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Antipatía por Princesa de los Saiyajin

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2

Lejanía

 

—¿Qué les dijeron? —preguntó el peliverde, asomándose desde la habitación del Son. La distancia entre ambas puertas era de casi 5 metros.

     —Sí fue por combinar tantas cosas, no por intoxicación—el menor seguía apoyándose en el Saiyan—. Requiere dieta y medicamentos.

     —Hmph—cruzó sus brazos y desvió la mirada—. Lo cuidaré esta noche. Ya te puedes ir a dormir.

     —Claro—guio al adormilado Son hasta su alcoba, ayudándolo a colocarse de costado en su cama. Lo cubrió con su sábana y dejó la botella de suero de moras (el que tuvo que comprarle por sus insistencias) a un costado de su cama. Tan sólo terminó de acomodarlo se puso de pie, apagó la luz, y fue al pasillo. El peliverde se había mantenido alejado, en la oscuridad de la sala—. Ya está. Si te da problemas envíalo conmigo.

     —Ajá…—esa respuesta terminó por frustrar al Saiyan.

     —Oye, ¿cuál es tu problema? —recibió la mirada del más alto—. No actúes como si te hubiera hecho algo—metió las manos en sus bolsillos y giró la cabeza—. No me interesa ser tu amigo ni nada. Pero Kakarotto está muy insistente en que convivamos.

     —Tsk… —tocó su tabique—. Yo prometo mantener mis feromonas al mínimo si tu prometes hacer lo mismo. Me provocas náuseas.

     —Opino igual—alzó su cabeza, para mirar al techo—. ¿Cuánto piensas quedarte aquí?

     —Sólo hoy.

     —Bien, me parece perfecto—abrió la puerta de su habitación, dirigiendo una última mirada al de ojos claros—. Disculpa si te asusté hace rato. No pienses que quería acercarme.

     —¿Quién dijo que te tenía miedo? Ten por seguro que te iba a golpear si intentabas algo—el Saiyan se detuvo, volviendo a mirarlo—. No bromeo.

     —Tsk… Escucha, no sé qué clase de idea tengas de mí, pero no tengo interés en “intentar algo”—desvió la mirada—. Sólo cuida del imbécil de Kakarotto esta noche.

     —Hmph… Como sea—con sus brazos cruzados se levantó y avanzó hacia la alcoba del Son.

     —Suele esconder dulces en el último cajón del mueble, no dejes que se atragante otra vez—avisó, antes de meterse en su habitación.

     —Oye—Vegeta, que estaba a nada de cerrar la puerta, volvió a asomarse—. Gracias por llevarlo.

     —Bahh…—soltó aire—. Es mi mejor amigo. No podía dejarlo así.

     —Claro—ya sin mirarlo, se metió a la habitación del Son. Lo vio dormido en su cama, lucía bastante mal considerando la manera en que su nariz se fruncía entre sueños.

     Soltó un suspiro, se recargó contra la puerta y miró unos largos segundos a Goku. Ese chico alto era bastante inocente, fácil de engañar. ¿Qué no lo había conocido en la Academia Kame, luego de notar que otros sujetos que decían ser amigos del Son trataban de manipularlo para que hiciera cosas por ellos?

     Recordaba cómo, pese a no querer involucrarse, se tomó la molestia de decirle que esos chicos sólo querían aprovecharse de su bondad para que les pagara sus almuerzos, o que moviera los materiales que ellos requerían. Pero esa advertencia de “por tu bien deberías alejarte de esos sujetos, porque sólo te están utilizando” lo tomó como un “ellos son malos, yo soy bueno y podemos ser amigos”.

     Y no le molestaba. ¡Al contrario! Había disfrutado de esa amistad que formaron, se sentía en confianza con aquel chico y habían compartido momentos muy agradables. Estar con Goku era una aventura, solía tener planes divertidos todo el tiempo, y lucía como si se maravillara con cualquier cosa pequeñita. Incluso podía decir que, gracias a la visión del Son, había aprendido a valorar aspectos pequeños de la vida.

     Y, en más de una ocasión, se había preguntado cómo sobreviviría ese chico tan bondadoso, si parecía que cualquiera trataría de usarlo por su dificultad para detectar la malicia en las personas. Porque, tenía que reconocer, que Goku era un chico muy fuerte físicamente, pero demasiado confiado con cualquier desconocido.

     Ahora entendía mejor esas dudas que había contenido mucho tiempo. Si ese tal Vegeta había sido su amigo durante toda la preparatoria, y ahora durante estos cuatro años de universidad estuvieron juntos, y por la manera en que el Son hablaba y lo presenciado esa noche, había garantía en que era el de cabello en punta quien había protegido al menor.

     Además, en esos momentos todavía mostraba una preocupación disfrazada de desinterés. Como si su orgullo impidiera que dijera abiertamente que quería a su amigo y por eso estaba tan pendiente de él. No le pareció tan raro, siendo que si Vegeta era dominante, se sentiría más a gusto conviviendo con un beta por la ausencia de feromonas.

     Sabiendo que el chico con quien Goku vivía no era otro beta, o siquiera un omega, sino con un alfa dominante, lo puso alerta en el primer instante. ¡Y cómo no! Los alfas dominantes también tenían ciclos de celo que, al igual que con los omegas, se podían controlar con supresores.

      Si bien una de sus preocupaciones era que el menor pudiera ser manipulado por el chico alfa en sus ciclos de celo para “liberarse”, o peor aún, descontrolarse y tocarlo a la fuerza, por lo que el Son dijo en ningún momento había hecho algo en contra de su voluntad. Ni siquiera lo había tocado, insinuado, ni nada más.

     Y por la manera en que reaccionó, alejándose de él cuando se encontraron en la cocina, además del hecho que sus feromonas se permanecieron bajas en todo instante, al menos sólo confirmaba un poco las palabras del Son, acerca del “buen sujeto” que aparentemente era. Claro, en apariencia. No se sentía con ánimos de saber más.

     Aunque sus feromonas fueran bajitas, le provocaban incomodidad. Ese aroma robusto no lo hacía sentir en calma, seguían siendo fuertes a comparación de otros alfas. Necesitaría un lugar con suficiente ventilación si es que Goku insiste nuevamente en salir los tres.

     Movió la colcha del suelo, alejándola lo suficiente de la cama del Son, y se tiró encima. Se acomodó de costado, para estar pendiente del pelinegro por si se presentaba una nueva emergencia, y cerró sus ojos para poder conciliar el sueño.

 

***

 

—El golpe fue muy bueno—comentó el Son, tras ver cómo el peliverde golpeó el saco de boxeo—. Sigues entrenando, ¿verdad?

     —Sí, aunque no tanto como antes—estiró sus brazos y secó el sudor de su frente—. ¿Qué hay de ti?

     —Sí, mi objetivo es poder clasificar para las nacionales este semestre que empezará—se acercó y golpeó ahora él—. Si lo consigo, me sentiré muy feliz.

     —Te ayudaría a entrenar, pero creo que necesitas a alguien más capacitado para eso—el Son ensanchó su sonrisa.

     —¿Recuerdas al entrenador de Kung Fu de la Academia Kame? —el de ojos claros negó—. Mmm… ¿Recuerdas el discurso donde mostraron a los entrenadores que ya se habían jubilado?

     —Creo que sí recuerdo la ceremonia, mas no de quién hablas.

     —Bueno, el maestro Roshi me entrenó sólo unos meses antes que se retirara. Tú estabas todavía en el área de defensa personal en ese entonces—fueron al área de descanso, para beber un poco de agua—. Me lo encontré hace poco en el supermercado, estaba coqueteando con la edecán. No creí que me recordara.

     —¿Te refieres al anciano pervertido que siempre molestaba a la entrenadora de karate?

     —¡Ese mismo! —al peliverde le resbaló una gotita de sudor de la frente—. Él es un gran maestro de artes marciales. Y me dijo que, como ahora está viviendo cerca de aquí, me puede seguir entrenando cuando quiera. Sólo si le llevo una revista interesante.

     —¿Revista… interesante…? —repitió, antes de fruncir el ceño—. Ay, Goku. No pensarás ir, ¿o sí?

     —¡Claro que sí! Sólo necesito conseguir una revista donde salgan chicas lindas—lo miró, mordisqueando un poco el popote de su bebida—. ¿No tienes una, de casualidad?

     —¿Q-qué? —sus mejillas se ruborizaron—. ¿Y yo por qué tendría algo como eso?

     —Mmm… no sé—rio—. Supongo que iré a comprar alguna.

     —Goku, si llegas preguntando por una revista así a algún lugar, te tacharán de pervertido—soltó aire—. Pide por internet… Y sólo si te garantizan que te lo darán en una caja.

     —Sí, lo tomaré en cuenta—siguió mordiendo la pajilla—. ¿Podemos ir a comer?

     —No puedes comer cualquier cosa—el menor hizo un puchero—. No.

     —¡Ay! Quería que fuéramos a la cafetería del centro, venden comida muy rica—el peliverde negó—. Anda, Granola. Prometo comer sólo un plato.

     —¿Sólo un…? Goku, ¿cuántos comes normalmente?

      —Depende. Si estoy con Vegeta, él paga y me deja pedir todo lo que quiera—se puso de pie y lo estiró un poco del brazo—. Anda, la comida es fantástica.

     —Sólo uno, ¿de acuerdo?

     —Sí, sí. Lo que digas.

     Lo comenzó a jalar, motivándolo para que se ponga de pie. Lo guio hacia la puerta, saliendo del gimnasio, para poder tomar un taxi. En cuestión de minutos llegaron al centro de la ciudad, donde se encontraron con un local de comida bastante lindo en cuestión de decoración exterior.

     Se adentraron al lugar, buscando una mesa disponible e hicieron el pedido tan sólo la mesera fue con ellos. El peliverde sólo miraba al Son, con algo de agotamiento. ¡¿En serio no tenía suficiente ya?! Una noche de excesos donde terminó en el hospital, y aun así ahora estaba ansioso de poder degustar un plato fuerte.

     —Llevo medio día cuidándote y ya no puedo—se apoyó en la mesa—. ¿Su compañero en serio aguanta todo esto?

     —No tienes por qué preocuparte—ese par de ojos claros lo miraron—. No es como si fuera débil, Granola.

     —No es por la fuerza física, sino por otras cosas—la mesera llevó los platos a la mesa, agradecieron, y continuó hablando—. Goku, preocupa que eres demasiado distraído y confiado.

     —Jeje, Vegeta dice lo mismo siempre—el más bajo chasqueó la lengua.

     —Supongo que él ve a diario cómo atentas contra tu vida sin querer—el menor rio—. Provecho.

     Comieron en silencio. Goku comió despacio, saboreando cada uno de los vegetales y de la pieza de carne, sabiendo que ese chico de ojos bicolor no permitiría que pidiera una segunda ración. Ni siquiera un refresco le permitió pedir, sólo un agua de frutas.

     —Vegeta me envió un mensaje—comentó, sacando su teléfono—. Dice que dónde dejé los supresores—se puso a pensar, bajo la mirada incómoda del peliverde—. A ver—se acercó a su mochila, donde había colocado un cambio de ropa, su bebida hidratante y los medicamentos, entre otras de sus pertenencias—. Metí todo en la bolsa, no me di cuenta de que también estaban sus cosas—comenzó a colocar cajas y frascos en la mesa.

     >>Traigo mis pastillas para el dolor de estómago, las vitaminas que me recetó el doctor, también me dio otras para el dolor de cabeza…

     —Sólo necesitabas traer una de cada tipo—comentó, viendo que había traído incluso las cajas repetidas, ya que la prescripción completa iba a ser de varios días—. Esto es lo que te está pidiendo—comentó, agarrando una cajita de un llamativo color amarillo—. Esto… huele a él…—pensó, recordando el olor tenue que percibió la noche anterior—. Rayos…—abrió la cajita y sacó un par de píldoras, tragándolas rápido—. Llévale las que quedan.

     —Sí—volvió a meter su pequeña farmacia en su bolsa—. ¿Vamos?

     —Olvídalo, no quiero verlo—cruzó sus brazos sobre su pecho y desvió la mirada—. Te acompaño hasta el edificio, pero me iré a casa.

     —Está bien—sacó su billetera y sacó dinero—. Esta vez invitaré yo, Granola.

     —De acuerdo.

     Al estar cerca el edificio departamental de la cafetería, se permitieron caminar hasta allá, continuando con su conversación en el camino. Iban lento, sin prisa, permitiéndose relajarse en las calles vacías, sintiendo el viento fresco de esa tarde.

     —Gracias por la compañía. ¿Nos vemos mañana otra vez en el gimnasio?

     —Sí. Envíame mensaje con la hora—el Son asintió y comenzó a caminar hacia el elevador, mientras el peliverde tomaba dirección hacia su hogar.

     —¿Tengo veinte mensajes de Vegeta? —susurró, mientras iba subiendo por el ascensor—. “Kakarotto, ¿dónde estás?”, “Kakarotto, responde, maldita sea”, “Kakarotto, te voy a matar…”—las puertas se abrieron, así que comenzó a caminar por el pasillo hasta llegar a su puerta. Abrió y entró, encontrándose con todas las luces apagadas. Encendió la de la sala, viendo la figura del Saiyan que salió a asomarse rápidamente—. Vegeta, ¿te sientes bien? Te ves raro—mencionó, notándolo desalineado tanto de su ropa como de su cabellera.

     —Idiota…—susurró, con tono grave. Se acercó despacio, apoyándose contra él, empujándolo lentamente, consiguiendo que su espalda chocara con la puerta—. ¿Qué rayos…? Huele a omega…—olfateó un poco su hombro y el espacio entre su cuello.

     —Me haces cosquillas…—dijo riéndose y estremeciéndose en sus brazos—. Vegeta, no me respires en el cuello... ¿Qué tienes? ¿Quieres un abrazo?

     —¿Dónde dejaste el maldito supresor? —su voz se oía baja y ronca, como si se le dificultara respirar—. Diablos, tiene impregnado el olor de un omega… —se acercó un poco más—. Es tan fuerte, como si realmente viniera de Kakarotto.

     —Me lo llevé por accidente—extendió su mochila y comenzó a rebuscar en su maleta, con el Saiyan alejándose sólo unos centímetros—. Dame un minuto…

     —Ese olor, es demasiado fuerte…—tragó saliva, mirando la espalda del Son. Su mirada recorrió toda la columna vertebral de ese chico, desde abajo hasta la nuca—. Estuvo todo el día con un omega, se le quedó su olor… —mordió su labio inferior—. Maldita sea, Kakarotto. Date prisa.

     —Espera, se quedaron al fondo—sacó la bolsita plástica para buscar la caja adecuada.

     —En estos momentos es una ventaja para él ser beta, de lo contrario estaría ahogándose en estos momentos con mis feromonas—el menor le extendió una cajita.

     —Te traeré agua, Vege—avisó, yendo a la cocina. El Saiyan se permitió reír ante la serenidad de ese chico, que no se daba cuenta todavía que estaba en pleno celo y estaba volviéndose loco por la ausencia de medicamentos, sumado con aquel intenso aroma proveniente de él.

     —La caja también tiene ese olor… Me es familiar… —golpeó su cabeza contra el muro, algo fuerte—. Es del idiota de Granola.

     —¿Te golpeaste muy fuerte? —cuando el más alto estuvo frente a él, metió dos pastillas en su lengua y tomó el vaso, para poder tragarlas—. Vegeta, sé más cuidadoso. Ven, te ayudaré para que llegues a tu habitación—lo sostuvo del brazo, para llevarlo a pasos lentos hacia su cama—. Perdón por llevármelas.

      —Cabeza hueca—le revolvió la cabellera, consiguiendo que sonriera—. Apestas. Ve a ducharte.

     —Jeje, es que entrené toda la mañana con Granola—se levantó al baño de la habitación del Saiyan con un paño en la mano, para regresar con esa tela húmeda con el agua fría del grifo. Lo extendió en su frente, para tratar de aminorar el calor de su piel—. Me iré a duchar. Vuelvo pronto.

     Lo observó irse, soltando un suspiro algo aliviado. Se acomodó de costado, sintiendo calma al ver que el supresor comenzaba a hacer efecto. Cerró los ojos, concentrándose en ese aroma tenue que se quedó impregnado en su ropa tras haberse pegado demasiado al Son.

      —Ya vine, Veg—su cabello estaba húmedo, delatando que había tomado un baño—. Hazme un lugar—se acostó en la cama, frente a él. El Saiyan seguía serio, concentrándose en aquel olorcito suave.

       —Su aroma es bastante dulce…—giró su cuerpo, ocultando su cara en la almohada, bajo la mirada confundida del Son—. Diablos, ¿qué estoy pensando? Debo estar enloqueciendo.

     —Vegeta, ¿te encuentras bien? —el aludido lo miró—. Te ves muy raro.

     —El supresor está tardando en hacer efecto—el menor asintió—. Tardaste mucho en venir.

     —Es que estaba comiendo…—recibió una mirada inquisitoria—. Granola no me dejó pedir ramen, dijo que sólo podía pedir algo que tuviera mucha verdura.

     —¿Cómo se te ocurre pensar en comida después de lo de anoche?

     —Ya estoy mejor …—el menor se le quedó viendo un rato, notando cada expresión de Vegeta. Lucía agobiado, cansado. Sus ojos cerrados le permitían apreciar cómo sus muecas delataban incomodidad física—. Veg, ¿puedo hablar contigo de algo? Pensaba decirle primero a Granola, y pedirle un consejo. Pero creo que mejor te diré a ti.

      —Dime…—pero no recibió respuesta, por lo que abrió sus ojos para mirarlo—. ¿Está sonrojado? Es la primera vez que miro a Kakarotto así…

     —Es que… me gusta una persona… que es alfa—al Saiyan se le coloraron las mejillas al escuchar esas palabras.

      —¿Te gusta un alfa…? ¿A Kakarotto le gusta una persona?

      —Sí… —lucía muy nervioso—. Bueno, en realidad es una chica alfa.

      —¿Te gusta una chica alfa?

     —Sí. La conocí hace varios días. Y en la fiesta la vi de nuevo, pero me dio algo de pena acercarme. Es linda, y sus ojos son grandes y bonitos—el Saiyan mordió su lengua para evitar reírse de la inocente manera de expresarse que tenía—. ¡Y es una chica muy fuerte! No tiene músculos grandes, sólo poco tonificados, pero en el gimnasio vi que tenía el abdomen marcado. Se ve que tiene mucha disciplina y que le gustan mucho las artes marciales.

     —No creí que te gustaran las chicas con apariencia física fuerte—el menor rio nervioso.

     —Es que en la escuela sólo conocí a una que era así. Pero nunca le hablé—sonrió—. Las chicas fuertes son muy bonitas.

     —¿Y ya le pediste que salgan?

     —No, me da mucha pena preguntarle. Es bastante seria—mordió su labio—. Sé que a ella le gustaba antes un chico que también es alfa, pero nunca salieron. ¿Crees que ella acepte salir conmigo? No sé si le agraden los betas.

     —Si no le preguntas, no lo sabrás—el menor asintió—. Deberías intentarlo. Y si dice que no, al menos no te quedas con la duda—despacio subió su mano hasta el cabello del menor, para revolverle un poco su melena—. Si sale mal, te llevo al parque de diversiones.

     —Jeje, está bien. La próxima vez que la vea le diré.

     —Bien…—cerró los ojos—. Necesito descansar.

     —Si te sientes mal, me dices para ir a la farmacia.

     —Ajá—sintió el cuerpo del Son pegándose con el suyo—. ¿Acaso no se ha dado cuenta de que estoy en pleno celo? ¡Kakarotto, muévete!

     —¿Por qué? —el Saiyan se giró, dándole la espalda—. Bueno, te abrazo así.

     —¿Por qué es tan inocente? —sintió aquel cuerpo más alto que el suyo abrazándolo por detrás—. Bah, sólo no te muevas tanto.

     —Sí.

 

***

 

—Ve y háblale—comentó el peliverde, notando cómo Goku veía discretamente hacia donde estaba una chica pateando fuertemente el saco de boxeo.

     —Pero…

     —Ve y hazlo. Desde aquí te miro—el Son tomó aire y se levantó, pero inmediatamente volvió a sentarse.

     —No puedo. ¿Qué se supone que le diga?

     —No sé… “Hola. ¿Te gustaría salir a tomar un helado conmigo?”—el menor miró cómo aquella chica se acercaba a una banca que estaba a dos metros de donde ellos descansaban—. Anda.

      —Bien—tomó aire nuevamente y caminó hacia ella—. Hola, Milk.

      —Goku, hola—le dedicó una sonrisa—. ¿Vienes con un amigo tuyo? —preguntó, asomándose un poco por un costado del Son, saludando al chico con un ademán.

     —Sí… Milk, eres muy buena en tus técnicas. Te vi entrenando y eres fantástica—la chica se sonrojó un poco ante el cumplido del Son—. Ehm… Estaba pensando desde hace varios días, tú… ¿Milk, te gustaría salir conmigo?

     —¿Salir contigo? ¿Te refieres a una cita? —el más alto asintió—. Creí que salías con el otro chico con quien siempre estás. Vegeta, si no me equivoco.

     —No, Vegeta es mi mejor amigo—rio nervioso—. ¿Entonces sí saldrás conmigo?

     —N-no lo sé—rascó su brazo, apenada—. ¿Qué día?

     —¿Te parece mañana? Podemos ir al restaurante Karin’s—sugirió.

     —¡Me gustaría mucho!, pero… Creo que en ese restaurante casi no encuentras espacio para parejas, sólo en grupos…

      —No pasa nada, podemos ir en una cita doble, si eso no te molesta—a la chica se le iluminó la mirada—. ¿Te gustaría? Granola irá con nosotros, él sale con Vegeta—el de ojos claros giró su cabeza, casi atragantándose con la bebida hidratante que estaba tomando.

     —¡Está excelente! De verdad me gustaría mucho—rebuscó en su bolsa y sacó un bolígrafo—. Te dejaré mi número—comenzó a anotarlo en el brazo del Son—. Espero tu mensaje. Me tengo que ir ya, ¡nos vemos, Goku!

     —¡Adiós, Milk! —con una sonrisa volteó a ver al peliverde, que estaba mirándolo con el ceño fruncido—. ¡Saldremos!

     —Goku, ¿por qué le dijiste que Vegeta y yo salimos? Pudiste haber dicho que te acompañaría alguien más…

     —¡Me puse nervioso! —miró su brazo, donde estaba el número telefónico de la azabache—. Será mejor que guarde su número antes de que se desborre.

     —Tsk… ¿Sabes que tu compañero se molestará también?

     —Por favor, Granola. En serio me gusta mucho—el de ojos claros desvió la mirada—. Por favor. Anda…

     —Goku, no.

     —Por favor, Granola…—el otro seguía negando—. Anda….

     —Debo quererte demasiado para esto…—el menor se abrazó a él—. Goku, ten por seguro que no estoy bien con ello.

     —Sólo por esta ocasión—el Son seguía abrazado a su cuerpo.

     — Es tan tenue, casi imperceptible, pero huele a él… —chasqueó su lengua—. Goku, ya no te le pegues tanto a Saiyan si tú y yo estaremos juntos. Por favor.

     —Es que le robé esta playera de su armario—el peliverde seguía siendo sostenido por el Son—. ¿Quieres ir a comer?

     —¿Tú sólo piensas en comida?

 

***

 

—Vegeta, ¿así estoy bien? —el Saiyan, que estaba tirado sobre la cama con los brazos extendidos, levantó la cabeza para mirar al Son—. ¿Me veo bien?

     —Ven—el Son se acercó, mientras el más bajo se levantaba—. Siempre cuida que el cuello esté acomodado, principalmente detrás. Y el botón de arriba está bien si no lo abotonas, para que no te sientas asfixiado—el menor asintió—. Ya estás.

      —Gracias—el más bajo se veía decaído—. ¿Pasa algo?

     —No tengo tantas ganas de ir—se acercó a su clóset para sacar una camisa y vestirse—. A la próxima sugiere un lugar donde puedas tener disponibilidad de pareja.

     —Sí…

     —¿Hiciste la reservación?

     —Sí. Hice todas las cosas que dijiste—miró su celular—. Granola dice que ya va en camino.

     —Vamos—se aseguró de llevar tanto llaves como su cartera con efectivo y sus tarjetas, y salió junto con el menor.

     Se veía que Goku estaba algo emocionado, considerando la manera en que jugaba con sus dedos. Estacionó cerca del restaurante. Y le entregó un poco de efectivo extra al Son, por si se presentaba una emergencia. Caminaron hacia la entrada del local, notando la presencia del peliverde, quien los aguardaba pacientemente.

     —Granola…—saludó el Son, chocando su puño con él. El de ojos claros sólo dirigió una mirada rápida al Saiyan.

     Entraron al lugar, y a los pocos minutos llegó la pelinegra. Estaba vestida con un bonito vestido azul marino con detalles en rojo. Saludó a todos y tomó asiento. La mesera levantó el pedido, para después llegar con el platillo solicitado por cada uno.

     —¿Y cuánto tiempo llevan saliendo ustedes? —preguntó la chica, mirando a los otros dos. Recibió un “seis meses” y un “dos semanas” al unísono, por parte del Saiyan y Granola, respectivamente—. ¿Eh?

     —Nos conocemos desde hace seis meses—dijo el peliverde.

     —Ajá, llevamos saliendo oficialmente desde hace dos semanas—añadió Vegeta.

     —Ya veo—sonrió—. Gracias por la compañía hoy. Me estoy divirtiendo mucho.

     —No es nada…—una mesera llegó a levantar los platos, para dejarles unas cartas nuevas con el menú de postres, para que pudieran escoger.

     —Milk, puedes pedir lo que quieras—sugirió el Son, retomando su conversación con la chica.

     —Al menos se están llevando demasiado bien, que no ha notado que Granola y yo nos estamos evitando—miró de reojo al de ojos claros, que veía el menú con gran concentración—. Nunca había visto a una persona de ojos bicolor, y la otra noche no le puse tanta atención… Son bonitos—golpeó su cabeza en la mesa al darse cuenta de que lo había susurrado, captando la atención de todos por el pequeño impacto—. Diablos, iré a lavarme.

     Se levantó rápido y fue al baño, para enjuagar su rostro con el agua helada. Comenzó a regañarse mentalmente con un repetitivo “¿qué estoy pensando?”. Miró su reflejo en el espejo, notando que sólo era un imperceptible tono rojizo en el lugar donde se pegó.

     —Las feromonas de la primera noche me afectaron demasiado—golpeó su cabeza con ambas manos—. Me molesta, me molesta…

     —Oye, ¿te encuentras bien? —alzó la cabeza al reconocer la voz del peliverde—. ¿Qué fue eso?

     —Nada, sólo me sentí algo mal—volvió a mojar su cara—. ¿Qué haces aquí?

     —Si tengo que seguir el juego de “la pareja feliz”, debo preocuparme por ti y venir a verte, y no quedarme en la mesa riéndome. ¿No crees? —el Saiyan soltó una risita.

     —Debió ser divertido para ti, ¿no? —el otro asintió.

     —Sí. Pero necesitaba un respiro. Me estoy volviendo loco con el olor de la comida y del estúpido alfa que está en la esquina fumando.

     —También estoy enloqueciendo con el olor del tabaco. Supongo que debe ser alguien influyente, no deberían permitirle fumar dentro—se recargó contra el lavabo—. ¿Quieres escaparte?

     —En realidad sí—se recargó también en el lavabo, dejando una distancia de medio metro entre ellos—. No creo que nos necesite más.

     —Habría estado bien sin que lo acompañáramos. Lleva ignorándonos toda la noche. Ambos están muy ocupados en lo suyo.

     —Lo sé…—desvió la mirada—. ¿Nos vamos?

     —Por favor.

     Salieron del baño y caminaron a la mesa. Se mantuvieron de pie frente a las sillas, acomodándolas un poco. Tanto el Son como la pelinegra alzaron su mirada al verlos acercándose.

     —Nos retiramos. Un gusto conocerte. Gracias por la velada.

     —¿En serio ya se van? ¿No quieren acompañarnos al postre?

     —Preferiríamos adelantarnos, para disfrutar también un momento a solas nosotros dos—agregó el de ojos claros, pasando su brazo por los hombros del Saiyan—. Espero comprendan.

     —¿Eh? Ah, claro, claro—sus mejillas se ruborizaron—. ¡Nos vemos!

     Tan sólo recibieron esa despedida se apresuraron a salir del lugar, tomando ambos un respiro de alivio al sentir el aire fresco. Caminaron unos pasos, hasta llegar a un pequeño callejón, donde se permitieron recargarse contra el muro para reposar un poco.

     —Que pesadilla de lugar. ¿En serio lo hacen a propósito esos imbéciles, liberando feromonas a lo loco?

     —Pareciera que sí, la mayoría ya deberían haber aprendido a controlarlas—le dio la razón Vegeta. Miró a su alrededor—. El parque está cerca. ¿Quieres ir a tomar un respiro?

     —¿El parque? —se asomó un poco—. Ah, ya vi. Tiene flores… Está bien.

     Cruzaron la calle y caminaron un poco por aquel lugar, donde había una zona de juegos. Siguieron avanzando, hasta que encontraron una banca vacía. Se sentaron, cada uno en un extremo de la banca.

     —¿Jazmín? —el Saiyan lo miró—. Las flores, creo que son de jazmín.

     —Sí, creo que sí… Aunque no sé nada de flores—miró de reojo cómo aquel chico extendía su brazo para arrancar una de esas florecillas blancas. El aroma de ese lugar los hacía sentir tranquilos, permitiendo que lo único que llegara a sus fosas nasales fuera el perfume de aquellas plantas.

     —Hace calor…—notó que Granola vestía un abrigo sin mangas de botones grandes, el cual se empezó a quitar. Debajo llevaba una playera ajustada de color negro, de mangas cortas. Se dio cuenta de que, tal como lo había dicho el Son, era un chico fuerte físicamente, y eso se evidenciaba por la manera en que su musculatura se marcaba con aquella prenda.

     —Sí, un poco…—subió sus piernas a la banca, flexionadas, mirando de frente al peliverde. Granola al ver su acción, lo imitó, permitiéndose ambos estirar sus piernas.

     —Es la primera vez que veo a Goku así…—comentó, todavía olfateando la florecilla—. Siempre creí que no le interesaba el romance.

     —Igual pensaba eso. Ni siquiera estos cuatro años viviendo juntos.

     —¿Entonces son muy unidos? —el Saiyan asintió despacio.

     —Es alguien a quien le gusta hacer amigos—soltó aire—. Posiblemente si no fuera por él, habría pasado mucho tiempo sin convivir con alguien.

     —¿Tú también te aíslas a causa de las feromonas? —el más bajo asintió.

     —¿Te ha pasado que hasta sientes náuseas cuando hay exceso? —el de ojos claros afirmó—. Realmente me ayudó convivir con él, siendo beta.

     —Entiendo. Me costó las primeras veces también acostumbrarme a eso…—sacó su teléfono y rio bajito—. Dice Goku que acompañará a Milk a su casa, porque vive lejos.

     —Bueno, nuestro pequeño ya creció. Está viviendo la ilusión de su primer amor adolescente, a sus doce años—el peliverde rio.

     —Bueno, por ahora está bien… Pero ¿qué haremos cuando cumpla dieciséis, y empiece su etapa de rebeldía? —Vegeta rio ante la broma del de ojos claros. Granola se le quedó viendo unos instantes—. ¿Entonces fue a esa edad?

     —¿Eh? ¿Qué cosa?

     —Tu primer amor. ¿Fue a los doce?

     —Ah, sí… Pero no intenté nada. Mi primera relación fue a los quince—el otro seguía atento—. No funcionó.

     —¿Y eso? —rebuscó en uno de los bolsillos de su abrigo para sacar unas chocomentas. Le ofreció al Saiyan, quien aceptó de esas bolitas de chocolate cubiertas de una capa de dulce color verde.

     —Bueno…—metió uno en su boca—. Era un chico, un omega recesivo.

     —¿Eres bi? —el otro negó con un movimiento de cabeza, metiendo otro dulce en su boca—. Yo tampoco… Me gustan los chicos.

     —Es… normal que ante las feromonas de una chica omega reaccione, en el sentido de que las noto. Pero simplemente no me atraen las mujeres—el otro asintió, dándole a entender que comprendía su situación—. Al principio estuvo todo bien, pero fue una temporada donde fui más sensible ante las feromonas de todos. Y estar con él, aunque fuera recesivo y sus feromonas fueran muy bajas, no me sentí cómodo. Me gustaba él, nos llevábamos bien y todo, pero…

     —¿Pero?

     —No me gustaban sus feromonas. Era un olor muy amargo, me desagradaba demasiado. No podía estar a su lado sin sentirme ahogado; preferí terminar y alejarme, no me sentía bien. Creo que fue en esa temporada donde las percibí con más intensidad, y justo ahí me di cuenta de que no me agradaba su esencia.

     —Ya veo… Supongo que debe ser horrible eso, ¿no? Que no te guste el olor de tu pareja, siendo que lo percibirás siempre si es algo serio—el Saiyan le dio la razón.

     —Con el tiempo fue más molesto, percibir con mayor intensidad a las personas. Y ahí me aislé un poco. Pero con Kakarotto como amigo, tuve que hacer más amigos con él de por medio—el peliverde sonrió—. ¿Y qué hay de ti?

     —Bueno, salí con un chico beta… Pero por la misma razón, de que él no podía percibir nada, no entendía de la misma manera cuando me sentía mal en un lugar invadido de gente. Se lo tomó mal, como si lo evitara, cuando en realidad era una situación asfixiante. Mejor terminé con él—el otro miró al cielo.

     —Ya veo… Supongo que esa temporada tuviste problemas por el celo, con el mismo tema de los malentendidos—el otro asintió.

     —Salía a veces a aislarme cuando notaba que llegó. Para tomar medicamento y esperar a que hiciera efecto—estiró sus brazos—. ¿Y tú?

     —No me llegan seguido, son muy ocasionales…Cuatro o seis meses por poner un número. Es extraño cuando me llega seguido… Pero desde que comparto departamento con Kakarotto, es un punto a favor, en el sentido de que lo puedo enviar a la farmacia o pedirle que recoja el pedido a domicilio—empezó a reír bajito—. Aunque si no cierro la puerta con seguro desde adentro, le importa poco y se va a meter en mi cama. Es como un cachorro que no le gusta que no le den atención.

     —Espero que nunca lo hayas tocado, ¿eh? De lo contrario te voy a matar—el Saiyan quitó su mirada del cielo, para observar la seriedad con la que habló.

     —No soy un monstruo, ¿de acuerdo? —el otro seguía serio—. ¿Es en serio, Granola? Tsk, vaya manera de arruinar la noche—se acomodó correctamente en la banca, evitando la mirada del peliverde—. Nunca he tocado a Kakarotto, ni a nadie. Sin importar qué tan mal esté, o si alguien está emitiendo feromonas por su celo, o lo que sea… Nunca.

     —Tsk—desvió la mirada—. Como sea.

     —¿En serio, Granola? Llevo viviendo cuatro años con él. He ido a su casa, he pasado noches con él y su familia… No me interesa si te has topado a un idiota, pero no todos los alfas somos imbéciles—el otro frunció su ceño—. ¿En serio le atiné? ¿Fue por una mala experiencia que tuviste con uno y por eso crees que yo soy de lo peor y le haré daño a Kakarotto?

      —Tsk, imbécil….—se levantó, agarró su abrigo y empezó a caminar. Su mano fue sostenida por la del más bajo.

     —Quédate. No te preguntaré detalles de eso, de verdad no me interesa—el otro desvió la mirada, zafándose de su agarre—. Qué bien que te preocupe Kakarotto. Pero te equivocas de persona.

     —Bah… —se volvió a dejar caer en su lugar, cerca del Saiyan—. Lo siento.

     —También me disculpo por meterme en donde no debía—el otro siguió comiendo chocolates, volviendo a ofrecerle—. Sé tu preocupación. En más, yo también estuve muy pendiente de él, sobreprotegiéndolo. Pero no es tan torpe como te imaginas. Además, hay que dejarlo madurar.

      —Sólo un poco inocente…—miró al cielo.

     —Sí, ya sé. Me sorprende cómo ese idiota es un prodigio en todo lo que tenga que ver con deportes, teniendo calificaciones casi perfectas—el de ojos claros lo miró—. ¿Eh? ¿No has visto sus notas? En preparatoria sus calificaciones eran bajas. Pero desde que estudia deportes es de las calificaciones más altas.

     —Eso no lo veía venir—admitió, luego sonrió—. Me da gusto por él.

     —Sí…—estiró sus brazos y los colocó detrás de su cabeza—. Es linda noche.

     —Algo—imitó su gesto. Veían el cielo, disfrutando de la noche tranquila. En cierto punto el más alto empezó a tararear muy bajito, casi inaudible para el otro.

     —¿Any Kind of Guy? —el peliverde lo miró—. ¿Es “Any Kind of Guy”?

     —¿Conoces la canción? —Vegeta asintió—. Me gusta la banda.

     —A mí también… “Here I am there you are, why does it seem so far?”—cantó.

     —“Next to you is where I should be…”—continuó, donde ambos cantaron al unisono un “Where I wanna be”. Los dos rieron bajito por la pésima entonación de sus voces.

     Ahí Vegeta aprovechó para mirar detenidamente el rostro del otro chico. Sus ojos se entrecerraban ligeramente cuando reía, y sus mejillas se sonrosaban un poco. Granola tenía una mirada ligeramente hostil casi todo el tiempo, y además era bastante serio, pero en esos momentos pudo apreciar cómo era esa expresión bastante amigable del chico.

     —¿Qué? —preguntó, notando la mirada del Saiyan sobre él.

     —No, nada… ¿Quieres que te lleve a tu casa?

     —¿Tienes auto?

     —Sí—se levantó—. ¿Vamos?

     —Vamos—se levantó y fueron caminando hacia la salida del parque. Pasearon un poco por la banqueta, hasta que llegaron al estacionamiento donde estaba el coche del Saiyan. Subieron y el más bajo encendió el motor.

     —¿Dónde vives?

     —¿Conoces el edificio de departamentos que está frente las oficinas de telefónica? —el otro asintió—. En ese lugar.

     —Sé dónde es—comenzó a avanzar, yendo lento—. ¿Quieres un helado? —el otro, que iba mirando por la ventana, volteó a verlo—. Me quedé con ganas del postre. ¿Quieres uno tú también? —preguntó, girando para entrar en el autoservicio.

     —Ehm… Sí, un helado de galleta.

     —De acuerdo—llegó a la ventanilla y pidió dos helados grandes, uno de galletas y crema para el peliverde, y otro de chocolate con chispas para él. Siguió conduciendo, colocando su vaso en el posavasos del centro.

     —¿Y si te estacionas en algún lugar? —el más bajo lo miró—. Está bien, no me molesta. Se va a derretir tu helado.

     —Bueno—aparcó en un estacionamiento, frente a una zona de locales donde la mayoría estaban cerrados. Siguieron comiendo, todavía dentro del coche—. No se ve como si comiera helado seguido, hasta parece un poco emocionado. Le brilla la mirada—tragó saliva, girando rápido su cabeza hacia su ventana—. Ay, no… lo estoy viendo demasiado…

     —Diablos—volteó a ver al chico, dándose cuenta de que hasta había soltado su cuchara y había caído al suelo del auto.

     —¿Q-qué demon…? —cubrió su nariz y bajó el vidrio del auto, para que pudiera ventilarse dentro. Ambos dejaron sus helados en los posavasos, Granola comenzó a rebuscar en sus bolsillos, bajo la mirada del más bajo—. ¿Es otro celo? ¿Eres tan irregular?

     —Estoy seguro de que tengo los supresores—sacó una laminilla con pastillas de una bolsa de su abrigo—. No salgo sin ellos por lo mismo.

     —Te traeré una botella de agua—avisó, saliendo del coche.

     Granola sólo se le quedó viendo en todo ese trayecto, donde el chico de cabello en punta caminaba hasta una tienda de autoservicio que estaba cerca. Cerró sus ojos, apoyándose contra el tablero. Tragó saliva, sintiendo que el calor en su cuerpo aumentaba poco a poco.

     —Se guardó el olor suyo aquí—miró aquel vaso, perteneciente al otro—. Le gusta el chocolate…—volteó al oír unos golpecitos en su ventana. Bajó el vidrio y tomó aquella botella de agua que le entregó el Saiyan. Vio que él fue a recargarse a un costado del auto.

     Tomó el medicamento y esperó unos eternos minutos en que hiciera efecto, sintiéndose totalmente frustrado de tener aquel incidente, por segunda ocasión, en presencia de aquel chico. Miró su helado, que, si bien todavía no se derretía en su totalidad, ya estaba un poco más líquido.

      Tomó ambos vasos y salió del coche, dejando las ventanas abiertas para que su olor se esparciera pronto. Se paró cerca de él y le extendió su vaso. Vegeta lo tomó, así Granola pudo tratar de beber lo que ya estaba líquido.

     —¿Quieres la cuchara? —preguntó, extendiéndole la suya.

     —¿Y tú?

     —Ya me empalagué—insistió, extendiéndosela. El otro la tomó y, sin importarle estar combinando su saliva con la del otro, la usó para seguir comiendo—. ¿Ya te sientes mejor?

     —Ya se pasó—miró de reojo al más bajo—. Gracias, Vegeta.

     —¿Eh? —volteó a verlo—. No… No fue nada.

     —¿Cuánto te debo del helado? —el Saiyan, que había sacado su celular, lo miró.

     —No es nada, en serio—estiró sus brazos, colocándolos detrás de su cabeza.

     —No pensarás estirarte para abrazarme, ¿o sí? —el Saiyan rio bajito.

     —Disculpa, me faltaron las palomitas para que nuestras manos se tomen—el peliverde rio ante la broma. Vegeta también se permitió sonreír ante aquel gesto—. ¿Quieres que te lleve?

     —Sí—volvieron a subir al auto, donde todavía quedaba un tenue aroma del chico. Condujo esta vez sin interrupciones hasta donde vivía el de ojos claros. Frenó estando frente al edificio, así el más alto pudo bajar—. Gracias.

     —De nada…—se dirigieron una larga mirada en un silencio incómodo—. Buenas noches, Vegeta.

     —Igualmente, buenas noches, Granola.

     Lo observó caminando hacia el interior del edificio, por lo que continuó su trayecto de regreso a su hogar. Bebió el helado que estaba derretido cuando se estacionó y bajó con ambos vasos ya vacíos. Fue al ascensor, dándose cuenta de que estaba la chica de la vez anterior.

     —¡Hola! —saludó ella. El Saiyan saludó también—. Es una linda noche, ¿no crees?

     —¿Eh? Sí, linda noche…—se recargó contra la pared del elevador.

     —¿Cómo te llamas? —el pelinegro la miró—. Yo soy Ángela.

     —Vegeta.

     —Un gusto, Vegeta—el más bajo la miró de reojo—. Oye… ¿te gustaría salir algún día?

     —Salgo con alguien—comentó, mostrándole los vasos, dándole a entender que eran dos: uno suyo y uno de su pareja.

     —Oh, ya veo. Lo siento mucho—se apresuró a salir del elevador tan sólo se abrieron las puertas.

     Soltó aire, algo incómodo de la situación. Llegó a su piso y buscó su puerta, entró y se encontró al Son viendo el televisor de la sala, mientras comía papas fritas. Sus miradas se encontraron.

     —¡Hola, Vegeta! ¿Dónde estabas?

     —Ehm, fui a dejar a Granola a su casa—el Son cambió su expresión a una un poco pícara—. ¿Qué?

     —Nada, Vegeta…—el mayor le aventó un cojín a la cara—. ¡¿Qué te pasa, Vegeta?!

     —No es lo que crees—el menor volvió a hacer la misma expresión—. La próxima será algo más pesado que un cojín.

     —¿Entonces por qué tienes dos vasos? ¿O me trajiste helado a mí? —preguntó, señalando los vasos desechables de cubierta azul.

    —Sólo comimos un helado y ya—el menor rio bajito—. Basta, Kakarotto.

     —¿Te agradó Granola? Le estuve hablando demasiado de ti, porque quería que se conocieran.

     —Llevas casi dos semanas queriendo que convivamos—se sentó en el sofá a su lado, para revolverle la cabellera al Son—. Me agrada. ¿Estás contento?

     —Sí—se acurrucó contra él. Ahí aprovechó el más bajo para robar unas cuantas frituras de la bolsa, para quitarse el sabor empalagoso del helado.

     —¿Cómo te fue con tu cita?

     —Volveremos a salir la semana próxima. Pero quiere que vayamos a un dojo… ¿Verdad que es increíble esa chica?

     —Sí, sí…—sonrió al notar la emoción del más alto—. Se acoplaron perfecto hoy.

     —Me dijo que yo también le gusto. Así que seguiremos conociéndonos—recibió caricias en su cabello por parte del Saiyan—. Te ves muy serio, Veg. ¿Pasa algo?

     —No, nada…—el menor acomodó su cabeza en su regazo, así que se limitó a deslizar sus dedos en su alborotada cabellera—. Mi auto se quedó con el aroma de Granola…—tragó saliva—. Su olor es demasiado dulce…

     —Vegeta, ¿mañana podemos pedir comida de ese lugar?

     —Supongo que la primera noche sólo fue por la impresión, pero… tiene un aroma que no es desagradable…—recordó el rostro de aquel chico cuando estaban riendo luego de cantar unos versos de una canción—. Es atractivo…

     —¿Vegeta? —el otro salió de sus pensamientos para mirar al más alto.

     —¿Qué quieres?

     —No, nada…—volvió a acomodarse en su regazo.

     —Anda, habla.

     —Gracias por apoyarme hoy—aquella mano volvió a acariciar su cabello—. Sé que no te gusta estar en lugares cerrados. Pero aun así hiciste el esfuerzo por ir. Gracias.

     —No es nada—comió otras cuantas frituras, saboreando el toque salado—. La próxima te toca ir solo.

     —Sí—Vegeta alcanzó la sábana para cubrir al menor, mientras seguía con su cabeza en sus piernas.

     Apoyó su codo en el reposabrazos, para sostener su cabeza con su mano, mientras seguía mirando el televisor. Su otra mano seguía en el cabello del Son, enredándose levemente en esos sedosos mechones.

     —Granola…

Notas finales:

17/07/2022


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