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Tienes pinta de uke. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Conejitos violados en este capitulo *¬*

5° Encuentros cercanos de todos los tipos

 

Jaime se apresuro a tomar un taxi en cuanto llegó la hora de su almuerzo: ese día no comería tortas con sus compañeros los cajeros (quienes de todos modos todo el día estaban comiendo tortas), iría a buscar a Gutierritos a su oficina, rogando que estuviera. No era como que un archivador auxiliar tuviera motivos para estar fuera de su lugar de trabajo, pero esto era México y un motivo era lo que menos necesitaba un burócrata para ausentarse de su lugar de trabajo.

Le costó su trabajo averiguar en qué justamente trabajaba Iván, pero no hay nada que con ahínco no pueda conocerse indirectamente de la persona amada, como cualquier colegiala enamorada y tímida puede constatar. Jaime no usaría faldita ni iría a la secundaria, pero acosaba desde las sombras al chico que le gustaba tan bien como cualquier psicópata a su víctima.

El tiempo paso muy rápido para Jaime; cuando el taxi lo bajo frente al grafiteado palacio de gobierno aun no había pensado en como abordaría a Iván. Tan absorto estaba que no regateó la cuenta. Se bajó y se introdujo en los misterios de pasillos laberinticos diseñados por arquitectos que habían estudiado urbanismo manejando un urbano.

Desorientado, y habiendo perdido cinco minutos de su valioso tiempo que ahora trascurría muy de prisa (jamás la relatividad de Einstein se vio tan bien confirmada como con los enamorados) se dirigió a un kiosco plantado en medio de la estancia donde convergían todos los pasillos que pretendía ser colonial pero que parecía sacado de la utilería de una opereta y que decía "Recepcion" con caracteres góticos forjados en aluminio y atornillados en la marquesina del kiosco.

Al ver al ocupante del kiosco retrocedió espantado, pues le pareció haber visto una de las momias de Guanajuato metida ahí, pero a segunda vista vio que aunque igualmente espantosa la criatura que estaba encerrada ahí estaba viva.

-Disculpe... - pregunto cortésmente, pero Sharmuta no le hizo caso: estaba acomodándose los volantes del vestido de volantes que tenía tantas vueltas de los mismos que Jaime los tomó por vendajes flojos - Disculpe. - insistió - Señorita.

-¿Qué? - contestó golpeado la recepcionista.

-Perdón - el conejito agachó las orejitas, le daba miedo hacer enojar a cualquiera, mas a esa cosa que parecía pariente de la política Elba Esther Gordillo - ¿Dónde está el departamento de archivo?

-No sé. - dijo Sharmuta, escaneándolo de arriba abajo y al juzgarlo más hermoso que ella lo tildo de jotillo y no le otorgó sus favores. En caridad de Dios. - Vea ahí en el mapa, que para eso está. - con una uña asquerosamente postiza y barata señaló una de las tres modernísimas pantallas gigantes táctiles de las que presumía la ciudad y que deberían desplegar el mapa y/o croquis de los sitios que se quería conocer, pero que las mas de las veces se quedaban trabadas.

Así le sucedió a Jaime, que desesperado, pregunto a un señor de la limpieza donde estaba archivo.

-¡Ah! Bien facilito joven. ¿Ve ahí? da la vuelta pa'aca, se va derechito y luego baja pa'abajo, y es la segunda o la tercera puerta.

El viejito siguió su camino y Jaime trató de adivinar donde era pa'aca, pero aparentemente pa'aca era pa'alla y la oficina a la que entró era la de...

-¡Lindura! ¡Jaime! - se corrigió Marcel, abandonando su sempiterna pornografía - ¿Qué milagro?! ¿A qué se debe el gusto? ¿Quieres que vayamos a comer?

-Nnno... - el conejito estaba tan embarazado que quería que se lo tragara la tierra. La última persona a la que querría ver y era justo la que tenía en frente. Trató de huir pero Marcel lo agarró del brazo.

Jaime deseó que lo abdujeran los extraterrestres de su tocayo Mausan, todo, menos estar con ese engreído.

-¿Quieres que vayamos a un hotel? - susurró insinuante.

-Nnnno... - el conejito bancario estaba a punto de llorar.

-¿Entonces quieres hacerlo aquí? No creí que fueras exhibicionista...

-Nnno... - Jaime seguía negándose tímidamente, Marcel lo interpretó como que si quería. No podía creerse eso de que hubiera un uke que se sintiera atraído por los ukes, o peor aún, que lo rechazara a él.

Lo tomó de la barbilla y le dio un beso. Jaime no pudo reaccionar y ese fue su error. Marcel se aceleró, abrió sus labios a punta de lengua, arrinconó su cuerpo entre sus brazos y la pared, lo dominó antes de que pudiera darse cuenta y cuando quiso protestar era demasiado tarde.

Incrédulo de que semejante cosa pudiera estarle sucediendo de verdad se quedó tieso, privado, no podía ser que ese burócrata tuviera intensiones de cogérselo en una oficina con la puerta abierta a las dos y media de la tarde, no, no podía ser, debía ser una bromita pesada, bien pesada, del rubio cabrón.

Se resistía a creerlo incluso cuando le masajeó las nalgas, esas nalgas que tan bien se daban a notar aunque todos los trajes le quedaran grandes y que Marcel apreciara y deseara desde el día que las conoció. Tremendo par de nalgas que por fin tenía en su poder. Acarició el paladar del chico, sus sienes pegaron con sus lentes, recorrió sus dientes con la lengua... La inactividad del chico le hizo pensar si no sería virgen. La posibilidad le hizo agua la boca; como buen amante de los clásicos sentía fetiche por la virginidad.

Marcel lamió sus labios antes de abandonarlos y se fue a cerrar la puerta. Jaime lo veía, hipnotizado, cuando quiso volver a cogerlo reaccionó, dirigiéndose precipitadamente hacia la puerta... que estaba cerrada con llave. Marcel le dio alcanze ahí, repegándole bien el paquete al trasero al agarrarlo por la cintura. Intuyó que iba a gritar y le cubrió la boca.

-Shhh, tu mismo viniste a buscarlo. - con una mano le cubría bien la boca y con la otra acariciaba su pancita por debajo de la ropa - Es lo que te hace falta lindura, una buena cogida que te ponga en ceros la cuenta de tu cabecita.

Jaime se retorció, pero no sabía cómo defenderse, o pelear. Recordó a Ernesto, aquella única vez y lo que había dolido. Asustado, quiso morderle la mano, pero no es algo factible. Su agresor lamió su orejita de un modo que lo hizo estremecerse.

-¿Eres virgen?

Jaime negó.

-¿Entonces porque tan rejego? Hacerlo conmigo es bien rico, te lo voy a mostrar.

Jaime entró en pánico cuando sintió que le bajaban los pantalones. Se quedó quieto, como un conejito que se hace el muerto frente a un oso, pero el truco no le valdría con este goloso.

-¡Que buenas nalgas tienes! - exclamó Marcel al vérselas tan blancas y abundantes. Las acarició con ternura, azotándolas después para ver como se movían - Cómo me gustaría comértelas, ¿me dejas?

Jaime negó.

-Ayayay... - Marcel se las separó. Estaba detrás de el, lo tenía inclinado hacia delante. Dejó caer saliva de la que le aguaba la boca sobre las nalgas de Jaime. Mojó un dedo en ella y lo introdujo en el cuerpo del chico, que se tensó, adolorido - Ayayay... que apretadito estas. ¿Seguro que no eres virgen?

Jaime no negó: le dolía, estaba en shock, ¡iban a metérsela de nuevo! Un machote engreído que lo dejaría tirado luego de usarlo.

-Voy a entrar. - aviso, cubriéndole firmemente la boca. Hubiera necesitado otra mano para cubrirse la propia; casi gritó de placer al entrar en Jaime, tan estrecho, tan rico, con esas nalgas carnosas que se aplastaban contra su cadera. Le acarició la cadera, apretándola contra su cuerpo. Empujaba hacia delante buscando metérselo todo.

Jaime apretó los dientes y contuvo las lágrimas, no quería darle ese gusto. Se aflojó según lo que le recomendaban el instinto y el recuerdo, y pronto, tal vez mas pronto de lo que hubiera esperado, encontró rica la friccioncita, sabroso el mete y saca. Recriminó a su cuerpo ser un fácil, un ukesillo dispuesto a que lo pisotearan por unos instantes de placer... ¡pero qué placer! Sus recuerdos de Ernesto comenzaban a volverse difusos, pero no fue tan rico entonces como ahora. Para empezar el rubio la tenia más grande. Y estaba masturbándolo. Masturbándolo, cogiéndolo y lamiéndole el cuello por detrás, respirándole ahí de un modo muy intenso, muy animal, muy sensual. Jaime apretó los dientes para no gemir; no quería darle ese gusto.

Cuando todo terminó se sintió terriblemente embarazado. "¿Por qué no me desmayo?", pensó mientras Marcel se salía de él y rendía tributo a sus nalgas besándolas. Le subió los pantalones, dejándole a él la tarea de abrochárselos mientras el hacía lo propio.

-¿Quieres ir a comer?

Jaime lo miró entre estupefacto y con odio. ¿¡Después de violarlo quería invitarlo a comer!?

-¡Vete a la chingada! - mandó por segunda vez en su vida a alguien a ese lugar - ¡Abre esta pinche puerta! - exigió.

Con una sonrisita socarrona Marcel lo hizo. Jaime salió furioso, caminando rápido a pesar de lo que le dolía, tan ofuscado que no se fijó que siguió derecho pa'alla, chocando con otro descuidado que avanzaba en reversa por estarse despidiendo de alguien dentro de una de las oficinas.

-¡Fíjate por dónde vas! - gritó, furioso por el dolor de haber caído de sentón.

-¿Jaime?! - Ernesto se puso pálido como si hubiera visto un muerto.

-¡Cabrón! - el chico estaba fuera de si - ¿Qué chingados haces aquí?

-Aquí trabajo. - respondió muy digno según él, arrepintiéndose enseguida de la información dada.

Ya levantado por sus propios medios, Jaime miró al interior de la oficina, y el alma se le cayó a los pies: ¡ahí estaba su Iván, su morenito, mirándolo con cara de fuchi! Se miró en el cristal de la puerta: despeinado, con la ropa arrugada y desarreglada, hecho un caos.

-Iván - le dijo - Disculpa. Yo solo quería verte, saber como estas.

-Bien. - le contestó secamente, mirándolo como si fuera un alien o una atracción de la feria.

-Ah. - Jaime no se amedrentó - ¿Ya comiste?

-Sí, con Ernesto.

-¿Con Ernesto?! - lo miro horrorizado - No - caminó hasta Iván - no comas con él, está casado y es un hipócrita cobarde y heterosexual. - le confió, pero no en voz tan baja que no pudiera ser oído de Ernesto.

-¿Y eso a mi que me importa? - exclamo Iván - Lárgate a tu banco, a seguir bajando novios.

Jaime se puso muy rojo.

-No Iván, tu no comprendes, Marcel nunca me gustó, me gustabas tu...

Iván lo miró como si fuera una atracción alienígena de la feria. Miró a Ernesto como pidiéndole ayuda. Este, que estaba en plan de ligue, dio un paso al frente para lucirse.

-Vamos Jaime, esta no es una oficina pública, tú no tienes derecho de estar aquí.

Jaime lo miró como se mira a un gusano, pero el otro aguantó impertérrito la mirada, con la sonrisita perpetua, un tanto canallesca, adornando su cara para caerle en gracia a Iván y que aflojara.

-Iván, te lo suplico, este tipo es una basura...

-¡Déjeme en paz! Soy abogado y expediré una orden de alejamiento en tu contra.

-Y yo la haré efectiva mi lic. Vamos amigo, afuera.

-¡No me llames amigo y no te atrevas a tocarme! - le grito - Acuérdate que yo conozco a tu mujer y a tu hijo, y estoy seguro de que ella no sabe que eres gay.

Ernesto se volvió a poner pálido. Jaime se retiró, vencido, pero aguantó hasta llegar a su casa para dejarse caer derrotado.

Continuara...

 

Notas finales:

Un chistorín pa'l estribo:

Va un rancherito con su apá y le pide que le compre un reloj. El papa le pregunta que pa'que lo quiere, su hijo le contesta:

-Es que cada que estoy con mi novia alla solitos en lo mas alto del monte la canija empieza a moler con que "dame-lo-ora, dame-lo-ora"

:P

Kiitos!


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