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Nuestros momentos por Khira

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Escena 13

La ninja desertora de Sunagakure era hábil, sin duda. Tras más de una hora de lucha después de haberla encontrado por fin, había herido a dos ninjas de Konoha y a tres de Sunagakure, uno de ellos de gravedad. No era de extrañar que la Aldea Oculta de la Arena hubiera pedido ayuda a Konoha para detenerla. El objetivo de la misión conjunta era atraparla con vida para llevarla de vuelta a su aldea para ser juzgada, pero la Quinta le había ordenado a Kakashi que antepusiera las vidas de sus compañeros a la de una desertora si era necesario.

Así pues, cuando la desertora hirió a otro ninja de Konoha con una técnica de alto nivel, Kakashi decidió que era necesario.

¡Chidori!

La desertora, una mujer joven con el pelo castaño, suponía que la querían con vida, por lo que se sorprendió al ver el ataque directo y mortal del jounin de Konoha. Intentó esquivarlo, pero en ese momento Nara Shikaku la atrapó por fin con su Kagemane no Jutsu, y la mano y el Chidori de Kakashi le atravesaron el corazón.

El jounin miró a la mujer a los ojos mientras esta expiraba, a esa última expresión mezcla de pánico y sorpresa en un rostro contraído por el dolor.

«Kakashi….»

La cara de Rin apareció tan de repente que Kakashi se quedó sin respiración. Inmediatamente sacó su mano del pecho de la mujer y esta se desplomó. La cara de Rin se desvaneció tan rápidamente como había aparecido, pero Kakashi seguía sin poder respirar. Trastabilló y cayó hacia atrás.

Shikaku se acercó a su posición y comprobó que la desertora de Sunagakure estaba muerta. Miró a Kakashi y frunció el ceño.

—¡Oi, Kakashi! ¿Estás bien? —le llamó.

Kakashi inspiró aire por fin y asintió. Se levantó con pesadez.

—¿Seguro? Estás pálido. ¿Estás herido? —insistió el líder del clan Nara.

—No, no estoy herido. Estoy bien.

Los otros dos ninjas de Konoha y los cuatro de Sunagakure también se acercaron, el más herido apoyándose en un compañero. Ninguno se quejó de que Kakashi hubiera matado a la desertora.

—Será mejor que regrese con los de Sunagakure para informar personalmente al Kazekage de esto —dijo Shikaku—. Habrá que explicarle por qué no hemos podido cumplir con la misión.

—Yo también —dijo Kakashi—. Al fin y al cabo, la he matado yo.

—No es necesario. Además, la Quinta me encargó a mí la parte diplomática de la misión. Tú regresa a Konoha.

Kakashi asintió y agradeció a Shikaku en silencio.

Tenía ganas de vomitar.

***

Cinco horas después y mucho antes de lo previsto, Kakashi estaba de vuelta en Konoha. Normalmente, cuando regresaba de una misión de noche, iba directamente al apartamento de Iruka y se duchaba allí, pero ese día ni se le pasó por la cabeza ir a ningún otro sitio que no fuera su propio apartamento.

La estancia estaba patas arriba, ya que muchas de sus cosas ya estaban en la casa del lago que en breve compartiría con Iruka, y ya no se molestaba en ordenar lo que quedaba pendiente por trasladar. Allí en su dormitorio se quitó las ropas manchadas de sangre y luego se metió en la ducha, donde permaneció casi diez minutos bajo el chorro de agua caliente, intentando relajarse y dejar la mente en blanco, pero obviamente no lo consiguió.

Solo podía pensar en una cosa.

Rin.

Hacía cinco años que su rostro no se le aparecía de esa manera, dejándole así de afectado. Kakashi intentó convencerse a sí mismo de que era normal que la hubiera recordado en ese momento: la desertora se parecía un poco físicamente a Rin (las dos eran mujeres jóvenes con el mismo peinado y color de cabello), y a ambas las había matado con la misma técnica.

Pero el constante sentimiento de culpa que la muerte de Rin le había provocado, y que en los últimos años había conseguido arrinconar un poco, estaba regresando con fuerza una vez más.

Kakashi se dejó caer en el suelo de la ducha y enterró la cara entre las manos.

«Lo siento, Obito… Lo siento, Rin»

Después de la ducha, se metió en la cama sin cenar. No tenía hambre, lo único que quería era dormir.

Pero aquella fue una mala noche.

Como era de esperar, las pesadillas regresaron. La cara de Rin apareció en sus sueños una vez más, diciendo su nombre y mirándole a los ojos con esa expresión de horror que Kakashi jamás, jamás, olvidaría. El jounin se despertó varias veces a lo largo de la noche con un sudor frío. Y lo primero que hizo cada vez fue mirarse la mano derecha, constatando que al menos no veía sangre en ella, no como le había sucedido durante años, en los que su mente le había jugado malas pasadas.

Estaba apenas amaneciendo cuando el jounin despertó de nuevo. Esta vez, y aunque seguía cansado por la misión, ya no intentó volver a dormirse. Se metió en la ducha de nuevo para lavarse el sudor, y se puso ropa limpia. Seguía sin tener nada de hambre así que no se molestó en desayunar.

Salió del apartamento y se dirigió al cementerio, parando por el camino a comprar un pequeño ramo de flores en la tienda de los Yamanaka.

Al llegar al cementerio primero se detuvo, como siempre, ante el monumento a los héroes de Konoha para saludar a Obito. Luego se dirigió a la tumba con el nombre de Nohara Rin escrito en la lápida, donde dejó las flores.

«Hola, Rin. Lamento no haber venido a visitarte últimamente. Pero no me he olvidado de ti.»

Kakashi le relató las últimas novedades de su vida a su antigua compañera. Permaneció frente a la tumba más de una hora, aunque él no se dio cuenta, pues siempre que estaba allí perdía la noción del tiempo (la verdadera razón por la que llegaba tarde a muchas citas).

Oi, Kakashi.

El jounin despertó de sus pensamientos y vio aproximarse a Gai.

Yo —saludó.

—Hacía tiempo que no coincidíamos por aquí. Visitando a Rin, veo.

—Sí. Y tú a tu padre, supongo.

—Así es.

Los dos jounins se quedaron en silencio unos minutos mirando la lápida.

—¿Cómo fue la misión? —preguntó finalmente Gai—. ¿Atrapasteis a la ninja desertora de Sunagakure?

—Sí, pero no con vida. Shikaku ha ido a la Aldea Oculta de la Arena a explicar por qué.

—Entiendo. —Gai se giró hacia él—. Sabes, mi eterno rival, hace tiempo que no tenemos uno de nuestros retos.

—¿Un reto? —Hacía mucho tiempo que Gai no le proponía uno de sus retos. Debía haber notado que estaba alicaído, pues Kakashi sabía que algunas veces el verdadero motivo detrás de los retos absurdos de Gai era distraerle cuando estaba de bajón.

—Sí. ¿Qué te parece a ver quién consigue llegar antes a la cima de la montaña de los Hokages? ¿O a ver quién da más vueltas haciendo el pino alrededor de la aldea? ¿O a ver quién…?

Kakashi le interrumpió alzando la mano.

—Esta vez te voy a proponer yo uno.

—¿Eh? ¡¿En serio?! ¿Cuál?

El Ninja Copia sonrió ladino.

***

Gai miró el cubo de pintura y la brocha que Kakashi acababa de darle, y luego miró la gran casa que tenía enfrente.

—¿Ese es tu reto? ¿A ver quién termina antes de pintar tu casa?

Kakashi se encogió de hombros.

—Si no lo aceptas, lo entenderé —dijo—. Al fin y al cabo, siempre he sido más rápido que tú…

Los ojos de Gai se volvieron chispas y alzó el puño haciendo su conocido gesto de determinación.

—¡Por supuesto que lo acepto! ¡Y te demostraré que soy yo, la Bestia Verde de Konoha, el más rápido, incluso en tareas de bricolaje! ¡¡ORYAAAAAAA!!

Gai abrió un par de Puertas Internas (o esa fue la impresión que daba) y empezó a pintar la fachada principal de la casa como si le fuera la vida en ello. Kakashi sonrió mientras se arremangaba, dispuesto a no perder el reto, y cruzó los dedos índice y corazón de ambas manos en un sello.

¡Kagebunshin no jutsu!

Al momento un clon idéntico a él surgió de la nada en medio de una pequeña nube de humo.

—¡Manos a la obra! —dijeron ambos a la vez, cogiendo cada uno un bote de pintura y una brocha.

—¡Oi! ¡Eso es trampa! —exclamó Gai entre enérgicos brochazos.

—¿Por qué es trampa? Nunca dije que no pudiéramos usar ninjutsu para completar el reto.

—¡Te vas a enterar! ¡¡ORYAAAAAAA!!

***

Entre la energía y la determinación de Gai, y Kakashi y su clon, todas las fachadas de la casa estuvieron listas en poco más de media hora, pintadas de un reluciente color amarillo ocre.

Los dos jounins se sentaron a descansar en medio del jardín, mirando orgullosos el resultado. Cada uno había pintado dos fachadas de cuatro, así que según Kakashi era un empate, pero Gai adujo que sus dos fachadas eran más grandes y que por lo tanto él era el ganador. Kakashi había conseguido lo que quería, que era terminar de pintar la casa, así que no iba a discutir.

—De acuerdo, tú has ganado.

—Por supuesto que he ganado. Y para celebrarlo, mi eterno rival, me vas a invitar a comer dango.

—¿Dango? ¿Hoy?

—Así es. He quedado con Kurenai y Asuma donde siempre.

—Ah… está bien —suspiró Kakashi—. Supongo que… —se interrumpió al notar un chakra conocido a sus espaldas.

—Kakashi.

El jounin se giró y vio a Iruka entrando en el jardín, cargando una pequeña caja. El chuunin también llevaba un tiempo trajinando sus cosas poco a poco a la nueva casa.

—Iruka. —Kakashi se levantó con una sonrisa.

El joven maestro se acercó lentamente. Su expresión era un poco dubitativa.

—Hola, Iruka —saludó Gai, también levantándose.

—Hola, Gai.

Se hizo un pequeño silencio. Kakashi observó a su pareja y a su amigo con atención. Aunque lejos quedaba ya la desconfianza de Gai hacia Iruka, era evidente que Iruka se sentía aún incómodo con la presencia de la Bestia Verde de Konoha.

—Justo ahora hablábamos de ir a comer dango con Kurenai y Asuma. ¿Te apuntas? —dijo finalmente Gai.

El Ninja Copia agradeció mentalmente el gesto de su amigo en silencio, y esperó por la respuesta de Iruka, quien le echó una mirada nerviosa. Kakashi le respondió con una sonrisa y un gesto de asentimiento. A pesar de que la idea de almorzar con un grupo de jounins seguramente intimidaba al chuunin, Kakashi sabía que Iruka no podía negarse. Kakashi había ido ya varias veces con Iruka y sus amigos Kotetsu e Izumo a tomar algo en Kaito’s, así que había llegado el turno de Iruka de relacionarse con los amigos de Kakashi.

—Eh… claro. Gracias.

—Estupendo. Nos vemos en el bar en media hora. ¡Hasta luego! —se despidió Gai.

—Hasta luego, Gai.

En cuanto Gai se hubo marchado, Kakashi se bajó la máscara y besó en los labios a Iruka.

—¿Qué tal estás? —preguntó el jounin.

—Bien. ¿Y tú? ¿Cómo fue la misión? —preguntó Iruka.

La mención a la misión hizo que la sonrisa de Kakashi se apagara un poco.

—Sin bajas —respondió escuetamente.

—Me alegro. ¿Cuándo has vuelto?

El jounin vaciló antes de responder. Si le decía a Iruka que había regresado la noche anterior, también tendría que explicarle por qué no había ido al apartamento del chuunin. Y Kakashi no tenía ganas de contarle a nadie sobre su mala noche, ni siquiera a Iruka. Pero tampoco podía mentirle: se lo había prometido.

«Pero sí puedo prometerte una cosa: jamás te mentiré, ni te engañaré.»

—Regresé anoche —admitió.

—Oh. —Iruka no ocultó su decepción—. ¿Y por qué no viniste a verme…?

Kakashi bajó la mirada.

—Necesitaba estar a solas un rato. La misión… me trajo malos recuerdos.

—Entiendo… —Iruka le acarició un brazo—. ¿Quieres compartirlos…?

—No realmente.

Por un momento Kakashi temió que Iruka se enfadara por dejarle al margen, pero el chuunin solo apretó los labios y luego suspiró.

—Ok. Pero deberías haberme avisado de tu vuelta. Debes hacerlo siempre, aunque llegues antes de tiempo.

—Lo haré. Lo siento.

—Bien. Por cierto… ¿habéis pintado la casa? —preguntó Iruka sorprendido, mirando por encima del hombro de Kakashi.

—Así es. Un pequeño “reto” entre Gai y yo. Bueno, ¿nos vamos a comer?

Un pequeño quejido escapó de los labios del chuunin.

—No puedo librarme, ¿verdad?

Kakashi rió.

—Vamos, no son tan terribles.

—No son terribles, son… la élite —replicó Iruka—. No tengo nada en común con ellos.

—Eso no es cierto. —Kakashi apoyó la frente en la de Iruka—. Me tienes a mí.

Aquello hizo sonreír a Iruka por fin. Y el simple hecho de ver sonreír a Iruka hizo que Kakashi se sintiera mejor.

***

El almuerzo con la élite jounin de Konoha no estaba siendo tan terrible como Iruka había temido. Kurenai y Asuma se habían mostrado genuinamente contentos al verle aparecer junto a Kakashi, y se estaban esforzando en incluirle dentro de la conversación. Kurenai le hizo muchas preguntas a Iruka sobre la casa que iba compartir con Kakashi: qué le había parecido al verla por primera vez, cuando iban a mudarse mudarse, qué iba a hacer con su apartamento… Iruka respondió que la casa le había encantado nada más verla, que se mudarían en una semana a lo sumo, y que ya había avisado a su casero semanas atrás que en breve dejaría su apartamento. Asuma se ofreció a ayudar a lo que hiciera falta, a lo que Gai no tardó en proclamar orgulloso que él ya había hecho; al parecer no estaba molesto porque Kakashi le hubiera enredado en un reto para ello.

Pero cuando los tres empezaron a contar anécdotas de misiones pasadas, todas de rango A o superior, Iruka no podía dejar de sentirse fuera de lugar. Él no solo no había compartido misión con ninguno de ellos, sino que apenas había hecho dos misiones de rango A en su vida.

—¿Recordais aquella vez en la Aldea Oculta de la Lluvia? Se nos olvidó el equipo impermeable y terminamos todos empapados —contaba Kurenai—. Gai regresó resfriado y no paró de estornudar durante una semana. Y Kakashi, tú también te resfriaste. Creo que es la única vez en mi vida que te he visto resfriado.

—No es la única. También me resfrié después de aquella misión en la Aldea Oculta del Frío.

—Oh, es cierto, ya me acuerdo. Esa fue la primera misión en la que coincidimos después de que dejaras ANBU.

La mención de ANBU hizo que Iruka volviera a prestar atención. Iruka sabía perfectamente que Kakashi había estado en ANBU, ya que cuando se enteró de que el Ninja Copia iba a ser el nuevo maestro de Naruto tras convertirse en genin, había leído su ficha, y además le había visto el tatuaje, pero Kakashi nunca había hablado del tema e Iruka nunca le había preguntado.

—El otro día vi a Tenzou, por cierto —comentó Asuma—. Parece que le va bastante bien como capitán.

—No esperaba menos.

El tono tan afectuoso de Kakashi pilló desprevenido a Iruka.

—¿Quién es Tenzou? —preguntó sin pensar.

Los cuatro jounins le miraron. Iruka tragó saliva, incómodo al ser de repente el centro de atención. A continuación, Kurenai, Gai y Asuma miraron a Kakashi.

—¿No le has presentado a Tenzou? —preguntó Kurenai, más extrañada que sorprendida.

Kakashi se encogió de hombros.

—Hace tiempo que no coincidimos. —Kakashi se dirigió a Iruka—: Tenzou es un ex compañero de cuando estaba en ANBU. Compartimos muchas misiones. Es un gran ninja y un buen amigo.

—Ah.

Iruka bajó la mirada hacia su ración de dango. Sentía una desazón en la boca del estómago y no sabía muy bien por qué.

***

El almuerzo terminó y Kakashi e Iruka se despidieron de los tres jounins. La pareja echó a andar hacia el centro de Konoha, aparentemente sin rumbo, Kakashi como siempre con las manos en los bolsillos e Iruka con la mirada un poco perdida. La desazón no se iba y sentía el ánimo por los suelos.

—¿Tienes turno esta tarde en la oficina de misiones? —preguntó Kakashi sacándole de su ensimismamiento.

—¿Eh? No, lo he tenido a primera hora.

—Entonces, ¿qué vas a hacer esta tarde?

—Había pensado llevar un par de cajas más a la casa.

—Te ayudaré, entonces.

—No hace falta, pero como quieras…

Iruka sabía muy bien que si Kakashi subía a su apartamento lo de las cajas tendría que esperar.

Efectivamente, en cuanto los dos ninjas cruzaron el umbral de la puerta del apartamento de Iruka, Kakashi se bajó la máscara y, cogiendo a Iruka de la cintura, lo atrajo hacia él para besarle.

Iruka se dejó coger, y besar, y abrazar, y todo lo que Kakashi quiso durante la siguiente media hora. Al acabar, Kakashi se dejó caer boca arriba en el lecho, e Iruka se colocó tumbado de lado, mirando hacia él. El joven maestro se quedó observando el tatuaje de ANBU que Kakashi lucía en el hombro izquierdo. Alargó la mano y acarició con el dedo índice la espiral roja como la sangre.

La conversación durante el almuerzo había hecho que se diera cuenta de todo lo que no sabía aún sobre Kakashi. No sabía nada de sus tiempos en ANBU, ni por qué lo había dejado. Tampoco sabía aún quién era ese tal Obito del cual Kakashi le había prometido hablarle algún día y aún no lo había hecho, ni conocía a ese Tenzou del cual el jounin había hablado tan afectuosamente en el almuerzo.

—¿Hubo algo entre ese tal Tenzou y tú? —preguntó antes de que se le fuera el valor si lo pensaba demasiado.

—¿Qué? —Kakashi abrió mucho los ojos y giró la cabeza hacia él—. Claro que no. —Sonrió—. A Tenzou no le van los hombres.

Iruka frunció el ceño.

—¿Quieres decir que esa fue la razón por la que no pasó nada? ¿Qué él no quiso?

El tono amargo de Iruka puso en alerta a Kakashi, que se incorporó un poco en la cama para poder ver mejor a Iruka.

—No, no quería decir eso. Tenzou es solo un amigo, y jamás le he mirado de otro modo.

Kakashi le estaba diciendo la verdad, Iruka lo sabía, y aquello debería hacerle sentirse mejor, pero había algo más, otro tema, que le turbaba. El jounin iba a decir algo más (seguramente para calmar del todo su ataque de celos al parecer absurdo) pero Iruka le interrumpió.

—¿Qué vas a hacer a partir de ahora cuando necesites un rato a solas?

—¿A qué te refieres?

—Me refiero a lo de hoy, o a lo de ayer, más bien, cuando llegaste y te fuiste a tu apartamento porque, según me has dicho esta mañana, necesitabas estar a solas. Pero en una semana estaremos viviendo juntos, así que, ¿qué vas a hacer?

El Ninja Copia tardó mucho en responder. Eso solo podía significar una cosa: que la respuesta no le iba a gustar nada a Iruka.

—Había pensado en mantener mi apartamento —confesó finalmente.

—¿Qué?

—Solo por si acaso —dijo Kakashi, y empezó a explicarse con rapidez—: Por si me vuelve a ocurrir lo de ayer y necesito algo de espacio.

Iruka se incorporó también.

—No puedes hacer eso. —De repente el joven maestro sentía un nudo en la garganta, y estaba haciendo un gran esfuerzo por no perder la compostura—. No puedes pedirme que viva contigo, y mantener tu propio espacio para cuando no quieras estar conmigo.

—Iruka, no es eso…

—Sí es eso, es exactamente eso —replicó el chuunin, dolido.

—No lo es —insistió Kakashi—. Iruka, tú no lo entiendes.

—Entonces explícamelo.

Kakashi se quedó callado y miró hacia otro lado.

Explícamelo —insistió Iruka.

El jounin tomó aire.

—Hay veces, por “x” razones, razones que tú no conoces, que al regresar de una misión me siento como si fuera la mayor escoria del mundo —murmuró con la voz quebrada. Iruka le miró sorprendido y Kakashi hizo una pausa, recomponiéndose—. Y no quiero que me veas así.

Tras procesar esas palabras, Iruka alargó la mano, tomó a Kakashi de la barbilla, y le obligó a girar la cara de nuevo para poder mirarle a los ojos.

—Yo nunca, nunca, te veré como escoria —susurró el más joven con vehemencia—. Te amo. Amo todo de ti, incluso esa parte que aún desconozco. Pero necesito saber que tarde o temprano la conoceré. Y eso no ocurrirá si mantienes tu apartamento.   

Kakashi frunció el ceño, pero no replicó, pensativo. Se quedaron momentáneamente en silencio, hasta que el jounin bajó la mirada y suspiró con resignación.

—Está bien. Dejaré mi apartamento.

Iruka dejó escapar el aire que no sabía que había estado conteniendo. Realmente no sabría qué habría hecho si Kakashi se hubiera negado. Cerró los ojos y apoyó la frente en el hombro desnudo del jounin, justo encima del tatuaje.

—Gracias —musitó.

La mano de Kakashi le acarició el cabello suelto.

—¿Tanto confías en mí…?

Todavía con los ojos cerrados, Iruka besó el tatuaje.

—Por supuesto.

Kakashi le instó a alzar el rostro y le besó en la boca, mientras le tumbaba de nuevo en la cama.

«Pero necesito que tú también confíes en mí…»


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