Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Intentos por Mc-19051

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Que diferente pasaba el tiempo cuando se hacía algo que se disfrutaba  a cuando no, la hora que pasaba casi cada día con Segundo se le hacía eterna, en comparación a los siete minutos que estuvo hablando con el bedel.

La conversación, si se le podía llamar así al monólogo que tuvo con un par de respuestas de por medio, fluyó con naturalidad; y sentía cómo si parte de lo que tenía hundida su alma, se había desprendido al fin.

Era extrañamente reparador.

Al final, el hombre tuvo que retomar su noble trabajo, no sin antes darle una ‘tarjeta de presentación’; un post-it, con su firma —que terminaba en una curiosa estrellita—, su número de teléfono, y abajo la leyenda de ‘servicios extra (incluye vaciado de cauchos)’.

Y decirle que lo llamase cuando necesitase de sus servicios extra.

Le resultaba hasta divertido cómo podían existir seres tan despreciables y seres tan geniales en el mismo edificio; y que él haya tenido la suerte de interactuar con varios de ellos.

El punto era que eran las siete y media, estaba sudado, más adolorido que nunca, la mole con más proteína que neuronas en el cerebro estaba a su lado, yéndose por una tangente sobre malas experiencias que tuvo en hoteles, y él no dejaba de recordar lo divertido que le parecía la tarjeta de presentación de Angello, que a diferencia del número de Segundo, la guardaba con muchísimo más aprecio.

—Hoy no quieres salir corriendo, quedaste satisfecho esta vez, me imagino —canturreó Segundo a su lado. Él sólo lo miró por unos segundos antes de retomar su mirada hacia el techo.

—Estoy cansado —quiso picarle el orgullo y de paso ser honesto, porque no era idiota, bueno sí lo era ¿A quien iba a engañar?, pero había reconocido el insulto en el ‘satisfecho’, sabía que ese idiota se había empecinado a llamarle zorra de todas las formas posibles.

—¿Cuándo no lo estás?

Cuando no me andas zarandeando el culo cómo una muñeca inflable, pensó.

Hizo el intento de levantarse de la cama, pero la carne con anabólicos lo tironeó cómo si de un trapo se tratase y lo volvió a poner en su sitio.

—O has perdido peso o yo me volví más fuerte —se burló aquel cretino.

—Soy un oficinista, a diferencia de ti, que eres la zorra de Ryan —y esa estupidez de burla fue suficiente para que su cansancio se esfumase y quisiese pelear nuevamente—. No me baño en oro, ni voy al gimnasio más caro de la puta ciudad.

Era cierto que la compañía pagaba diez veces mejor que el promedio, hasta en los puestos más bajos, pero cuando no se tiene energía para comer algo que no sea pasta con sal, cualquiera pierde peso.

Aún con lo simple, su comentario pareció irritar lo suficiente a Segundo para que lo soltase. Pero él quería pelea.

—Ah, ¿Entonces sí es cierto que eres la zorra de Ryan? Pensé que con toda tu virilidad estarías doblando a ese muchacho cómo una hoja —frunció el ceño—¡Cómo intentas hacer conmigo!

—Y ya vienes tú con tus quejas otra vez —bufó aquel sujeto, siendo por primera vez él el que se levantaba de la cama—. Quise innovar, ¿Sí?

—Innovar no significa casi dislocarme la pierna con una pose rara, ¿Dónde la viste? ¿En WikiHow? —al parecer el pique fue suficiente porque el rostro del oji-gris se desconfiguró en cólera.

—Cierra la maldita boca —le ordenó cómo si de la cosa más normal se tratase—. No te he faltado el respeto de esa forma para que vengas con sátiras que no vienen al caso.

—¡¿No me has faltado el respeto?! —bramó, levantándose él también de la cama, a la mierda la diferencia de tamaños— ¿Llamarme un cualquiera de todas las formas posibles no cuenta acaso?

—Llamarte por lo que eres no es faltarte el respeto— en un par de zancadas ya tenía a los dos metros a escasos centímetros de su cara—. Te has revolcado con lo que sea que tiene pene en todos los sitios imaginables, ¡¿Y te vienes a quejar conmigo?! ¡Cuando literalmente estoy haciendo todo para tener una velada decente contigo!

—Bien —respiró profundo, aunque eso significarse oler más de aquel asqueroso perfume—. Soy un cualquiera, ¿Cuál es tu empecinamiento conmigo entonces? ¿Eh? Con todo el dinero que te traes bien podrías revolcarte con tanto ser humano digno de ti se te antoje —abrió los brazos y ojeó la habitación—. Pero no, estás aquí con este cualquiera ¿Y sabes cómo terminé aquí, contigo? Por mamársela a un drogadicto en el jardín de mi vecina. Así es cómo terminé en este maldito circulo del infierno contigo.

La escena le resultaba hasta cómica, dos sujetos desnudos gritándose a la cara en medio de una habitación de hotel con cortinas más caras que su departamento probablemente. El silencio reinó por unos segundos, antes de que el mastodonte se enderezase y suspirase, revolviéndose el pelo, al parecer aceptando su derrota en el duelo de machos que acababan de tener.

—Mira —lo miró—. Me gustas, quiero que esto funcione, pero lo estás haciendo imposible para mi.

—¿Y por qué simplemente no aceptas que no me gustas? —preguntó, queriendo saber en qué momento esa obvia relación de extorsión era alguna clase de relación romántica que ni él sabía que tenían.

—¿Cómo puedo no gustarte? ¡Mírame! —aquel sujeto nuevamente hizo galante de sus buenos genes y lo que las proteínas y vivir en un gimnasio podían hacer.

—Sí —lo analizó un poco más—. Eres mi tipo —al ver la ilusión en los ojos de Segundo, aclaró—: Si mi tipo fuese un puto reactor nuclear.

—¡Que te den! —ladró aquel bestia.

—Si son mejores que tú, con gusto —y antes de poder lanzar otra línea sumamente inteligente, tenía dos manos gigantescas enredadas en su cuello cómo si se tratasen de una serpiente. Instintivamente intentó apartarlas, aunque claro, a su cuerpo le faltaban cómo veinte kilos en anabólicos para siquiera poder poner una resistencia.

Lógicamente empezó a rogar y a balbucear cualquier cosa que lograse sacarlo de esa situación.

Y cuando sentía que definitivamente su cuello iba a colapsar por la presión, fue liberado.

—Maldita sea —fue lo único que dijo Segundo apenas le soltó, sin mucho esfuerzo lo levantó, pero con más delicadeza que cómo llevaba haciéndolo toda la noche— ¿Estás bien?

Me estabas asfixiando, ¿Cómo mierda voy a estar?, pensó con la mayor claridad que pudo, buscando cómo alejarse de aquel cuerpo; por primera vez Segundo no lo tironeó de regreso.

—No me mires así, por favor —rogó aquel—. Estuviste provocándome toda la noche y… —balbuceó un par de cosas más—. Perdóname, fue algo que me superó, en serio, perdóname por favor —cuánto deseaba gritarle que se pudriera en los ocho o nueve, o miles de infiernos que existiesen, pero en ese momento sólo quería esconderse y jamás ser encontrado.

Sólo sentía las lágrimas correr por sus mejillas, cómo su garganta aun se sentía cerrada, aunque ya no hubiese nada presionándola, quería correr, pero su cuerpo y mente no daban para más, no quería pasar ni un momento más allí; así que sólo optó por quedarse quieto, llorando en silencio y protegiendo su cuello.

Aunque estaba claro que, si a aquel monstruo se le daba por atacarlo otra vez, esa protección no serviría de nada.

[…]

Soltó el teléfono, estaba desesperado, pero era consciente que eran las dos de la mañana, y que quizá Angello sólo había sido cortés con él y bromeado un poco.

Suspiró, luego de que Segundo aceptase que él sólo quería estar solo, y su mente pudo coordinar con su cuerpo de nueva cuenta; huyó de aquel maldito hotel, con esperanzas de jamás regresar.

Igual, tenía que ir a trabajar al día siguiente, casi ser asfixiado no sonaba cómo un buen pretexto para no ir; así que se armó de valor y tocó otra puerta, la del cuarto de Alexander, las marcas ya se estaban haciendo visibles; y tenía la sospechas que el siniestro pelirrojo sabría cómo ocultarlas, o al menos que no duelan tanto.

Tocó un poco más, hasta que un muchacho con cara de haber matado a alguien le abrió.

Los ojos castaños y turbios, enrojecidos por haber estado durmiendo, se abrieron con sorpresa al verle.

—¿Y a ti que mierda te pasó? —logró balbucear Alexander, saliendo de su cuarto, y examinándole con detalle, intentando no tocarle demasiado—. Tienes suerte que tenga una farmacia en mi gaveta, ve a sentarte en el comedor, allá hay mejor luz —ordenó el pelirrojo, y esa fue la única orden que se sintió feliz de obedecer.

Se sentó en la silla que quedaba debajo del foco de luz, y esperó en silencio mientras escuchaba cómo Alex parecía estar peleándose con sus gavetas, y aparentemente, Jackobo.

Cierto, que él también vivía allí.

Al cabo de un rato, salió el muchacho con una caja llena de tantas pomadas y pastillas que se cuestionó que hacia alguien con tantas cosas de ese tipo así de lo más casual. En poco tiempo, Alex lo estaba tratando con una experticia que le daba hasta miedo.

—Antes me daban golpizas todos los días —comentó el muchacho mientras aplicaba, lo que contó, cómo la quinta pomada en lo que iba de hora—. No tenía amigos en la escuela, así que faltar no era una opción si quería graduarme —luego de ofrecerle un vaso con lo que asumió era un analgésico, agregó—: Se volvió un hábito tener todo esto.

—Tanto tiempo sin verte la cara, no esperaba vértela en estas condiciones—intervino el moreno intentando sonar casual, aunque su preocupación deformaba cualquier intento de no ser una bola de estrés en esos momentos— ¿Fue un asaltante? —él solo negó cómo respuesta —. Entonces, ¿Quién fue?

—Tú dame una descripción, yo me encargaré del resto —aquel comentario de Alex, fue lo que más extraño le pareció de toda aquella caótica noche.

—Pensé que no te agradaba —se las arregló para decir, su voz seguía quebrada, y se dio asco al escucharse.

—Que sea malo expresando mi trato hacia las personas no significa que no me agrades, paso más tiempo contigo que con Jackobo a fin de cuentas —Alex terminó de guardar las cosas, dando por finalizado su trabajo—. Si un día te mueres, te voy a extrañar.

—Alex simplemente se ve siniestro —complementó Jackobo—. Cuando nos conocimos, pensé que me iba a apuñalar —comentó intentando aligerar el ambiente, entonces le puso con delicadeza una mano en el hombro—. Sólo quiero que sepas que, no estás solo. Eres mi amigo desde hace años, que ya no nos hablemos tanto cómo antes no cambia nada.

—Gracias —farfulló, sin poder contener las lágrimas—. Necesitaba oír eso.

 

Notas finales:

Gracias por leer <3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).