El tiempo pasaba y el escritor comenzaba a desesperarse, quería terminar con toda esta tortura. Miró a Esog quien yacía observando al vacío.
No entendía por que no murió cuando debía y quería; por que murió cuando estaba en los momentos más felices en su vida, en verdad esa criatura era muy caprichosa.
-No tengo por que explicarte las razones por las que estas aquí-dijo Esog si quitar su vista al vacío; Yuki dio un respingo por lo que dijo la muerte, ¿a caso podía leer los pensamientos?
El rubio le dedicó una mirada fulminante a la muerte, comenzaba a detestarla.
No tardaron mucho en llegar a la primera estación: el nacimiento de Eiri.
Yuki y Esog miraban a una mujer de cabellera castaña, larga y unos ojos negros y grandes quien cargaba en su regazo a un bebe. El ruido de una puerta abrirse provocó que los dos hombres se giraran para ver a un hombre calvo que entraba a la amplia habitación.
-Es niño-dijo la mujer en tono apacible-nuestro primer hijo-miró al pequeño quien dormía placidamente en los brazos de su madre. El hombre se acercó para admirar más a su nuevo hijo.
-¿Cómo lo llamaremos?-preguntó cariñosamente el hombre mientras tomaba al pequeño en brazos.
-Eiri-susurró la mujer -como su abuelo.
-Me gusta el nombre-besó la frente de su esposa.
-Pero hay un problema-interrumpió la mujer en tono serio.
-¿Qué pasa Keiko?-preguntó preocupado el hombre.
-Al parecer es ciego-dijo la castaña.
-¿Por qué dices eso?-preguntó el hombre mirando a su hijo dormido.
-Sus ojos son…-dijo en un hilo de voz-son amarillos…no me gustan sus ojos.
-No entiendo, ¿Cómo que sus ojos son amarillos?, eso es imposible…
La escena se nublo para después desaparecer.
-Desde que nací mis padres odiaron mis ojos y mi apariencia -rió Eiri-me dan asco.
Esog no dijo ni una palabra. Los dos hombres entraron al vagón del tren.
-Me puedes informar de cuál va a ser la siguiente parada-ordenó Yuki cruzándose de brazos para luego lanzarle una mirada asesina al joven.
-Es una sorpresa-hizo una mueca de diversión Esog, acto que provocó una gran furia al escritor que se giraba para mirar a la ventana en donde se podía ver un paisaje en blanco. Miró de reojo al joven quien estaba muy entretenido viendo el “panorama”.
-Es muy raro e insoportable-pensó Yuki observando detenidamente a la muerte-su aspecto no tiene nada que ver con su forma de ser- mientras seguía pensando sobre la muerte un aroma llegó a su nariz provocando un sentimiento de paz mezclado con descanso; pero luego ese aroma se esfumó para llegar otro muy desagradable, en el que se podía percibir miedo y arrepentimiento; al escritor le dio náuseas
-¿Te encuentras bien?-preguntó el joven rubio sin despegar la vista de la ventana.
-No-dijo Eiri, mareado-¿Qué es ese maldito olor?-dijo, cubriéndose la nariz con las manos.
-Por fin te percatas de mi aroma-dijo divertido Esog.
-¿Tu aroma?-preguntó curioso el mayor.
-Yo huelo a : miedo, arrepentimiento, paz y descanso. Esos son mis aromas-miró a los ojos a Yuki-cualquiera de esos sentimientos siente la gente antes de morir- Se provocó un gran silencio en el vagón; los dos hombres se miraban a los ojos sin parpadear.
El tren se detuvo.
-Llegamos-dijo por fin Esog, poniéndose de pie y saliendo del vagón.
-Yo siento arrepentimiento por no haberle demostrado a Shu que lo amo-susurró Yuki limpiándose una traviesa lágrima que recorría su mejilla.
Afuera del tren Esog sonreía por lo que había escuchado-demasiado tarde para darte cuenta de eso-susurró el joven.
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