Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Querido amigo por Cris fanfics

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Había intentado escaparse dos veces. En una le había detenido un enfermero —que se lo había contado a Smith tan pronto como le devolvió a su habitación— y en el segundo intento se había topado de bruces con el detective. Tras que esto ocurriera, el adulto había cumplido su promesa de hacer lo imposible para que Jordan no saliera de su habitación hasta haber tomado una decisión al dilema que le había planteado dos días atrás.


En lo único en lo que el antiguo capitán del Tormenta de Géminis podía pensar, acostado en su cama en el hospital con las manos esposadas a los asideros de la cama, era en que debía huir de la Academia Alius.


Y con huir no se refería únicamente a no volver a ver nunca más a Schiller o a cualquiera de los implicados en todo aquello; sino también a escapar de todas las repercusiones que la Alius pudiera tener. No quería pagar por lo que había hecho, ni ver si los planes de su padre se cumplían o no, ni siquiera quería pensar en sus tiempos en la base del monte Fuji o destruyendo institutos. Lo único que quería era reunirse con Dylan —el único que había demostrado un afecto sincero e inocente por él— y marcharse a algún lugar lejano en el cual empezar una nueva vida.


Obviamente su corazón dolía cuando pensaba en no volver a ver al resto de sus amigos —a los que aún con todo quería como a una familia—, pero él creía que con la influencia de la piedra Alius ya los había perdido a todos y no valía la pena preocuparse por ellos porque no eran los mismos de siempre.


No en vano, él mismo había olvidado gran parte de su humanidad al llevar la piedra puesta tanto tiempo.


Y Xavier había intentado avisarle de ello.


Se estremeció al recordarlo. Si le hubiese hecho caso muy probablemente no sentiría los remordimientos que estaba sintiendo por todo el daño que había causado; seguro que se hubiera acabado dando cuenta de que todo aquello no era más que un gran error y habría abandonado todo aquel despropósito de plan en el que, según las palabras textuales de su padre, él y su equipo eran «la punta de lanza de la Academia Alius».


O eso era al menos lo que quería creer.


El sonido de las ruedas de los carros hospitalarios resonaban en el pasillo dónde se encontraba la habitación de Jordan, y uno de ellos se acercaba cada vez más.


La enfermera que solía atenderle abrió la puerta y le dirigió un vistazo de reojo.


— Buenos días —le saludó intentando con todas sus fuerzas no mirar cómo Jordan estaba retenido.


La mujer desapareció de la vista del adolescente unos momentos para después entrar de nuevo con una bandeja y sentarse a su lado.


Burlona, le dirigió una mueca significativa mientras él se iba acomodando para poder comer.


Jordan maldijo a Smith por enésima vez; si no estaba por allí —que muy raramente ocurría eso porque, al parecer, no tenía otra cosa mejor que hacer que rondar a los miembros del Tormenta de Géminis— no podía ni ir al baño sin su permiso. Varios enfermeros y hasta la propia médica de Jordan se habían quejado de ello, pero el primer ministro le había dado carta blanca al detective para que hiciera lo que le diera la gana si con ello conseguía velar por la «seguridad internacional».


— Disculpe —dijo Jordan tras que la embarazosa escena de recibir la cucharita se repitiera un par de veces—. ¿Podría comer un poco más cuando termine? Esto es muy poca comida… —miró con desconsuelo el potaje que era más agua que cualquier otro ingrediente, el finísimo filete de merluza y el yogur que le habían dado.


La mujer le miró con lástima. Pero no respondió a su pregunta.


Tras un rato de incómodo silencio en el que Jordan no pudo hacer más que sincronizarse con la mujer para no hacer caer la comida, la enfermera dijo algo:


— ¿Qué es lo que has hecho para que te hagan esto? —señaló las esposas con el tenedor.


Él intentó mover los brazos por puro instinto, pero lo único que consiguió con eso fue hacerse daño.


— Intentar reunirme con alguien. Ese estúpido detective y sus malditas norm…


— No me refiero a eso —le interrumpió—. ¿Qué habéis hecho para que os retengan y vigilen así? El primer ministro ha firmado de primera mano un papel para que bajo ningún concepto ninguno de vosotros salga de aquí sin autorización y eso por no hablar de que, cuando el detective se ausenta, es la policía quien vela vuestras habitaciones… Es una locura.


Bajó la cabeza, reticente a responder.


La mujer suspiró y terminó de darle de comer, nuevamente en silencio. Tras terminar su labor recogió los trozos de comida que habían caído en las sábanas —a pesar de los esfuerzos de ambos por evitarlo— y se levantó.


Cuando parecía que se iba a marchar sin mediar más palabra con Jordan, este la llamó con la desesperación teñida en sus palabras:


— ¡Por favor, necesito su ayuda! Quiero… —negó con la cabeza—. ¡Necesito ver a mi amigo! Libéreme y dejé que me encuentre con él, ¡se lo suplico!


— Sé de quién estás hablando. De todos los que están aquí ha sido el único que ha preguntado por alguno de sus compañeros; incluso me ha hablado alguna vez de ti —lo miró con seriedad a los ojos—. No creo que seáis unos malos chicos… todo lo contrario, me habéis parecido buenas personas, pero yo no soy nadie para ir en contra de las autoridades, y tampoco sé si mi impresión es correcta. No pienso jugarme mi puesto de trabajo y mi libertad por vosotros —cerró la puerta antes de que Jordan protestara.


El chico, solo de nuevo, no pudo hacer más que dejar caer la cabeza sobre la almohada y soltar un par de lágrimas de frustración.


**********


Aún desde donde se encontraba, Jordan pudo ver cómo atardecía. Sin nada más que hacer estando en las condiciones en las que estaba, se dejó llevar por la morriña que le producía comparar esa escena con las tantas como similares que había tenido en el orfanato con Isabelle y con Xavier.


A pesar de todo lo sucedido, se sorprendió a sí mismo deseando volver a pasar tiempo con ellos.


Sacudió la cabeza, quitándose esos pensamientos.


Cansado y aburrido, cerró los ojos, quedándose dormido en varias ocasiones pero siempre despertándose por cualquier ruido procedente del pasillo o del exterior del edificio.


Era de noche cuando uno de esos ruidos resultó ser el de la enfermera acercándose a su habitación.


La mujer abrió la puerta y, con una prisa muy fuera de lugar, la volvió a cerrar apoyando la espalda en ella, como si tuviera miedo de que alguien la estuviera siguiendo.


Cuando estuvo un poco más calmada, se acercó a Jordan con urgencia y le quitó las esposas con una llave que se había sacado del bolsillo de su uniforme.


— ¿Cómo…?


— No hagas preguntas. Dylan te espera en la azotea, la puerta está abierta.


Una vez libre de las esposas, el chico se miró las muñecas; tenían marcas de haber estado atadas durante mucho tiempo, y le dolían bastante por haber estado tirando de ellas en sus vanos intentos de adoptar una posición más cómoda que la que el detective le había obligado a poner.


— ¿Cómo voy a llegar a la azotea con el detective aquí? ¡Me descubrirá seguro!


Ella negó con la cabeza.


— No te preocupes, está dormido. Y te aseguro que no se despertará en las próximas cinco horas. Pero asegúrate de volver antes de que amanezca ¿de acuerdo? —Abrió la puerta y esperó a que él saliese.


«Como si fuera a volver» pensó Jordan.


— ¿Por qué? Pensaba que no quería arriesgarse a ayudarme —no pudo evitar preguntar a pesar de que su rescatadora le había dicho que no lo hiciera.


— He hablado con tu amigo… —parecía que iba a añadir algo más, pero decidió callarse.


Jordan no quiso seguir esperando, salió del cuarto y miró a su alrededor para asegurarse de que aquello no fuese algún tipo de trampa por parte de Smith… Y cuál fue su sorpresa al verle profundamente dormido en una de las sillas con un vaso de café en la mano.


Al ver el vaso completamente vacío ató cabos: la enfermera le había drogado.


— Muchas gracias —susurró sintiendo remordimientos. Ella creía que solo iba a tener una reunión fortuita con su amigo cuando la verdad era que se iban a escapar y no les volvería a ver nunca más; metiéndose así en los problemas que en un principio ella había querido evitar.


— De nada. Ahora date prisa. —Le señaló el camino que debía tomar.


No hizo falta que se lo repitieran dos veces, con paso acelerado se dirigió a las escaleras que llevaban a los pisos superiores.


**********


El aire frío de la noche le dio de lleno tan pronto salió al exterior. A pesar del fuerte viento que azotaba aquel día, el cielo estaba despejado y se podían ver con claridad muchas estrellas. Y el paisaje era aún más bonito debido a los árboles que rodeaban la ciudad.


No tardó en ver la silueta de su amigo, que se encontraba sentado y dándole la espalda con algo entre las manos y los pies colgando sobre el vacío que se extendía ante él.


Con un nudo en la garganta, Jordan se acercó a él sigilosamente. A pesar de ello, Dylan notó su presencia cuando unos pocos metros les separaban.


Sus ojos se encontraron y, aunque Dylan sonreía, su mirada brillaba con tristeza.


— Jordan…


Este no pudo aguantar más: corrió hasta su amigo, se tiró de rodillas al suelo y le abrazó, feliz por haberse vuelto a encontrar.


El más pequeño no respondió a la efusividad de su amigo, sino que se limitó a agarrarse con una mano al pequeño muro dónde se encontraba mientras que con la otra apretaba contra su estómago su siempre fiel cajita de música… que, a pesar de estar abierta, no dejaba escapar ninguna nota.


— No sabes lo mucho que me alegro de verte, Dylan. Te he echado mucho de menos —le susurró en la oreja.


Dylan no pudo evitar soltar una carcajada.


— No m-me hables tan cer-cerca del oído, me haces cos-cosquillas.


Jordan le apretó un poco más contra sí, en un arranque de cariño.


Pero, por mucho que lo deseara, no podían estar así mucho tiempo más. Se apartó de él y le dio una palmadita en el hombro como último acto de aprecio.


— Bien, ahora que estamos juntos de nuevo podemos huir de aquí.


La sonrisa que hasta aquel momento había iluminado el rostro de Dylan se desvaneció, pero su amigo —apresurado como estaba— ignoró aquel gesto y le agarró del brazo que tenía libre, obligándole a levantarse.


— El detective está dormido y todo el personal del hospital se habrá machado o estará atendiendo en urgencias, ¡es nuestra oportunidad!


— P-pero Jordan…


— ¡No te preocupes por la ropa! —Empezó a tirar de Dylan hasta la entrada de la azotea—. Recuerdo haber visto un puesto que repartía alguna gratis a gente que la necesitaba, antes de irnos nos pasaremos por allí.


— No es e-eso Jordan, es-espera a que me ex-explique…


— Confía en mí, todo ira bi…


— ¡He di-dicho que te esperes! —gritó.


Jordan soltó su brazo y le miró sorprendido.


— L-lo siento —dijo volviendo a bajar el tono de voz—. Pero quiero hablar con-contigo, es algo serio y no puede es-esperar.


— Claro, no hay problema.


Dylan retrocedió y volvió a sentarse en el borde del pequeño muro. Jordan hizo lo mismo.


Solo tras un rato de incómodo silencio para Jordan, este se dio cuenta de un pequeño detalle que no había percibido antes.


— ¡¿Qué le ha pasado a tu caja de música?!


— Se ha ro-roto.


Se la quitó de las manos y miró el mecanismo para ver si podía hacer algo por arreglarlo.


— No t-te molestes… ya no la ne-necesito… P-por lo menos no p-para que sue-suene la música.


— ¿Eh? — Jordan no supo cómo reaccionar a aquello.


— Es irónico —tartamudeó—. Se rompió justo cuando tomé la decisión. Me pregunto si será una señal de que esto es lo correcto…


— ¿De qué hablas? Me estás asustando.


Dylan le quitó con suavidad la caja y la abrazó contra su pecho.


— Todo lo que ha pasado con Schiller y los chicos del Don Sol me ha hecho mucho daño… Tras ingresar en el hospital lo único que he hecho ha sido escuchar la música y preguntar por ti.


— Por eso te digo que nos vayamos —le interrumpió Jordan, desesperado—. Es cierto que va a costar, pero podemos volver a empezar en otra parte.


— ¿Y vivir para siempre con el recuerdo de todo lo que ha pasado? ¿De verdad crees que podrás olvidar a la Alius… a tus amigos?


Jordan acusó el golpe. Desde que había recuperado la memoria había reprimido todo sentimiento que pudiera tener por sus compañeros, pero Dylan tenía razón; no podía olvidar a aquellos con quienes se había criado, para bien o para mal aún sentía algo hacia ellos.


— Desde que hablé con Smith me he dado cuenta de que no puedo simplemente huir contigo o quedarme sentado a esperar a que las cosas pasen como tengan que pasar, debo hacer algo.


— No sé si te sigo, Dylan.


— Voy a trabajar con Smith para detener a la Alius —dijo lo más rápido posible, como si estuviera deseando soltarlo.


Jordan le observó con una expresión cercana al espanto.


— Dylan, yo… no sé que decir.


Él asintió, comprensivo.


— Esta es mi decisión. No quiero volver a depender ni de esta caja de música ni de ti, quiero luchar por aquello que quiero, pero tú no tienes por qué seguirme. De hecho, te agradecería que no fueras con Smith solo porque vaya a estar yo con él.


— ¡Ese hombre te ha lavado el cerebro! ¿Cómo puedes insinuar que traicionemos a padre?


Dylan no tuvo compasión en responder:


— Nosotros hemos sido siempre fieles a Schiller, ha sido él quién nos ha traicionado. Y si alguien me ha lavado el cerebro no ha sido el detective, sino el hombre al que tú llamas padre.


— Pero….


— La piedra Alius tuvo efectos en mí, y no solamente buenos. Estoy seguro de que por culpa de ese meteorito es por el que todos actuamos de forma tan violenta y sin ningún tipo de arrepentimientos. Tu “padre” lo sabía y no hizo nada para evitarlo.


Jordan también había llegado a esa conclusión, pero prefería pensar que todo aquello había sido más culpa suya —por aceptar la piedra y haber dejado que esta le hiciese expresar sus sentimientos más egoístas e inhumanos— antes que del hombre que le había prometido años atrás que serían familia algún día.


Todos los chicos del Don Sol se habían entregado voluntariamente a la causa de Schiller. Ellos eran lo más importante para él y ellos habían querido corresponder a ese sentimiento. Y si se había desecho del Tormenta de Géminis había sido culpa solo de ellos por ser unos inútiles, y de nadie más.


Dylan se dio cuenta del caos que tenía su amigo en la cabeza.


Y entonces maldijo a Schiller por haberle hecho algo así a Jordan, a todos los chicos del orfanato que habían confiado en que haría lo mejor para ellos y a todas las personas inocentes a las que había atormentado en su búsqueda del poder.


«Hay que detener a Schiller. No sé qué motivos tiene para hacer todo esto, pero lo que ha hecho es imperdonable y tiene que pagar por todo» pensó poniéndole una mano a Jordan en el hombro.


— Yo… no sé qué hacer ni qué pensar. Es todo muy confuso. —A Dylan le partió el corazón verle así de indeciso.


— No puedo ayudarte en eso, Jordan. Mañana hablaré con Smith y, en cuanto esté recuperado, me marcharé del hospital con él.


Jordan sintió un pinchazo de dolor en el pecho.


— No quiero estar solo.


Y en ese momento Dylan se dio cuenta de que su amigo no estaba para nada bien.


A pesar de que él mismo había afirmado más de una vez en voz alta ese tipo de sentimientos, Jordan nunca diría algo así ni aunque lo pensara. No era de los que, simplemente, van expresando cosas tan profundas; mucho menos con la intención de atar a alguien a él solo por sentirse bien…


La muestra más radical de ese comportamiento había sido cuando Xavier empezó a ignorarle y él no hizo nada para reclamar atención de nuevo o, por lo menos, pedir explicaciones para saber el por qué de aquel comportamiento.


Una lástima que el hijo de Schiller no estuviese allí, seguro que sabría qué decir para que Jordan se sintiese mejor.


— Me voy a mi cuarto. Lo siento por haber dicho algo así —dijo Jordan antes de levantarse y separarse de su lado.


Dylan deseó abrazarle y decirle que todo iba a ir bien. Pero la verdad era que no podía asegurarle eso, lo único que podía hacer por él era dejarle decidir e intentar hablar con Smith para que convenciera al primer ministro para que no fuese demasiado duro con los castigos de sus compañeros en caso de que estos no quisiesen colaborar.


Cuando Dylan pensó que aquel extraño encuentro había acabado, Jordan se detuvo delante de la puerta y se giró con rapidez hacia él.


— Dylan… ¿Cómo es que tienes la caja de música contigo? No la llevabas encima cuando nos expulsaron.


El chico de pelo castaño parpadeó confuso.


— Es cierto, fue muy extraño. Una mañana la enfermera me la trajo. Le pregunté cómo era que la tenía ella, pero no me respondió. Parecía totalmente ida. Y cuando más tarde volví a sacar el tema ella afirmaba que no recordaba nada de lo que le estaba contando.


— La caja no estaba rota, funcionaba cuando la recibiste ¿verdad?.


— Sí.


Jordan pareció recuperar parte de la entereza con aquella respuesta.


Si su sospecha era correcta... No, no quería pensar en ello. Sabía que si se hacía ilusiones en aquellas circunstancias y no se cumplían no sería capaz de levantar cabeza de nuevo.


— Pero, como se suele decir: «la esperanza es lo último que se pierde» —susurró para sí mismo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).