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Lo más importante por Prongs

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Idiota. Satoshi idiota. ¿Por qué tenía que haberse tomado un ataque de celos tan mal? Era sin duda una de las pocas personas que podía llegar a pensar en serio que tenía la culpa de algo como eso. Lo de Ryo no había sido falta de confianza en él, sino más bien en sí mismo.

 

Todo el tiempo se perseguía, pensando que estaba lejos de ser suficiente para Satoshi. Que un día él se acercaría, y le diría que había conocido a alguien más. Y que entonces, ahí mismo, se moriría, sin poder replicarle siquiera. Porque entendería si encontraba a alguien mejor que él. Alguien que lo cuidara, que le causara menos dificultades, que le cocinara y lo mimara, que pudiera demostrarle que lo amaba de verdad.

 

Esa noche, decidió que se esforzaría por parecerse a una persona que sí mereciera estar junto a él. Juró dejar los berrinches e inseguridades de lado, y sólo enfocarse en compensarle todo a Satoshi. Y si no le convencía así de que no había forma posible en la que pudieran estar mejor solo como amigos, entonces no habría manera alguna de que lo lograra.

 

Se la pasó yendo de un lado para el otro, primero con una escoba, después con un plumero, después con un trapo, y aunque la sucesión de implementos de limpieza sonara rápida había sido un proceso lento y laborioso.

 

Cuando pensó que su apartamento estaba lleno de mugre había sido demasiado generoso. Era más bien un chiquero, que le tomó horas y horas dejar presentable. Tuvo que meter a la lavadora casi la totalidad de su ropa, y perdió la cuenta de las bolsas de basura que sacó. Qué decir de las veces en que le tocaron el timbre durante la madrugada, pidiéndole que por favor dejara de hacer ruido.

 

Más o menos a la quinta vez, se rindieron, y no vinieron más, comprendiendo por fin que nada iba a detener su afán de dejar todo impecable para poder invitar a Satoshi después de su show.

 

Qué ganas que tenía de ir a buscarlo en ese preciso segundo. Qué ganas que tenía de pedirle perdón, de decirle cada una de las cosas en las que había estado pensando antes y después de lo que había sucedido, sin que le diera ni un poco de asco llegar a ser tan meloso y arrastrado. Saber que, como mínimo, lo haría reír era más que suficiente para que hacer el ridículo de repente pareciera lo más sencillo del mundo.

 

Sin embargo, sabía que no podía. Porque no importaba cuán sincero fuera su gesto, Satoshi pensaría que simplemente lo hacía para no pasar vergüenza frente a Yoshiki, y tocar como verdaderamente debían hacerlo frente a un público de su talla. No habría forma de convencerlo de lo contrario.

 

Y tampoco lo culpaba. En su lugar, pensaría lo mismo.

 

Cuando amaneció, se dio cuenta que con limpiar no le bastaba. Recuperó no supo cómo toda la energía que había perdido pasando la noche en vela, y salió disparado a la calle. Entró en el primer supermercado que encontró y, por primera vez en su vida sin fijarse en los precios de nada, compró todo lo que creía necesario para preparar curry. Paseándose por los pasillos como alma en pena, recayó en que no tenía ni la más remota idea de cómo se cocinaba eso, aun teniendo los ingredientes.

 

Así que, la siguiente parada fue una librería, y luego otra vez el supermercado. Definitivamente aquello de adivinar qué demonios debía comprar sin hojear una receta primero no había sido una buena idea.

 

Pero no se quejó. Apenas volvió a su departamento desparramó todo por la cocina, y se sentó un momento para leer los pasos que debía seguir. Comprobó que era mucho más difícil de lo que todo el mundo decía – si eso era un platillo fácil de preparar, él como chef se moriría de hambre – y se maldijo por no haber querido llamar a un restaurante y hacer un simple pedido, que seguramente sabría mucho mejor que todo lo que podría conseguir con sus escasas habilidades culinarias.

 

Al menos, saber que estaba aprendiendo a hacer algo nuevo por Satoshi, le calmaba un poco los nervios. Era conciente de que probablemente se pasaría toda la mañana y gran parte de la tarde para lograr obtener algo comestible, pero no le importaba.

 

Así que, después de desempolvar una cacerola que estaba seguro jamás en su vida había usado y de pelar y cortar las verduras en cubitos – que estaban lejos de ser de 3x3 cm. como especificaba el libro – calentó el aceite y comenzó dorando la carne.

 

El primer descubrimiento que hizo fue que el aceite y el agua no iban muy bien juntos. No había secado la olla con demasiado cuidado, y había terminado cayéndole aceite hasta en los pies.

 

No se cansó de maldecir ni siquiera cuando, ya al tercer intento, consiguió saltear todo sin morir en el proceso y pudo ir a ponerse un poco de hielo en los dedos de las manos, la única parte de su cuerpo que le preocupaba. Se consoló pensando que serían cicatrices de guerra que podría mostrarle luego al vocalista, y siguió probando varias veces más, hasta que se dio cuenta que algo le faltaba.

 

Sabía que el paladar de Satoshi se inclinaba más hacia lo dulce, así que redujo la cantidad de curry y de pimentón, reemplazándolos por miel. Cuando lo probó, casi no lo pudo creer. ¡No solo era comestible, sino que sabía bastante bien! Así que, contento como niño en mañana de Navidad, dejó el arroz gohan cocinándose y fue a darse una ducha rápida. Todavía le quedaba algo de tiempo para la hora en la que Shuu había estipulado la prueba de sonido, pero él iba a necesitar un rato más largo para que sus maltrechos dedos se acostumbraran al peso de las baquetas y pudiera manejarlas bien, por lo que apenas estuvo vestido salió en dirección al club privado donde iban a tocar esa noche.

 

Se llevó una sorpresa al entrar al camerino que les habían asignado y encontrarse con Shuu y Nii acurrucados en el sofá, mirando televisión como si este fuera un día total y absolutamente normal.

 

- ¿Haciendo mérito, Ryo? – le preguntó el bajista, levantando apenas la cabeza del hombro de Nii – Ni creas que porque llegaste una hora por adelantado te voy a perdonar

- Ow – se lamentó el aludido, haciendo un fingido puchero mientras sacaba el bowl de arroz con curry que había llevado – y yo que les traje comida, chicos. ¿Ahora dónde me la meto?

- ¿Comida~? ¿Qué es? – casi a la velocidad de la luz, Shuu estuvo a su lado y antes de que tuviera oportunidad de decirle algo, le arrebató la cuchara de la mano y probó un poco – Ay, ¡qué bueno que está! ¿Dónde lo compraste?

- Yo lo preparé

- No, no. En serio te pregunto, Ryo

- Yo.lo.preparé – marcando cada palabra, frunció el ceño cuando Shuu todo lo que hizo fue estallar en carcajadas - ¡Deja de reírte, tarado, no estoy bromeando!

- Gomen, gomen – se secó las lágrimas el líder, mientras le extendía el bowl con la cuchara al guitarrista – Es que, aw, ¡tú, cocinando algo decente! El poder del amor es infinito, ¿cierto, Nii?

- Hai – convino el otro, tragando.

- Oh, cállense. – resopló, abriendo la puerta, resolviendo que no se quedaría ni un minuto más aguantando las burlas de sus amigos, pero no alcanzando a marcharse lo suficientemente pronto como para no escuchar a Shuu canturrear a sus espaldas.

- Aishiteru aishiteru, shinu kurai aishiteru wa~

 

Azotando la puerta, caminó a grandes zancadas y por instinto llegó hasta el escenario que esa noche tendrían que hacer suyo.

 

Los instrumentos ya estaban en sus lugares, y al tomar su posición tras la batería, le impresionó cómo un lugar tan pequeño podía llegar a intimidarle tanto. Agradeció que sólo estuvieran presentes miembros del staff, ultimando detalles para la fiesta que también habría esa noche ahí mismo, y al tiempo que tomaba con firmeza los palillos se preguntó si acaso no sería todo esto culpa de Shuu, por haber aceptado el compromiso sin consultarle a nadie.

 

Tal vez, simplemente estaban destinados a fracasar.

 

 

 Bueno. No podía decir que no había pasado mucho tiempo con Satoshi. Hasta se le había pegado el optimismo.

 

- Ne, Ryo – dejó de tocar, notando por el cosquilleo en la yema de sus dedos que había pasado un buen rato desde que había empezado - Vamos a hacer la prueba de sonido con smash!!, ¿te parece bien?

- Sí, con eso tiene que bastar – respondió, pensando que sería más que suficiente para bajarles la moral.

 

No pudo evitar buscar con la mirada a Satoshi, pero todo lo que divisó fue un par de figuras con anteojos oscuros al final de la sala, que charlaban animadamente y no le prestaban atención a lo que ocurría frente a ellos. Sólo consiguió ver al vocalista cuando éste subió al escenario de un salto, y sin dirigirle la palabra a nadie, se ocupó en acomodar el micrófono para que pudieran empezar. Su piel estaba más pálida que de costumbre, su maquillaje más retocado de lo normal, pero no había una sola pista más que delatara el mal momento por el que estaba pasando. La potencia de su voz interpretando el tema terminó de convencerle de ello, así como también de confirmarle lo que ya sabía que pasaría.

 

Había algo distinto en el sonido que tenían. Algo que no cerraba del todo. Ni terminaría de cerrar esa noche, pensó resignado. Odiaba hacer las cosas a medias, pero en esa ocasión no tenía otra alternativa.

 

Se paró de su lugar con desgano y caminó abandonando la tarima, dispuesto a tirarse en el sofá del vestidor hasta que fuera la hora de la verdad sin hacerse más la cabeza al respecto, cuando escuchó una especie de ruido sordo seguido de unos pasos apresurados.

 

- Nii, ve por algo de agua – le indicó Shuu a su ex compañero de colegio, mientras Ryo observaba sin entender nada cómo se pasaba el brazo de Satoshi alrededor del cuello, aparentemente para ayudarlo a mantenerse en pie – y compra algo salado para este idiota

- Hai

- Ryo, ¿podrías al menos no estorbarme, si no vas a ayudar? – gruñó Shuu, mirándole con cara de pocos amigos, intentando pasar por donde él estaba parado cual estatua. Reaccionando, Ryo tomó el otro brazo del prácticamente desmayado Satoshi y solo entonces cayó en la cuenta de que le había bajado la presión.

 

Entre él y Shuu le llevaron hasta el camerino, y después de beber algo de agua y tragar un par de papas fritas a regañadientes, Satoshi estuvo lo suficientemente bien como para darse cuenta que Ryo estaba demasiado cerca de él. El baterista no necesitó ninguna señal en especial para levantarse de su sitio y darle espacio, sintiéndose internamente reconfortado al poder todavía interpretar los pensamientos del vocalista con apenas una mirada.

 

Seguía existiendo la misma conexión entre ellos, aunque el lazo oficial se hubiera roto.

 

Solo un par de horas más, se alentó a sí mismo, puedo aguantar. Tengo que aguantar.

 

- Toma, es curry – habló Shuu, pasándole lo que había llevado Ryo a Satoshi luciendo como si quisiera comerse a alguien – Ya sé que está frío y que no tienes hambre, pero no me importa. Te lo comes.

 

Ryo fue a sentarse frente a uno de los espejos, fingiendo que tenía algún interés en disimular la cara de muerto que traía con maquillaje, aprovechando en realidad el cristal para observar al vocalista sin parecer demasiado obvio. Notó cómo se llevaba sin ganas las dos primeras cucharadas a la boca, para terminar comiéndose todo lo que quedaba sin chistar, recostándose después, con un poco de color en las mejillas.

 

Se sonrió. Eso significaba que le había gustado, y se puso tan contento que ni siquiera se dio cuenta cuando faltaban apenas quince minutos para la hora del show.

 

- Ryo – se sobresaltó, al descubrirlo prácticamente a su lado – Cierra los ojos

 

Obedeciendo en silencio, se rió por dentro de lo rápido que le latía el corazón, cuando todo lo que estaba haciendo Satoshi era maquillándole. Algo que había hecho incluso antes de que fueran novios, y jamás le había puesto tan nervioso como para que tuviera que sujetar sus rodillas con sus manos para no temblar como una hoja.

 

- Satoshi… - comenzó, abriendo un ojo, sintiendo el tacto frío de sus dedos en el rostro - ¿De verdad te sientes mejor?

- Estoy bien – respondió incluso antes de que terminara de pronunciar la pregunta. Nada convencido, Ryo quitó el flequillo que cubría la parte derecha de su rostro, y tuvo que morderse la lengua para no empezar a disculparse en ese preciso segundo.

 

Lo que más le ayudó a detenerse fueron los ojos penetrantes de Satoshi, clavados en los suyos, ligeramente ensanchados mientras su dueño sentía una caricia sobre la mejilla antes oculta.

 

- Bueno. Mentiroso, seguro no dormiste nada. – miró el reloj, comprobando que en un escaso minuto iban a estar bajo los reflectores – Vamos, ya nos toca. Y yo tampoco, y vamos a salir a dar asco.

- Hai

 

Caminaron la corta distancia que los separaba del escenario, donde Shuu y Nii ya estaban esperándoles para pasar. Ryo se tomó un par de segundos para patear el piso, despejando su mente, luego movió un pie para ir a sentarse a la batería y no entendió nada cuando lo que vio, en lugar del público y las luces, fue la proyección en cámara rápida de todo lo que acababa de cruzar para llegar hasta ahí. Las puertas, los corredores, las baldosas oscuras, y finalmente el vestidor.

 

Satoshi había tomado su mano, literalmente llevándoselo volando de vuelta hasta allí. Y las dudas que tenía sobre lo que iba a hacer no duraron mucho, pues enseguida los labios un tanto resecos del vocalista rozaron los suyos. Estampándole contra la pared, fue como si nunca en la vida se hubieran besado, como si llevaran siglos esperando por ese único instante, y en ese momento no pudieran hacer otra cosa más que devorarse el uno al otro.

 

No se preocupó del obvio hecho de que subirían tarde al escenario, o de averiguar qué había hecho cambiar de parecer al más alto, simplemente disfrutó cada segundo de aire robado, hasta que Satoshi se separó apenas de él, manteniendo sus frentes unidas y los ojos cerrados. Sonreía y logró, si eso era posible, que ampliara aún más su propia sonrisa, sin poder creer todavía que todo se había arreglado. ¡Y a tiempo!

 

- Te amo – confesó, feliz de haber encontrado por fin la oportunidad de decírselo, mientras hundía el rostro bajo su cuello y aspiraba con fuerza.

- Lo sé, Ryo – asintió, acariciando con ternura sus trenzas – Baka. Ibas a subir allí sin que habláramos las cosas, a pesar de lo mucho que te ibas a decepcionar

- No me hubiera importado – aseguró, separándose apenas para verle a los ojos – Sabía que te lo ibas a tomar muy mal si intentaba hacer algo, y me pareció un precio justo, ¿sabes? Me lo merezco

- No digas eso. No es cierto

 

Mientras Satoshi besaba hasta la punta de su nariz y entrelazaba sus dedos con los suyos, desviviéndose por convencerle de lo contrario, Ryo casi no pudo creer cuán afortunado era. Con esos toques tenues y dulces de repente comprendió todo. Satoshi le había extrañado el día anterior, tanto como él. Y cada una de las veces en las que le había dicho que jamás le engañaría, había sido sincero. Cuando le había jurado que ninguna chica podría llegar a significar tanto para él, había dicho la verdad.

 

Y qué lindo que se sentía. Entender finalmente que la paranoia estaba demás. Que su inseguridad ya nunca volvería a interponerse entre ellos, porque la propia certeza de lo que compartían no lo permitiría.

 

En adelante, cuando experimentara ese temor malsano, no tendría problemas en reemplazarlo por el recuerdo del sitio exacto que había ocupado cada uno de esos besos en su rostro.

 

- Sato-chan, perdón – habló, repitiendo al menos tres veces la última palabra al tiempo que se aferraba de su cuello con fuerza – Perdóname. Soy un estúpido, creí que--

- Está bien. Que los dos somos unos estúpidos no es ninguna novedad

- ¡Déjame terminar! Y tú no eres un estúpido, eres divino. Creí que yo no era suficiente, que… que por eso podrías dejarme en cualquier momento – frunciendo el ceño instantáneamente, Satoshi pareció dispuesto a interrumpirle otra vez, pero él fue más rápido y le tapó la boca con una mano – Lo sé, sé que estoy loco, no hace falta que me lo repitas. Sólo quiero que te quede bien claro que no desconfío de ti, de hecho, confío tanto que… que – incluso antes de que pronunciara lo que quería, ya lucía el color de un tomate maduro. El mayor ya no hizo intentos de hablar, y se limitó a esperar con curiosidad lo que diría – Que no me importaría salir allí afuera y tocar hasta la última nota mal, si eso me garantizara que seguiremos estando juntos. Porque nada me importaría, porque eres lo más importante para mí.

- Ryo… - el aludido soltó una risita, celebrando que por primera vez había logrado que su novio se sonrojara tanto como él a pesar de que no había podido articular la última oración - ¿Te das cuenta de lo cursi que sonó eso? ¿Y qué te pasó en las manos? Tus dedos están muy ásperos

- Sí, ¿quieres que lo diga de otra forma? Se me ocurren palabras más directas, pero no quería sonar trillado – el vocalista se apresuró en negar casi convulsivamente con la cabeza, poniéndose más rojo – Y es una historia un poco larga, te la cuento cuando volvamos a casa

- Mh… bueno, está bien. Pero seguro te duelen – como si quisiera aliviar un poco un dolor que verdaderamente en ese momento no era capaz de sentir, el más alto besó con suavidad cada una de sus yemas quemadas.

 

A pesar de la respuesta anterior, Ryo no pudo resistirse, y quiso continuar con su discurso esta vez con una vocecita muy aguda.

 

– Oh, Satoshi, eres el sol--

 

Mientras era acallado por sus labios, Ryo se aseguró de recordar para una próxima vez el tipo de palabras que habían logrado por fin teñir de color la cara del a los ojos de todos duro vocalista. Era una vista que nadie más podría disfrutar, porque él era el único lo suficientemente importante para causarle esa impresión.

 

Y eso era algo que definitivamente no olvidaría.

 

Abriéndose con un estruendo, la puerta le cedió el paso entonces a un furibundo Shuu, seguido de un apático Nii que luchaba para que su compañero no estrangulara a ninguno de los dos, sujetándole los brazos por detrás, manteniendo la cabeza apoyada en uno de sus hombros, como si nada realmente interesante estuviera ocurriendo frente a sus narices.

 

- ¡Hijos de puta, desconsiderados, son los dos unos inmaduros de mierda, tendríamos que ir por la segunda canción ya, y ustedes aquí sacándose los ojos, los voy a…! – frenándose en pleno sermón, el bajista les dedicó una mirada atónita. Nii, viendo que aparentemente se había calmado, lo soltó - ¿Se… se reconciliaron?

- Hai – confirmaron los dos al unísono.

- Me hacen tan feliz, chicos. Papá está orgulloso de ustedes – expresó el recién llegado con ojos brillantes, antes de fruncir nuevamente el ceño y sacarles casi a las patadas - ¡¡Ahora háganme el favor de subir su enamorado trasero al escenario, antes de que me dé una úlcera!!

 

Al final, algo que parecía iba a salir tan mal terminó como una de sus mejores presentaciones. Y si se lo preguntaban a Ryo, el porqué era una sola palabra. Más que una palabra, un nombre.

Notas finales:

N/A: Aishiteru aishiteru, shinu kurai aishiteru wa

         Te amo, te amo, te amaré hasta que muera - Fujin Ai (L)

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