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Algo contigo por chibiichigo

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Capítulo 7. Algo contigo

 

Salió temprano del trabajo y se apresuró a la calle, donde estudió unos segundos a los transeúntes antes de encaminarse a la estación del metro. Daba pasos rápidos y largos, dignos de cualquier inicio de persecusión policiaca, mientras se acercaba a la estación del metro. No temía que alguien lo siguiera; su urgencia era la dejar atrás la serie de pensamientos tóxicos que llevaban semanas rondando por su cabeza y cerrar de una vez por todas el capítulo de su vida dedicado a la familia Uchiha.

Cuando subió al vagón dio un respingo. De reojo vio a un joven de cabellos rojos que hizo que se le detuviera el corazón durante un segundo, antes de darse cuenta de que no se trataba de Gaara. Suspiró aliviado.

No pongas las manos al fuego por nadie, y mucho menos si pertenece a esta familia. Terminarás quemado. Las palabras del taheño le resonaron en la cabeza por enésima vez desde el altercado en casa de Mikoto Uchiha y, de nueva cuenta, les encontró un críptico sentido premonitorio.

“Pero tiene sentido, él ya había pasado por eso”, pensó, en un intento por ahuyentar ese recuerdo. Se repitió mentalmente que él no era Gaara, que las circunstancias de ambos eran distintas y que, por lamentable que fuera su caso, no tenía nada que ver con él, aunque había salido dañado.

Salió de nuevo a la luz del día y quedó momentáneamente cegado. El sol daba directamente a un edificio con paredes de cristal, lastimando la vista de los peatones. Naruto calculó que eran cerca de las cinco de la tarde y caminó más deprisa.

Durante todo el tiempo que pasó en casa de su pareja, se había valido del reflejo sobre los edificios para adivinar la hora. Era un juego privado que amenizaba su trayecto a casa o a la oficina todos los días, siempre y cuando no se le hubiera hecho muy tarde para salir. Se dio cuenta en ese momento de cuánto extrañaba caminar por esa zona, llena de corporativos y lujos, que siempre le pareció tan monótona y gris.

Él siempre se había sentido más cómodo en lugares llenos de colores chillantes y personajes extravagantes, de esos rebosantes de música, de olores y de gastronomía. Por eso había rentado un cuarto en la zona roja, cerca del restaurante de su padrino, y había decidido volver a trabajar ahí durante las noches más agitadas. Era su forma de mantenerse ocupado y estar con las personas que quería, especialmente Neji, quien le había prestado su casa durante los primeros días fatídicos tras haber descubierto el secreto de Itachi. Ahí había hablado con Tenten  hasta la madrugada, a veces de ella y a veces de él y de los hermanos Uchiha.

Una duda recurrente volvió a él: ¿Qué había motivado a Itachi a hacerle tanto daño a Sasuke? ¿Lo había hecho “por su bien”, tal y como él había dicho en casa de su madre? No tenía respuesta para sus interrogantes y, como estaban la cosa, tal vez nunca la tendría, pero dudaba que alguien lastimara a sus seres queridos con el afán de protegerlos.

Sintió una punzada de cólera y volvió a apurar el paso. Estaba a un par de calles de la casa de Itachi y necesitaba recoger sus cosas antes de él volviera. No deseaba hablar con él en ese momento, ni tal vez ya nunca.

Saludó al portero con un ademán y se apresuró al ascensor mientras jugueteaba con las llaves. Esperaba que Itachi no hubiera cambiado la cerradura o hubiera incorporado algún sistema de alarmas o su pequeña excursión se volvería demasiado problemática.

Por fortuna, todo seguía igual.

Entró en la casa con cautela, temeroso de encontrarse con Itachi: No quería discutir ni justificarse ante alguien a quien le tenía tanto resentimiento acumulado de unas semanas para acá: Le había mentido y lo había usado, pese a que siempre dijo que no lo haría. Y él, tonto de él, lo había amado con locura.

Metió su ropa en una maleta, sin tener el cuidado de doblarla, y guardó algunos de sus artículos personales en una bolsa. Hacía todo con rapidez, procurando evitar la oleada de recuerdos que lo empezaban a invadir.

De un cajón, sacó unos boletos de cine. Eran de la primera vez que había salido con Itachi, pocas semanas después de haber llegado al apartamento. Sintió un nudo en la garganta.

 

Era viernes y llovía a cántaros. Naruto estaba guarecido en una marquesina cerca del metro, incapaz de seguir adelante ni de regresar a su trabajo, a unas cuantas cuadras de ahí, debido a la cortina de agua.

Estaba desesperado por salir de su guarida, donde cada vez se refugiaban más personas, y miraba el paisaje dispuesto a aprovechar la más mínima oportunidad para echarse a correr al metro. Estaba mojado y el aire frío lo hacía temblar copiosamente, por lo que no sintió las vibraciones de su teléfono hasta que la intensidad del movimiento del aparato subió.

—¿Sí?— se apresuró a responder, con la mirada clavada en la lluvia.

— ¿Estás bien? ¿Dónde estás? Te he estado enviando mensajes. Suspendieron el servicio de transporte por la lluvia y hay zonas inundadas cerca de tu trabajo. ¿Quieres que te recoja en algún lado?

— Sería espectacular— contestó el rubio, viendo de reojo a toda la gente atrapada bajo la marquesina con él. — Estoy atrapado bajo un edificio cerca del trabajo, te mando la dirección. ¿Estás cerca? Porque el tráfico está pesado y no quiero que…

—Tuve una junta por la zona. Llego por ti en 10 minutos.

A la hora pactada, el vehículo de Itachi dio vuelta en la esquina donde Naruto se encontraba. El joven corrió y se metió en el asiento del copiloto, agradecido por no tener que esperar bajo la tormenta.

— ¡Vaya suerte que estabas cerca! Gracias por recogerme.

Itachi le dedicó una gentil sonrisa y arrancó en dirección a casa. Sin embargo, la lluvia ya había generado estragos viales y, unas cuantas calles adelante, se quedaron prácticamente detenidos.

Itachi buscó el reporte vial en la radio y descubrió que gran parte de la ciudad se encontraba afectada. Mientras, Naruto le contaba cómo había estado su día y que la lluvia había arruinado sus planes de llevar temprano a casa, cocinar la cena para ambos y ver una película para televisión que se estrenaría por la noche.

— Es una lástima. Pero seguro podemos solucionarlo — dijo el moreno, buscando en los ojos azules del copiloto alguna señal de melancolía por su hermano.

— No hay problema. De todas formas, es mejor que no pueda verla. Es la segunda parte de una película que vimos… que vi hace meses y no sé si me afecte de más—. La voz de Naruto se quebró, pero procuró recomponerse.

Itachi no dijo nada. Condujo en silencio durante un rato y de pronto, salió de la avenida hacia una calle que el trigueño desconocía, pero que estaba más fluida. Un par de calles después, el moreno metió el auto en un estacionamiento, ante la mirada extrañada de su compañero.

— ¿Qué? Podemos quedarnos otras tres horas en el tráfico o cenar aquí y ver una película.

Fue una excelente idea. Entraron a una plaza comercial y, tras cenar en un establecimiento de crepas, entraron a una función de cine de arte. Naruto nunca había sido muy afín a ese tipo de películas, pero era la única sala que no estaba atiborrada y tenía proyecciones a esa hora; además, sabía que Itachi era fanático de esos filmes.

— ¿No prefieres que esperemos a otra función?— preguntó Itachi, pero Naruto meneó la cabeza y sonriendo exclamó:

— A ti te gustan estas. Quizás a mí me gusten también…

 

Y no, no le había gustado. Pero ver la cara de interés de su entonces anfitrión y la satisfacción con la que se levantó de la butaca, asegurando que era “de lo mejor del cine danés en lo que va de la década”, lo hizo sentir feliz con su decisión.

Naruto sintió que el corazón se le encogía. Esa tarde se había sentido tan protegido y tan tranquilo como nunca antes y, recordó, había barajado la posibilidad de conseguir en el futuro una pareja que tuviera detalles lindos con él.

Meneó la cabeza, dispuesto a seguir su labor sin distracciones. Necesitaba recopilar algunos papeles y el resto de sus pertenencias antes de que se hiciera más tarde, pues aunque conocía bien los horarios de Itachi, tenía tan mala suerte que podría aparecérsele ahí en cualquier instante.

— Ay, Itachi, ¿por qué tú, entre todas las personas, me lastimaste así?— se preguntó por lo bajo, mientras contemplaba la habitación vacía y hacía un esfuerzo por controlar sus emociones. En esas cuatro paredes pasado tantas cosas: Había llorado en soledad, permaneció noches enteras acurrucado junto a Itachi, hizo el amor desenfrenadamente, se habituó al cuerpo cálido de su pareja. Había escuchado y hablado de mil cosas durante las horas de la madrugada y compartió sus ideas, sueños y planes, proyectos que ahora sonaban huecos e irrealizables.

El rubio experimentó la ironía y la desesperanza al mismo tiempo. En menos de un año, había terminado una relación sentimental con dos Uchiha distintos por el mismo motivo. Y ahora extrañaba a Itachi con más fuerza de lo que había extrañado a Sasuke, pero se recordaba constantemente el engaño para evitar sucumbir.

— ¡Qué mala suerte, carajo! —. Se llevó las manos a la cara y se tiró en la cama. Se prometió que solo estaría un segundo y luego terminaría de guardar todo. Dejaría una nota y las llaves en la mesa de la entrada y listo… Pero antes, merecía cinco minutos de cierre para poder seguir adelante.

Recordó sus conversaciones con Tenten y se aferró a sus consejos. Ella le había recomendado ser fuerte, alejarse de Itachi para siempre y volver a empezar. Le instó, quizás por iniciativa de Neji, a alejarse de los hombres ricos y centrarse en los jóvenes de clase media porque “tienen mejores sentimientos” o, de menos, poca capacidad para urdir engaños complejos.

Naruto quería creerle. Necesitaba hacerlo porque estaba herido y se sentía traicionado. Amar a Itachi le traía un dolor con el que no podía lidiar, así que debía ser fuerte y alejarse de él. De todas maneras, sabía que esa sensación de miseria que le embargaba terminaría en algún momento. Pero no sabía  cuándo obraría el milagro y cada día era más duro que el anterior. Tenía tantas preguntas, tanto dolor y tantos recuerdos.

— ¿Por qué me jodiste tantos años? ¿Es verdad lo que dijeron de ti?

Con los días, se había convencido de que todo lo que había dicho Gaara era verdad y que él fue un ingenuo por no haber visto las señales. Pero esa versión en su cabeza no compaginaba con sus otros recuerdos, ni las promesas de amor eterno que Itachi le había hecho. Todo era tan confuso.

 

Sentía el roce de los pantalones en el pene erecto. Le urgía sacarse la ropa y quedar expuesto tal y como había llegado al mundo. Los besos de su pareja, ávidos de su piel, bajaban de su cuello a los pezones y luego, hacia los vellos entre el ombligo y su zona púbica, pero no descendían más.

Naruto sudaba y jadeaba de excitación y de impotencia, pues la mano de Itachi detenía sus muñecas, impidiéndole participar del juego de caricias. Sentía el pene palpitarle con fuerza.

— ¿Qué me vas a hacer?— preguntó, mientras la mano libre de su pareja le recorría el cuerpo y su lengua recorría su abdomen.

Por respuesta, Itachi desabrochó sus pantalones y le bajó los calzones para dejar su miembro expuesto. Los ojos negros y los azules se encontraron fugazmente y el más alto liberó las muñecas del otro para tomarlo por la cintura.

Se llevó la punta de su pene a la boca y comenzó a lamerla en círculos, suavemente. Luego, centró sus energías en las ingles y el área que rodeaba su miembro viril. Lo besaba y lo lamía con dedicación, sin importar que los vellos púbicos de Naruto le rozaran la lengua, generando en el rubio semejante excitación que tenía que concentrarse para no correrse. El mayor puso los labios de nuevo en la cabeza y se introdujo el resto del órgano, comenzando un vaivén a tiempos suave  y a tiempos rápido.

Las manos de Itachi jugueteaban con sus testículos y sus glúteos, mientras abrían paso a su ano. El moreno estiró una mano a la boca de su pareja, que succionó los dedos, dirigiendo el ritmo del sexo oral. Sentía el ritmo cada vez más acelerado de su pareja y pronto fue incapaz de contenerse: eyaculó con fuerza, mientras la lengua de Itachi recorría su glande y sus dedos, húmedos, presionaban su entrada.

Jadeando, Naruto se aferró al cuerpo desnudo de su pareja y comenzó a masturbarlo. Recorría con la boca el cuerpo pálido de Itachi y de cuando en cuando le daba mordiditas en el cuello o en el lóbulo de la oreja.

— Te amo— musitó el mayor mientras se dejaba hacer. Naruto aceleró el ritmo de sus besos y se acercó al pene de su pareja, que seguía erecto y venoso. Comenzó a practicarle sexo oral para aliviar su excitación y para ganar algunos momentos.

Itachi le había dicho que lo amaba y él, aunque tenía un afecto y una atracción sexual inmensa por él, no estaba listo para expresárselo.No quería ponerle nombre a un sentimiento que cada día se volvía más poderoso; tenía miedo de reconocer que era algo que llevaba mucho tiempo dentro de él.

Sintió los dedos de Itachi recorrer su cabello. Su miembro estaba recuperando el vigor poco a poco, así que se aferró a las caderas de su compañero y aumentó la velocidad, pero el otro lo paró en seco.

— No, no… Tengo una mejor idea—. Ayudó a Naruto a levantarse y lo dejó en la cama, antes de regresar sus dedos al ano y, tras unos cuantos segundos, empezar a introducir su miembro, todavía húmedo, en la cavidad de su pareja.

El rubio sintió la presión de un cuerpo ajeno, que tan placentera le resultaba, y empezó a moverse al compás. Veía el torso de Itachi sobre él, aunque por la posición en la que estaba no lo podía besar.

Se asió nuevamente de su espalda y le dio una firme nalgada, instándolo a continuar.

— Así que te gusta pegar, ¿eh?—, dijo Itachi entre jadeos, con lascivia.

— Me gusta más que me lo hagan, pero sí… —. Para reafirmar su punto, Naruto volvió a impactar con el glúteo de Itachi, quien aumentó el ritmo de sus estocadas, impactando las paredes de Naruto con fuerza.

El rubio se retorcía de placer. Reconoció para sus adentros que Sasuke no era ni remotamente tan buen amante como su hermano. Se apretó el labio para aguantar un poco más; no quería terminar todavía, pero era imposible resistirse. Por lo que podía ver, Itachi también estaba en tiempos extra…

Los dos acabaron casi al mismo tiempo. Él afuera y su pareja, adentro. En silencio, los dos disfrutaron el orgasmo.

— ¿Te gustó?— preguntó el de cabellos negros, tumbándose junto a él en la cama.

— Muchísimo— respondió Naruto, todavía disfrutando la muerte chiquita.— Oye…

— ¿Sí?

— Yo también te amo.

 

Los ojos de Naruto se llenaron de lágrimas en cuanto lo recordó. Esa fue la primera vez que le compartió a Itachi sus sentimientos. En ese momento se había sentido extraño, inapropiado, pero natural; ahora, el recuerdo lo atormentaba.

— ¿Para qué me dijiste que me amabas?— preguntó en voz alta, todavía tirado en la cama.

— Pues porque te amo— Escuchó la respuesta detrás de él. Se volteó a toda prisa.

Itachi estaba parado en el marco de la puerta, observándolo. Su rostro estaba demacrado y alicaído; no se veía como el hombre pleno y dedicado que recordaba. Naruto se limpió las lágrimas y se incorporó de la cama, con la mirada en su mochila.

— ¿Qué haces aquí?

— Aquí vivo… Y el portero hizo favor de avisarme que viniste.

— Pasé a recoger unas cosas, pero ya casi acabo. Me iré en unos minutos.

El moreno permaneció en silencio un par de segundos. Quería decir tantas cosas que no sabía por dónde empezar. Metió las manos a los bolsillos para que Naruto no viera lo mucho que le estaban sudando.

— No, por favor quédate. ¿Te importaría si hablamos?

Naruto escrutó los ojos oscuros de Itachi, esperando cualquier oportunidad para negarse. No tenía ganas de estar cerca de él ni de escuchar lo que tuviera que decir. Se sentía traicionado y, en su presencia, la sangre le hervía. Pero tampoco deseaba irse.

Sintió los ojos húmedos. Se odió a sí mismo y a su propensión por llorar, pero apretó los puños y procuró mantener la entereza.

— No sé si hay algo de qué hablar, Itachi. Me engañaste. Y no solo eso, me utilizaste. ¿Sabes cómo se siente eso?

Itachi asintió, desganado. Naruto pudo ver de lejos su semblante gris, falto de emociones y supuso que estaba cansado, que él tampoco podía dormir bien por las noches ni hallar paz tras lo ocurrido en casa de su madre.

— No, no lo sé—, contestó Itachi con franqueza —. Lo que sí sé es que nunca pensé que algo así pasaría. Y de verdad lo lamento como no tienes idea… Yo solo quería lo mejor para Sasuke y terminé haciendo lo peor para todo el mundo.

— Eso no justifica nada. ¿Por qué nunca me lo dijiste?

Las uñas del rubio se le clavaban en las palmas dejando una impresión blancuzca, pero él seguía con los puños contraídos. Estaba tan enojado que no tenía cabeza para nada, más que para imaginarse a Itachi con la nariz rota. Era lo menos que se merecía, pensaba, por haberlo tratado tan mal.

— Porque no tenía caso. ¿Qué querías que te dijera? Le eché a perder la vida a mi hermano y luego lo pagué dejando que estuviera con la persona que más amo en el mundo. Y me arrepentí todos los días, créeme.

— Estos días estuve pensando, acordándome de muchas cosas, y me di cuenta de algo: Si tú hubieras mostrado interés en mí desde el comienzo, yo nunca había estado con Sasuke. Eras mi amigo, la persona con quien mejor me sentía… Y ahora siento que todo fue parte de tu plan macabro.

Naruto sabía que no debió haber dicho eso, pero quería lastimar a Itachi tanto como él lo había herido. Quería que sintiera lo mismo que él sentía desde hacía semanas, como si con eso se redujera su malestar. Su interlocutor se acercó a la cama y se sentó en una orilla, con los ojos fijos en el suelo.

— ¿Un plan macabro? No, no fue nada de eso— dijo, tras unos segundos se silencio. —Cometí una estupidez en mi juventud y no medí las consecuencias. Yo no sabía lo que le pasaría a Gaara ni lo mucho que los afectaría a Sasuke, a ti o a mí. Y de verdad lo lamento mucho, pero no puedo cambiar lo que ya pasó.  

Naruto se sentó del otro de la cama. Todavía estaba disgustado, pero creía entender a Itachi. Y más importante, fuera de su enojo, no le guardaba rencor.

— ¿Tú me usaste para enmendar tus errores?

— Sí y no—. La sinceridad de Itachi dejó pasmado al rubio, que deseaba escuchar una negativa tajante. — Siempre me gustaste. Eras todo lo que yo quería para mí, pero sentía culpa por lo que había hecho y sentí que era justo alejarme románticamente de ti cuando Sasuke se interesó. Pensé ‘si eso los hace felices a ambos, ¿por qué no’? Y sé que suena horrible, pero en verdad lo hice por ustedes.

El rubio permaneció en silencio con los ojos fijos a la pared. Resopló.

— La verdad es que amé mucho a Sasuke todos esos años. Aprendí mucho de él y creo que lo hice feliz—, dijo por lo bajo.

— Lo hiciste muy feliz— concordó el moreno.

— Pero al que quise primero fue a ti. Y es raro que solo estuviéramos juntos hasta hace poco—. Ambos estuvieron callados unos segundos..—Quizás fue el destino: Gaara debía estar con Sasuke y tú conmigo, pero todo se arruinó.

Itachi se volteó a mirar al trigueño y enarcó las cejas. Dudaba que así funcionara el destino, pero no quiso decir nada.

— ¿Me odias?— preguntó finalmente. Naruto le clavó la mirada y finalmente movió la cabeza de un lado hacia otro.

— No. Odio cómo me sentí, haberme dado cuenta de que había tanto pasando a mis espaldas, tu reacción… Supongo que odio la idea de que tú no eras el príncipe azul que pensé que eras. Eso duele más que todo.

La voz de Naruto lo traicionó y tembló de pronto, pero procuró manejar la situación. Estaba aliviado de poder hablar con Itachi y sincerarse sobre lo que sentía, incluso si no estaba seguro de su elección de palabras, porque sabía que el otro lo comprendía. A su lado, revivía la acogedora sensación de no estar solo que siempre lo perseguía y eso estaba bien. Incluso si ahora estaba molesto con él.

— Vine a recoger mis cosas porque ya no quería verte. Pensé que así sería más fácil— confesó Naruto, luego de un prolongado silencio.

Itachi hizo un gesto de comprensión y asintió con la cabeza.

— Entiendo. ¿Quieres que me vaya?

El rubio negó con la cabeza.

— Ya no sé qué quiero. Te extraño todo el día, todos los días. Hay momentos en que quiero llamarte y saber cómo estás, contarte algo… Y luego vuelve a mi cabeza la voz de Gaara, la forma en que Sasuke y tú discutieron, tu semblante derrotado. Me enojo, la situación me vuelve loco. Me prometí que no te vería, que te sacaría de mi vida y trataría de construir una vida alejada de tus líos familiares, pero aquí estoy, hablando contigo y pensando lo mucho que te amo.

— Entonces quédate.

— Es que no quiero eso tampoco— aseguró Naruto.

— ¿Y qué vamos a hacer entonces? Tú no sabes lo que quieres y yo solo sé que te amo con toda mi alma.

Naruto abrazó a Itachi por el cuello y sintió cómo las lágrimas caían por sus mejillas. Jamás habría imaginado que, luego de convencerse durante tantos días sobre lo que debía hacer, tuviera tantas dudas. El corazón se le encogió.

— Ya no me guardes secretos, ¿quieres?

— Nunca más. Te amo.

— Yo también te amo.




FIN

 

Notas finales:

Gracias por leer. Espero que les haya gustado.


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