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Through the darkness, he lights up my world por Deathrider

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Notas del capitulo:

Bueno chicas, aquí os traigo el siguiente capi del fic, calentito, calentito, en todos los sentidos jajaja

No se vosotras, pero yo estoy en flipación máxima por que llevo unos días leyendo sin parar comics yaoi XD de atractivos mafiosos acosando a jovencitos de fuerte personalidad jajaja

Y bueno, antes no era tan fan de UTAPRI como ahora, que comencé a escribir fics sobre ellos, antes incluso me gustaban algunas parejas con Nanami pero ahora es como buuh, fuera bicho...

En fin, dejaré de decir gilipolleces y os dejo con el capi.

 Por cierto, para escribir las ultimas escenas, me puse esta canción en loop infinito, por si a alguna le interesa: http://www.youtube.com/watch?v=SrcP6ff_YF4

 

 

En aquella habitación hacía un calor sofocante y en medio del silencio de la noche lo único que se dejaba escuchar era el roce de las telas, que se mezclaba con los gemidos mal disimulados de los dos jóvenes.

El pelirrojo, tumbado bajo Tokiya, sus pantalones habían sido bajados un poco, dejando al descubierto su intimidad. El peli azul se dedicaba a masturbarle sin compasión, subiendo y bajando a un ritmo frenético, haciendo que le fuese imposible tratar de hablar con claridad.

La mano de Otoya se perdía dentro de pantalón de su compañero, rozando tímida, pero constantemente la erección de este, que no dejaba de mirarlo intensamente entre jadeos,

Sentía que se quemaba, que de un momento iba a prenderse en llamas y quedaría reducido a cenizas. Sentía que la mano de Otoya en su miembro le quemaba, aquél delicioso toque era desesperante, lo hacía querer más y más.

Acercó su rostro al del pelirrojo, que mantenía los ojos cerrados con fuerza mientras gemía entre dientes.  Atrapó el lóbulo de su oreja y lo mordió, haciendo que el cuerpo de su compañero se contrajera.

-Tokiya… Nhh…

Sonrió con autosuficiencia, tratando de controlar sus propios jadeos.

-¿Te vas a correr Otoya?-. Susurraba aposta en su oreja, con la voz ronca teñida por la excitación.

El pelirrojo giró la cabeza avergonzado sin contestarle, intentando por todos los medios acallar su voz, pero esta se agolpaba sin control en su garganta, haciéndole imposible acallarla.

-¿Te vas a correr ya?-. Volvió a repetir insistente.- Yo también, ven, tócame más Otoya.

Aquél chico era un zorro astuto, no sólo había echo que el pelirrojo aumentase el ritmo de su mano, sino que había conseguido excitarlo sobremanera.

-S-si… Tokiya, me voy a…

Adoraba aquello, tener al pelirrojo  a su total merced. Puede que todos los demás pudiesen ver sus sonrisas cada día, pero él era el único que podría ver aquello, su expresión, sus gestos y procuraría que siguiese así, teniendo la exclusividad.

-Tranquilo Otoya, enseguida te llevaré al cielo…

Levantó la camiseta de Otoya, dejando su vientre al descubierto y éste se dejó, lo único que podía hacer era retorcerse entre las sabanas, mientras su mano se movía en frenesí de arriba abajo en el miembro del peli azul.

Tokiya gruñó de placer, sacudiéndose un poco, él estaba por llegar también. Aceleró el ritmo con el que masturbaba al pelirrojo, sintiendo como su respiración se hacía más rápida y sus gemidos se hacían más constante, su cuerpo empezaba a contraerse y supo que estaba por a cavar. Eso le excitaba hasta puntos que el jamás podría haber imaginado, haciendo que sintiese su propio fin muy próximo.

-Otoya…-. Agarro al chico por la nuca, besándolo con pasión desbocada, sintiendo su respiración entrecortada y sus gemidos en su boca.

Todo el cuerpo del pelirrojo se contrajo temblorosamente, mientras su boca se abría produciendo un sonoro gemido que Tokiya devoró. Sintió su mano mojada y resbalosa por aquél líquido, a la vez que el mismo manchaba la mano y vientre de Otoya. Ahora sus esencias se mezclaban encima del pelirrojo, que dejó su cuerpo caer sin fuerza, respirando agitadamente, luchando por recuperar el aliento.

Miró de reojo a Tokiya y miró enseguida hacia otro lado, sin ocultar su expresión de total vergüenza. El peli azul no dijo nada, s levantó y fue al baño a limpiarse, volviendo al cabo de poco con una toalla humedecida que usó para limpiar a su compañero, que se dejó hacer sin oponer resistencia.

Acabó y se tumbó en la cama junto a él, acomodándose bajo las sabanas. Otoya seguía en la misma posición en la que se había quedado, mirando el techo como si fuese la cosa más interesante del mundo.

-Tokiya yo…

-Es tarde, mañana hay clase, así mejor que duermas-. Se giró hacia la pared, dando a entender que por su parte la conversación estaba finalizada.

El pelirrojo lo miró de reojo, se giró en su dirección y se acercó un poco a él, pero solamente se atrevió a apoyar su frente contra la espalda de su compañero, dejando una distancia prudencial entre sus cuerpos. Por extraño que pareciese, en ese momento se sentía más lejano a él que nunca.

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

Todo aquello de la tare de composición estaba empezando a mosquearle, había cantado perfectamente, lo sabía. Sabía que su técnica era buena y que no había cometido fallos, la letra era buena. Aun así había recibido una nota baja en su opinión, siendo acusado de cantar sin corazón.

¿Qué tenía que ver eso con cantar? ¿Quién necesitaba esos estúpidos sentimentalismos a la hora de cantar? El por supuesto no, esas cursiladas se las dejaba a otros.

Aquella noche tampoco había tenido pesadillas, había tenido un sueño profundo y reconfortante, y ahora su espalda se sentía cálida en el sitio dónde él durmió apoyado durante toda la noche, sin moverse ni un ápice.

Ese chico era estúpido, no solo había dejado que le hiciese todo aquello, sino que además había colaborado sin habérselo pedido siquiera; además luego había dormido junto a él, justo como había prometido.

Se frotó las sienes pesadamente, pensar en el pelirrojo le agotaba. Era incapaz de entender aquella sensación de seguridad que solo aquél idiota era capaz de transmitirle. Odiaba sentirse tan débil ante aquella sonrisa y la impotencia que sentía al verlo sonreís a otros.

Caminó por el pasillo pesadamente, aquel día las clases se le estaban haciendo extremadamente largas y agotadoras. Vislumbró fugazmente unos orbes rojizos que le devolvieron la mirada. Ahí estaba nuevamente esa sonrisa, aunque era ligeramente diferente, le miraba y le sonreía, pero sus mejillas estaban sonrosadas y podía ver claramente lo nervioso que estaba.

-Hola Tokiya-san, ¿Ya presentaste tu canción?

-Si, acabo de hacerlo.

-¡Eso es genial! Yo estoy súper nervioso, enseguida nos tocará a nosotros exponerla-. Se rascó la cabeza nerviosamente.- ¿Iras a verlo?

-Claro, allí estaré.

Otoya sonrió complacido y salió de allí rápidamente, aún tenía que preparar algunas cosas antes de presentarse a la prueba.

Parecía bastante feliz por el hecho de saber que iba a ir a ver su exposición, no lograba entender del todo su actitud. Parecía como si quisiese actuar pretendiendo que la noche anterior no había pasado nada. Pero había pasado, Tokiya lo recordaba perfectamente bajo su cuerpo, retorciéndose de placer mientras llegaba deliciosamente al orgasmo.

Agitó su cabeza para alejar esos pensamientos y se dirigió a una de las pantallas que habían dispuesto los profesores para que los demás alumnos pudiesen ver a sus compañeros hacer la exposición.

Todos sus compañeros se encontraban allí, y Syo le hizo un gesto con la mano para que se acercase al grupo.

-Me pregunto como les habrá ido a esos dos torpes juntos, ambos son iguales en ese aspecto, me preocupa el resultado de la canción.

-Syo-chan, eres cruel.- Natsuki agarró al pequeño rubio por la cintura, levantándolo por los aires.- No debes burlarte de los demás sólo por que tu tengas facilidad… ¿Cierto?

Natsuki inclinó su cabeza hacia un lado, en un intento de parecer adorable. El pequeño Syo por su parte pataleaba y despotricaba contra el, exigiendo que lo bajase.

Vieron a Nanami correr por el pasillo, parecía bastante nerviosa. Seguramente se dirigía a la exposición, aunque su parte del trabajo ya estaba echa, se precisaba su presencia durante la prueba.

La televisión, mostrando la sala dónde se Otoya se encontraba. Estaba de pie frente al micrófono, con los auriculares puestos, totalmente preparando para cantar.

La música comenzó a sonar. Era una música alegre y cálida, justo como él, se notaba que era una melodía que la chica había compuesto para el pelirrojo, eso molestaba un poco a Tokiya, pero siguió observando al chico sin poder apartar su mirada de él.

Su voz surgió de sus labios, innegablemente tenía una vez hermosa, llenó la escuela con toda su calidez. Era una preciosa canción de amor, de eso no había duda alguna. Odiaba todas y cada una de las palabras que salían acariciando delicadamente sus labios.

En un momento dado pudo observar claramente como el pelirrojo volteaba un poco la cabeza, sonriente, para unos segundos más tarde enrojecer y girarse nuevamente hacia el micrófono. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de a quien había ido dirigida esa mirada, igual que esa maldita canción.

El peli azul decidió que ya había escuchado bastante y se retiró silenciosamente. Haciendo caso omiso de las quejas de sus ruidosos compañeros. ¿Es que nadie podía dejarle tranquilo nunca?

Él estaba bien así, solo, siempre lo había estado y no le importaba. No te abras a nadie, de ese modo no podrá rebuscar dentro de ti, llevándose lo que te hace ser quien eres, al fin y al cabo el mismo era lo único que le seguía diferenciando de Hayato. Aparentemente eran la misma persona, pero si dejaba que éste también eso, lo que le hacía ser Tokiya Ichinose, al final no habría diferencia; sería tan horrible por dentro como por fuera, justo como Hayato. Esos pensamientos le atormentaban, pensar que un día ya no sabría diferenciar entre el frívolo idol que aparentaba ser  y el real.

Pero a fin de cuentas, ¿A quien le importaba Tokiya? A nadie, él siempre era y sería Hayato a los ojos de todos. Para la agencia siempre sería Hayato, el idol numero uno en ventas; para sus padres siempre sería Hayato, su exitoso hijo, ídolo de masas… Todos los halagos, las frases de admiración, de agradecimiento, los sentimientos de amor… Todos irían siempre destinados a Hayato, ¿Él? El sólo era un tipo que se parecía a Hayato, su hermano gemelo, ¿Qué importaba lo demás? Si alguien se le había acercado alguna vez había sido para decirle su gran parecido con el cantante.

Por eso tenía miedo, miedo de caer en el olvido, de olvidar quien era él y miedo de que lo olvidaran los demás. Tenía pesadillas todas las noches sobre aquello, viéndose a si mismo hundiéndose en aquella profunda oscuridad sin fin.

Pero él había tenido que aparecer, con su estúpida y despreocupada sonrisa, sin callarse ni un maldito segundo, queriendo saberlo todo. Ni siquiera le mencionó su gran parecido con el cantante cuando descubrió que eran compañeros de habitación. Otoya se limitó a sonreírle y decirle

Me alegro de que seas tu mi compañero, seamos amigos ¿Si?”

Tokiya sonrió para si mismo al recordar aquellas tontas palabras.

Aquel pelirrojo había entrado en su vida sin pedirle permiso, revolviéndolo, queriendo saberlo todo y obligándole a abrirse. Le había liberado de sus pesadillas, haciéndole sentir seguro durmiendo en la oscuridad y sosteniendo su mano mientras dormía. Le daba calidez con sus sonrisas, sintiendo que el muro de hielo que había creado a su alrededor se fundía lentamente.

¿Por qué no podía conformarse con aquello? No tenía suficiente, odiaba como sonreía de esa forma a los demás, cómo le dedicaba miradas amorosas a la chica, le escribía canciones… era más de lo que podía soportar, necesitaba que todo aquello l perteneciese solo a él, quería ser egoísta, encerrarlo en una habitación donde nadie pudiese verlo, tocarlo, oírle…

Entró a su cuarto y cerró la puerta con furia, se apoyó en ella y se agarró los cabellos con frustración, reprimiendo un grito de furia.

Camino hacia su cama y se dejó caer boca abajo, desearía que su mente dejase de pensar, solo por un rato, no podía demasiado. Sacó su  móvil y le echó un vistazo con mirada ausente. Ojalá lo llamasen de la discográfica pronto, quizás así podría dejar la mente alejada de Otoya por en rato.

Hundió la cara en la almohada, sabía que dentro de poco el pelirrojo volvería y no se veía con los ánimos suficientes como para soportar su hiperactividad. Entonces, como si los planetas se hubiesen alineado, o Alá, Buda, Dios o quien quiera que fuese le hubiese escuchado y su móvil empezó a sonar.

-Genial.

*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*.*

-¡He vueltoooooooooooo!

Otoya irrumpió en la habitación, abriendo la puerta de golpe, para encontrársela totalmente vacía. Se sintió un poco decepcionado.

Cerró la puerta con cuidado y se sentó en su escritorio, no le apetecía nada después de toda la adrenalina que le había provocado la prueba, pero los exámenes se acercaban y no quería que sus notas bajasen por culpa de eso.

Abrió sus partituras, intentando concentrarse en ellas, pero le resultaba del todo imposible. Cada vez que estaba solo o en silencio las imágenes de la noche anterior volvían a su cabeza, su mente estaba jugándole malas pasadas.

Se sentía raro cuando recordaba aquello, un sentimiento de vergüenza le invadía por completo, mientras que su estomago hormigueaba mareándolo. Se frotó la cabeza con desesperación.

-¡Así no hay quien se concentre!

Se sentó en el suelo, apoyándose en unos cojines y agarró su guitarra, no sabía si eso ayudaría, pero al menos rasgar las cuerdas de su guitarra hacía que la habitación no estuviese tan solitaria y silenciosa. No quería admitirlo, pero muy en el fondo deseaba que Tokiya no tardase mucho en llegar.

 

 

Eran bien pasadas las doce cuando la puerta de la habitación se abrió de nuevo.

El pelirrojo aún estaba despierto, por alguna razón no conseguía conciliar el sueño, así que se había mantenido despierto mientras leía algunas revistas, no con demasiado interés.

-Oh, bienvenido Tokiya.

El peli azul hizo un gesto a modo de saludo sin decir nada, mientras aflojaba la corbata del uniforme. Abrió su maletín y saco sus libros. Trabajar hasta tarde le había mantenido distraído, pero había sido mala idea al fin y al cabo. Aún tenía que repasar sus lecciones, y se moría de sueño.

-Lo siento si te molesta la luz del escritorio, pero voy a intentar estudiar un poco-. Mientras se sentaba en el escritorio.

-¡¿Ahora?!

Tokiya no contestó, pareció sumergirse de nuevo en sus libros.

El pelirrojo salió de la cama y se acercó lentamente hacia su compañero.

-Sé que tienes bunas notas y es normal que quieras mantenerlas, pero debes estar loco si te pones a estudiar a estas horas, habiendo vuelto del trabajo, ¡Te vas a enfermar Tokiya!

El peli azul lo miró con cara de pocos amigos.

-Eso no es algo de lo que debas preocuparte, es asunto mío-. Lo ignoró y volvió a lo suyo.

-¡Claro que me preocupa! Eres mi amigo…

Tokiya dejó ir una leve risa, pero no parecía estar para nada contento.

-¿Sabes? Escuché tu canción.

-¿De verdad?-. Su cara se iluminó.- ¿Y qué te pareció?

-Es bonito eso de querer a una persona, ¿No?-. Se levantó y se encaró con el.

-¿Cómo?

-¿Te importa tanto esa chica?

El pelirrojo dudó unos instantes antes de responder, la expresión de su compañero le estaba empezando a dar un poco de miedo.

-Bueno… Haruka-chan es una chica increíble, nunca se rinde… Estoy seguro de que si me mantengo junto a ella lograré alcanzar mis sueñ…

-Cállate, me he cansado de oír tus tonterías.

Aquello era suficiente, no soportaba más la expresión con la que hablaba de ella, el como se le llenaba la boca de palabras dulces que sólo le dedicaría a ella.

Otoya se sorprendió y no supo que responder, lo miró a los ojos, tratando de encontrar algo en su expresión que le aclarase qué demonios pasaba.

-Tsk… Maldición.

El peli azul se dio la vuelta con intención de regresar a sus estudios, pero una mano que agarraba firmemente su brazo se lo impidió. Giró la cabeza para encontrarse con aquellos ojos rubí observándolo fijamente. Su toque le quemaba, le escocía en la piel. Era todo deliciosamente doloroso.

-Tokiya… si… si yo hice algo que te pudiese molestar… Por favor dímelo… yo…

-No me toques-. Con un gesto brusco se deshizo de su agarre.- Que yo sepa nunca te he dicho que te podías tomar tantas confianzas conmigo.-S giró dándole la espalda.- No te creas especial solo porque te toqué un poco.

Ya está lo había dicho. Quería sr cruel, herirlo, aquél idiota seguro que le respondería alguna tontería con una sonrisa en los labios. Siempre era así, por muy frio y cruel que fuese, él siempre tenía una sonrisa en sus labios.

Pero no fue así, no hubo respuesta. Se inquietó y se giró a ver al pelirrojo.

Tenía la boca ligeramente abierta por la impresión, y sus ojos estaban desorbitados.

-Tienes razón…-. Sonreía, pero era una sonrisa totalmente forzada, nada que ver con las cálidas sonrisas que estaba acostumbrado a regalarle y por sus mejillas rodaban lágrimas traicioneras, pues por mucho que el trataba de disimular, desentonaban con aquella cara de felicidad forzada.- Cómo se me ocurrió pensar que en algún momento yo… podría ser especial para ti… Que tonto ¿Verdad?

Cerró los ojos con fuerza y salió corriendo de la habitación.

Tokiya se quedó petrificado unos instantes antes de salir disparado detrás de él, cuando salió del cuarto pudo ver como doblaba la esquina.

Corría, corría tanto como le permitían sus piernas doloridas por todas las horas de ensayo. Corría persiguiéndolo por los pasillos de la academia, la recorrería entera dos veces si fuese necesario.

-¡Otoya, detente de una vez, maldición!

Pero el pelirrojo hacía caso omiso de sus gritos. Si seguían así iban a despertar a toda la academia. Otoya salió a uno de los patios y de allí los grandes jardines que rodeaban toda la escuela. Tokiya estaba empezado a ganarle terreno, así que no tardó mucho en conseguir agarrarlo por la camiseta y tirar de él. La parada fue tan brusca que impactaron contra un árbol, quedando Otoya acorralado entre el tronco y Tokiya.

Ambos jadeaban por el esfuerzo. El peli azul levantó la cabeza, aún sin aire y acercó su mano al rostro del pelirrojo, que lo miraba con lágrimas aun cayendo de sus ojos.

-Otoya…

Éste desvió violentamente la mirada, intentando ocultar un sollozo que lo hizo contraerse un poco.

-lo siento Otoya yo no quise… -. Acarició su mejilla lentamente, casi con temor.

-Déjame… No me toques-. Su voz estaba rota por las lágrimas.

El peli azul lo cogió por la mandíbula para obligarlo a que le mirase.

-Te metiste en mi mundo sin mi permiso, volviéndolo del revés. Me haces estar contento para un segundo después sentirme hundido en mierda. Quiero tenerte cerca, pero cuando lo hago solo consigo herirte y mandarte lejos de mí.

-Tokiya…-. Giró todo su cuerpo para mirarlo de frente.

-Odio cuando…-. Hizo una pausa suspirando lentamente, cerrando los ojos, antes de continuar.- Odio que la mires… No la mires con esos ojos tan cálidos, no le sonrías con tanto amor, no le escribas canciones tan preciosas como esa…

Otoya sentía que se iba a ahogar, como si le estuviesen sujetando la cabeza bajo el agua. Sentía su pecho oprimido y le costaba hasta respirar, sus sentimientos se agolpaban en su garganta, haciendo que fuese incapaz de pronunciar palabra, por mucho que lo intentase sólo  sabía que si decía algo las lágrimas que se estaba esforzando por contener volverían a salir.

-Otoya, perdóname, dime algo, lo que sea, háblame.

-N-no puedo…-. Sus lágrimas volvieron a salir nuevamente, sin control alguno, fue como si de golpe aquel nudo de su garganta se hubiese desecho.

Se aferró a la camisa de Tokiya, arrugándola bajo sus dedos.

-Otoya...-. Agarró su rostro entre sus manos y lo besó.- Otoya…

Lo besaba sin cesar, y cada vez que se separaban decía su nombre en un suspiro, haciendo que el calor de sus cuerpos aumentase más y más.  El pelirrojo no lo apartó, no tenía fuerzas, y mucho menos ganas de separarse del cuerpo del peli azul. Levantó sus brazos y los pasó por la cintura de Tokiya, que mantenía su rostro sujeto delicadamente entre sus manos.

Pronto, el peli azul dejó libre el rostro del pelirrojo, y fue bajando sus manos, recorriendo el cuerpo del otro, estaba frio, pero en aquel momento sentía que se iba a asfixiar del calor que le proporcionaba. Recorría su espalda delicadamente, mientras no dejaba de besarlo, lenta y dulcemente.

A cada caricia que Tokiya le dedicaba, su cuerpo se estremecía sobrecogedoramente.

Allí estaban ambos, en medio de aquél jardín, besándose bajo aquél árbol, como si fue lo mas natural del mundo para los dos.

Pronto las inquietas manos de Tokiya no se conformaron con acariciar la espalda de Otoya, y comenzó a deslizarlas lentamente por su vientre, jugando con la goma del pantalón del otro.

-Nnhh… No hagas eso…

Otoya se retorcía entre las caricias que le proporcionaban aquellas suaves manos, no podía remediarlo, se sentía condenadamente bien. El peli azul lo cayó con un beso mientras bajaba sus pantalones un poco, junto con su ropa interior, sólo lo justo para dejar salir a la erección que tenía. Acariciadora lentamente, sin ninguna prisa.

Quería disfrutar de todos y cada uno de los gemidos que el pelirrojo le regalaba. Sin dejar de tocarlo se separó un poco y se desabrochó el pantalón, dejando libre su propio miembro. Se volvió a pegar a Otoya, juntando sus dos miembros, haciendo que se rozasen. Cogió la mano de su compañero y la dirigió hacia sus dos penes juntos, haciendo que los acariciase también.

-T-Tokiya… Nh… No podemos… Alguien nos va a ver….Ahh…

-Puede, pero… aunque sea sólo un rato, piensa solo en mí…Nh…

Juntaron sus labios con hambre, besándose desesperadamente, toda aquella pasión era sobrecogedora, casi insoportable.

Si eso era lo que la gente llama amor… era tan dulce y excitante que cegó sus ojos, haciendo que no viesen nada más que al otro ser que tenían delante, incluso hizo que sus mentes dejasen de funcionar por un rato.

Notas finales:

Vuestrs comentarios son mi mas placentero fetiche (LOL) satisfacedme D:


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