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Gakuen Life por Glax Trancy

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Notas del capitulo:

Naruto no me pertenece, pero Gaara sí c:

 

Caos

 

 

 

Se sentía extraño. Era extraño.

 

Esa sensación de calidez que le quemaba la piel cada vez que la ropa le rozaba. Sus sentidos estaban al cien por cien y su corazón latía como si quisiese abandonar su pecho, como si hubiese sido ungido en un mar de suavizante. Pero, lamentablemente como todo en la vida; había una segunda cara de una misma moneda. En su fuero interno la llama de la lujuria que Shukaku desprendía le tenía sumergido en un abismo de desesperación tal, que a veces incluso evitaba las bastante cargadas miradas que Sai le daba. Ahora más que nunca, ese ser dentro de él se encontraba desatado, inestable. Furioso. 

 

Podía sentirle, oírle e incluso a veces le parecía ver en el espejo como su cara se deformaba en una mueca macabra que amenazaba con acabar la poca felicidad que había logrado sostener entre sus brazos mientras sentía como ésta se deslizaba de ellos poco a poco conforme el pasar de los días.

 

A partir de ese momento, las cosas en su vida se tornaban estables de la peor manera posible. Temari siempre hacía muchas preguntas y Kankuro aunque menos insistente que su hermana, también presionaba por saber más sobre él y su vida privada. Claro, no podía culparles todo en él estaba cambiando, incluso podría decirse que mejorando. Y sus hermanos expresaban su emoción con grandes ataques de curiosidad.

 

Todos en el instituto eran igual. No prestaba demasiada atención a los cuchicheos de pasillo, pero no podía ignorar las miradas cómplices por parte de las chicas y los comentarios burlones de parte de sus compañeros eran muestra bastante clara que todos sabían sobre él y Sai. A partir de esos días, sus clases nunca volvieron a ser aburridas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

–Que tengas un buen día, Gaara. Puedes llamarme si deseas que venga a recogerte, ¿vale?

 

Gaara se despidió de su hermana con un movimiento de cabeza mientras salía del vehículo. Tres semanas habían pasado desde su primer encuentro sexual con Sai y solo una desde que el chico le había pedido tener una relación formal. Por supuesto, Gaara no se sentía con la capacidad de responder a eso. No aún.

 

Entró en el edificio y saludó con un leve vaivén de manos a quién podría llamarse su mejor amigo (título autoimpuesto) antes que el mismo se lanzase a darle un fuerte abrazo. Siempre escuchó que dichas muestras de afecto eran poco masculinas, pero al parecer Naruto tenía su sexualidad bastante clara.

 

–Eh, Gaara. ¿Qué tal el fin de semana? ¿Ocupado?

 

Las insinuaciones y comentarios con doble sentido por parte de sus compañeros eran cada vez más usuales. A pesar de intentar mantener su relación con Sai a raya, el amante de los pinceles sentía una gran necesidad de contar sus experiencias, puesto eran las únicas y él no era precisamente discreto. Se adentraron hacia el área de casilleros hablando sobre cualquier banalidad meramente interesante mientras sus demás compañeros iban llegando y agrupándose como abejas a la miel.

 

Que a veces era divertido, otras no tantas. Tener amigos era algo demasiado nuevo para Gaara, y a decir verdad le resultaba altamente sofocante. Nunca tuvo esa clase de contacto con alguien fuera de su familia y aunque de vez en vez lo disfrutaba, justo ahora necesitaba algo de paz. Se escabulló entre Kiba e Ino quiénes parloteaban  sobre un nuevo cachorro que la rubia había adquirido sin ser siquiera notado por ellos.

 

A veces se quedaba hasta altas horas de la madrugada pensado. No es que normalmente se le hiciese fácil el dormir, pero ahora cada vez era más complicado. Pensaba, y pensaba mucho. Pensaba en su relación con Sai, pensaba en sus notas, pensaba en sus hermanos y cómo todo lo que había cambiado en ese tiempo podía afectar su vida cotidiana, y para ser honestos, últimamente pensaba demasiado en Sasuke. Recordó aquel día que subió a la azotea, pues era el único sitio donde esconderse de Naruto y su exceso de energía. Sasuke estaba allí. No fumaba, no hacía nada que no fuese mirar en su dirección. Ese vez ninguno dijo nada. A partir de ese día, todo se había vuelto una especie de rutina. Gaara subía a la azotea donde sabía estaría el Uchiha esperándole a veces con un café extra, otras con una caja de cigarrillos. Sea como sea, siempre estaba allí; esperando.

 

Ese día no fue la excepción: al llegar ya Sasuke estaba esperándole. Suspiró. Realmente no sabía qué hacía allí, esa rutina era autodestructiva para él; sin embargo resultaba también un analgésico natural. Las punzadas en su cabeza iban disminuyendo a medida que se acercaba a Sasuke y eso a pesar de ser un alivio, le aterraba.

 

Suspiró nuevamente pasando su pálida mano entre sus rojizos mechones y cerró sus ojos pensando por qué todo era así. ¿No podía ser acaso un joven normal? No, al parecer no podía serlo.

 

– ¿Vienes? –Sasuke le ofreció una mirada cargada de arrogancia mientras una de sus cejas se encontraba ligeramente alzada y sus labios curvados en una media sonrisa.

 

No había necesidad de preguntar, él siempre iría.

 

Tomó entre sus dedos el cigarro que le ofrecían y recostándose de la barandilla suspiró nuevamente. La vista desde ese sitio era impresionante y la brisa le ayudaba a relajarse. El humo empezó a llenar sus sentidos una vez hubo prendido el cigarrillo y cerró sus ojos dejándose llevar por esa sensación de paz. Estar con Sai era muy diferente a estar con Sasuke, aunque ambos se pareciesen demasiado en su aspecto físico eran terriblemente diferentes en sus formas de ser. Y algunas veces, esa calma que él tanto necesitaba, Sai no podía ofrecérsela. Dejó volar la ceniza con el viento y humedeció sus labios antes de dar otra calada. No entendía nada, pero deseaba dejar de pensar.

 

– ¿Estás bien? –Sasuke soltó la pregunta como si fuera una obligación, sin siquiera voltear a verle–. Son otra marca, un poco más fuerte.

 

–Los cigarros están bien. Soy yo el que está hecho un lío –escuchó al otro reírse y volteó a verle, indignado para ser honesto–. ¿Te causa gracia?

 

–Un poco, la verdad. Hasta hace unos días atrás me detestabas y ahora compartes tus frustraciones. Es gracioso. Dime, Gaara; ¿por qué vienes aquí, conmigo?

 

–Para ser totalmente honesto, no tengo idea –sonrió también sintiéndose extrañado por aquella complicidad recién adquirida–. Pero –giró su cuerpo quedando recostado sobre su hombro, mirando fijamente al mayor– me agrada estar aquí. Eres menos desagradable cuando estás solo.

 

–No estaré solo por mucho más tiempo –dijo, copiando la acción de Gaara, cortando la distancia–. Pronto estarás conmigo. Y no me refiero a esta azotea.

 

Gaara frunció el entrecejo, detestaba aquella actitud tan altiva y confiada que el moreno tomaba a veces. Lo que había pasado entre ellos era cosa del pasado, un error que no volvería a repetir ni aunque Shukaku le empujara al borde de la muerte. No volvería a pasar. Estaba con Sai ahora. ¿Realmente estaba con Sai? Era más que obvio que su relación había tomado un rumbo más personal que solo amigos, pero etiquetar lo que tenían cuando se había rehusado a aceptar su propuesta de noviazgo le parecía una pérdida de tiempo, sin embargo dada a su naturaleza sentía que eso que estaba haciendo justo ahora podía contar como traición a la confianza de Sai. No es que estuviese haciendo algo malo, pero sabía bien la relación que Sasuke tenía que con todos sus nuevos amigos y lo que pensarían éstos de saber lo que hacía a sus espaldas.

 

–Eso no pasará Uchiha –dijo lanzado la colilla por la borda, soltando la última bocanada de humo y dando un paso atrás–. Estoy con Sai ahora.  No me interesas en lo absoluto.

 

Tomó su fiel calabaza guiándola a su hombre y con paso firme se alejó del moreno sin notar la expresión que éste había adquirido.

 

Todo era caos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En medio de la penumbra su rostro pálido y terso se había convertido en el retrato digno de la obsesión. Dibujado en ese dicho retrato unos ojos diabólicos, una boca torcida y un gesto enfermizo reinaban dándole un aspecto lúgubre y terrorífico.

 

No habían dudas, lo que alguna vez llegó a tomar como un juego, algo pasajero inclusive, se había transformado en algo serio. Algo peligroso. Tan solo había que echar un vistazo a la navaja que bailaba entre sus dedos para saber que toda esta situación había ya tomado un rumbo mucho más serio.

 

El nivel de su obsesión había llegado a un punto tan alto y con tanta potencia como un tsunami, un poderoso tsunami que arrasaría con todo a su paso sin importar las consecuencias. Acabaría con todo, incluyéndole a él mismo.

 

–Pero primero acabaré contigo.

 

Susurró en el silencio sepulcral que era su habitación. La navaja bailando aún entre sus dedos antes de ser sigilosamente escondida en un bolsillo interno de su chaqueta. Nadie sospecharía y tendría fácil acceso.

 

En todo el camino hacia el instituto estuvo cavilando, él no era de los que iba por la espalda, ah no, Sasuke Uchiha era de esos que atacaban de frente, y pasa ser totalmente honestos; necesitaba ver como la chispa y el aire irónico y burlón que su enemigo siempre dejaba ver en sus odiosos ojos escapaba lentamente de su cuerpo. Quería verle sufrir, agonizar. Deseaba ver el dolor y la desesperación en cada una de las expresiones de Sai mientras le dejaba bien en claro que era él quien acababa con su vida.

 

Al llegar se dirigió a paso veloz a un lugar específico. Rápidamente subió las escaleras como un adicto a punto de consumir su dosis después de una semana de abstinencia. Abrió de golpe la puerta de la azotea esperando encontrarse con Gaara pero lo único allí arriba era él y los demonios que revoloteaban en su mente.

 

Solo había otro posible lugar dónde podría estar el objeto de su locura y su enemigo declarado.

 

Irónicamente éste estaba dibujando a alguien, alguien distraído que miraba al cielo perdido en sus pensamientos mientras con delicadeza jugaba y arrancaba inconscientemente la grama del patio.

 

Sai estaba tan concentrado en sus líneas y en lo que tenía frente a él que apenas y sintió el toque en su espalda con un zapato. Le habían pateado de forma sutil, pero pateado a fin de cuentas.

 

– ¿Qué rayos te pasa? –Fue lo primero  que dijo Sai cuando furibundo volteó y vio de quién se trataba.

 

–Es hora de que esto acabe. ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que nunca me iba a enterar de lo que hiciste? ¡Te dije que él es mío, y lo que es mío no se toca!

 

Sin dar chance a nada, lanzó un puñetazo certero en la mejilla, lo que provocó que el moreno se levantase rápidamente y en guardia. Los estudiantes que se encontraban en los alrededores comenzaron a lanzar miradas indiscretas que poco a poco se tonaron en expresiones exaltadas y de uno en uno se fueron acercando hasta formar una especie de círculo.

 

–Te vas a arrepentir.

 

–Demuéstralo –incitó el Uchiha.

 

Entonces el intercambio de golpes comenzó, pocos lograron ser atinados. Uno en la frente, uno en el labio y dos en ambas mejillas para Sai. Uno en el estómago, uno en la nariz y uno en el ojo para Sasuke. Pero al divisar una melena pelirroja sus sentidos se dispersaron y en dicha distracción sintió un golpe, justo en la mandíbula casi en su cuello. Todo se nubló por un momento, veía el cielo y los árboles que los cubrían tumbado en el suelo, todo parecía correr en cámara lenta mientras el dolor se extendía en grandes corrientazos por todo su cuerpo.

 

Fue justo en ese momento que la rabia le cegó.

 

Sasuke se levantó lentamente, destilando odio en cada acción. Su mirada jamás abandonó la silueta de Sai. El zumbido en sus oídos se aplacó permitiéndole escuchar con claridad de nuevo y al recobrar sus sentidos fue cuando pudo observar a Suigetsu y Juugo. Cada uno tomándole de ambos brazos.

 

–¡Sasuke, debes calmarte! –Gritó Suigetsu haciendo lo posible por sostenerle firmemente del brazo–. ¡Ya han llamado a la Quinta y si te encuentra en estasni Itachi podrá salvarte!

 

– ¡Suéltenme, maldita sea!

 

Sasuke se retorcía intentado liberarse del agarre que lo mantenía alejado de su único propósito y en un arrebato de furia logró zafarse de sus compañeros y amigos y sacó la navaja de su chaqueta.

 

–Ya lo dije, esto debe acabar ahora.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Puede que él no fuese el más experto en el amor. Ni se hubiese enamorado jamás en sus años de vida, de hecho tampoco había tenido un relato de amor por parte de su hermana o de alguna persona de su familia. Se podría decir que él no sabía absolutamente nada de eso que llamaban amor más allá de lo que tenía tatuado en su frente.

 

–Amor…

 

Susurró al aire llevando sus dedos a la frente, remarcando con los mismos el contorno del tatuaje.

 

Pero tampoco era tonto. Nada de eso. Él muy bien sabía que aquella emoción que sentía cuando estaba con Sai, cuando hablaba con Sai o simplemente cuando le miraba se acercaba muchísimo a ese sentimiento.

 

Siguió divagando mientras veía un punto cualquiera en el cielo, como si en las nubes pudiese encontrar su futuro, o simplemente una respuesta a todas sus interrogantes. Deseaba saber qué le depararía su vida futura, una vida que muy dentro de él: deseaba compartir con Sai.

 

Pero así también pensó en Sasuke. Lo que sentía por él, de hecho era todo lo opuesto. Sasuke Uchiha siempre había representado problemas para él. Desde su primer día en aquel instituto el moreno le profesó un odio irracional que luego se vio transformado en alguna clase de fijación poco sana. Quizás esa había sido una de las tantas razones por las que había decidido no ir a verle ese día. Debía dejar en claro de una vez por todas que Sabaku no Gaara, no le pertenecía a nadie. Sin embargo, su corazón y su mente ya se encontraban en las manos de alguien más.

 

Un fuerte ruido le sacó abruptamente de sus pensamientos, seguido de una estampida de estudiantes eufóricos que corrían hacia un mismo punto del patio, que resultó ser el origen de todo el bullicio. Recorrió los alrededores con la mirada, y pudo notar la libreta de dibujos de Sai en el suelo, llena de tierra y grama.

 

Y fue cuando pensó lo peor.

 

Se puso de pie tan rápido como le fue posible y se levantó dirigiéndose al sitio con su fiel calabaza siempre colgada al hombro y con un paso acelerado pero vacilante avanzó hacia la multitud.

 

 

Sus piernas temblaron por un instante al ver la escena. Realmente no sabía si quería averiguar lo que allí pasaba, temía que sus sospechas fuesen ciertas. No sabía cómo reaccionaría o qué podría hacer al respecto. Pero Shukaku avanzó decidido, y con él sus piernas de movieron presurosas con una latente excitación porque en el fondo, muy en el fondo, sabía lo que estaba sucediendo.

 

Llegó al centro del círculo mientras todos gritaban y se agitaban. Se abrió paso entre los demás estudiantes justo en el momento exacto para ver como un puño se dirigía al rostro del Uchiha lanzándole directamente al piso. Su corazón se aceleró y su estómago se revolvió al ver al mayor levantarse y agitar su cabello mientras con su otra mano sostenía una filosa navaja.

 

De repente todo transcurrió como una película en alta velocidad, Juugo y Suigetsu aparecieron en el momento indicado y una mano se posó en su hombro sobresaltándole. Naruto llegó agitado, seguido por Sakura y el resto de sus amigos. Intercambiaron solo miradas antes que Naruto se abalanzara en un intento por contener a Sasuke.

 

Después de todo, era su amigo.

 

– ¡Sasuke, detente! ¡¿Qué demonios pasa contigo?!

 

–¡Aléjate de mí!

 

Sasuke intentaba zafarse mientras en un desesperado intento Naruto le tomó por el cuello inmovilizándole, obligándole a soltar la navaja que deslizándose por sus dedos cayó al frío suelo.

 

–¡Naruto!

 

Y de un momento a otro, todo terminó en caos.

 

–¡Karin! ¡¿Qué mierda has hecho?!

 

La chica de lentes miró a Suigetsu con una expresión indescifrable mientras su mano se aferraba firmemente a la navaja que había logrado recoger del suelo. Miró directamente a los ojos azules frente a ella y con una respiración agitada dirigió su mirada hacia su mano ensangrentada y hacia la navaja clavada hasta la empuñadura en el abdomen del rubio. ¿Qué demonios estaba sucediendo?

 

Escuchó los gritos desesperados de las chicas y entre el gentío divisó a Gaara. Y soltó como un suspiró que abandonó sus labios hasta transformarse en un grito señalando al pelirrojo el con el metal bañado en sangre mientras Naruto se desplomaba sin fuerzas:

 

–¡Lo hice porque pensé eras tú! 

Notas finales:

No tengo excusas u_u solo espero que aún queden personas que me lean xD


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