II. Fortaleza
- Vamos, te invito a cenar -me dijo Yohiro.
Y no sé si fue por lo dócil que había quedado después de mi 'alucinación' o porque inconscientemente comenzaba a procesar mi pérdida, que acepté su invitación.
Caminamos hasta su casa, nunca había estado allí, o eso creí. Al llegar me percaté de la zona y la situación al observar a mi compañero abriendo la puerta: era la casa en que solía vivir Tsuzuki.
No me había atrevido a visitar el lugar desde "aquel" día, y ahora la idea de no volver nunca había sido eliminada.
Sentí de inmediato la presencia de Tsuzuki y reconocí que los sentimientos de alguien tan profundo como él no desaparecerían de manera tan fácil. Me sentí débil y me recargué en el marco de la puerta con una mano sobre mi rostro.
- ¿Hisoka? ¿Estás bien?
Asentí y pasé cerrando la puerta tras de mí. No quería que se diera cuenta de mis debilidades, no quería que sintiera lástima.
- Puedes esperar un momento en la sala mientras termino de aderezar los alimentos -me condujo hasta un asiento y esperé impaciente.
Tardaba un poco, así que fui a la cocina para ver cómo iba con la cena. Al entrar noté de inmediato el suave aroma y me aproximé a él.
- Huele bien -dije seco.
Sólo me sonrió y continuó con lo suyo. Recordé lo mal que Tsuzuki solía cocinar y las lágrimas se apretujaron en mis ojos, justo en el momento que Yohiro se volvió a mí.
- ¡Hisoka! -me gritó al verme correr a la salida.
Me alcanzó y cerró la puerta al mismo tiempo que la abrí. Volteé a él pero no lo miré a los ojos, y antes de que pudiera decirme algo lo interrumpí.
- No me siento bien, es todo -susurré-. Gracias por invitarme, pero será otro día...
Apartó su brazo y me dejó ir.
Llegué temprano al trabajo a pesar de haber tenido una noche con falta de sueño. Me aplasté en mi asiento y hundí el rostro entre mis manos, un llamado me hizo reaccionar.
- ¿Mala noche, bon? -exclamó Watari dándome una palmadita en el hombro.
- Ve al grano -refunfuñé notando otras intenciones en él.
Con una mano me indicó que saliéramos.
- Escabullámonos de Konoe -rió malévolamente.
Caminamos hasta el río, Watari tomó asiento en la suave hierba y yo permanecí de pie, intentando disfrutar el aire fresco.
- Es bueno descansar un rato, ¿no crees? -no respondí- A Yohiro también le vendría bien, hablé con él hace un rato.
- Watari -pronuncié su nombre en señal de frustración.
- Perdona, bon. Pero, sabes que somos amigos,¿no?
Sabía la continuación y a pesar de eso dejé que me embriagara con su tranquilidad, tomé asiento a su lado.
- Te dijo lo que ocurrió ayer y pidió que hablaras conmigo. Sólo te lo diré una vez: estoy bien.
- A pesar de tu seriedad aún tienes mucho que aprender, bon -pasó su brazo sobre mis hombros y una pequeña ola de electricidad recorrió mi espina dorsal-. Yohiro no sabe nada sobre lo que ocurrió y por eso se está quebrando la cabeza intentando comprenderte. Pero eso ya lo sabías, ¿me equivoco?
Bajé la mirada al pasto, sin saber porqué con vergüenza.
- Si quisieras podrías conocernos a todos por completo, pero odias las sensaciones de los demás, y más aún desde que Tsuzuki dejó a los Shinigami -comenzó a apretarme y con la otra mano giró mi rostro para mirarme directamente a los ojos-. Todos aquí hemos tenido que superar pérdidas, y no digo que la tuya no fue nada porque sé cuánto has sufrido desde antes de morir, te comprendo, bon, has perdido a tu ser amado justo después de haber logrado estar plenamente con él.
Me sorprendí cuando lo dijo, se suponía nadie lo sabía. Me quedé con la boca abierta.
- Ciertamente te volviste más blando, bon -sonrió-. El único que te tenía a la expectativa era Tsuzuki, con tantas estupideces en la cabeza ni el mismo Enma podría haber sabido lo que se traía en manos... No se cansaba de hablar sobre ti y lo feliz que se encontraba con cada pequeño gesto de amor que demostrabas.
No me molesté, al contrario, me sentí inesperadamente alegre porque el idiota de Tsuzuki lo hubiera pregonado y de que se sintiera cómodo conmigo a pesar de lo frío que podía llegar a ser. Comencé de nuevo a llorar, sin pena de que Watari me viera en esa condición. Me abrazó con el sentimiento de una madre y me dejó desahogarme.
- Siento que me he vuelto tan débil -sollocé secando mis lágrimas con la manga de mi chaqueta.
- No puedo decirte que del todo seas humano, pero reconoces cada vez más los tantos sentimientos, temores y rencores que has acumulado en tu interior. Así que, bon, él fue feliz contigo y habría querido que continuaras tu vida lo mejor que pudieras y olvidándote del dolor. Entonces, ¿qué harás ahora?
Maldito Watari, había conseguido reconfortarme de una
manera muy efectiva y pude sentir tranquilidad después de tanto tiempo.
- Continuaré luchando por conseguir recuperar los años que me quitaron -regresé a mi seriedad-, lo haré por Tsuzuki.
Nos levantamos y regresamos al departamento, Watari con la intención de poder ayudarme tanto como pudiera y yo con la certeza de que él tiempo me regresaba la fortaleza que había dejado atrás y me permitiría olvidar.