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Un Camino Construido Sobre Ruinas Perdidas En El Tiempo. por HikSon

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Notas del capitulo:

¿Alguna vez se imaginaron a Massiel pateando a Griselda en la espinilla o amenazando a su prima Matilde con echarle tierra en los ojos si no se bajaba del culumpio?

Lo que le esperaba a Massiel Original… era una probadita del infierno. Un par de patrullas adornaban los alrededores de la mansión Eisenhide, Griselda y Santiago se hallaban afuera hablando con un detective, entonces Massiel Original se detuvo a pensar en que quizás debió orinar en un arbolito antes de regresar a su casa. Cuando estuvo lo suficientemente cerca del portón de la mansión como para ser visto por sus padres de sangre y apariencia, ellos pararon de hablar con el detective y lo miraron en silencio mientras trataban de procesar que él estaba parado frente a ellos.

—¡Massiel! —gritó Griselda y se abalanzó sobre él para abrazarlo—. ¿¡Dónde estabas, cariño!? —Se despegó para verlo a la cara y dedicarle una mirada de falsa preocupación.

Era gracioso, si aquello le hubiera pasado antes del incidente del cochecito, aunque Massiel Original hubiera sido consciente de que una vez se encontraran dentro de casa y el detective se fuera, Griselda se convertiría en una furia y lo apalizaría hasta dejarlo inconsciente, estaría dando saltos de alegría dentro de su mente, porque por primera en su vida, Griselda lo abrazó.

Pero en aquel momento, solo pudo reírse internamente de la estúpida cara que estaba haciendo esa mujer de ojos grises. Tuvo tantas ganas de decirle al detective que había huido de casa porque ya no soportaba más los golpes de su madre, con suerte aquello llegaría a oídos de muchos y su imagen pública quedaría arruinada, pero Massiel Original no era idiota, sabía que Santiago tenía el suficiente dinero como para callar a cualquiera y manejar el asunto con completa discreción.

—Solo… quería salir a la ciudad sin un guardia vigilándome —mintió Massiel Original, en primera porque ningún guardia cuidaba de él.

—Supongo que quería probar un poco de la libertad —dijo el detective—. A veces a esta edad los niños son muy curiosos y quieren experimentar algo así como una aventura. Bueno, yo ya no tengo nada que hacer aquí, me retiro señores Eisenhide.

—Muchas gracias por su tiempo, detective —dijo Santiago y estrechó su mano con la de él.

—Hasta luego.

—Hasta luego —se despidieron Griselda y Santiago.

Entraron a la mansión sin decir ninguna palabra, pero en el segundo en que la puerta se cerró, Massiel Original escuchó los pasos de Griselda dirigirse a él rápidamente para luego sentir las aterradoras manos de su madre apretando sus hombros con fuerza.

—Ahora sí, ¿dónde demonios estabas?

Massiel Original la miró a los ojos, sin miedo, pateó con fuerza la espinilla de su madre y se quitó de encima sus garras para poder salir corriendo hacia su habitación, luego de llegar a ella y ponerle seguro a la puerta, arrastró su único mueble, una mesita, enfrente de la puerta y se sentó encima de ella para impedir que entraran incluso si tenían la llave de la habitación, pero Griselda solo se dedicó a gritar y golpear la puerta hasta que se hartó.

Él sabía que no podía quedarse ahí dentro por siempre, tarde o temprano debía salir para comer, pero mientras tanto, quería saborear la sensación de haberse enfrentado a Griselda y haber salido bien parado de ella por un rato, porque de seguro una vez saliera, ella lo golpearía hasta que le dolieran las manos, solo que esta vez él no se quedaría tranquilamente recibiendo golpes sin hacer nada, mientras Massiel Original miraba las palmas de sus manos heridas, pensó que había encontrado algo más aterrador que Griselda, y eso fue ver a su mamá Sandra muerta, por lo que dejó de temerle a su madre de sangre y apariencia.

Massiel Original había estado viviendo su vida bajo una impresión realmente tonta. Bueno, eso también se aplica a mí. Me preocupaba demasiado la forma en que pensaban Griselda y Santiago que yo debía comportarme, comparé mis acciones innumerables veces con las de Román, para poder ser un poco aceptado por ellos, cada vez que Griselda me golpeaba, yo trataba de estar de acuerdo con las razones absurdas que ella daba para hacerlo y me decía a mí mismo que lo merecía. Seguí tratando de ser un buen chico de acuerdo a sus ideales, pero eso no era lo que debería haber hecho, no se trataba de ser un buen hijo, porque entendí que no importaba lo que hiciera, ellos nunca me iban a querer ni siquiera un poco.

Massiel Original y yo lo sabíamos, pero yo estaba repleto de conformismo, además de que tuve a mi lado a mi familia de corazón, ellos fueron los que me ayudaron a sobrellevar las cosas en silencio, y Massiel Original… su familia de corazón estaba incompleta, y como supuso, su pequeña habitación, que había sido arreglada para que ya no pudiera escapar mientras él se hallaba enterrando a su mamá Sandra, terminó transformándose por completo en una prisión.

Estando solo y con el dolor de las cicatrices que se dibujaron en sus manos luego de enterrar a mamá Sandra en el bosque, se obligó a sí mismo a ser más fuerte, y gracias a ello, pudo tomar una decisión que yo nunca fui capaz de hacer mientras aún vivía bajo el techo Eisenhide, él decidió ser él mismo, porque esa era su maldita vida, y pensó que debía vivirla como él quisiera, sin preocuparse de que su comportamiento o sus palabras hicieran enojar a Griselda, porque ya nada importaba.

Aún mientras su espalda se hallaba recargada en la puerta, pudo sentir los golpes que le daba Griselda mientras gritaba que saliera de su habitación, Massiel Original cerró los ojos y pensó en unas manos diferentes a aquellas que le pertenecían a Griselda y que tanto le causaban miedo. Recordó una vez en la que mamá Sandra se había encontrado con un estambre y dijo que con él podría terminar de hacer un suéter que le había estado tejiendo a César.

Yo también lo recuerdo, me senté en el suelo y miré fascinado las manos de mamá Sandra mientras tejía, sus dedos hábiles y ágiles me dejaron perplejo, era como si tuvieran vida propia. Mamá Sandra puede ser a veces muy espontánea y escandalosa, también hay veces en las que me sorprende su fuerte carácter, pero desde pequeño me di cuenta que había momentos en los que ella era muy tranquila y callada, y en lugar de palabras, ella expresaba sus emociones con sus manos, sus palmas hablaban por ella, yo sentía su preocupación cuando tocaban mi frente cuando lucía afiebrado, sentía su alegría cuando tocaban entusiastamente mis hombros, sentía como trataban de reconfortarme al palmear mi cabeza, o incluso su enojo cuando golpeaban fuertemente mi espalda. Para mí, las manos de mamá Sandra son las manos más bonitas del mundo.

Los meses fueron pasando, el invierno se fue, cambiaron las estaciones y de nuevo regresó, mientras que yo disfrutaba mis tardes fortaleciendo mis patéticos brazos cargando cajas en el mercado, Massiel Original pasaba sus tardes encerrado en su habitación o encerrado en el baño tratando de curarse las heridas de su más reciente enfrentamiento con Griselda, y se reía de lo mucho que a ella le importaba guardar las apariencias, tanto como para tener el suficiente cuidado de no golpearlo en lugares demasiado visibles.

Las estaciones continuaron pasando, aquel otoño de mi décimo año en que creí que el supervisor me había despedido y Román me brindó su ayuda por primera vez al distraer a Griselda y Santiago en lo que César y Clara me llevaban a mi habitación, Massiel Original lo pasó amarrado en el patio luego de darle un puñetazo en la cara a Román, lo golpeó porque recibió una mirada de lastima por parte de éste y eso lo hizo enojar mucho.

Y el verano de mi onceavo año, ese en el que solía burlarme de los cambios de voz de César y el supervisor se la pasaba haciéndonos invitaciones a su casa para hacerle compañía a la recién llegada Camila, Massiel Original estaba por graduarse en una primaria diferente de la que yo lo hice, lo cambiaron de escuela porque en la mía lo expulsaron por romperle la nariz a un compañero, dejarles múltiples hematomas a otros, y aventar a su profesor de las escaleras, ese profesor que a mí me golpeaba. Mientras que César Original, a diferencia de mi César, aceptó ir a casa del supervisor a ver a Camila como un favor a la única persona que había visto por él desde la muerte de su mamá Sandra y el prácticamente encarcelamiento de Massiel Original.

Sé que antes escribí que no quería ser llevado preso porque no sabría cómo lidiar con la vida sin el apoyo emocional que tanto me daba ver las caras de mamá Sandra y mis amigos, pero quizás, solo quizás, yo detesté tanto la idea del encarcelamiento porque Massiel Original lo vivió en la mansión Eisenhide.

Y el siguiente verano, un mes después de haber ingresado a la secundaria, llegó a la casa Eisenhide una visita que volvería mi vida aún más distinta de lo que ya era de la vida de Massiel Original. ¿Lo recuerdas? Hablo de la visita de mi tío Paul, seguida por tu segunda aparición en mi vida. Aquel día, mi tío atravesó la puerta, acompañado de mi prima Matilde de 9 años, y bueno, ya sabes, Griselda y Santiago nos pidieron a Román y a mí que saliéramos a jugar con mi prima al patio.

(Universo 2, E1, 60 años desde el nacimiento de los hijos de Junuem)

Matilde se subió al columpio exclusivo de Román, y Massiel Original se paró frente a ella.

—Oye, es la primera vez que vengo al patio sin ser amarrado, es mi oportunidad de subirme al columpio, ¿puedes quitarte?

Matilde lo miró extrañada—… Tendrás tiempo para subirte después.

Massiel Original suspiró—. Mira, ya no tengo edad para discutir ni pelearme por tonterías con nadie, soy un adulto de 12 años, así que bájate del columpio, me toca a mí, si no lo haces, te echo tierra en los ojos.

Román me miró con sorpresa sin saber qué hacer.

Mientras que Matilde soltó una carcajada—. Sí, seguro, adulto de 12 años, en serio que eres el señor madurez. —Se bajó del columpio y se hizo a un lado para dejar a Massiel Original subirse—. ¿Feliz?

—Por supuesto, es mi primera vez en uno.

Matilde volteó a ver a Román por un momento y luego volvió con Massiel Original, quien le lanzó una mirada de: «¿Qué estás esperando? Empújame», por lo que ella se colocó detrás de él para hacerlo—. ¿Por qué no te habías subido antes?

—Digamos que a Griselda y Santiago no les gusta mucho la idea de que yo sea feliz. No hace mucho supe que los padres normales no tratan como mierda a sus hijos comparándolos con sus otros hijos. En el caso de los míos, Román es su adoración, mientras que yo solo soy un parasito que vale más muerto que vivo. Tal vez no lo entiendas, tu padre parece una buena persona, pero, por ejemplo, para mí una comida familiar en la que no hay indirectas, intrigas, reclamos, platos volando, mentadas de madre y golpes, no es una comida familiar.

—… Escuché que ustedes también tienen poderes, ¿por qué no los usas contra tus padres?

—Poderes… hablas de volar, correr súper rápido y esas cosas, ¿no? Román dice que yo tengo uno, pero no tengo idea de cuál sea.

—Pero puedo verlo —aseguró Román—. La mayoría de las personas, aquellas que no tienen ningún poder, tienen una luz azul claro rodeándolos, pero la luz que rodea a Massiel es de color blanca, es sumamente hermosa.

Massiel Original frunció el ceño—. ¿Y sabes cuántos problemas me ha traído ese color en mi aura? Decir que es hermoso es una estupidez.

—L-lo siento —se disculpó con nerviosismo y luego miró a Matilde—. La tuya tampoco es azul… es de color naranja.

Ella sonrió—. Yo tengo el poder de anular cualquier otro poder.

—¿Ese es tu poder? ¿Qué clase de poder es ese? Me parece ridículo —opinó Massiel Original.

Matilde hizo un puchero—. Uno podría pensar que es un poder inútil, pero yo no lo veo así. Estoy segura de que allá afuera hay toda clase de personas con poderes extraordinarios, habrá algunos que los usen para hacer el bien, habrá otros que lo esconderán, y también estarán aquellos que los usen inadecuadamente para hacer cosas perversas, en aquellos casos, pienso que mi poder será de utilidad para detenerlos… Aún soy muy pequeña para hacerlo, pero algún día, pienso reunir a personas que me ayuden a detener a los malos, como una organización de súper héroes.

—Pareces muy determinada, seguro lo conseguirás —le dijo Román.

—O tal vez no —expresó Massiel Original.

Clara no tardó mucho en aparecer para decirle a Massiel Original que Griselda y Santiago lo llamaban, por lo que más a fuerzas que queriendo, tuvo que bajarse del columpio para ir con ellos mientras escuchaba a Matilde reírse triunfante de que era ella ahora la que se columpiaba. Fue entonces que Massiel Original leyó el libro con el que había llegado mi tío Paul y supo cuál era su misterioso poder, y de inmediato sintió la sed de sangre proveniente de sus padres, a diferencia de mí, que no pude moverme ni un poquito y esperé a que mi tío Paul se fuera para luego ser salvado por ti, Massiel Original dejó caer el libro al suelo y corrió a toda velocidad a su habitación.

Sentado en el rincón de su habitación, contempló el inminente silencio que reinaba la mansión, él trataba de hacerse el fuerte, pero en realidad estaba muerto de miedo, Griselda lo golpeaba brutalmente por razones absurdas, ahora tenía una muy buena razón para hacerlo, tenía que huir de alguna forma, de lo contrario estaba seguro de que iba a morir, pero ¿cómo? No confiaba en nadie lo suficiente como para pedirle ayuda, y veía difícil hacerlo por sí mismo.

Massiel Original miró la ventana de su habitación, ventana que fue reconstruida para que fuera imposible de abrirse y cambiaron los cristales por vidrios reforzados, él deseó desde sus adentros que alguien increíblemente sorprendente apareciera volando y destruyera esa ventana por él, y entonces ayudarlo a escapar, así como César lo hizo conmigo. Pero nadie lo hizo. Nadie apareció por esa ventana.

Massiel Original pasó 3 días enteros sin salir de la habitación, lo que significó 3 días sin comer ni beber o ir al baño, cuando sintió que ya no podía más, hizo su mesita a un lado y miró debajo de la puerta para asegurarse de que no hubiera nadie al otro lado, entonces quitó el seguro de su puerta y giró el pomo para abrirla… pero la puerta no se abrió. Lo intentó varias veces, por más golpes y patadas que Massiel Original le dio, la puerta no se movió ni si quiera un poco…

¿Qué debía hacer? Sentía la boca extremadamente seca, se moría por un sorbo de agua, y tenía tanta hambre que podría comer lo que comería en una semana entera en tan solo una hora, y ya no tenía la fuerza para seguir reprimiendo sus ganas de orinar, así que, con vergüenza, dejó que sus pantalones se mojaran.

¿Acaso iba a morir como un perro ahí en esa habitación? Claro, sería lo ideal para Griselda y Santiago, ellos solo tendrían que decir que su querido hijo sufrió de una gigantesca depresión y se encerró en su habitación hasta que murió de inanición, y, además, con la muerte de él conseguirían que les cumpliera un deseo, seguro pedirían que su riqueza aumentara y se regocijarían de placer por ello.

Jano se equivocó, yo no necesitaba tener miedo para despertar mi poder… Massiel Original no tenía miedo de morir, al igual que yo, la muerte la veía como la liberación eterna del infierno en el que vivía. Él sentía miedo, mucho miedo… miedo de que el mundo le trajera felicidad a sus padres con su muerte, pensó que, si debía morir, su muerte debía traerles desgracia, Massiel Original estaba desesperado por hacerles pagar un poco por todo lo que le hicieron, estaba lleno de odio y deseo de vengarse, y ahí, mientras yacía tirado en el suelo delante de la puerta, derrumbado sobre sus propios orines, su segundo poder despertó.

Alan una vez me explicó que cuando sabemos que estamos a punto de morir, además de aquella abrumadora sensación de miedo que experimentamos con el fin de prepararnos para reaccionar o huir, nuestras glándulas suprarrenales comienzan a bombear adrenalina, gracias a eso, aumenta nuestro ritmo cardiaco y se agudizan los sentidos para aumentar nuestra capacidad de supervivencia.

Y así, con sus cinco sentidos agudizados y dominado por la adrenalina, Massiel se sentó sobre sus rodillas, alzó su puño derecho y luego golpeó el suelo con todas sus fuerzas, y después otra vez, y luego otra, y otra vez… y entonces, el suelo se derrumbó y Massiel cayó sobre la mesa de la sala de estar, desde ahí pudo oler el delicioso aroma de la comida recién hecha y se dispuso a correr como un animal salvaje hacia la cocina.

Notas finales:

Gracias por leer.


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