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Pet Shop of Horrors por Alhen Lawliet

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Notas del capitulo: Espero ke les guste el segundo capi, me tarde dos día en hacerlo, jejeje, sipi ^^
Luci caminaba directo a la tienda de mascotas de su nombrado hermano D. al llegar al lugar se acerca a abrazar a Peach que corrió a recibirla. El conde se acercó a la jovencita. Le ofreció sentarse mientras servía el té. La chiquilla se sentó junto a D y se abrazó a su cintura.

- Por poco lo olvido.

Tomó una canastita y la extendió al joven. Con una sonrisa se la ofreció.

- Es para ti.
- Muchas gracias.

Sonrío de manera infantil mientras sostenía entre sus manos la canasta con dulces hechos para él. Unos clientes entraron a la estancia. Unos padres junto a su hija. Luci miró hacía aquella callada muchacha. Sus largos cabellos negros cubrían su rostro de forma tenebrosa.

- Disculpe, pero escuchamos que usted vende… mascotas.

Dijo la madre algo afligida. El conde D sonrió ante eso, sus hermosos ojos bicolor brillaron de tal manera que fue desapercibida por los presentes.

- Así es, tenemos de todo tipo de animales.

La pequeña levantó la cabeza levemente y sus ojos color carmín observaron a la rubia mientras un escalofrío recorría su cuerpo. El conde se levantó de su asiento y se excusó con la pequeña.

- Discúlpame, pequeña.
- Si.

D se dirigió con los clientes a otro lugar.

- Acompáñenme, por favor.

Los padres se dirigieron a donde el conde los conducía. La pequeña pelinegra, miraba de vez en cuando a la pequeña acompañante del conde, con su mirada fría como el hielo. La otra chiquilla también la veía, pero con ojos aterrados.

- Bien, díganme, ¿qué les interesaría como mascota?
- Bueno, queremos una mascota que ayude a nuestra hija. Recientemente murió su hermana gemela y está muy dolida. Queremos que se recupere de aquel duro golpe.
- Bien, pasen, estoy seguro que esta mascota será de su agrado.

Al entrar a una habitación, pudieron ver para frente a ellos, a una niña de idéntico parecido a la fallecida.

- Es… Angélica.

La pequeña levantó la mirada sorprendida al ver a aquella chica. La madre, acercándose lentamente a la pequeña adolescente, la abrazó con cariño.

- No se confundan, es un gato, una gato negro.
- La compramos. Es idéntica a nuestra angélica.
- Bien, pero… deberán cumplir con las siguientes condiciones. 1- Deberán estar al pendiente de todas sus necesidades. 2- Solo la alimentarán con leche y pescado. 3- No dejarán que nadie la vea.
- Si, aceptamos.
- Bien.

Así, ambos padres, junto a su hija y la gata negra, salieron del lugar. Al pasar frente a Luci, ésta observó que se dirigían a la salida junto a un gato negro. Al salir del local, se dirigieron a su auto y se marcharon del lugar.

Luci permanecía sentada, viendo sus rodillas mientras las abrazaba. D se acercó a ella y le preguntó.

- ¿Te encuentras bien?
- Si, es solo que… esa chica… me causa escalofríos.
- Ya veo.
La pequeña, al darse cuenta de la hora, se apresuró a marcharse.
- Ya me tengo que ir, es muy tarde. Nos vemos mañana D.
- Bien, cuídate.
- Si, gracias, lo haré.

La chiquilla subió por las escaleras y se fue a su casa, recorriendo todo el barrio chino para regresar a casa.

La puerta de una modesta casa se abrió para dejar paso a los alegres padres. La muchacha, entró a su habitación junto con la réplica de su gemela.

- Es hermoso, al fin, estamos juntos, todos completos. ¿No te causa alegría Ángela?

La chica no dijo nada, más, con su mirada fría, que veía a la que se estaba convirtiendo en su hermana gemela.

En la jefatura de policía, el joven policía, León Orcott, tenía entre sus manos unos documentos acerca de la fallecida chica pelinegra.

- Mira Jill, escuché que los padres de ésta chica estuvieron en la tienda de animales del conde y compraron un gato negro. Tiene una gemela, Ángela, al parecer, la chica Angélica, murió por unas lesiones en la cabeza.
- Entonces iras a ver a tu conde.
- Si… oye, no pongas el “Mi” conde.
- Está bien, se que solo son amigos.
- Bien, me voy.

Así, León fue a donde el conde, ya siendo el siguiente día. Al entrar, vio al la pequeña Luci.

- Hola pequeña.

Saludó sonriendo amistosamente mientras se agachaba un poco para poder apreciar un poco mejor a la pequeña.

- Hola.
- Tengo que hablar con tu hermano, ¿nos permites?
- Claro.

La pequeña se fue a otra sala para dejar a los dos adultos conversar en privado. Cuando al fin se quedaron solos, los hombres procedieron a sentarse y a mirarse. León habló sin tacto alguno, directo al grano.

- Les vendiste unos de tus animales a unos padres cuya hija quedó sola al morir su gemela. ¿Qué les vendiste?
- Un gato negro.
- ¿Un… gato… negro?
- Así es.
- ¡Con una…!
- Detective, por favor, cuide su lenguaje.
- Bien.

Se acomodó en el sofá para dejar libres sus brazos a los lados del mueble. El conde procedió a contar una de sus historias.

- Bueno, detective, ¿Sabía usted que los gatos son conocidos como guardianes de las almas de los muertos?
- ¿A si?
- Claro, que los gatos negros también son conocidos como traedores de la mala suerte, y se dice de los gatos que poseen siete vidas.
- Eso es estúpido, ningún animal puede tener más de una vida.
- Bueno, detective, cualquier cosa puede ser.
- eso es una verdadera…
- Detective, recuerde que hay una niña presente.
- Bien, solo por eso.

Dijo soltando al conde para acomodarse de nuevo en el sofá. Amos se vieron, el detective expuso su punto de vista acerca de todo el asunto.

- Escucha, se que esto saldrá muy mal, todos los que compran en tu tienda y se llevan algún animal siempre termina en tragedia.

- Por favor, detective, no piense esas cosas tan malas de mi.
- Conde, se que siempre será así, mire, me voy, regresaré después.
- Bien, detective, lo estaré esperando.

Orcott salio del lugar mientras se despedía del conde y se marchaba. La pequeña Luci salió del lugar donde se encontraba para no importunar a los mayores pero al ver que el detective se iba sin despedirse

- ¿Ya se ha ido el señor Orcott?
- Si, tenía que irse, lamenta no haberse despedido de ti pero tenía prisa, me dijo que te dijera que lo lamenta.
- Está bien, bueno, ya es tarde, tengo que irme a casa.
- Cuídate Luci.
- si.

La chiquilla se fue a su casa. Mientras, en una casa modesta, una silenciosa y enigmática adolescente, cepillaba el cabello de la que era el remplazo de su gemela. La pequeña Angélica, sonreía y reía mientras decía.

- Hermana.

La chica terminó de cepillar el cabello y miró su reflejo en el espejo, su mirada era melancólica, la chica la llamaba constantemente.

- Hermana, hermana, hermana.

Ángela se acercó a la ventana, miraba el exterior mientras se recargaba en el cristal. Mirando el exterior. La gata negra la llamaba constantemente. No soportaba aquella voz llamándola insistentemente.

La respiración se le aceleraba, el pulso aumentaba, la cabeza le palpitaba y sus ojos se dilataban. Se dirigió a la pared y colocó sus manos sobre esta, con un movimiento lento primero, golpeo su cabeza contra el muro. Una y otra vez, cada vez más rápido, con más violencia, con fuerza, casi deseando destrozarse. Gritando, chillando, ira, era lo crecía, era lo que inundaba sus pensamientos.

Los padres de la chiquilla se acercaron y con desesperación la alejaron de la pared. Con gran dificultad, púes la pequeña soltaba golpes y patadas, pidiendo ayuda de las sirvientas. La colocaron con gran esfuerzo sobre la cama, tratando de tranquilizarla. Poco a poco, la chiquilla se fue calmando.

Su madre, con gran afligimiento, la miró mientras se calmaba. Su voz sonaba preocupada, intranquila.

- Ángela… no hagas eso, no queremos que te lastimas. No lo vuelva a hacer.

La chiquilla se fue quedando dormida, sus ojos se cerraban y era presa del mundo de Morfeo. Después de varias horas de sueño, la chica despierta, miró a su izquierda y ahí, parada, estaba la replica de Angélica. Se sobresaltó y de un tiro, se quedó sentada en la cama. Miró a la silenciosa copia y observó que le llamaba.

- Hermana…
- …

Sin decir nada, enarcó una ceja mientras veía dudosa a la pelinegra. La chica levantó su mano y tomó la de la gemela y la condujo al tocador, tomando el cepillo rosado. Ángela comprendió redeseaba que cepillaran su cabello. Pasaba las suaves cerdas por el hermoso manto negro que adornaban aquella cabecita. Miraba el cabello y después dirigió la vista al espejo.

Al día siguiente, la pequeña adolescente, seguía peinando los cabellos de la chica. Su madre entró a la habitación, observando feliz la escena de sus dos gemelas. Se acercó y no pudo evitar decir un comentario.

- ¿No es hermoso? Recuerdo cuanto tú y Angélica se la pasaban en el tocador, solías cepillar su cabello por horas, a ella le encantaba.

La muchacha no respondió nada, solo cepillaba mientras su ojos parecían aguarse y un sentimiento se apoderaba se su ser, si saber como clasificarlo, ¿odio? ¿cariño? ¿decepción? ¿frustración?, si, quizás era lo último. Miró sin mirar realmente. La madre se acercó a la puerta y antes de cerrarla habló a sus hijas.

- En diez minutos estará lista la cena, no se tarden.

Las jovencitas estaban vestidas de igual forma. Un vestido color negro con encajes en rojo a la cintura y un fino listón de seda del mismo color en el pecho. La copia de la gemela, tomó de la mano de la chica y salieron corriendo hasta un pasillo, ahí, la chica pidió a su “hermana” que la acompañara. Al no recibir respuesta, la tomó de la mano y abriendo la puerta se adentraron. Los ojos de Ángela se dilataron.

Su madre las llamó, así, ellas salieron de aquella habitación que le traía muy malos recuerdos a la pelinegra silenciosa .Se sentaron a la mesa, pero algo desconcertó a la chica. Le habían servido lo mismo que a la copia, pescado y leche, eso hizo que abriera sus ojos a más no poder, vio entonces que sus padres estaban muy bien arreglados. Su madre llevaba un hermoso vestido corto de seda roja, con algunos holanes, su padre de un elegante traje negro.

- Tenemos que salir, sentimos no poder acompañarlas en la cena. Llegaremos tarde así que no nos esperen.

Los padres se fueron, dejando solas a las chicas. Ángela perdió el apetito y bajó la mirada, muy triste.

En otro lugar, León había entrado a donde el conde. D se sorprendió un poco por eso pero no lo demostró. El rubio lo sostuvo del cuello de su traje para luego dejarlo caer libre en el sofá. León se sentó en el otro sofá.

- Escucha, aprovechare que Luci no esta. Investigué un poco acerca de la muerte de la otra niña gemela. La niña Angélica, murió por serias lesiones en su cabeza.
- ¿Pretende usted decir que la niña murió por golpes provocados por alguien más?
- Quizás… pero lo que me inquieta es la seguridad de esa familia y la otra gemela, se que esto terminará en tragedia, contigo siempre es igual.
- Dice usted entonces que vendo mis animales para provocar tragedias, ¿Es eso?
- Si.
- Pero en que mal concepto me tiene usted, detective.
- No me vengas con eso. Con un demonio, D.
- Detective.
- Bien, no dejaré que esto termine mal.
- ¿Detective?
León tomo de la mano del conde y lo arrastró, literalmente, a la salida de la tienda. Se encaminaron a la casa de la familia compradora del gato negro.

Mientras, la chica Ángela, permanecía sentada en el piso, justo al pie de la escalera. La copia de la gemela estaba vestida con una pijama rosada claro con franjas delgadas, muy finas de un tomo más fuerte de rosa. Miraba sonriente a su “gemela”, la tomó de la mano y caminó por un pasillo rumbo a una habitación casi al fondo. Al entrar, a una habitación completamente vacía y pintada de un pulcro blanco, Ángela miro a todas partes, abriendo sus ojos de tal forma que parecían que saldrían.

Se fue casi al fondo de la habitación, se sentó casi tumbándose sobre sus rodillas, puso sus manos a su cabeza como si le doliera. Emitía chillidos como si le estuvieran clavando algún material filoso y le cortaran la carne. A su mente regresaban los recuerdos de aquella vez, cuando todo el terror y el sufrimiento comenzaron.


………………………………………………..................flhas back……………………………………………….................

Ángela observaba el paisaje desde su ventana, sin ninguna posibilidad de sentir el pasto en sus pies, sin conocer la libertad fuera de aquellos muros que la aprisionaban. Una voz, dulce y cálida, la llamaba.

- Hermana… hermana.
- …hm.
- Hermana.

La chica no prestaba atención a su gemela, estaba muy concentrada en imaginar su vida en el exterior, hasta que algo la hizo regresar a la realidad. Angélica, se golpeaba como loca la cabeza contra el muro. Los ojos de Ángela se dilataron, al ver tan horrible escena, quedó paralizada, sin saber que hacer, mientras escuchaba los chillidos de su hermana.

Los padres entraron de golpe a la habitación para contemplar la horrenda escena. Trataron de tranquilizar a la chica que con algo de esfuerzo, lograron llevar a la cama para que se calmara. Al estar dormida, los padres miraron a la joven con una mirada aprensiva.

- Ángela, ¿Por qué no cuidaste de tu hermana? Sabes que no puede hacer nada, tu obligación es estar al pendiente de ella.

La chica tan solo bajó su cabeza. Ya de noche, Ángela intentaba dormir, pero su hermana la llamaba constantemente. Ya no lo soportaba, salio de la habitación, corriendo escaleras abajo, hasta llegar a aquella vacía habitación y sentarse ahí, para estar sola. La voz de su hermana inundó la estancia. No la soportaba, no la podía aguantar más, deseaba que desapareciera, no la quería volver a ver.

- Hermana, no me ignores, hermana, hermana.
- ¡Déjame en paz! Ya no te soporto, déjame.

Dijo casi al borde del llanto. Angélica no soportó aquellas palabras y comenzó a chocar su cabeza con el duro de la pared. No dejaba de hacerlo. Intentó detenerla pero un oscuro pensamiento inundó su mente. Su mirada se volvió seria y dejó que continuara con aquello. Dejó que siguiera golpeándose tan duro y salvajemente. Hasta que… cayó al suelo ya sin vida. La pared estaba manchada de sangre, escurriendo delgadas líneas de aquella sustancia.

Los padres de las chicas entraron y vieron la terrible escena. Su hija muerta, mientras la otra gemela parecía… ¿Llorar?, si lloraba, ella lloraba. No sabía si era por felicidad o por tristeza. ¿Qué sentía en ese momento? Nada, no sentía nada.

- ¡Ángela! ¿Por qué no la cuidaste? ¿Por qué dejaste que muriera?

Gritaba histérica la madre. No quería ser culpable, pero era verdad, y el que su madre se lo echara en cara la hacía sentirse abandonada, sin esperanza, sin una familia que la quisiera.

………………………………………………...end flash back……………………………………………….............


Al recordar aquello, una sonrisa afloró en su rostro. Se incorporó lentamente y se acercó a la otra chica.

- Ahora lo entiendo, esa era la razón. Mis padres no me quieren, siempre la quisieron a ella, yo fui la que debió morir. No compraron a ese gato para calmarme a mí, fue para consolar su propio dolor.

Se acercó a la pared y comenzó a golpearse. Pensando en cada escena del recuerdo, imaginando, chillando y gritando como posesa. Su voz se escuchaba fría, un timbre de voz tan diferenta al calido que pertenecía a su gemela.

- “Yo fui la que tenía que morir, ahora lo se, nunca me quisieron, nunca, me odian, yo debí morir. La muerte… es todo lo que me queda.”

A cada pensamiento se golpeaba con mayor fuerza, lanzando un gran chillido y golpeando su cabeza con tal fuerza que al caer al suelo, ya estaba sin vida.

- ¿Qué fue eso?

León entró a la casa, justo al momento de que los padres llegaran, aterrados de lo que ocurría.

- Escuché un grito.
- ¿Qué sucede?
- Señor, su hija corre peligro.
- ¿Qué?

Los adultos buscaron, pero al ir a donde se encontraba ese pasillo, León llamó a los padres. Aterrados se dirigieron a la habitación y vieron con gran dolor que su hija estaba en el suelo, en vuelta en un gran charco de sangre. La historia se volvía a repetir, esta vez, cobrando la vida de su otra hija.

- ¡No!

Grito afligida la madre. Junto al cadáver, se encontraba una hermosa gata negra. El rostro de la chica estaba desencajado en una mueca de dolor y frustración. El conde se acercó a los padres que ahora lloraban por su hija muerta.

- Su otra hija, muro de igual forma, ¿verdad?
- Tuvo un ataque y se golpeo la cabeza?

Mencionó la mujer llorando a mares.

- Su otra hija, se sentía sola. No compraron el gato para aliviar el dolor de su hija, deseaban llenar el hueco de Angélica. Deseaban tanto que se llenara ese hueco que dejaron de lado a la chica que aún estaba viva. Ella se sentía frustrada y terminó con su vida, sentía que lo la querían como a su hermana.
- No, la queríamos tanto, pero Angélica no era capaz de hacer muchas cosas y estaba limitada, limitamos a las dos para que no se sintiera sola y abandonada.
- Limitaron también a Ángela, a pesar de que ella no estaba limitada como su hermana, la privaron de su libertas, y así termino, muriendo.

Las palabras eran crueles, pero ciertas. La verdad siempre es cruel y más cuando se hace ver los errores. El conde y el detective, abandonaron la casa, D llevaba consigo a la gata. Ambos caminaban de regreso a la tienda.

- Eso que dijo a los padres…
- Ellos no supieron administrar su amor a sus dos hijas. Las amaban tanto que su amor termino por desatar una serie de tragedias, lo peor de todo, es que no pudieron superar la muerte de la pequeña y se olvidaron que aún conservaban a la pobre de Ángela. No la culpo por su actuar, quizás fue indirectamente responsable de la muerte de su hermana, pero en todo caso, los padres tienen algo de culpa en ello.

- No hay culpables. Responsables quizás. Los padres son responsables por haber limitado a su hija y casi dejándole la responsabilidad de cuidar de su inestable hermana. En un arranque de histeria por ser ignorada, se mató. Ángela es un poco responsable por la muerte de Angélica a dejar que ella muriera. Pero finalmente, fue su decisión. Ambas murieron por que así fue su decisión, claro que los padres tienen responsabilidad en eso, pero nadie es culpable.

- ¿Y cuál es la diferencia entre culpa y responsabilidad?
- La culpa es cuando se hace algo con la intención de dañar, la responsabilidad cuando se hace daño aún sin desearlo. Esos padres, jamás fue su intención lastimar a sus hijas, pero aún así lo hicieron. No tienen culpa, solo responsabilidad.
- Muy sabias palabras, detective.
- Gracias, me gustaría atribuir eso ami persona, pero yo no Lodge. Lo escuché una vez por ahí.
- Entonces, la persona que lo dijo, es alguien muy sabio.
- Si.
- ¿Sabe detective?
- ¿Qué?

Dijo fingiendo algo de desinterés. D habló entonces. Con una sonrisita burlona y algo infantil.

- Es tan agradable cuando tenemos estas conversaciones sin que usted este de mal humor.
- Si, creo que si.

Así, ambos hombres regresaron a la tienda. León no pudo evitar recordar las palabras de D. “Los gatos negros son traedores de mala suerte.” parecía que aquella familia tuvo muy mala suerte. Quizás, coincidencia.
Notas finales: Espero ke les haya gustado el capi, jejeje, dejen reviews plis *o*

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