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En la puta vida... por eggy33

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Jamie se despertó lentamente, estaba en una superficie mullida y cálida y se sentía maravillosamente descansado. No guardaba remordimiento alguno con respecto a lo que le había dicho a Bill la otra noche, se sentía aliviado y feliz. Levantó la cabeza y miró a su alrededor dándose cuenta que se encontraba acostado en el sofá de Bill, supuso que el mayor debía de haberlo puesto allí en la noche.

-¿Quieres desayunar?-preguntó Bill asomando su cabeza desde la cocina. Estaba algo más ojeroso de lo usual pero su aspecto no resultaba tan resacoso como podría esperarse. Jamie se sintió aliviado de encontrar al Bill de siempre: enérgico, práctico, funcional y amable; en lugar del borracho depresivo y la bestia lujuriosa que había conocido los últimos dos días.

-Claro-dijo Jamie levantándose del sofá mientras sentía su estómago gruñir de felicidad. Tomó asiento en la mesa de la cocina mientras Bill le servía huevos, tocino y tostadas.

-¿Quieres té, leche o chocolate caliente?-preguntó Bill mientras se servía a una taza de café negro de aroma intenso.

-Café está bien-dijo Jamie mientras empezaba a atacar el plato de comida con las manos.

-El café no es para niños-sentenció Bill resuelto mientras le colocaba una taza de leche frente al rubio.-Tómatela a ver si creces unos centímetros.

Jamie hizo un puchero al ver la taza de leche tibia, detestaba que lo hicieran sentir como un niño, sobre todo cuando se mencionaba su escasa estatura. Pero por un lado se alegró de que todo pareciera haber vuelto a la normalidad, como si esos dos últimos días pudiesen borrarse de un manotazo. Jamie le había dicho a Bill que estaba bien si hacían esa clase de cosas, pero ahora Jamie se preguntaba si Bill tomaría en serio sus palabras. Quizás se irían a la cama después de desayunar, siguió pensando Jamie mientras enrojecía.

-Come eso rápido-dijo Bill mientras ponía su plato vacío en el fregadero.

Jamie se sobresaltó, al parecer el mayor sí planeaba llevárselo a la cama después del desayuno y tomarle la palabra a Jamie. El rubio sintió como las piernas le temblaban mientras recordaba a su espeluznante abuelo Craig contándole cómo los aztecas alimentaban lujosamente a sus sacrificios humanos antes de arrancarles el corazón frente a una multitud de creyentes.

Si hubiese tenido menos hambre le habría costado tragar y habría desistido, pero estaba demasiado famélico como para rechazar una comida sabrosa y contundente. Jamie siguió comiendo mientras intentaba mentalizarse para lo que vendría: en primer lugar Bill lo dejaría completamente desnudo, después empezaría a dejar todas esas marcas raras sobre su piel, quizás después haría esa cosa con su boca (Jamie sabía que se llamaba mamada gracias a las viejas revistas porno que circulaban entre sus compañeros de clase) y después de seguro vendría la parte dolorosa, esa en la que tenía que abrir las piernas mientras Bill parecía romperlo por dentro. Jamie se estremeció de solo pensar en ello pero se dijo que sería valiente, se lo había prometido a Bill.

-Ya terminé-dijo Jamie sintiendo el estómago revuelto mientras le tendía el plato vacío al mayor. Bill dejó el plato en el fregadero mientras le echaba una rápida mirada al reloj de la pared.

-Te llevo a la escuela-dijo Bill mientras se ponía su chaqueta apresuradamente.

-¿Ah?-dijo el rubio desconcertado.

-Apúrate, me queda de camino al trabajo pero si no te mueves los dos vamos a llegar tarde-le apremió el mayor mientras salía de la casa. Jamie respiró aliviado mientras se echaba la chaqueta por encima y salía de la casa para meterse en la vieja camioneta de Bill.

-Pareces muy feliz-observó el mayor mientras ponía la radio.

-Es que es la primera vez que alguien me lleva a la escuela-dijo Jamie alegremente mientras balanceaba los pies en el asiento. En parte aquello era verdad porque su padre ni siquiera tenía auto.

-Ponte el cinturón-dijo Bill serio mientras mantenía los ojos fijos en la carretera, se obligaba a controlarse con todas sus fuerzas pero a veces el rubio se pasaba de lindo.

 

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El día transcurrió con normalidad, Bill pasó casi todo el día haciendo reparaciones eléctricas en una pequeña oficina del centro. El mayor intentaba compensar los dos días que había estado sin trabajar esforzándose el doble de lo normal. Mientras manipulaba los circuitos pensaba en lo que Jamie le había dicho la noche anterior, pero aunque el rubio le había dado su consentimiento explícito para acostarse con él Bill todavía dudaba en presionarlo. Sabía que le había hecho un daño terrible, y posiblemente traumático, al menor y por nada del mundo quería repetir la experiencia.

Quizás debería esperar unos años hasta que el chico fuera más maduro, o directamente olvidarse de él y de su cuerpo. Pero eso habría sido igual de cruel, sobre todo porque Jamie le había suplicado que no lo abandonara. Y es que Jamie ya había pasado por demasiado, ya había sido abandonado por suficientes personas. Era solo un niño y sin embargo había pasado por más penurias que la media de los adultos.

Bill no sabía qué hacer: quería que Jamie fuera feliz, pero tampoco podía negar que deseaba acostarse con el rubio como nunca antes lo había deseado con otra persona. Porque Bill nunca había sido un loco sexual obsesionado por el deseo y el placer, siempre había sido un amante moderado que podía vivir sin sexo de forma cuerda. Pero Jamie lo convertía en otra persona, cada vez que lo veía sentía el calor recorrer su cuerpo, era adicto a su olor, al tacto de su piel, a sus roncos y quedos gemidos, a la estrechez de su entrada, a la suavidad de sus muslos…estaba obsesionado.

Bill decidió que no lo presionaría, que sería bueno con él y esperaría a que algún día el chico pudiese corresponderle. Pero no sabría cuánto sería capaz de esperar: una semana se le antojaba una eternidad y el menor podía tardar meses en aceptarlo, si es que alguna vez lo hacía. Pero Bill decidió mantener el plan todo lo posible y rezar por que funcionara.

Terminó en la oficina y se fue a trabajar a casa de la señora Connors quien había vuelto  intentar arreglar sus tuberías por su cuenta. Al entrar en la pequeña casita de ladrillo fue golpeado por la visión de un montón de decoración navideña que titilaba festivamente por todo el salón.

La señora Connors lo invitó a tomar un té y Bill aceptó a sabiendas de lo sola que se encontraba la pobre viuda. La mujer le sirvió una taza y un plato con galletas en forma de árbol de navidad.

-Mis hijos vendrán mañana-le contó la anciana con el rostro iluminado de felicidad.-Ethan vendrá con los niños y Emily va a presentarnos a su novio…-siguió mientras Bill se limitaba a beber el té en silencio.-¿Y tú Bill con quién vas a pasar las fiestas?

-No suelo celebrar la navidad-dijo Bill algo incómodo con el tema.

-¿En serio?-dijo la mujer preocupada.-¿No tienes sobrinos o algo así? A los niños les encanta la navidad.

Bill se imaginó a Jamie devorando el pavo con las manos, dando vueltas alrededor del árbol y abriendo un regalo con los ojos llenos de dicha. La imagen hizo a Bill sonreír tontamente. Jamie no había mencionada nada de pasar las fiestas con su padre (tampoco era que le sorprendiera mucho) ni había hecho alusión a ello siendo que mañana era 24, Bill se preguntó si a Jamie le gustaría la navidad.

-Quizás lo pase con alguien-dijo Bill pensativo mientras terminaba la taza de té y se levantaba de la mesa.-Ahora vamos a ver esas cañerías.

 

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Jamie era uno de los pocos alumnos que habían asistido a la escuela, debido a que ya era casi navidad los chicos preferían quedarse en casa para prepararse para las fiestas. Nadie tenía una navidad demasiado lujosa, al menos no en la clase de Jamie, pero la mayoría tenía una familia con la que cenar pobremente esa noche y un árbol raquítico al que adornar. Jamie no tenía nada de eso, sabía de sobra que su padre pasaría la noche en el bar casi desierto con otros tipos sin familia, tal como lo había hecho los último ocho años.

Ese día el maestro ni siquiera se molestó en hacer como que daba clases, en lugar de eso reunieron a los escasos alumnos que habían ido a la escuela (veintitrés infelices en total) en un solo salón donde los encerraron con una televisión maltrecha y una pila de películas de navidad cristianas con las que entretenerse.

Jamie se dedicó a ganar algo de dinero jugando al póker con un par de chicos de su clase. Jamie había aprendido a jugar gracias a su padre, no porque Lars se hubiese molestado en traspasarle sus trucos, sino porque Jamie ya lo había visto perder suficientes veces en bares de mala muerte como para saber en qué fallaba. Mientras que su padre era un libro abierto que dejaba que sus emociones (principalmente la ira) le dominaran, Jamie tenía una habilidad asombrosa para hacer trampas de todas las formas y en todos los momentos del juego posible, y se requería de un jugador excepcionalmente avispado para que sus jugarretas fuesen descubiertas.

Jamie terminó el día con siete dólares en el bolsillo: una pequeña fortuna que podría llegar a durarle hasta un par de meses si la administraba con cuidado, y toda una hazaña tomando en cuenta que había entrado en el juego apostando la miserable suma de 37 centavos.

Salió de la escuela a paso inusualmente enérgico ante la perspectiva de poder ir directamente a casa de Bill a cenar algo bueno y poder pasar la noche allí sin tener que vérselas con su padre y su endemoniada depresión navideña. Pero también estaba nervioso, no podía evitar preguntarse de forma obsesiva cuándo se decidiría Bill a atacar, estaba permanentemente alerta y muerto de miedo. La energía inicial con la que había partido se fue desvaneciendo a medida que lo asaltaban las dudas, después de un rato Jamie no pudo evitar sentirse como un condenado caminando hacia la horca.

Le enojaba su miedo pero no podía hacer nada con aquello. Lo peor de todo era que lo que Bill le había hacho no era lo que lo había dejado más abatido, lo que de verdad parecía haber destrozado sus nervios hasta temblar al solo pensar en el tacto de un hombre era el incidente que había tenido con Torbay. Ese bastardo había logrado calar hondo en Jamie hasta el punto de convertirlo en una ratita asustada: él había sido Jamie Turner, el tipo al que nadie se atrevía a encarar solo, el tipo que había sacado la madre a más de un pobre desgraciado tanto en el hielo como fuera de él. Pero lo sucedido con Torbay le había arrebatado aquello. Antes Jamie no tenía miedo, si un tipo se acercaba Jamie creía que lo golpearía pero tenía la certeza de poder defenderse; pero ahora cuando un tipo se acercaba Jamie creía que le haría lo mismo que Torbay, y no tenía manera de defenderse de ello. Y eso lo emputecía hasta la medula.

Mientras pensaba todo aquello dio un rodeo por el bosque y terminó llegando a la casa de Bill ya entrada la noche, como de costumbre Jamie perdía la noción del tiempo entre el espesor de los árboles. Jamie entró en la casa sintiéndose invadido por el delicioso olor de la sopa de cebolla y el pan caliente.

-Vaya-dijo Bill al verlo entrar.-Es como si tuvieras una especie de sexto sentido o algo, pero siempre te las ingenias para llegar cuando la comida está casi lista.

-Hola-dijo Jamie mientras se sentaba en la mesa de la cocina y comenzaba a mordisquear un trozo de pan.

-¿Qué hiciste hoy en la escuela?-preguntó Bill. Siempre le hacía la misma pregunta aunque siempre recibía respuestas extrañas: Jamie era perfectamente capaz de recordar y narrarle como dos tipos se pelearon con navajas en el patio, pero parecía incapaz de recordar y explicarle de que había hablado el profesor.

-Hoy no tuvimos clases porque vinieron muy pocos-dijo Jamie con la boca llena.-Y sabes, por la fecha y eso-Bill se dio cuenta que era la primera alusión que Jamie hacía de las fiestas.-Así que nos quedamos viendo unas películas sobre el nacimiento de Jesús o algo así-el rubio tuvo buen cuidado en no mencionar el póker a sabiendas de que el mayor lo reprobaría.

-Debiste haberme dicho que no tenías clases en vez de dejarme que te obligara a ir-dijo Bill contrariado, se sentía inexplicablemente culpable.

-Oye-dijo Jamie captando el tono afligido del moreno.-No pasa nada, la verdad es que la película era realmente buena, sobre todo la parte en la que el tipo empezaba a liberar esclavos de todas partes y los metía en su ejército…

-¿Ejército?-dijo Bill extrañado saliendo de su aflicción. Después se llevó la mano a la cara mientras negaba con la cabeza.-Que nacimiento de Jesús ni que mierdas, estabas viendo Espartaco por dios santo.

-Bueno da lo mismo-dijo Jamie restándole importancia.-Los tipos llevaban como togas así que debían de ser como de la misma época ¿no?

-¿Y de qué época sería?-preguntó Bill cada vez más exasperado.

-No sé…-dijo Jamie dudoso mientras se rascaba la sucia nuca.-¿La Edad Media?

-Come en silencio ¿quieres?-dijo Bill mientras le servía un plato de sopa. El rubio podía ser una caso perdido a veces y a Bill le preocupaba que supiese más de diez formas ofensivas de decir imbécil pero probablemente no tuviera idea de en qué época vivía.

Jamie obedeció y ambos comieron en silencio, al terminar Jamie fregó los platos mientras Bill se fumaba un cigarrillo e intentaba explicarle que Jesús no era norteamericano.

-América fue recién descubierta en el siglo XV-dijo Bill con toda la paciencia que pudo reunir.

-¿Y quién nos descubrió?-preguntó Jamie sin saber por qué se habían estado escondiendo en primer lugar.

-Pues los europeos.

-Ósea que Jesús era europeo-dijo Jamie con resolución.

-No, técnicamente era asiático.

-¿Así como esos de ojos rasgados?-inquirió Jamie confuso.

-No, Asia es un continente muy grande. Viven muchos tipos de personas allí, los que tienen los ojos rasgados son de la parte más oriental.

-Ya, vale-dijo Jamie mientras apilaba el último plato y se secaba las manos con un paño.-Pero si Jesús es asiático como tú dices ¿Por qué siempre sale con el pelo claro y los ojos azules?

-Es la interpretación europea de Jesús-dijo Bill mientras apagaba el cigarrillo.

-¿Qué mierda significa interpración?-preguntó Jamie más desorientado que nunca.

-Es interpretación no  interpración-le corrigió Bill mientras se masajeaba las sienes con los dedos.-No importa, fin de la lección. Tengo demasiado sueño para esto.

-Sí-dijo Jamie alegre de haberse librado otra sesión de aprendizaje.-Yo también me muero de sueño.

-Bueno…-dijo Bill incómodo.-Yo dormiré en el sofá así tu puedes usar la cama…

-¿Eh?-le interrumpió Jamie.-¡Ni hablar! Esta es tu casa, yo duermo en el sofá, la noche anterior estuve bastante cómodo.

-Te va a dar frío si duermes aquí abajo-replicó Bill.

-Vale, pero no voy a dejarte ir al sofá en tu propia puta casa-dijo Jamie testarudo.-Durmamos juntos en la cama y ya está.

Jamie se sonrojó nada más terminar de decirlo, había hablado sin pensar, como de costumbre, y probablemente la había cagado. Solos Bill y él en la cama parecía el escenario perfecto para hacer esa clase de cosas. Bill también se quedó desconcertado pero ninguno de los dos quiso echarse atrás por lo que ambos terminaron acostándose juntos en la cama de Bill.

Bill se quedó con los ojos muy abiertos en la oscuridad preguntándose cómo se las arreglarían los dos para dormir un poco aquella noche. Sabía que no era el peor parado: Jamie debía de estar asustado y encogido y probablemente no pegaría ojo en la noche del nerviosismo. Después de darle muchas vueltas se incorporó en la cama y encendió la luz con la intención de aclararle a Jamie que no pensaba hacer nada raro con él.

Pero cuando la luz iluminó la habitación Bill se encontró con un Jamie repantigado descuidadamente entre las sabanas, tenía los ojos plácidamente cerrados, la respiración acompasada y un hilillo de baba escurriéndole de la comisura de la boca. Bill se preguntó cómo diablos era Jamie capaz de dormir en una situación como aquella ¿Es que acaso era inmune a la tensión sexual? ¿De verdad se trataba de un roedor rabioso con forma de humano?

Pero Bill tenía que admitir que, para ser un roedor, Jamie se veía tremendamente lindo. El mayor llevó una mano vacilante a los suaves cabellos rubios, delineó la línea de la suave mejilla con el dorso de la mano y terminó su recorrido en los labios los cuales rozó llenó de deseo con sus ásperos dedos.

Sintió como la erección se formaba dentro de sus pantalones y se odió por ello. Decidió aliviarse con la mano con el fin de atenuar su deseo y dejar al rubio en paz. Valiéndose de la vista del rubio dormido Bill comenzó un vaivén metódico arriba y abajo imaginándose  que su grande y fuerte mano era la cálida entrada del rubio.

Los roncos gruñidos de placer y el movimiento de la cama terminaron por despertar al rubio quien se puso como un tomate al ver la escena, no pudo evitar que se le escapara un sonido de sorpresa que llamó la atención del mayor el cual se apresuró a taparse con un cojín.

-Lo siento-dijo Bill cohibido sin saber dónde mirar. Se sentía como un adolescente sorprendido por su madre en plena faena. Jamie se quedó mirando el cojín fijamente con el ceño fruncido.

-Puedes quitártelo-dijo Jamie señalando el cojín.-No es como si nunca lo hubiese visto-Bill negó con la cabeza.-Además-dijo el rubio inclinándose sobre el mayor y arrancándole el cojín-ya te dije que estaba bien con hacer esta clase de cosas.

-No tienes por qué forzarte-dijo Bill mientras sentía como su autocontrol se derretía como mantequilla.

-No lo hago-dijo Jamie con determinación.-Ya te dije que estaba bien.

El rubio contempló la erección del mayor con la curiosa atención propia de los niños ante una especie extraña de insecto. Llevó sus manos al miembro y los sintió caliente y palpitante, lo acarició de arriba abajo con sus pequeñas manos sacándole un ronco gemido de placer a Bill, Jamie enrojeció mientras apresuraba el movimiento. Aunque el rubio se había masturbado montones de veces aquello era algo completamente distinto y no tenía ni idea de cómo manejarse. Como hipnotizado por los roncos sonidos de placer que Bill emitía Jamie se acercó aún más al miembro y, de forma vacilante e inexperta, pasó la lengua temblorosa por el miembro. El sabor era salado pero no desagradable y Jamie se animó a lamer el glande haciendo formas circulares con su pequeña lengua y haciendo que el cuerpo del mayor se tensara. Jamie sintió entonces una mano anhelante posándose en su nuca y empujándolo suavemente hacia su miembro. Jamie comprendió la señal y abrió la boca dócilmente para dejar entrar el miembro del mayor en su garganta.

Bill jadeó al sentir la cálida estrechez y pensó que la boca del rubio era casi tan deliciosa como su entrada. Jamie comenzó un suave vaivén con dificultad: el miembro era tan grande que apenas le cabía la mitad dentro de la boca, se sentía ahogado y le costaba respirar. Pero Bill se encontraba en el cielo, adoraba la forma en que los dientes de Jamie le rozaban y la falta de ritmo del vaivén que le recordaba la inexperiencia del chico. Llevó nuevamente la mano a la nuca de Jamie y le agarró por los cabellos imponiéndole un ritmo más rápido, Jamie obedeció con torpeza mientras se apartaba de vez en cuando para tomar aire.

El miembro de Bill parecía hacerse cada vez más grande y caliente y la pequeña boca de Jamie apenas era capaz de albergar algo más que la punta. El rubio no pudo evitar sentir un tirón en su entrepierna al pensar que aquello había estado dentro suyo, el solo pensarlo le excitaba en sobremanera. Jamie apartó esos pensamientos de forma furiosa mientras Bill le imponía una velocidad cada vez más vertiginosa.

Finalmente Bill agarró la nuca de Jamie y presionó la boca del menor contra su miembro haciéndolo entrar lo más profundo posible.  Jamie se quedó sin aire mientras sentía como su garganta era llenada del caliente esperma del mayor, cuando terminó de correrse Bill relajó el agarre y Jamie se apartó para escupir el poco semen que no se había tragado en el piso. Se limpió la boca con gesto impaciente y volvió a su lado de la cama.

-¿Estás bien?-preguntó Bill al recuperarse del orgasmo. Jamie encendió un cigarrillo para quitarse el extraño sabor de la semilla de Bill de la boca. Se sentía avergonzado, no tanto por haberle hecho una mamada sino porque él también se había excitado en el proceso. Jamie se cubrió la mitad inferior del cuerpo con las mantas con el fin de que el mayor no viera la pequeña erección que se había formado bajo su pijama.

-Sí-respondió Jamie con voz queda sin mirarle a los ojos. Aplastó el cigarrillo a medio consumir y se recostó para dormir de nuevo. Bill se subió los boxers y limpió el pequeño charco de semen al lado de la cama con un pañuelo. Al terminar observó que el rubio había vuelto a quedar profundamente dormido.

 

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A la mañana siguiente Jamie se despertó con la cabeza apoyada en el pecho de Bill, no tenía idea de cómo habían terminado en aquella posición pero la respiración acompasada del mayor resultaba agradable. Aun así se obligó a incorporarse y salir de la habitación. No tenía ni idea de cómo comportarse luego de lo ocurrido anoche, estaba confundido porque sabía, por mucho que intentara negárselo, que lo había disfrutado, en cierta manera.

Bajó al primer piso y se puso a ver la televisión, eran las siete de la mañana y hacía un frío espantoso, Jamie se alegró de no haber dormido en el sofá a sabiendas de que se habría congelado.

Bill bajó poco más de una hora después, tenía el cabello desordenado pero además de eso ya estaba completamente vestido y no presentaba un aspecto en absoluto somnoliento.

-Buenos días-dijo Bill con tono impasible.

-Buenos días-masculló Jamie preguntándose cómo se las arreglaba el mayor para actuar con tanta naturalidad después de hacer esa clase de cosas en la noche.

-Vístete-le dijo Bill mientras se ponía los zapatos.-Tenemos que hacer.

-¿Qué cosas?-preguntó Jamie frunciendo el ceño.-Hoy sí que no tengo escuela, es 24 ¿recuerdas?

-Solo has lo que te digo-dijo Bill con tranquilidad mientras se ataba los cordones. Jamie no hizo que lo repitiera, subió las escaleras corriendo y bajó menos de dos minutos después completamente vestido.  Ambos salieron de la casa sin decirse gran cosa y se metieron en la camioneta, Bill puso un disco de Muddy Waters y Jamie jugó a dibujar en la ventana cubierta de escarcha, Bill se percató de que tenía bastante talento al ver el pulcro dibujo de Lars Turner dándole una patada a uno de sus gallos de pelea.

-No hagas eso, se te van a enfriar los dedos-dijo Bill. Jamie hizo un puchero adorable que obligó a Bill a clavar la vista en el camino para no abalanzarse sobre él.-Vamos, en casa tengo papel y lápices para que dibujes todo lo que quieras.

Jamie pareció satisfecho con aquello y se pasó el resto del viaje silbando las viejas canciones del disco y balanceando lo pies. Bill paró en un puesto junto al camino y Jamie miró extrañado por la ventana.

-¿Es aquí adónde vamos?-preguntó Jamie arqueando una ceja mientras contemplaba escéptico el terreno donde Hugh Lambeth vendía árboles de Navidad todos los años. Ese día estaba vacío ya que todos habían comprado sus árboles con antelación y solo quedaban las sobras.

-Me pareció que sería agradable tener una Navidad como Dios manda ¿sabes?-fijo Bill estudiando la expresión del menor.-Ya sabes, un árbol, una buena cena, ver Milagro en la calle 34 y toda esa mierda.

-No es mierda-dijo Jamie y luego se echó a reír.-Bueno, quizás si lo sea, pero suena divertido ¡nunca había comprado un árbol antes!

Bill sonrió aliviado, había temido que el menor reaccionara movido por recuerdos dolorosos (las navidades con Lars no debían ser ninguna delicia) pero el rubio parecía más que nada emocionado mientras se bajaba de la camioneta y corría dentro del recinto donde solo quedaban un puñado de árboles. Jamie recorrió los pasillos agitado mientras Bill lo seguía relajadamente de lejos, finalmente el rubio paró en seco ante un pequeño pino algo torcido y con las hojas de arriba medio marchitas.

-¿Seguro que no quieres uno más grande?-dijo Bill preguntándose si el muchacho se estaría conteniendo para no abusar de su generosidad.

-Cabe la posibilidad de que alguien compre uno más grande, pero este nadie lo va a comprar-dijo Jamie mientras lo levantaba delicadamente. Bill sonrió enternecido.

-Dame eso-dijo Bill quitándole el árbol de las manos.-Yo iré a pagar, tú espérame en el auto y asegúrate de encender la calefacción-dijo Bill mientras le pasaba las llaves y se dirigía a la caseta de pago.-Hola Hugh-saludó al anciano dueño el cual veía la televisión envuelto en varias mantas dentro de la caseta.

-Hola Bill, no eres un cliente habitual-dijo el anciano incorporándose y mirándolo con los arrugados ojos entrecerrados llenos de desconfianza.-¿Qué haces con el hijo de Lars?

-Le pagué para que me acompañara y ayudara a meter el árbol en la camioneta-mintió Bill. Era impensable dar a conocer la clase de relación que mantenía con el rubio, ambos podían salir desagradablemente perjudicados. Especialmente él, que podía terminar yendo a la cárcel si Lars se enteraba y decidía poner una demanda solo con el afán de sacarle un dinero.

-Pues no pareces que necesites mucha ayuda para llevar ese árbol-replicó Hugh escéptico mientras señalaba la pequeña planta que Bill llevaba bajo el brazo.

-Mi salón no es demasiado grande-dijo Bill cortante.

-Pues no esperes llevártelo por nada-dijo Hugh arisco.-Los árboles pequeños son muy cotizados por aquí.

-Maldita sea Hugh, he venido a comprarte un árbol no a cobrarte impuestos-dijo Bill exasperado. La expresión del anciano se suavizó y sus hombros se relajaron un poco.

-Lo siento Bill-se disculpó sinceramente.-Es que este año el negocio ha ido mal, he vendido mucho menos de lo que creía, no voy a poder recuperar el dinero que gasté en talarlos y nadie va a estar comprendo árboles después de Navidad. Sé que Hammond no es la ciudad más próspera pero desde que cerró la fábrica de circuitos…

El anciano sacudió la cabeza, Bill sabía a los que se refería: desde que esa fábrica había cerrado en busca de trabajadores más baratos, y sin sindicato, en Taiwan, parecían haberse duplicado la cantidad de desempleados en la ciudad.

-No pasa nada Hugh-dijo Bill-¿Cuánto te debo?

-45 dólares-dijo el anciano mirándolo desafiante, era un precio demasiado alto y ambos lo sabían, Hugh estaba esperando la protesta de Bill pero este se limitó a pagar el precio y dar media vuelta.

Bill nunca lo habría admitido, pero era consiente que el precio que había pagado no era por el árbol sino por el silencio de Hugh, era técnicamente un soborno. Un soborno que Bill había pagado con los labios apretados.

-Adónde iremos ahora-dijo Jamie emocionado cuando Bill se metió en la camioneta.

-Te dejare en casa y yo haré el resto de las compras.

-¿Eh?-exclamó Jamie claramente decepcionado.-¿Por qué?

-Es que te veo algo pálido-mintió Bill, después de lo sucedido con Hugh era impensable ir paseándose con Jamie por el pueblo, supuso que Jamie también lo sabía pero estaba demasiado para dar cuenta de ello.-Quizás sea mejor que te recuestes un poco, te prometo que en cuanto llegue armaremos el árbol juntos.

Está bien-dijo Jamie con el rostro iluminado.

Bill hizo el resto de las compras él solo, compró comida de primera calidad para la cena (estaba seguro que entre el hambriento rubio y él podían comerse un pavo entre los dos sin problemas), adornos para el árbol, algo de champagne y varios cartones de ponche de huevo dulce.

Al llegar se encontró con Jamie jugado al solitario sobre la mesa de la cocina. El chico se puso enseguida curiosear en las bolsas pero no se percató cuando Bill apartó discretamente una dejándola en la despensa. Decoraron el árbol entre risas intentando no sobrecargar las ramas con tantos adornos. Por primera vez ambos cocinaron juntos, Bill se encargó de rellenar el pavo mientras le enseñaba pacientemente al menor como pelar las papas, Jamie hizo un lío aplastando las papas para el puré y el pavo salió volando mientras Bill intentaba meterle el relleno a la fuerza bruta. Pero finalmente ambos se sentaron exhaustos en la mesa de la cocina y Bill abrió uno de los cartones de ponche de huevo.

El rubio nunca lo había bebido antes pero le resulto dulce y agradable y apuró varios vasos sin prestarle atención a la advertencia de Bill de que, por muy dulce que fuera, la bebida tenía una buena cantidad de aguardiente. Bill le enseñó a jugar gin con las cartas y Jamie le ganó varias partidas de póker con impresionante maestría. Finalmente el pavo terminó de hornearse y ambos comieron ávidamente, Jamie aceptó usar cubiertos esa noche.

-Oye Bill-dijo el rubio mientras luchaba con el tenedor.-¿Por qué no ha venido tu familia?

-Bueno…-dijo Bill extrañado por la pregunta.-Mi familia y yo no tenemos lo que se dice la mejor de las relaciones, a mi padre no le gusta lo que estoy haciendo con mi vida y mi hermano y mi madre lo apoyan.

-¿Por qué?-dijo Jamie consternado.-Tienes un buen trabajo, una casa propia y casi nunca te emborrachas. Cualquiera diría que eres el hijo ideal.

-Hammond tiene diferentes clases de status-gruñó Bill.-A mis padres no les basta con eso.

-¿De dónde son tus padres?-preguntó el rubio con curiosidad dándose cuenta de lo poco que sabía del mayor.

-De San Francisco-dijo Bill escueto.

-¿La ciudad con el puente rojo?

-Hay muchas ciudades con puentes rojos-dijo Bill molesto. Jamie lo miró extrañado por aquella respuesta tan arisca, levantó el tenedor para servirse un poco más de pavo.-Comete tus verduras antes de seguir atiborrándote de pavo.

-¿Quién te nombró mi madre?-dijo Jamie en tono ácido.

-No es que hayan muchos peleándose por el puesto-dijo Bill con aspereza.

-Vete a la mierda-dijo Jamie echándose atrás en la silla y encendiendo un cigarrillo.-Dios, como te enojas cuando te preguntan sobre tu familia.

-No es un tema fácil.

-Joder, es la familia, para nadie es un tema fácil-dijo Jamie con la voz algo quebrada, apartó la vista para que Bill no se diera cuenta que tenía los ojos brillantes.

-Lo siento-dijo Bill preocupado y odiándose a sí mismo por ser tan crudo con el menor. Jamie negó con la cabeza enérgicamente.

-Estoy siendo melodramático-dijo contrariado obligándose a recuperar la calma.-Hagamos un trato: yo me como las verduras y tú ignoras que te hice esas preguntas ¿vale?

-Vale-dijo Bill mientras se servía una considerable cantidad de ponche de huevo.

Ambos terminaron de comer y fueron al sofá para ver la televisión, no estaban pasando Milagro en la calle 34 así que tuvieron que contentarse con Qué bello es vivir!. Bill abrió la botella de champagne y Jamie no tardó por rendirse ante el espumoso y engañoso potaje, iban a mitad de la película y el rubio ya estaba claramente borracho.

Tengo una sorpresa para ti-dijo Bill levantándose y yendo a por la bolsa que había escondido en la despensa y se la entregó al rubio quien lo miró extrañado.-Es un regalo-aclaró.

Jamie miró la bolsa y sacó el paquete envuelto en brillante papel verde, lo destrozó sin ningún miramiento y abrió la caja con brusquedad. El rubio se quedó sin hacer un gesto durante un rato mientras contemplaba el interior de la caja, sin saber que decir.

Bill le había comprado unos patines de hockey nuevos, eran un modelo sencillo para niños (Jamie tenía los pies demasiado pequeños para poder llenar los de adultos) y superaban con muchos los que la escuela le prestaba que le quedaban grandes y tenían las cuchillas gastadas. Jamie sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas mientras levantaba un patín con manos temblorosas y lo abrazaba rompiendo en un ruidoso sollozo.

-¿Qué pasa?-preguntó Bill asustado mientras se preguntaba qué había hecho mal.-¿No te gustan?

-No es eso-dijo Jamie sacudiendo la cabeza.-Es que a mí no se me ocurrió comprarte nada.

Bill se dejó caer a su lado en el sofá soltando un suspiro de alivio. Pero al ver que le menor no se calmaba lo rodeó con sus brazos y le acarició la espalda mientras esperaba a que los sollozos fueran apagándose un poco.

-No pasa nada-dijo Bill.-El mejor regalo es saber que los patines te gustaron y que ganes muchos partidos con ellos.-Jamie se enjugó las lágrimas mientras sonreía débilmente.

-Nunca ganamos-dijo con una risita para luego ponerse serio.-Gracias, eres demasiado bueno conmigo.

Y tras esa afirmación Jamie acercó su rostro al del mayor e inició un tímido y torpe beso. Bill se recuperó de la sorpresa inicial y lo rodeó con los brazos, profundizando el beso y metiendo su lengua en la boca del rubio. Jamie jadeó ante aquella intromisión inesperada pero no hizo ademán de apartarse, en lugar de eso coló sus manos bajo la camiseta del mayor palpando el torso musculoso.

Bill se separó y observó como Jamie le abría la bragueta liberando su miembro semierecto, el chico se arrodilló entre sus piernas y comenzó a lamer el miembro con lentitud mientras Bill le agarraba suavemente por los cabellos rubios.

-Oye-dijo Bill intentando concentrarse en lugar de dejarse llevar por el placer.-Jamie, creo que estás borracho ¿me oyes? No quiero aprovecharme de ti…

-Y qué si estoy borracho-dijo Jamie para luego pasar la lengua por el glande.-Me gusta hacer esto, me gusta que te sientas bien.

-Ven aquí-dijo Bill palmeándose los muslos. Jamie se sentó obedientemente sobre su regazo mientras el mayor lo rodaba con los brazos y empezaba otro apasionado beso que hizo que al rubio se le entumeciera la lengua y se quedara sin aire. Bill se deshizo de la raída camiseta del menor y le abrió los pantalones para liberar la erección que frotó contra la suya.

Jamie gimió ante el placentero roce mientras Bill rodeaba ambas erecciones con una mano para masturbarlas juntas y con la otra se dedicaba a pellizcar uno de sus pezones. Jamie cerró los ojos mientras se perdía completamente en el placer que el moreno le daba, ya ni se acordaba de su nombre.

-Vamos a la cama-dijo Bill excitado mientras levantaba al menor como si no pesase más de tres kilos y subía las escaleras con él. Lo tendió en la cama y le desnudo con ansiedad, se recostó junto a él mientras volvía a rozar suavemente las erecciones haciendo a Jamie gemir nuevamente.

-Me gusta esto-susurró Jamie jadeante.-Me gusta cuando no frotamos y nos besamos y me gusta chupártela y que tú hagas lo mismo-Bill empezó  a lamer sus pezones completamente excitado por las honestas palabras del rubio (probablemente producto del champagne). Jamie acarició el cabello del mayor mientras él jugaba con su pecho.-Se siente taaan bien, no se parece  nada a la última vez-Bill se apartó de sus pezones para mirar a Jamie consternado.-¿Por qué no podemos hacer solamente esto?

-Jamie-dijo Bill acariciándole el rostro.-Quiero hacer el amor contigo, quiero llegar hasta el final y unir nuestros cuerpos-dijo Bill con sinceridad.-¿Es tan malo eso?

-No lo sé-dijo el menor con un suspiro mientras tomaba la mano de Bill.-Tengo miedo.

-Te prometo que no será como la última vez-dijo Bill suplicante.-Esta vez voy a entrar con mucho cuidado y esperare a que te acostumbres y…

-¡Espera un momento!-exclamó Jamie con el ceño fruncido.-¿Por qué tengo que ser yo el que recibe? ¿Es que no piensas ni discutirlo?-el menor alzó la voz indignado.-No soy una chica ¿sabes?-Jamie se llevó la mano a la entrepierna despierta.-También tengo un pene ¿o es que acaso no me vas a dejar usarlo?-Bill apartó la mirada sin saber qué responder.-¡Ah! Así que es así cómo están las cosas ¿eh? ¡Pues tanto da si me lo arrancó con un alicate!

Bill se echó a reír interrumpiendo el monologo del rubio, la situación le parecía demasiado cómica como para no hacerlo. El muchacho lo vio con los ojos relampagueantes esperando a que terminara de reír.

-¿Es que acaso crees que vas a metérmela a mí?-dijo Bill casi llorando de risa.-¡Tú! Dios santo, hay que ver las cosas que se te ocurren.

-¿Cuál es el maldito problema?-dijo Jamie tiritando de rabia.

Bueno…-dijo Bill divertido mientras agarraba la pequeña erección del menor.-Es que creo que ni la sentiría.

-¡Estoy en crecimiento!-se defendió Jamie con el rostro rojo de ira y vergüenza.-Además, la mía es normal, no como la tuya que es una cosa mutante ¡casi me perforas un pulmón con esa cosa el otro día!

-Está bien-dijo Bill más sosegado mientras acariciaba sugerentemente el redondo trasero del menor.-Hagamos un trato: dame una segunda oportunidad y si te hago sentir bien me dejaras ser el activo, pero si no se siente bien podemos cambiar de roles.

-Está bien-dijo Jamie.-Pero no te pongas todo raro como la otra vez.

-Seré muy cuidadoso-dijo mientras acercaba su cara la menor mirándolo fijamente a los ojos.-¿Confías en mí?

-Sí-dijo Jamie en tono serio sosteniéndole la mirada.-No hagas que me arrepienta de ello.

El mayor se situó entre las piernas del rubio y las abrió con delicadeza, observó la pequeña entrada que lo había albergado la última vez y se prometió que aquella vez no la lastimaría. Comenzó a lamerla suavemente lubricándola alrededor, el rubio dio un respingo cuando introdujo su lengua en el orificio haciendo movimientos circulares.

-Se siente raro-gimió Jamie y luego cerró los ojos con fuerza.-Tu barba me pica.

-Lo siento-dijo Bill mientras se apartaba de la entrada para introducir lentamente el primer dedo. Lo movió con suavidad deleitándose del suave tacto de las paredes del menor, volviéndose loco con la idea de hundirse en ellas nuevamente. Metió el segundo dedo ganándose un sonido de protesta por parte del menor, Bill le besó húmedamente la cara interior del muslo como disculpa. Cuando metió el tercero Jamie agitó las piernas y gimió pero Bill siguió moviéndolos lenta y circularmente aflojando su interior.

-Creo que ya estás listo-dijo sacando los dedos con suavidad. Escuchó al rubio tragar pesadamente mientras sus manos se ponían temblorosas.-Si es demasiado doloroso pararé, te lo prometo.

Jamie asintió torpemente con la cabeza mientras abría dócilmente las piernas exponiendo su entrada recién lubricada. Bill empujó la punta y sintió como todo el cuerpo del menor se tensaba debajo de él, esperó un momento hasta sentir como Jamie se relajaba para seguir entrando lentamente. El menor gemía con el cuerpo tenso y los ojos fuertemente cerrados con una sola lágrima deslizándose desde su ojo izquierdo.

Cuando ya estuvo todo dentro Bill se obligó a mantenerse quieto y darle tiempo a Jamie para que se acostumbrara, necesitaba de todo su control mental para no embestir salvajemente al menor.

Aguardó pacientemente hasta que el propio rubio comenzó a mover las caderas tímidamente. Bill comenzó unas lentas y profundas embestidas que provocaron que Jamie lo rodeara con las piernas y hundiera su rostro en su cuello. Bill fue ganando velocidad con la delicia de los gemidos que Jamie susurraba en su oído, el menor jadeaba, abría las piernas y movía las caderas tan hipnotizado por aquella danza como el mayor.

Los cuerpos chocaban cada vez más rápido y Bill pensó que aquello no se parecía a nada que hubiera experimentado antes. El sexo con Jamie era maravilloso, algo completamente fuera de lo normal, arrastraba a Bill aniveles de placer que nunca antes había conocido y alimentaba una adicción malsana al cuerpo del rubio.

-Más-le exigió Jamie clavándole las uñas en la espalda.-Quiero correrme.

-Enderézate-le ordenó Bill mientras él hacía lo propio. Jamie quedó sentado encima del miembro del mayor y gimió sonoramente cuando este alcanzó un punto aún más profundo en su interior. Comenzó a moverse de arriba abajo a una velocidad frenética, se movía de forma enloquecedora mientras Bill no dejaba de empujar contra el cuerpo rozando ese punto que hacía que el mayor se olvidara de su nombre.

Bill sintió el clímax cercano y aumento la velocidad, hundió el rostro en el cuello del menor y clavó sus dientes hasta sacarle sangre, la cual bebió ávidamente, como un demonio.

Jamie fue el primero en correrse, lo hizo de forma ruidosa entre ambos cuerpos quedándose sin energías para nada. Bill sostuvo el cuerpo laxo y agotado de Jamie para dar las estocadas finales y correrse en su interior. Jamie sintió la conocida quemazón aunque más leve y se sorprendió jadeando de placer al sentir el semen de Bill esparciéndose en sus entrañas.

Bill recostó al menor y salió con delicadeza de su interior, vio aliviado como de la entrada del menor se deslizaba algo de semen pero nada de sangre. Se recostó a su lado y le tomó la mano con cariño mientras ambos se recuperaban jadeantes del orgasmo.

Bill se preguntó si lo habría hecho bien ¿habría logrado que el rubio sintiera suficiente placer como para perderle el miedo al sexo? ¿O se enfurecería acusando a Bill haberse aprovechado de su embriaguez? ¿Y si los gemidos solo habían sido de dolor en lugar de placer? ¿Y si…?

-Hagámoslo de nuevo-dijo Jamie barriendo todas las dudas existenciales de Bill de un manotazo.

Notas finales:

por cierto, el ponche de huevo es una bebeida alcoholica paricularmente dulce típica de las navidades norteamricanas...esop.

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