Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Querido amigo por Cris fanfics

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El tren desde Nagoya llegó a la última estación de la línea, a aquel pueblucho perdido en mitad de la nada que apenas tenía visitantes una vez al año —en las fechas de las fiestas tradicionales— y cuando alguien de la ciudad iba a visitar a su familia (cosa que casi nunca ocurría).


Por eso, las personas mayores que descansaban a la sombra de las cubiertas de lona de las tiendas o de los árboles observaron con mala disimulada curiosidad como dos jóvenes —los únicos pasajeros que habían llegado hasta aquel lugar— bajaban en su parada y recorrían el pueblo sin prisas, observando el paisaje con ilusión.


Varios de los ancianos, viendo que no parecían querer quedarse más en el pueblo sino salir de él, los pararon para preguntarles por su destino y por el motivo que los traía por allí.


Venían a visitar el lugar en el que se habían criado —explicaron con amabilidad—, el orfanato a las afueras que llevaba unos pocos años abandonado.


Una anciana, la última persona en preguntar a los chicos antes de que se marcharan, volvió con sus amigas a contarles lo que acababa de averiguar.


— Siempre me pregunté qué ocurrió con los niños que vivían allí, me alegra que les vaya todo bien —dijo sinceramente aliviada de haber vuelto a saber de ellos.


— Qué tierno es por parte de esos dos haber vuelto a sus raíces, mi nieta podría hacer igual. ¡Una vez se van a la gran ciudad se olvidan del lugar que les vio crecer!


Un hombre, al que le costaba tenerse en pie con el bastón, se acercó a ellas.


— ¡Bah! ¡No entiendo cómo nadie puede echar de menos vivir con ese viejo buitre y su extraña hija! —tomó asiento y empezó a beber con ansias el sake que traía en su licorera.


— ¡No seas grosero!


— Es lo que siempre pensé de él —se limpió el rastro de licor que le caía por la comisura de la boca—. Ese hombre miraba a todo el mundo por encima del hombro, como si nos tuviera asco. Siempre con los humos subidos por haber trabajado con el gobierno. ¡Si tanto poder tenía podría haber comprado su maldito hogar para mocosos huérfanos en algún sitio que no fuera las cercanías de nuestro pueblo!


— Nunca te cayó bien, pero no deberías pagar eso con los niños o con su hija.


— Esos niños están destinados a ser cómo el hombre que los educó, no tengo que darles mi simpatía.


Las ancianas parecieron tristes por lo que acababa de decir.


— Él tiene razón —habló una tercera mujer, que no había intervenido antes—. Puedo ver que su futuro está marcado por la sombra de las decisiones de ese canalla.


— ¡No me vengas con tus poderes videntes, mujer! ¡Eso es obvio para cualquiera que tenga dos dedos de frente!


— Espero que no tengáis razón. No eran pocos los niños que estaban a cargo de ese hombre…


Nadie tenía más que añadir, así que pronto pasaron a hablar de otros temas.


En aquel pueblo en el que la gente había dado la espalda al mundo nada era demasiado importante, las cosas o bien eran olvidadas fácilmente o bien pasaban a ser algo natural en la monotonía de la vida en el campo. Y la visita de dos adolescentes en un día de bochorno no cumplía con los requisitos para formar parte de los cotilleos de las próximas semanas, así que nadie de los allí presentes recordaría nunca aquel día que supondría un antes y un después en la vida de uno de aquellos jóvenes.


**********


Tras una larga caminata por un camino de tierra bajo un sol abrasador, llegaron a su destino.


El orfanato se alzaba ante ellos tan regio y frío como de costumbre pero, a pesar de todo, despertando sentimientos tiernos en ambos chicos.


Jordan tuvo que contener las lágrimas al comprobar que el orfanato seguía igual que la última vez que lo había visto. Recuerdos de su infancia habían vuelto más nítidos y vivos que nunca, haciendo que sintiera auténtica morriña de aquellos días que, de pequeño, nunca imaginó que echaría de menos.


Xavier había pasado por algo similar cuando días atrás había ido a hablar con su padre, así que entendía lo que estaba pasando su pareja y no quiso meterle prisa para entrar.


Sin necesidad de decir nada para que Xavier le siguiera, Jordan empezó a caminar hasta la puerta principal tomándose su tiempo para observar el patio; casi vislumbrando a los niños que habían sido jugando con desenfado y sin preocupaciones, ignorantes de lo que estaba pasando entre las paredes de su hogar.


Una vez en el interior, el moreno no pudo más que echar en falta los juguetes repartidos por los pasillos, las fotos que se habían sacado todos juntos colgadas en las paredes y el barullo que siempre había durante el día. Ya no había nada de todo aquello.


— Veo que padre ha hecho limpieza general —declaró mordazmente al fijarse en el detalle de las fotos desaparecidas.


— Eso es porque no quiere demostrar a los invitados que le importamos… O al menos eso quiero creer.


Jordan no contestó, se limitó a agarrarle de la mano en un intento de darle ánimos.


Después de que su novio le contara lo que le había pasado tres días atrás con el Raimon y con Schiller, dudaba de que el anciano los hubiese querido en algún momento: si había tratado de esa forma al niño que había adoptado casi no quería ni pensar lo poco que sentía hacia el resto de huérfanos. Pero esto no quería decir que el sentimiento fuera mutuo; Jordan seguía apreciando al hombre por lo que había hecho por él, y aún quería agradecerle el buen trato y el hogar recibidos. Además, estaba seguro de que el resto opinaba igual que él porque si no fuera así no estarían participando en el proyecto Alius.


— Empecemos a buscar ya. Está bien que te hayas cerciorado de que padre no venga hoy por aquí, pero como dice el dicho: «una cosa es ser confiado y otra bien distinta es ser tonto».


— De acuerdo. ¿Deberíamos separarnos?


Si no fuese porque la situación era seria y le recordaba a un suceso bastante traumático, Jordan se hubiera planteado empezar a hacer bromas acerca de las grandes lecciones aprendidas en las películas de terror sobre separarse del grupo, pero en su lugar dijo:


— Sí, será lo más práctico. Voy a ir al desván y a la habitación que usaba padre cuando venía a dormir aquí.


— Yo echaré un vistazo en el despacho —le soltó la mano y empezó a dirigirse hasta allí—. Si ocurre cualquier cosa… grita.


— Lo mismo te digo.


Tras quedarse solo, Jordan decidió dejarse llevar por la nostalgia y sumergirse en un trance en el que momentos de su infancia se superponían a lo que era real en aquellos instantes.


Recorrió el vestíbulo pasando por delante de la puerta del comedor, viendo a Isabelle, Claude y él mismo planeando una inocentada a Wyles; para después subir al largo pasillo que ocupaban los cuartos que antiguamente habían sido de todos los chicos de la Alius, en el que Dylan se escondía detrás de él y observaba con terror a una chica con una bombona de oxígeno a cuestas —gracias a la cual podía sobrevivir— que no tardó en marcharse al ver la reacción del chico nuevo; y, finalmente, llegar a la última planta en la cual las imágenes fieles a parte de sus recuerdos se detuvieron por el simple motivo de que nunca había estado en aquel lugar.


Se encontraba descolocado al volver bruscamente a la realidad, pero no tardó en sobreponerse y mirar a su alrededor.


En aquel pequeño piso solo se encontraban las habitaciones de Aquilina y su padre, además de la entrada al desván. Los cuartos de ambos adultos eran —junto a la sala del té— las únicas estancias que tenían un estilo oriental, lo que hacía notar que no habían sido así al construirse la casa sino que fueron transformadas después.


Dedujo que la puerta que tenía un diseño floral era la de Lina, así que se acercó a la que había justo enfrentey, con respeto reverencial, entró.


**********


Xavier registraba entre las montañas de documentos que su padre tenía amontonadas encima y alrededor del escritorio, sin encontrar nada que pareciera un diario personal o similar.


— Menuda pérdida de tiempo —musitó volviendo a colocar el último archivador que había cogido en la mesa y empezando a registrar uno de los cajones.


Su mano se detuvo al encontrarse con un libro de gran grosor.


Esperanzado, se ayudó con la otra mano para sacarlo de allí sin descolocar el cajón.


Su desilusión al comprobar que se trataba de un simple álbum de fotos estaba a la par con su sorpresa. Dudaba mucho que ahí dentro fuese a encontrar algo útil, pero no podía evitar preguntarse por qué su padre tendría aquello allí y quiénes saldrían en aquellas fotografías.


Tan pronto como abrió la portada, sintió como su corazón daba un vuelco en el pecho.


Fotos de un sonriente Schiller posando con su familia dieron la bienvenida a Xavier a una visita guiada a algunos de los momentos importantes dela vida del anciano. Pasó las páginas con lentitud grabando a fuego la cara del niño pequeño que aparecía en muchas de ellas, su homónimo tan similar a él, pero sobre todo observando a la esposa de su padre.


Era una mujer muy guapa, visiblemente más joven que su marido, con una brillante melena pelirroja cayéndole por la espalda y con unos ojos azules similares a los de Xavier —el fallecido— brillando de felicidad, como si fueran dos aguamarinas dando a conocer toda su belleza tras que un rayo de sol les hubiera dado la oportunidad de recibir de lleno su luz.


Sin saber muy bien por qué, Xavier acarició con los dedos el rostro de aquella mujer.


Aquellos ojos claros llenaron de ternura y calma al chico que observaba su imagen inmortalizada en el tiempo.


— ¿Qué estoy haciendo? —se forzó a preguntar en voz alta, deseando despegar la vista de aquella foto en la que se había detenido pero sin sentir que las excusas que se daba a sí mismo dentro de su cabeza fueran lo suficientemente reales o buenas como para hacerlo—. Tengo que seguir buscando algo con lo que detener a padre…


Sin darle más vueltas, cerró de golpe el álbum. Una vez consiguió hacer esto, tuvo que respirar profundamente, intentando recuperar el aliento que había estado conteniendo todo aquel rato.


Si no había nada en el despacho que fuera importante debía darse prisa en terminar para marcharse de allí y reunirse con Jordan.


Con ese pensamiento en mente, volvió a centrarse en los archivos.


**********


La habitación de Schiller no era muy diferente a una normal, lo único que llamó la atención del chico fue una pequeña mesita a ras de suelo con un bote de tinta cerrado y un pincel sobre ella.


Sin ningún motivo lógico, Jordan había tenido la idea de que la habitación de aquel hombre sería… diferente. Hasta el momento en el que la vio con sus propios ojos tuvo el prejuicio de que se encontraría con todo tipo de lujos típicos del magnate que el anciano había sido en su época.


— El tiempo es oro, lo mejor será empezar ya a buscar.


Tras detenerse unos instantes mirando los retratos familiares —en los que salían los dos hijos biológicos y la mujer de Schiller junto a este— empezó a revolver entre los libros que había en la estantería.


Los minutos en los que estuvo registrando en vano se le hicieron eternos a causa del dolor en las piernas por todo el camino recorrido para llegar al orfanato.


Cuando llegó un punto en el que el malestar era inaguantable, se tiró sobre la cama sin mayores contemplaciones… sintiendo algo duro bajo la almohada al apoyar la mano en ella.


Sin esperar un minuto más quitó las sábanas para ver qué era lo que ocultaba la cabecera; encontrándose con una pequeña libreta con cubierta de cuero, desgastada y con páginas amarillentas por el uso y el paso del tiempo.


Por accidente, y sin saberlo aún, había encontrado justo lo que habíanido a buscar: la respuesta a por qué Schiller actuaba como lo hacía.


En el silencio absoluto de aquel edificio casi abandonado, Jordan empezó a leer. Las palabras pasaban rápidamente ante sus ojos, permitiéndole conocer de verdad al hombre al que había llamado padre casi toda su vida.


02/03/1987


Tras años de arduas negociaciones el gobierno japonés ha aceptado por fin un trato de compra-venta de armas con Rusia. Cuando todos pensábamos que este contrato se iba a firmar con Estados Unidos el primer ministro nos ha sorprendido tomando esta decisión. Por mi parte, la sorpresa ha durado poco; Estados Unidos o Rusia, vender a uno u a otro me resulta indiferente, lo único importante es el precio que están dispuestos a pagar por las mercancías. Aunque reconozco que por esta decisión el Grupo de Operaciones Schiller ha tenido que decepcionar a muchos de nuestros socios americanos, ya que habíamos planeado con ellos posibles proyectos, no solo de venta, sino también de desarrollo de nuevas armas militares que no van a ser posibles de cumplir. En cualquier caso, lo ocurrido este día es algo que hay que celebrar, estoy seguro de que mi mujer y mis dos niños se van a poner muy contentos al enterarse de la noticia.


 


25/03/1987


Hoy han venido los representantes de una de las empresas americanas exigiendo los derechos de las armas en las que habíamos estado trabajando conjuntamente pero que se habían estado desarrollando en mis fábricas. Yo, por supuesto, me he negado. Legalmente esas armas me pertenecen de igual forma que a los estadounidenses les pertenece las que fabricaron ellos en su país. Al contarle todo esto a Marie ha reaccionado con alarma, opina que no debería buscarme problemas innecesarios y que tendría que darles las armas porque, después de todo, no las necesito ahora que trabajo con los rusos. Lo que no es capaz de entender es que, aunque sean armas normales, hay una gran cantidad de dinero detrás de la construcción de cada una de ellas; si renuncio a mi derecho sobre mis artículos la empresa tendrá una gran perdida de dinero y, obviamente, deudas a nuestros proveedores que no seré capaz de pagar y que pueden llevarnos a la bancarrota. Ella me ha escuchado explicarle todo esto y ha asentido, sin añadir nada más, por lo que comprendo que hay algo en lo que no está de acuerdo pero no ha querido decírmelo. Bueno, supongo que esto se une a la lista de desacuerdos entre nosotros junto con decisiones como mandar a Xavier a estudiar en Estados Unidos en cuanto lleguen las cinco semanas de vacaciones de verano en su colegio.


 


14/04/1987


Cada vez paso más tiempo en el trabajo. Al llegar a casa por la noche noto el resentimiento de mi mujer por no estar con ella ni con los niños. Para ella es muy fácil, no tiene que trabajar duramente para mantener a esta familia y la vida lujosa que está acostumbrada a tener. ¿Qué sería de sus joyas, de sus vestidos, de nuestra gran y preciosa casa, de nuestros sirvientes y de la educación de nuestros hijos sin mi trabajo? No tenemos otra opción que adaptarnos a mis cada vez más estrictos horarios, por mucho que nos duela a todos.


 


03/06/1987


Todos los días recibo amenazas de mis antiguos socios americanos. A pesar de que ya he cortado todo tipo de relación con ellos siguen creyéndose con derecho a decirme lo que debo hacer con mi negocio. Lo peor de toda esta situación es que las amenazas no se han limitado a simples llamadas telefónicas: un desgraciado ha acorralado a mi hija a la salida de su colegio y la ha obligado a aceptar un paquete con una rata degollada dentro y con un mensaje escrito en el que me amenazaba con que mi familia y yo íbamos a acabar igual que el animal si yo no volvía a trabajar con ellos. Harto de esta situación he ido hoy a pedir a algunos de mis amigos de las altas esferas que se encargaran del problema, ya que no puedo poner una denuncia formal sin hacer un escándalo en torno a mi negocio y a mi familia. Ellos me han asegurado que pondrán solución a mi problema con rapidez, confío en ello.


 


05/06/1987


Mi pequeña Aquilina ha sido incapaz de no contarle la verdad a su madre. Tras que Marie se enterase de todo el incidente de la amenaza se ha enfurecido conmigo, me ha gritado e insultado echándome la culpa de que nuestra hija haya sufrido un trauma, a la tierna edad de nueve años, y exigiéndome que cancele el traslado de Xavier a la academia en Estados Unidos. Yo he aguantado pacientemente todo su enfado para después disculparme en lo que respectaba a Aquilina… y reafirmarme en mi decisión de mandar a nuestro hijo varón a América. Estudiar en la escuela de pago que he elegido será algo bueno para él ya que lo ayudará a prepararse para cuando en el futuro herede la empresa y, además, es algo que a él también le hace mucha ilusión. Su sueño es jugar al fútbol con los mejores jugadores que haya, y aunque solo tiene once años ya es consciente de que no encontrará lo que desea en Japón. ¿Quién soy yo para impedir que cumpla sus metas cuando una experiencia como competir por ser el mejor le puede ayudar a crecer como persona? No importa cuantas bofetadas me pegue mi mujer, no voy a cambiar de opinión ahora que sé que nuestro hijo no corre un peligro real gracias a que mis colegas del gobierno se ocuparán de frenar el chantaje que los americanos pretenden ejercer en mí.


 


16/06/1987


Hoy Xavier ha cogido el avión que lo llevara a su nueva vida. Su sonrisa de alegría al despedirse era casi tan grande como la de su madre, con la diferencia de que la de él no era fingida. En cuanto el avión despegó, Marie rompió a llorar. Intenté consolarla, pero ella se limitó a apartarme y agarrar a Aquilina de la mano para marcharse por su cuenta a casa. Nuestra relación se está marchitando poco a poco, ya no hay ni rastro del amor que sentíamos el uno por el otro, ella me odia y a mí me da absolutamente igual. Ojalá no hubiéramos tenido que acabar de esta manera.


 


14/12/1987


Un padre nunca debería enterrar a su hijo. Por desgracia, hoy ha sido el día en el que he tenido que hacerlo. Hace tres días recibí la noticia de que mi pequeño había sido atropellado y había muerto en el siniestro. Lo peor de todo, es que no se ha encontrado al responsable y su muerte ha pasado a constar como un simple accidente por motivos que ni yo entiendo. ¿Es accidente que un loco vaya conduciendo por la calle y reviente y aplaste a una criatura pequeña e indefensa? ¿Y qué excusa hay para que no se quedara en la escena e intentara socorrer a mi niño o llamar a los servicios de urgencias? Nunca perdonaré al responsable. Lo buscaré y cuando lo encuentre le haré el mismo daño que le ha hecho a mi familia. Habrá deseado no haber nacido.


 


08/04/1988


He puesto toda la fortuna que mi empresa ha conseguido y los recursos de mis contactos importantes a trabajar durante los últimos meses para hallar la verdad acerca de lo ocurrido con Xavier. En todo ese tiempo he obtenido la información suficiente como para sospechar que están encubriendo a quien lo mató y que, por lo tanto, el culpable no es un cualquiera. Me da igual, cortaré las cabezas que sean necesarias para que se haga justicia.


 


05/05/1988


He vuelto antes de mi entrevista, con uno de los tantos detectives privados que trabajan para mí, para encontrarme a Marie besándose apasionadamente con el mayordomo. No he dudado en despedir a ese hombre, y me aseguraré personalmente de que nunca vuelva a encontrar trabajo en su profesión ni en ninguna que esté bien remunerada. Mi mujer me ha suplicado que no lo haga, que no puedo arruinarle la vida por un desliz que había sido más culpa de ella que de él. Ante mis negativas me contó entre gritos y lágrimas que llevaba siéndome infiel meses y que él había sabido ser un buen compañero para ella, algo que yo no había sido ni siquiera cuando murió Xavier. Los celos, el rencor y el dolor me consumieron y empecé a insultarla; en un momento determinado la pegué. Ahora además de mirarme con odio también lo hace con asco, ojalá no le hubiera hecho daño.


 


28/05/1988


Una de nuestras limpiadoras ha tenido que llamar a una ambulancia. La buena mujer se encontró con Marie sangrando de forma incontrolable en el baño. Yo pensé lo peor, que se había intentado quitar la vida, pero en su lugar me encontré con algo que a mi parecer es todavía más horrible: va a tener un hijo bastardo. Estoy seguro de que no es mío, no la he tocado en los últimos meses y aunque lo hubiera hecho es imposible que quedara encinta porque, debido a ciertos contratiempos que han llegado con mi avanzada edad, soy incapaz de tener hijos; tanto a Xavier como a Aquilina los tuvimos por inseminación artificial conyugal con muestras que yo dejé en mi juventud previendo la posibilidad de no casarme a una edad temprana y que, en un futuro, no pudiera tener niños propios. Tengo que hablar con ella, si el bastardo no tiene aún las doce semanas no es tarde para que lo aborte; ni siquiera se le podría llamar vida en primer lugar.


 


29/05/1988


Tiene aproximadamente seis semanas, pero Marie se niega en rotundo a abortarlo. Ella ya ha salido del hospital tras que su doctora le dijera que todo iba bien por el momento, que era relativamente normal que una embarazada sangrase al principio, y que volviese por allí en caso de que le ocurriera otra vez. No estoy seguro sobre si aceptarla en mi casa. La mujer con la que me casé y tuve dos hijos desaparece con el pasar del tiempo, y ya casi no veo nada de ella en esa preciosa joven que me mira despectivamente. Por ahora la voy a dejar quedarse aquí, pero tengo que pensarme seriamente si quiero seguir compartiendo techo con ella.


 


04/06/1988


Al parecer la muerte de Xavier fue provocada por el hijo de un pez gordo. ¿Por qué ese niñato atropellaría a mi pequeño? ¿Estaría conduciendo ebrio o hay algo más en todo esto? A estas alturas ya he llegado a pensar que tal vez el asesinato de Xavier se debiera a una venganza contra mí por negarme a trabajar con los americanos. Si ese es el caso no sé si querría seguir viviendo, considero que no tendría ese derecho por no haberlo protegido bien. Por ahora voy a calmar mi cada vez más activa imaginación y centrarme en el presente: la verdad no se va a descubrir sola y sigo teniendo el problema de Marie y el bastardo sobre mis espaldas, no puedo simplemente olvidarme de lo que me rodea y dejarme llevar por la tristeza.


 


06/06/1988


Aquilina es el ángel de la guarda de su madre. Solo ella ha podido ablandar mi corazón lo suficiente como para que no echase a esa infiel a la calle. Cuando obligué a salir a Marie de mi hacienda, nuestra hija se agarró a mis piernas y, sollozante, me suplicó que no la apartase de su madre y su hermano, que ella quería que todos juntos siguiéramos siendo una familia. Ojalá todo fuera tan simple. Apenas siendo capaz de contener mis propias lágrimas ante lo que dijo y los recuerdos muy poco oportunos acerca de los viejos tiempos con la mujer a la que desgraciadamente aún amo, aunque sea de forma tóxica, me han obligado a encerrarme en mi despacho a escribir en esta libreta en la que de vez en cuando me desahogo. ¿Todo lo que me está pasando es lo que la gente conoce como karma? ¿Me ocurren todas estas tragedias por el dolor que las armas que produzco infringen a los demás? No me importa, solo quiero que el dolor acabe ya.


 


26/06/1988


Incapaz de aguantar más la tensión que se vive entre mi mujer y yo, y la interminable espera de respuestas por parte de aquellos que están investigando el caso de Xavier, he acabado siguiendo el consejo de un viejo amigo. Él alivia el remordimiento que muchas acciones de su pasado como yakuza le provocan donando generosas cantidades de su fortuna a huérfanos y haciendo visitas en orfanatos. A mí creo que también me ha funcionado. Las sonrisas de los pequeñines me han devuelto la luz que la pérdida de Xavier me quitó. En un futuro, cuando descubra la verdad detrás del asesinato de mi hijo, invertiré el dinero que me quede en crear un hogar para pequeños sin hogar. Siento que ser amado por haber sido caritativo sería una buena forma de disfrutar de lo que me quede de vida.


 


08/09/1988


Me ha llegado la noticia de que el joven que mato a mi hijo trabaja ahora como ejecutivo de una de las empresas que me amenazaron. Esto no demuestra que tenga nada que ver una cosa con la otra… O al menos eso dicen los investigadores, porque yo no lo veo así. Es obvio que la muerte de Xavier no fue ni un accidente ni un homicidio imprudente, fue un asesinato con todas las letras. Y lo peor es que estoy empezando a darme cuenta de que es imposible que pueda demostrar la verdad sin arriesgar la seguridad de mis seres queridos en el proceso. Esto ha llegado a un punto muerto en el que me he quedado sin nada que hacer; me guste o no, tengo que abandonar, y cuanto más tarde en asumirlo más daño me haré a mí y a los que me rodean.


 


23/10/1988


Hemos tenido que correr con Marie al hospital tras que empezara a sufrir convulsiones. Al llegar y que la examinaran, los médicos me comunicaron que sufría eclampsia y que debían hacerle una cesárea para poder salvar su vida y la del bebé. El niño se encuentra ahora mismo en una incubadora, con tan solo seis meses de gestación no ha podido formar del todo su cuerpo y necesita ayuda para seguir viviendo, y mi mujer está en estado crítico y no saben si sobrevivirá a la noche. Yo quería quedarme esperando por ella en la sala de espera, pero ha aparecido el hombre que la dejó embarazada. No sé cómo se enteró ni me importa; si estaba allí quiere decir que acepta la responsabilidad sobre su hijo y su amada, que se ocupe él de ellos. Mientras tanto, yo veré una película con mi hija (a la cual he mentido sobre el estado de su madre diciéndole que con seguridad volverá a verla en un par de días) y me iré a dormir con mis propios demonios personales rondándome en las pesadillas que sufro todas las noches.


 


24/10/1988


Ese desgraciado la ha abandonado. Esta mañana he ido a ver cómo se encontraba mi mujer y las enfermeras de guardia me han hecho saber que nadie estuvo velando por ella la noche pasada. Con la sangre ardiendo de ira he preguntado si estaba consciente, recibiendo un sí como respuesta. Entonces he ido a buscar a la niña al colegio y hemos pasado el día con ella, haciéndole compañía en la fría habitación del hospital. A pesar de su estado, o tal vez precisamente gracias a él, hemos sido capaces de estar juntos como en los viejos tiempos, sin miradas de desprecio o insultos. Antes de marcharnos, Marie me ha pedido estar unos momentos a solas con Aquilina que les he concedido. Siento curiosidad por saber de qué habrán hablado, pero me niego a preguntárselo a Lina, si tiene que ser un secreto madre-hija que así sea. Mañana iremos a verla de nuevo y, si es posible, tal vez me replantee conocer al bastardo. Después de todo, no es culpa suya serlo.


 


26/10/1988


Marie ha muerto y yo tengo que decidir que hacer con el bastardo. Su padre biológico no ha dado la cara para ir a recogerlo aún cuando no tiene ninguna excusa para ello salvo la auténtica irresponsabilidad, ya que decidí no cumplir mi amenaza de negarle la posibilidad de trabajar ejerciendo su cargo y, en estos momentos, está al servicio de una familia que no paga una miseria precisamente. No sé que hacer con su hijo, solo ha pasado un día desde la muerte de mi esposa y ni siquiera he conocido al niño en persona. Siento que cualquier golpe sería capaz de quebrarme ahora mismo, aunque sé que no puedo permitírmelo; dos vidas inocentes dependen de mí.


 


01/01/1989


Han pasado los meses desde que escribí por última vez en esta suerte de “diario” y ahora he vuelto a él para dar un punto y final a esta etapa de mi vida que, gracias a esta libreta que guardaré como el mayor de los tesoros, me aseguraré de no olvidar jamás. Mañana me marcho de Tokio con mis dos hijos, he comprado un edificio abandonado en un pueblo perdido cerca de Nagoya para crear un orfanato en el que viviremos juntos con todos los infantes que no tengan a donde ir. Me voy de la gran ciudad y abandono mi antigua vida con la culpabilidad de no haber podido proteger a mi primogénito ni darle felicidad a la única mujer que he amado realmente, pero también con la conciencia limpia al saber que he actuado con rectitud en cuanto a los últimos deseos de mi esposa se refiere: el pequeño ha recibido el nombre que ella confió a nuestra hija que deseaba y que yo (tras ver como el pequeñajo me tendía la manita desde su incubadora, mirándome con aquella cara tan parecida a la de su madre e igual a la de nuestro hijo al nacer) también he considerado el adecuado, y a partir de ahora me encargaré del cuidado de nuestros niños y les daré el amor que necesitan. Puede que Aquilina y Xavier tengan que crecer sin madre, pero en su lugar obtendrán una gran familia a la que no permitiré que nadie haga daño.


Las últimas palabras que Schiller había escrito rebotaron en la cabeza de Jordan un buen rato, terminando de dar forma a lo que acababa de leer y haciendo que su vista se empañara al entender lo que implicaba toda aquella historia.


— ¿Jordan? —El pelirrojo subió las escaleras a aquel piso, buscándolo.


El moreno dudó sobre lo que hacer. Leer el cuaderno podía hacer daño a su novio pero ¿tenía él derecho a negarle la posibilidad de saber la verdad sobre sus orígenes?


— Estoy aquí —contestó con voz débil, abrazando el preciado y desgastado objeto contra su pecho en ademán protector.


Xavier no tardó en reunirse con él.


— ¿Has encontrado algo? Yo he perdido un poco el tiempo entre tanto papeleo.


— Sí, pero… no sé si te gustará lo que he descubierto. ¿Podrías sentarte, por favor?


Obedeció a su petición, pasándole el brazo por encima de los hombros al acomodarse a su lado.


— Oye, tranquilo, no creo que nada pueda ser tan malo como para afectarme más de lo que ya me ha dolido todo lo que ha pasado —dijo con sarcasmo.


— No me lo pongas más difícil —le tendió el cuaderno, temeroso de cambiar de idea y ocultar a o todo el mundo lo que allí había escrito solo por defenderle de la realidad.


Xavier, temiendo lo que pudiera haber en las viejas páginas, comenzó a leer.


El otro chico bajó la cabeza, mirando de vez en cuando de reojo sus reacciones sin ver los cambios que se esperaba.


El “hijo” de Schiller siempre había sido más rápido leyendo que él, aunque no por eso dejaba de ser asombroso la velocidad con la que acabó la lectura.


Cuando alzó la cabeza se le veía más pálido de lo normal, como si hubiese visto un fantasma.


— Yo… —no continuó hablando.


Jordan le cogió de la mano con fuerza, queriendo de veras aliviar el menor rastro de dolor que su compañero pudiera estar sintiendo en aquellos momentos.


Por desgracia, no funcionó.


Presa de los nervios, Xavier se abalanzó sobre la papelera de papel y empezó a vomitar. Lo único que pudo hacer su pareja fue agarrarle el largo flequillo para que no lo manchara y acariciarle la espalda para que, paulatinamente, se fuera calmando.


Todo aquel viaje les había dejado con más dudas de las que habían tenido en un principio y con el sentimiento amargo de haber destapado un secreto que jamás debería haber salido a la superficie.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).