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Lo mejor de ti por Hotarubi_iga

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

— 2 —

 

El otro día, aprovechando que Yuki había salido al minisúper por cerveza y papel higiénico, me puse a buscar en el armario una caja de zapatos en donde guardo el anuario de mi escuela y otras tantas chucherías que conservo de esa época. Mi objetivo era encontrar una foto donde salgo disfrazado de gnomo navideño para uno de los festivales escolares de invierno.

Cuando estaba en lo mejor removiendo el equipo de esquí que Yuki nunca se ha dignado a usar, la repisa del armario crujió. Está demás decir que se mandó todo abajo y terminé sepultado bajo la pila de cajas y porquerías que Yuki ni siquiera sabe que existen. Cielos, es tan cachurero[1].

Finalmente, cuando recobré la consciencia y me digné a ordenar antes de que Yuki me pillara con las manos en la masa, encontré dentro de una de las cajas, algo que hizo que me tragara el chicle de menta que masticaba: una colección selecta de revistas de alta moda yacía empaquetada al interior de la caja. Respiré hondo y quise pensar que Yuki las conservaba de sus tiempos de adolescente. Sin embargo, la idea de toparme con revistas Playboy resultaba mucho más razonable, porque las revista de alta moda me parecían demasiado… ¡gay!

En ese momento, intenté concentrarme y encontrarle la lógica a esa e-vi-den-cia... ¡Argh! ¡¿A quién engaño?! La idea de saber que Yuki tuvo una fijación por el mundo de la alta costura me resultó absolutamente espeluznante. No es que eso hubiese afectado mis sentimientos por él. Pero comencé a preguntarme si Yuki como diseñador en vez de escritor habría tenido otro modo de ser. Tal vez sería... no sé... más gay —¿Eso debería preocuparme?—.

Inevitablemente pensé en el hecho de que todavía desconozco muchas cosas del pasado de Yuki. Una de ellas es: «¿Qué quería ser Yuki realmente cuando grande?». Cuestionarme eso, me llevó a pensar inevitablemente en Kitazawa, y la idea de que él tuvo una importante influencia en las decisiones de Yuki, me asaltó. Nuevamente ese tipo se convertía en la piedrita del zapato (o más bien, la roca). Al tipo no le bastó con morirse y atormentar a MI Yuki por el resto de su vida; también tuvo la desfachatez de influenciarlo y hacerle dejar lo que tal vez era su verdadera pasión, para dedicarse a las letras.
Posiblemente Yuki moría por ser diseñador, y Kitazawa no lo dejó ¡Estúpido Kitazawa! Ahora lo detesto un poco más.

Estoy seguro que Yuki habría sido el mejor diseñador de modas. Triunfando en Milán; siendo el Giorgio Armani o el Christian Dior del siglo. Pero de haber sido así, no lo habría conocido. ¡Oh...! El destino a veces es cruel e incierto.
Sea como sea; escritor o diseñador: amo por sobre todas las cosas a Yuki, porque de todos modos no aplica en su vida diaria su profesión. El romance no es su fuerte. Y eso es una verdadera contradicción.

Cuando estaba en lo mejor, intentando recuperarme del shock, Yuki apareció con las bolsas del minisúper y me miró con desconcierto. Pienso que eso era mejor que “molesto”.

—¿Qué mierda pasó aquí? ¿Qué hiciste? —me preguntó, y no se me ocurrió nada mejor que decir:

—Yuki ¿eres gay?

Lo admito: haberle preguntado eso fue realmente estúpido, pero fue lo primero que se me ocurrió.

—¿Estás de broma? —Su mirada inocua pronto pasó de una suspicaz, a una de enojo.

—Eh... ¿sí? —mentí. Tenía miedo de admitir que había descubierto su “pequeño secreto”.

—Ah, por un momento pensé que se te había muerto la última neurona que tenías en el cerebro.

Odio cuando me ofende, pero no puedo culparlo; normalmente hago muchos méritos para que no piense lo contrario.

—Eh... Yuki... —balbuceé. Aún no superaba el derrumbe de las cajas asesinas—. Encontré algo...

—Estabas husmeando mis cosas: acosador —dijo.

Tengo que admitir que ser «el acosador» de Yuki es uno de mis pasatiempos favoritos, junto con tomarle fotografías cuando duerme y masturbarme con sus calzoncillos en la boca.

—No, estaba buscando algo mío. —Me miró como diciendo: ¿Quién te dio derecho de meter TUS mugres en MI armario? —Y encontré algo...

—¿Y?

—Sé que no te gusta que me meta en tus cosas, pero... —¡Jesús! Estaba resultando más difícil que ir al dentista. —Encontré unas revistas y...

—Ah, se trata de eso —dijo casual. Se encaminó a la cocina y metió al congelador el pack de cervezas. Yo lo seguí como una vaca que va al matadero. No sé que siente una vaca, pero de algún modo me sentí identificado con una.

—No me molesta —le dije, intentando sonar condescendiente.

—No tendría por qué molestarte. Es algo natural. —No pude comprenderle del todo.

—¿Cómo? ¿Significa que para ti es normal tener este tipo de revistas? —Yuki me miró con suspicacia.

—¿Resulta anormal para ti? —preguntó, pero luego se auto respondió—. No sé de qué me extraño: eres homosexual.

—Sí, lo soy —admití con orgullo—, pero por muy homosexual que sea, no me interesan estas revistas —le dije, golpeándolas. Tomé valor y agregué: —Yuki... ¿qué te hizo Kitazawa para que dejaras tus sueños de diseñador? —Fue ahí cuando vi en los ojos de Yuki, confusión e ira. El nombre de Kitazawa todavía sigue siendo tabú.

—¿De-qué-mierda-estás-hablando?

—De esto —le dije, y estampé las revistas sobre la mesa de la cocina—. Si realmente querías ser diseñador, debiste haber persistido. ¡Habrías sido el mejor de todos los tiempos! —De algún modo quería apoyarlo.

Yuki pescó las revistas y las hojeó a la pasada. Luego me miró fijamente.

—¿De dónde las sacaste?

—De una de las cajas que estaban en el armario. —Con eso cavé mi propia tumba. Y sólo pude pensar cuál sería la menos dolorosa y la más digna forma de morir.

Yuki bufó y arrojó las revistas a la basura.

—Esas revistas no son mías, baboso.

—¿No?

—Dime: si te hubieses encontrado con revistas de repostería, habrías pensado que quería ser pastelero ¿no? —No pude evitar asentir. —Definitivamente careces de materia gris. —¿Era necesario decir eso? Me duele cuando me ofende. —Esas revistas son de Mika. —Me sentí profunda y estúpidamente aliviado. —Ella es diseñadora. —Me miró tan fijo que me sentí invadido por él. —En serio no puedo creer que pensaste que yo quería ser diseñador. Me sorprende lo que puedes llegar a imaginar con eso que tienes por cerebro. ¿Lo has usado alguna vez? Te recomiendo que lo estrenes; verás que no te hará daño.

—Bien, bien. No son necesarias las ofensas —pedí—. Creí que eran tuyas. ¿Cómo rayos iba a pensar que son de tu hermana? —Yuki me miró y no hizo falta saber lo que pensaba.

—Siempre quise ser escritor —me dijo de pronto—. Aunque no lo creas, nací para serlo. No me hallo en ninguna otra profesión.

Lo entiendo perfectamente; yo nací para ser cantante. Ambos nacimos para desarrollar nuestros talentos; nuestra pasión.

—Supongo entonces que mi caja la tiene Mika —dijo, encendiendo un cigarrillo—. Me sorprende que aún no se haya percatado. —Comencé a pensar en lo que podía contener su caja. —Cuando estaba por regresar a Japón, Mika se estaba instalando en Nueva York por el trabajo de Seguchi. Presumo que ahí fue que se nos confundieron las cajas. Pero bueno, cuando se de cuenta que tiene la equivocada, me la devolverá. —Sonrió malicioso y se encaminó hacia su oficina.

Yo como buen niño lo seguí. Pero aún tenía la intriga de lo que contenía su caja —el hecho de que una montaña de cajas asesinas me cayera sobre la cabeza, tuvo cierta implicancia para que me costara pensar con mayor fluidez—.

—Yuki, dime ¿qué tiene tu caja? —pregunté.

Yuki se volvió hacia mí antes de entrar a su “santuario”. Está por demás decir que me vio como si quisiera que al fin estrenara el cerebro. Luego de eso, se encerró. Pero desde adentro de su templo me gritó:

—¡Más te vale que ordenes ese desorden, atontado!

Es en momentos como esos cuando pienso que no me quiere. Pero que va ¡no puede vivir sin mí! De lo contrario, no podría sonreír como lo hace a diario.
Debería agradecerme por hacer su vida más entretenida.

 

Notas finales:

[1] Persona que guarda objetos inútiles (cachureos) por gusto o por no decidirse a desecharlos.


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