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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo a todas. Mucho tiempo, lo sé. La vida. Y que 2017 fue un año nefasto para mí. Menos mal que es un fanfic y no un original, al menos no se pierde tanto el hilo, creo. Capítulo cortito pero necesitaba actualizar ya, pues empezaba a temer que la web me borrase el fanfic. Nos leemos de nuevo en las notas finales.

Escena 21 — Después del capítulo 450

 

A pesar de la alegría por el regreso de su héroe Naruto, pronto Konoha tuvo que encarar la realidad de su situación.

La aldea estaba en ruinas. Todo el centro, la zona cero del Shinra Tensei de Pein, estaba completamente destruido. Centenares de personas habían perdido su hogar. Incluído Naruto, pues el bloque de apartamentos donde vivía era uno de los edificios caídos.

Y la Hokage estaba en coma.

Yamato, con su mokuton, había conseguido levantar un par de casas y construir un par de albergues donde la gente que había perdido su casa pudiera pasar la noche a cubierto, además de los heridos. Un exhausto Naruto tenía pensado pasar la noche en uno de esos albergues, pero Iruka y Kakashi, cuya casa al estar en las afueras se había salvado de la destrucción, se negaron en redondo, invitándole a quedarse con ellos el tiempo que quisiera. Naruto aceptó, así que aquella noche, la primera noche tras la destrucción de Konoha, se marchó a casa de sus senseis con ellos.

Mientras Kakashi y Naruto se aseaban cada uno en un baño de la casa, Iruka preparó la habitación que usaba de estudio como dormitorio de invitados. Su escritorio solo ocupaba un rincón de la gran estancia, así que lo único que tuvo que hacer fue desplegar un futón y sacar una almohada y un par de mantas.

Kakashi fue el primero en terminar de bañarse. Iruka escuchó sus pasos acercándose por el pasillo.

—¿Necesitas que te ayude? —preguntó el jounin asomándose con gesto cansado por la puerta del dormitorio de invitados. Llevaba puestos unos pantalones largos de pijama y una camiseta manga larga con la máscara subida. La pega de tener a Naruto en casa.

—No, vete a dormir —respondió Iruka con una leve sonrisa.

—No me lo dirás dos veces —susurró el hombre—. Te espero en la cama. —Y se fue al otro dormitorio, el que compartían.

Iruka se quedó mirando la puerta y su sonrisa desapareció. Aún no había tenido ocasión de hablar con Kakashi sobre nada de lo que había pasado en aquel infausto día. Por otro lado, ¿había realmente algo de lo que hablar? Desde que había regresado a la aldea con Naruto, Kakashi se comportaba normal, como si nada relevante le hubiera sucedido.

Como si no hubiera estado dos horas clínicamente muerto.

El siguiente en aparecer por la puerta fue Naruto, con la misma cara de extenuación que Kakashi, o incluso más. Llevaba un pijama prestado de Iruka de color azul claro, que le iba largo. No mucho, observó el chuunin. Naruto, que ya tenía dieciséis años, pronto le alcanzaría en estatura.

—¿Es aquí donde voy a dormir? —preguntó el muchacho.

—Sí. ¿Te parece bien?

—Me parece perfecto. Aunque nunca he dormido en un futón.

—A mí me costó un poco acostumbrarme, pero me da que hoy te vas a quedar dormido enseguida.

—Supongo que sí.

Habiendo terminado de colocar las mantas, Iruka se apartó y dejó que Naruto se metiera dentro del futón. El chico se arrebujó bajo la tela con un sonidito de pura satisfacción.

—¿Ta bastan estas mantas o te saco otra? —preguntó Iruka.

—Me bastan. No soy friolero.

—De acuerdo. ¿Necesitas algo más? —Naruto negó con la cabeza—. Entonces me voy a bañar. Buenas noches, Naruto.

Naruto vaciló.

—¿Puedo contarte algo antes, Iruka-sensei…?

El tono de confidencia que había empleado Naruto no era habitual en él. Iruka asintió y se sentó en el suelo junto al futón.

—Claro. Dime.

Naruto vaciló un momento y luego lo soltó.

—Hoy Hyuga Hinata ha dicho que me ama.

Iruka levantó una ceja. Hyuga Hinata también había sido alumna suya, conocía muy bien el carácter extremadamente tímido de la muchacha, al igual que conocía perfectamente sus sentimientos por Naruto. Pero que se hubiera atrevido a decirlos en voz alta y frente al sujeto en cuestión… bueno, era toda una sorpresa.

—¿Ah, sí? ¿Y cuándo ha sido eso?

—Mientras luchaba con Yahiko. —Iruka le miró sin entender—. Uno de los Peins —aclaró el chico—. Se llamaba Yahiko. Bueno, cuando estaba vivo…

—Ah…

—Yahiko me tenía atrapado. Hinata ha aparecido de repente y antes de enfrentarse a él… bueno, pues ha dicho eso.

Las mejillas de Naruto estaban teñidas levemente de rojo. En ese momento no daba la impresión de ser el héroe que había salvado a toda una aldea de un poderoso enemigo. En ese momento solo parecía un chico adolescente confuso por temas de amor y de chicas.

—Bueno, ¿y tú qué opinas al respecto? —preguntó Iruka.

El muchacho se encogió de hombros.

—No lo sé. No me lo esperaba. Nunca pensé que yo pudiera gustarle a una chica… no realmente.

«Me da que eso va a cambiar muy pronto… y que Hinata va a tener competencia», especuló Iruka.

—¿Y a ti te gusta ella?

—No lo sé. Me cae bien. Pero a mí siempre me ha gustado Sakura… aunque no tenga ninguna oportunidad con ella.

Naruto parecía de algún modo deprimido, así que instintivamente Iruka le revolvió el cabello con afecto.

—Quizás deberías darle esa oportunidad a Hinata. Los romances no siempre son como en los libros, ¿sabes? La idea del amor a primera vista es muy bonita, igual que la leyenda del hilo rojo del destino[1], pero en la vida real, el amor suele evolucionar a partir del afecto. Las relaciones no surgen sin más, sino que se trabajan, y para cuando te das cuenta estás enamorado de la persona que menos te habrías esperado…

El muchacho le miró con curiosidad.

—¿Fue así para ti con Kakashi-sensei?

Fue el turno de Iruka de ruborizarse. Había hablado sin pensar y no se había dado cuenta de que efectivamente su teoría podía aplicarse perfectamente a su caso.

—Bueno… sí, más o menos.

—¿Quién fue el primero en declararse?

Iruka se sonrojó aún más.

—…Kakashi-sensei.

Naruto sonrió con algo de timidez.

—Quizás lo haga. Quiero decir, pedirle una cita a Hinata… o algo así.

—Me parece una excelente idea.

Iruka le revolvió un poco más el pelo y luego se levantó.

—Buenas noches, Naruto.

—Buenas noches, Iruka-sensei.

Iruka fue hacia la puerta, pero antes de cruzar se quedó parado y miró hacia el muchacho de nuevo.

—Naruto…

—¿Sí…? —Naruto ahogó un bostezo.

—Aún no te he dado las gracias por lo de hoy.

—¿Por vencer a Pein?

—Por devolverle la vida a Kakashi.

Naruto tomó un segundo en replicar.

—Eso fue Nagato.

—No lo hubiera hecho de no ser por ti. Gracias, Naruto.

El soñoliento muchacho asintió, mientras bostezaba de nuevo.

Ahora sí, Iruka le dejó solo para que pudiera dormir.

De camino al baño, Iruka pasó por delante de la puerta del otro dormitorio, el que compartía con Kakashi. Echó un vistazo dentro, pero en la penumbra distinguía apenas un bulto bajo el futón.

El chuunin se metió en el baño y cerró la puerta. Eran las tres de la madrugada.

Fue un alivio poder quitarse por fin la ropa sucia de tierra y sangre, darse una ducha y luego meterse en la bañera con agua caliente. La herida de la pierna le escoció un poco. Una vez sentado dentro, Iruka dobló las piernas, abrazándose a ellas, y apoyó la frente en sus rodillas.

En la soledad y quietud del cuarto de baño, Iruka intentó relajarse y dejar la mente en blanco. Pero todo lo vivido en las últimas dieciocho horas se había grabado a fuego en su alma, y las imágenes volvían a su cabeza una y otra vez, haciendo que su pecho doliera.

Kakashi yaciendo en el suelo, inmóvil, sin respirar.

Iruka cerró con fuerza los ojos y apretó los puños.

Cuando empezó a salir con Kakashi, casi cuatro años atrás, ya sabía que la probabilidad de lo sucedido ese día, que Kakashi muriera en combate, era muy grande. Una probabilidad que siempre había rondado en sus pensamientos, obligándole a reflexionar sobre ello a menudo y diciéndose a sí mismo que debía estar preparado para lo peor.  

Pero imaginarlo y vivirlo eran dos cosas muy diferentes.

Había sido demasiado, simplemente demasiado. Iruka no quiso contener más el llanto que empezó a subir por su garganta, pero trató de hacer el mínimo ruido posible.

Mientras se desahogaba, perdió la noción del tiempo. Hasta que un ruido le sobresaltó y alzó la cabeza.

Kakashi estaba de pie en medio del baño, con la máscara bajada y mirándole con expresión sobresaltada.

—Iruka —exclamó—. ¿Qué haces aún aquí? —El jounin metió la mano en el agua de la bañera y añadió con enfado—: ¡Está helada! ¿Quieres pillar una pulmonía?

Volviendo a la realidad, Iruka se percató de que Kakashi tenía toda la razón. El agua de la bañera se había enfriado y su cuerpo temblaba.

—No me he dado cuenta… —musitó.

—¿Que no te has dado cuenta? —repitió Kakashi, incrédulo, agarrando una toalla—. Levanta —ordenó.

Iruka obedeció, poniéndose de pie en medio de la bañera. Kakashi envolvió su mojado y tembloroso cuerpo con la toalla, y le apretó contra él. Iruka cerró los ojos, disfrutando al máximo del contacto, pues incluso a través de la gruesa tela, podía percibir el calor corporal del otro hombre. El calor que horas antes se había ido.

Aunque al entrar la prioridad de Kakashi había sido la temperatura corporal de Iruka, por supuesto se había dado cuenta también de sus lágrimas. El jounin le abrazó más fuerte y le habló al oído.

—¿Qué ocurre, Iruka? —le preguntó en voz muy baja, en un tono sereno completamente diferente del que había usado un minuto antes—. ¿Es por lo de hoy…?

El chuunin asintió.

—Lo siento… —musitó Kakashi.

Iruka ignoró la disculpa. Kakashi solo había cumplido con su deber de shinobi. No había nada que perdonar.

—Si puedo hacer algo… —continuó el jounin.

En ese momento, Iruka recordó algo, algo importante, pero que había olvidado completamente en medio del caos. Se separó un poco del otro hombre para poder verle a los ojos e inspiró hondo, tratando de que el llanto no cortara sus palabras.

—Me casaré contigo —declaró.

Kakashi parpadeó, cogido por sorpresa.

—¿Qué?

—Que me casaré contigo… si todavía quieres.

El Ninja Copia permaneció unos segundos en silencio.

—¿Por qué? —cuestionó finalmente.

—Cuando estabas… muerto, prometí que lo haría. Prometí que me casaría contigo si abrías los ojos, así que…

Kakashi suspiró y agarró a Iruka suavemente de los hombros.

—Iruka, no voy a obligarte a casarte conmigo por una promesa hecha en un momento así —dijo con voz grave.

Iruka parpadeó y más lágrimas escaparon de sus ojos, recorriendo sus mejillas.

—Entonces, ¿qué puedo hacer…?

—¿A qué te refieres?

—¿Vas a dejarme por no querer casarme?

Kakashi frunció el ceño.

—No seas absurdo —masculló.

—No sería la primera vez que me dejas por no hacer lo que tú quieres —escupió Iruka, sin poder evitar el veneno que acompañó sus palabras.

Touché. El jounin se quedó sin habla.

—Así que si voy a perderte, dilo de una vez, que sea hoy, que aún no me he recuperado de tu muerte… —continuó el joven maestro—. Porque sino… no creo que pueda sobreponerme… —añadió con un sollozo.

Aquello hizo reaccionar a Kakashi.

—Iruka, no voy a dejarte porque no quieras casarte conmigo —repitió en voz baja pero clara—. Ni por ningún otro motivo.

—¡Pero desde que te expliqué por qué no quería, has dejado de hablarme! ¡No dejas de coger misiones y apenas paras por casa, y cuando lo haces, ni me miras! ¡Ni me tocas! —Iruka quería gritar por la frustración que sentía, pero recordaba muy bien que no estaban solos en la casa, y aunque sabía que Naruto tenía el sueño muy fuerte, no quería arriesgarse a despertarlo. Por eso mantuvo un tono de voz bajo igual que Kakashi—. ¿Qué debo hacer entonces para que dejes de estar resentido conmigo?

Kakashi desvió la mirada un segundo. Cuando volvió a fijar su ojo gris en Iruka, este se dio cuenta de lo avergonzado que lucía.

—Tú no tienes que hacer nada, Iruka. Soy yo. El problema es mío. Lo siento.

—¿Qué quieres decir con que el problema es tuyo?

—Quiero decir, que no estoy resentido contigo. Quizá fue así los primeros días, es cierto, pero pronto me di cuenta de que tenías toda la razón: lo que me estabas pidiendo era lógico. Así que estaba resentido conmigo mismo, Iruka, porque no podía darte lo que querías. Porque tenía miedo de que si lo hacía, si te contaba sobre Rin, te alejarías de mí. Por eso me estaba comportando así. Por eso apenas he podido mirarte a la cara estas últimas semanas.

—Nada de lo que puedas contarme nunca me alejará de ti, Kakashi —suspiró Iruka—. Deberías saberlo.

—Lo sé —susurró Kakashi, con una leve, muy leve sonrisa en los labios—. Ahora lo sé.

—Espera… —murmuró Iruka, sintiendo un ápice de esperanza—. ¿Estabas hablando en pasado? ¿Eso significa que…?

Kakashi asintió.

—Voy a contarte sobre Rin. Y sobre Obito. Y sobre todo lo que quieras saber de mí…

Los ojos de Iruka se anegaron de lágrimas otra vez, aunque esta vez no eran lágrimas de tristeza.

—¿Lo dices en serio?

—Muy en serio —afirmó el jounin.

Por fin, por fin, iban a salir del atolladero en el que ellos mismo se habían metido. El joven maestro ahogó un sollozo de alivio.

—Gracias, Kakashi…

—No me las des. No después de lo que te he hecho pasar. —Kakashi pasó su mano derecha por las mejillas de Iruka, limpiando las lágrimas—. Pero… ¿podemos dejarlo para mañana? Son las cuatro de la mañana y… bueno, tú estás desnudo.

Cierto, pensó Iruka, y sonrió avergonzado al recordar que solo llevaba encima una toalla. Pero dejó de sonreir cuando se dio cuenta de la mirada hambrienta de Kakashi, esa mirada que hacía tiempo que no recibía. Y un segundo después la boca de Kakashi cubría la suya. Iruka respondió al beso con ganas, pasando los brazos alrededor del cuello del jounin, a la vez que este le pasaba los brazos primero por la cintura, y luego por debajo de su trasero.

Iruka dejó escapar una exclamación de sorpresa cuando Kakashi le cargó de repente, cogiéndole de los muslos y levantándole, haciendo que Iruka tuviera que rodearle la cadera con las piernas. A continuación, aguantándole de la cintura solo con un brazo, con el otro entreabrió la puerta para comprobar que el oscuro pasillo estuviera despejado y la puerta de la habitación donde dormía Naruto cerrada.

—¿Qué…?

Shhhh… —chistó Kakashi.

El jounin, todavía cargando a Iruka, salió al pasillo para meterse rápidamente en su dormitorio, cerrando la puerta tras ellos con una suave patada. Luego, sin mucha ceremonia, dejó caer al chuunin sobre uno de los futones, y colocándose de rodillas sobre él le arrancó la toalla.

—Pero Naruto… —empezó Iruka en voz baja, pero Kakashi le acalló de nuevo, chistándole. El jounin realizó un par de sellos, y el aire de la habitación cambió de repente, tomando un color azulado—. ¿Qué es eso?

—Es un chinmoku no jutsu —explicó Kakashi—. Una técnica de silencio. Ningún ruido que se produzca en esta habitación podrá oírse desde fuera. No en un rato, al menos.

—Creía que no tenías chakra —comentó el joven maestro.

—Ya me he recuperado un poco. Además, es un jutsu muy simple.

El aire azul de la habitación producía además una tenue luz que se reflejaba en el ojo gris de Kakashi. Iruka alzó los brazos y rodeó a Kakashi del cuello, estirándole hacia él hasta que tuvo su rostro a escasos centímetros.

—Perfecto entonces —sonrió.

El Ninja Copia le devolvió la sonrisa y volvió a besarle.

 


[1] Hilo rojo del destino: leyenda japonesa que asegura que hay personas que desde el día de su nacimiento están predestinadas a encontrarse y permanecer juntas para siempre, pues vienen unidas por un hilo rojo invisible y atado al dedo meñique de cada uno.

Notas finales:

¿Alguien me podría decir una web donde esté colgado el manga de Naruto? Yo lo leí en mangafox, y releía de vez en cuando algunos capítulos para refrescar la memoria, pero ya no está. Y otra pregunta, ¿Boruto vale la pena? ¿Hay escenas kakairu? Me da un perezón enorme verla pero quizás también me serviría de inspiración. Bueno, comentadme qué os ha parecido el capi y si aún tenéis ganas de más. Besazos.


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