A Riku se le estremeció el corazón cuando oyó a Charles decir eso. No pudo evitar pensar en lo triste que habría sido la vida del niño, tan solo e incomprendido por los demás, encerrado en esa mansión enorme y tan fría por las cadenas del destino, liberando su mente leyendo los libros de la gran biblioteca. Los dos estaban en silencio, sentados encima de la cama, en esa habitación decorada al más puro estilo inglés del 1800, iluminada por la débil luz de la mesita de noche. Riku pensaba en lo afortunado que era en tener a Kai, a Saya y a su padre, que le querían. Eso le hizo abrazar más fuerte a Charles, quien se sonrojó aun más, pero no dijo ni hizo nada para impedirlo. Simplemente cerró los ojos, recostado en el pecho desnudo del chico, escuchando su respiración tranquila y sus fuertes latidos. Riku observó la serena y colorada expresión de Charles y sonrió. Parecía tan feliz y tan lleno de paz en ese momento... Aunque eso sólo era una ilusión, algo efímero que no tardaría en desaparecer, y los dos lo sabían. Pronto llegará Saya, quién se llevaría de regreso a Riku y Charles volvería a tener que enfrentar la cruda realidad en solitario.
-No... - susurró Riku. - Yo no te dejaré solo.
Y en ese instante, Riku pensó que daría la vida por Charles. Aunque también moriría por Saya, por su hermano Kai y por su padre, con Charles era diferente. Sentía algo... que nunca había sentido por alguien. Algo realmente especial, y muy cálido. ¿Sería amor? Pues esa sensación que tenía era igual a lo que describían los libros y los cómics que había leído. Sí, seguro que lo era. Pero... ¿con un chico? Bien pensado, eso era lo menos importante.
Volvió a mirar a Charles, que se había dormido, y Riku se sonrojó. Estaba muy lindo cuando dormía, y le acarició suavemente la mejilla. Se moría de ganas por tocarle, por conocer su cuerpo, pero ahora no era el momento, así que le dio un beso en la frente y, con sumo cuidado, logró acostarlo en la cama sin despertarlo. Apagó la luz y no tardó en dormirse.
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-¡¡Buenos días!! - dijo Riku, con una ámplia sonrisa y quitando el edredón energéticamente.
-B-buenos días... ¿A qué se debe tanto entusiasmo? - preguntó Charles, que se acababa de despertar en ese momento.
-Hums... A nada en particular. – sonrió – ¡Hace un día hermoso, ¿no crees?!
-Tsk, vaya tontería... - se quejó Charles, aun dormido.
Riku cogió las dos manos de Charles, y éste se sonrojó inevitablemente.
-¡Salgamos a alguna parte! ¡Vamos, será divertido! - exclamó de pronto Riku, con ojos brillantes y una sonrisa de oreja a oreja.
-Pero... yo no puedo salir... Si viene Van... O alguien de las Cinco Flechas...
-¡Que les zurzan! ¡Tienes el mismo derecho a divertirte que cualquiera! Además, llevamos ya mucho tiempo encerrados y empiezo a aburrirme.
-Pero...
-¡No hay peros que valgan, vístete rápido y nos vamos, que yo ya estoy listo!
Charles se vistió y dejó que Riku le atara la pajarita. Le gustaba muchísimo, y en el mes y medio que llevaban juntos nunca se la había atado él mismo.
Así pues, los dos chicos se disponían a salir. Primero dieron un paseo y compraron algunos dulces, comieron una comida vietnamita buenísima y por último cogieron una barca para dar un paseo por el río Mekong. Riku se lo había pasado bien, pero quien más disfrutó fue Charles.
-Sabes, Riku... -dijo, cortado- es la primera vez que me lo paso tan bien...
Riku sonrió.
-Me alegro mucho, esa era la intención.
-Verás, Riku yo... - hizo una pausa y apartó la mirada.
-Dime, no seas tímido.
-Yo, creo que... - Charles no podía continuar y se puso sus dos manos en el pecho, sonrojado. Todo su cuerpo temblaba.
Riku se desabrochó un poco la camiseta, cogió las dos manos de Charles y las puso sobre su pecho. Charles notó que el corazón de Riku latía muy deprisa, y que respiraba cada vez más rápido como consecuencia.
-Yo también estoy muy nervioso...-dijo Riku, sonrojado. - creo que... sé lo que sientes, ya que yo siento lo mismo... Es mi primera vez, así que... ¿Qué te parece si tratamos de entender todo esto juntos?
Charles no podía decir nada, estaba demasiado feliz. Unas lágrimas salieron de sus ojos, y Riku lo abrazó.
Y finalmente, sus labios se juntaron tímidamente, para dar paso a un largo beso enmedio del gran río Mekong.
“Seremos fuertes, y lograremos romper las cadenas del destino.”