Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Antipatía por Princesa de los Saiyajin

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Resubido porque tras los cambios y pérdidas en la plataforma fue eliminados los capítulos más recientes.

6

Reencuentro

 

¿Estará bien si me voy? —se preguntó una vez más, empuñando entre ambas manos el volante. Miró hacia el frente, observando la pared blanca que tenía un número pintado, correspondiente a su espacio de estacionamiento—. ¡Bah!, entre más lo piense, más dudaré.

     Tomó las llaves y encendió el auto. Lo colocó en marcha, poniendo música a los pocos minutos, tratando de ahogar esos pensamientos donde pudieran verse involucrados epoEla simple imagen o existencia del peliverde.

     ¿Por qué no podía sacárselo de la cabeza? No era únicamente el hecho de que Granola era atractivo físicamente, sino también que era bastante amable y agradable. Y su aroma… ese peculiar toque dulce y azucarado que le brindaba una calma tan sólo lo percibía.

     Sacudió su cabeza y, aprovechando el semáforo, abrió un sobrecito plástico que tenía un aromatizante, el cual colgó en el espejo retrovisor del auto. Un olor a menta, que sintió bastante asqueroso. ¡¿Y cómo no?! Si era un olor bastante fuerte (y, claro, era muy distinto al más perfecto aroma a manzana del peliverde).

     —Diablos, en serio pienso mucho en él…—soltó un suspiro y trató de ignorarlo, continuando su largo trayecto enfocándose únicamente en el camino.

 

***

 

—¡Vegeta! —saludó el adolescente tras abrir la puerta, acercándose a darle un pequeño abrazo—. Creí que bromeabas cuando dijiste que vendrías… ¿Y Goku?

     —Vine solo—mencionó, tomando la maleta y adentrándose a la casa—. ¿Y mamá?

     —Salió, fue a hacer compras—llegaron a la sala y tomaron asiento—. Es raro que quisieras venir, siempre traes a Goku y sólo pasas un par de noches aquí.

     —Necesitaba un tiempo a solas…—revolvió su cabello un poco.

     —¿Estás bien? Te noto muy distraído.

     —Sí, es sólo… Es sólo que conduje demasiado, ando algo aturdido—se levantó del sofá y tomó su maleta—. Tomaré una ducha y luego una siesta.

     —Claro, Vegeta…—se puso de pie, tratando de ayudarlo con su maleta—. Si necesitas algo me dices.

     —Ajá…—entró a aquella que era su habitación durante su infancia y pubertad, sintiéndola bastante chica y vacía.  Cerró con seguro y se tiró en la cama, mirando al techo.

     Ese lugar era tan extraño. Paredes decoradas en tonos claros, su librero, un ropero, entre otras cosas que disfrutaba en su infancia. Pero ese orden le parecía tan raro, como si estuviera tan acostumbrado a su departamento con ropa en el suelo y galletas olvidadas en los muebles a causa del Son. Desde su vivencia con el menor, estar en ese hogar, pese a que era más colorido, le parecía tan triste.

     Recordó sin querer su conversación con Granola. ¿En serio se sentía tan incómodo en su hogar por la manera en que se originó? Si bien no fue algo que supiera en su niñez, cuando lo supo fue un impacto grande en su perspectiva de todo. Principalmente en sus propias decisiones.

     ¿Se perdonaría si hubiera cometido los mismos pasos? De sólo imaginar haber accedido cuando Granola estaba en su celo, sentía que su pecho se comprimía. Podría haberlo dañado física o emocionalmente, pudo haber sido esa ficha de dominó que caía para derribar todo a su paso. Pudo haber concretado en él ese acto que intentó hacer el hombre que destruyó su familia.

     —Tal vez si me doy tiempo, despejaré mi mente. Todavía es posible que haya confundido todo sólo por la exposición prolongada… —soltó un suspiro, y se colocó de lado, viendo el muro. Soltó una risita al notar un dibujo con crayones que hizo Goku en la pared cuando ambos estaban en preparatoria.

     Su vida ciertamente se había iluminado desde la presencia del Son en su vida. Esa actitud alegre y despreocupada había conseguido transformarlo en una persona un poco más optimista y abierta, haciéndolo olvidar casi por completo los problemas que lo acongojaban.

     Pero, aun así, esa felicidad que le compartía a veces no parecía ser suficiente. Era una felicidad que le brindaba por su amistad, pero, que al final, era limitada. Y eso porque, aunque no quería admitirlo y parecer cursi, en algún momento le gustaría compartir su vida y tener su propia familia. Tener lo suyo, una vida con momentos propios. Cosas que una amistad, por más cercana que pudiera ser, no daba.

     —¿Es Kakarotto? —pensó al ver la pantalla de su celular tras sentirlo vibrar. Respondió la videollamada que el otro intentaba conectar—. ¿Qué quieres?

     —¡Vegeta! ¿Ya estás en tu casa? —preguntó el Son, mirando hacia la cámara con mucha emoción.

     —Sí, ya estoy aquí… Kakarotto, tienes salsa de tomate en la mejilla. Límpiate—comentó, consiguiendo que el menor tratara de alcanzarla con la lengua, antes de rendirse y optar por usar una servilleta.

     —Vine con tu amorcito a comer—el Saiyan frunció el ceño—. Mira, ahí viene—antes de que pudiera mencionar algo, el Son cambió la cámara frontal a la trasera, viéndose la figura del peliverde que venía de un pasillo, secando sus manos en su pantalón—. Granola ya se siente mejor…

     —Diablos, Kakarotto. No quiero verlo—susurró entre dientes, antes de cortar abruptamente la llamada—. ¿Por qué tenía que mostrármelo? Quería espacio…—se levantó, comenzó a quitarse la ropa y entró a la ducha, abriendo la llave del agua fría—. Necesito relajarme un poco…—colocó su frente contra el azulejo—. No volveré a casa hasta que sienta que aclaré mi mente.

 

***

 

—¿Era Vegeta? —preguntó, llegando a la mesa—. ¿A quién no quiere ver?

     —¿Eh? No, no dijo eso…—empezó a reír un poco nervioso—. Dijo que “no quería… ¡tenerlo!”, ¡eso! Es que desde hace mucho le había dicho que quería conservar algunas cosas que él cree basura… Sí, eso es…

     —Goku… Sé que mientes—comentó, sentándose en su silla. El menor negó con la cabeza—. ¿A quién no…? Un minuto, ¿se refería a mí? —notó cómo el Son mordía su labio inferior y desviaba la mirada—. ¿Por… por qué?

     —¡No sé! Granola, no le hagas caso al tonto de Vegeta. Es un malhumorado, de seguro sólo…

     —No, está bien. Déjalo así—soltó aire y bebió de un trago medio vaso de agua—. Así está bien. Después de todo, ni nos simpatizamos tanto.

     —¡Pero si estuvieron días juntos!, yo sé que…

     —Goku, no pasó nada entre nosotros. Nos evitamos todo el tiempo, sólo fue amable para no preocuparte. Pero estuvimos discutiendo la mitad del tiempo.

     —¿Y los helados? ¡El otro día Vegeta regresó a casa con dos vasos de helado!

     —Cortesía—el menor hizo un puchero—. Lo siento, de verdad no nos agradamos.

     —Eso…—bajó la mirada, antes de alzar sólo sus ojos para tratar de ver a través de su flequillo las expresiones decaídas del peliverde—. Granola, ¿por qué me dices mentiras? —soltó en tono bajito—. Vegeta a ti de verdad te agrada.

     —Goku—soltó aire—. No voy a convivir con alguien que hace todo lo posible para huir de mi presencia.

     —Es que él no huye de ti…—el de ojos bicolor rio sin gracia.

     —Supongo que es mi karma, ¿no? Por lo que pasó con… ¡Bah! Ya no importa.

     —¡Pero él estaba metiéndose demasiado contigo! Era normal que quisieras evitarlo si te hostigaba mucho—el otro cubrió su rostro con ambas manos, apoyándose con la mesa—. O acaso… ¿hay algo que no me contaste, Granola?

     —Goku, yo…—tomó aire profundamente, antes de sacudir su cabello y mirar hacia otro lado, con sus ojitos algo acuosos—. La razón por la que me he aislado mucho no es únicamente por las feromonas y la incomodidad, sino que…—miró hacia abajo, como si sintiera vergüenza de exteriorizar aquello—. Cuando salí con aquel chico, las cosas no eran agradables. Yo a veces sí lo evité inconscientemente.

     —¿Qué? Pero… ¿por qué? ¿Te hizo algo?

     —Cuando tenía mi celo, salía a tomar aire y tomar medicamento. Él salía detrás de mí, alegando que “siempre hacía lo mismo” y que siempre lo abandonaba sin importarme su sentir, pero…—cruzó sus brazos y se hizo hacia atrás—. Goku, ahora que soy adulto me doy cuenta de muchas cosas, y parte de ellas son esas acciones que, sin darme cuenta, hice para protegerme.

     —¿Protegerte?

     —A veces sí fingía, a veces decía que sentía que iba a comenzar mi celo y que tomaría una pastilla afuera para asegurarme, aunque no era así. A veces solía actuar posesivo. “No me dejes así a la próxima”, “ni siquiera eres claro”, “¿en serio no valoras todo lo que hago por ti y nosotros? Estás siendo egoísta”—picó con el tenedor la pasta—. A pesar de que las hacía en voz juguetona e inocente, desbloqueé algunos recuerdos.

     —¿Recuerdos?

     —De niño… Y eso me di cuenta hace poco… —miró al menor—. Elec siempre hacía comentarios así a mamá… Tal vez por eso sentía a ese chico muy invasivo. Ya lo había vivido de cerca, en ella.

     —Granola…

     —Creo que, así como yo hui esa vez, Vegeta está en todo su derecho de huir si la manera en cómo nos relacionamos no le pareció—el menor frunció sus labios, en una expresión de pena y pesar, mirando al peliverde con algo de tristeza.

 

     —No creo de verdad que Vegeta piense mal de ti—el otro bufó.

     —Él tiene un grave problema con la comprensión…—soltó un suspiro—. Y tal vez yo con la comunicación.

     —¡Es que son igual de necios! —el de ojos bicolor rio—. Y tercos. Enojones… Pero también de las mejores personas que he conocido.

     —Goku…—soltó un suspiro—. Sólo… hace falta tiempo. Ambos lo necesitamos.

     —¿Por qué no se dejan llevar solamente? ¡Así Milk y yo lo hicimos y ahora estamos increíble!

     —Las cosas no funcionan así… Al menos no para todos—sonrió—. Por eso me da gusto que a ustedes les esté yendo bien.

     —Jeje, gracias…—robó una bolita de carne del plato del más alto—. ¡Comamos! Se está enfriando.

 

***

 

El sonido de los cubiertos chocando con la loza resonaba en el comedor. El joven se limitaba únicamente a mirar aquel plato de comida que estaba frente a él, picando ocasionalmente la pieza de pescado frito y revolviendo un poco el arroz blanco. Levantó su mirada, notando el ligero coqueteo entre sus padres: una mirada amorosa, mientras se sostenían de la mano por encima de la mesa.

     —Diablos, ¿cómo es posible que estén así? —volvió a ver a su plato, para mover los guisantes con el cubierto—. A Granola no le gustan, la otra vez los separó en el plato… —se regañó mentalmente cuando a su mente volvió la imagen de aquel chico—. No está funcionando como esperaba.

     —Hijo, ¿y cómo han estado? Hace mucho tiempo que no venían tú y Goku a visitarnos. ¿Por qué ahora vienes solo?

     —¿Eh? —sacudió un poco su cabeza—. Mucha carga en la uni, por eso no habíamos venido. Y Kakarotto ahora está ocupado cuidando de un amigo suyo.

     —Ya veo, cariño—respondió su madre, antes de ensanchar su sonrisa—. Es lindo volver a tener una comida con toda la familia presente.

     —Sí… yo también quería venir—forzó una sonrisa, antes de volver a esconder su mirada en su plato—. Ahora estoy dudando si fue buena idea venir.

     —¿Quieres que te sirva más, cariño? —pero el joven no levantó la mirada, seguía absorto en sus pensamientos, perdiéndose en las especias que quedaban en el fondo del plato—. ¿Hijo?

     —¿Eh? —alzó su vista—. No, no. Así estoy bien, gracias—se levantó y tomó sus cubiertos—. Iré a lavar.

     Fue directo a la cocina, para tallar aquellos trastes que usó. A los pocos minutos llegó su madre al lugar, con muchos más platos y vasos en manos.

     —Déjalos, yo lo hago—mencionó el joven, tomando aquellos utensilios y continuando el aseo. La mujer se recargó contra la barra mientras veía a su hijo mayor continuando con esa labor.

     —Vegeta, ¿está todo bien?

     —Sí, mamá. Todo está excelente—respondió, sonriéndole a la mujer.

     —Cariño, ¿qué ocurre? —colocó su mano en su hombro—. ¿Te peleaste con Goku?

     —¿Eh? No, nada de eso… Kakarotto se quedó en casa porque un amigo suyo se mudó recientemente, le está mostrando la ciudad—soltó aire—. ¿Puedo… puedo preguntarte algo?

     —¿Eh? Claro, dime.

     —¿Recuerdas cuando me contaste cómo fue que tú y papá… ehm… se comprometieron? —ella asintió—. Tú… ¿nunca te sentiste culpable?

     —Hijo…—soltó un suspiro—. Las circunstancias no fueron las mejores. Pero, al final, aligeró bastante que tu padre y yo habíamos tenido algunos momentos donde nos conocimos y hubo interés mutuo—rascó su brazo sintiendo un poco de pena por hablar ese tipo de cosas con su hijo—. Tu padre es un buen hombre, siempre lo fue.

     —Pero ¿y si hubieran esperado? ¿O si al final no hubiera resultado así de bien?

     —Hijo… ¿qué te preocupa? —el menor sólo empuñó entre sus manos la esponja—. Si crees que diré que estuvo bien todo, no lo haré. Las cosas se deben hablar primero. Pero, bueno, al final el instinto…

     —“El instinto”—rio sin gracia—. El problema es eso. Siempre es la excusa.

     —Cariño, dime, ¿qué ocurre?

     —Nada, sólo…—soltó un pesado suspiro—. Hay un chico que me gusta, es amigo de Kakarotto. Él nos presentó.

     —¿Un… chico?

     —Sí, un chico—miró de reojo a la mujer—. ¿Creías que era hetero?

     —No, no es por eso—las mejillas de la mujer se enrojecieron—. Siempre pensé que salías con Goku—el joven se ruborizó.

     —¡¿Y por qué creíste eso?!

     —Siempre estaban juntos, y el día que dijiste que querías rentar un departamento compartido, los vi un poco más pegados que de costumbre—rio bajito—. Pensé que te daba pena decirnos, pero quisimos darles libertad. Tu padre y yo siempre confiamos en tus decisiones.

     —Los padres de Kakarotto no creyeron poder pagar un departamento para él y al mismo tiempo la colegiatura, por eso él estaba demasiado feliz. Porque si estábamos compartiendo sí podrían completar—ella volvió a soltar una risita—. Nunca pasó nada más entre nosotros.

     —Si hubiera pasado, créeme que no nos habría molestado. Al contrario, queremos mucho a Goku—el otro tragó saliva.

     —Diablos. Ellos esperan que de verdad estuviera con él. Y el hecho de que el idiota de Granola sea tan problemático con todos no ayuda—sintió su mano nuevamente en su hombro.

     —¿Y qué es lo que pasó con ese chico? ¿Por qué estás tan desanimado?

     —No te ofendas, mamá. Pero lo que menos quisiera es cometer los mismos errores que ustedes—la miró, notando una expresión de pena en ella—. Porque jamás me perdonaría a lastimarlo y que me odie.

     —También tenía ese miedo, hijo—sonrió, jalando un poco su brazo para que se girara a ella y abrazarlo—. Antes de conocer a tu padre, cuando estaba en preparatoria, en la universidad… Temía atarme a alguien y pasarla mal el resto de mi vida. Supongo que tuve suerte de que, en mi caso, sea el afortunado entre miles—pasó su mano en su cabello—. Eres un buen muchacho, cariño.

     —Ni siquiera creo que pueda haber algo entre nosotros, pero… —volvió a suspirar—. Necesito tiempo a solas.

     —Ve a descansar, hijo. Yo termino aquí—el menor secó sus manos y se hizo a un lado—. Está bien si quieres tiempo.

     —Dormiré un poco—avisó, antes de caminar hasta su habitación. Cerró con seguro, apagó las luces y se tiró en su cama—. Miedo… Granola también tenía miedo, y más por…—cerró sus ojos con impotencia—. ¿Cómo es posible que nadie haya podido ayudarla esa vez? Destruyeron el mundo de un niño tan pequeño…

     Abrió nuevamente sus ojos para encender la pantalla de su celular. Mordió su labio inferior al ver dentro de las “historias” de Goku una fotografía de él junto con Granola, quien llevaba ese día una coleta que amarraba bien su cabello verde.

     —Se ve tan bien…—cerró los ojos, antes de dejar su celular nuevamente—. No está funcionando como creí—soltó aire—. Si me hubiera quedado esa ocasión, ¿acaso habríamos…? No, de seguro me echaría antes de siquiera acercarme más. O quizá…—sus mejillas se ruborizaron—. Él fue quien insistió con el beso—bufó—. Pero tuve que arruinarlo…

     Si bien el chico insistió en su “es normal”, no podía quitarse de la mente la manera en que Granola lo mordió para posteriormente dirigirle una mirada molesta. Esos ojos enojados, fijos en cada uno de sus movimientos. ¡Y cómo no! Ya lo había pasado tan mal, que cualquier cosa activaba sus alertas por su anterior experiencia.

     —Diablos, en serio no puedo sacármelo de la cabeza—se giró, volteando hacia la pared para después cubrirse con la manta—. Debo olvidarlo.

 

***

 

—Granola, estás muy distraído, ¿qué pasa? —preguntó, sentándose a su lado. El chico veía su bebida rehidratante, luego de ese intenso juego de baloncesto que tuvo con el pelinegro.

     —No, nada—estiró su brazo—. Sólo estoy algo cansado.

     —¿En qué piensas tanto? —el otro sonrió de medio lado, negando con un movimiento de cabeza—. ¿Es en Vegeta?

     —¿Qué? No, para nada—dio un enorme trago a aquel líquido azul—. Es más, ya hasta se me había olvidado tu amigo.

     —Ay, ajá—abrió una barrita de cereal para comenzar a comer—. Le he llamado, vendrá el día de la competencia.

     —¿Sí peleará?

     —Eso creo—miró al cielo—. Creo que está entrenando duro, en su casa tenían algunas máquinas de ejercicio. Cuando dormía con ellos me dejaban usarlas—el de ojos bicolor lo miró.

     —¿Pasabas mucho tiempo con él?

     —Demasiado. Jeje, hasta ya habían adaptado la cama de Veg para poder quedarme a dormir—el otro mordió su labio inferior.

     —Y, Goku… ¿En serio nunca ustedes…? Ya sabes, ¿sólo hubo amistad?

     —Sí, ¿por?

     —Me parece hasta raro. No sé, muy cercanos, duermen y viven juntos…

     —Bueno, una vez…—rascó su mejilla con pena—. Mi primer beso fue con Vegeta—el peliverde arqueó una ceja—. ¡Fue un accidente! Estábamos en una fiesta, mucha gente atravesada, estábamos muy juntos. Yo volteé a decirle algo, pero él estaba tan cerca y volteando hacia mí, y nuestros labios se juntaron. ¡Te lo juro! Vegeta es sólo mi amigo, no tengas miedo de iniciar algo con él creyendo que somos otra cosa.

     —¿Y qué hizo él?

     —Me dijo “Kakarotto, idiota. Ten más cuidado”, pero estaba demasiado rojo, me evitó la mirada todo el tiempo—bebió un poco del suero—. Granola, Vegeta es mi amigo, y lo quiero mucho. Pero de verdad, sólo es eso. Sé que para él pasa lo mismo, no me ve de otra manera—miró al cielo mientras columpiaba sus piernas—. Somos muy diferentes. Perfecto para amigos, pero para algo más… la verdad no.

     —¿Lo consideraste alguna vez?

     —¿Mgh? —lo miró—. Sólo cuando en la preparatoria un chico me molestaba. Ya sabes, porque “los betas no somos la gran cosa” para muchos. Y hubo una temporada que sí me lo creí, además todos decían que yo era algo raro por venir de una zona cerca del campo—jugó con su botella—. Pensé que, si conseguía salir con el chico alfa, que a muchos chicos les gustaba, ya no sería tan raro ni tan… —calló, antes de sonreír—. Vegeta, en ese punto, ya era amigo mío cercano, yo iba a veces a su casa pero todavía no teníamos la confianza para quedarme a dormir. Pensé preguntarle si querría salir conmigo, pero él era muy amargado. No iba a funcionar, él de verdad se encerraba mucho en casa y yo odio eso. Somos lo contrario.

     >>Después él se enteró—el otro lo vio un poco sorprendido—. ¡De mis problemas de inseguridad! No de que pensé en invitarlo a salir para aliviarlas. Y me dijo que no debía tomar en cuenta comentarios de gente estúpida—sus mejillas se sonrosaron—. Ya no me sentí tan presionado, él me apoyó bastante. Y la primera persona que me gustó fue una chica, un año después. Era del equipo de boxeo, pero me dio pena hablarle, porque era mayor que yo.

     —Así hasta que conociste a Milk.

     —Es bonita y muy linda persona—soltó un suspiro—. A Vegeta le gustan los chicos, pero los ahuyenta porque se asfixia con las feromonas muy fácil—ensanchó su sonrisa—. Por eso me quiere mucho, porque puede estar a mi lado sin sentirse ahogado.

     —Creo que es más que sólo eso, eres muy amigable. Te aprecia.

     —Ya sé, pero no le gusta ser cursi—el peliverde rio—. Tú… Granola, ¿ustedes estuvieron juntos?

     —Es un sujeto bastante entrometido—Goku sonrió—. Me estuvo asistiendo, esos días no me sentía bien.

     —Te dije que él era un buen chico—apoyó su cabeza en su hombro—. ¿Por qué no lo aceptas?

     —Ya, me cae bien y no me molesta su presencia—se levantó, consiguiendo que él casi cayera por el movimiento abrupto—. Vamos a comer, muero de hambre.

     —Esperaba que dijeras eso…

 

***

 

—Tsk—dio un último puñetazo en el saco de boxeo, antes de dar un giro con patada—. Fiuuu—soltó aire y limpió su sudor con su antebrazo—. En serio había perdido condición. Olvidé totalmente que me había dislocado el hombro una vez, me está causando un poco de dolor.

     Caminó en la soledad de la casa hasta su habitación, tomó una toalla y se metió a la ducha, sintiendo un alivio ante el agua fresca que salía de la regadera. Tomó un poco de champú, comenzando un masaje en su cuero cabelludo, para poder quitar cualquier rastro de sudor de su arduo entrenamiento.

     —Creo que podré clasificar con mi actual nivel, puedo descansar mañana y el lunes en la mañana…—soltó aire—. No me siento con ánimos de volver, mucho menos a esto.

     Terminó su baño y fue a su cama, acostándose únicamente con su ropa interior y un short algo holgado. Miró al techo, colocando sus brazos detrás de la cabeza. Cerró sus ojos, tratando de colocar su mente en blanco.

     —Creo que no iré…

 

***

 

—Bien, Goku. Te espero—colgó su teléfono, antes de seguir guardando unas cuantas prendas de ropa en una maleta deportiva. Se colocó un pants verde oscuro, con una playera negra holgada. Buscó sus tenis para ponérselos, primero poniéndose un vendaje en ambos tobillos para evitar algún accidente por su reciente lesión.

     Apagó las luces de su pequeño departamento, cerró con llave y bajó hasta la banqueta de la calle, tratando de visualizar algún taxi donde venga el Son, quien había indicado que Milk pasaría por él y luego ambos llegarían a su lado.

     Cuando por fin el auto se estacionó frente a él, se adentró y fueron directo hacia el lugar donde se realizaría su competición. Al ser temprano las calles estaban lo suficientemente vacías alrededor del enorme espacio. Se adentraron, pasando primero por la recepción, mostrando sus pases de entrada.

     —¡Se ve fantástica la decoración! Tienen sellos en todas las paredes y… ¡La tortuga! —caminó rápido, tomando la mano de la pelinegra. Granola fue detrás de ellos, sonriendo de medio lado al ver que su amigo lucía bastante animado con la chica con quien salía—. Este es el símbolo de la academia Kame. Mi maestro siempre estuvo al frente. Espero de verdad poder clasificar.

     —Creo que allá están pasando para hacer pruebas, dijeron que empezarían a las siete, ya son casi las nueve—avisó el peliverde, siendo seguido por ambos.

     Aquel lugar, pese a que era un edificio enorme, tenía sus instalaciones únicamente en las orillas, formando un cuadro cuyas paredes eran salones, oficinas, dojos, entre otras cosas, teniendo en su interior pequeños puestos a medio colocar, preparándose para el gran evento de esa misma tarde.

     Llegaron a aquel pasillo que conectaba a una arena, la cual estaba rodeada de gradas a una considerable distancia. Ahí estaban algunos de los competidores conociéndose entre ellos o comiendo un refrigerio, mientras otros pocos estaban en una fila, esperando poder hacer su prueba de fuerza. Fueron a formarse, continuando su conversación entre ellos.

     —¿Estás nerviosa? —preguntó el de ojos bicolor, viendo cómo ella secaba un poco el sudor de sus manos.

     —Algo. Es una única oportunidad—sonrió—. Bien, es mi turno.

     —¡Siguiente! —llamó el encargado que tomaba el registro. La chica le entregó su hoja de registro, antes de caminar un poco más atrás y, ante la indicación, golpeó aquella máquina con colchoneta.

     —Vaya, sí que es fuerte—mencionó el peliverde, viendo cómo la chica buscaba una salida antes de bajar de aquella arena, deseándoles suerte con una seña.

     —¡Siguiente!

     —Lo harás bien. Anda—animó el de ojos bicolor. El menor tomó aire y caminó hacia la mesa.

     De igual manera, tomaron su registro y el Son caminó al fondo con el otro encargado para tomar su nivel con un golpe. En la pantalla se mostró un número alto, por encima incluso que el de la pelinegra. Goku sonrió enormemente al ver su resultado y caminó hacia la salida, tomando de nuevo su hoja donde registraron su resultado tras anotarlo también en la computadora.

     —¡Suerte, Granola! —gritó el menor antes de correr hacia la chica.

     —Bien, mi turno—caminó hacia el encargado, dándole su hoja.

     —Granola Ceresian—leyó—. Vas a ir acá atrás con mi compañero, cuando él te lo indique golpearás con fuerza la colchoneta, va a medirla. Sólo tienes una oportunidad, se elegirán los resultados más altos. Se elegirán sólo dieciséis personas de todas las participantes, en caso de empates que impidan seleccionar sólo ese número de participantes, habría una nueva medición entre ellos para seleccionar los más altos.

     >>Si llegas a quedar seleccionado, debes volver a este lugar entre las doce y la una. Se hará entrega de supresores e inhibidores a todos los competidores para evitar algún incidente o juego sucio, se supervisará que se tomen. El resto de las reglas están en la página de la competencia. Se liberará la lista de los clasificados a las once en punto, y la competencia iniciará a las tres. ¿Alguna duda?

     —Ninguna, gracias—caminó al fondo, esperando la indicación. Tomó aire profundo, abrió sus ojos y golpeó lo más fuerte que pudo justo en el centro de la colchoneta—. Sólo dos puntos por encima de Goku. Tal vez tenga oportunidad.

     Bajó de la arena para ir con la pareja, quienes esperaban pacientemente su llegada. Al decir su resultado, ambos le dieron una felicitación, animándolo acerca de su posibilidad de entrar. Caminaron de nuevo al área central del palacio principal, donde estaban ya algunos puestos de comida y de juegos. Se entretuvieron un poco entre todos, incluso yendo a jugar para ganar pequeños dulces tradicionales o bocadillos.

     —Por cierto, Granola. ¿No vendrá Vegeta?

     —No sé, ¿por qué debería saberlo?

     —Pues… eres su novio—el peliverde sintió que sus mejillas se enrojecían un poco—. ¿O se pelearon? ¡Perdón, no sabía que…!

     —No, no. No nos peleamos, sólo… no dijo si vendría, fue a visitar a su familia y había posibilidad de que se quedara con ellos—respondió, viendo cómo ella borraba su expresión de pena y la cambiaba por otra aliviada.

     —Ya veo. Las visitas familiares a veces se extienden—comentó—. Goku, ¿podrías cuidar mi bolsa? Necesito ir al baño.

     —Claro—se colgó aquel morralito rosa, permitiéndole a la chica ir a la zona de sanitarios que estaba cerca.

     —¿Sigues sin decirle?

     —No había necesidad, en serio—sacó su teléfono—. Veg sigue sin responderme—soltó un suspiro—. Me ignoró mucho estas dos semanas.

     —¿Sigue molesto conmigo?

     —¡Ya lo hablamos, Granola! Él es el que se porta como un tonto—cruzó sus brazos, haciendo un puchero—. ¡Vegeta es un payaso!

     —¿En serio ese es tu mayor insulto? —al Son se le iluminó la mirada al escuchar esas palabras. Volteó, viendo la figura de aquel chico pelinegro que estaba detrás de él. Se acercó a abrazarlo, colocando sus brazos alrededor de su cuello—. ¿Qué? ¿Me extrañaste?

     —¡¿Por qué me dejaste?! —seguía aferrado a ese cuerpo que era más pequeño—. Ni siquiera contestaste mis mensajes. ¡Tuve que preguntarle a Tarble para saber de ti!

     —Necesitaba tiempo a solas—palmeó un poco su espalda, antes de mirar por encima del hombro del Son al peliverde—. Diablos, en serio no funcionó para nada. Sigue viéndose igual—tragó saliva—. Granola.

     —Vegeta.

     —¿Cómo has estado? —el otro sólo desvió la mirada.

     —Bien. ¿Y tú?

     —Bien…—se dirigieron una mirada algo incómoda—. Kakarotto, muévete.

     —¿Ya fuiste a hacer la prueba? Casi se acaba el tiempo para hacerlo.

     —Sí, llegué a la primera hora. Terminando fui a dar una vuelta para almorzar. ¿Ustedes ya comieron?

     —Pensaba que podríamos ir a comer. Hay suficiente tiempo antes de que nos toque competir si clasificamos—oyeron unos pasos a sus espaldas.

     —¡Vegeta! Hola—saludó la chica—. Veo que no tengo oportunidad con él cuando tú estás.

     —Lo siento mucho, tengo prioridad por casi seis años de amistad—ella rio—. Entonces, ¿quieren ir a comer?

     —¿Podemos pasear un poco por los puestos? Se me antojaron unos platillos que vendían en la entrada, ¿vamos? —tomó la mano del Son, quien se despegó del Saiyan.

     —Veg, Granola, ¿ustedes…?

     —Anda, Goku. Vayan ustedes—animó el peliverde, al ver los ojitos que disimuladamente les pedían soledad—. Nosotros… nos iremos por nuestra cuenta.

     —¡Nos vemos más tarde! —avisó, antes de tomar la mano de la chica e ir juntos hacia la entrada.

     —Granola, ¿tienes hambre? —preguntó, metiendo las manos en sus bolsillos.

     —Algo. Pero si esperamos mucho tiempo nos será más complicado competir—respondió, igualmente incómodo.

     —¿Te gustaría…? Ehm… No sé, podemos ir a un restaurante de afuera.

     —¿Tú acabas de almorzar?

     —A las ocho, hace dos horas—miró de reojo al más alto, que giraba su cabeza al lado contrario, evitándolo un poco—. Me lo gané.

     —Comamos a mediodía, por si nos toca repetir la prueba—sugirió, consiguiendo que el otro accediera—. Oye, ¿por qué…? —el Saiyan volteó—. No, nada. Olvídalo.

     —Está tomando mucha distancia, en serio me está evitando—miró al cielo, aprovechando que la zona central de aquel lugar no estaba techada—. No funcionó el irme, de verdad me gusta él.

     —Dijiste que sabías controlar tus feromonas. Así que hazlo—el Saiyan sintió un poco de escalofríos ante aquella hostil manera de hablar.

     —Claro—desvió la mirada—. Tsk, tanto que me había costado haberme acercado, y volvimos al inicio—soltó aire, antes de ver al suelo—. Debí tardarme más en la biblioteca, pero creí que…—alzó la mirada, viendo varias parejas que estaban en unos puestos de juegos de destreza, donde se podían obtener peluches—. Es muy idiota de mi parte creer que Granola esperaría.

     —Eso…—el Saiyan se detuvo al notar que el peliverde se detenía, mirando hacia un costado.

     —¿Qué ocurre?

     —No, nada—volvió a ver al frente—. Oye, no tengo ánimos de dar vueltas por todo el lugar.

     —Entiendo. Yo tampoco estoy de humor—tomó su cabello—. Quiero tomar una siesta.

     —¿Tienes pensado reservar una habitación del hotel de enfrente?

     —En realidad, pensaba dormirme en mi auto, en el estacionamiento—el otro asintió—. ¿También te sientes agotado?

     —Un poco, supongo que tomaré un café.

     —Ten—le extendió sus llaves—. Puedes dormir allá. Me quedaré un poco más a ver si venden algo interesante.

     —Oye, no. Tenlas—se las intentó devolver, pero el otro tenía los brazos cruzados, sin tomarlas—. Tsk, ¡ten! —las metió en el bolsillo del más bajo.

     —Granola—tomó su mano, evitando que la metiera por completo.

     —Vegeta—se miraron a los ojos unos instantes, ambos frunciendo sus ceños—. Sigues igual de necio.

     —Y tú también—dio un paso hacia adelante, acercando unos centímetros más su rostro, todavía viéndolo a los ojos—. Sólo trato de ser amable.

     —No te lo pedí—el más bajo bufó.

     —De nuevo con esto—se separó, desviando la mirada—. Bien, no pienso pelear—siguió caminando, dándole la espalda al otro.

     —¿Eh? ¿Entonces sólo así lo vas a dejar? —replicó, yendo detrás de él—. ¡Saiyan!

     —No te escucho—dijo, siguiendo hacia adelante, pasando por la recepción y yendo hacia la calle. Siguió pasando por la banqueta, antes de sentir que su hombro era jalado, haciéndolo girarse.

     —Te estoy hablando.

     —Eso veo—soltó una risita algo burlona—. ¿En serio te molesta que no quiera pelear? —al otro se le ruborizaron las mejillas, bajando sus brazos a sus costados, soltándolo poco a poco—. Granola, ¿crees que podamos hablar? —el peliverde volvió a levantar la mirada ante la baja voz del azabache—. Sólo unos minutos—susurró.

     —¿Ahora sí quieres hablar?

     —¿Eh? ¿Sigues molesto todavía por eso?

     —Yo no fui quien desapareció por dos semanas.

     —¡Eso fue por otro motivo! Yo…—calló, tomó aire profundo y relajó sus músculos—. Por favor, sólo quiero que arreglemos lo que pasó ese día.

     —¡Aquí están! —ambos voltearon al ver al Son caminando hacia ellos—. ¿Vieron el aviso? Harán una comida especial para todos los participantes. Ya están pasando a una sala, ¿vamos para sentarnos todos juntos?

     —Claro—comentó el peliverde, yendo con la pareja y dejando al Saiyan atrás, quien, resignado, fue detrás de ellos. Llegaron al enorme salón de eventos donde estaban las mesas, viéndose también un pequeño taburete que, al parecer, algún presentador usaría, posiblemente los encargados del evento.

     —¡Chicos! —se levantó de la silla donde recién se habían acomodado—. ¿Ya vieron el mensaje? —el Saiyan, que había tratado de iniciar una conversación con el de ojos bicolor aprovechando que estaban a lado uno del otro, decidió desistir para ver su celular—. No hubo puntajes repetidos, y ya tienen los resultados de los que clasificaron. Los presentarán aquí, dice también que vendrá Mister Satán personalmente a dar una conferencia—miró a los demás—. Tengo un excelente presentimiento.

     —Diablos—miró cómo comenzaban a hacer pruebas de micrófono—. Hasta que no acabe esto no podré hablar con él—miró de reojo al chico—. Kakarotto tiene razón. Soy un idiota—soltó aire y miró al techo—. Necesito ser más claro. Si siguen los malentendidos o los inconvenientes, es probable que arruine definitivamente todo—lo vio de reojo—. Siguen entrecerrándosele los ojos cuando está animado. Le gustó la bebida—cerró sus ojos, sintiendo el calor aumentando en su rostro—. De verdad me gusta.

 

***

 

Diablos, en serio tardaron demasiado—miró su reloj—. Y por si no fuera suficiente, adelantaron nuestra ida a la selección de orden de pelea—dio una miradita hacia el Son, quien caminaba bastante animado luego de que anunciaran el nombre de ellos cuatro como parte de los clasificados—. Granola también se ve animado, él es quien más necesita ese dinero—lo observó unos instantes, iba caminando con sus brazos cruzados, evitando por completo cualquier posibilidad de que el Son, quien iba a su lado, tratara de iniciar con él una conversación.

     Vegeta, por el contrario, sólo iba atrás de ese trío. Estaba ajeno de ellos, solamente alternando su mirada entre quien es su mejor amigo y confidente (a quien, por cierto, no le había hecho saber todavía de sus sentimientos por el peliverde) y Granola, quien estaba actuando como si no existiera.

     —Diablos, necesito hablar con él…—apresuró unos pasos, tratando de tomar su mano—. ¡Demonios, justo tenía que moverse!

     Siguieron avanzando junto a los otros doce concursantes y los empleados. Llegaron a la zona donde estaba la arena de combate, e hicieron pasar uno a uno a los clasificados para que saquen de una caja una pelotita con un número. Sólo había muy pocas personas en las gradas, esas que trataron de llegar temprano para apartar un lugar pese a que todavía faltaba mucho tiempo para la inauguración.

     —¡Milk, serás la primera! —comentó cuando ella regresó a su lado, luego de haber sacado la pelotita con un número 2—. Lo harás excelente, ya verás.

     —Kakarotto, te toca—avisó el Saiyan, consiguiendo que el chico se alejara. Caminó un par de pasos, acercándose al de ojos bicolor aprovechándose de la lejanía del Son—. Demonios, se colocó del otro lado de Milk. Sigue evitándome.

     —¡Seré el octavo! Granola, es tu turno—el peliverde fue a tomar su turno, sacando también su pelotita—. El número doce… Tiene tiempo suficiente para mentalizarse—miró al más bajo—. Veg, tu turno.

     —Bah… —caminó hacia adelante, llegó con los encargados y sacó una pelotita, mostrándosela al peliverde a pesar de la distancia, quien alzó una ceja—. Número nueve. Si ambos ganamos, el segundo combate nos tocará—regresó a su lugar—. ¿Será correcto hablar con él ahora, siendo que podríamos pelear tan pronto?

     —¡Fantástico! Tienen más probabilidades de combatir ustedes—el peliverde desvió la mirada, mientras el Saiyan sólo trataba de seguirle la corriente al Son—. Bueno, ya nos harán tomar el medicamento—soltó un suspiro—. Odio las píldoras.

     —Sí… Yo te acompañaré para eso—siguió al más alto, quien llegó a la mesa y silla donde había un enfermero. Había otros dos que también recibieron concursantes para apresurar las dosis. El Son tomó rápido la píldora, con asco por el ligero toque amargo de la tableta, antes de ser sostenido por la espalda por el Saiyan—. ¿Mhg? ¿Qué pasa, Veg?

     —Será mejor que se apresure con la otra dosis, antes de que la vea—le pidió al enfermero, tapándole los ojos al Son.

     —Vegeta, ¿qué haces? —el hombre, con la mirada insistente del joven, accedió a inyectar rápidamente un inhibidor en la pierna del menor—. ¡Ayyyygggghhhhhhh! —gritó, pero rápidamente fue callado por la mano del Saiyan—. ¡Me dguegue mugho! —el enfermero terminó de inyectar, se levantó y se alejó unos centímetros ante los pataleos del menor—. ¡Vegega!

     —Ya, ya… Ya acabó todo…—miró a su alrededor, donde muchos veían la escena con algo de incomodidad por la inmadura reacción del de cabellera alborotada—. Ya, ya… No pasa nada—lo soltó, notándole unas lagrimillas en las pestañas—.  ¿Ves? Ya acabó. Levántate—el menor limpió sus mejillas, antes de sentir en su mano la billetera del mayor—. Me tomaré mis medicamentos y después vamos tú y yo por un helado.

     —Sí…—caminó con un puchero hacia la salida, mientras Vegeta, quien ya estaba acostumbrado a eso, pudo tomar su medicación en cuestión de segundos.

     Le hizo una seña a la pelinegra, quien entendió que, por ese ratito, el menor le pertenecería. Y ni siquiera se molestó en tratar de hacerle entender al peliverde que saldría con el Son, ya que éste le dio la espalda en todo momento.

     —¡Me hubieras dicho que me inyectarían! —se quejó.

     —Si te decía ni siquiera habrías querido acercarte—el más alto hizo un mohín.

     —¡Les había dicho que era beta! No necesitaban ponerme nada de eso.

     —Sí lo necesitaban. Hay gente que miente para sacar provecho—el menor señaló un puesto de manzanas con caramelo—. Sí, anda. Te compraré una—fue junto con él, para comprar cuatro, guardando un par para los dos que se quedaron en la arena—. Diablos…—se sostuvo del más alto, quien lo aferró con fuerza—. Siempre me han provocado adormecimiento muscular—el menor lo llevó a una banca cercana, para que descansara.

     —No sé cómo resisten hacer eso casi diario. Las pastillas son muy grandes, todavía puedo sentir como si se pudiera haber atorrado en mi garganta—mordió su manzana—. Deberían haber creído mi carta médica.

     —Ya, ya…—subió su mano hasta el cabello del menor—. Oye… ¿Cómo te fue este par de semanas?

     —Bien, Granola me enseñó a hacer arroz—el más bajo lo miró—. Fue al departamento varias veces. Pero no quiso pasar la noche ahí.

     —Se acostumbró mucho a estar solo…—el menor lo vio—. No me mires así. Quería tiempo a solas, necesitaba pensar mucho.

     —¿Sobre qué, Veg?

     —He pensado… —miró al Son—. ¿Qué pasará con nosotros dos?

     —¿Mhg? ¿Sobre qué?

     —Este año es el último de la carrera para los dos. ¿Quieres seguir en el departamento? La casa…

     —Es demasiado silenciosa—bajó la mirada—. Veg, si quieres ir allá, yo te sigo. Pero la verdad es que es muy enorme para mí. Me sentiría perdido en un lugar así.

     —Lo sé. Y cuando nos graduemos…

     —Posiblemente regresaré con mis padres. Me gusta la Montaña Paoz—lo miró—. Pero te visitaré muy seguido, Veg—se recargó en su hombro.

     —Eso espero, ¿me oíste? —sintió la mano del Son tomando la suya

     —Seremos amigos para toda la vida.

     —Lo seremos—sonrió de medio lado—. A pesar de todo, siento que es la persona que pudo darme paz cuando más necesité. Me alegro de haberme acercado a él y que fuera mi mejor amigo…

     —¡Pero todavía falta mucho para que pase eso! —se levantó—. No te preocupes ahora—extendió su mano—. Regresemos, Veg. Ya casi nos toca pelear y —se agachó un poco, para susurrarle al oído—no le digas a ellos, pero me gustaría llegar a la final contigo.

     —De acuerdo, regresemos…

     Volvieron a aquel espacio de espera, donde estaba el resto de los clasificados. Era esa área que conectaba la plaza con la arena, ese edificio tenía en su planta baja un área de vestidores al lado de una de descanso, donde había bancas y un ventanal que permitía ver hacia el lugar de combate. Entregaron las manzanas a Granola y Milk, quienes habían estado conversando durante su ausencia.

     Tan sólo llegaron a ese lugar, Goku soltó el hombro del Saiyan para ir con la chica. Pero ¿qué podía hacer? Ese chico estaba viviendo sus propias experiencias, incluyendo con ella su primer amor. Y eso era algo que estaba marcando una distancia entre ellos que nunca había existido, ya que siempre eran sólo ellos dos. Aunque, al final, él también algún día viviría eso, separándose un poco más.

     Además, estaba la realidad absoluta. Y esa era que Goku siempre iba a estar con él. Y ella afortunadamente había entendido que el Son se aferraría al Saiyan en cada oportunidad que tuviera.

     Caminó hasta donde estaba el peliverde, sentándose a su lado. Granola tenía sus ojos cerrados y sus brazos cruzados sobre su pecho. Finalmente, como si el de ojos bicolor hubiera conseguido relajarse, dejó caer sus brazos a sus costados, para ver al techo. Vegeta aprovechó esa acción para bajar su mano y rozar la del peliverde, quien inmediatamente lo miró.

     —Dijiste—susurró—que querías que entrenara bien para que tengamos una buena pelea—el otro asintió—. Llega a la segunda batalla, yo también lo haré.

     —Ajá. Te patearé el trasero, Saiyan—el más bajo rio.

     —Si gano…—aquellos ojos bicolor lo enfocaron—. Sólo te pido que escuches lo que tengo que decir.

     —Eso…—sacudió su cabello—. ¡Bah!, si yo gano sólo quiero que dejes de hostigarme.

     —¿Entonces es mi última oportunidad? Diablos, debí entrenar más o…

     —Al menos sólo con ese tema. En serio quiero ya olvidar lo que discutimos.

     —Pero yo no quiero olvidarlo. Ese día…—desvió la mirada—. Bien.

     —Bien.

     —¿Y tu tobillo?

     —Lo suficientemente sano para competir—el más bajo lo vio—. Me preocupan las secuelas. Pero por ahora está bien.

     —¿Pudiste vendarte antes de venir?

     —¿Eh? Sí, practiqué bastante estos días, pero—movió un poco su pie—. No sé si esté bien para lo deberemos hacer.

     —Entiendo—bajó al suelo, arrodillándose frente a él—. Puede ser peor si está mal vendado, así que lo corregiré—quitó su zapato, su calceta y comenzó a quitar la venda—. Todavía hay un poco de inflamación—deslizó su dedo desde el talón hasta la parte baja de la pierna—. Ten cuidado, todavía se siente como si faltara recuperación—comenzó a vendar con cuidado—. Después de hoy dale reposo, Granola. Esta vez cumple.

     —Sí, sí. Lo que sea—dejó que el más bajo acomodara aquella tira de protección en su pie, sintiendo que conforme daba más giros era más firme—. Ese día, el día que me lesioné, también tuvo mucho cuidado.

     —Son una linda pareja—ambos voltearon hacia la pelinegra ante el comentario, con sus rostros enrojeciéndose.

     —Es…—el peliverde miró al Saiyan, quien también lo vio—. Sí, gracias, Milk. —Vegeta terminó de acomodar el broche metálico y volvió a colocarle el calcetín, para que el Ceresian pudiera ponerse su calzado

     —Les pido su atención—pidió un hombre que llevaba kimono naranja con lazo morado oscuro—. Se hará la inauguración. Las gradas están llenas. Se les pedirá que pasen a la arena durante la presentación, al terminarla podrán volver para que terminen de alistarse. Después Mister Satán dará un discurso e iniciaremos con el primer combate.

     >>Si son tan amables, les agradecería mucho que vengan conmigo, formando dos filas—pidió, yendo hacia la puerta que daba a la arena. Se detuvo ahí, aprovechando el letrero que cubría la puerta, y detrás de él se formó dos grupos de ocho personas cada uno—. Vengan.

     Salieron y pasaron por ese pequeño caminito que conectaba con la arena. Subieron esos cinco escalones antes de llegar a laparte alta donde más adelante competirían. Estando en lo alto, se colocaron uno al lado del otro, formando una línea horizontal de 16 competidores presentándose ante todo el público.

     —¿Tan rápido? —se preguntó, al ver cómo el primer hombre de la derecha daba un giro para volver a la zona de espera, siendo seguido por los demás—. Al diablo, necesito aclarar un poco las cosas con Granola—volteó a verlo, notando que tenía una mirada algo perdida en una zona de las gradas—. Hey—tomó su mano, consiguiendo que volteara—. ¿Qué pasa?

     —No, nada—siguió al más bajo, dejándose guiar mientras su mirada seguía perdida en el público.

     —Granola, mira al frente. Te caerás de las escaleras—advirtió, pero no consiguió su atención.

     Siguió sosteniendo su mano, guiándolo ante la distracción del peliverde. Incluso le sorprendió que en esos momentos permitiera el tacto cuando lo había evitado todo el día. Llegaron al pequeño salón, donde estaban los demás clasificados.

     —Granola, ¿qué diablos ocurre? —el otro salió de su trance, sacudió su mano para soltarse de Vegeta, y miró a Goku, que lo veía insistentemente también al ver su distracción.

     —No, nada. Me pareció ver algo—sacó su celular y miró la pantalla—. Oigan, tengo que ir a revisar algo. Vendré pronto, antes de que me toque participar.

     —¿Qué? Pero puedes perder tu turno, Granola. Como no hay tiempo definido, puede que los combates terminen rápido y…

     —No me tardo, en serio—señaló su maleta—. Dejaré aquí mi bolsa. No me tardo. Suerte, Milk—y antes de que replicaran de nuevo, salió trotando de aquel lugar.

     —Veg, ¿tú sabes qué tiene? Fueron los que se quedaron al final.

     —No, sólo se quedó viendo al público. No sé si se aterró porque es mucha gente o qué demonios ocurrió—soltó aire, antes de que los tres voltearan a ver a la arena, donde Mister Satán daba un discurso sobre su gran fuerza, para alzar su brazo y levantar sus dedos índice y medio. Al terminar, fue a donde estaban ellos, hablando con su asistente.

     —Se nota que todos mis admiradores me extrañarán, pero ya empezaremos los combates—oyeron decir a aquel hombre alto de cabello afro.

     —Milk, mucha suerte—comentó el Son, tomando los hombros de la chica—. Sin importar el resultado, quiero que sepas que eres una chica muy fuerte y es increíble tu manera de pelear.

     —Gracias, Goku—se colocó de puntillas para besar su mejilla, antes de caminar hacia la arena tras la indicación del presentador.

     Su competidor era un hombre de aspecto sucio, bastante alto y de barba poblada. Fácilmente pesaba el doble que la pelinegra. Se colocaron al centro de la arena, en pose de pelea, y esperaron la indicación para comenzar su batalla.

 

***

 

—¿Habrá salido? No, tal vez sólo lo imaginé—tocó su cabeza—. ¿Por qué diablos alguien saldría justo cuando empezaría el torneo? —comenzó a deambular por la plaza, mirando tantas personas a su alrededor. Fue al baño que estaba cerca de la zona de gradas, entrando y encontrándose todos los cubículos vacíos—. Tal vez sí lo imagi… ¡Un momento!

     Giró su cabeza hacia la izquierda, notando una figura alta caminando entre la gente. Frunció el ceño y comenzó a caminar hacia allá, encontrando personas yendo y viniendo, impidiéndole ver muy hacia adelante.

     —Diablos, hay demasiadas personas—siguió tratando de moverse entre ese mar de familias—. ¿En serio es…? Hay muchas feromonas, pero creo que podría seguir el rastro… No me puedo equivocar, jamás olvidaría ese horrible olor—miró hacia su alrededor—. Demonios, volví a perderlo de vista, tal vez… ¿Es aquel? —comenzó a caminar hacia allá, dándose cuenta de que estaba subiendo las escaleras para ir a los salones del segundo piso.

     Se libró del tumulto para ir en aquella dirección, subiendo las solitarias escaleras que hacían eco con cada escalón pisado. Llegó a esa planta y paseó un poco por los pasillos, viéndolos vacíos. Fue despacio, pareciéndole un tenue aroma en el ambiente que le dio un pequeño vuelco en el estómago.

     Vio una puerta entreabierta, con oscuridad en el interior. Empujó con la yema de sus dedos la madera, consiguiendo que cediera. Dio un paso hacia adentro y encendió la luz. Volteó al oír un ruido detrás de la puerta en el interior del salón, encontrándose una figura masculina mucho más alta que él.

     —¿Tú…?

     —Reconocería esa mirada en cualquier lugar. Sabía que me seguirías—el Ceresian trató de acertar un golpe, pero antes recibió un puñetazo en su abdomen, que lo obligó a doblarse de dolor—. ¿Eras beta? —el chico tosió un poco antes de recibir otro golpe en el rostro—. Qué extraño, yo habría jurado que Müesli dijo que eras omega.

     El menor abrió sus ojos, sorprendido, al oír esas palabras. Ese nombre, el de su madre, el que hace años no escuchaba a alguien pronunciar puesto que había perdido contacto con todos los amigos de ella y su último familiar había muerto. Él era el único que había mantenido vivo aquel nombre cuando lo pronunciaba cuando iba a su tumba a llevar flores.

     —Tú, ¡imbécil! —se levantó y dio un golpe certero en su rostro. Después pateó con fuerza su abdomen—. ¡Mataste a mi mamá! —volvió a darle un puñetazo, esta vez con su mano izquierda—. ¡Me la quitaste! —siguió alternando golpes—. ¡Te voy a matar! ¡¿Cómo puedes estar tan tranquilo?! ¡Eres un maldito!

     Dio un puñetazo, el cual esquivó. Se sorprendió al sentir esa mano tomarlo de la muñeca y torcerle el brazo. Trató de zafarse, pero fue empujado hasta que su espalda chocó con el escritorio de aquel lugar. Antes de poder levantarse esa grande mano se posicionó en su cuello, cortando su respiración.

 

***

 

—Granola no contesta el teléfono. Ya tardó mucho tiempo—comentó, tratando de conectar de nuevo la llamada—. Todavía tiene tiempo, pero… De verdad me preocupa que se haya ido así.

   —Fue muy extraño—vieron cómo los concursantes 5 y 6 pasaban a la arena—. Kakarotto, el siguiente serás tú. Buena suerte—metió su celular en su bolsillo—. Iré a buscarlo.

     Comenzó a trotar hacia la puerta que daba a la plaza, siendo alcanzado por el menor—. Espera, Veg. ¡Tú vas después de mí! Si te vas, y no regresas a tiempo, te descalificarán y perderás.

     —Kakarotto—vio la expresión de cachorro que mostraba, seguramente por la posibilidad de perder su oportunidad de tener una final entre ellos—. Si regresa antes, llámenme y vendré rápido. Lo iré a buscar.

     —Pero…

     —Ni siquiera quería participar, Kakarotto. Tú fuiste quien me inscribió—el otro mostró una pequeña decepción—. Está bien, no me molesta perder mi lugar. Pero Granola es quien necesita el dinero.

     —Veg—tomó su muñeca, antes de que pudiera salir—. Nunca has sido bueno disimulando.

     —¿Eh? —el otro soltó sonrisilla juguetona—. ¿Desde cuándo?

     —A veces hablas dormido—consiguió una risa por parte de él—. Prométeme que harás todo lo posible por volver pronto. Trataré de extender mi pelea lo más que pueda.

     —Te lo prometo.

     Soltó su mano y salió rápido, abrumándose un poco por el exceso de gente. Trató de recorrer lo más rápido posible la zona entre puestos de comida y de dulces, antes de fastidiarse de no alcanzar a verlo. Caminó hasta el hombre que vendía manzanas, intentando aprovechar su considerable compra anterior como una buena manera de que accediera a hablar con él.

     —Hola, disculpe. ¿No ha visto a un chico, como de esta estatura—alzó su brazo—, de cabello verde? Es bastante llamativo.

     —¡Ah! Sí, me pareció verlo subiendo aquellas escaleras—señaló al otro extremo—. Lo único que pensé es que lo podrían regañar, se supone que iban a clausurarlas para evitar robos. Pero los guardias se fueron a comer.

     —¡Muchas gracias!

     Comenzó a trotar lo más rápido que pudo, esquivando personas que se le atravesaban. Subió las escaleras al no ver nadie que impidiera el paso, deteniéndose a la mitad y yendo más lento. Siguió hasta llegar a la siguiente planta, y se asomó un poco por el pasillo.

     —No parece que haya nadie aquí. Supongo que todos están viendo el torneo. Y que Granola tenga el inhibidor, me impide sentir su esencia…—siguió caminando un poco, asomándose por los salones—. Está abierto ahí, ¿será que lo habrán visto? Debo preguntar.

     Dio unos pasos lentos, hasta que oyó el ruido de un golpe. Apresuró su paso y abrió la puerta fuertemente, encontrándose con el peliverde siendo sometido contra la pared por otro sujeto. Aquel individuo que tenía una coleta de trenzas pequeñas volteó a verlo. Ante la distracción, Granola aprovechó para liberarse y golpearlo.

     El Saiyan dio zancadas para acercarse y soltar un golpe al sujeto y arrodillarse con el peliverde, que estaba tosiendo y tratando de tomar aire. Miró su rostro, que tenía su ojo inflamado y el labio partido, además de tener heridas abiertas donde le partió la piel.

     —Este lugar está inundado de feromonas, ese imbécil lo hace a propósito—sostuvo al chico, ayudándolo a levantarse, viendo cómo el sujeto se arrastraba hasta un extremo y se ponía difícilmente de pie—. Granola…

     —Voy … a matarlo... en serio…—dijo entre cortado, tocando su cuello.

     —¿Quieres calmarte, idiota? ¿Quién es él? —el de ojos bicolor lo miró, se veía tan afectado que se sostenía casi en su totalidad del cuerpo del más bajo.

     —Elec—el de cabello en punta sintió un escalofrío al oír ese nombre.

     —¿Es quien…?

     —Sí—el pelinegro vio a aquel sujeto que trataba de mantenerse en pie.

     Pese a la vestimenta limpia y ostentosa, su cuerpo se veía delgado y demacrado, como si la edad y algunas adicciones lo estuvieran consumiendo poco a poco. Incluso se preguntó si era tan necesario atacarlo entre ambos ante su decadencia.

     Miró de nuevo al peliverde, cuya apariencia le dio la respuesta. Granola tenía unas manos marcadas en su cuello, y su rostro estaba tan lastimado. Le levantó sólo un poco la playera para ver la zona donde se tocaba, encontrando golpes enrojecidos que seguramente se volverían moretones.

     —Te sacaré de aquí—intentó moverlo, pero aquel chico parecía un peso muerto, colgándose demasiado en él por el dolor—. Granola es un buen peleador, ¿tan fuerte es ese hombre que lo dejó así? Debe ser un maniaco, es probable que esté drogado o alcoholizado, eso vuelve demasiado violentas a las personas.

     —¿Qué… haces aquí, Saiyan? —el más bajo sonrió ante la hostilidad de su voz. Al menos su espíritu se mantenía inquebrantable.

     —Vine a buscarte. Siempre que te pierdo de vista cinco minutos estás en un nuevo problema—consiguió sacarle una sonrisilla al peliverde—. Salgamos de aquí.

     Pero antes de que pudieran dar un paso hacia la salida, una detonación resonó en ese salón, haciéndolos agacharse un poco por instinto. Miraron hacia el hombre, que sostenía un revólver apuntando al techo. Sólo oyeron un casquillo cayendo al suelo, produciendo un característico sonido metálico cuando cayó.

     —No te irás a ningún lado…—alzó su rostro, donde se veía un hilillo de sangre chorreando de su frente y otro de su labio.

     —O-oye, amigo. Relájate un poco—dio un pasito hacia adelante, tratando de extender levemente su mano, en un tinte amistoso, sin dejar de sostener al de ojos bicolor—. No tienes que hacer eso.

     —Vete, Saiyan. Es asunto de él y yo—comentó, tratando de erguirse sin ayuda del pelinegro.

     —Tú ya cállate, Granola—se quejó, mirándolo con el ceño fruncido—. No te dejaré aquí con él—susurró.

     —¡Que te vayas! —susurró entre dientes.

     —¡Que no! —respondió, también refunfuñando. Miró al hombre, que seguía apuntando hacia ellos—. Bien, ¿qué quieres? ¿Es dinero?

     —Es tu última oportunidad para irte, lo quiero a él.

     —¡Lárgate ya, Vegeta!

     —¡Cierra la boca! —volvió a ver al hombre—. Dame un número. Te lo puedo depositar ahora mismo y puedes irte. No hay necesidad de hacer más grande esto.

     —Bien, perdiste tu oportunidad—dio pasos certeros hacia adelante, quitando el seguro del arma. Llegó hasta él y colocó el arma en su barbilla, empujándolo para que su espalda chocara con la pared—. Te mueves y te mato—observó al de ojos bicolor—. Hagamos esto. Este lugar es una oficina, abre el cajón, y busca cinta adhesiva.

     El peliverde abrió despacio el cajón, sacando una cinta transparente de buen grosor. La seña del hombre le hizo entender que quería que le cubriera la boca al Saiyan. Cortó un trozo de cinta y se lo colocó en los labios con cuidado.

     —Las manos también. Y si intentas algo les disparo a ambos—chistó y comenzó a dar vueltas alrededor de sus muñecas, atándolas firmemente. Mientras lo hacía, veía los ojos preocupados del pelinegro. Sí, esos ojitos preocupados por él.

    Dejó la cinta sobre el escritorio y alzó las manos—. No me puedo encintar solo—desvió la mirada—. Él no tiene nada qué ver. Me quieres a mí—susurró, recargándose contra el escritorio—. Haré lo que me pidas, sólo deja que se vaya. O vamos a otro lugar, él no podrá abrir si cerramos por fuera.

     —¿Tanto te importa? —se burló, paseando el arma por el rostro del más bajito, quien sólo se mantenía rígido—. ¿Sabes, Granola? Cuando te vi inmediatamente pensé en Müesli. Era linda, una mujer bella. Ah, no, no, no—colocó nuevamente el arma en la barbilla del Saiyan al ver al peliverde inclinarse hacia él—. Un movimiento en falso y le atravieso el cráneo en este mismo momento.

     —¿Qué quieres? —el hombre, sin dejar de apuntar al Saiyan, extendió su mano hacia el rostro del Ceresian—.  ¿Quieres hacer conmigo lo que no pudiste hacerle a ella?

     —Tal vez…—acarició su mejilla, mientras el otro trataba de girar su rostro con asco—. No te muevas—estiró aquellos rizos claros, motivándolo a verlo—. Quédate quieto.

     —Deja que se vaya, yo me quedaré conti...—calló y cerró los ojos al oír una nueva detonación. Sólo fue un instante que sintió eterno, tímidamente abrió los ojos temiendo lo peor. Su pecho subía y bajaba apresuradamente, pero pudo sentir cómo su corazón se tranquilizaba y su alma volvía a su cuerpo al ver que la bala había atravesado el muro, a un costado del rostro del pelinegro.

     —Es tu última advertencia, Granola. La siguiente será en su cabeza.

     —Lo siento—cerró sus ojos que estaban cristalizándose por el miedo que le causó haber creído que el disparo fue en el chico, y volvió a sentir aquella mano en su rostro.

     —Cuando eras niño, también hacías esa expresión—el joven tragó saliva—. Te escondías para no verme. ¿Tanto me temías? —abrió sus ojos acuosos, para verlo con coraje—. Pero a pesar de eso tratas de hacerte el valiente, aunque por dentro pareces cachorro asustado.

     —Sólo apresúrate.

     —¿Tan impaciente? —el menor lo miró fijamente—. No me mires así—dio un puñetazo en el abdomen del pelinegro, que lo hizo quejarse del dolor.

     —No…—cambió su expresión, mirando al Saiyan que yacía arrodillado tratando de tomar aire—. Lo haré.

     —¿Sabes? Tu madre era tan bella—se acercó a él, Vegeta sólo veía desde el suelo cómo se acercaba al de ojos bicolor—. Recuerdo cuando eras un niño. Hoy eres un hombre, pero sácame de una duda. Tu madre había dicho que eras omega, pero no percibo ninguna feromona de ti. ¿Eres beta?

     —Yo…—miró al Saiyan, que lo veía preocupado y negaba con su cabeza. Y eso porque quizá, sólo quizá, si mentía y decía que era beta él desistiría en lo que planeaba hacer—. Soy omega.

     —Entonces las cosas serán más fáciles—lo tomó del brazo y lo hizo girarse, apoyando su pecho contra el escritorio mientras clavaba el revolver en su nuca.

     —Sólo quiero saber, ¿cómo es posible que pudieras entrar con un arma aquí? ¿Acaso eres amigo de los encargados? —se sobresaltó un poco al sentir que su playera era levantada.

     —Como si esos imbéciles sirvieran para algo. Siempre yendo a comer rosquillas con café… Y ahora todos tratando de conseguir un autógrafo del payaso ese que organizó todo…—mostró el arma colocándosela en el rostro, el que tenía girado hacia un costado. El menor aprovechó para observar detenidamente el objeto—. Es bonita, ¿no? Una bella arma, las cosas antiguas son las mejores. Mi abuelo la tenía, me la había dejado con tres balas. Dos las usó para matar a unos ladrones que trataron de invadir su territorio. Era un hombre que nunca dudaba al disparar.

     —Se nota que te gustan las armas, ¿qué modelo es?

     —¿Quieres una clase? —el peliverde sintió que su rostro era nuevamente colocado contra el escritorio—. Smith & Wesson, Modelo 36…

     —…con cargador de 5 cartuchos—añadió el peliverde.

     —¿Ahora eres tú el que sabe?

     —Debe ser difícil encontrar cartuchos para una pistola como esa, sin llamar la atención ahora que eres buscado por asesinato.

     —Me queda una para volarte el cráneo si no te callas, Granola—volvió a estamparle el rostro contra la madera de la mesa, sacándole un quejido de dolor—. Iba a ser considerado, pero ahora lo haré rápido.

     —Elec—el hombre, que había intentado desanudar la jareta de su pants para poder bajárselo, se detuvo al oír esa voz, la que tenía un peculiar tono burlón—. Siempre he sabido que eres un imbécil, pero no creí que tanto.

     —¡¿Qué dices, idiota?! ¡Te voy a…!

     Pero antes de que pudiera continuar, el peliverde giró en su lugar. Tomó el brazo del hombre y, a como pudo aferrarse de su torso, aprovechó su propio peso para empujarlo y caer ambos, el peliverde encima del hombre.

     —¡Mataste a mi madre! —le dio un puñetazo al rostro, sosteniéndole el brazo que tenía el arma mientras seguía golpeándolo—. ¡Intentaste abusar de ella! ¡Intentaste tocarla! —colocó sus manos en su cuello, cortándole la respiración. Elec no tuvo opción que soltar instintivamente el arma para tratar de retirar esas manos de su cuello.

     El peliverde presionaba fuertemente, viendo cómo sus ojos se estaban poniendo en blanco y su rostro se enrojecía. Pero de pronto se detuvo, permitiéndole volver a tomar aire. Se levantó lento, como si fuera un muerto que volvía a la vida, y pateó lejos el arma. Para después recargarse contra el escritorio, tomando su cabello.

     Miró al Saiyan, sacó unas tijeras del cajón y cortó con ellas la cinta de sus muñecas, dejó que ahora con sus manos libres retirara la cinta de su boca. El peliverde se recargó en el escritorio, cubriendo su rostro con ambas manos.

     —Granola…—se levantó, tocando su abdomen, para acercarse a él—. Tú…

     —No me voy a manchar las manos por un idiota… No puedo hacerlo—levantó su mirada. Aquellos ojos se veían llorosos, como si en cualquier momento fuera a soltar el llanto, pero trataba de tragarse las lágrimas—. Yo no soy así… Yo no soy como él…

     —Granola…—tocó su mejilla—. Tranquilo…

     Voltearon a ver hacia la puerta cuando vieron que dos oficiales entraron al salón, se veían agitados. Ellos analizaron las tres figuras masculinas de la habitación, tanto de la que se arrastraba despacio en el suelo, como la de ambos adolescentes de apariencia herida.

     —Escuchamos detonaciones, que no pertenecieron a los fuegos artificiales. ¿Qué pasó aquí?

     —Tú… ¡idiota! —voltearon a ver a Elec, que había llegado al otro extremo del salón a rastras—. Si caigo, antes te irás con la estúpida de tu madre—alzó su brazo y presionó el gatillo, en dirección del chico peliverde.

     Se escuchó un pequeñito “clic” que hizo eco en el salón. Inmediatamente los oficiales levantaron sus pistolas y apuntaron al hombre, a quien le tembló su mano al no haber salido la bala. Miró a los policías, que lo tenían fijamente vigilado en dos direcciones.

     —¡Suelta el arma! ¡Ahora! ¡Tírala al suelo!

     —Tsk…—soltó despacio el revolver hasta que cayó al suelo. Ahí el oficial aprovechó para acercarse por detrás.

     —Estás detenido por intento de homicidio, y por portar armas de manera ilegal. Todo lo que digas podrá ser usado en tu contra en un juicio. Si no puedes pagar un abogado, el estado te asignará uno.

     —¡Pagarás, Granola! —gritó, antes de ser sacado del cuarto por ese oficial.

     —¿Están bien, chicos? —preguntó el otro hombre, aproximándose a ellos.

     —Lo oyó, ¿cierto? —preguntó el de ojos bicolor, levantando la mirada—. Su declaración. Admitió que mató a mi mamá.

     —¿Eh? Sí, ¿cuándo…?

     —Cuando yo era niño. Nunca lo pudieron arrestar.

     —Entiendo—miró a ambos—. ¿Tienen heridas de bala?

     —No, sólo golpes—respondió Vegeta, al ver que Granola bajaba nuevamente la mirada—. La primera bala fue hacia el techo—señaló un lugar donde se veía un agujero—. La segunda fue aquí en esta pared. A modo de amenaza ambas.

     —Entiendo…—se acercó al arma que estaba en el suelo y se quedó de pie al lado. Sacó su radio y comenzó a contactar con sus compañeros—. Aquí el oficial Jaco. Tenemos ya arrestado al hombre responsable de las detonaciones. Se tiene un revólver de bajo calibre. Hay dos jóvenes heridos, ninguno por el arma…

     Oyeron cómo seguía describiendo la situación y solicitando pedir las grabaciones de las cámaras de seguridad que, al parecer, todos los salones de ese lugar tendrían. Mientras el oficial hablaba, el pelinegro sostuvo la mano del Ceresian.

     —Chicos, necesitaremos que den su declaración. Al lado de la oficialía hay un hospital que nos envía directamente los resultados de las lesiones producidas durante un crimen. Pueden asistir ahí y después dirigirse a declarar. Llamaré una ambulancia y…

     —No es necesario—mencionó el peliverde—. Yo estoy bien.

     —Tengo mi auto en el estacionamiento—aferró su agarre en su mano—. Yo puedo conducir. Iremos ambos.

     —Chicos, los pasos que debo seguir son…

     —Por favor, será más rápido y menos escandaloso.

     —Bien…—suspiró resignado—. La verdad es que la gente aún no sabe lo que pasó, queremos continuar sin alertarlos ahora que está todo bajo control. Ya casi termina el torneo y no sería apropiado crear pánico. Pero enviaremos una patrulla para que los siga en todo momento para cuidarlos.

     —Gracias…—sostuvo al peliverde, ayudándolo a caminar, mientras oían al fondo cómo el oficial pedía que un oficial los vigilara de lejos.

     Caminaron lento, el más alto abrazando por los hombros al Saiyan para poder apoyarse. Salieron del salón, dando al pasillo donde se veían varios oficiales esparcidos para vigilar y controlar el edificio. Iban lento, al ritmo que el de ojos bicolor permitía.

     —Fue muy idiota de tu parte seguir a alguien peligroso, Granola—regañó, todavía llevándolo.

     —Y más imbécil de tu parte quedarte cuando te dije que te fueras—recriminó de vuelta.

     —Tú… ¿ibas a acceder?

     —Te iban a volar la cabeza, idiota—el pelinegro se detuvo, para mirarlo—. Sólo quería sacarle información. Iba a hacerlo hasta que me dijera cuántas balas le quedaban. Pero contigo ahí me fue más difícil.

     —Es cierto, fue una suerte que el siguiente espacio estuviera vacío—comentó, continuando su andar. El peliverde suspiró.

     —No estaba vacío, ya se le habían acabado las balas—volvió a recibir la mirada del más bajo—. Dos de su abuelo, una al techo, una en la pared. Se le olvidó que la tercera que podría usar ya la había usado hace años. La quinta fue la que mató a mamá.

     —Granola…—susurró, antes de guardar silencio por privacidad ahora que llegaron a la planta baja. Caminaron lo más discreto que pudieron hacia el estacionamiento. Una vez ahí, subieron al auto de Vegeta. Un oficial los había seguido, para después dar la indicación a un compañero para que esperara su salida.

     —¿Por qué me fuiste a buscar? —preguntó, mirando al suelo del auto. Su ojo derecho ni siquiera podía abrirlo totalmente por la inflamación del golpe.

     —El torneo era importante para ti. Nos pareció raro que no regresaras.

     —¿Y tú?

     —No me interesaba en realidad. Sólo quería pelear contigo—el otro sonrió de medio lado—. Supongo que me tocó pelear a tu lado.

     —¿Ya terminó?

     —¿Eh? ¿No te bastó la paliza que quieres ir a pelear otra vez? —le sacó una risita, así que aprovechó para sacar su celular—. Kakarotto me envió un mensaje hace rato. Perdimos por default, hace media hora.

     —Qué molestia—soltó aire—. ¿Qué tal le fue?

     —Mmm…—le envió un mensaje, y al instante recibió una llamada—. Es él.

     —No le digas lo que pasó, se preocupará.

     —Lo sé—respondió la llamada y lo puso en altavoz.

     —¡Vegeta! ¿Qué pasó? ¡¿Por qué no volviste?! ¿Encontraste a Granola? ¡Tampoco volvió!

     —Calma, Kakarotto. Estoy bien, Granola está conmigo. Fuimos… dimos una pequeña aventura juntos—tomó su mano, sin ser evitada esta vez. Tal vez porque la emoción intensa los unió, o porque ni siquiera le quedaban fuerzas para retirarla—. Daremos un paseo.

     —¡¿Justo ahora?! ¿No pudieron esperar para ser amigos en otro momento?

     Ambos soltaron una risita al oír la expresión del Son, quien, al parecer, se enojaba en esos momentos por lo que estuvo insistiendo durante muchas semanas, y su manera de decirlo les hizo sentir al mismo tiempo algo de ternura.

     —Perdona, no pudimos esperar—el peliverde volvió a reír, antes de ver al rostro de Vegeta con una expresión calma—. Kakarotto, ¿cómo les fue en su pelea?

     —Milk perdió en el segundo combate. Pero a mí me tocará pronto el tercero. ¡Estoy emocionado! ¿Vendrán para verme?

     —Lo siento, estamos algo lejos. Pero te deseamos suerte. Tú hablas por nosotros, ¿está claro?

     —¡Hai! ¿Mhg? Me tengo que ir ya, Veg. ¡Nos vemos más tarde!

     —Claro, suerte.

     La llamada fue colgada, permitiendo que de nuevo el auto se inundara con un silencio. Sólo escuchó la respiración pesada de Granola, que estaba recargado totalmente en su asiento.

     —Nuestro niño ya creció. Ya puede... hacer sus trámites solo —Vegeta rio ante la expresión del chico, que aunque hablaba entrecortado, había hecho una buena broma sobre lo que antes disfrutaban hablar, de su hipotética relación como tutores del Son—. Eres un tonto, en serio.

     —¿A qué viene eso ahora?

     —Te pusiste en riesgo.

     —Tú también—encendió el auto—. Eres muy terco.

     —¡Y tú muy idiota!

     —Te extrañé—esas palabras descolocaron totalmente al peliverde ansioso de seguir discutiendo, que calló mientras su rostro se enrojecía ante las inesperadas palabras.

     —Yo… Tsk, sólo conduce. Ya vámonos—el pelinegro sonrió, y puso el auto en marcha.

     Condujo lento, en dirección al hospital mencionado. Los hicieron pasar a ambos rápidamente. Tras contar los hechos, ambos fueron revisados de pies a cabeza y les hicieron radiografías, también trataron de descartar en ellos algún daño a un órgano interno.

     Luego de incesantes minutos, donde pasaron esos estudios por separado, Vegeta fue dado rápidamente el visto bueno para salir e ir a declarar. Envió un mensaje a Granola que, por ser el más dañado físicamente, tendría que esperar más tiempo para descartar afecciones.

     Ante su respuesta, pasó directamente a la fiscalía, donde le tomaron la declaración de los hechos de los cuales fue testigo (y pasó a ser también víctima). Terminando de ese aburrido proceso, salió de la oficina, encontrándose al peliverde en el pasillo, apenas entrando.

     —Granola, ¿estás bien?

     —Sí, no hubo daños graves. Sólo golpes.

     —“Solo golpes” —repitió, consiguiendo que le sacara una sonrisa—. ¿Estás listo para esto?

     —Sí, tengo que hacerlo—soltó aire—. Es mi oportunidad, no puedo dejar que salga y haga daño a alguien más.

     —Entiendo… Te esperaré afuera, en la plaza.

     —No es necesario, puedes ir a descansar o…

     —No te pregunté, idiota. Me quedaré.

     —Vegeta…—sonrió—. Gracias.

     —No es nada—se hizo a un lado, para que pudiera pasar—. Nos vemos más tarde.

     —Sí—colocó su mano en el hombro del Saiyan y unió sus labios en un casto beso, al separarse lo soltó y caminó apresuradamente por el pasillo, hasta llegar a la oficina.

     Vegeta miró sorprendido hacia la dirección donde se perdió el chico. Tragó saliva y caminó hacia la salida del lugar, para ir por la explanada de la oficialía. Buscó una banca y se sentó, antes de cubrir su enrojecido rostro entre sus manos.

     Descubrió sus ojos al sentir su celular vibrando. Miró la pantalla, mostrando que el Son intentaba conectar una videollamada. Respondió, encontrándose al menor con una sonrisa resplandeciente.

     —¡Vegeta! ¡Gané! —mostró el trofeo que llevaba en brazos—. ¡Mira!

     —¡Felicidades! Estoy orgulloso de ti—el menor volvió a ver la pantalla.

     —¡Me siento tan feliz! ¿Dónde están? ¡Milk nos invitó al restaurante de su familia para festejar!

     —Estamos… —miró aquellos ojos brillantes—. ¿Ustedes dónde están?

     —Íbamos a tomar un taxi para ir al restaurante. Aún estamos en el edificio.

     —Kakarotto…—mordió su labio inferior—. Vayan a celebrar ustedes.

     —¿Eh? ¿Por qué? —en la pantalla del celular también apareció el rostro de la chica, quien trataba de ponerse de puntillas para unirse a la conversación—. ¿Veg?

     —En serio, vayan ustedes. Tómenlo como una cita.

     —¿Algo le pasó a Granola? —aquel rostro mostró una enorme preocupación—. ¡Nunca me dejarías así si todo estuviera bien! ¿Qué pasó? ¿Dónde está él?

     —Busca dónde sentarte—los ojos del Son mostraron más temor—. Él está bien, ¿de acuerdo? —vio cómo ambos iban a una banquita para continuar hablando con él—. Granola vio entre el público a alguien que se parecía al hombre que mató a su mamá—la expresión de la chica fue de terror, al no saber la historia del peliverde. Por el contrario, Goku sólo atinó a preocuparse más—. Salió de la zona de espera para buscarlo, quería confirmar si era él.

     >>Lo siguió hasta un salón de la segunda planta, y empezaron a pelear. Él tenía un arma, pero afortunadamente no llegó a mayores. De hecho, cuando llegué nos sometió a ambos, pero Granola tuvo más heridas. Ninguna de bala, sólo golpes—soltó aire—. Estamos en la fiscalía. Yo ya declaré, él está adentro tratando de explicar todo lo que ese imbécil hizo.

     —¿Pero está muy grave? ¿Lo lastimaron mucho?

     —Es fuerte. Está muy bien—borró despacio su sonrisa—. No queríamos preocuparte. No quería decirte para no desanimarte luego de que te esforzaste tanto.

     —¡No digas eso! ¡Es mi amigo! —miró a la chica—. Milk, ¿me acompañas a verlos?

     El Saiyan sintió tranquilidad al ver cómo ella accedía a acompañarlo sin dudar. Esa chica era alfa y, aunque odiaba hablar de instinto para excusar acciones, en este caso no podía evitar pensar en que ella trataba de cuidar de ese chico a pesar de que era mucho más alto y fuerte que ella.

     —Veg, tomaremos un taxi e iremos contigo. ¿Está bien?

     —Claro… Te llamo si ocurre algo.

     —¡Sí!

     Colgó la llamada y así el Saiyan pudo respirar profundo. Goku, por mucho, era el mejor amigo del mundo. Sonrió y se acurrucó un poco en la banca, todavía sentado, tratando de mantenerse atento por si el peliverde necesitaba algo.

 

***

 

—¡Vegeta! —soltó la mano de la chica para ir corriendo a la banca donde estaba el Saiyan—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? —revisó su rostro y después le levantó la playera.

     —¡Kakarotto, no hagas eso! —bajó su prenda.

     —¿Era un golpe?

     —Estoy bien, en serio.

     —¿Granola está todavía adentro? —preguntó la chica, sentándose en la banca al otro extremo. Ella llevó ambas maletas deportivas que habían dejado en el vestidor antes de que salieran.

     —Sí… Es un proceso largo, y me imagino que también tendrá que hablar de los anteriores delitos.

     —Pero Veg—se sentó entre ellos—. ¿Por qué fue solo?

     —No sé. Pasó todo muy rápido adentro—cubrió su rostro con su mano—. Llegué, lo tenía sometido. Se libró, lo golpeó, lo golpeé. Nos amenazó disparando al techo, me golpeó, lo sometió nuevamente, trató de…—calló—. Trató de asfixiarlo—comentó, tratando de evitarles la imagen de lo que verdaderamente quería hacer—. Comenzó a hablar, y Granola se dio cuenta de que no tenía suficientes balas. Se libró, y volvió a pelear. Luego llegó la policía, lo arrestaron.

   >>Era como hablar con dos personas diferentes en un mismo ser. Tenía arranques de locura mientras hablaba, y en otros instantes parecía alguien extremadamente inteligente como para planear algo. Todo cambiaba en segundos.

     —Pobre Granola—miró hacia el edificio, donde no se veía rastro del chico—. Me alegro de que esté bien.

     —Imagino que te preocupó demasiado que no regresara y por eso lo buscaste, Vegeta.

     —¿Eh? —miró a la pelinegra—. Ehm... Bueno, es mi novio, tenía qué.

     —Ya no tienes que fingir, Vegeta—soltó una risita—. Goku en el camino me dijo la verdad. Que mintió sobre ustedes para que aceptara la cita doble.

     —¿Eh? —miró al Son—. ¿Por fin lo dijiste?

     —¡Perdón! Es que en ese momento de verdad quería salir contigo—rascó su nuca—. Y ellos eran los primeros en quienes pensé.

     —Está bien—miró al Saiyan—. Hace tiempo le dije a Goku que les podía reservar una mesa por si querían tener una cita. Pero ten por seguro que se las reservaré, aunque vayan como amigos.

     —“Como amigos…”—susurró—. Gracias, Milk. Eres muy amable.

     Siguieron conversando, esta vez de la competencia para restarles la tensión de la situación ahora que todos estaban fuera de peligro. El menor hablaba animadamente de su hazaña peleando contra muchos sujetos fuertes, incluyendo uno llamado Jackie Chun, con quien tuvo su batalla final. El Saiyan sólo lo observaba atentamente, riendo un poco con la manera de relatar su historia.

     —¡Te lo juro! Me pareció familiar su manera de pelear. Era increíblemente hábil. ¡Pero pude vencerlo!

     —Me enorgulleces, Kakarotto—le revolvió el cabello. Se asomó un poco por su costado, viendo a la chica apoyada contra él, acurrucada en su costado mientras su brazo la rodeaba por el hombro—. Milk se quedó dormida. Será mejor que vayan a casa, ya es tarde.

     —Pero…

     —También estás cansado. Anda, vayan a descansar.

     —Le prometí al papá de Milk que la dejaría en su casa—miró al Saiyan—. ¿Está bien si me voy? Granola es mi amigo, y sólo nos conoce a nosotros aquí.

     —Yo no lo dejaré—le revolvió otra vez el cabello—. Está bien. Vayan a descansar. Le diré que vinieron, él entenderá.

     —Está bien… Si pasa algo me avisas, Veg. Me teletransportaré si es necesario—removió un poco a la chica—. Milk, despierta. Te acompañaré a casa.

     —¿Mhg? ¿Ya salió?

     —No, todavía tardará. Vamos, es tarde. Ya está anocheciendo.

     —¿Está bien si nos vamos, Vegeta?

     —Sí, descuida. Que tengan linda noche.

     —Estamos en contacto, si necesitan apoyo de cualquier tipo avísenme. ¿Sí? Si necesitan dinero, mi padre puede ayudarlos. ¿Sí? O si necesitan compañía…

     —Claro, gracias.

     Vio cómo se alejaban, el Son llevándola de la mano. Sintió ternura de aquella imagen. ¿En serio había crecido tan rápido esa relación en poco tiempo? Si bien aún no se había formalizaba un noviazgo, habían sido bastante compatibles en muchos aspectos.

     Pensó inevitablemente en Granola. Sonrió al recordar la manera en que, a veces, congeniaban perfecto cuando pasaban tiempo juntos. Por supuesto, antes de volver a pelear cualquier por cualquier estupidez que se atravesara.

     Bostezó y apoyó su codo en el posabrazos de la banca. Reposó su cabeza y cerró sus ojos, dejándose llevar por el agotamiento que sentía tras esa intensa tarde de emociones.

     —Pss, despierta, Vegeta—el aludido abrió lento los ojos, encontrándose con la figura del chico de pie a su lado.

     —¿Eh? —miró a su alrededor, encontrando la explanada iluminada por farolas ante la caída de la noche—. ¿Ya terminaste?

     —Sí. Me harán volver a declarar en la ciudad donde pasó lo de mamá, allá lo procesarán. Pero lo que pasó hoy ya se solucionó—se sentó a su lado—. Gracias por quedarte.

     —No fue nada, de verdad—ambos veían al frente, bastante distantes. Un gruñido los hizo reír—. ¿También tienes hambre?

     —No pude ni siquiera comprar un bocadillo de la máquina expendedora—lo vio—. ¿Y tú?

     —No, esperaba a que salieras—soltó aire—. Vino Kakarotto, pero les dije que se fueran hace una hora. Era tarde y estaban agotados.

     —¿Cómo le fue?

     —Primer puesto—el peliverde ensanchó su sonrisa—. Lo logró.

     —Lo felicitaré—comentó, antes de enviar un mensaje.

     —¿Vamos por comida? —se levantó y cargó ambos bolsos—. Te llevo a tu departamento.

     —Gracias—se levantó y, antes de dar un paso, el Saiyan se colocó bajo su brazo para sostenerlo.

     Caminaron lento hasta donde estaba aparcado el auto del más bajo. Ya ahí pudo conducir hasta un local de comida rápida y pedir una buena ración de diversos platillos. Incluso pasó por una farmacia para solicitar gasas y materiales para limpiar sus heridas.

     Llegaron al departamento del chico, subieron por el elevador y caminaron hasta su puerta. Aprovecharon ambos para tomar una ducha rápida antes de comer, vistiendo el mayor el cambio de ropa interior que llevaba en su maleta deportiva y un pantalón cómodo que le fue prestado por el más alto. Luego de comer una primera ración que calmara su apetito un poco, comenzó a curar al chico. Granola seguía comiendo mientras el pelinegro trataba de sanarlo.

     —Eso quema, Vegeta—se quejó, metiendo una papa frita en su boca—. ¡Auch!

     —No te muevas, déjame curarlo—terminó de desinfectar la cortadita de su ceja—. Ya acabé.

     —Ya era hora.

     —Sólo pondré…—levantó un curita y se lo puso en la zona—. Ya.

     —Diablos, será molesto hacer tantas limpiezas diarias—mordió su hamburguesa—. Moría de hambre.

     —Yo también—levantó el tazón que tenía ramen instantáneo dentro—. Pediré unos días de descanso en la empresa. En serio estoy agotado—estiró su cuello.

     —Oye, Vegeta…—dejó su hamburguesa y levantó su ramen, para menearlo un poco con los palillos de madera—. ¿Te fuiste por mí?

     —¿Eh? —alzó la mirada. El pequeño sofá donde estaban los tenía muy cerca, permitiendo que el Saiyan observara la mirada insistente del de cabello verde con mayor claridad.

     —¿Recuerdas lo que te conté de mis padres? —el otro asintió—. No sé, creí que estando ahí podría quitarme los malos pensamientos. Y, bueno, fue como estar en un lugar donde ya no encajo—sonrió—. Y está bien, creo. Después de todo, mis padres están muy bien juntos, y mi hermanito está en la etapa de “déjenme solo, me asfixian”. Acopla perfecto una pareja empalagosa que van a todos lados juntos, con un adolescente que está bien si no le dan foco de atención.

     >>Tenías razón. Sobrepensaba muchas cosas, y me culpaba de acciones que nunca cometí. Yo...—levantó su mirada—. El día que estuvimos juntos, y que me llegó el celo. Temí que me odiaras por no controlarme.

     —No habías perdido la conciencia.

     —Pero no sabía cómo refaccionarías. Tú...—soltó aire—. Eres quien ha vivido cosas muy fuertes relacionado a esto, entonces…

     —Nunca te compararía con esa basura—el Saiyan relajó su expresión, después sonrió de medio lado—. Me hubiera gustado que te quedaras.

     —Quería quedarme, pero no me sentía en mi mejor momento—rascó su nuca—. Posiblemente habríamos vuelto a discutir por otra estupidez.

     —Tenemos que aprender, ambos, a ser claros. ¿Estás de acuerdo?

     —Bastante. Debemos ser directos—admitió, mordiendo aquella manzana de caramelo que había comprado en la tarde.

     —Bien—cruzó sus brazos sobre sus rodillas, mirando al Saiyan—. Vegeta, tú me gustas.

     —Cof cof —escupió el trozo de fruta dulce antes de mirarlo.

     —La verdad es que ese día, de verdad la estaba pasando bien. Sólo no quería que fuera porque te estabas descontrolando, sino que fuera los dos bien y conscientes—soltó aire—. Pero por tu manera de irte fue como si me hubieras besado y después te hubieras ido a escupir.

     —Lo siento—rio bajito—. Fui a regañarme y tener mi crisis existencial.

     —Vegeta—el aludido lo miró—. No me has respondido.

     —Granola—empezó a reír—. Me fui porque quería olvidarme de ti.

     —¿Qué? —inevitablemente también rio por la ironía—. Vegeta—volvió a recibir su mirada—. ¿Y lo conseguiste?

     —Me alegro de que no—el otro bajó la mirada, con sus mejillas enrojecidas—. Lo que intentó hacer el imbécil hoy…

     —Quería que te dejara ir. No quería que vieras que él tocara—soltó una mueca de asco—. Me alegra que sea tan imbécil para cargar un arma sin suficientes balas.

     —El corazón me latió horrible cuando te puso la pistola en la nuca.

     —¡¿Y tú, idiota?! Casi me da un infarto con el segundo disparo—lo sostuvo fuertemente de su playera—. De verdad me asusté, no quería que te hiciera daño.

     —Si quieres buscar problemas, puedes decirnos. Te haremos compañía—el otro soltó despacio su playera antes de tratar de calmar sus nervios por recordar esa segunda detonación.

     —Lo siento, me acostumbré a arreglármelas solo—sonrió—. A veces me olvido de que tengo amigos.

     —Granola…—se acercó un poco, el aludido sólo levantó la mirada mientras seguía bebiendo soda—. Hace rato en la fiscalía…

     —Fue un choque de emociones. No nos hablamos ni vimos en dos semanas, te veo y quieres hablar de lo que desencadenó todo, luego las amenazas, te golpearon, casi te disparan, nos alejamos en los consultorios, luego te volví a ver… Todo eso fue muy extraño—sonrió con burla—. Te evité todo el día tratando de ignorar que me gustas. Pero al final, eso me llevó al retroceso.

    >>Cuando salí del consultorio, pese a que me habías enviado el mensaje, y aunque yo había visto que llegamos juntos, en perfecto estado, al hospital, tenía miedo. Una parte de mí temía haberlo imaginado y que en realidad no estuvieras bien. Por eso cuando te vi… —escondió su rostro en sus rodillas—. Me dio miedo disociarme de la realidad.

     >>De hecho, sigo sintiendo que el corazón se me quiere detener al pensar en el segundo disparo. En serio pensé lo peor—alzó su mirada—. Pensé también que estaba huyendo de lo que sentía por ti, y en algún momento, si algo pasaba, podría arrepentirme de haberme alejado. Traté de olvidarme de ti, pero al final tenías que volver y… no pude.

     —Me causa gracia la ironía—lo miró—. No sólo que ambos nos ignoramos para olvidarnos de lo que sentimos por el otro. Sino que también, justo hoy, cayó la mentira de que somos pareja.

     —Tienes que estar bromeando.

     —En serio. Justo después de que me besaras y que salí…—el de ojos bicolor empezó a reír—. Cuando les conté lo que pasó y vinieron en camino, ahí aprovechó para ser honesto.

     —Entonces… ¿Somos sólo amigos?

     —Ante sus ojos sí, pero…—se acercó un poco más a él—Granola... ¿te gustaría intentarlo?

     —¿Sólo intentar? —bromeó, inclinándose hacia adelante—. Sí quisiera., Vegeta.

     —Granola… —acercó más su rostro, notando cómo cerraba sus ojos. Aprovechó eso para unir sus labios en un tierno y casto beso.

     Cuando separó sus labios, bajó a su mejilla, con un roce lento donde sólo calentaba su rostro a causa del vaporcito que emanaba. Volvió a retomar sus labios, esta vez con más confianza, siendo abrazado del cuello. Incluso se recostó un poco para profundizar el contacto, el Saiyan inclinándose hacia él, con el peliverde aferrándose a su cabello.

     —Ya se está pasando el efecto del inhibidor—susurró en su oreja, volviendo a besarlo—. Huele tan bien…

     —Vegeta…—lo empujó levemente, para poder incorporarse—. El sofá es bastante incómodo, y me duele demasiado la espalda.

     —Entiendo—sonrió, levantando su vaso para beber un poco. El peliverde se puso de pie con dificultad y fue lento a la puerta de su alcoba.

     —¿Vienes? —el Saiyan levantó la mirada, para ver al chico que le dirigía una sonrisilla insistente.

     —Claro—dejó ahí el vaso y lo siguió, entrando en la habitación. Granola aprovechó para cerrar la puerta y colocar sus manos en los hombros del más bajo.

     Esta vez fue él quien tomó la iniciativa, uniendo sus labios con los de Vegeta, abrazándolo del cuello conforme iban despacio a la cama. Se sentaron en la orilla del colchón, volviendo a besarse, acariciándose un poco sus brazos y espaldas.

     —¿Puedo…? —intentó levantarle la playera. El peliverde se separó para él mismo quitársela y volver a besar al Saiyan—. Todas las marcas ya son moretones—pensó al ver aquel torso con hematomas, así como su cuello donde todavía se distinguían las marcas de los dedos que presionaron fuertemente—. Se ve tan herido, pero nunca dejó de pelear…

     —Me haces cosquillas—se removió entre sus brazos tras la respiración en su cuello—. Oye, hablo en serio—agregó entre risas.

     —¿Es la primera vez que…? —el chico, que yacía recostado, le dio una miradita—. Las feromonas…

     —Sí, me ahogaba lo más mínimo—sintió aquellos labios en su cuello—. ¿Tú…?

     —Misma situación—respondió, antes de dar una ligera mordidita en su cuello, sólo presionando con cuidado de no dejar una nueva marca. El peliverde arqueó su espalda al sentir la lengua del otro tocando su piel—. Su aroma es fuerte…—olfateó su cabello—. Es dulce…—volvió a retomar sus labios, animándose a tocar su torso.

     Granola no se quedó atrás. Sin pena correspondió el tacto con el pelinegro, paseando sus manos por debajo de la tela de su playera para sentir su piel.

     Entre besos y caricias, jugueteando un poco con roces accidentales y otros no tanto, terminaron ambos desnudos bajo las sábanas, acariciándose sin pudor y con pasión, tratando de tocar más del otro mientras sus respiraciones se mezclaban en una sola.

     —Mgh… Vegeta—un hilillo de saliva conectaba todavía sus labios, cuando el más bajo pasó a besar una vez más su cuello—. Geta…

     Acarició su miembro un poco, sintiéndolo ya rígido. ¡Y cómo no! Habían estado abrazados y chocando mutuamente. Mientras lo besaba siguió acariciando lento, sintiendo ese cuerpo temblar con cada roce en su piel. Tragó saliva, antes de colocarse entre sus piernas y flexionárselas un poco.

     —Espera, espera—giró su rostro para soltar sus labios. Su cabello ya estaba alborotado de tanto movimiento sobre su almohada.

     —¿Qué… pasa? —sacudió su cabellera negra, todavía mirando al peliverde hipnotizado con su calor corporal.

     —Espera—se incorporó un poco para abrir el cajón de su mesita de noche. Estiró su brazo lo más que pudo, tomando el brazo del Saiyan para evitar que se alejara—. Aquí está.

     —¿Qué cosa? —vio cómo abría la bolsa blanca, sacando una cajita—. Olvidé que los había comprado.

     La abrió para sacar un empaque. Lo abrió cuidadosamente y se colocó el condón. Lo deslizó hasta la base, y después arrojó el empaque ya vacío al suelo.

     —Ven acá—estiró al Saiyan para volver a retomar el calor de la escena, aferrándose a su cuello mientras buscaba sus labios en un profundo beso.

     Sin separarse, el pelinegro intentó una vez más separar sus piernas y colarse entre ellas, ahora sin necesidad de interrumpir su contacto. Tomó su miembro y rozó con la punta su entrada, dando un ligero movimiento circular que hizo dar un respingo al más alto.

     —Es demasiado…—pensó al tocar su entrada al intentar introducirse—. No sabía que los omegas lubricaran tanto—alzó su mirada, para ver al chico que cubría sus ojos con su antebrazo—. O es que de verdad está disfrutándolo…

     —Vegeta…—se asomó un poco, para verlo con sus ojos entrecerrados—. Vegeta…

     —Diablos—terminó de entrar en él para buscar sus labios, siendo casi imposible que el peliverde le siguiera el ritmo a sus besos a causa de su dificultad para respirar—. Granola…

     Susurró en su oído, besó su cuello y entre caricias en su torso y llevado por su calor, comenzó a moverse, inundando la habitación a los pocos minutos de sonidos húmedos y del choque de sus pieles. Esas manos se enredaron en su melena negra, y su rostro se escondió en el hombro del más bajo. Su respiración era más escandalosa, dando paso a tímidos gemidos por parte de ambos.

     —Vegeta…—susurró—. Me gustas…

     El pelinegro lo vio. Aquellos ojitos estaban cerrados, con unas lagrimillas en sus pestañas debido a la intensidad de todas aquellas sensaciones en su cuerpo. Ese chico en serio lo volvía loco, no podía evitar sentirse estúpido al recordar cómo trató de alejarse de él cuando, en realidad, lo tenía embobado.

     —Mgh—encajó sus uñas en la espalda del Saiyan conforme aumentaba la velocidad de sus movimientos.

     El pelinegro miró aquel rostro todavía moviéndose. Sus ojitos entrecerrados, con una expresión de placer y sus labios ligeramente abiertos, mordiéndoselos para evitar soltar sonidos más fuertes. El mayor no resistió y se acercó a su rostro, mordisqueando su mejilla, clavando levemente sus colmillos en su quijada.

     —Ah, ah, ah—dio un respingo y tomó aire de manera entre cortada, subiendo su pecho mientras abría sus ojos y enfocaba al Saiyan. Sólo sintió el calorcito extra en su interior a causa de la eyaculación dentro del látex. Sintió que la caricia en su miembro también aumentaba de intensidad, sacándole más gemidos mientras se removía entre sus brazos y llegaba a su orgasmo. Apresó fuertemente su cabellera mientras buscaba sus ojos, mirándolo son sorpresa mientras tomaba bocanadas de aire.

     >>¿Me… me anudaste? —preguntó, con su vocecita cortada, tomando respiros cortos.

     —No … no te muevas… —su respiración también estaba cortada, besó sus labios castamente, sin poder durar tanto tiempo por su falta de oxígeno. Escondió su rostro en el espacio entre su hombro y cuello. Se quedó quieto, sólo tratando de regular su respiración.

     Abrazó el cuerpo que estaba debajo de él, tratando de no moverse para no lastimarlo. Sólo se limitó a relajar su cuerpo mientras el peliverde hacía lo mismo. Permaneció inmóvil, sólo moviendo su mano para acariciar su cabellera.

     —¿Tanto te gusto que no quieres que me separe? —bromeó, sacándole una risita al otro.

     —No fue intencional—trató de moverse, sacándole un quejido—. Diablos, qué pésima posición para quedarnos atascados.

     —Cambiemos—sugirió, revolviendo un poco su cabello—. Me está doliendo la espalda.

     —Deberemos hacerlo rápido—el otro asintió, incorporándose un poco—. Te puedes lastimar.

     —Ajá, ya lo sé—cerró sus ojos—. En serio me está matando esta posición—por su insistencia, el pelinegro accedió. Contaron hasta tres y dieron un giro en el colchón, de modo que el peliverde quedó encima—. ¡Ouch! —tocó la parte baja de su abdomen—. Esto es demasiado raro.

     —Granola —el otro lo enfocó, a la vez que trataba de acomodarse con el inconveniente presente—. También me gustas.

     —¿Eh? —sonrió de medio lado—. Claro…—una vez pudo acomodarse, se acostó sobre él, con una de sus piernas ligeramente flexionada. La diferencia de estaturas hizo que el cuello del más alto estuviera accesible para el pelinegro.

     —Me gusta demasiado tu esencia—mordisqueó su quijada, tan leve que sólo le causó un hormigueo.

     —¿Qué? ¿Me vas a marcar?

     —¿Eh? —guardó silencio, mirando al más alto.

     —Estoy bromeando—le estiró la mejilla, antes de depositar un beso en sus labios, que fue correspondido al instante—. Vayamos despacio.

     —Granola—sonrió, depositando un beso en su hombro—. Gracias…

 

***

 

—¿Mgh? —estiró su brazo, palmeó un poco antes de abrir sus ojos. Todo le daba vueltas, y ni hablar de la espalda y cuello tras esa intensa noche con el chico. Miró a su costado, encontrando la cama vacía. Sólo estaba la playera que había usado minutos antes de que les estorbara—. ¿Qué hora es? —buscó su celular, leyendo que marcaba las 11:39 am.

     Rascó su cabeza y se levantó, para acercarse a la puerta del baño. Tocó con su puño dos veces, para después abrir ante la falta de respuesta allá adentro. Se extrañó un poco, así que comenzó a buscar sus prendas. Se vistió, notando justo en ese momento que el clóset del chico estaba abierto y no había ropa suya.

     —¿Qué diablos…? —caminó a la sala, encontrándola también vacía. Sacó su teléfono y trató de conectar una llamada con el otro—. Granola, ¿dónde estás?

     —¿Recién despiertas? —oyó una risita por parte de él—. Estoy en la estación de autobuses, tengo un boleto para la ciudad donde antes vivía con mamá. Salí temprano.

     —¿Qué? —se acomodó el tenis—. Espera ahí, iré ahora mismo y…

     —No, déjalo…—se quedó quito al oírlo—. Quiero hacer esto solo, Vegeta. Quiero cerrar este ciclo, y creo que la única manera en que podré hacerlo es si termino esto por mí mismo.

     —Entonces… ¿sólo te irás, así, solo? —el otro suspiró—. ¿Es una pequeña venganza por lo que yo hice? —lo oyó reír.

     —Tal vez…—jugueteó—. Vegeta, necesito hacer esto.

     —Claro, entiendo—regresó a la alcoba, para sentarse en la orilla de la cama y tomar entre sus manos la playera del chico—. ¿Tardarás mucho?

     —No lo sé… Espero que no, pero me dijeron que podría extenderse varios días—volvió a soltar aire—. No tengo una fecha clara.

     —Si necesitas apoyo, puedes llamarme. ¿Entendido? Idiota, no estás solo.

     —Ya te oí, Vegeta—guardó silencio unos segundos—. Vegeta, tal vez sea una pregunta egoísta la que haré, pero…—oyó su respiración algo nerviosa, la cortaba como tratando de tomar valor y que lo siguiente que saliera de sus labios fuera aquella cuestión que deseaba hacer—. ¿Vas a…? Mmm…—tomó unos eternos segundos donde sólo se sentía el nerviosismo del peliverde al otro lado de la línea—. No tienes que hacerlo, ni siquiera sé cuánto me llevará esto. Pero tú… ¿me esperarás?

     ¿Eh? —sus mejillas se sonrosaron al oír esas palabras. Sonrió, empuñando aquella prenda que posiblemente había dejado para mantener su esencia en esa cama donde compartieron la noche juntos—. Prometimos ser claros esta vez, ¿no? —olfateó un poco la playera—. Esperaré a que termines lo que tengas que hacer.

     —Me… ejem… Me llevé la playera que dejaste en la cama—el Saiyan rio—. Es que…

     —Está bien. Me llevaré la tuya—se dejó caer en el colchón—. Granola, si no vuelves pronto te iré a buscar, ¿entendiste?

     —Entendí perfectamente… Hablé con mi casera esta mañana, mi renta cubría hasta dentro de un mes más. No habrá problema con nada. Dejé una copia de la llave en la mesita, ¿podrías cerrar bien cuando te vayas?

     —Sí, no te preocupes por eso. Ve tranquilo—cerró sus ojos—. Yo me encargo de todo.

     —Gracias…—se escuchó un “pasajeros que vayan a abordar, favor de prepararse” de fondo—. Tengo que colgar. Nos vemos luego, Vegeta.

     —Ten cuidado, por favor.

     —Tú también… Te llamaré si necesito algo—se oyó un ruido de fondo—. Adiós.

     —Adiós…—oyó un “bip” final, miró la pantalla, donde se marcaba que la llamada había terminado—. Una vez más, otra vez separados—se levantó y miró las sábanas, en donde se percibían unas cuantas manchitas que delataban el derroche de pasión que tuvieron aquella noche.

     Levantó las telas y las llevó a la pequeña lavadora que estaba el baño. Era bastante compacta, que permitió hacer ahí mismo la limpieza del textil. La pasó a la centrífuga, y finalmente a la secadora. Aunque los electrodomésticos eran de mínima capacidad y volvían el baño un lugar muy pequeño, en esos momentos le eran muy útiles, para no tener que transportar las sábanas manchadas con fluidos por todo el edificio.

     Aprovechó, una vez que estuvo limpio todo, para colocarlas en el colchón y acomodar todo. Tomó una ducha para disimular el rastro de feromonas en su cuerpo y apagó todas las luces. Tomó su mochila, revisó que las llaves del gas estuvieran cerradas y que el refrigerador estuviera conectado y bien cerrado, y finalmente salió de ese departamento, cerrando tras sí.

 

***

 

—Buaaa—bostezó, recargándose en el hombro del más bajo—. ¡Qué aburrido! El primer día nunca hacemos nada, debimos habernos quedado en casa y dormir otro ratito—comentó, aferrándose al brazo de Vegeta—. Es muy temprano, Veg.

     —El primer día siempre están llenas las avenidas. Si salíamos después ahorita estaríamos atrapados en el tráfico—miró al cielo, donde el claro amanecer se apreciaba más por la ausencia de nubes—. Oye, de casualidad… ¿has hablado con Granola?

     —¡Ay, son unos tontos los dos! ¿Por qué no sólo se preguntan las cosas directamente? —lo miró—. Granola a cada rato me pregunta por ti, pero dice que quiere tomar espacio contigo.

     —Supongo que es como una “prueba” para ambos—sonrió. El otro se removió en su lugar con un pequeño berrinche.

     —¡No sean payasos! —se levantó de la banca y sostuvo al Saiyan de los hombros, con una determinación que nunca había visto en él fuera de las peleas—. ¡Sean directos! ¡Ambos están muy pendientes del otro! Vegeta, en serio están dándole la vuelta a algo que ambos quieren—lo sacudió un poco—. ¡Ya-háganse-caso!

     —Ya no me agites—lo tomó de las muñecas, para ver al menor. Sin querer rio por su puchero de fastidio. Al parecer, por fin se había cansado luego de funcionar como el mensajero de ambos chicos, donde avisaba a uno lo que hacía el contrario, todo porque “necesitaban hacer cosas también por su cuenta”, pero al final trataban de sacarle información a Goku para saber del otro—. Ya somos claros.

     —¡No lo son! —unió su frente con la del Saiyan—. Deja de ser el “niño correcto” por una sola vez en tu vida Vegeta y sigue tu instinto.

     —“Mi instinto…”—sonrió y retiró con su mano la cara del menor—. Ya entendí, deja de molestar.

     —¡Es que…! —pataleó un poco y dio vueltas en su lugar—. ¡Siempre es lo mismo, Vegeta! Siempre te encierras, evitas a todo el mundo, no quieres salir… Y ahora hay alguien que es igual de amargado que tú y que te quiere y que quieres, ¡y no haces nada! —empuñó sus manos e infló sus mejillas—. Te estás comportando como un… ¡como un imbécil!

     —Me quiero reír, pero si lo hago él saldrá llorando—miró aquellas mejillas rojas—. ¿Cómo puede ser tan adorable cuando está enojado? —mordió su lengua para evitar reír—. ¿Por qué siento que se está regañando mentalmente por decir una mala palabra? —soltó aire y se puso de pie, para poner su mano en su hombro—. Kakarotto, yo soy quien prometió cuidar de ti, no al revés. Gracias, pero estoy bien—con su dedo pulgar e índice presionó ambas mejillas del chico, para que soltara el aire—. Ardilla, no hagas pucheros.

     —Jejeje—miró con sus ojitos brillantes al más bajo—. No me cambies, que no se te olvide que yo soy tu mejor amigo.

     —Nunca—le revolvió su cabello—. Tu novia está allá, mirando hacia acá, esperando que termines tu discurso—mencionó. El Son giró su torso, viendo a la pelinegra a varios metros atrás, dándoles espacio en lo que hablaban.

     —Puede esperar, ya sabe que soy prestado. Me debe compartir contigo—tomó los hombros del Saiyan—. Granola me escribió anoche, hoy vuelve—mordió su labio inferior—. Vegeta, por favor. Aprende a salir.

     —Ya, ya…—le tomó las mejillas—. Y tú aprende a ser más responsable.

     —Estoy en proceso—le mostró la lengua—. Así que te toca.

     —Claro—lo soltó despacio—. Anda, se te hará tarde para tu primera clase.

     —Nos vemos, Veg—le dio un abrazo y fue corriendo a donde estaba la chica.

     El Saiyan correspondió el ademán que la chica hizo a modo de saludo a distancia. Los observó retirándose, yendo juntos, tomados de la mano, a la clase que tenían juntos. Soltó aire y volvió a sentarse en la banca, para mirar hacia arriba, viendo los rayos de sol que se filtraban por la copa del árbol cercano.

     Goku tenía razón en lo que decía. Tal vez, sólo por una vez en su vida, debía seguir a su instinto, ese que le decía que la esencia de Granola era perfecta para él, la que podría percibir por siempre y jamás dejaría de enloquecer con ella. Seguir también lo que sentía por él, guiándose por esa corazonada de aquella compatibilidad que estuvo disfrazada de antipatía en un inicio.

     —¿No tienes clases? —bajó la mirada, para ver al chico que se paró frente a él.

     —Gra-Granola… Creí que no te encontraría en el campus—el peliverde se sentó a su lado.

     —Volví anoche. Tuve que arreglar todo lo del departamento—lo miró—. ¿Qué hay de ti?

     —Empecé a trabajar en la empresa, por lo de las prácticas, yendo a la oficina—sonrió—. Me dieron tres horas diarias.

     —Suena bien—miró al cielo—. Me alegra que todo haya terminado, me habría desanimado mucho tener que dar de baja el semestre si no regresaba antes.

     —¿Cómo te fue? ¿Pudiste arreglar todo?

     —Le darán cadena perpetua, sin posibilidad de salir antes—miró al más bajo—. Incluso… En el juicio apareció la exesposa de Elec. Fue impactante escuchar todo lo que le hizo durante su matrimonio.

     —Por fin podrá estar tranquila, ¿no?

     —Espero que sí. Al final, también me sentía como ella. Alerta en todo instante por si aparecía enfrente de mí.

     —Y por eso mismo fuiste a buscarlo para tratar de golpearlo…

     —¡Ya no me lo recuerdes! Tengo que usar una bufanda por su culpa—el Saiyan aprovechó para descubrirle un poco el cuello, viendo que sus marcas ya se notaban menos pero todavía era obvio un intento de asfixia—. ¿Qué tal está el tuyo?

     —Duele al hacer fuerza, pero ya mejor—subió su mano a su rostro, para acariciar su mejilla. Su ojo ya estaba casi sano, sólo tenía una leve inflamación—. Sigo sin saber cómo es posible que te haya hecho tanto daño.

     —Me tomó desprevenido, y, bueno, era complicado. Su olor era asqueroso, casi vomito ahí mismo.

     —Había una notable ventaja—le revolvió el cabello, consiguiendo que cerrara sus ojos—. ¿Siempre había hecho eso? —tragó saliva, sintiendo el calor en sus mejillas.

     —Te extrañé—susurró, girando su cabeza hacia el más bajo, en un tono similar al que usó Vegeta en su auto.

     —¿Ahora debo cambiar de tema? —el de ojos bicolor se avergonzó, por lo que desvió la mirada. ¡Y cómo no! Estaba haciendo burla a que en su declaración parcial, le dio pánico y trató de desviar la atención con otro asunto—. Granola, ¿aceptas tener una cita conmigo? —el aludido volvió a verlo—. ¿Tienes libre esta noche?

     —¿Eh? Sí, sí… Esta noche tengo disponible—se removió un poco en su lugar, como si la timidez hiciera presencia en él, pese a que ya habían visto cosas muy privadas del contrario, era la primera vez que hablaban de una salida formal.

     —¿Te busco en tu departamento a las siete?

     —Está perfecto—miró la hora en su celular—. Debo irme, mi facultad está al otro lado del campus y ya casi empiezan mis clases.

     —Sí, yo también debo ir a mi salón—se levantaron ambos y caminaron juntos unos metros, antes de que sus caminos tuvieran que separarse—. Nos vemos esta noche.

     —Nos vemos—dieron ambos unos cuantos pasos, cada uno por un rumbo distinto—. Ehm… Vegeta.

     —¿Sí? —se detuvo, volteando a ver al chico.

     —Sólo…—dio un trote hacia él, colocó sus manos en sus hombros y unió sus labios en un suave beso, que fue correspondido con la misma profundidad con la que el chico trataba de demostrar su afecto—. Nos vemos esta noche—susurró, antes de trotar hacia su facultad, dejando al pelinegro con una expresión risueña.

     Metió las manos en su bolsillo y comenzó a caminar, esta vez para los edificios donde él tomaba clases. Su mirada estaba perdida en el suelo, pero esa sonrisa no se borraba de su rostro.

     Al final, tenía la oportunidad de salir con un chico increíble, tan afín a él, pero al mismo tiempo tan complementario por sus diferencias. Era el inicio de una bonita relación, donde ambos parecían ser el uno para el otro, dispuestos a ir lento, pero con seguridad en su intento de hacerlo funcionar.

     Aunque, claro, ¿sería sólo un “intento” cuando ambos eran tan compatibles, y sus cuerpos reaccionaban tan perfectamente con el otro? No sólo por la intimidad, donde sin querer había llegado a anudar a ese chico para atarlo momentáneamente junto a él por la inquietud de que se alejara cuando estaban en su máxima plenitud en el acto sexual, sino también por la tranquilidad que la esencia del otro les transmitía y que nunca habían sentido como alguien más.

     Posiblemente, era el inicio de algo que podría durar para toda la eternidad.

     Al fin y al cabo, alfas y omegas podían crear un vínculo para toda la vida…

FIN

Notas finales:

(03/01/2023 By Near)


(Fecha de su primera vez subido)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).