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Notas del capitulo:

!Hola! bueno primero que nada:

Ninaaaaa: gracias por leer me encanta cuando sigues mis trabajos

Shiga san: Guaoooo maravilloso tenerte por aqui, no he leido tu conti porque ando corriendo entre escribir y vivir pero mañana me pongo en eso, gracias por tu mensaje y por el apoyo y con resptecto a tu comentario jajajaja si me encanta poner a Nowaki de niño malo y rebelde se aleja un poco de lo bonachon que el es... pero siempre vuelve a su cauce jajajaja.

Lau-Nith y Melyoan: Chicas gracias, son mis fieles lectoras y no saben cuanto me encanta verlas por aqui, espero me sigan acompañando.

Kyo: gracias por el mensaje y en respuesta a tu pregunta las parejas son

Principal: Egoist (porque los amo)

Secundarias: Romantica, Terrorista y Mistique

Espero sigas pasando a leer.

Mako y Luz. Gracias por sus mensajes, escribo con mucho gusto cuando se que gusta lo que hago, las seguire esperando en cada capitulo.

Bueno una vez respondido a mis hermosas lectoras les dejo el capitulo, Un millon de Gracias por leer y nos vemos pronto.

Cinco años después…

 

Los años pasaron y los amigos siguieron sus rumbos, cada uno por separado, pero, de alguna forma siempre juntos.

—Ryou, ¿Dónde demonios esta mi corbata?

 

—Donde siempre la dejas querido. —El dejo de molestia no pasó desapercibido para Kaoru, suspiró con molestia, ese día, justo ese día no podía perder el tiempo. Se asomó a la cocina donde estaba Ryou y lo observo conversar con un atento bebe que lo miraba con mucho interés.

—Hoy es el día de la papilla, ¿Recuerdas Haru? hablamos de esto la semana pasada, ya eres un niño grande y debes comer papilla, tu tetero te lo daré en la noche.

Kaoru se tomó un segundo para observar con amor, a sus amados hombres, la vocecita de su otro hijo le hizo sonreír más ampliamente.

—Mama… pero Haru no tiene ientes, ¿Cómo va a masticar ashí?

Isaka concentrado en hacer que el pequeño bebe no derramara el puré que le daba en una pequeña cucharita, le respondió con cariño a su hijo.

—Lo se Hikaru, pero tu hermanito debe comenzar a comer cosas sólidas, para que se ponga grande y fuerte como tú, ahora come tu cereal, ya debe estar por llegar la niñera y no quiero que los encuentre sin comer.

Isaka por un momento se sintió observado pero cuando volteo a la puerta de la cocina ya no había nadie allí.

En medio del reguero de su hijo que tenía puré hasta en las orejas sonó el teléfono.

—Kaoru atiende el maldito teléfono. —Grito exasperado.

—Atiende tú, no consigo la estúpida corbata y voy tarde. —Kaoru gritaba desde el fondo del armario, con la paciencia en el límite.

Ryou dejó al bebe en su sillita alta y cogió el teléfono.

— ¡Alo!... ¿qué?... pero  Maki no me puedes hacer esto, ¿Dónde demonios consigo una niñera a esta hora?... está bien, está bien… gracias por avisar.

 

Ryou colgó el teléfono con frustración, una pequeña sonrisa se pintó en su rostro al ver a su hijo tomar la pequeña cucharita y llevarla a su boca, derramando todo el puré. Hikaru y Haruka eran sus dos más grandes tesoros, pero, a veces,  la verdad se sentía sobrepasado por la responsabilidad. Fue un accidente cuando se embarazo de Hikaru, apenas tenían dos años de casados y eso no estaba en sus planes, iba por su primer año en la universidad y tuvo que dejarlo todo para cuidar de su embarazo y posteriormente de su bebe, cuando se disponía a volver a retomar sus estudios un nuevo embarazo lo alejo definitivamente de esa idea, ahora Haru tenía ocho meses, Hikaru tres años, y él, él era una completa ama de casa.

No se quejaba de la vida que tenía, Kaoru era un exitoso hombre de negocios, socio de la empresa donde trabajaba desde hace años, tenían una linda y amplia casa, con cómodos muebles y un amplio jardín para que los niños jugaran. Kaoru le había regalado un auto para que saliera con los niños, y le daba todo lo que él necesitaba. No, no se quejaba de su vida, era solo que, a veces, sentía que se asfixiaba entre tanta comodidad, como si su vida no tuviera mayor propósito que ser un esposo, un padre,  una ama de casa, y absolutamente nada más.

—¿Quién era?. —Pregunto Kaoru entrando en la cocina y acomodando su corbata.

 

—Maki, no puede venir a cuidar a los niños, tiene fiebre y parece que esta resfriada.

 

Kaoru beso  a sus hijos en las regordetas mejillas y tomo su maletín para marcharse, con un suave beso en los labios se despidió.

—Lo siento cielo, pero bueno puedes salir otro día.

 

Aquella fue la gota que lleno la copa, Isaka lo persiguió diciéndole con molestia.

 

—Pero Kaoru hoy es el día en que me reúno con los muchachos, tenemos más de un mes sin vernos, y Shinobu regresó de viaje ayer, no puedo faltar.

Kaoru se detuvo en la puerta cogiendo las llaves del auto, con apuro le respondió a su esposo. —Cariño me encantaría ayudarte pero no puedo, tengo que firmar unos papeles importantes y tengo una reunión con unos clientes. Quisiera ayudarte pero tengo que trabajar.

 

Ryou se quedó en la puerta de su casa, con una sensación de vacío en el estómago, la frustración lo estaba corroyendo por dentro, cuando con un sonoro portazo cerro la puerta y se dirigió a la cocina para preparar a sus hijos con una idea fija en la mente.

 

******

—¿No es aún muy temprano?

Shinobu beso los labios de su adormilada pareja, su piel estaba aún  húmeda después del refrescante baño que terminaba de darse. Se despojó de la toalla que circundaba su cintura y caminó hacia la cómoda donde su ropa le esperaba.

—Son las once de la mañana, quede con los muchachos de vernos a las doce y no quiero llegar tarde al restaurant, ya sabes cómo es Ryou de  latoso con la puntualidad, y después de un mes sin verlos lo menos que quiero es oír los regaños de Ryou.

 

— ¿Vas a contarles? —Pregunto Miyagi acomodándose en las almohadas.

 

—¿Acaso es un secreto?. —Le devolvió Shinobu la pregunta.

 

Miyagi aparto las sabanas revelando su masculina desnudez y se bajó de la cama caminando lentamente hacia su novio. Lo atrapo en un cálido abrazo, besando sus labios con suma dulzura. Después del largo beso, le dijo con amor.

—No, no es un secreto, solo es curiosidad.

Shinobu suspiro mirándolo intensamente, después de mucho tiempo, de mucho desearlo y de mucho luchar por fin lo tenía, por fin era suyo. Levanto su mano mostrándole a Miyagi la fina argolla que circundaba su dedo.

—No creo que esto pase desapercibido mi amor.

 

Miyagi beso la mano de su ahora esposo y sonrió con una profunda emoción. Desde que había decidido casarse con Shinobu se sentía libre, era completamente feliz. Había dejado a un lado los miedos y las incertidumbres y se dio la oportunidad de amar una vez más, y quien mejor que aquel joven que le había dado tanto,  que había luchado tanto por conseguir su amor.

— ¿No tenemos tiempo para uno más?

 

Shinobu le sonrió pícaramente y se despojó de su ropa para dejar que su esposo le amara una vez más.

 

******

 

—¡Usagiiiii apúrate!... Diablos voy a llegar tarde.

Misaki metía sus cosas en un pequeño morral, Akihiko estaba por sacarlo de sus casillas cuando salió de la habitación arreglando su chaqueta.

—Deja el escándalo Misaki el restaurant no se va a mover de su sitio.

 

—Usagi hace un mes que no los veo, estoy impaciente por llegar. —El dulce puchero de Misaki nuevamente ablando el corazón de Akihiko, no era capaz de negarle nada, o, casi nada.

 

            Llevaban tres años de casados, habían sido los segundos en casarse después de Kaoru y Ryou, vivian en un enorme Penthouse en una lujosa zona de la ciudad. Misaki acababa de graduarse en economía y muy pronto comenzaría a trabajar en la empresa de su hermano. Akihiko por su parte, se había convertido en un gran escritor de bestsellers, que le habían merecido grandes premios y una considerable fortuna.

 

            Vivian una vida cómoda y lujosa. Akihiko se desvivía por darle todo a Misaki, complacía sus caprichos, lo llenaba de regalos y atenciones. Le daba tanto amor que  a veces Misaki se sentía asfixiado. Pero Misaki sabía que todo aquello en parte era para llenar el vacío que sentía en su corazón.

Lo único que Misaki deseaba, aquello que anhelaba con todo su corazón, era lo que Akihiko no quería darle. Cuando lo hablaron por primera vez, ambos estaban tan felices, pero, la felicidad les duro poco, cuando en la consulta del joven médico que les atendió aquel día, recibieron alarmantes noticias.

 

—Misaki, es cierto que como otros jóvenes especiales tienes la capacidad para concebir, pero, la naturaleza de estos embarazos así como su desarrollo es bastante compleja. Tanto en los embarazos femeninos como en los masculinos se corren riesgos, pero dada sus características especiales estos últimos son aún más delicados. Me temo Misaki que tu organismo no está preparado para soportar un embarazo, podrían surgir muchas complicaciones que pusieran en riesgo la vida del bebe e incluso la tuya.

 

Esas últimas palabras bastaron para que Akihiko diera por terminada la explicación del médico, con una contundente respuesta.

 

—Entendemos su explicación Doctor y me gustaría que nos diera alternativas para evitar un embarazo.

 

Misaki no tuvo voz ni voto en aquella discusión, Akihiko apretaba su mano hasta el grado de lastimarlo, cuando Misaki quiso decir algo vio el casi imperceptible temblor que había en los labios de Akihiko. Se guardó su frustración hasta llegar a la casa, en donde la discusión fue abrumadora. No fue sino hasta que Akihiko se arrodillo a sus pies llorando como un niño, que Misaki entendió las razones de su esposo.

 

—No quiero perderte… no puedo…tu eres toda mi vida… ¿no entiendes que sin ti no tengo nada?

Misaki se había arrodillado a su lado, y cuando se metió entre sus brazos lo escuchó sollozar y rogarle entre lágrimas que no lo abandonara. Hasta allí había durado la discusión, Misaki no tenía corazón para insistir, ¿Cómo hacerlo?, Akihiko también significaba la vida entera para él, y si debía renunciar a la idea de tener un hijo, pues lo haría.

 

Pero las cosas no eran tan fáciles y a veces el amor no era suficiente para llenar los vacíos, los anhelos, los sueños rotos. Misaki trataba de acallar su pena, en los estudios, en las responsabilidades de su hogar, en el amor que su esposo le daba, pero, a veces, solo a veces él deseaba las risas de un niño recorriendo aquel enorme apartamento, sentir en su vientre vacío el calor de una nueva vida, deseaba sentir el amor de un hijo y ese deseo se hacía cada vez más fuerte.

 

Una vez más tendría que tocar aquel vedado tema y esta vez esperaba que su esposo estuviera dispuesto a escuchar sus razones.

 

******

 

—Nowaki…Nowaki abre la puerta…Nowaki necesito las llaves del carro, abre la maldita puerta.

 

Hiroki estaba por tirar la puerta, cuando un rostro conocido y muy odiado por él, le abrió con una expresión de desdén.

— ¿Quieres dejar el escandalo?... vas a despertar a todo el edificio… además, ¿Qué es lo que quieres?

 

—Contigo nada…—Le respondió desafiante, luego lo miro con molestia gruñéndole a la cara. —O pensándolo mejor si quiero algo de ti… que te largues de mi casa.

 

—Esta no es tu maldita casa.

— ¡¿Ah no?!... ¿y de quien es según tú?, que yo sepa yo pago las cuentas.

La discusión hubiese seguido si la voz profunda de Nowaki no hubiese resonado con fuerza.

— ¡Ya basta!

 

— ¡El empezó!. —Los jóvenes que discutían se señalaron  gritando al unísono.

 

Nowaki suspiro con cansancio, pasando la mano por su rostro para despejar su mente. Tan desnudo como estaba se puso de pie entre las dos fieras. Hiroki bajo el rostro con impotencia al ver como Nowaki besaba con suavidad los labios de su amante.

— ¿Por qué no vas y te das un baño cariño, yo te alcanzo enseguida.

No pasó desapercibido la sonrisa triunfal que el joven le dedico a Hiroki antes de marcharse rumbo al baño. El sonido de las llaves del auto que bailaban frente  a sus ojos, fue lo que lo saco de su estupor.

—Cuando uses el auto deja las llaves en la sala, así no tendré que interrumpirte si estas con ese. —Lo reprendió Hiroki tratando de ocultar su dolor, le arranco las llaves de la mano y se dispuso a marcharse. Nowaki lo tomo por un brazo y lo hizo girar impidiéndole marcharse.

—Ese, se llama Keiichi, y sé que tú lo sabes, deberían empezar a llevarse bien porque pronto será mí…

—Cuando el infierno se congele. —Replico Hiroki evitando escuchar las palabras que tanto le dolían. Le dio la espalda a Nowaki e intento marcharse, pero, nuevamente Nowaki lo detuvo tomándolo del brazo con fuerza.

—¿A dónde vas con tanto apuro?

 

—Eso no es problema tuyo y ponte algo de ropa por todos los cielos. —Le respondió Hiroki con molestia,  incapaz de separar su mirada de la gloriosa y exquisita desnudez de Nowaki.

Nowaki sonrió con picardía acariciando sensualmente sus muslos y  rozando con descaro su pene. — Ni que fuera la primera vez que me ves desnudo.

Hiroki forcejeo para soltarse del fuerte agarre y le dio un empujón a Nowaki, espetándole con ira. —Más te vale que el imbécil ese que está en el baño no te oiga o se te acaba el compromiso.

Las palabras habían quemado su garganta, por todos los medios había tratado de obviar la palabra compromiso, pero existía, era real, desde hacía una semana era tan verdadera y tan palpable que le dolía. Salió con rapidez cerrando la puerta del apartamento con un sonoro portazo y corriendo por las escaleras, mientras las lágrimas caían como ríos por sus pálidas mejillas.

Hacia un poco más de una semana que habían hecho el amor por última vez. Nowaki había llegado esa noche pasado de copas y deprimido, el anillo que había comprado con tanto amor bailaba en su bolsillo, y el feliz dueño de aquella hermosa sortija había rechazado la petición. Hiroki lloro con Nowaki, pues el habría deseado ser el merecedor de aquella joya, cuanto habría dado porque Nowaki se hubiese arrodillado frente a él y lo hubiese mirado con aquellos insondables ojos azules pidiéndole que fuera suyo para siempre. Y el poseedor de aquella felicidad la había rechazado tan estúpidamente.

Una vez más aquella noche se entregó en cuerpo y alma, le dio todo su amor a Nowaki calmando su dolor, para que  a la mañana siguiente el joven amaneciera como si nada y siguiera su vida como si nada hubiese pasado, tratándolo como el mejor amigo del mundo, pero nunca viendo su amor, el amor que le gritaba silenciosamente con cada parte de su cuerpo.

Hiroki tuvo la leve esperanza de que Nowaki desistiera de su amor con aquel joven que  a su parecer solo jugaba con sus sentimientos, en el transcurrir de aquella semana lo vio hacer su vida normal, el ir y venir del hospital donde hacia su residencia no había cambiado, sabía que allí se podía encontrar con el joven que lo obsesionaba pero Nowaki no había hecho mención de él, así que pensó que por fin tendría una oportunidad, hasta ese día. Nowaki llego aquella mañana feliz y lo levanto en sus brazos dando vueltas con él, Hiroki sonrió y se abrazó al muchacho esperando oír el motivo de su alegría.

Cuando lo oyó la sonrisa se borró de su rostro.

—Aceptó Hiroki… Keiichi acepto casarse conmigo, me busco hoy, yo estaba preparándome para un cirugía y el me detuvo para decirme que se casaría conmigo, que había estado confundido pero que nada le haría más feliz que casarse conmigo.

 

Hiroki que a lo largo de los años se había hecho experto en ocultar su dolor, aquel día se le hizo cuesta arriba. Habría deseado gritar, llorar con todo el dolor que llevaba acumulado por años, golpear al imbécil que tenía enfrente con una feliz sonrisa, ese imbécil que jamás había sido capaz de ver cuanto lo amaba.

 

Hiroki por fin llegó al estacionamiento del edificio y entró en el auto,  se sentó en el asiento golpeando el volante con frustración, ese día había sonreído con todo lo que le quedaba de fuerzas, lo había felicitado y llevaba una semana fingiendo ser feliz por su amigo, soportando que Keiichi se quedara en su casa, oyendo sus risas y sus gemidos, pero ya era mucho, ya era suficiente.

Lloró por largo rato recostado del volante del auto, hasta que el caudal se secó, cuando comprobó la hora, maldijo con molestia, se le había hecho tarde y de seguro Ryou lo regañaría, pero no le importaba, había añorado como nunca a sus amigos aquellos días y finalmente ese día los vería, eso le traía un poco de paz.

 


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