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Antipatía por Princesa de los Saiyajin

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5

Cercanía

 

¿Mgh? —abrió sus ojos al haber estirado su brazo y no sentir al otro chico.  Se incorporó, viendo todas las luces apagadas.

    Se levantó, revisó la hora en su celular, notando que ya eran las cinco de la tarde. Salió de su habitación, mirando en la cocina al peliverde comiendo. Sus miradas se encontraron, Vegeta sólo atinó a reír algo enternecido de ver a aquel chico con sus mejillas infladas por tener comida en su boca.

     —Supongo que sí te gustó mucho—el chico asintió, metiendo otro bocado para degustarlo.

     —Calenté un poco solamente. ¿Quieres que caliente más para ti?

     —No te molestes, yo lo hago—se acercó a la estufa, para recalentar lo que había preparado esa mañana—. Se siente más tranquilo que antes de la siesta. Creo que pudo relajarse por fin—terminó de calentar aquello y se sentó frente a él, para comer también.

     —Me cayó demasiado bien la comida. Una vez más te agradezco.

     —No es nada—sonrió al verlo estirándose un poco en su lugar, lucía con un poco más de energía.

     —En estos momentos me vendría excelente un helado—se levantó, dando un par de pasos con dificultad para llegar al fregadero y lavar los trastes que usó.

     —¿Quieres ir por uno? —el de ojos claros lo miró—. Es temprano todavía.

     —¿Quieres ir al centro sólo por un helado?

     —¿Por qué no? —se puso de pie, para ir a lavar su plato. El peliverde se veía dudoso—. Anda, vamos.

     —Bah, la verdad sí quiero—con cuidado y a saltitos fue a su habitación.

     El Saiyan terminó de limpiar la mesa, guardó sus llaves y cartera y esperó pacientemente al otro. Granola salió vestido con un pantalón algo holgado de color verde oscuro, y una playera negra. Se acercó para ayudarlo a caminar, ya que, aunque se había colocado aquellas zapatillas deportivas, era evidente que no podría apoyarse bien.

     —¿Helado de galleta? —preguntó, yendo ambos ya en el elevador.

     —Es mi favorito—el Saiyan se sorprendió al sentir que el más alto apoyaba su cabeza contra él. Habían optado por que el peliverde pasara su brazo por encima de los hombros del Saiyan y que el más bajo lo sostuviera de la cintura, por lo que esa posición facilitaba la reciente acción del de ojos claros.

     —Claro, lo pediré—subieron a su auto y condujo hacia donde estaba el local donde había comprado hace un par de semanas.

     —¿Las frituras del suelo son por Goku? —el Saiyan volteó a ver el tapete, aprovechando que frenó en un semáforo.

     —Le he dicho mil veces que tenga cuidado al comer dentro—el más alto rio bajito.

     —Tengo una aspiradora pequeña en casa. Te la puedo prestar.

     —Sí, después… Lo voy a poner a hacerlo a él—giró al llegar al lugar y pidió los helados en el autoservicio.

     Al terminar de comprar siguió avanzando, tratando de encontrar algún lugar dónde aparcarse y ambos comer. Sin embargo, no había un estacionamiento libre en algún espacio.

     —Es delicioso este helado—volteó al oírlo hablar.

    —¿En serio? —el otro asintió y llenó la cuchara para llevarle a la boca al Saiyan, quien seguía con sus manos en el volante—. Sí es muy bueno.

     —Sí… ¿Ves aquella casa? Sólo la había visto cuando venía en el autobús—el más bajo volteó hacia donde el chico señalaba—. Escuché hablar de ella. La compañía hotelera V. S. la había diseñado, y que era “una revolución en la arquitectura”, o algo así… Se ve linda su fachada.

      —¿Quieres verla por dentro? —el peliverde lo miró—. Vamos.

     Detuvo el auto enfrente de la cochera, antes de bajar e ir a su puerta. El chico de ojos bicolor solo estaba confundido, sin entender la confianza que tenía el Saiyan para detenerse ahí y su manera de expresarse.

     —¿Qué diablos…? —el peliverde sostenía los vasos, uno en cada mano, siendo abrazado por el más bajo que intentaba guiarlo.

     Desmesurada fue su sorpresa al ver que Vegeta sacaba su llavero para abrir la puerta principal de aquella casa. Todavía en ese momento podía haber pensado que era una broma, donde al final diría un “estoy jugando. Vámonos antes de que vengan los verdaderos dueños”.

     Pero no. La puerta había cedido, dejando ver su interior. Miró a Vegeta, quien le dirigía una sonrisa de medio lado. Se adentraron, y el menor pudo ver que había una excelente iluminación interna en la sala gracias a la perfecta posición de algunas ventanas y tragaluces.

    —¿Cómo es que…?

     —El presidente de la compañía es mi padre—el otro negó, incrédulo—. Puedes buscar su fotografía.

    El Saiyan soltó despacio al peliverde, buscando los interruptores para iluminar mejor la casa. Mientras hacía eso, el peliverde había sacado su celular para hacer la investigación sugerida.

     —Vaya… realmente es idéntico a ti, sólo que con barba—el otro rio bajito—. No piensas dejártela crecer, ¿o sí?

     —No, realmente no—se acercó, para volver a sostenerlo—. ¿Quieres que te la enseñe?

     —¿No hay nadie viviendo aquí?

     —No, sólo vienen algunos empleados una vez al mes a limpiar—el otro veía todas las paredes pintadas en un color verde oscuro, con decoraciones en detalles blancos en la parte inferior y superior.

     —¿Y por qué no? Se ve muy linda…

     —Bueno, el proyecto era en realidad un pedido especial. Una, ¿colaboración? Que pensaban hacer entre Satán Inn. y la empresa de papá. Pero el cliente al final no la quiso, entonces papá quiso conservarla. Pero mamá no quería mudarse, entonces me dijo que podía tenerla yo.

     —¿Entonces es tuya? —llegaron a un espacio, que era bastante amplio, que parecía un gimnasio por la caminadora y bicicleta que había en un extremo, así como el saco de boxeo y otras máquinas—. Este lugar está increíble.

     —Sí. Creo que el cliente se dedicaba al fisicoculturismo o algo así—el peliverde se soltó para animarse a pasear un poco por el lugar.

     —¿Por qué no vives aquí con Goku? Él estaría encantado en este lugar.

     —Lo hablamos primero. Pero dijo que estaría más cómodo con un lugar más pequeño. Yo también, siento que es un lugar muy enorme, considerando que de momentos pasamos hasta días sin vernos. Momentos de soledad en una casa grande no es tan agradable…

     —Comprendo… Además, a Goku no le gustan mucho los lugares así de “serios”. Te pintaría las paredes con crayones para darles color—el Saiyan rio—. ¿Qué dices?

     —¿Sobre qué?

     —Una batalla—dejó su vaso sobre una superficie, colocándose en pose de batalla.

     —Granola, no puedes apoyarte.

    —¿Qué? ¿Temes que aun así te patee el trasero? —el Saiyan sonrió, dejando su vaso también en un lugar estable. Se quitó aquella chamarra, colocándose en pose de pelea, una muy diferente a la del más alto.

    —Te dejaré el primer movimiento, por tu pie.

    —Bueno, si eso quieres…

    Granola se acercó, dando un puñetazo que el Saiyan pudo esquivar. Vegeta le dio un golpe en el costado, el cual fue contraatacado con uno en el abdomen justo en el centro. Aunque no podía apoyarse bien, el peliverde estaba dándole una buena batalla.

     —¡Ay! —su pie al tocar el suelo flaqueó por el dolor. Vegeta se acercó, abrazándolo del torso para sostenerlo—. Pésimo momento para eso. Hubiera sido más divertido sin este inconveniente.

     —Aun así, de verdad me golpeaste fuerte—el peliverde alzó su cabeza para sonreír con orgullo—. Tengo que volver a entrenar si quiero darte frente.

     —Más te vale, quiero pelear contigo—el Saiyan sonrió también, colocándose en su costado para seguir sosteniéndolo.

    —¿Vamos al patio?

    —Sí, me gustaría.

    Lo siguió encaminando, para llegar al jardín lateral, que estaba muy oculto a cualquiera que pasara por fuera. El peliverde miró maravillado el espacio que sólo tenía un árbol grande, donde había un espacio amplio de tierra negra sin nada encima.

     —Se ve fértil—se soltó del Saiyan y dio saltitos hacia ese lugar, arrodillándose para revisar la tierra, incluso pasando sus dedos encima—. Es un desperdicio que no usen este espacio. Podrías tener cosas increíbles aquí.

    —¿De verdad? —se acercó, sintiendo un poco de ternura por la fascinación que mostraba el peliverde.

     —Sí —se levantó y volteó, mostrándole su mano—. Hay muchas lombrices.

     —¿Eh? —retrocedió un par de pasos—. A-aleja eso de mí.

     —¿Qué? —sonrió—. Sólo es una lombriz pequeña, ¿ves? —la estiró de un extremo, notándose cómo se removía y giraba en el aire.

     —Aleja eso—dejó los vasos sobre la mesa de jardín que había ahí y cubrió su boca con su mano—. Me dan mucho asco.

     —¿En serio? —pero el otro seguía dándole la espalda—. Ay, Vegeta…—empezó a reír, volviendo a arrodillarse para dejarla en su lugar.

     —Lávate las manos—se acercó a una manguera, para abrir la llave y que se enjuagara, además de pasarle un jabón que tenían cerca de ahí.

     —Sí, claro—se enjuagó, riendo todavía del rostro azulado del más bajo—. ¿Por qué no te gustan? Son inofensivas.

     —Me producen demasiado asco—cerró la llave, colocando la manguera en su lugar. Granola secó sus manos en su propia playera.

     —Eso jamás lo habría esperado de ti—dio saltitos hasta la mesa, para sentarse en una de las sillas que estaban ahí.

     —Sí, sí…—se sentó a su lado, para seguir comiendo el helado, que ya estaba un poco derretido en la parte superficial.

     —No volveré a molestarte con eso—comentó, metiendo aquella cuchara con un gran bocado de helado en su boca—. Es muy tranquilo este lugar.

     —Sí, muy silencioso, aunque esté cerca del centro—apoyó su cabeza en su puño, mientras seguía comiendo—. Hace mucho que no venía aquí. Casi dos años…

     —¿Tú no visitas a tu familia en vacaciones?

     —¿Eh? —miró al más alto, que sólo comía mirando hacia la copa del árbol, como si tratara de apreciarlo—. Trabajan mucho. Y, bueno, viajan seguido llevándose a mi hermano.

     —¿Hermano? —volteó a verlo, sorprendido—. ¿Tienes un hermano?

     —Sí… Tiene catorce años.

     —Vaya, significa que es muy pequeño…—el Saiyan asintió—. ¿No te llevas bien con tu familia?

    —No es eso, es sólo que sobrepienso mucho las cosas cuando estoy con ellos. Eso es todo.

     —¿Sobrepensar? ¿Qué cosa?

     —El cómo se formó nuestra familia.

     —¿Quieres hablarlo?

     —No hay mucho qué decir…—revolvió el contenido de su vaso, el cual ya estaba líquido de tanto jugar con él—. Bueno, mi familia no fue tan planeada como hubiera preferido—miró al cielo—. Mi padre es alfa, mamá omega, ambos dominantes. Trabajaban juntos y, por lo que me contaron, de vez en cuando sí coqueteaban, pero no se habían acercado para salir por primera vez. Pero un día ambos tuvieron su celo al mismo tiempo, y papá la marcó, vinculándose para siempre. Por si fuera poco, quedó embarazada.

     —Vaya, eso sí es algo complejo.

     —Digamos que, al estar vinculados, decidieron conocerse más, sobre todo por el embarazo. Con el tiempo se agradaron demasiado, se enamoraron y se dieron cuenta de que de verdad son felices el uno con el otro. Nací, se casaron y siete años después decidieron tener otro hijo.

     —Han pasado muchos años, y ahora están muy bien. ¿Cuál es el problema? —pero el otro no lo veía, sólo seguía con sus ojos enfocando su vaso—. ¿Sientes culpa?

     —¿Qué? No, no es eso.

     —¿Tienes miedo de cometer los mismos pasos? —la manera en que frunció sus labios le dio la razón—. Vegeta, no te sientas mal por ellos—extendió su mano, para tomar la suya—. Si están bien ahora, no te culpes ni te sientas mal… Enfócate en la bonita familia que ahora son—el más bajo lo miró—. Eres buena persona. Independientemente de que seas alfa, y de lo que conlleva serlo, de verdad eres bueno. No creo que seas capaz de algún día hacer algo indebido. Te lo dije una vez, y te lo vuelvo a decir.

     —Granola…—sonrió—. Gracias.

     —No te agobies por cosas que no han pasado y que nunca harías—Vegeta ensanchó su sonrisa.

     —A pesar de todo lo que vivió, él tiene un gran corazón…—miró aquellos ojos bicolor que lo veían con serenidad—. Es un chico increíble.

     —¿Qué? —preguntó, con una sonrisilla algo apenada ante la insistente mirada del chico.

     —No, nada… No te lo había dicho, pero me gustan mucho tus ojos. Eres la primera persona con heterocromía que conozco. Son muy lindos.

     —¿En serio? —rascó su nuca, desviando la mirada. En sus mejillas se divisaba un tenue rubor ante las palabras del otro.

     —Sí… Perdona que te mire mucho, es que de verdad es algo muy inusual para mí.

     —No, no hay problema—la tensión se acumuló entre ambos ante ese silencio.

     —Ehm… Tú… ¿Quieres hacer algo?

    —¿Mhg? —volteó, sus mejillas todavía estaban sonrosadas—. No he pensado en nada. C-creí que sólo iríamos por el helado y ya.

     —Oh… está bien…—se miraron unos instantes. Sus rostros, si bien no estaban cercanos, sí estaban en una posición donde se podían ver perfectamente.

      Vegeta acercó su silla solo un poco, ambos desviando sus miradas. Sus hombros se tocaban, pero no volteaban a verse, sólo miraban al frente mientras comían en un tenso silencio. Terminó su helado, colocando el vaso sobre la mesa, girándose sólo un poco para poder extender su brazo.

     El peliverde volteó en ese instante, volviendo a verse ambos. Sus ojos claros enfocaban aquel par de orbes negros, de una manera algo tímida, avergonzada. Ambos alternaron sus miradas entre sus ojos y labios, acercándose lentamente, combinándose poco a poco sus respiraciones.

     Sus labios se tocaron, muy leve. Un suave roce que duró sólo un instante, quedándose todavía muy cerca uno del otro, incapaces de profundizar el contacto.

     —Es mi celular—se separó, sacando su teléfono rápido. Ambos tenían sus mejillas sonrojadas, por lo que se evitaron las miradas—. Kakarotto, ¿pasa algo?

     —¡Hola, Vegeta! —como el Saiyan lo colocó en altavoz, aquella voz del Son fue audible para el peliverde—. ¿Vendrás a dormir hoy?

     —Yo…—dirigió una mirada a Granola, quien, con su rostro todavía enrojecido, sólo giró su cabeza—. Tal vez.

     —Es que quería contarte algo—oyeron cómo el Son comía algo crocante, posiblemente frituras—. Milk y yo fuimos al gimnasio principal de la ciudad, y vimos un letrero. Organizarán un torneo de artes marciales, será mixto, y vamos a participar los dos. Al final sólo escogerán dieciséis peleadores, que combatirán uno a uno para ir descartando gente… ¡Será fabuloso!

     —Suena genial, si ustedes compiten quizá consigan uno de los primeros lugares.

     —En realidad, quería hablarlo contigo, porque Milk dijo que sería divertido si los cuatro postulamos. Creo que a Granola le gustaría participar, también le llamaré para decirle. Como el primer premio lo patrocina Mister Satán, será de un millón de yenes—el peliverde volteó, acercándose al teléfono.

     —¿Un millón de yenes? —repitió el de ojos claros—. ¿De verdad?

     —¡Sí, Granola! El segundo lugar es medio millón, y el tercer lugar creo que era un viaje para dos personas… La verdad, es muy tentador todo, por eso queremos participar. Estaría genial que participáramos todos.

     —Sí, de verdad son buenos premios…—sonrió de medio lado—. Vendría bien eso…

     —¡Lo sé! El torneo será en dos semanas. El registro es en línea, y está en la página oficial de Mister Satán. Ahí se hará la selección mediante una máquina, ¡como la de la feria que mide tu nivel con un golpe! Y será una sola oportunidad para tratar de quedar seleccionado entre los mejores dieciséis.

     —Para dos semanas, mi tobillo estará bien—dijo mirando al Saiyan, quien asintió—. Gracias por la información, Goku.

     —De nada…—duró sólo unos instantes en silencio—. ¿Están juntos?

     —¿Qué? —preguntó el Saiyan, ambos mirando el teléfono donde se marcaba todavía la llamada en curso.

     —Vegeta, ¿no fuiste a casa por estar con Granola?

     —No es lo que piensas, Kakarotto.

     —Así es. Me lastimé el tobillo y él me ha estado ayudando…—agregó el peliverde.

     —Jeje.. Adiós.

     Y, antes de poder replicar, el Son les colgó. Miraron la pantalla del celular, quedándoseles sus palabras en la boca. Ambos soltaron aire, recargándose en las sillas.

     —Llegando a casa molestará con eso—comentó, dejando su celular sobre la mesa.

     —No vayas esta noche. Mañana seguro se le olvida—el Saiyan lo miró.

     —¿Quieres que estemos juntos otra noche? —el más alto giró su cabeza para enfocarlo.

     —¿Quieres volver a casa y escucharlo?

     —La verdad, no… Con suerte esta mañana que fui a ducharme no estaba.

     —Te ves fastidiado.

     —Kakarotto es como un niño pequeño. Tiene demasiada energía, no puedo seguirle siempre el ritmo—el peliverde rio bajito.

     —Envíalo conmigo unos días, para que tengas tiempo para ti.

     —¿Crees que podrás aguantarlo?

     —Pude sobrellevar la noche donde estaba enfermo. Creo que podré con esto…

     —Tienes tu tobillo lastimado, y no estás a tu cien por ciento. Te dejaré descansar unos días más… Pero después te lo enviaré varios días de la semana—consiguió que el otro riera.

     —¿Me tocará a mí los eventos escolares o tú irás a verlo?

     —Depende. Si tiene que llevar disfraz para un festival prometo conseguírselo para ir ambos a verlo bailar. A los reportes por mala conducta te toca a ti.

     Ambos comenzaron a reír por esa “broma” donde jugaban sobre su relación con el Son, donde ellos serían como los padres de Goku. El peliverde lo miró unos instantes, donde Vegeta reía entrecerrando un poco sus ojos.

    —¿Así lo imaginas? —el otro lo miró, confundido—. Una familia.

     —Ah, eso… —rascó su nuca, mirando al cielo—. Pues… No es como si pensara en eso a un corto plazo…

     —¿Es por tu manera de ver lo de tus padres?

     —En parte es eso. Muchas veces, por la manera en que me repelen las feromonas, sentí que no llegaría el día en que me acostumbrara a alguien. Incluso consideré que sería mejor salir con alguien beta, sólo por eso—volteó a verlo—. Y, bueno, chico alfa más chico beta no da hijos.

     —¿No quieres un mini Vegeta rayando tus paredes, destrozando tus libros y ensuciando toda tu casa?

     —Ya tengo uno de esos que se llama Kakarotto y tiene veintiún años, gracias—el de ojos claros soltó una carcajada—. Tú… ¿Sí has pensado en eso para un futuro?

     —¿Eh? —su sonrisa se fue desvaneciendo conforme bajaba la mirada—. Es complicado siendo omega. No me niego a la posibilidad en un futuro, pero…

     —¿Pero?

     —Vegeta, ya te conté. Hasta hace dos años todavía contemplaba el suicidio como una opción —miró al cielo—. Aunque tengo mucho tiempo sin pensarlo, y desde hace tanto que deseché esa idea, no creo que pensar en formar una familia en un futuro sea lo ideal para mí en estos momentos.

     —¿Y eso?

     —Creo que en estos momentos todavía no me siento cien por ciento listo para salir al mundo. Quiero arreglar todos mis asuntos pendientes, y ya no sufrir tanto la muerte de mamá y del abuelo, antes de planear algo así.

     —Eso es demasiado maduro de tu parte—se estiró un poco—. Al menos estás abierto a la posibilidad.

     —Eso último sonó a una propuesta—comentó riéndose, consiguiendo un ligero rubor en las mejillas del Saiyan—. Diez años, tal vez. Me gustaría hacer un posgrado, y ser investigador antes de algo así.

     —¿Un posgrado?

     —Sí… En la ciudad del Norte, en la universidad donde estudiaba, no había muchas opciones. Por eso pedí un cambio, y no revalidé todas mis materias. Muchas de ellas en esta facultad tienen laboratorios que quiero llevar, contrario a la otra escuela.

      —¿Entonces te retrasarás para poder llevarlas nuevamente?

     —Sí. Terminaré en dos años la carrera, pero valdrá la pena—cerró sus ojos a la vez que sonreía—. Y ya después veré si puedo postular para la maestría.

     —No conozco muchas personas tan apasionadas por su carrera. La mayoría quiere graduarse y no ejercer.

      —Cuando era pequeño, siempre fui muy unido a mi abuelo Monite. Y verlo tan apasionado cuidando cada una de sus plantas, verlo registrando cada cosa que aprendía y veía… De verdad me mostró algo que ahora disfruto demasiado.

     —Te ves muy animado cuando hablas de eso—el más alto lo miró—. Se ve que es lo que te hace feliz.

     —Me gusta la naturaleza, eso es todo—terminó su helado ya derretido y dejó el vaso con el del Saiyan—. ¿Y tú?

     —Soy más de encerrarme en lugares serios, aunque sí sé apreciar los lugares así—se acomodó mejor, viendo al cielo—. Estoy estudiando administración. Y empecé prácticas este mes, por ahora sólo hago pocas cosas, pero regresando a clases iré presencial a la empresa… Quiero ganarme un puesto, no sólo llegar por ser familia.

     —Ya veo…—se acomodó, también mirando al cielo—. Está a nada de empezar a llover.

     —Sí, además ventea demasiado—se estiró un poco—. ¿Quieres un bocadillo?

      —Tal vez… ¿Qué se te antoja?

     —No sé… Una hamburguesa, o pollo frito…

     —Hamburguesa y papas fritas con pimienta—Vegeta sonrió—. Y aderezo de queso y jalapeño.

      —Es bueno verte animado. Estabas muy decaído—lo ayudó a levantarse y lo sostuvo fuerte, yendo despacio hacia la salida.

     —Ya estoy listo para volver a golpear imbéciles—el Saiyan rio.

     —Eso ya es señal de que estás mejor—salieron, cerró con cuidado y lo llevó al auto.

     —Me siento increíble—estiró un poco sus brazos antes de mirar al Saiyan, quien iba conduciendo ya—. ¿Tienes perforada la oreja?

    —¿Eh? —le dirigió una mirada rápida—. A veces me pongo un arcillo en la parte alta. Pero últimamente lo he dejado en casa. Por eso ahora sólo uso uno muy pequeño.

     —Imagino que te lo quitarás ahora que hagas tus prácticas.

     —Sí. De ahora en adelante tocará seguir con un porte serio—estiró un poco su cuello—. Pero en casa, o vacaciones, suelo usarlo.

     —Se ve lindo—Vegeta dio una mirada leve—. Te ves bien.

     —Gracias—empuñó con ambas manos el volante, sintiendo que sus mejillas se calentaban—. Granola tiene sus feromonas alzadas. Se supone que ya debería tenerlas estables… ¿será que lo hace a propósito?

     —¿Sí participarás en el torneo, Vegeta?

     —Creo que sí. Aunque tendré que entrenar estos días.

    —Es una pena que mi tobillo esté lastimado. Hubiera entrenado bastante… Supongo que ejercitaré mis brazos con pesas o algo así…

     —Esta vez ten cuidado.

     —Sí, ya no te golpearé… a no ser que nos toque una batalla el día del torneo.

     —Para ese momento te daré buena batalla. Ya verás…—el peliverde sonrió—. ¿Sólo quieres eso? ¿Una hamburguesa con papas, y un aderezo extra?

     —Sí, con eso estoy bien—el Saiyan se acercó a la bocina, para hacer su pedido—. Soda de manzana.

     —Claro, lo añadiré—agregó la última petición del chico y esperó para avanzar hasta la ventanilla—. Ya está chispeando.

      —¿Puedes conducir hasta mi departamento? Es el más cercano.

     —No estoy seguro. Podemos volver a la casa, está más cerca…

     —Está bien. Está lloviendo más fuerte.

     Recogió el pedido y siguió conduciendo, conforme la cortina de agua iba aumentando de intensidad. Iba despacio, evitando aumentar la velocidad para prevenir un accidente, hasta que por fin pudo frenar frente a la casa, delante de la cochera.

     —No tengo la llave con el control remoto—comentó, revisando su llavero—. No sé si tengo un paraguas en la parte de atrás.

     —¿Y si comemos aquí adentro? —el Saiyan lo miró—. Para que no te resfríes al salir.

     —Oh… Bueno, está bien… Creí que te sería incómodo—movió su asiento, haciéndolo un poco más hacia atrás para no incomodarse con el volante.

     —¿Cómo se hace eso? —preguntó, buscando en algún costado del asiento una palanca o jaladera.

     —Permíteme…—se acercó, colocando su mano en la parte inferior del asiento, en el centro adelante, inclinándose demasiado hacia él—. Ya.

     —Gracias—abrieron la bolsa y sacaron todos los empaques, para poder empezar a comer ahí adentro. Ambos procuraron girarse un poco en sus asientos para verse de frente, teniendo las cosas repartidas en el tablero y el espacio intermedio entre los asientos.

     —Tenía mucha hambre.

     —¿Eres de buen apetito?

     —Sí. Por eso el plato de verduras no me llenó—Granola bebió un poco de su soda, antes de volver a meter varias papas en su boca—. ¿No sueles comer mucha comida así?

     —¿Mh? —alzó su mirada—. La verdad, no. Donde antes vivía no había muchos locales así. Con mi abuelo me acostumbré demasiado a la comida casera.

      —¿Cocinas?

     —Y bastante bien—le guiñó un ojo, antes de reír bajito y seguir comiendo, sin notar que Vegeta mostraba sus mejillas ligeramente sonrojadas—. Algún día te invitaré.

      —Sí, me gustaría…—Granola alzó la mirada, antes de volver a desviarla con sus mejillas sonrojadas.

     —Oye, Vegeta…—removió el líquido en su vaso con el popote—. Entonces… ¿no sales con nadie actualmente?

       —Tengo años sin salir con alguien. Ni siquiera algo casual… ¿Y tú?

     —También, tengo demasiado sin salir con alguien…—miró por la ventana, viendo las gotas cayendo con mayor intensidad, formando una cortina que le impedía ver metros más adelante, tanto por el agua como con una pequeña neblina.

     —Bueno, todo a su tiempo—abrió un paquetito que tenía adentro lo que parecía un pequeño pan de hojaldre relleno—. ¿Quieres? Es pay de manzana.

     —Sí, gracias—trozó la mitad, para comer despacio, evitando la mirada del chico, centrándose en su entorno—. ¿Sabes, Vegeta? Me agradas mucho.

     —¿Eh? —volteó a mirarlo, pero Granola seguía viendo por la ventana—. Tú también me agradas.

      —Aquella noche… Cuando tú me llevaste a casa y… te pedí que lo hicieras—hizo un largo silencio, todavía evitando el rostro del Saiyan—. No fue por mi estado, sino que eres la única persona en ese momento que no me molestaría que lo hiciera.

     —¿Eso…? —se le quedó mirando, Granola seguía comiendo, pero mirando a través de la ventana cómo caía la lluvia—. Aunque me hayas dicho que sí en ese momento, sabía que no era uno consciente. Habías bebido y estabas en celo.

     —Sí, bueno… En realidad, no había bebido tanto. Sólo un trago, antes de que esos imbéciles me sacaran a rastras.

      —Aun así… Además, habíamos estado distanciados—el peliverde volteó a verlo.

     —Vegeta, ¿por qué tomaste distancia? La habíamos pasado bien… ¿no?

     —Sí, pero… —miró con detenimiento el volante, evitando los ojos que lo veían con insistencia—. Creí que era lo mejor. Me molestaba demasiado ver que cada cinco minutos creías lo peor de mí—lo miró—. Aunque ahora entiendo por qué lo hacías.

     —Lo siento—sus mejillas estaban algo ruborizadas.

     —Está bien, no hay problema—Granola volvió a verlo—. Diablos, se ve adorable…

     —Eres buena persona, Vegeta—bajó la mirada, jugando un poco con sus dedos—. En serio me agradas.

     —¿Esto…? —alternó su mirada entre ojos y labios, dándose cuenta de la expresión del chico, una bastante apenada—. Gracias.

     —¿Gracias? —rio bajito, antes de terminar de beber de su soda.

      —Kakarotto no le ha dicho a Milk que tú y yo no salimos. Ella nos invitó a que visitemos el restaurante de su familia, dijo que nos apartaría una mesa si vamos.

     —Antes de que caiga la mentira, ¿te gustaría ir?

     —¿Sabes que ella nos apartará un espacio con ambiente para pareja?

      —No me molestaría… ¿Y a ti?

     —¿Eh? —tragó saliva—. No, la verdad no me molestaría

     —Después del torneo… ¿te gustaría ir?

     —Claro, me gustaría que fuéramos juntos—bajó un poco la ventana para que entrara algo de aire, permitiendo ventilar adentro del auto donde se había encerrado el aroma de la comida—. ¿Entonces qué harás estos días?

     —Quisiera entrenar un poco, al menos para no perder toda mi condición física.

     —¿Ocuparás ayuda?

     —No creo. Ya me siento con suficiente energía y fuerza para moverme solo en casa—estiró un poco sus brazos—. Aunque, si decides quedarte más tiempo en mi casa, podríamos entrenar juntos.

     —¿Quieres usarme de saco de boxeo? —consiguió sacarle una sonrisa—. No sé si sea buen compañero de entrenamiento. En serio ha sido mucho tiempo sin entrenar.

      —Me gustaría verte en tu máximo el día del torneo. Sería divertido que nos toque una batalla—se recargó contra el asiento, para mirarlo—. Entrena mucho, ¿de acuerdo?

     —Lo haré… Y tú ten cuidado, no te sobreesfuerces para que no te lastimes más.

     —Sí—levantó una papa para llevársela a la boca, todavía quedaban algunos extras del pedido—. Gracias por todo.

     —No… no es nada—se asomó por la ventana—. Conduciré hasta tu apartamento, sigue lloviendo fuerte, pero es mejor antes de que sigan encharcándose las calles.

     —Sí, está bien—comenzó a limpiar un poco, metiendo la basura en la bolsa y quitando las cosas del tablero.

     —Cuando quieras, podemos volver a venir. Noté que te gustó el jardín.

     —Es un lugar tranquilo. Me gustaría volver—se acomodó en el asiento, reclinándolo un poco más—. Me dio sueño, comí demasiado.

     —Si quieres duérmete. Te despierto cuando lleguemos.

     —¿Estás seguro? —el Saiyan asintió—. ¿No te sentirás mal?

     —No, adelante… ¿Pongo música?

     —Una canción tranquila, estaría bien—el mayor encendió el estéreo para buscar en la lista de reproducción alguna melodía.

     —Amo esta canción.

     —Es buena—cerró sus ojos—. Es la que bailaste con la chica en el antro.

     —¿Todavía lo recuerdas? —preguntó, girando el volante y aprovechando ese instante para darle una miradita rápida.

     —Sonará bobo, pero en ese momento creí que querrías invitarme.

     —¿Qué dijo? —miró discretamente al chico, que seguía con sus ojos cerrados, bostezando—. Si te hubiera invitado, ¿me habrías aceptado?

     —¿Te digo la verdad? —frenó en un semáforo, así que aprovechó para mirarlo—. Sí hubiera aceptado.

     —¿En serio?

     —Sí—volvió a bostezar, volviendo a acurrucarse en el asiento.

     —Entonces, cuando volteó a verme, ¿esperaba que lo invitara? —al notarlo más tranquilo e inmóvil, decidió no molestarlo más y siguió conduciendo, yendo muy lento por el pavimento mojado. Y, ¿por qué no? Admitir que quería prolongar un poco más su compañía con el más alto.

      Fueron largos minutos donde iba despacio, escuchando únicamente el sonido de la lluvia combinado con el volumen bajo de la música, y percibiendo un olor de aquella comida que degustaron siendo opacado por el dulce aroma de la esencia de Granola, que era un suave toque meloso.

     —Huele a manzana…—pensó, estacionando el auto. Se le quedó viendo unos instantes, notando la respiración relajada que tenía—. ¿Y si libero mis feromonas? —su esencia llenó el auto en cuestión de segundos—. Se está volviendo a acomodar en su lugar, de verdad está relajado—subió su mano, para tocar despacio el cabello del peliverde—. Granola huele muy dulce.

     —¿Mgh? —abrió despacio sus ojos, encontrándose con la mano del Saiyan en su cabello—. ¿Qué?

     —Ya llegamos—el otro se volvió a remover en el asiento—. Vamos, te llevaré —salió para rodear y abrir su puerta. Granola seguía acurrucado en su lugar—. De verdad se ve relajado… Granola, despierta. Ya llegamos.

     —Qué fastidioso eres—se quitó el cinturón y talló sus ojos, después removió su cabello. Vegeta metió sus manos debajo de los del más alto, para estirarlo un poco e incentivarlo a levantarse—. Qué molesto, Saiyan.

     —Ya, ya… Anda, para que puedas dormir—cerró la puerta cuando por fin consiguió que se pusiera de pie y lo ayudó a caminar, tanto por su dificultad para pisar como por el adormecimiento del de ojos bicolor.

     —Estaba demasiado cómodo—apoyó su cabeza contra la del Saiyan, aprovechando que tenía su brazo rodeando los hombros del más bajo—. ¿Sabes? Hueles a bosque.

     —¿Bosque? —repitió, saliendo ambos del elevador.

     —Sí. Un olor similar al de madera combinada con pino.

     —¿Y te gusta? —preguntó, mirándolo discretamente. El chico se detuvo, soltó aire y se libró de su agarre, para abrir la puerta—. Lo siento, no…

     —¿Quieres dejar de disculparte cada cinco minutos? —se adentró con saltitos, haciéndose a un lado para que el otro también entrara—. Saiyan.

     —Granola…

     —Vegeta…—rascó su nuca, desviando la mirada. Sus mejillas estaban un poco coloradas mientras evitaba verlo—. Sí. Sí me gusta tu olor, sí creo que eres guapo. No, no me molestó compartir tiempo contigo. No me molestó que pasaras la noche aquí, y no me molestaría que volvieras a estar aquí otra vez.

     —Entiendo…—rascó también su cabeza, viendo hacia un costado.

     —Dudo que en verdad lo entiendas—comentó, antes de comenzar a dar saltitos hacia su habitación.

     —Oye, ten cuidado. Te vas a lastimar—se acercó, volviendo a acomodarse debajo de su brazo—. Eres necio.

     —Y tú molesto.

     —Eres muy terco.

     —Y tú de momentos muy idiota—el mayor le dirigió una mirada con su ceño fruncido, la cual devolvió con el mismo gesto—. Vegeta, de verdad eres fastidioso en instantes.

     —Granola, eres muy antipático en los mejores momentos.

     —Me molesta que no entiendas a veces lo que quiero decirte.

     —Y a mí me molesta que no seas lo suficientemente claro.

     —Tsk…—soltó aire, sentándose en la orilla de la cama y viéndolo fijamente, con sus brazos cruzados—. Vegeta, me gusta pasar tiempo contigo. De verdad me agradas. Es eso.

     —Granola, tú también me agradas—se sentó a su lado—. No quiero estar discutiendo cada cinco minutos contigo por cosas sin sentido—sintió la cabeza del chico apoyarse en su hombro—. Tu olor es de manzana.

     —¿Manzana?

     —Sí, es dulce—subió su mano hasta su cabeza, para enredar sus dedos en su cabello—. Es muy agradable tu esencia.

      —¿Tanto te gusta? —jugueteó, liberando más feromonas.

     —Llevaba mucho tiempo sin sentirme cómodo con el aroma de alguien—susurró, volteando hacia él y olfateando un poco su cabellera—. Las manzanas son mi fruta favorita, en realidad.

     —Eso explica el pay de manzana de hace rato—subió su cabeza, para olfatear su cuello—. Cuando estaba en segundo semestre, abrieron espacios para ir de excursión a un bosque en las afueras de la ciudad. Pero lo cancelaron dos días antes sin darnos explicación. Aun así, yo me animé a ir a explorar solo.

     —¿Y qué pasó?

     —Hubo lluvias intensas, y tuve que volver de emergencia. Había unas cabañas cerca, y ahí me auxiliaron. Tenía raspones y un tobillo con esguince. Me quedé en las cabañas, no podía regresar porque las carreteras eran peligrosas.

     —¿Todo porque querías ir?

     —Valió la pena. Era un lugar pacífico, y estando ahí, aunque sólo podía ver por las ventanas, me sentí tranquilo. Amo la naturaleza—respiró hondo, muy cerca de él—. Me recuerdas a ese lugar.

     —¿En serio? —el peliverde asintió, mirándolo a los ojos—. Granola está demasiado cerca.

     —¿Pasarás la noche aquí?

    —Yo…—tragó saliva, acercándose a su rostro—. Quiero besarlo…—se detuvo a unos centímetros, pero seguía enfocándose en sus ojos, que lo veían atento, con una miradita que sentía algo coqueta—. Diablos, ¡concéntrate, imbécil!

     —Vegeta…—se acercó más, bajando su mirada a los labios del más bajo—. ¿Te quedas esta noche?

     —Quisiera, pero…—acortó más la distancia, sintiendo que su respiración ya se mezclaba con la del más alto—. En serio quisiera hacerlo…—el otro se acercó más, así que cerró sus ojos. Sentía que esos labios se rozaban muy poco, casi nada—. Pero…

     —¿Sí? —Vegeta sentía aquel vaporcito tan cerca cuando el peliverde habló.

     —Pero… No es correcto que lo bese, pero está tan cerca…

    —¿Pero?

     —Pero… —se separó y soltó aire, girando su cabeza y alborotando un poco su cabello, evitando su mirada—. Debo ir a casa, quiero ver que todo siga en orden, y…—el otro volvió a acercarse un poco—. Granola…

     —Claro—se detuvo y volvió a hacerse hacia atrás, desviando la mirada—. Está bien. Después de todo, dos días tal vez sí serían mucho.

     —Granola, ¿quieres tú que me quede?

     —Vegeta…—encogió sus piernas para abrazarlas, todavía mirando al mayor—. Me gusta tu compañía.

     —Etto…—retrocedió un poco, pero al estar en la orilla cayó al suelo—.  ¡Ouch!

     —¿Qué rayos…? —comenzó a reír bajito—. ¿Tan nervioso te pongo?

    —Cállate—ordenó, sintiendo vergüenza de la pequeña burla del peliverde.

     —¿O qué harás? —preguntó entre pequeñas risitas. Granola tenía sus mejillas ruborizadas ante la situación. Pero no dejaba de reír, pese a las insistencias del más bajo por que se callara. Vegeta sentía bastante pena de eso, su cara ya estaba roja de la vergüenza.

     —Oye…—se incorporó, apoyándose con el colchón—. Me odiaré por esto, va en contra de todo lo que pienso, pero…—tomó el mentón del chico para levantarle el rostro, el cual todavía se veía risueño.

     Tragó saliva para armarse de valor y unió sus labios con los del peliverde. Sólo fue un toque, ni siquiera se animó a mover sus labios. Sólo fue un contacto leve, donde sólo aplicó presión contra los labios de ese muchacho.

      Granola se percibía completamente sorprendido ante lo inesperado del tacto, su rostro estaba totalmente enrojecido y sus cejas incluso se habían alzado. El Saiyan también tenía un sonrojo, el cual trató de disimular tapando su boca con su puño.

      —Eso…—el pelinegro se levantó, rascó su nuca y desvió la mirada.

     —Me iré a casa, mandaré a Kakarotto con algunas cosas para que tengas en la nevera y puedas soportar hasta cuando puedas volver a hacer las compras solo—su mano fue tomada por el chico peliverde.

     —No besas así, ¿cierto? —Vegeta se confundió ante la pregunta. Ante el pequeño tironcito se sentó nuevamente en la orilla de la cama—. Sólo uno…

    —¿Estás seguro de que…?

     —Ay, por Kamisama. Hablas demasiado—acortó la distancia entre ellos y unió nuevamente sus labios, esta vez tomando un poco de iniciativa.

      Su movimiento era bastante lento, apenas quitándose la vergüenza de hacer eso con el Saiyan, Sintió a los pocos segundos que el mayor correspondía, por lo que se animó a subir sus manos a esa cabellera negra. Paseó sus dedos en ese pelo, era algo rígido pero sedoso, se mantenía firme en esa forma de flama.

     Se animó a delinear con su lengua la comisura de sus labios, sintiendo que Vegeta abría un poco su boca, para ser él quien concretara con un roce muy suave, donde sus lenguas sólo se tocaban de la punta en un movimiento dócil. Era un beso bastante agradable, contrario al rígido de hace unos instantes. ¡Joder! Conectaban tan bien en su movimiento, volviéndolo tan sexy e irresistible, bastante agradable.

      Empuñó sus manos, apretando entre sus dedos aquel cabello, inclinándose más hacia adelante, profundizando su contacto. Se separó un poco, todavía respirando el mismo oxígeno y sintiendo el vaporcito que salía de su boca.

     —Vegeta…

     —Granola…—susurró, antes de volver a inclinarse y besarlo otra vez, animándose esta vez a tocar sus hombros.

     Continuó besándolo, sintiendo que ese chico le correspondía. Su piel estaba tibia, y su olor cada vez penetraba más en su nariz. ¿Cómo pasó de besarlo para “callarlo”, a ahora estarse besando ambos de esa manera?

     Desde horas atrás habían tenido esa pequeña tensión entre ambos, donde se miraban mucho y estaban cerca el uno del otro. Bajó su mano un poco más, a sus brazos. Eran fuertes y tonificados, ¡con razón golpeaba tan bien! Esos brazos tenían una musculatura justa, en serio le gustaba.

     —Oye, Vegeta. Tus feromonas se sienten raras…

     Volvió a besarlo, bajando sus manos otro poco, pero a su espalda. De verdad era un chico fuerte y atractivo, Granola tenía una apariencia física imposible de ignorar. ¡Y ni hablar de su personalidad! Tan fuerte, tan firme en sus decisiones, protector de sus seres queridos…

      —¡Ouch! Oye, ¿cuál es tu problema? —se quejó, al sentir que su lengua era mordida por el peliverde.

      —Toma un supresor—el Saiyan se tensó al darse cuenta de su estado. Subió sus manos a sus mejillas, sintiéndolas calientes. Y ni hablar de su respiración, también se estaba volviendo más dificultosa—. Toma—comentó, abriendo su cajón de la mesita de noche y extendiéndole una laminilla con pastillas.

      —Claro—se levantó y fue a la cocina, para tomar un vaso con agua y poder tomar el medicamento—. Soy un imbécil. Idiota…—estiró un poco su cabello, sintiéndose frustrado—. Nunca haría algo malo, pero estaba tan centrado en que él me estaba correspondiendo en ese momento… Ni siquiera me di cuenta de que me estaban comenzando síntomas de celo…

     Se sostuvo con la barra, sintiendo una enorme culpabilidad. ¿En serio se había dejado llevar? Seguramente ahora ese chico pensaba lo peor por esa mala impresión que le dio. Considerando su pasado, quizá ahora ni siquiera querría verlo y…

     —¿Estás mejor? —oyó a sus espaldas. Volteó, y vio al peliverde caminando despacio, dando uno que otro saltito para llegar con él.

     —Sí, apenas eran síntomas leves. Ni siquiera estaba por empezar todavía—respondió, evitando su mirada—. Tomaré mis cosas, y me retiraré.

     —Sabes que lo entiendo, ¿verdad? —estiró la silla para poder sentarse—. Digo, tampoco es que sea tu culpa... Es más, yo soy irregular. No puedo opinar tanto de celos imprevistos, dado que a mí me pasa mucho eso.

     —Granola…—soltó aire y rascó su brazo con pena—. No quisiera hacer algo de lo que después pudiéramos arrepentirnos.

     —¿Besarnos es algo de lo que te vas a arrepentir?

     —No es eso…—bufó, volviendo a revolver su propio cabello.

     —Está bien…—se levantó y caminó a la nevera, para poder sacar un bocadillo—. Está bien si quieres eso. Respeto tu decisión.

     —Oye…

     —Vegeta, quiero que entrenes bien estos días—mencionó, todavía viendo en el interior del refrigerador—. En serio concéntrate en eso. Me gustaría que, si nos toca competir entre nosotros, me dejes ver tu máximo potencial.

     —¿Estás molesto? —el otro empezó a reír bajito, antes de sacar unos chocolates que tenía adentro, ofreciéndole al otro.

     —Somos amigos, ¿no? Sólo fue la tensión del momento, pero es lo correcto tomar esa distancia—metió uno en su boca—. Está bien.

     —No es contra ti, es que yo…

     —No necesitas decirlo. Tus motivos tendrás, y es válido—se acercó y extendió su mano—. Gracias por la ayuda de estos días. Y por la salida. Me divertí mucho.

     —Granola… No me malinterpretes. De verdad—tomó asiento, esperando que el otro también lo hiciera—. Es sólo que… Es difícil…—levantó la mirada—. No quiero ser la clase de imbécil que actúa por impulsos estúpidos y hace cosas que pudieran dañar a otro.

      —Vegeta…—soltó una risita antes de desviar la mirada—. Eso lo has demostrado demasiadas veces…—metió otro chocolate en su boca—. Y, como te lo había dicho. No creo que en algún punto seas capaz de algo malo.

     —Granola, yo no…

     —Qué fastidioso——comentó, girando los ojos—. Cállate ya, Saiyan.

     El más bajo soltó una risita al notar la expresión de ligero fastidio que él tenía. Borró su sonrisa lentamente, antes de mirar su vaso de agua. Soltó aire, sintiéndose incómodo de esa situación. Granola le gustaba, le parecía un chico increíble.

     Y precisamente por esa razón no podía permitirse continuar con él. ¿No es abuso estar ahí, accediendo a ese tipo de tacto, si él sí tenía un sentimiento o emoción guardada por el chico?

     —Iré a casa—se levantó, para después estirar sus brazos.

     —Claro…—se levantó para extender su mano—. Gracias por todo.

     —Nos vemos…

     Caminó despacio hasta ir con él a la puerta, siguiéndolo despacio. Vio que tomaba su sudadera para colocársela. Colocó su mano en su hombro, consiguiendo que se detuviera y volteara con él.

     —Vegeta, ¿te veré mañana?

     —No lo sé…—alzó su mirada—. ¿Quieres que venga?

     —No… déjalo así—se recargó en el marco de la puerta—. Avísame cuando llegues a casa, ¿de acuerdo? Para saber que llegaste bien.

     —¿Eh? —mordió su labio inferior—. ¿Cómo puede ser alguien tan amable después de todo lo que ha vivido?

     —Llovió algo fuerte, y las calles están mojadas. Es peligroso—el pelinegro sentía que se derretía ante la atención del chico—. Me sentiría más tranquilo si me avisas que no tuviste complicaciones.

    —Diablos…—estiró un poco su cuello, inclinándose hacia adelante, cerrando sus ojos al detenerse—. Debería irme a casa, pero quisiera…

     —¿Te quedas?

     Abrió sus ojos, topándose con la mirada insistente del chico. Granola lo veía fijamente, aquellos ojos bicolor se veían ligeramente preocupados en él, pero al mismo tiempo tenían un discreto brillito.

      —Pero…—el peliverde giró su mirada, chasqueando disimuladamente su lengua—. Se está molestando.

     —Entiendo, nos vemos otro día.

     —Granola…—alzó su mano sólo un poco, bajándola rápido—. Nos vemos—se dio media vuelta y salió del departamento. Esta vez sin interrupciones, esta vez sin mirar atrás. Esta vez sin querer tocar su mano.

     Bajó hasta el estacionamiento, subió a su auto y escondió su rostro en el volante. Estiró unos cuantos cabellos, sintiendo que la frustración en su persona era demasiada. Encendió el motor y puso su auto en marcha, yendo despacio ante la humedad del pavimento.

     —Diablos…—susurró al llegar a su edificio. Bajó y, tras cerciorarse de haber apagado las luces, fue al elevador, para poder llegar a su piso—. No debí besarlo… Pero Granola me correspondió, él quería que siguiera—cubrió su rostro con su mano—. Diablos, me siento un imbécil…

     Llegó a su puerta, abrió con pereza y se encontró al Son en la sala mirando una película. Tan sólo el menor lo enfocó, su rostro mostró una miradita burlona, un poco picaresca.

     —Creí que te quedarías con Granola—comentó, pero el más bajo sólo desvió la mirada para ir a su habitación—. ¿Veg?

     —Me iré a duchar.

     —Vegeta…—se levantó rápido, tratando de ir con él. Pero antes de alcanzarlo el mayor entró al baño—. ¿Estás bien?

     —Ajá…—habló desde adentro. En instantes se escuchó el agua de la regadera corriendo.

     —Vegeta, ¿estás seguro? —pero no recibió respuesta—. ¿Pasó algo malo?

     —Kakarotto, cierra la boca. Quiero una ducha tranquila.

    El Son soltó aire y se tiró sobre la cama, jugando con uno de sus mechones de cabello para entretenerse hasta que el Saiyan salió. Sólo llevaba una toalla amarrada en su cintura, mientras sacudía su cabellera mojada conforme salía.

     —¿No podrías haber esperado afuera?

     —¿Qué pasó? —el mayor caminó a su cajonera para sacar un bóxer y colocárselo, procurando seguir cubriéndose con la toalla. Cuando por fin se lo puso, la dejó caer al suelo para posteriormente colocarse un pants algo holgado—. Vegeta, no me ignores.

      —No pasó nada—estiró su cuello, para destensarse un poco—. Sólo… sólo estaba pensando en ir a casa antes de regresar a clases—desvió la mirada—. Quisiera pasar unos días allá.

     —¿Y eso? No te gusta ir con tu familia. ¿Por qué no traes a Tarble para que pase unos días aquí como la última vez?

     —Me tomaré unos días allá. Puedes ir con Granola, o traerlo aquí. Lo que sea.

     —Veg…—el más bajo se acercó a la cama, sólo para empezar a ordenar las sábanas, ignorando un poco al chico—. ¿Qué ocurre?    

     —Oye, Kakarotto… ¿Qué tanto sabes del pasado de Granola?

     —Oh…—notó inmediatamente la baja de ánimo del chico—. Sé que su familia falleció. Su mamá cuando él era niño, y su abuelo cuando tenía 18—se tiró sobre la cama con los brazos extendidos, desarreglando lo que recién había acomodado el pelinegro mayor—. Tuvo una larga temporada tomando terapia, se deprimió demasiado. Pero no le dijo a nadie, yo me enteré porque una vez fui a buscarlo a su casa y lo encontré muy mal. Tenía varios días sin ducharse, y estaba bastante decaído. Esa temporada me quedé en su casa, y me contó muchas cosas.

      >>De verdad jamás lo habría imaginado. Es alguien muy amable, muy atento. Siempre ayuda a todos… ¡Incluso estuvo de voluntario en las campañas de reforestación! Y antes iba de voluntario en algunas escuelas para mostrar experimentos de química con los niños.

     >>Por eso, cuando supe que había pasado por tantas cosas, pero aun así mostraba una sonrisa a sus amigos, y siempre era amable con todo mundo, no quise dejarlo solo. Es alguien tímido, y por eso a veces parece que es alguien grosero, pero sólo tiene algo de pena a veces y no sabe decir las cosas—miró al más bajo, que tenía su mirada fija en la almohada que mullía.

     —Sí, me contó algo de su familia…

     —¿En serio? Bueno, no suele hablarlo nunca. Supongo que te tomó mucha confianza—se colocó de costado, apoyando su cabeza en su puño—. Granola te tiene aprecio, Vegeta. Porque me cuidas mucho, y porque también cuidas de él.

     —Sí, me agrada algo.

     —Vegeta, Granola de verdad te tomó cariño—el otro frunció sus labios—. De hecho, siempre que me invitaba a un lugar después de entrenar, me preguntaba qué te gustaría para enviártelo. Pero como sé que no eres mucho de comer cosas de restaurantes le decía que no era necesario.

     —Kakarotto…—soltó aire—. Él… ¿sale con alguien ahora?

     —¿Por qué? ¿Te interesa? —recibió un almohadazo en la cara—. ¡Ouch! ¡Tonto Vegeta!

     —Olvídalo…

     —Eres muy malo conmigo—le devolvió el almohadazo, consiguiendo una mirada inquisitoria por parte de él—. Granola no sale con nadie—sobó su frente donde se notaba un poco enrojecido—. No sale con nadie porque no le gusta cualquier tipo de chico…—formó dibujos sobre la sábana con su dedo—. Ahora que lo pienso, tú tienes muchas de las características que le gustan.

     —¿Ah, sí?

     —Sí… De hecho, a Granola le agradas mucho Vegeta… ¿Y si lo invitas a salir? —el más bajo lo miró—. A decir verdad, no creo que te diga que no. Tal vez si lo intentan…

     —¿Sabes por qué terminó con su última pareja?

     —Mmm—miró al techo—. Me contó que discutían mucho, porque Granola, como es irregular, solía salir seguido de los lugares para tomar su medicamento. Y el chico lo malinterpretó, pero…

     —¿Pero?

     —Creo que en el fondo sentía que estaba sobrepasándose… ¿Cuál era la palabra que dijo? Mmm…—cerró sus ojos, antes de abrirlos con una mirada emocionada—. ¡Imponiéndose! Como si el chico se impusiera sobre él, como queriendo tomar tanto espacio de él. Así que se fastidió.

     —¿Entonces es eso?

      —Granola no es mucho de contacto físico. A mí me deja abrazarlo porque soy su favorito—sonrió al ver la emoción del menor—. No le gustaba que fuera muy empalagoso con él. Pero la verdad Granola es alguien muy cariñoso, pero no con cualquiera—se incorporó, abrazando la almohada—. ¿Estuviste con él estos días?

     —Tuvo un celo el día de la fiesta. Tuvo efectos secundarios muy fuertes, ni siquiera podía levantarse de la cama—el menor mostró una expresión preocupada.

     —¿Está bien? N-no me dijo nada, sólo me envió un mensaje de que llegó a su casa esa noche…

     —Seguro lo hizo para no preocuparte. Pero yo lo llevé a casa. Tuvo una pelea callejera, y en un mal movimiento se lastimó el tobillo. He estado ayudándolo estos días, de verdad estaba muy mal…

     —P-pero…

     —Está bien, es alguien fuerte—le estiró la mejilla fuertemente, consiguiendo que sonriera—. Muy testarudo, terco … Pero fuerte.

     —Jeje… Sabía que se llevarían bien. Los dos son igual de necios—el mayor lo miró con el ceño fruncido—. Y gruñones.

     —Hazte a un lado, necesito descansar—el Son se recorrió unos centímetros, haciéndole un espacio—. Mañana me iré desde temprano. Mantente atento, Granola puede tener una recaída en cualquier momento. Los efectos secundarios del medicamento pueden regresar.

     —Claro, Veg—se levantó para apagar las luces, volviendo a acostarse con el mayor—. Te inscribí a la competencia.

     —Que tú hiciste ¿qué?

     —Tenía miedo de que después te arrepintieras —se acercó a él, abrazándose a su espalda.

     —Kakarotto, ¡muévete! Hace calor.

    —No—aferró su agarre—. ¿Sabes, Vegeta? Me hace feliz ser tu amigo—el otro se volteó, para poder mirar al Son—. Quiero decir… Pasé un año sin hacer amigos por culpa de mi accidente cuando era niño y que estuve en el hospital mucho tiempo. Tal vez por eso me gusta hacer muchos amigos en todos lados—recibió una caricia en su cabeza—. Pero, a diferencia de mis demás amigos, tú siempre me has dejado estar contigo. Y eres muy bueno conmigo. Eres mi mejor amigo.

     —Cabeza hueca—le revolvió el cabello, consiguiendo sacarle una sonrisa—. También eres mi mejor amigo.

     —Por eso quiero tenerte allá… Si yo no llegara a clasificar, me sentiría satisfecho sabiendo que tú sí puedes hacer algo como eso—el pelinegro más bajo mordió su labio inferior.

     —Idiota…—volvió a alborotarle el flequillo con su mano, volviendo a obtener una sonrisa—. Anda, es tarde. Durmamos.

     —Sí—se volvió a acurrucar con él—. Descansa, Veg.

      —¿En serio no irás a tu cama?

     —No.

     —Kakarotto, ¿qué pretendes hacer ahora que ya conseguiste novia? ¿En serio esperas que siempre esté durmiendo contigo?

     —Ya, Veg. No seas tan gruñón—colocó su mano sobre la cabeza del Son, la que estaba en su pecho—. ¿Me traes pastelillos cuando regreses?

     —Ajá… Ya duérmete, estoy cansado.

     —Sí…—permaneció unos segundos en silencio antes de abrir los ojos nuevamente y mirarlo—. ¿Mañana qué vamos a desayunar?

      —No sé. Ya cállate—el menor volvió a acomodar su cabeza en su pecho.

     —Buenas noches, Vegeta…

    —Buenas noches…—soltó aire y se enfocó en el techo—. Diablos, siempre pasa algo entre Granola y yo que lo arruina todo…—recordó la manera en que aquel chico había tratado de acercarse más para que sus cuerpos se pegaran mientras se besaban—. Ni siquiera yo me había dado cuenta de que empezaron los síntomas.

     >>Sobre la manera en que me correspondió, ¿acaso yo le…? No, no puede ser—miró al Son, que ya lucía un poco más tranquilo, posiblemente ya estaba dormido—. Kakarotto dijo que a Granola no le gusta mucho el contacto físico, pero cuando me acerqué a abrazarlo, me correspondió. Y dejó de resistirse tanto cuando lo sostenía para que caminara. Incluso él tomaba la iniciativa y se acercaba.

    >>Ahora que lo pienso, su lesión ya es un poco más fácil de adaptarse. Estando en su departamento, vi que sabía cómo caminar sin apoyar tanto y lastimarse… ¿Él quería que sí me acercara? —pensó en la manera en que el chico había jugado con su bebida mientras preguntaba sobre sus relaciones actuales—. Si le pregunto si quiere salir conmigo, ¿aceptaría?

     Llevó cuidadosamente su mano a su cabeza, sintiéndose bastante frustrado. Se movió un poco, tratando de no molestar al chico que estaba contra él. Soltó aire discretamente y aferró un poco su agarre al Son.

     —Necesito pensarlo. Tenemos mucho en común, me llevo demasiado bien con él. Pero…—cerró los ojos—. Ni siquiera estoy seguro…—abrió los ojos, para ver nuevamente el techo oscuro—. No quisiera arruinarlo, y que resulte mal. No con él, no con alguien a quien seguiría viendo por otras circunstancias…

     >>Será mejor que tome distancia unos días, para poder aclarar mis pensamientos…—cerró los ojos, y sin querer pensó en el chico de ojos bicolor—. Diablos, no puedo sacármelo de la cabeza—recordó la ilusión con la que el más alto había visto su jardín—. Es muy tierno… ¡Demonios! ¿Por qué debía tener tantas cualidades?

     Sintió un golpe en el rostro, seguido que el menor se giró, soltándolo por fin y permitiéndole respirar y sentir un poco el fresco de la habitación.

     —Necesito espacio…

Notas finales:

21/08/2022


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