Hiroki no parecía estar muy de acuerdo con la situación a su alrededor, es mas parecía estar cada vez mas harto de ser que quien dirigía al equipo de ladrones más buscados del mundo. Sentía la ansiedad en su cuerpo, de todas las noches esa era la peor, cada vez se mas comenzaba a darse cuenta del cruel destino que él había tocado, uno que él no pido y debía cumplir.
Se encontraba sentado en una de las fuentes que suelen haber en las plazas, a veces creía que las personas ingenuas iban a ese lugar pidiendo encontrar el amor, pidiendo conocer a esa persona y terminaban tan mal que nuca volvían a París, pues eso de que es la “Ciudad del amor” para él no eran más que mentiras para atraer turistas de todas partes.
— ¡Hiro-san!— a veces solía preguntarse cómo es que solo atraía problemas y unos bien grandes.
—Tú de nuevo — menciono con desgano mirándolo fijamente.
—Lo siento, solo no sabía en qué dirección te habías ido — parecía cansado de estar corriendo, eso solo quería decir que de verdad lo estaba buscando.
—Siéntate — señalo con la palma de la mano un lado de la fuente en la que él estaba sentado.
Nowaki se sentía intrigado por esa persona que más que nada buscaba un poco de amor, aunque no lo admitiera, aunque le costara decirlo, mas él no podía evitar sentir que él era la persona ideal, la que siempre había estado esperando.
—Nowaki — le tomo por sorpresa el hecho de que le llamar por su nombre, generalmente no lo habría hecho de no ser porque algo importante estuviera a punto de suceder.
— ¿Qué sucede? — al parecer era un buen momento para hablar.
—No quiero que vayas mañana, esto no te concierne ni a ti ni a tus amigos, pero principalmente a un tonto y confiado como tu — parecía completamente seguro de lo que estaba diciendo a tal grado que el mencionado no sabía cómo reaccionar.
— ¿Por qué no quieres que valla? — había pensando en ir lento por su bien, pero si creía que podía sacarlo de su vida tan fácil pues estaba muy equivocado.
—No quiero estorbos— si era sincero esas palabras le estaban doliendo más de lo que pensó.
—No creo que eso sea verdad — ciertamente no lo era, pero para Hiroki el hecho de perder a otra persona no le era satisfactorio. Primero Tsumori a quien creía que era su mejor amigo lo intentaba asesinar, ¿Qué le garantizaba que Nowaki se quedara?, ¿Quién le decía que no escaparía en cualquier momento?, ¿Quién aseguraba que se quedaría hasta el final sin apuñalaran por la espalda?
—Es la verdad — el miedo a ser traicionado de nuevo estaba hablando dando a Nowaki una pauta para pensar lo que debía decir.
—No me importa, voy a estar a tu lado quieras o no — aseguro mientras le miraba fijamente.
—Morirás, yo puedo asegurarte que lo harás — en su corazón no quería que eso pasara de ninguna manera.
—No me importa —
—Si te capturan te torturaran hasta que lo confieses todo — agrego con algo de temor.
— ¿Qué puedo decirles? , es obvio Hiro-san que tu no confías en mí y aun así no me importa, porque algún día estarás seguro de mis sentimientos — aseguro acercándose le un poco más. Hiroki sentía la duda recorrer su cuerpo, si bien estaba en un situación donde no había escapatoria seguramente algún día podría conseguir confiar en él.
—Nunca confiare en ti, te irás yo lo sé— parecía que en ese momento estaba empeñado en que Nowaki se machara de una vez. Ya no tenía tiempo para asegurar o decir algo de lo que se podría arrepentir después. —En muerte o en vida pero te irás…
—No me iré, no me importa lo que suceda en definitiva no me iré — aseguro tomando su mano para darle la vuelta y colocar en su mano una moneda, al verla Hiroki se extraño.
— ¿Me estas pagando para quedarte? — pregunto dudoso de su propia pregunta, a veces no sabía de dónde sacaba esas ideas.
—No, es para que pidas un deseo Hiro-san— le indico con la mirada la fuente que estaba detrás de ellos.
— ¿Quieres que pida un deseo? — a hora si las coas se estaban poniendo extrañas.
—Sí, quiero que pidas un deseo, uno que realmente quieras que se cumpla —
—Te equivocas de fuente, en esta solo hay deseas de amor y esa coas además no estamos en Roma, estamos en París — afirmo dándole a entender que todas esas cosas que importaban para pedir un deseo.
—Para mí es una fuente de los deseos, solo inténtalo no tienes nada que perder — pido con una amable sonrisa, con eso en mente Hiroki duda en hacerlo, pero el que se hombre lo estuviera observando cómo deseando que de verdad lo hiciera, tiro la moneda a la fuente, había pensado su deseo tan solo en cinco segundos, cosa que no le costó trabajo.
—Listo— dijo retomando la conversación e hace un momento.
—No me iré Hiro-san así tenga que morir por ti no me iré a ninguna parte.
—Y eso es lo que más miedo le tengo tonto — podía notar un color carmín en sus mejillas, tal vez demasiado tenues, es que nunca había tenido que decir es clase de cosas, nunca había tendido que ver a otra persona con preocupación, sus hermanos era diferentes, en el fondo sabía que ellos podían cuidarse.
—Si también lo sé — de nuevo tuvo la oportunidad besar esos labios que tanto deseaba, Hiroki no se opuso , solo por una vez quería confiar en otra persona ,quera que le demostraran que estaba completamente equivocado en todo lo que había dicho, que de verdad podía confiar en otra persona.
Solo por una vez no le importaba lo que podría suceder mañana.
Chiaki estaba completa solo en ese momento, aun ansiaba decirle tantas cosas a quien fuera, recién se había encontrado con Misaki, su familia, como quería a su familia, ella del daba seguridad de que podía hacer todo lo que quisiera, pero principalmente como amaba a Hatori, sentía como si fuera primera vez que decía su nombre.
A veces creía que el tipo en cuestión era un mar de nervios al ser “El rey de diamantes”, es decir quien tenía a su cargo las joyas de “La Familia”, Hatori había conseguido el puesto más codiciando por la mayoría de los que encabezaban la organización, estar cerca de las más preciadas joyas que nadie había visto antes, entre ellas, entre tanto resplandor por su belleza se encontraba un hombre que siempre parecía está concentrado en su trabajo. Le gustaba visitarlo siempre le decía cosas interesantes sobre las joyas que guardaba.
Le dacia sobre cómo nacen, como se convierten en piedras preciosas, en cómo cada cosa de la naturaleza embonaba perfectamente para hacer una hermosa piedra preciosa. Mas lo que en verdad llenaba su corazón de felicidad fueron sus palabras, palabras tan dulces que llegaban hasta el fondo de su corazón.
—“Ninguna piedra preciosa se compara con tu belleza y mira que yo estoy cerca de las más hermosas del mundo”
—“Eternamente, te amera eternamente”, “Estera aquí para ti, no lo dudes, en todo momento estaré junto a ti”, “Es claro que a tu lado es más fácil vivir”.
Sonreía cada vez que le decía eso, Chiaki no era una persona que pudiera estar cerca de otras personas sin pensar en que eran enemigos o debido a sus cambios de humor generalmente solo sus compañeros de equipo se le acercaban con la suficiente confianza.
Pero Hatori era diferente, el siempre veía a Chiaki como una piedra que un le hacía falta pulirse pero quien sin duda brillaba como ninguna otra. En ese momento los sentimientos del asesino están destrozados, nada normal en un asesino andar por las calles de París lamentándose por la pérdida del amor de de su vida.
— ¿Por qué tenias que ser tu?, no me hubiera importado ser yo — decía con dolor y amargura, cada vez que recordaba cómo fue que disparo el arma parecía estar en otro mundo. Él lo mato. Sus manos estarán cubiertas por siempre de la sangre de la esa persona que tanto amo.
—Yo lo mate, yo le dispare, fui yo y solo yo…— pero una sonrisa cruzo por sus labios, no toda era su culpa, no todos los platos rotos los pagaría, no, An era la verdadera culpable desde siempre tuvieron rivalidad debido a las habilidades de cada uno. Más cuando noto que la chica podía ponerse desquiciada en cualquier momento, aun recordaba cuando era niño y por primera vez mato alguien.
No se compara esa sensación con nada, el ver a esa mujer de rodillas pidiendo por su vida era una de las escenas que probablemente nunca olvidaría. Porque a quien disparaba era nada más y nada menos que su hermana, se suponía que debía ser así, que la única familia que necesitaban era la que ahora tenía.
Durante muchos años se sintió tan solo que a veces pensaba que morir era la mejor opción para librarse de aquello malos recuerdos, hasta que encontró a alguien que podía salvarlo, alguien a quien le importaba mirarlo y este no veía a una asesino, lo veía como una persona que necesita de un lugar al cual pertenecer, un lugar donde sentirse seguro.
—El anillo — hacia un tiempo Hatori le contó una historia, una historia sobre un anillo y una muerte. Hallen Hill volvía a aparecer en sus recuerdos, tal vez era momento de escuchar otra historia antes de irse a dormir, si era momento preciso para escuchar mas sobre ese pueblo que no mostraba más que desgracias.
Dio medio vuelta, saco su teléfono y marco los números que ya conocía de memoria, era momento de volver a casa, empezar a hablar sobre uno de sus más preciados recuerdos. Sabía perfectamente que Hatori le dijo que no debía contarle esa historia a nadie hasta que el muriera, coas que para su desgracia fue cumplida.
Era tiempo de que otra pieza fuera puesta en el rompecabezas.