Abtra-erel; la joya de sangre
Este mundo, a pesar de ser uno de los más jóvenes ha sido testigo de miles de historias, así como cada humano tiene su propia historia, también cada ciudad, cada civilización, incluso aquellas olvidadas, enterradas por el viento y las arenas de los desiertos, esta historia nos habla de una de esas ciudades convertidas en olvido.
Movamos las arenas, a mucho tiempo atrás y encontraremos cerca de un extenso desierto una antigua civilización, esta ciudad es llamada Abtra-erel.
01.
Abtra-erel
Esta es Abtra-erel, la gran ciudad,la ciudad de la prosperidad, nuestras leyendas dicen que esta ciudad estaba hecha de apenas un grupo de personas, perdidas, sin saber cómo usar los recursos o como sobrevivir en tan inhóspito lugar, sin embargo, una mañana cerca del oasis un joven centinela encontró a una diosa, se dice que su belleza era tal que casi enceguecía al joven, su piel estaba dorada por el sol, sus ojos eran dorados y su cabello del azul de la noche, le caía largo, como una serpiente de fascinación por los hombros, estaba hincada, en medio del desierto y le miró.
“si me ayudas a romper las cadenas con que me han atado y me das de beber agua, te convertiré en un gran héroe, noble guerrero” le dijo, con una voz de viento y agua, el joven lo hizo, liberándole y dándole de beber, entonces la diosa le pidió que le llevara en brazos a su pueblo, al llegar todos le miraron asombrados ella era una verdadera visión de belleza y gracia, se soltó y les dijo: “a partir de ahora este pueblo se llamará Abtra-erel, y no habrá ciudad más grande como esta” y la diosa les enseñó a cultivar, a viajar, a conocer los vientos, a pelear, a criar animales y el pueblo creció convirtiéndose en una gran cuidad, la diosa puso en la frente que aquel joven una gota de su sangre para que fuera reconocido por todo su pueblo como un héroe, y se fue, mucho tiempo después, se perdió una noche de luna nueva, dejando un recordatorio, respetar sus leyes, y si en algún momento le necesitaban estaría durmiendo en la alta y lejana montaña, donde su templo mayor habia sido construido.
Esta ciudad creció, siendo llevada por grandes reyes y reinas, sin embargo, en los últimos años nuestra ciudad pierde sus tradiciones, las reglas de la diosa no son respetadas al pie de la letra y yo, su rey, sin herederos, estoy en mi lecho de muerte.
-Traigan a Nabeun…- habló el rey, con los ojos cerrados apenas moviendo los labios
- aquí estoy su majestad- dijo el joven, de cabellos rubios y largos y ojos celestes, una marca roja se veía en su frente
- Nabeun… tu eres el heredero… del gran guerrero… ah… busca… busca a la diosa, Abriena debe regresar…
- Si, su majestad, le buscaremos- dijo el hombre yéndose con un revoloteó de su capa
Y así comenzó la búsqueda, de Abriena, aquella diosa benévola que volvería a salvarnos de la muerte