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Intentos por Mc-19051

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Notas del capitulo:

Espero les guste!

A veces sentía que era un personaje mal escrito en una novela barata que sólo buscaba drama por el bien del ocio del autor, porque no podía comprender cómo rayos la vida le volvía a escupir en la cara de esa forma.


Dos meses desde que empezó a revolcarse con Segundo para evitar la ira de Ryan; y éste aparecía un día sin más portándose cómo un ángel y regalando cosas así cómo si nada, con un aura de paz de lo más extraña que chocaba demasiado con el extravagante rosa que siempre llevaba encima.


Era estúpido si lo miraba en retrospectiva, no podía no lamentarse; especialmente cuando su trasero era tratado con el tacto de un albañil haciendo un examen de próstata, y que el dichoso albañil insistiera en ser romántico.


Darle una cachetada a alguien y luego entregarle flores no era romántico. Claro, Segundo no lo había golpeado físicamente, pero sus palabras tras el primer encuentro, provocó un dolor diferente; uno emocional.


Al menos él podía golpearse la pierna y tomar analgésicos, pero ¿Qué podía tomar para un orgullo herido? Y cada vez que recibía un mensaje del cretino aquel, aquella herida sólo se volvía más profunda. Leyó el mensaje, otra citación, ya directamente en el hotel, sin muchos rodeos. Dejó el teléfono de lado y se sobó la cien, eran las seis de la tarde, faltaba poco para que su turno acabase.


No tenía energías de ningún tipo y venía el desgraciado de Segundo a pedirle coger cómo si él no hubiese tenido su adolorido trasero aplastado contra la silla todo el dia, lamiéndose las heridas cómo un gato con sarna, y sintiéndose cómo un bufón cuando temprano en la mañana Ryan se le acercó a regalarle una taza de café con un mensaje genérico de ‘’No me hables antes de que vacíe esta taza’’.


Dejó el teléfono a un lado y se tapó el rostro, derrotado.


Estuvo de esa forma hasta que sintió una presencia masiva a sus espaldas.


Y por un momento estuvo seguro que se trataba de Segundo, hasta que reconoció aquel rostro que se parecía. El bedel.


Lo había visto pasear con Ryan en una que otra ocasión; bueno pasear era un poco erróneo. Ryan literalmente lo tironeaba del brazo cómo un niño emocionado mientras le hablaba de Dios sabrá qué.


Estaba en la naturaleza del rubio no dejar trabajar a nadie aparentemente.


Y no fue hasta que soltó el bolígrafo que estaba sosteniendo con fuerza que se dio cuenta de su reacción. ¿En serio había tenido la intención de apuñalar a Segundo si se lo encontraba?


Dejando el bolígrafo de lado, se acomodó en su silla cómo un humano normal, y se las arregló para decir: —Lo siento, te confundí con alguien más.


—Quien sea ese otro alguien debería andar con más cuidado —la voz de aquel bedel era un poco rasposa, grave de hecho, contrastaba con la de Segundo, el sujeto se arqueó de hombros de manera afable—. Si tu reacción es algún indicativo.


Esas palabras lo desorientaron un poco, no esperaba ese tipo de léxico proveniente de un bedel; pero considerando que Rebecca con varios títulos ahora también era una bedel, no le extrañaba demasiado.


Le restó importancia e intentó sonreír ante la actitud amable de aquel hombre.


—Me imagino que estás por aquí para limpiar este cubículo, ¿No?


—Ciertamente —coincidió aquel hombre, también monumental, preparando las cosas del carrito de limpieza para empezar con ese cubículo—. Conozco personas que ofrecen otros servicios si estás interesado.


—¿Cómo cuáles? —se dignó a preguntar, haciéndose a un lado para dejar que el bedel empezase con su trabajo, venga que no era Ryan.


—Romper vidrios, pinchar neumáticos, esas cosas.


—¿Y cuál es el precio?


—Si lo encuentro particularmente desagradable, gratis —respondió con simplicidad el bedel, limpiando cómo si nada importase.


Él aguantó la risa un poco, pero al menos ahora su sonrisa ya no era una mueca.


—Lo tendré en cuenta, gracias —y por motivos de educación, preguntó—: ¿Cuál es tu nombre?


—Angello —respondió éste con ese tono amable que no le resultaba empalagoso, y pese haberlo visto con Ryan un par de veces, no emitía el mismo tipo de vibra que Obryan. Era raro.


—Soy Javier, un gusto—modales básicos, que estuviese en un bache emocional no significaba que iba a portarse con el mismo calibre que Segundo—. Te he visto con Ryan un par de veces, la paciencia es tu fuerte.


—Él es alguien —Angello tomó una pausa, buscando la palabra adecuada aparentemente— interesante.


—Interesante forma de decir que es difícil llevarle el ritmo en una conversación —se burló, a lo que su acompañante simplemente suspiró con una sonrisa en el rostro, definitivamente era opuesto a Segundo y a Obryan; necesitaba despejarse de tanta toxicidad.


Y Angello, de forma casi onírica, resultaba un respiro; quizá era su actitud amable, quizá era la energía que irradiaba, pero le generaba unas ganas tremendas de hablar con él. Así cómo aquella extraña mañana que tuvo con Alexander donde habló de cosas que tenía bastante enterradas.


Necesitaba desahogarse, concluyó.


Intentó canalizar las palabras de forma que no expusieran a Segundo pero con el léxico que Angello se cargaba, definitivamente no era un idiota, y su primera reacción, de confundirlo con alguien más.


En un sitio donde literalmente sólo había dos sujetos fornidos, que median al menos dos metros, ambos de pelo negro y con cortes y barbas similares.


Era estúpido creer que Angello no sabría de quien se trataba si empezaba a hablar.


Ay, al carajo necesito hablar, que los problemas vengan después. Concluyó aquel lado bien sabio de su mente. Además, ¿Qué ganaría Angello con decirle a Ryan todo eso? Exacto, nada. Ya el muchacho parecía fascinado por él, quizá por la apariencia, quizá por esa aura extraña que emitía, quien sabe.


—¿Alguna vez has sido extorsionado? —fue lo mejor que su mente pudo conjugar, Angello dejó de trapear el piso para voltear a verlo, reacción completamente normal, no lo juzgaba—. Sí, las charlas casuales no son mi fuerte. 


—Te sorprendería la cantidad—eso no lo vió venir, pero a la vez sonaba cómo algo lo suficientemente ambiguo, bien esa cantidad podía ser cero si se ponía creativo— ¿Ese que te atormenta luce cómo yo?


Para alguien directo, alguien más directo.


—¿Por qué asumes eso? —intentó hacerse el loco, no queriendo  quedar tan expuesto en un corto intercambio de palabras.


—Tu reacción de antes.


Ya no tenía orgullo ¿Para qué seguirse molestando? Al final simplemente asintió, sintiendo la garganta un poco estrecha, quizá era el fuerte desinfectante que estaba usando Angello. Sí, quizá era eso.


—Tienes suficiente tiempo trabajando aquí para saber porque simplemente no puedo librarme de todo este mal enredo—y pensar que en algún punto quiso meterse voluntariamente en ese bache, porque sí, su plan antes de que Segundo fuese intoxicado por comida, era enredarse con él; cuanto quisiera regresar al pasado y cachetearse.


Observó en silencio cómo Angello unía cabos, y por la mueca que hizo al final, llegó a la conclusión que no le gustó en lo absoluto; bueno, a cualquiera con más moral que Segundo no le gustaría llegar a la conclusión de esas vagas palabras.


—No pido que me ayudes, sólo quiero —movió un poco sus manos, sintiéndose falto de palabras,  de una forma extraña se sintió cómo Ryan—, sólo quiero que alguien me escuche de forma genuina—dejó caer sus manos y miró a Angello a los ojos—. Y que no me explote en la cara después, claro.


Sabía que no estaba en posición de quejarse, que ya lo había hecho bastante, no obstante, hablar con Alexander era ser consciente que una pared le mostraría una atención más honesta, sus padres simplemente habían decidido borrarse de su vida sin su consentimiento, ¿A quién más le podía hablar si no era a un completo desconocido?


Porque un terapeuta estaba fuera de su presupuesto, y claro, no podía hablar del problema con el problema en sí mismo ¿Verdad?


Que mierda, ¿En qué momento su vida se había ido tan al garete? Bueno, sí sabía, se lo repetía de forma tan cansina casi todos los días desde que empezó su verdadera vida adulta. Pero, carajo, no había considerado que tan solo estaba realmente.


—Soy bueno escuchando y guardando silencio —la voz de Angello lo sacó de aquel remolino mental—. Siéntete libre de hablar conmigo, pero debo decirte que…


—¿Qué no me puedes dar ningún consejo útil y que realmente no te interesa esto que te voy a decir? —le interrumpió, adelantándose a cualquier otra decepción que pudiera llevarse en el día.


—No —el hombre arregló un par de cosas en el carrito de limpieza—. Que tendré que regresar a trabajar en siete minutos.


—Ah eso —no podía expresar en palabras cuánto le había aliviado ese comentario—. Sí, no pensaba retenerte aquí toda la tarde —ante su simple respuesta, Angello sonrió de esa forma amable que ya se le hacía familiar.


 

Notas finales:

Gracias por leer!


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