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Gakuen Life por Glax Trancy

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Notas del capitulo:

Las escenas a veces hablarán de un personaje y a veces de otro. Espero no se confundan.

 

 

 

 

 

 

Sai

 

 

 

 

 

 

 

De una cosa estaba totalmente seguro al colocar su mano en el pomo de la puerta, y eso era que no sabía con claridad qué haría al momento de verle a los ojos. Pero había algo, algo siniestro que le detenía de hacer lo que iba a hacer a continuación. Fuese lo que fuese.

 

¡Joder! ¿Por qué a él? ¿No podía pasarle al vecino, (al que por cierto le tenía mañas) o al idiota de su hermano, al contrario? Así podría haberse burlado él de su hermano, y no al caso contrario. Pero no, al parecer la suerte se estaba convirtiendo en una perra mañosa que se negaba a sonreírle tan siquiera una vez en ese puto día. ¿Qué? ¿Acaso tenía que enterarse hasta el señor de los helados, que salió de su larga ducha con una enorme erección?

 

Sí, definitivamente la suerte era una perra.

 

Cambiando su gesto enfadado, por el monótono serio de siempre, se decidió a esconder bien su miembro entre sus ropajes, y se dirigió a atender al susodicho invitado que inoportunamente le hizo salir de su ensoñación erótica. Tenía vagas sospechas de quién podría ser, pero la verdad es que deseaba que no fuese él. ¿Por qué? Pues simple, no quería dar explicaciones sobre algo que ni él mismo estaba seguro de qué era.

 

—Gaara, al fin bajas. Éste chico te ha estado esperando —acotó Temari, con el entrecejo fruncido. Cosa muy rara en ella, por cierto.

—Lo siento, estaba un poco ocupado —dirigió su mirada de su hermana a Kankuro, quién le veía con un deje de burla y otro tanto de complicidad. Y por último, miró a Sai.

 

Le parecía extraño, estaba serio como nunca y él se sintió responsable por ello.

 

—Gaara —listo, sin honoríficos ridículos ni formalidades. Sin duda, Sai tenía algo—, ¿podemos hablar?

—Yo les dejo —dijo Temari, levantándose de su sitio, arrastrando a Kankuro con ella—. Fue un placer, Sai.

 

El moreno asintió, y una vez ambos se quedaron solos en aquel lugar, no hubo más que un silencio incómodo por parte de los dos. Gaara tenía la vista posada en otro lugar, mientras la de Sai se posaba únicamente en él. Ninguno de los dos hablaba, pero ambos sabían por igual que necesitaban decir algo. El primero en romper aquel silencio, fue el pelirrojo.

 

—Sai, lamento haberme ido sin decir nada. Me surgió una urgencia —mintió.

—No importa —replicó el otro—. ¿Adónde fuiste? Sakura y todos te buscamos.

 

Repentinamente, Gaara recordó el por qué se había quedado encerrado con el Uchiha. ¿Sai sabría algo al respecto? Y de ser así, ¿por qué se hacía el tonto? Estaba más que claro que todos sabían sobre el plan de escarmentar a Sasuke.

 

—¿No lo sabes? —preguntó, casual, como quién no quiere.

—No. De todos modos, no creo que debamos hablar aquí. ¿Quieres acompañarme?

—¿Adónde? —arqueó el espacio destinado a su ceja, cruzando los brazos en el trayecto.

—Por ahí. Hay algo de lo que debo hablarte.

 

Asintió de nuevo, levantándose de su lugar. Miró sus ropajes, eran no más que una simple pijama color vino. Y aunque a él le daba igual lo que la gente pensaba al verle, dudaba, no, estaba más que seguro de que Temari no le dejaría salir así. Miró a Sai, y luego las escaleras hasta la planta superior. El moreno pareció entender el mensaje y se levantó poco después para seguirle. Gaara anunció que se cambiaría, y a diferencia de lo que había pensado, Sai no soló le siguió escaleras arriba ignorándole, sino que que también entró cual perro por su casa a la habitación del menor, mirando hasta el último rincón de ese lugar.

 

—Me cambiaré y podremos irnos.

 

Vale, que no debería andar con rodeos, que debió echarle propiamente para poder cambiarse a gusto y sin tener que sentir la profunda mirada de Sai en su espalda, desnudándole más, si era posible. En un intento nulo de recobrar su valor, se giró quedando frente a frente del moreno, con la camisa negra que recién había sacado del closet a medio poner. Sai frunció el ceño.

—Parece que te divertiste con los Vampiros —exclamó, mientras Gaara tan rápido como pudo, colocó su mano en la mordida que había dejado Sasuke la noche anterior. La había olvidado por completo, ni siquiera la sentía. Pero al posar su mano sobre ella, sintiendo la mirada del mayor sobre él, la sentía arder más que en el momento en que fue hecha.

—Sólo fue un juego —terminó de colocarse la camisa y tomó su pantalón antes de adentrarse al cuarto de baño.

—No sabía que te gustaba jugar —puntualizó Sai, antes de que él cerrara la puerta.

 

¿Qué diablos había sido eso? Sonaba como un reproche, pero uno soltado con picardía. ¿Acaso de verdad fue un reproche? Ya había escuchado ese tonito antes, cuando estaba saliendo con Matsuri. Ahora que lo pensaba, ella había sido su única novia mientras estuvo en Suna, y seguía siendo la única aún ahora que estaba en Konoha. Con ella experimentó el amor, en un sentido bastante figurado, claro. El amor de ella por él, los celos, igualmente de ella hacia él. Y el sexo. Sí, porque Gaara perdió su ya no tan preciada virginidad con esa chica. Y no se arrepentía, pero tampoco le gustaría repetirlo.

 

«Aunque no me molestaría repetir lo de anoche.» Se encontró pensando, y a diferencia de lo que le gustaría admitir, sí tenía deseos de repetirlo. Pero no estaba seguro si deseaba hacerlo con Sasuke de nuevo. Claro, a él le había entregado su virginidad posterior, así que sería mejor hablar con él antes de deliberar si deseaba repetir con él o no.

 

¡Joder! Sí que podía perder el tiempo.

 

Terminó de vestirse, y salió finalmente de ese sofocante lugar. Encontró a Sai sentado en su cama con ambas manos cruzadas y entre sus piernas. Estaba encorvado y jugaba con sus pulgares mirando a la puerta. De no conocerlo, diría que estaba nervioso.

—Estoy listo —Sai pareció sobresaltarse y se levantó de un salto.

—Bien, vamos.

 

Ambos salieron sin hacer mucho ruido, y comenzaron a caminar hacia un rumbo que a Gaara, se le hacía desconocido. Hicieron uso del transporte público hasta llegar a un conjunto de residencias bastante apartado. Todo el trayecto lo hicieron en silencio. Sai parecía no tener nada para decir, y Gaara no sabía de qué podía hablarle al moreno. Cuando bajaron del vehículo, caminaron por una calle bastante solitaria, pero hermosa. Hasta que por fin llegaron. Una enorme casa con aspecto abandonado se mostraba ante los ojos de Gaara, quién pensaba que Sai había perdido la cabeza, y quizá intentaría asesinarle. ¿Quién sabe?

 

El moreno extrajo unas llaves de su bolsillo y con extrema lentitud abrió aquella enorme puerta de madera.

 

—Llegamos —dijo, mirando al taheño de reojo— éste es mí hogar.

 

Gaara miró a su alrededor, estaba impresionado. Aquella casa era enorme por dentro, ignorando los lienzos regados en su extensión, aquel lugar tenía un aspecto prolijo. Muy ordenado, demasiado diría él. Incluso tenía un aroma a frutas que aunque se mezclaba con el olor de las pinturas, seguía siendo agradable.

 

Observó con cierto regocijo como las facciones de Gaara adquirían un brillo especial al mirar sus pinturas. Siempre supo que Gaara se sentía atraído hacia él. Al menos en la forma en que pintaba, claro. No había día que el pintara sin tener la mirada aguamarina fija en su persona. Estaba consciente de que fuese cual fuese la trayectoria de su pincel, las hermosas orbes de Gaara siempre le seguirían. Y necesitaba saber por qué. Necesitaba averiguar cuál era el sentimiento específico que el pelirrojo sentía por él. Sabía que había uno, y a pesar de leer sobre ellos, aún no estaba seguro de cuál era. Pero sabía que había uno.

 

Le guió hasta la sala, tenía pequeños sofás rodeando una pequeña mesa de té de la cual se sentía bastante orgulloso. Ofreció algo de tomar, y finalmente se sentó frente al pelirrojo. A pesar de haber estado practicando con Sakura, no tenía idea de cómo comenzar.

 

Iba a abrir la boca, cuando las palabras del pelirrojo le detuvieron.

 

—Anoche... ¿Lograron atrapar al bastardo? —Pensaba atacar, pero prefirió darle el beneficio de la duda. Después de todo, nunca tuvo razones para desconfiar de Sai.

—No. Al parecer se fue luego o antes que tú. Poco luego de que fueras con él, me topé con Juugo, Karin y el otro. Iban solos, riéndose. Probablemente de alguien. Luego escuché que dejaron a alguien encerrado y supuse que había sido una broma pesada. Lo extraño, es que el bastardo de Sasuke no participó.

—Espera —dijo, atando todos los cabos sueltos—, ¿dónde les viste?

—En el segundo piso. Estaban fuera del salón de ciencias.

—Ese maldito —murmuró el pelirrojo, se sentía como un imbécil. Ahora sabía por qué Sasuke supo dónde estaba y cómo abrir aquella puerta.

—Gaara, la verdad no quiero hablar sobre ellos. Hay... hay algo que quiero decirte —dijo, mirando fijamente los orbes de aquel chico pelirrojo.

—También yo —dijo Gaara—. Es importante... creo.

—¿Qué es? —Sai le miraba curioso, y también un poco emocionado. Sonrió de expectación, pero su sonrisa se borró de inmediato al oír la confesión que Gaara tenía para él.

—Anoche, cuando les viste, sí dejaron a alguien encerrado. Ese alguien fui yo —los ojos del moreno se abrieron con sorpresa y cuando estuvo a punto de replicar Gaara le interrumpió—. Y Sasuke. Nos encerraron a ambos y luego... luego yo... yo me acosté con él —esperó impaciente la reacción de Sai, que le miraba con un gesto difícil de descifrar—. Significa que tuvimos sexo, Sai. Y yo...

—Sé lo que significa —le interrumpió, agachando la mirada. Apretó con fuerza el sofá y se quedó en silencio por un rato.

—Sai yo...

—No —interrumpió de nuevo—. No necesitas explicar nada. Por favor, vete. Tengo cosas que hacer y necesito estar solo.

 

Gaara asintió, y sin resistirse abandonó el lugar. Sai deseaba lo contrario, deseaba que Gaara no se marchara, y en cambio le dijese que era una broma de mal gusto. Sentía esa horrible opresión en su pecho de la que había leído antes, y no estaba seguro si era decepción o tristeza lo que sentía.

 

Pero se sentía fatal. Por eso el hombre que lo adoptó le dijo aquellas cosas. Los sentimientos sólo eran una pérdida de tiempo, algo que dañaba únicamente. Deseó con todo su corazón haberle hecho caso.

 

No era culpa de Gaara, él lo sabía. Ellos no eran más que amigos, y el pelirrojo tenía todo el derecho de hacer eso con quien quisiese. Pero aún así, dolía. Tomó su teléfono celular entre sus manos, y marcó el número de la única persona que podría aconsejarle en ese momento.

 

Esperó sentado en su sillón hasta que el timbre de su casa sonó. Se levantó desganado y apenas abrió, recibió un enorme abrazo.

 

—¡Sai! ¿Te encuentras bien? —El moreno alzó una ceja, mirando reprobatoriamente a su amigo quién sólo se encogió de hombros.

—Lo siento Sai, pero Sakura escuchó e insistió en venir. Pero en fin, ¿estás bien? Sonabas devastado.

—Lo estoy. Mi pecho... No dejo de sentir esta horrible opresión en él.

—¿Qué sucedió? —preguntó la pelirrosa sentándose donde tiempo atrás, lo estaba el pelirrojo.

—Gaara... él se acostó con el bastardo Uchiha.

 

Naruto y Sakura se miraron a los ojos, y Sakura cubrió la boca del rubio antes de que éste pudiese gritar.

 

—¿Cómo lo sabes?

—Él me lo dijo. Justo cuando pensaba confesar mis sentimientos hacia él —y de nuevo, Sakura tuvo que hacer presión sobre los labios de su novio, pues éste no salía de su asombro. Sakura sorbió aire, y le miró con compasión.

—Joder, que fuerte... ¿Te dijo por qué lo hizo?

—Sí, pero no quiero hablar sobre ello.

 

Y por primera vez, desde que le conocían, Naruto y Sakura observaron al frío e inexpresivo Sai; llorar.

 

Tenía un gran nudo en su garganta, la opresión en su pecho sólo se volvía más fuerte cada vez, y algo húmedo recorría sus mejillas. ¿Así se sentía llorar?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Gaara caminó por largo rato desde que salió de la casa de Sai. ¿Por qué había reaccionado así? ¿Acaso no tenía algo importante de que hablarle? ¿No era esa la razón de haberle llevado hasta su casa?

 

Recordó las pinturas de Sai, el cómo le gustaba observarle mientras éste maniobraba el pincel. Y en lo feo que se sintió cuando lo echó de su casa. La opresión en su pecho se amplificó, y fue cuando se dio cuenta de algo.

 

Tenía que solucionar todo eso.

 

Llegó a su casa, directo a su habitación y no salió más hasta el día siguiente. Como era domingo, no tenía nada que hacer. Así que pasó el día ideando lo que haría. Temari le preguntó varias veces qué le sucedía, pues tenía cara de espanto. Sin embargo, él no dijo nada. Sólo dedicó el resto de su día a dormir y descansar su mente. Mañana sería un largo día.

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Abrió sus ojos con pereza, sentía el cuerpo pesado y necesitaba aclarar sus ideas. Era lunes, por lo que debía ir a clases y aunque le dolía la cabeza por haber llorado tanto, se sintió feliz de saber que de verdad, el no estaba vacío como Danzo le había dicho alguna vez. Podía sentir. Y todo gracias a ese pelirrojo hermoso.

 

Definitivamente, arreglaría las cosas. Si Gaara tenía algo que decir, le escucharía. Y si todo salía bien, se encargaría de comprarle el bol más grande de Ramen que encontrara a Naruto. Y flores a la frentona.

 

Pintó de nuevo aquellos ojos en un lienzo en blanco, y se dirigió a la cocina. Luego de comer, vestirse y prepararse mentalmente, Sai salió de su casa con su típica sonrisa en el rostro.

 

Gaara suspiró resignado, Temari insistió en llevarlo y él se sentía como un crío por ello. Llevaba la música en su reproductor a todo volumen e iba haciendo figuras inentendibles con su arena moldeable de colores. Estaba ansioso.

 

Pasó las primeras horas de clase sintiendo las punzantes miradas de Sakura y Naruto en su persona, ignorando les totalmente. Esperó por Sai, pero éste nunca llegó. No sabía por qué de repente sentía la necesidad de explicarle todo, pero lo haría. Debía explicarlo, pero antes, hablaría con Sasuke.

 

Lo encontró en la cafetería a la hora del almuerzo, rodeado por los idiotas de siempre. Sin dejarse intimidar, se acercó a ellos con una expresión bastante seria. Al llegar, el chico de cabellos blancos (no recordaba su nombre) le divisó y primero y habló con tono burlesco.

 

—Eh, Sasu, mira lo que tenemos aquí —y una vez todos se dieron cuenta dr su presencia, comenzaron a reír. Todos menos Sasuke.

—Necesito hablar contigo —dijo, haciendo caso omiso de los otros.

—¿De qué? No tengo tiempo para hablar contigo.

—Es importante —apuntó.

—¿Qué quieres?

—Es sobre anoche...

—Escucha, Gaara —se levantó de su asiento, acercándose al menor, inclinándose para hablarle al oído—. Lo que pasó anoche, fue porque quería echar un polvo y sabía que no te opondrías. Fuiste un blanco fácil —se alejó un poco para mirarle de arriba abajo y sonrió—, y uno con un buen culo. Así que te agradezco, no te hagas ilusiones. Sólo fuiste mi putita de turno.

 

Y se alejó sonriendo, todos habían escuchado la última parte y antes de empezar a sentirse más idiota, Gaara le propinó un buen golpe a puño cerrado, que terminó por romperle la nariz al moreno. Todos se quedaron asombrados, y Gaara luego de vaciar el contenido de un vaso que encontró sobre la mesa, en todo el cuerpo, se retiró más enojado que cualquier otro día.

 

¡A la mierda el Uchiha!

 

Entró al baño para lavarse el rostro, sentía sus ojos arder y no quería llorar. No por algo tan mínimo. Las palabras dichas por la boca de Sasuke no le dolieron, fueron las palabras en sí lo que le afectaba. Todo se estaba repitiendo.

 

Enjuagó su cara y al buscar las toallas de papel para secarse, sintió unos brazos rodearle.

 

«Como aquella vez.» Pensó luego de mirar de quién se trataba.

 

—Gaara... No me importa lo que haya pasado ese día —dijo, abrazando al menor por la cintura, escondiendo su rostro en la espalda del pelirrojo—, yo te quiero —espetó, aferrándose más al pequeño cuerpo entre sus brazos—. Te quiero desde que me miraste por la ventana aquella vez. Desde que me golpeaste en el baño... Desde que te conocí. Me gustas, Gaa-chan. Me gustas mucho.

 

Gaara sintió sus mejillas arder. Estaba tan confundido, y esa penetrante voz en su oído sólo lograba confundirle más. Se sentía tonto, traicionado y humillado. Pero todo eso quedó en el olvido al escuchar las palabras de Sai. Cogió las manos del mayor entre las suyas, y cerró los ojos intentando darse un momento de paz. Quería responderle a Sai, pero sabía que estaría mintiendo. Y él no se lo merecía. Así que optó por abrazarle, hasta que la campana que indicaba el fin del receso sonó. Levantó la mirada, y le dedicó por vez primera una tierna sonrisa.

 

Del otro lado de la puerta, Sasuke se alejó como si la madera le quemase. Había escuchado todo, y a empujones se abrió paso entre los demás para salir de ese lugar lo más pronto posible.

 

O terminaría asesinando a alguien.

 

 

 

 

Notas finales:

¡He vuelto! Y no me tarde , eh? Milagro. Para aclarar algunas dudas si es que las hay, en este fic ya han pasado varios meses desde quebGaara llegó a Konoha. La relación entre él y Sai ya esta bastante crecida.

 

Por otro lado, quería contarles que me quedé sin pc por lo que ando actualizando desde mi celular. Si encuentran algún error, no duden en decirme

 Ya que mi "teléfono inteligente" tiende a cambiar me las palabras. 

 

Y bueno, ya saben cualquier cosa que necesiten saber, decir o preguntar, será bienvenida en un Review.

 

(Para las dos ultimas chicas que me dejaron review, si los leí y no es que no quiera responderles. Pero mi celular no me deja responder reviews, pero prometo lo haré pronto. Así que muchas gracias por su apoyo, se les quiere<3)


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