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Gakuen Life por Glax Trancy

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Notas del capitulo:

Cada parte que esté en cursiva, pertenece a un recuerdo que está teniendo Gaara. Solo para que no se pierdan mucho c:

 

Y... ¡Lamento la tardanza!

 

 

 

 

Sasuke Uchiha

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

—¡Gaara! ¡Estaba tan preocupada por ti! —La rubia hermana, corrió a todo dar abalanzándose a los brazos de su pequeño hermano, sin importarle mucho lo que las personas a su alrededor pudiesen pensar—. ¡He estado llamándote desde ayer! ¡¿Por qué no me contestaste?!

 

La rubia parecía totalmente fuera de sí, estaba incluso temblando y sus ojos brillaban. Kankuro por su parte, estaba lo suficientemente alejado de ellos, pero Gaara estaba seguro que al llegar a casa, le cuestionaría. En eso, y únicamente en eso, Kankuro era más sensato que Temari. Claro, ella era una chica o eso pensaba él, y por ende era obvio que fuese mucho más sensible. Echó una breve mirada a su alrededor de nuevo, Tsunade estaba con un semblante serio, pero que no demostraba enojo. Jiraiya e incluso Orochimaru se encontraban allí. Al parecer Temari había regado el rumor de que su hermanito estaba perdido. Y allí, justo tras del ‘hombre serpiente’ se encontraba Itachi. Su semblante era puro enojo, mientras a su lado estaba un muy sonriente Sasuke.

 

Gaara a fin de cuentas, no pudo reprimir una sonrisa ladina.

 

—Estoy bien, solo me quedé encerrado en un salón y mi teléfono móvil estaba en mi calabaza. Justo en la recepción. No debiste armar tanto escándalo —caminó hasta pasar por su lado, Kankuro le esperaba con la puerta del auto abierta—. Es molesto. —Finalizó antes de pararse justo en la entrada de los asientos traseros. Su hermana tenía una expresión abatida, y él, por muy él que fuese, se sintió mal por ella. Devolvió sus pasos hasta su hermana y tomó su mano, apretándola un poco—. Gracias por preocuparte Temari. Es más de lo que merezco.

 

Soltó la mano de una sorprendida rubia, y se encaminó de nuevo al auto. Kankuro estaba sonriente, y de nuevo se atrevía a pasar su mano por las rojizas hebras de Gaara. Alborotando su melena.

 

El transcurso hasta su hogar fue simple, nadie mencionó nada sobre el encierro de Gaara, sobre con quién se había quedado encerrado, y mucho menos preguntaron sobre esos moretones que tenía en el cuello. Aunque Temari moría por preguntar acerca de esa mordida tan cercana a la clavícula que tenía su pequeño hermano.

 

—Crecen tan rápido —dejó ir en un suspiro. Kankuro le miró de reojo, y ella simplemente se encogió de hombros.

 

Llegaron a su acogedor hogar, y cada quién tomó un rumbo distinto. Kankuro se fue a su habitación, Temari a la cocina, y Gaara a la ducha. Tenía ese extraño aroma pegajoso muy hasta el fondo de su nariz (además de su cuerpo, claro) y necesitaba sacarlo a como diese lugar.

 

Quitó todas y cada una de sus prendas, tenía las sensaciones en su cuerpo a flor de piel, y no puedo evitar tocarse a sí mismo. Tenía recuerdos vagos sobre lo que había sucedido, y sin embargo estaba seguro de que Shukaku era más que responsable por lo que tuvo que vivir. Claro, parte culpa de Shukaku, parte culpa suya. Algo así como un 50-50. El agua tibia rodaba por su cuerpo, y al cerrar los ojos, lo primero en que pensó fue Sai.

 

Le había dejado abandonado, después de todo lo que pasaron esa noche, él simplemente le dejó tirado cual envoltura vacía en quién sabe qué pasillo de ese lugar. Cerró los ojos con pesadez, y se dejó caer en el suelo recibiendo aún el agua tibia en todo su cuerpo. Los recuerdos de su primer baile golpeaban su cerebro sin ningún tipo de consideración, y peor aún; le carcomía el remordimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

—Señor Sabaku No, le he estado buscando por todos lados. ¿Sería usted tan amable de concederme esta pieza de baile?

 

—Oye, Ino —interrumpió el rubio, quién acompañaba en ese momento a Gaara—, ¿no se supone que debería ser él el que te invite?

 

—¿Y qué diversión tendría? No, no. Estoy harta de toda esta panda de babosos queriendo bailar conmigo. Así que, ¿qué dices, Gaa? ¿Bailamos?

 

—Claro —respondió simplemente, tomando la mano de la chica, que al voltearse, sacó su lengua en un acto bastante infantil. Acto dirigido nada más que a Naruto.

 

Ambos se dirigieron a la pista de baile una vez allí, la rubia sonrió guiando totalmente al pelirrojo, quién a simple vista, parecía más que perdido.

 

—Vamos Gaara, solo tienes que poner tu mano en mi cintura y darme la otra. No es la gran cosa, ¿ves?

 

—Preferiría mil veces mirarte solo a ti bailar. No soy bueno en la cátedra.

 

La rubia sonrió apenada.

 

—Venga, no digas tonterías. Estoy segura que te convertirás en un excelente bailarín, solo necesitas pasar unas cuántas veces por mis manos —repuso, guiñándole un ojo de manera descarada.

 

—Ino-san, perdona la interrupción, pero al parecer Sas… El bastardo te busca —sonrió el recién llegado, cerrando sus ojos.

 

—¡No le digas bastardo! ¡Sasuke-kun es una persona increíble!

 

—Sí, como digas. Pero sería mejor que no le hicieses esperar, ¿no crees?

 

Ino, casi impulsada por un cohete se marchó en busca del pelinegro, dejando a Gaara a total merced de Sai. Éste, tomó la mano de Gaara y continuó con el baile que minutos antes había interrumpido, sorprendiendo al pelirrojo en el acto.

 

—¿Qué crees que haces, Sai? —mencionó con las mejillas arreboladas. Una cosa era bailar con su compañera, y otra muy distinta hacerlo con ese sujeto.

 

—Bailar —sonrió de nuevo, pegando más su cuerpo al contrario—. La verdad es que quería hablar contigo, Gaara.

 

—Bien, te escucho.

 

—Verás —el moreno se sonrojó, pocas veces le había sucedido eso, y sin duda eran en situaciones completamente diferentes—, yo… No sé cómo decirlo, Gaara. En mi libro parecía tan fácil, que hasta lo memoricé. Pero creo que no va a funcionar contigo, ¿verdad? ¿Tal vez debería decirlo de otro modo?

 

—Sai, habla. Las personas comienzan a vernos de manera extraña.

 

—Gaara, tú me…

 

—¿Me concedes esta pieza? —Interrumpió otro chico, asiéndose de la cintura del pelirrojo, con una gran sonrisa en el rostro—. No interrumpo nada, ¿cierto?

 

A medida que hablaba, su sonrisa se ensanchaba cada vez más, sus manos se deslizaron de manera atrevida hasta la cintura de Gaara, y su cabeza, apoyada en el hombro del pelirrojo se giró en señal de aparente inocencia.

 

—¿Acaso interrumpí algo?

 

—No, nada —rebatió el otro moreno, Sai. Intentando por supuesto, guardar las apariencias—. Tenemos todo el año para hablar.

 

 

 

 

Su manos se aferraron a su cabello, tenía recuerdos entremezclados, y acordarse de uno en particular le hacía sentir… cosas. Cosas que solo había experimentado esa noche, aquella increíblemente extraña noche de su infancia.

 

 

 

—¿Qué quieres? Estoy seguro que no me trajiste hasta acá solo para beber ponche.

 

—Efectivamente. Pero qué perspicaz, Sabaku. Ven conmigo.

 

—¿Por qué debería? —Sacudió su brazo, soltándose del agarre del mayor.

 

—Porque yo lo digo. Ahora ven, no creo que quieras que todos, en especial Sai; escuchen lo que tengo para decirte.

 

A regañadientes, Gaara asintió y comenzó a seguir a su «secuestrador» hasta la segunda planta del edificio. Sai, quién desde el momento en que aquel sujeto se robó al pelirrojo, los había estado mirando; borró inmediatamente su sonrisa de su pálido rostro. Sonrisa que mostró desde el momento en que el otro moreno hizo acto de presencia llevándose consigo a su presa. Sonrisa falsa, por supuesto.

 

—¿Adónde vamos? —preguntó una vez se encontraban frente a la puerta del laboratorio de ciencias.

 

—¿Dónde crees que estamos? —respondió, burlón, y señalando el letrero con la descripción del aula.

 

—Sé qué lugar es este, pero la fiesta es abajo. No entiendo por qué me traes a este sitio.

 

—Ya lo verás.

 

 

 

 

 

 

 

Si lo pensaba bien, gracias a sus «amigos» se encontró a sí mismo en esa situación. Él estaba al tanto, sí. Pero nadie le dijo nunca, que quedarse encerrado con compañía, en especial ese tipo, era parte del plan. No. Le habían comentado, le habían convertido en parte de aquel drama, y luego solo le dejaban solo con él. Bastardos. Todo el remordimiento que pudo haber sentido hacia haber dejado a  Sai, quedó totalmente en el olvido. De seguro él lo sabía.  Sí, todos lo sabían menos él mismo. Suspiró cansino, y aplicó una moderada cantidad de champú en su mano, mientras normalizaba la temperatura del agua con la otra. Y mientras masajeaba su cuero cabelludo, más recuerdos llegaron como una estampida a su cerebro.

 

Maldito Shukaku.

 

 

 

 

 

 

 

—¡¿Qué creen que están haciendo?! ¡Déjenme salir! —el moreno golpeaba con sus puños la puerta, estaba visiblemente «molesto» y tendría que demostrarlo.

 

—¡Que te diviertas, Sasuke-kun! —escucharon una voz, femenina de paso, desde el otro lado de la puerta.

 

Gaara le miró sorprendido, con un semblante por demás confundido. Cuando sintieron los pasos de los demás alejándose, Gaara se aproximó a él con cautela. No pensaba que pudiese matarlo, ni nada parecido, pero lo único que escuchaban era el sonido lejano de la música en el piso de abajo, cosa que opacaría cualquier grito de auxilio por parte del pelirrojo Sí, debía ir con cautela.

 

Cuando estuvo a punto de tocarle el hombro, el moreno se giró hacia él. Tenía el ceño fruncido y cara de pocos amigos.

 

—¿Qué? —preguntó tajante, casi como si le molestase su presencia.

 

—¿Tú eres Sasuke Uchiha? —cualquiera, incluso el mismo Sabaku No, fuese pensado que esa reacción era parte del engaño, pero la realidad es que esa pregunta de verdad tomó por sorpresa al moreno. Y no se molestó en ocultarlo.

 

—¿Disculpa? ¿Nos acaban de dejar encerrados, y tú haces esa pregunta? —sí, estaba solo intentando desviar el tema. Vamos, él jamás aceptaría que ‘alguien’, y en especial Gaara, no conociese su nombre.

 

—Eso es irrelevante. Cualquiera pudo vernos subir, y decidir gastarnos una broma de mal gusto.

 

—Sí, tienes razón —devolvió mirándole a los ojos—. Podría pensar que pudo ser cualquiera, si no fuese visto a Sakura. Esa mujer nunca se rinde —finalizó caminando hasta el otro extremo del lugar, para luego sentarse en el piso.

 

—¿Sakura? —y fue en ese entonces que los recuerdos vagos del «ingenioso» plan de Naruto y Sakura acudieron a su mente. Pero… había un leve detalle. ¡Las cosas no debían ser así! Además, se suponía que dejarían al bastardo encerrado en el baño. No allí.

 

—Sí, Sakura. Tu mejor amiga. Espero te des cuenta de cuánto te valoran, ¿no? Al igual que Naruto y ese idiota de Sai.

 

Gaara no respondió. No deseaba darle vueltas al asunto, solo quería pensar en esos momentos, una manera efectiva para salir de ese lugar. Sin embargo…

 

—¿Qué sucedió entre Sai y tú? —no pudo contener la curiosidad de preguntar. Tuvo que haber sido algo fuerte, ¿no?

 

—No tengo por qué responder a eso. No es tu problema —a diferencia de lo que pensaba, el otro se mostró muy molesto ante la interrogante.

 

—Bien, como quieras.

 

El pelirrojo, haciendo uso de su obstinado orgullo, le dio la espalda al mayor para dirigirse al extremo contrario de donde se encontraba el otro. Sentándose así, en una de las tantas sillas del lugar. La ventana estaba abierta, y la luz de la luna brilla intensamente. Mantenía sus brazos cruzados, y no esta molesto; pero tampoco feliz.

 

¿Cuánto tiempo estarían allí? ¿Por qué él? ¿Por qué con él?

 

Pasaron 25 minutos. 25 largos minutos en los que ninguno mencionaba palabra alguna. Evitaban mirarse, y ambos perdían la poca paciencia que les quedaba. ¡¿Qué se supone que harían allí?! ¡Ni siquiera sabían la cantidad de tiempo que estarían encerrados! ¡¡¡Y juntos!!! Para uno era un problema, sí. Pero para el otro, bueno para el otro también era un problema. Sí, claro, todo era parte de su ‘maléfico’ plan, pero ahora que lo estaba llevando a cabo no sabía qué demonios decir o hacer.

 

—¿Por qué te transferiste a Konoha? Escuché que la educación de Suna es muy buena.

 

—Situaciones de familia —respondió el pelirrojo. No tenía intenciones de responder a eso, pero sinceramente no tenía nada mejor que hacer.

 

—Ah —fue la parca respuesta del otro—. Entiendo.

 

—Entonces —continuó Gaara, esta vez mirándole—, ¿eres o no eres Sasuke Uchiha?

 

—¿Por qué dejaste Suna? —rebatió el moreno sonriendo. Sin embargo, no obtuvo respuesta—. Hagamos algo sencillo. ¿Te parece?

 

—¿Qué propones? —Fijó su verde mirada en el otro, cambiando de posición sus piernas igualmente cruzadas.’

 

—Juguemos.

 

—¿Jugar? —se inclinó hacia delante, en una clara muestra de curiosidad, mientras con su espacio destinado a su ceja, mostraba incredulidad al tenerlo levemente alzado—. ¿Jugar qué? —aún no podía creer que en esa situación ese tipo pensara en jugar.

 

—Sí, ¿sabes lo que eso significa, cierto? —acotó, casi con burla. Recostando su espalda de la pared mas cercana. Su rodilla izquierda se flexionó, dejando su brazo apoyado sobre esta. Mientras tanto la izquierda se encontraba estirada perezosamente hacia delante.

 

—No, creo que no sé lo que significa jugar —rebatió, sin odio, pero sin humor—. ¿Qué quieres?

 

—Verdad o penitencia.

 

—¿Disculpa? —ahora sí, ese sujeto había terminado de perder completamente la cordura.

 

—¿Qué? ¿Jamás lo has jugado?

 

—Claro que sí, pero no le encuentro el sentido a hacerlo justamente ahora. Deberíamos estar encontrando la forma de salir y…

 

—Gaara —interrumpió, sonriendo—, estamos encerrados hasta quién sabe cuándo. La única forma de escapar, sería por la ventana, y dudo que quieras terminar con algún hueso roto. Así que deja de lado tanta amargura, y juega conmigo. ¿Ó es que tienes algo mejor que hacer?

 

Ya, sin duda sus argumentos eran válidos. Así que luego de pensarlo bastante, suspiró para asentir consecutivamente. Sí, Sabaku No Gaara había aceptado jugar ese tonto e infantil juego, con el personaje que al parecer todos sus amigos detestaban por razones diferentes. Sin embargo, él tenía razón. ¿Qué otra cosa podían hacer? Su calabaza se había quedado en la recepción del lugar, y en ella se encontraban sus cosas: celular, consola portátil, arena moldeable y sus libros. Vamos que Gaara no era raro, el hecho de ser una de las pocas persona que lleva libros y consolas de videojuegos a una fiesta de disfraces, solo significa que es una persona preparada.

 

¿Cierto?

 

Aunque no una persona preparada para quedarse encerrado en la trampa que él y sus compañeros habían armado para el otro. Eso sí que fue un desliz bastante tonto. Alzó la mirada para ver al moreno, y este le indicaba que se acercara haciendo señas con su dedo índice. Negó. Más por incomodidad que por miedo, aunque tampoco estaba demás decir que no tenía verdaderas ganas de estar sentado al lado de ese sujeto. ¿Para qué negarlo? Aunque no estuviese totalmente seguro de su identidad, se sentía atraído hacia esos ojos negros.

 

¿Pero qué tipo de atracción era? ¿Sexual? No, por supuesto que no. Era curiosidad, y simplemente eso. Jamás había conocido unos orbes tan indiferentes y misteriosos. Más que los suyos propios, y los de Shukaku. Pero claro, esa era una historia diferente.

 

¿Qué clase de fuerza ‘astral’ le había puesto en esa situación? ¿Sería la mismísima fuerza divina? ¿Quizá algún chiste cruel del destino? No lo sabía, pero sin duda alguna iba a aprovechar ese momento para investigar todo sobre ese sujeto.

 

Al recobrar finalmente la conciencia, se dio por enterado de la nueva posición del otro, que no pudo ser otras más que frente a él. ¿En qué momento había tomado una silla y la había colocado justo delante de él? ¡Malditas divagaciones!

 

—¿Quieres comenzar? —sus pálidos brazos se recostaron cruzados del espaldar de la silla, pues se había sentado como quién diría «al revés», con su frente en el espaldar, y su espalda al aire. Todo para mantenerse cómodo mientras pensaba destruir al pelirrojo con preguntas. Y quién quita que retos estúpidos también.

 

—No, prefiero que lo hagas tú —su voz sonó quebrada, se podría decir que hasta tímida. Cualquiera que le fuese escuchado, diría que estaba asustado. ¿Acaso lo estaba?

 

—Bien —contestó, sonriendo en su fuero interno, esa era la primera victoria—. ¿Verdad o penitencia? Cabe destacar que si no respondes, tendrás que hacer una penitencia.

 

—Sí, sí. Lo sé. Elijo verdad.

 

«Bingo.» Pensó para sus adentros. De seguir así, las cosas se le harían muy fáciles.

 

—¿Eres virgen? —así, sin anestesia, la pregunta fue lanzada dejando a un Gaara casi boquiabierto. ¿Ese tipo estaba de broma, o qué?

 

—No tengo por qué responder eso —rebatió, apenado por la respuesta. Si contestara, de seguro le tacharía de loco.

 

—¿No vas a contestar? Eso significaría una penitencia, ¿sabes? —no podía más que sonreír, las apenadas acciones del otro le hacían dudar si ese Gaara era el mismo que había conocido meses atrás.

 

—Es que yo… No lo sé, es algo muy personal —sus mejillas luchaban por sonrojarse, lo sabía. Pero no dejaría que eso sucediese, pues como macho que era, se le había enseñado que la vergüenza era para los débiles. Y lamentablemente, él se sentía débil en ese momento.

 

—¿Personal? ¿Eso quiere decir que jamás has follado… ó te han follado?

 

 

 

 

 

 

Recordaba ese momento con claridad. Con una claridad casi inhumana, e incluso la misma punzada de excitación que había sentido en ese entonces, le estaba atacando justo ahora; con solo recordarlo. ¿Había sido eso una insinuación?

 

Sí, sí que lo había sido.

 

 

 

 

 

 

 

—¿De qué hablas? —casi como un acto reflejo se había precipitado hacia atrás, la pregunta le tomó por sorpresa y no tenía idea de qué responder.

 

—Es eso, ¿no? Entonces sí eres virgen.

 

—¡Espera! Yo no…

 

—¿Lo eres o no? Gaara, la ciencia de esto es responder claramente, o realizar la penitencia. Decide, comienzo a estar aburrido.

 

—Yo… —por más que le había molestado eso, debía aceptar que se estaba comportando como un verdadero idiota. ¡Era solo una jodida pregunta! A la que no tenía respuesta…

 

—¿Tú?

 

—Aceptaré la penitencia que me propongas.

 

Bingo.

 

Sí, sin duda Gaara se la estaba poniendo muy fácil.

 

—Bien. Tu penitencia será —mientras hablaba, se había levantado, posándose frente al pelirrojo mientras se desabotonaba la camisa, muy sugerentemente—, lamer. De aquí —señaló su pecho—, aquí —finalizó apuntando a su bajo vientre.

 

Los ojos de Gaara estaban en su máxima expresión de incredulidad. ¿Acaso pretendía que ‘él’ iba a hacer algo como eso? No es como si ese abdomen fuese casi perfecto, no. Tampoco es como si sintiese una punzada de envidia al ver ese perfectamente esculpido cuerpo, no, tampoco. El hecho de que su cuerpo propio siguiese igual a como estaba a sus once años, tenía absolutamente nada que ver son su situación actual.

 

—¿Y bien? —insistió el moreno, abriendo cada vez más su camisa.

 

¡¿Pero qué demonios?! ¡Él era Sabaku No Gaara, por Dios! Tenía años sometiéndose a las peticiones estúpidas de sus familiares y superiores, ¡eso significaba nada! Era solo una lamida. Solo eso.

 

Haciendo uso de su masculinidad —que justo ahora se encontraba en duda por su parte— se levantó de su asiento, colocando sus frías manos dentro de la camisa del mayor, aferrándose a su cintura, haciendo estremecer al otro por la diferencia de temperatura entre ambas pieles. Aspiró y suspiró hondamente, repitiéndose en su interior que solo era una lamida, y cuando estuvo preparado psicológicamente, miró a su receptor directo a los ojos.

 

El moreno sintió una chispa explotar en sus adentros al sentir la lengua de Gaara, tan suave y firme recorrerle desde su vientre, hasta el pecho. Lo había hecho a su modo, pero no le disgustaba en absoluto. No mientras tuviese esos ojos mirándole fijamente todo el rato.

 

De seguir así, terminaría por armar un campamento entero en ese sitio.

 

Una vez finalizado, el pelirrojo pasó el dorso de su ahora temblorosa mano por sus belfos, no tenía nada que limpiar pero había un sabor un tanto peculiar en su boca que le desconcertó. Y con una mirada, se lo hizo saber al otro.

 

—Perfume saborizado. Es una novedad única de mi persona, ¿te gustó el sabor? Es lima —aportó burlesco, pero intentando ocultar lo mucho que le había gustado esa situación.

 

—Sabe bien —rebatió el pelirrojo, sin rastros de timidez o vergüenza, cosa decepcionante, en realidad—. Es mi turno. ¿Verdad o penitencia?

 

—Verdad —respondió, sentándose de nuevo pero sin abrochar aún su camisa—. Vamos, lanza una buena.

 

—¿Qué relación tienes con Sai? ¿Qué pasó entre ustedes?

 

—Espera, espera. Esas son dos preguntas y realmente no tengo ganas de responderlas. Elijo una penitencia.

 

—Bien —cruzó de nuevo los brazos—, tu penitencia será decirme qué sucedió entre ustedes.

 

Touché.

 

—¿Es en serio? ¿Por qué te interesa tanto? —dijo al ver la afirmación del otro.

 

—Asuntos personales. ¿Qué sucedió entre ustedes dos? ¿Y por qué Sakura y Naruto te detestan?

 

—Oye, esas son dos preguntas.

 

—En realidad son tres —corrigió el pelirrojo, frunciendo el ceño.

 

—Sí, sí, sí. Como digas. Solo tengo que contestar una.

 

—Pero…

 

—Pero —interrumpió el moreno— te las responderé todas si cumples una pequeña penitencia para mí.

 

—¿Penitencia? Pero se supone que tú…

 

—Lo sé —interrumpió de nuevo—. Pero es un trato justo, tu muestras mucho interés por ello, y yo por lo que te pediré. Así que, ¿aceptas?

 

—Bien. Acepto.

 

—Perfecto —sonrió—. Ven —extendió su mano—, acércate. El pelirrojo aceptó esa mano, no sin antes dudar de ella, y siguió al moreno hasta la ventana del lugar. Estaba cerrada, pero sus vidrios transparentes le daban una perfecta visión del jardín, donde habían algunos alumnos hablando. Fuese gritado por auxilio, pero gritar no era su fuerte. Y dudaba seriamente que le escuchasen con todo el volumen que la música poseía.

 

—¿Qué quieres? —preguntó desconfiado, cuando el mayor le hizo quedar con la espalda pegada a la pared.

 

—Un beso. Eso es lo que quiero.

 

Posó sus brazos a los lados de la pelirroja cabeza, y sin darle tiempo a réplicas tomó entre los propios los suaves y delgados labios de Gaara. Quién, cabe destacar, estaba más que perplejo.

 

—¿Qué se supone que acabas de hacer? —preguntó el menor una vez el contacto se hubo deshecho. Fue corto, y para nada romántico.

 

—Te besé. ¿No es obvio? —se mantuvo en la misma posición, mirando al de ojos verdes con una media sonrisa en los labios.

 

—¿Por qué me besaste? ¿Acaso eres gay?

 

—No, no soy gay.

 

—Pero me acabas de besar —acotó, aún nervioso y levantando un poco el tono de su voz—. ¡Y yo soy un hombre!

 

El moreno sonrió antes deposar de nuevo sus labios sobre los contrarios. No obtuvo resistencia, pero tampoco una respuesta. Hizo una presión mayor, y terminó por separarse.

 

—No soy gay, no me gustan los hombres —respondió serio, acercándose al blanquecino oído contrario—. Me gustas tú, Gaara.

 

 

 

 

Se estremeció al recordar aquellas palabras, un escalofrío recorrió su espalda, y sintió de nuevo esa punzada en sus zonas bajas. Sasuke le había sorprendido, y de una manera bastante impensable. Pensaba que el moreno le tenía cierto coraje y por ello siempre buscaba la manera de molestarle. Pero no, resultó ser lo contrario. Y recordar como había tomado su rostro entre sus manos mientras profundizaba aquel beso, solo le recalcaba más esa sensación en su cuerpo.

 

Se estaba excitando.

 

Recordaba claramente cada beso que recibió, y no dudó en pasar sus dedos por sus labios, buscando rememorar la calidez de la boca del Uchiha. Se estaba sintiendo como un idiota, pero un idiota excitado.

 

 

 

 

 

—Me gustas, Gaara —repetía en cada intervalo que se producía entre los besos, y la recuperación del aire perdido—. Me atraes de una manera muy salvaje enano, deberías saberlo.

 

Gaara no respondió nada, se limitaba a corresponder los besos, intentando descifrar si lo que estaba viviendo era realidad, o solo otra divagación más. Un mordisco por parte del otro le hizo saber que no era su imaginación, de verdad le estaba besando.

 

—Y sí, mi nombre es Sasuke Uchiha. El mismo Sasuke al que tus amigos odian, al que los demás admiran —continuó, aferrándose más al cuello del pelirrojo—.

 

No solo le estaban besando, de verdad le besaban. De verdad Sasuke Uchiha le besaba.

 

¡¿Cómo demonios había pasado eso?!

 

Se sorprendió a sí mismo colando sus manos entre la camisa ya abierta de Sasuke y al tocar los erectos pezones, un corrientazo dejó en libertad la voluntad y el deseo de Shukaku. La conciencia de Gaara se había esfumado una vez más.

 

—Gaara... —pasaba su nariz entre sus rojizos cabellos, y sus manos entre sus ropajes. Sabía que eso sucedería, después de todo él era Sasuke Uchiha, y nadie se le negaba. Nadie. Sin embargo, no pensó que el pelirrojo fuese a ceder tan rápido, y eso le hizo preguntarse qué tanto sabría el menor sobre el sexo—. ¿Eres virgen? —indagó de nuevo, pasando sus manos ahora por el trasero del pelirrojo.

 

—No me has respondido, Uchiha. ¿Por qué te odian?

 

—La razón…  Es bastante simple —contestó, besando su oído, cambiando a pequeñas mordidas cada cierto tiempo—, ¿quieres saber? Sai perdió su oportunidad de una beca en estudios de arte, y fue castigado con repetir el curso al ser acusado de destruir el salón de artes… Todos piensan que fui yo, al verme junto a él Gaara —sus manos se aferraron aún más, si es que era posible, de la retaguardia del pelirrojo—, pero no es cierto. Yo no lo hice —finalizó besando de nuevo los labios del menor.

 

Las palabras del moreno pasaron de largo el cerebro del pelirrojo, estaba seguro que estaba hablando, pero cuando comenzó a besarle y lamerle el cuello, su sentido común dejó de funcionar. Cada lamida significaba una barrita menos en el raciocinio del menor. En el raciocinio de Shukaku.

 

—Debo advertirte —espetó el pelirrojo, arrodillándose frente al moreno a medida que daba besos en cada extensión de cuerpo que pasaba frente a su nariz—. Gaara sufre de personalidad Disociativa…

 

—¿Gaara? ¿Qué…? ¡Maldición!

 

Los dientes del pelirrojo, después de hacer una rápida inspección con su nariz, se habían aferrado al miembro del moreno por sobre su pantalón; cortando así todo resquicio de quejas por parte de él.

 

—Gaara…

 

—Hoy no —dijo, subiendo de nuevo para besar los labios contrarios—. Hoy no recibirás esto de mí, Sasuke. Pero yo… Yo quiero recibir algo de ti.

 

Rodeó el cuello del Uchiha con sus brazos y le miró con una mezcla de súplica y picardía, algo que jamás mostraría el «verdadero» Sabaku.

 

Sasuke, ni corto ni perezoso tomó de nuevo los labios de Gaara en un intenso beso que duró lo suficiente para dejarlos a ambos jadeando por aire.

 

—Gaara, date vuelta…

 

 

 

 

Notas finales:

Bueno, no les voy a mentir mucho. Me tardé en extremo para actualizar de nuevo, pero en parte es porque no tenía de donde escribir y además estuve de viaje y toda la cosa.

 

Espero que no me quieran matar xD

 

Besitos~<3


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