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Él es la novia. por Kiharu

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Notas del capitulo:

¡Gracias por los reviews!

Fueron pocos, pero de verdad, los aprecio.

Este capítulo me gusta porque sale Ruki y Aoi. De alguna manera, se conocen de una manera muy sencilla, pero se hacen buenos amigos.

Por favor, leeaaaaaaaaaaaaaaaaaaan~

 

II.-          La necesidad de algo innecesario.


Shima sigue con la idea de teñirnos. Se metió hace quince minutos a bañar, y yo espero. He contado el dinero y sé que tenemos lo suficiente, pero considero que trabajar sería lo más apropiado. Quizá sólo deberíamos perder un semestre de universidad… lo suficiente para estudiar un poco y saber para qué aplicar. Pienso todo eso mientras mi amigo lava su cuerpo. Sigo preguntándome sobre su vello, pero sé que se enfadará si abro sin más el cuarto de baño para verlo desnudo. Seguramente dirá algo como: “Qué pervertido eres, Akira”.


Sale de bañarse, lo miro con la toalla sujeta a sus caderas y caigo de cara, en mi mente. A Shima se le nota la clavícula, de una manera nada normal. Se marcan sus huesos, y su pecho es pálido. Incluso más que su cara. Sus pezones son rozados y pequeños. Observo sus piernas, y siguen limpias de vellosidad. De hecho, lo único que alcanzo a ver, está libre de ese cabello pequeño. Pienso y reconozco que tiene piernas de dama, totalmente lisas. Me da la espalda y se viste. Coloca su ropa interior antes de quitarse la toalla, por lo que no puedo averiguar nada. Medito un poco mientras le miro vestirse.


“¿Estás totalmente de acuerdo con teñirnos?”


“Yo no te convencí totalmente de venir aquí, creo que puedo teñirme sin estar completamente seguro”.


“Akira” rezonga, “si lo dices así, parece como si te manipulara, cosa que no creo que sea…”


“Qué rayos Shima, hagamos esas cosas locas que quieres, ahora mismo, que tal vez más al rato ya no quiera. Hay que tomarme en caliente”.


“Vámonos”.


En el barrio chino, hay un chico que tatúa. A un lado de ese lugar, donde también hacen perforaciones, hay una estética. Shima entra ahí, lo sigo y espero  a que hable. Parece que no quiere hacerlo, pero al tener las miradas en su persona, habla rápido, con la vista baja.


“Quisiera teñirme… y él también…” dice apuntando hacia a mí.


Shima tiene problemas con las damas. Usualmente es tímido con ellas, mientras que a mí se me da un poco más el desenvolvimiento con las chicas que con los chicos. Una de ellas, joven y pelirroja, nos mira fijamente y luego sonríe.


“Siéntense ahí, elijan el color  y nosotros hacemos el resto”.


En este momento, sudan mis manos, poniéndome en duda qué color podría elegir. Jamás me había preguntado el color en el que me teñiría. En realidad, jamás pensé en tinturarme el cabello. Shima toma un libro, lo abre, y ve los colores. Dudo, porque él parece fascinado con un castaño claro y yo no sé qué cojones usar.


“Shima…”


“¿Ya elegiste?”


“No realmente”.


“Píntatelo rosa”.


“¡¿Rosa?! Eso se ve poco varonil”.


“Mechas y puntas, no todo. No quiero que seas una cabeza de chicle”.


“Ja, ja, ja, muy gracioso. Pero, enserio… ¿rosa? No va muy…”


“Te quedará bien”.


Confío en él, y me siento. Hay una mujer con su hija teniendo un corte de cabello. Miro el lugar y no me da sensación confortable. Parece poco aseada, con mucho cabello en el piso y la iluminación es mala. Miro el reloj de mano que me regaló mi madre, y veo que son las nueve y media de la mañana. Suspiro. Espero poder encontrar un trabajo rápido para poder salir de problemas económicos. Observo a mi amigo, y noto como mira sus delgadas manos. Sé que quiere cambiar de imagen, como dijo hace algunas horas en medio de la noche. No me imagino a qué magnitud quiere cambiar, pero sé que estará bien porque él lo quiere. Sólo espero que no se tinture rubio o tendré que reírme muchísimo.


Paso un rato observando una revista, hasta que la joven me dice que vaya. Shima le da instrucciones mientras me siento, y yo nada más espero. La muchacha llega con una cara de satisfacción y comienza a mojarme el cabello. Una vez húmedo, ella lo corta; no entiendo en absoluto cómo lo está cortando. Me parecen cortes irregulares y feos. Miro a Shima, que es atendido por una compañera de quien me atiende a mí, parece tranquilo. Se observa con firmeza, y le recortan muy poco el cabello. Se ríe, y continúa mirándose. Luego, lo llevan a lavarse el cabello, para ponerle una cosa que no sabría identificar.


“Se siente raro…” Menciona. Me observo a mí, y estoy casi en la misma situación. Me están poniendo en partes del cabello esa cosa, y debo admitir que huele terrible.  No sé cómo debería sentirme en ese momento. Si lo pienso, estoy haciendo algo muy diferente a lo que alguna vez aspiré. Nunca conocí a mi padre, pero mi mamá decía que fue una persona muy fría y conservadora y que, por esas razones, nunca lo conocí. Él se marchó.


Pensar en todo aquello, me hace sentir un terrible sopor que se extiende por mis hombros, para llevar a mis piernas, que si las movía hacia un minuto, ahora mismo las dejo reposar, cerrando mis ojos, y esperando a que ese olor mareador se vaya.


 


“Akira, abre los ojos”.


Me sobresalto. Le miro los ojos a mi mejor amigo e inmediatamente me calmo. Sus ojos cafés tienen algo que siempre me llena de calma y es como si realmente nada importara. Repaso su cara como si nunca lo hubiera visto y él sonríe, amistoso. Al final, me doy cuenta de que su cabello ahora es castaño y, tiene un corte diferente. Volteo con cierto temor para verme a mí mismo al espejo de la estética y descubro que soy un maricón. Bueno, tal vez no con esa palabra, pero el color rosa en mí parecía demasiado surrealista para ser verdad. Usualmente son mis hermanas quienes portan ese color, no yo. Me siento extraño y, siendo sincero, lo odio. Aunque, al ver mi expresión, Shima cambia inmediatamente la suya, haciéndome sentir un poco culpable.


“Es extraño”.


“Vaya que lo es, pero ahora se ven mucho más guapos”.


Shima asiente con efusividad, y yo me dedico a levantarme de la silla para poder salir de ese lugar lo más rápido posible. Pago, tomo a Shima de la mano y salgo con él. Me siento un poco cerrado de mente, porque los nuevos colores que ahora traemos en la cabeza me hacen sentir ridículo. Evado mis pensamientos negativos y me concentro en mi –ahora– castaño amigo. Va sonriendo, hasta que su estómago gruñe. Me río de él y le digo que vayamos a comer al restaurante donde había comprado la comida la noche anterior. Él accede e ingresamos.


Nos sentamos en la barra, justo de frente con el hombre que atiente. Es un anciano que parece bastante amable, con canas, pequeño y menudo. Shima pide un plato de ramen y pido que me den lo mismo. Nos da los platos y comemos en silencio. Después de un rato, cuando ya habíamos acordado irnos, el viejo se nos acerca y, sonriéndole a Shima, le dice:


“Eres muy guapo. Las chicas seguro que van corriendo detrás de ti… mi restaurante no está yendo del todo bien últimamente, así que, ¿qué te parecería trabajar aquí? Creo que será más agradable ser atendido por un joven como tú, a un viejo como yo. ¿Qué te parece? Te pagaría según ganáramos vendiendo, ¿te parece?”


Esa ninguno de los dos nos lo esperábamos.


“¿Solo… yo?” pregunta contrariado. Seguramente por su cabeza pasa que no estaremos juntos trabajando y que no debería aceptar el trabajo. Le golpeo con el codo las costillas, incitándole a aceptar el empleo. Algo es algo, como bien dijo una vez mi madre.


“No, hace rato pasó otro joven. Tiene el cabello negro. ¡Los dos son muy guapos! Seguro que con los dos aquí, habrá muchísima más clientela. ¿Aceptas?”


Antes de que él pudiera decir nada, yo contesto: “Acepta, mañana a primera hora lo tendrá aquí, trabajando”.


“Muy bien, chico. ¿Cuál es tu nombre?”


“Takashima… Kouyou”.


“Tú compañero se llama Yuu, espero que mañana se conozcan bien y trabajen muy bien juntos”.


Tomo su muñeca, llevándomelo hacia afuera, antes de que replique o cualquier cosa. Me mira completamente confundido, y un poco molesto también.


“¿Por qué aceptaste? Ni siquiera sé quién es ese tal Yuu. ¿Qué hay de ti? Sería mejor un trabajo los dos juntos”.


Comienzo a ignorar la charla o regaño que empieza a montarme. Volteo a donde estaba la estética y el lugar en donde hacen tatuajes y perforaciones, sigue abierto. La miro con atención, incluyendo el anuncio de “se solicita empleado”. Lo pienso una, dos, tres veces en lo que Shima sigue regañándome por aceptar por él. Camino con tranquilidad, sigo pensándolo hasta que pongo el primer pie dentro del lugar.


Un chico más bajito que yo, con el cabello rosa en mechas, me mira, mientras terminar de hacerle enorme dragón en la espalda a una mujer, que muestra sus senos. Después de una inspección por ambas personas, carraspeo, intentando ser atendido.


“¿Qué necesitas?” Me dice el chico. Tiene una voz grave, dura.


“Hay un letrero, de que necesitan empleados…”


“Sí, tienes que limpiar este sitio, agendar clientes, ayudarme, y listo. El jefe confía en mí, y yo tendría que confiar en ti”.


“Entonces… ¿puedo trabajar en este sitio?”


“A mí no me importa. El maldito letrero lleva más de dos semanas y media, contrataríamos a quien fuera. Yo lo haría. Me paso todo el puto día aquí, al menos ya no estaría estancado en este sitio”.


“Oh…”


“Te vienes mañana, sin esa cara de idiota. Llámame Ruki”.


Y sigue dibujando en la espalda de la chica. Shima, entonces dice algo que yo no me esperaba.


“¡Perfórame la lengua!”


 “Te va a doler, mejor váyanse de aquí. Te espero, hombre”.


“¡No!, tenemos dinero, por favor, perfórame la lengua y las orejas”.


“Shima yo creo que…”


“Nada de eso Akira, te lo he dicho muchísimas veces antes: para cambiar, cambia. Y eso pretendo hacer…”


La puerta rechina, nos giramos para ver de quien se trata, y es un tipo con cabello negro y con una perforación en el labio, un poco hinchada.


“Oye” le habla, a Ruki. “Esto duele, ¿qué debería tomar?”


“Nada, acuéstate, duérmete, y listo. Sólo considera que si comes algo sucio, o te pasas mucho las manos por ahí, se te infectará y ya jodiste. Si quieres puedes tomarte un analgésico, pero yo no lo recomiendo, siempre da sueño. Muy tú problema”.


“Bien”. Se da la media vuelta y se va.


“Qué raro” dice Shima.


“Mira, así se va a poner tu lengua de hinchada. ¿Seguro?”


“¡Segurísimo!”


“¿Y tú?” Me señala y me siento nervioso.


“También. En la oreja… creo”.


“Pero deja que se te vean, porque la mayoría de las personas que vienen aquí les entra seguridad ver tu cara llena de cosas”.


Alza la mano, hace unos detalles más, y termina el dragón. Le coloca unas cosas para cuidado (por lo que puedo deducir, en realidad estoy más concentrado en el libro de perforaciones que Shima sacó de algún lugar), luego la chica le paga y se va. Él recoge su cabello y se notan las varias perforaciones que tiene en la oreja. A eso se refiere, concluyo.


“A ver, el castaño, siéntate ahí y dime qué rayos quieres que te haga”.


“Uno en la lengua y en la oreja izquierda… uno, de esos de poste que atraviesan y…”


“Ya entendí. ¿Cuál quieres primero?”


“¿Oreja?”


“Bien”.


Creo que voy a vomitar. Yo no podría hacerme esas cosas. Ruki se lava las manos, se coloca unos guantes y saca algodón y alcohol. Pasa una bola de algodón remojada en alcohol por la oreja de Shima, este tiembla y se asusta, lo veo. Sus ojos tienen miedo, y aseguraría que los míos están igual o peor. Ruki saca una enorme aguja, y sin miramientos, la introduce por la parte alta de la oreja. Kouyou chilla y Ruki sonríe. Sigue con su trabajo y termina por meterlo completamente del otro lado. Cierro mis ojos al comenzar ver la sangre de mi amigo por su oreja.


“¡Qué genial!”


Abro despacio y su arete esta puesto. Se ve rojo, pero no hay sangre.


“Saca la lengua”.


Obedece y la saca. Se ve rosada y agradable. Ruki cambia de guantes, va por unas pinzas, y otras cosas que no sé qué son. Le hace hacer gárgaras varias veces con un agua azul. No hago preguntas, me reservo a observar. Entonces, le dice que le preste su lengua otra vez, Shima lo hace, y él la marca. Después, con las pinzas, la sujeta, y con rapidez, con una cosa perfora su lengua de extremo a extremo.  Le duele, pues deja escapar lágrimas, pero aún así, deja que le ponga un arete bastante bonito en la lengua, para retirar la cosa con la que lo perforó.


“Ya está, eso no va a sangrarte, sólo se inflamará. Sí ocurre algo más, puedes venir a verme, chico”.


“Do soy ud chico”.


Me río a carcajadas porque Shima no puede pronunciar. Ruki también se mofa de él, y mi amigo tan sólo hace una mueca de desagrado, la cual se convierte en dolor en poco. Me acerco al encargado y le entrego el costo de esas dos cosas que se acababa de hacer. Toma el dinero, y me recomienda llegar a las nueve de la mañana, asegurándome que la paga es buena, y que si tenía algún problema con Shima, sólo lo mande a dormir.


 


Estando en el último tramo de escaleras antes de llegar a nuestros departamentos, Shima parlotea y da manotazos a mi brazo, que hace esfuerzo para tocar su adolorida oreja. Me río de él cada que puedo, molestándole por ser tan afeminado en ese día. Él siempre llevaba el cabello corto desde que lo recuerdo, y que ahora diga que se lo dejará crecer tan largo como una chica, me sorprende. Bueno, no debería sorprenderme. Mi cabello es rosa.


“¡Akida! Ya detedte, esa mieda duede…”


“No digas, o intentes, decir eso, hace rato andabas todo caliente queriéndotelo hacer”.


“¿Podrían quitarse de mi camino?”


Volteo, dejando mis manoteos y veo al tipo que entró despreocupadamente en el local de Ruki. Su labio se ve menos hinchado, pero él se ve de peor humor. Lleva una funda de guitarra en la espalda, y la expresión dura de Shima desaparece. Pero igual, no nos hemos movido ni un ápice desde que él llegó.


“Hola, vecino”, digo, directo y casual. Él tenía guitarra, era la clase de amigos que nos convenían. Fraternizar un poco y ampliar los horizontes nunca ha sido malo. Me acomodo en una posición menos incómoda que estar fastidiando a Shima y a él parece desagradarle.


“Muévanse”.


“Eh, ¿qué pasa? ¿Por qué tan enojado?”


“No pasa nada. Ahora, rosa, quítate de mi camino. Debo llegar…”


“¿Podrías predstarme tu guitada?”


Observo a Shima con burla. Su manera de expresión ahora es tan divertida que en cualquier momento me da una risa tremenda.


“¿Tocas?” Pregunta el pelinegro.


Mi amigo asiente, y el tipo pasa de largo de nosotros. Excelente, un vecino completamente enojón. 

Notas finales:

¿Comentarios? 

Muajajajajajaja.


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