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Querido amigo por Cris fanfics

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Llevaban más de dos horas viajando en el tren que les llevaría de vuelta hasta Tokio.


Habían salido del orfanato cuando aún era de día pero en aquel rato, en el que Jordan no percibió el paso el tiempo por estar apreciando el rostro pacífico de Xavier durmiendo sobre su hombro, el sol había empezado a ocultarse.


El cielo naranja y el, en aquel momento, vacío absoluto del vagón en el que se encontraban daba al chico de pelo verde la impresión de que la situación era más mágica de lo que era en realidad.


Acarició con las yemas de los dedos los rasgos de su compañero, recorriendo el camino que las lágrimas habían marcado horas atrás.


El movimiento del tren y el sueño inquieto del pelirrojo le hicieron despertar. Aún así, abrió los ojos con lentitud, sintiéndose muy débil; disfrutando de las caricias que estaba recibiendo.


— ¿Llevo… mucho rato dormido? —se incorporó con rapidez al darse cuenta del lugar en el que estaban.


— Creo que no, pero tampoco pasa nada si es así —le miraba con ternura—. ¿Quieres volver a acostarte? Estamos solos, así que puedes tumbarte y apoyar la cabeza en mis muslos para estar más cómodo.


— No, gracias —la idea de que alguien les pudiera encontrar en aquella situación no solo le hizo sonrojar, sino también preguntarse algo que le causó muchísima vergüenza—. No nos habrá visto nadie, ¿verdad?


Habían sido pocos los que habían coincidido con ellos. Todos les habían observado de forma despectiva antes de decidirse a ignorarlos gracias la mirada calmada y segura por parte de Jordan, que había notado los gestos pero no le importaban porque consideraba que no había nada de malo en dejar que su pareja descansara sobre él.


Sin embargo, aquella situación no haría más que incomodar a Xavier, y una mentira piadosa no hacía daño a nadie.


En el mismo momento en el que pensó en mentir, sintió un pinchazo de dolor en el corazón al recordar el momento en el que el pelirrojo había terminado de leer la libreta. Si no se la hubiese dado podría haber seguido ignorando la verdad. Y la ignorancia era, sin lugar a dudas, la clave de la felicidad.


— Tranquilo, no ha subido mucha gente —se forzó a responder, dándose cuenta de que no podía permitir que su novio percibiera su turbación; ya tenía bastante con la suya propia.


Xavier suspiró, aliviado, y se dejó caer contra el respaldo del asiento.


— Hoy ha sido un día horrible —habló tan pronto se acomodó— y eso que se suponía que íbamos a salir del orfanato con la clave para que todo acabara bien.


— El futuro es impredecible, dicen —aunque intentó sonreír no pudo hacerlo, la sonrisa murió antes de terminar de formarse.


— No te creas, la mayoría de las veces nosotros elegimos nuestro futuro. En mi caso es así, pero casi preferiría que me ocurriese todo lo contrario. Que el Servicio Secreto estuviera esperándonos en Tokio y que me detuvieran y obligaran a colaborar con ellos.


La acritud en sus palabras dejaron con mal sabor de boca a Jordan.


— ¿Qué quieres decir?


— Voy a volver a la Alius, con padre —dijo con tristeza, sintiéndose al borde del llanto pero ya sin fuerzas para volver a desahogarse.


— ¡Xavier, no! ¿Por qué? Pensaba que querías detener a la Alius precisamente para ayudar a padre…


— Padre ya ha decidido lo que quiere hacer, no tengo que entender sus motivos para respetar su decisión, voy a estar a su lado.


Sin previo aviso, Jordan le agarró de los hombros y le obligó a mirarle a los ojos.


— Sé que no piensas así en el fondo, dime la verdad, ¿estás haciendo esto porque te sientes culpable por ser el hijo ilegítimo de la esposa de padre y quieres compensarle?


— ¡Lo hago porque me da la gana! —le apartó de su lado de un fuerte empujón, casi haciéndole caer del asiento.


— ¡No te creo! Si pensaras eso no me mirarías con esos ojos tan tristes mientras tomas la decisión.


— ¿Y qué mas da cómo me sienta? Uno de los motivos por los que padre sufrió tanto fue por mí: yo arruiné a su familia y maté a su mujer… a mi madre. No puedo desobedecer sus deseos ahora que sé todo esto.


Jordan entrecruzó sus dedos con los de él.


— Sí que importa cómo te sientas, a mí me importa, no quiero que pienses que lo que acabas de decir es cierto, porque no lo es. Tu madre te tuvo porque te quería, y padre te adoptó porque te acabó amando también —alzó la mano que tenía libre hasta su mejilla—. No le debes nada, tú no eres el motivo por el que su vida se vino abajo; si hay indicios en lo que leímos que nos cuente algo sobre la forma de actuar de padre estoy convencido de que son las circunstancias de la muerte de su primer hijo...


— ¿Cómo quieres que piense de una forma tan egoísta? —sollozó.


— ¿Cómo puedo ayudarte para que no te sientas mal por algo en lo que no tienes ninguna culpa?


— No es tan fácil. Aunque consiga racionalizar mi parentesco con la familia de padre no puedo dejar de sentir esta culpabilidad, hacerlo sería inhumano.


Jordan no opinaba así, pero se abstuvo de decirlo. Empezando un debate no conseguiría sacarle de su error, probablemente lo único que haría sería hacer que su novio se cuadrase en su forma de pensar.


— Y estar al lado del hombre que te hace sentir así solo te dará más dolor, no puedo permitirlo.


— Sabes que no me gusta la idea, pero ¿qué otra cosa puedo hacer?


El corazón del moreno empezó a latir más rápido. En aquel escenario de ensueño, con aquel Xavier que más que nunca le recordaba a su versión infantil y tras averiguar la historia egoísta que había detrás de la familia Schiller no pudo evitar dejarse llevar por el momento.


— Escapémonos juntos.


— ¿Qué?


— Vayámonos de aquí y dejemos todo lo que tiene que ver con la Alius atrás. Empecemos en un sitio nuevo solo nosotros dos —su inocente ilusión se hacía más notoria por momentos.


— No te engañes, tú no quieres huir; quieres volver al orfanato para vivir nuestra antigua vida.


— No me importaría renunciar a mi antigua vida para empezar una nueva contigo.


Esta vez fue Xavier quien sintió ternura por su compañero. Se acercó a él y le dio un casto beso en los labios para después juntar sus frentes.


— Nunca aceptaría que hicieras eso, Jordan.


— Te estoy ofreciendo una salida. ¿O es que tú puedes ponerte en peligro por mí pero yo no puedo ni intentar protegerte?


— Si he decidido verte aún cuando sé que no debería hacerlo ha sido por mí mismo, por mi egoísmo de querer estar contigo, no considero que haya tenido que renunciar a nada para amarte y me alegro muchísimo de haber asumido el riesgo —afirmó con seriedad—. Esto es distinto. Si me amas de verdad te pido que respetes mi decisión, por errónea que sea, y que tú sigas adelante con la tuya.


Jordan empezó a llorar.


— No quiero.


— Hazlo por mí.


— No quiero.


Xavier le besó apasionadamente, sabiendo que aquella vez sí que iba a ser la última vez que estuvieran juntos a menos que Schiller fuera derrotado; algo que él no pensaba permitir por mucho que le doliera.


— Jordan… —separó sus labios para mirarle fijamente a los ojos—. Para ti siempre seré Xavier, nunca me olvidarás ¿verdad?


El chico moreno no pudo evitar que la piel se le pusiera de gallina ante aquella pregunta.


— Pues claro. ¿Qué pregunta es esa?


— Olvídalo —retomó el beso.


Ahora que sabía que Jordan nunca le olvidaría ya no tenía tanto miedo de lo que iba a pasar. Por lo menos el día en el que su destino llegara sus piernas no temblarían como flanes, y tampoco tendría la tentación de huir.


Pasaron el resto del viaje abrazados el uno al otro, ignorando las miradas indiscretas y claramente hostiles que muchos de los nuevos viajeros les dirigían.


Cuando llegaron a la estación de Tokio ya se había echo de noche, por lo que decidieron estar juntos hasta al amanecer. Postergando, entre besos, caricias y palabra de amor unas horas más el inevitable adiós.


**********


Wyles se movía por aquel callejón en pleno Tokio con una sutileza que casi rosaba la paranoia.


No era para menos.


Sabía que alguien lo seguía desde que había terminado su reunión con el empresario americano, notaba una mirada clavándose en su nuca con la fuerza y persistencia de las fauces de un carnívoro agarrando a su presa.


Harto de esta situación, agarró contra sí su preciada carga y empezó a correr fuera del lugar estrecho y solitario en el que se encontraba para poder hacer frente a su acechador en un lugar con más gente.


Cuando estaba a punto de alcanzar su meta tropezó al pisar con una lata de pintura que había sido abandonada de cualquier manera.


Jadeante, se volvió a poner en pie… Para darse cuenta que su única salida había sido bloqueada ya.


No pudo ver bien su cara, la luz le daba de lleno cegándole y haciendo que la figura se viera ensombrecida, pero aún así pudo comprobar con facilidad que se trataba de un chico joven.


Inmediatamente intuyó que se debía tratar de uno de los miembros de la Alius.


— ¿Quién eres? ¿Schiller te ha mandado a seguirme?


El joven se acercó, con las manos en los bolsillos de su sudadera, permitiendo así a Wyles reconocerle.


— ¿Por qué debería padre ordenarme hacer algo así? No me digas que admites estar haciendo algo que no deberías… esperaba que me lo pusieras más difícil.


— No sé qué estás haciendo siguiendo a uno de tus superiores en vez de esforzándote para conseguir el título de Génesis, Bryce.


— Llámame Gazelle —le fulminó con sus brillantes ojos azules—. Eres mi superior pero no por eso tengo que darte la patita como si fuera tu mascota, no olvides que soy capitán de uno de los equipos que dominarán el nuevo mundo: el Diamond.


El adulto chasqueó la lengua.


— ¿Por qué me seguías?


— Tú mejor que nadie conoces el motivo; estás ocultando algo, y ese algo es importante. He hecho esto para avisarte de que aunque todos piensen que eres una mosquita muerta yo sé que no es así, que estás esperando tu oportunidad para morder con toda tu fuerza, y que tengo un ojo puesto en ti.


Wyles pudo defenderse o, por lo menos, intentar volver a actuar como el pusilánime que siempre era delante de los demás; pero no lo hizo.


—Tal vez deberías ser tú quien tenga cuidado de ahora en adelante —se acercó a él hasta posicionar sus labios sobre la oreja del menor—. Sé quien te importa y cómo hacerle daño.


La tez morena del chico perdió color.


— ¿Me estás amenazando? —se envaró.


— Solo es un advertencia. Actúa como mejor consideres, yo haré lo mismo.


Tras darle un golpecito —que pretendía parecer amistoso— en el hombro, se marchó del callejón con satisfacción. No solo había puesto en su sitio a uno de esos niñatos a los que tanto había llegado a odiar sino que aquel viaje a la capital había valido totalmente la pena.


Observó un momento el maletín en el que llevaba lo que podía ser el punto álgido de su investigación, relamiéndose antes de tiempo de la victoria cuando sabía que aún le faltaba alguien en quien probarlo.


Aunque tal vez ya lo hubiese encontrado.


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