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Gakuen Life por Glax Trancy

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Baile

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

—¡Sakura-chaaan! ¿Me harías el honor de ir al baile conmigo?

 

—¿Qué? P… Pero eso es tan repentino —se escuchaban suspiros tras ellos.

 

—Por favor. No hay nada que pudiese hacerme más feliz en este mundo que escuchar un ‘sí’ de tu parte.

 

—Yo… Lo siento, pero tengo un novio al que amo.

 

—¡Sakura! ¡Naruto! ¡Déjense ya de estupideces, todos los años es lo mismo! —apuntó una rubia, ya fuera de sus casillas.

 

—Es cierto —secundó Tenten—. Siempre es lo mismo. Y a fin de cuentas, terminas diciéndole que sí. ¡Venga, que es tu novio! Dejen ya el teatro que el pobre Lee sufre cada vez que lo hacen.

 

—Cejotas, ya te dije que Sakura-chan es mí novia. ¡Además que así es más divertido! ¿Qué ciencia tiene solamente ir y ya?

 

—Es cierto —ahora era Sakura quien hablaba—. Si Naruto desea invitarme a cada baile de esta manera, es nuestro asunto. ¡Tú no te metas Ino puerca!

 

—¡¿Cómo me llamaste, frente de marquesina?! Ah, claro. Tienes que hacer eso para poder sentirte querida cada vez, ¿no? A diferencia de ti, Sasuke-kun ya me ha invitado al baile. Con una rosa incluida y todo, ¿a qué no es romántico? —dijo, moviendo extrañamente las cejas, dirigiéndose a Gaara. El pelirrojo no entendía nada, pero tampoco es como si le importase realmente—. Sasuke es taaaaan detallista.

 

—¡Estúpida Ino!

Y en ese momento, unos brazos tomaron a Gaara de la cintura, apartándole del bullicio, y las dos locas que estaban a punto de arañarse entre ellas. Gaara se encontraba de nuevo, siendo «rescatado» de la muerte, gracias a los fuertes brazos de Sai. Sí, que no eran una masa excesiva de músculos, pero fuerza sí que tenían y el moreno siempre lo hacía resaltar de cualquier forma.

 

—Un poco más y fuese sido tarde para ti, Gaa-chan —y ahí estaba de nuevo ese molesto sobrenombre. ¡Que él se llamaba Gaara, joder! No Gaa. Además un honorífico como el ‘Chan’ para él, era un insulto. Esa clase de cosas eran para Sakura, no para él. ¡Era el Kazekage, por Dios! Aunque claro, ya no se encontraba en Suna, y mucho de lo que allá era importante, en Konoha ni siquiera resultaba relevante.

 

—Sai, te he dicho millones de veces que me llames Gaara. Es mi nombre.

 

—Pero Gaa-chan suena mejor. Además, con tu tamaño, dudo poder llamarte ‘San’ y sentirme a gusto.

 

De nuevo Sai y sus palabras cortantes tan directas. ¿Ese ser no tenía acaso, ni una pisca de tacto? No era el primer comentario que Gaara pasaba por alto, pues el moreno ya le había llamado: pequeño, de baja estatura, poco formado, escuálido, «persona con necesidad de crecimiento.» Incluso se había ofrecido a cocinar para él. Decía que su piel no tenía un color sano. Vaya descaro, ¿no? Pero siempre dejaba pasar todo. A fin de cuentas, Sai no había tenido una infancia. Bueno, una infancia en el sentido estricto de la palabra; pues sí. Pero al menos no una infancia feliz. Él tampoco, claro. Pero a diferencia del moreno, Gaara siempre contó con sus hermanos y sus tíos; quiénes le enseñaron a guardar apariencias aunque obviamente no lo necesitaba. Gaara era de esos pocos bebés que nacían iluminados por el sentido de la sensatez. Jamás decía algo que no debía, jamás movía un dedo si no era necesario, y no se preocupaba en formar amistades nulas que en poco tiempo no quedarían ni como un recuerdo. Tuvo siempre, los cinco sentidos bien despiertos.

 

Sai no.

 

El pobre había crecido en un orfanato, de esos donde las cuidadoras ni siquiera recuerdan el sexo de cada chico. Así que se había recluido en su habitación, hasta que se le hiciese el tiempo justo de salir de aquella cárcel. Pasaba sus días pintando, comiendo, o leyendo. Sabía todo lo referente a interacciones sociales, pero no tenía ni puta idea de cómo eran en el mundo fuera de sus textos.

 

¿Qué habrá sido de los padres de Sai?

 

—¿Gaa-chan? —el moreno movía su mano frente a los ojos de Gaara—. ¿Me escuchas?

 

—¿Qué?

 

—Llevo casi cinco minutos hablando contigo. ¿Adónde te fuiste? He leído que cuando las personas están así, es porque…

 

—Divagué, Sai. Simplemente estaba pensando en cosas que no debería pensar en este momento. ¿Qué decías?

 

—Ayer estuve leyendo el libro del que te comenté. Y decía muchas cosas confusas… En fin —el moreno sonrió—, no era sobre eso que quería hablarte. ¿Tienes pensado ir al baile?

 

—No lo creo. No se me dan bien esas cosas.

 

—A mí tampoco. Pero estaba pensando que quizás —el moreno estaba mirando a otro lado, nervioso—, ya sabes, podríamos ir juntos.

 

El pelirrojo abrió los ojos con sorpresa, ¿Sai le estaba invitando al baile? Pero… ¡Él no sabía bailar! Además, prefería mil veces quedarse en casa a ver maratones de películas Suecas.

 

No sabía qué podría responderle, así que le ignoró y salió casi corriendo del salón. Bajó las escaleras, cruzando hacia la izquierda. Iría a la cafetería, compraría un café bastante cargado, y se quedaría sentado en el patio hasta la próxima clase. ¡Odiaba las aglomeraciones de personas con un fin tan nulo como el baile! Claro, que él no supiese bailar para nada, no tenía absolutamente nada que ver. No, claro que no.

Pidió su armonioso café, que era más azúcar con café que otra cosa; y se sentó por vez primera en las mesas del recinto. Siempre, por una razón u otra terminaba comiendo en el patio con el grupo ‘7’, como les denominaban los profesores. Probó el primer sorbo de aquel oscuro líquido, sintiendo un pequeño corrientazo al contacto del humeante café con sus labios; y cerró los ojos en el acto. La cafeína nunca fue su mayor debilidad, pero a Shukaku le gustaba. ¿Y por qué no? A veces darle sus pequeños gustitos al otro, lo hacía mantenerse calmado. De verdad, tener a Shukaku «dentro» de él, era como convivir con un gemelo molesto y revoltoso.

 

—Vaya, vaya… Pero si es el mismísimo Gaara del Desierto haciéndonos compañía —escuchó unas risas tras de él, y por el tono de voz, pudo suponer de quién se trataba—. ¿A qué se debe tan extraño honor?

 

Karin estaba situada a su lado, con una sonrisa típica del engreído, y con los brazos cruzados. Su tono de voz era inconfundible. Miró a sus alrededores, y efectivamente las risas que había escuchado anteriormente pertenecían a Suigetsu, Juugo y aquél chico de gafas que a veces pasaba tiempo con ellos: Kabuto. O algo así era su nombre. Más allá diviso al moreno de cabellos en puntas. Últimamente, jamás participaba en las bromas, las amenazas ni nada de lo que esos chicos le hacían. 

 

¿Será que finalmente le tomó el respeto que debía? Gaara no lo sabía, pero sin duda le intrigaba bastante.

 

 

—Lo que yo haga, o deje de hacer, no es su problema; señorita —respondió haciendo un énfasis bastante irónico en la última frase.

La chica de gafas, al no tener nada que responder a ello, se dispuso a atacar con uñas y dientes, pues nadie le insultaba y salía ileso. Al menos una mordida bien dada recibiría ese pelirrojo del demonio.

 

—¡Karin! Ya basta —espetó el moreno de cabellos en puntas, parecía molesto.

 

—Pero…

 

—¡He dicho que basta! Juugo, Suigetsu, llévensela. Está armando un alboroto, y no quiero tener que lidiar con la quinta una vez más —los jóvenes asintieron a regañadientes, y casi a rastras, se llevaron a la chica mientras botaba improperios por la boca.

 

Gaara ni se inmutó cuando el otro individuo se sentó a su lado. Le miró de reojo, como comprobando que efectivamente, estaba sentado junto a él.

 

—¿Qué? —cuestionó el pelirrojo después de sentirse acosado por esa mirada negra por tanto tiempo.

 

—¿De qué? —le contestó el moreno, casi con burla.

 

—¿Qué tanto me ves? —sí, ese tipo no solo era de malas leches, también era un idiota. Bueno, eso ya lo sabía.

 

—Lo que yo haga, o deje de hacer, no es su problema; señorito —respondió imitando el mismo tono que había usado el pelirrojo momentos antes con Karin—.

 

—La cafetería es bastante libre, puedo ver a donde me plazca.

 

—Por esa razón no entiendo qué tanto me ves.

 

El moreno sonrió con un egocentrismo que se le escapaba hasta por los poros. Lamió su mano derecha, asegurándose de ensalivarla lo suficiente, y cuando Gaara pensó que ya había perdido totalmente la razón, sintió las manos del mayor pasearse por su cara. Dejándole la boca principalmente, llena de saliva.

 

Rió alto, y se levantó de su lugar luego de hacer aquello. La cara del pelirrojo era todo un poema, por ello antes de que pudiese despertar de su letargo, huyó cual cobarde por la puerta principal de la cafetería.

 

Naruto, que había visto la escena, comenzó a sentirse plenamente nervioso. Había una razón para hacerlo… Y era exactamente eso lo que le hacía sentir nervioso. Se encaminó hacia el pelirrojo, y sentándose igualmente a su lado, pudo finalmente notar la expresión de Gaara.

 

Estaba petrificado.

 

Como si todo lo anterior, fuese sido solo un chiste de mal gusto. Bueno, podía entenderlo, cuando Sakura le hizo algo parecido, también se había quedado de piedra. Sin embargo, este asunto era completamente distinto. Gaara odiaba a ese odioso, y estaba casi seguro de que ese sentimiento era mutuo. O eso era lo que esperaba.

 

—¿Gaara? ¿Estás bien?

 

—Ese bastardo me llenó la cara de saliva —espetó el pelirrojo, aún sin mirar con quién hablaba exactamente. Pasando sus dedos por sus labios, para luego verlos con incredulidad.

 

—Ehm… Sí. Eso ya lo he visto. No le hagas caso, siempre intenta intimidar a las personas con sus actos grotescos. Pero no te preocupes, Sakura y yo le tenemos algo preparado para la noche del baile. No sé cómo lo logró Sakura, pero Ino nos ayudará. ¿Estás dispuesto a participar?

 

—No lo creo —finalmente se había girado para ver con quién hablaba— Naruto. No tengo intenciones de asistir a un baile, además… no tengo con quién ir.

 

—Eso se resuelve —dijo Sakura, llegando al momento—, estoy segura de que Tenten o incluso Hinata estarían encantadas de ir contigo.

 

—Eso no será necesario —respondió una voz tras de ellos—. Ya Gaa-chan había hecho planes para ir conmigo. ¿Cierto, Gaa-chan? —Sai sonreía, y no era una sonrisa inocente, desde luego.

 

La pelirosa los observaba, Gaara había agachado la cabeza mostrando un casi imperceptible sonroso en sus mejillas; casi, para cualquiera que no fuese Sakura. La chica siguió observándoles, tenía los ojos entrecerrados, y sus manos en la cintura.

 

Ya tendría que hablar seriamente con Sai al respecto.

 

La tarde se les pasó casi en un parpadeo. Todos los chicos y chicas estaban emocionados, pues el día del baile de Carnaval, sería el momento ideal para meter a escondidas bebidas alcohólicas a la fiesta, y emborracharse hasta perder la razón. Algunos otros se emocionaban, pues, sería la excusa perfecta para invitar a la persona que le gustase e incluso, hacerle una declaración de amor.

 

Gaara por su parte, no sentía ninguna emoción. Al contrario de lo que pensaría antes, la propuesta de Sai no le causó ningún efecto, al contrario de la hazaña del moreno de tercero. ¡¿Qué se supone que intentó?! Todo ese asunto le tenía la cabeza hecha un lío. Al llegar a casa, Temari se dio cuenta instantáneamente de que en su hermanito menor, había algo distinto. Algo nuevo.

 

Estaba nervioso.

 

—Gaara, ¿vas a comer?

 

No obtuvo respuesta.

 

El pelirrojo subió a su habitación cual alma que lleva el diablo, y no tenía planeado salir hasta el día siguiente. Estuvo revisando su basta colección de libros, buscando algo que le entretuviese de pensar en esos tres demonios que le acechaban a diario en el instituto. Porque sí, eran tres. Lo raro, era que Itachi se mantuviese alejado por los últimos dos días. No le encontraba la ciencia, pero de cierto modo se sentía aliviado de tener paz por al menos un par de días.

 

Revolvió y revolvió, nada en su habitación le mantenía alejado de sus caóticos pensamientos. ¿Por qué Sai se empeñaba tanto en ir con él al baile? ¿Por qué Itachi no le había intentado acosar en los últimos días? Claro, no es como si le importase. Era quitarse un gran peso de los hombros, pero igual se le hacía raro. En clases le ignoraba, y cuando decía su nombre por el altavoz, ni siquiera le miraba. Pero claro, a él no le importaba. Peor aún, tenía a ese idiota de tercero tras él. ¿Por qué lo acosaba a diario? Ya no había día en el que se dirigiese a su casillero sin encontrar al moreno allí recostado. A veces acompañado, a veces solo. Sin embargo, Gaara acababa de darse por enterado de algo…

 

No tenía ni pálida idea del nombre de ese pesado de tercero.

 

Con ese pensamiento en la cabeza, y otros igual de molestos, decidió irse a la cama. No dormiría, pero entraría en una especie de trance que solo la música de su Mp4 podía brindarle. Al día siguiente, sería el dichoso baile de Carnaval. Y él, no se sentía para nada entusiasmado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

—¡Gaara! ¿Qué dices de este? ¡Es muy mono! —Temari sostenía entre sus manos un elegante traje de mayordomo.

 

—¿Estás de broma? Gaara no usará eso. Primero, porque el no es un mayordomo. Y segundo, porque ya le he conseguido un traje nuevo mejor —Kankuro, que se había ido corriendo a buscar algo entre una repisa, volvió en menos de cinco segundos. Traía un atuendo en las manos y una enorme sonrisa en el rostro—. Mira lo que te he conseguido, Gaara —el pelirrojo, que hasta ese momento se había mantenido ajeno a la situación, no pudo más que levantar la mirada para encontrarse con aquella escena.

 

Su hermano sostenía entre sus manos, un atuendo rosado que simulaba el uniforme de una enfermera. Incluía un liguero de mayas con lazos, y una tiara blanca.

 

Temari cubrió su boca, intentando contener una risotada. Llevar a Gaara de compras, había resultado divertido después de todo. El pelirrojo tenía el día libre de clases, pues era viernes día del dichoso baile de Carnaval. Así que muy a su pesar, terminó aceptando ir con sus hermanos por algo decente que usar en la fiesta.

 

—¿No te gusta? —insistió el moreno, con una imperturbable sonrisa en el rostro.

 

—Aleja eso de mi vista, ahora —Gaara, en un momento de molestia, terminó por arrojarle su recién encendido cigarro a Kankuro en el pecho. Causando alterados gritos por parte de su hermano.

 

—¡Gaara! ¡Aquí no se puede fumar! —le reclamó la rubia intentando mantener la paciencia.

 

—Yo buscaré lo que usaré, gracias por su inservible ayuda.

 

Y sin decir más, se levantó de su lugar para ir por alguna cosa decente. No le emocionaba el hecho de disfrazarse, pero no le dejarían entrar de otra forma. Buscó por un largo rato, hasta que terminó decidiéndose por unos accesorios simples. No tuvo que medírselo, así que pagó y se largó lo más pronto posible. Le molestaba la forma en que las vendedoras le miraban. Tan descaradamente, que de poder, le habrían desnudado con la mirada.

 

Por cualquier medio, Naruto le había convencido para que fuese a su casa a cambiarse y «arreglarse» para la ocasión. No le hacía mucha gracia tener a Temari tras él toda la noche, mirándole con ojos de madre orgullosa. Así que optó por ir a la casa del rubio. Allá estarían Ino, Sakura y Naruto.

 

Al llegar, la pelirosa fue quién le atendió. Pues al parecer Naruto llevaba ya unas tantas horas intentando ajustar el traje de pirata que había comprado. Se sorprendió bastante al ver a Sakura, pues ésta llevaba el traje que su hermano pretendía hacerle usar, con unos zapatos de tacón alto en color rosado; y un maquillaje demasiado estrambótico. La rubia salió segundos después, luciendo un disfraz de hada totalmente púrpura. Alas, antenas e incluso orejas en puntas.

 

—¡Gaara! Que guapo hombre, ¿pero de qué se supone que estás disfrazado? —la rubia le miraba desde arriba, pues había optado por usar unas botas con un tacón incluso más alto que el de la pelirosa. Por lo tanto, lucía más alta que él—. Veo que no te inspiraste mucho.

 

—Ino tiene razón, ¿de qué vas, Gaara? —la pelirosa le miraba de arriba abajo, curiosa. Lo único que agradecía, era que luego de varias suplicas y unas tantas mal disimuladas miradas asesinas, la chica había dejado de usar esos molestos honoríficos con él. Ahora era simplemente Gaara. Y así le gustaba.

 

—Aún no me he puesto nada —dijo, tranquilamente mientras mostraba su infalible calabaza—. Todo está aquí.

 

—¡¿A qué esperas entonces?! ¡Se nos escapará la flor de la juventud esperando por ti! —ahora era Rock Lee, quién salía de la cocina con unos cuantos pastelillos en la boca. Vestía un leotardo verde, y unas medias calentadoras color naranja.

 

Decidió ignorar al de cejas grandes, pues no tenía ni idea de dónde había salido. Entró al baño, y comenzó ponerse su «disfraz» sintiéndose tonto por ello. Unos cuernos negros, ajustados en una diadema roja, un traje negro con una camisa color vino, una capa roja, un tridente rojo plegable y finalmente una larga cola roja con punta de flecha componían sus disfraz. No necesitaba maquillaje, pues su palidez y esas ojeras que portaba, eran más que suficiente para darle realismo a su gran atuendo. Se aseguró que todo estuviese en su sitio, y finalmente salió.

 

Las miradas se posaron finalmente en él, la rubia parecía deslumbrada por lo que veía, pues el traje se ceñía bastante bien al cuerpo del pelirrojo.

 

—Vaya, luces fantástico Gaara —comentó la pelirosa con una enorme sonrisa en los labios.

 

—Un enorme punto rojo, diría yo —ahora era Shino el que hablaba. ¿De dónde había salido? ¿Y por qué llevaba un disfraz de mariquita? Las cosas de la vida…

 

—Yo opino que le queda increíble —esa voz. Esa sí la conocía. Era indiscutiblemente la voz de Sai. El moreno le miraba recostado desde el umbral de la puerta, con una sonrisa por demás sincera. Llevaba una bata blanca con varios manchones de pintura, una boina negra en la cabeza, varios pinceles en la mano y un falso bigote dibujado.

 

Gaara sintió los colores subir a su cara. Estaba seguro de no haber tomado ninguna bebida alcohólica por ahora, así que… ¿por qué se abochornaba de esa manera? Se sentía como una chica en su baile de graduación, y aquello le hizo recordar con pesadez las veces que Temari se iba con cualquier idiota a los bailes que organizaban en Suna. Y por mucho burlarse de ella junto a Kankuro, ahora se encontraba en una situación similar. ¡Maldito Shukaku! Era él quién tenía una rara fijación con Sai. Lo sabía, pues muchas veces se lo había dicho, además de que le hacía pensar cosas raras. Era él al que le gustaba observarle mientras pintaba, era él quién no se perdía detalle de las pocas expresiones que hacía Sai mientras estaba concentrado. Era él el que admiraba la forma en que los músculos de sus brazos se contraían cada que hacía un cambio de ritmo en su pintura. ¡Maldito Shukaku! ¡Maldito de nuevo! ¡Maldito, maldito, maldito!

 

—¡Estoy listo! Ya no lloren por mí, mis queridos. Este traje no podía conmigo, de veras —Naruto saltó varios escalones, finalmente llegando a ellos con una enorme sonrisa. Su traje de pirata, era bastante complicado, ya entendía por qué había tardado tanto en ponérselo.

 

Sakura al verle, se le abalanzó cual adolescente enamorada —y lo era— besándole como si su vida dependiese de ello.

 

—¡Te ves guapísimo! —exclamó luego del espectáculo, haciendo sonrojar al rubio.

 

—Venga ya, es suficiente par de tórtolos. Es hora de irnos o nos quedaremos sin entradas.

 

Todos asintieron saliendo finalmente de la casa. Sai sonrió, y se dio el atrevimiento de pasar su brazo alrededor de las caderas del pelirrojo, quién ni siquiera se inmutó ante tal acto. Simplemente llevaba la vista fija en el camino, y una imperturbable expresión de indiferencia. La sonrisa de Sai se volvió una mueca de decepción, mientras Gaara intentaba ocultar los nervios que previamente había comenzado a sentir. Sakura les miraba de reojo, con una sonrisa calculadora marcada en todo el rostro.

 

Esa sin duda, sería una larga noche para cada uno de ellos.

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡Al fin! Sé que me tardé más de lo que debí, pero Glax últimamente ha estado con un bloqueo mental demasiado gigante. Además me diagnosticaron anemia, y ando sin ganas de nada. El cuerpo me pea horrores, y hasta levantar el celular supone un problema para mí.

 

Les pido, les ruego y les agradeceré que no sean muy rud@s al momento de opinar sobre este capítulo, sé que no ha sido la gran cosa, además de estar corto. Pero crean cuando les digo que nada mejor pude haber hecho. Mi musa se ha tomado unas vacaciones sin decirme nada, y pues aquí estoy yo abandonada a mi suerte.

 

Por otro lado, muchas gracias a aquellos que además de leer, se toman la grandísima molestia de comentar. Es bastante agradable para mía leerles. En serio.

 

Oh, sí. Si tienes alguna pregunta sobre algo, no duden en decirme. Yo les aclararé cualquiera que sea su duda y pues eso... Espero no haberles decepcionada y también me disculpo por la tardanza.

 

Si han leído, y les ha gustado, ¿me dejan un Review? *n* yo no muerdo, lo juro.

 

Si no les ha gustado (que no me extrañaría), dejen un Review con su opinión. Lo apreciaré bastante.

 

Ahora, como chantaje psicológico, les prometo que el próximo capítulo será más largo y tendrá más argumento y acción. Así que no duden en dejar su huellita.

 

¡Hasta la vista!

 

P.D.: ¡Naruto de Pirata! *-*


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