Tony despertó agitado, la última semana había sido difícil sin Steve ahí
Las pesadillas no le dejaban en paz, las mismas imágenes se repetían una y otra vez, el mismo amargo regusto por la angustia que experimentaba en aquel maldito recuerdo, el dolor, la desesperanza, la agonía…
Sentir como la vida se le escapaba entre los dedos y aun así sólo pensar en el sufrimiento del alfa de ojos escarlata.
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Abbadon golpeaba el saco de boxeo como si ese objeto fuera el causante de su insomnio, sus nudillos se encontraban abiertos y sangrantes pero eso no lo detenía. Él sólo podría recordar la frustración y desesperación al no poder hacer nada, el recuerdo del lazo tenso mientras veía a su esposo y cachorro irse sin poder hacer nada para evitarlo…
-¡Mierda!- gritó haciendo estallar el quinto costal de la noche
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Steve caminaba con desgana por las escaleras del descolorido edificio, aquella maldita misión en el Lemurian y la posterior plática son el director Fury le dejó un muy mal sabor de boca que ni siquiera la visita a Peggy logró disolver.
A veces las cosas para él son tan malditamente difíciles, no puede evitar sentirse fuera de lugar, atrapado en el tiempo y en ocasiones ni siquiera Tony puede darle un norte. Con ese pensamiento en mente llegó al piso donde se quedaba, la puerta de su vecina se abría mostrando a una rubia enfundada en un uniforma de enfermera con una suave y agradable aroma a musgo y té negro que hizo su pecho vibrar.
-Hola- susurró el alfa pasando a su lado
-Hol…- cuando la mujer cruzó miradas con él el mundo a su alrededor se congeló.
La omega soltó el aire de golpe y abrió los ojos casi con pánico mientras sus feromonas revolotearon sin control por el pasillo, ambos sintieron de inmediato el cambio, sus enlaces tensándose furiosos mientras otra conexión intentaba establecerse, sus partes animales despertando de su estupor mientras se reconocían como pareja.
-Yo…- Steve la miraba embelesado, su alfa rugía eufórico al saberla su destinada
-Debo irme- susurró la rubia caminando hacia las escaleras
-Espera, por favor… el ojiazul intentó detenerla pero ella corrió lejos de él
Sharon caminaba tan rápido como sus piernas lo permitían, su respiración era errática y su ritmo cardiaco amenazaba con dispararse sin control alguno. Esto tenía que ser una broma de muy mal gusto, Rogers no podía ser su destinado, de todas las personas del maldito mundo…
-Contesta- murmuró sacando el celular y llamando a Abbadon pero el buzón entró de inmediato pues el rubio ya debía estar en camino para terminar con Pierce
-¡Maldita sea Abbadon!- siseó y el lazo se tensó haciéndole saber que su alfa sentía su preocupación. Lo que no esperaba fue el violento rechazo que su omega interno sintió al instante.
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Todo se había ido al carajo muy rápido, Sharon apenas Rogers se tuvo que enfrentar al Soldado de Invierno, por suerte no logró reconocerlo. Fury murió y tan sólo esperaba que Stark no se viera involucrado en la nueva misión de su esposo porque lo último que necesitaba era toparse con el odioso omega.
-Muy bien, acabemos con esto- siseó Pierce mientras se dirigía a la sala donde esperaban con Barnes listo para el procedimiento
-Señor, parece que está recordando- dijo el científico en cuanto vio ingresar al beta
-Debe estar reaccionando a las feromonas de Rogers- murmuró con fastidio
-No, fue su encuentro con Romanoff el que lo alteró- intervino Rumlow colocándose como guardia de Pierce
-Interesante, tendremos que revisarlo después por ahora inicien con el procedimiento- ordenó
De inmediato las maquinas se encendieron y los gruñidos de Barnes llenaron la estancia. Los hombres de bata fruncieron el ceño evidentemente afectados por el dolor del alfa pero Pierce sólo pensaba en todo lo que tenía por delante, mientras Rogers tuviera aquel pendrive no podía estar tranquilo y realmente poco le importaba la existencia parasitaria de HYDRA, lo que realmente temía era la reacción de su líder, Abbadon le retorcería el cuello y adiós a su ambición de utilizar el algoritmo para poder convertirse en el siguiente HYDRA Supremo.
-Suficiente- sus órdenes fueron ignoradas y el castaño seguía retorciéndose- ¡Dije suficiente! ¡No me sirve muerto!
-Debe ser difícil darte cuenta de tu insignificancia- la voz de Abbadon resonó en la sala helándole en su lugar
-Líder Supremo- susurró girando deprisa para no tenerle fuera de su campo de visión
-¡HAIL HYDRA!- Rumlow y S.T.R.I.K.E. se cuadraron ante su único y verdadero líder
-Quisiera tener el tiempo para castigarte como es debido- dijo el albino plantándose frente al beta
-Señor…
-¡Silencio!- la voz de mando del más joven resonó dejando a Pierce mudo en el acto, recordando por las malas que los Prime son tan fuertes que pueden imponer su voluntad incluso en un beta.
-Estatus Brock- pidió Zemo utilizando su característica capucha morada, tomando su lugar a lado de su mejor amigo.
-En espera de sus órdenes señor- Brock Rumlow miraba al frente, orgulloso e servir a su líder
-¿Creíste que podrías comprar la lealtad de mi manada?- inquirió Abbadon palmeando con fuerza la mejilla del beta que seguía en silencio y sin moverse- Aprovecharé el desastre que has causado para librarme de ti y toda tu escoria, que Rogers haga mi trabajo sucio…
Los gritos y quejas que estaban de fondo se detuvieron, las maquinas por fin se detuvieron y el científico jefe se acercó al alfa que estaba inerte cual muñeco de trapo
-Señor… el Soldado de Invierno está muerto- declaró con temor después de verificar su pulso
-Helmut…- la voz de Abbadon sonó calmada y el sokoviano se movió sabiendo sus deberes
Se plantó frente al cadáver y sacó su arma apuntando a la frente para vaciar el cargador en su cráneo, una rápida ráfaga le hizo eco y todo aquel que no era de S.T.R.I.K.E. también cayó muerto.
-Ahora sí lo está- declaró el barón enfundando el arma
-Quiero que mires a tus leales seguidores- ordenó el de ojos escarlata y a Pierce no le quedó más que girar y observar a todo el personal muerto a su alrededor.
-HYDRA Supremo…- murmuró con voz ahogada, sabiendo su destino
-Hail HYDRA- susurró Abbadon a su oído antes de tomar su cabeza y girarla haciendo crujir sus vertebras con fuerza.