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De lumière et d'obscurité por Doki Amare Pecccavi

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Cap. 5: Rêverie 

 

Un poco de sabiduría, era crudo el frío que calaba en sus huesos, Emma y sus ojos entreabiertos, estaba completamente confundido, le tomó unos minutos tomar control de su consciencia, abrir los ojos fue otro reto, moverse un poco y sentir la sabana fría sobre su cuerpo, ¿Estaba desnudo? Sí, ¿Por qué? No sabía demasiado, su cabeza daba vueltas y no era posible que un sonido pudiera salir de su boca.

 

Era un cansancio tan grande que, al intentar mover sus manos, estas temblaron sin fuerzas, le dolía la espalda también, los hombros, dolía respirar, había un silbido en su pecho que lograba angustiarlo un poco más.

 

De haber podido, hubiese gritado y llorado, pero no le fue posible ningún movimiento más y terminó cediendo a los brazos de la inconsciencia. En la habitación oscura, la figura cambiante de un hombre permaneció a la expectativa, llevaba horas en agonía aquel chico, incluso empezaba a atardecer nuevamente, él, por el contrario, había sentido tal vitalidad en su cuerpo, como hacía años no ocurría, aún podía relamerse los labios para degustar el dulce aroma del manjar que había consumido antes del amanecer.

 

— No hubiese pensado que… tu tendrías un sabor tan majestuoso, mis expectativas no eran demasiadas, pero te he sobreestimado. — De pie, con su cuerpo desnudo, era imponente la forma en la que estaban definidos sus músculos y su mirada luminosa, con su cabello revuelto daba la sensación de estar tratando con un felino. Depredador, un vampiro que caminó hasta la cama de Emma y arrojó al suelo la sábana con la que horas antes había cubierto su cuerpo.

 

— Emma eres un caramelo, que deseo no terminar. “Lengüeteo un poco de ti, disfruto tu sabor y después… te guardo en tu envoltura antes de volver a caer en el deseo incontrolable de comerte”.

 

Justamente eso era lo que sentía, porque al mirar su cuerpo desnudo y las enormes marcas que había dejado en su cuello, recordó el sabor y no pudo resistir un poco más.

 

Inclinó su cuerpo para acariciar la piel de la espalda de Emma, sus dedos se enterraban dejando una línea de marcas rojas que en segundos desaparecía, pero quiso más, desnudo como estaba, terminó sobre el cuerpo mortal, frotó su cuerpo como bestia en celo, dejó su aroma en cada centímetro de esa piel, lamió los hombros suaves y después mordió, primero de forma suave, hasta que sus colmillos ocultos aparecieron y entonces tuvo suficiente de juegos, enterró en un área limpia del cuello de Emma, antes de empezar a succionar.

 

Se alimentó, un vampiro glotón que no sabía respetar los propios límites.

Tenía en un completo delirio a su presa, lo sentía, pero no podía detenerse.

 

.*.

 

Ben estaba completamente solo, regresar a su departamento era un recordatorio de los errores que cometía últimamente. Había intentado en diferentes ocasiones de los días anteriores contactar a Sam, pero era definitivo, una ruptura y ya. Eso había dicho ella y él, por muy extraño que pareciera, se resistía a creerlo. ¿Cómo es que alguien hubiese podido sacarle así de su vida? Estaban comprometidos y, sin embargo, de un día a otro todo había terminado.

 

Se repetía insistentemente que todo sería diferente si aquella tarde no hubiese discutido con Emma, de nuevo todo regresaba a él, a las últimas palabras que salieron de su boca y la forma en la que él se comportó enseguida.

 

Estaba desesperado por comprobarse a sí mismo el origen de todo, intentaba ser sincero, sabía en el fondo que lo que sentía por Emma no había tenido precedentes, sin embargo, eso había quedado completamente en el pasado, no le gustaba la persona en la que se convertía cuando había tenido a Emma a su lado. Ninguno de los dos había mostrado una faceta correcta cuando pudieron haber estado juntos y ahora que intentaban una relación mucho más fraternal, las cosas se les iban de control. Él no había querido dar un cierre definitivo, pero… si Sam podía de la nada romper un compromiso. ¿No era entonces hora de que él y Emma terminaran con su cercanía de la misma forma?

 

¿Y aquello cómo se hacía? ¿Se le notificaba a alguien que estabas a punto de sacarle de tu vida? ¿Desaparecías? No tenía una idea clara, intentó hacer lo correcto. Colocó en una mochila un montón de cosas que había prometido en algún momento “devolver” a Emma y después bajó del departamento hacia el estacionamiento, se esforzaba lo suficiente para tener un lugar adecuado para vivir y ese era el caso con Ben. Podía salir en su camioneta negra desde la zona centro de la ciudad y manejar por cuarenta minutos en el transito antes entrar a autopista.  

 

Miraba de vez en cuando de reojo la maleta en el asiento del copiloto, sonreía por lo bobo que se sentía y de esa forma ocultaba una enorme nostalgia por la “amistad” que estaba a punto de terminar. Escuchó “Cherry Wine” durante todo el viaje, la garganta la tuvo seca y los labios cerrados. Oscurecía cuando llegó a las afueras del pueblo y en algunos minutos, estuvo en la casona vieja que había sido el parteaguas para aquella decisión.

 

Emma había decidido estar lejos, ahora era tiempo de que él decidiera lo mismo.

Estacionó a las afueras de la casona, la puerta estaba abierta, ingresó esperando encontrar a Emma arreglando detalles en el interior, caminó con cautela por el jardín que a pasos agigantados había sido arreglado, todo en el exterior del lugar lucía diferente, como si en cuestión de días hubiese sido restaurado completamente.

 

El trabajo de Emma había sido espectacular. Sonrió con amargura y la enorme necesidad de querer alejarse lo antes posible, le hizo ingresar en el lugar, después de algunos minutos de estar tocando al portón principal. La puerta estaba abierta, algunas velas prendidas dejaban ver siluetas de muebles en la pared, intentó encender la luz, pero no ocurrió nada al presionar el interruptor. Sacó su móvil para alumbrarse un poco, el lugar estaba finalizado, con decoraciones y alfombras, el aroma a lavanda inundaba sus sentidos.

 

“Ha comenzado, suelta su mano”

 

Tal vez era demasiado, lo pensó porque un ligero mareo le hizo tropezar con una silla fuera de lugar, se recargó un poco, sus manos sostuvieron con fuerza la madera cuando una sensación de nauseas lo inundó.

 

— ¡Detente! ¡Espera! —

 

— ¿Emma? — Ben palideció de pronto, fuetes golpes se escucharon en las habitaciones del primer piso, se soltó de la silla y corrió hacia las escaleras, sin pensarlo dos veces cruzó la estancia hasta el recibidor para subir al primer piso. — Emma ¿Qué ocurre?

 

— Ah ¡No!  — Chilló con fuerza Emma.

 

El sonido, los golpes, fue fácil saber de dónde provenía todo ese ruido, la habitación que había escogido Emma para él, Ben entró sin aviso y la imagen de Emma, sentado en el borde de la cama, completamente desnudo, mirando directamente a la puerta, le hizo enmudecer.

 

— ¿Qué ocurrió? — Preguntó Ben, giró su vista buscando algo que le diera pistas, no podía ver demasiado con las simples velas. Emma tomó de su cama una bata blanca y cubrió su cuerpo completamente, llevaba su cabello suelto y aquella aparente tranquilidad después de todos aquellos gritos que había escuchado hacía unos minutos, le dio una sensación de escalofríos. — Estabas gritando Emma… ¿Qué ocurrió?

 

— ¿De qué hablas? — Después de cubrir su cuerpo, Emma se puso de pie, caminó hacia la puerta, estuvo frente a frente de Ben, se miraron fijamente antes de que Emma bajara la mirada y observara en la mano de su “amigo” una mochila, la arrebató curioso y hurgó en el interior sin desaparecer su sonrisa que poco a poco había dado un giro para un gesto amargo. — ¿Mis cosas?

 

Una risa burlona en los labios del casero. Ben negó intentando explicar, pero antes de que pudiera decir nada, sintió un enorme golpe en su espalda, que le hizo caer de frente, sin tener oportunidad de proteger su rostro. Unos pasos fuertes se escucharon entrar en la habitación, pero apenas intentó girar su cuerpo, sintió como la fuerza de sus extremidades se perdía, la sensación de estar atado al suelo le aterró.

 

— ¿A qué has venido? — Se escuchó una voz gruesa, los pasos suaves de Emma se posaron a su lado y tuvo la sensación de que, con su cuerpo, había detenido el avance de lo que sea que se acercaba hasta donde él.

 

— Emma ¿Qué está ocurriendo? ¿Quién es él?  — Ben sintió su corazón acelerarse. Algo no estaba bien, lo sabía.

 

— Emmanuel. ¿No dijiste que nadie vendría? — Una voz bestial.

 

— Yo no le he invitado. — Susurró de forma sumisa pero no hubo ninguna palabra más. La maleta con cosas que Ben había llevado estaba en el suelo al igual que él. Emma simplemente evitó mirarle, se dejó caer en la cama y la bata blanca dejó nuevamente al descubierto. — ¿Lo haremos hoy?

 

Desde su posición, Ben simplemente pudo escuchar el sonido de la cama y las palabras de Emma antes de ser silenciado… le pareció todo tan surreal, cerró los ojos para no ser testigo de nada, quiso desaparecer cuando los primeros gemidos empezaron a escuchar y después…

 

… un impacto fuerte.

 

Abrió los ojos; estaba en su auto, intentó tomar el control del volante, pero era demasiado tarde, lo último que vio fue su asiento de copiloto vacío antes de sentir el fuerte impacto en su auto y un montón de cristales cortándole el rostro.

 

.*.

 

Una noche de locura y a la mañana siguiente todo pareció mejorar.

 

Emma abrió los ojos, sentía como si una estampida de elefantes le hubiese pasado por encima, pero a pesar de todo, el amanecer había sido mejor, sentía como si un enorme peso hubiese sido retirado de su cuerpo, como un cuerpo que ligero sin alma.

 

Tenía hambre, se acomodó el pijama en el justo momento en el que recordó a su visitante nocturno, le había dejado dormido en el sofá del recibidor así que lo primero que hizo fue bajar y buscarlo. ¿En dónde estaba Sébastien? No lo supo, en el sofá había algunos billetes y una pequeña nota, la leyó y sonrió con burla.

 

“Casero, espero que la próxima vez que nos veamos seas un poco más amable, termina rápido esa remodelación, vendré pronto a cenar”

 

— Patán. — Bromeó haciendo bolita el papel, desayunar sería entonces su prioridad, caminó a la cocina, nada en particular, un emparedado y estaba a punto de dar el primer mordisco cuando su móvil empezó a sonar. Dudó en responder, pero ante la insistencia del sonido, contestó.

 

Después su hambre desapareció.

 

— Emma, escúchame. — Era Sam. — Ben ha tenido un accidente, parece que salió por la noche y ésta mañana han encontrado su automóvil, está destrozado, pero él no está ¿Sabes algo de él? Dime que está contigo por favor…

 

Emma soltó el móvil, recordó inmediatamente aquel sueño de semanas atrás, la cabeza le daba vueltas, necesitaba aire, necesitaba salir para eliminar aquella sensación de asfixia.

 

Caminó hasta la salida de la casona y al abrir la puerta quedó a su vista una mochila. La mochila de Ben, la tomó en manos y vació enseguida el contenido, terminó con todas sus cosas en el suelo y él arrodillado intentando entender lo que ocurría.

 

Sus pertenencias. ¿Ben lo había hecho?

El auto destrozado regresó a su mente… y la simple idea de algo le hubiese ocurrido a Ben, en aquel accidente, después de haber acudido a dejarle aquello.

 

“Es tu culpa”.

 

 

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