Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Nuestros momentos por Khira

[Reviews - 268]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!!! Sí, por fin actualizo, después de medio año. Qué puedo decir, solo que aquí sigo. Capítulo recién salido del horno, ni las faltas he revisado. Espero que os guste, nos leemos más abajo!

Escena 22

A la mañana siguiente del día D (la casi completa destrucción de Konoha), el primero en despertar en la casa fue Iruka.

En el futón de al lado, Kakashi dormía profundamente, cosa rara en él. Iruka supuso que aún no había recuperado todo el chakra, aunque escasas horas antes no había dado esa impresión. El chuunin no pudo evitar sonreir al rememorar la intensa sesión de sexo que habían compartido. Y sobre todo, sonrió al recordar la promesa del jounin de contarle todo acerca de su pasado. Acerca de todo.

Se vistió en silencio y salió al pasillo. La puerta de la otra habitación seguía cerrada. Se acercó un poco a la madera. Dentro se oían ronquidos. Iruka se alejó sin hacer ruido y bajó a la cocina.

Estaba terminando de preparar un abundante desayuno cuando sin esperarlo apareció Kakashi, ya vestido con su uniforme y la máscara.

—Buenos días —saludó el recién levantado.

—Buenos días. Creía que dormirías un rato más. ¿Cómo te encuentras?

—Bastante bien. —Kakashi se acercó a él, se bajó un segundo la máscara lo mínimo y le besó cariñosamente en la sien. Miró hacia la mesa y sonrió—. ¿Cuánta gente seremos hoy para desayunar? ¿Ocho?

—Solo tres, pero pensé que tendríais hambre.

—Buenos días.

Iruka y Kakashi se giraron hacia la puerta. En el umbral estaba Naruto, aún en pijama y bostezando.

—Buenos días. ¿Cómo estás? —preguntó Iruka.

—Bien. —Naruto dejó de bostezar y abrió mucho los ojos cuando se fijó en toda la comida que había en la mesa de la cocina—. Wow. Qué pinta.

—¿Tienes hambre?

El estómago del muchacho rugió.

—Tomaré eso como un sí —sonrió Iruka.

Los tres se sentaron a la mesa y empezaron a desayunar.

—¿Sabéis algo de la abuela Tsunade? —preguntó Naruto mientras sorbía un tazón de sopa de miso.

Iruka y Kakashi negaron con la cabeza.

—Cuando termine de desayunar me acercaré a ver cómo está —dijo Kakashi con un trozo de tortilla tamagoyaki en los palillos.

—Te acompaño —dijo inmediatamente el muchacho.

—¿Qué harás tú? —preguntó Kakashi a Iruka.

—He quedado con otros maestros para ir a la academia, a ver en qué estado se encuentra. Pero está bastante cerca de la zona cero, así que no somos muy optimistas.

Terminaron de desayunar en silencio. Naruto ayudó a los dos adultos a recoger y lavar los platos, y después se marchó con Kakashi a ver a Tsunade. Poco rato después, Iruka marchó hacia el lugar donde apenas un día antes se ubicaba la escuela ninja de Konoha.

***

Tal y como se habían temido Iruka y sus colegas, la academia ninja estaba destruida. El edificio entero había colapsado, hundiéndose por varios lados.

Las clases tendrían que ser al aire libre durante un tiempo, acordaron resignados.

Mientras buscaba material servible entre los escombros, Iruka pasó por lo que hasta hacía dos días había sido la fachada principal de la academia, ahora irreconocible. Solo el árbol del columpio que había frente a la entrada se había salvado milagrosamente. El joven maestro se quedó mirando aquel arce, que había estado plantado en ese mismo lugar desde que tenía memoria. Pensó en Naruto, columpiándose en él, y varios recuerdos de años atrás le vinieron a la mente.

Recordó los primeros días que tuvo a Naruto como alumno. Por aquella época, Iruka aún sufría a menudo frecuentes pesadillas relacionadas con el ataque del Kyubi a Konoha, ataque que había causado la muerte de sus padres. Pero la orden de ser el tutor de Naruto vino directamente del Tercer Hokage, e Iruka no quería decepcionarle. Lo había intentado durante semanas, sin embargo cuando miraba al muchacho seguía viendo en él solo al jinchuuriki del Kyubi, igual que todos los demás adultos de la aldea. Incluso había estado a punto de darse por vencido y pedirle al Tercero que lo relevara, pero el anciano no pudo (o no quiso) recibirle.

Y recordó también que fue precisamente una conversación con Kakashi (la primera conversación a solas que tuvo con él, de hecho) la que le había hecho reaccionar. Kakashi le dijo literalmente que sus ojos parecían muertos, y que al parecer el maestro había olvidado la regla básica de la enseñanza: que no se puede abrir la mente de otros a no ser que uno mismo tenga la mente abierta. Además le hizo ver que conseguir llegar al corazón de Naruto era una prueba personal que el Hokage le había impuesto porque creía en él.

Una posterior conversación con Naruto durante un incidente en las montañas del norte fue el detonante final para que Iruka viera realmente a Naruto como lo que realmente era: un niño huérfano ávido de atención, reconocimiento y afecto. Exactamente como lo había sido Iruka hasta que el Tercer Hokage lo había abrazado aquel lejano día frente al monumento a los héroes de Konoha. A partir de entonces Iruka encontró la manera de tratar con Naruto, y no solo eso, sino que además con el tiempo le fue cogiendo cariño hasta quererle como el hermano pequeño que nunca tuvo.

Iruka acarició la pequeña marca que él mismo había tallado en el árbol, la marca que Naruto debía alcanzar en altura para poder aspirar a convertirse en Hokage. Nunca habían hecho la prueba, pero seguramente Naruto ya la había alcanzado.

Y es que Naruto estaba muy cerca ya de su meta.

«Naruto… Realmente podrás convertirte en Hokage».

—¡Iruka, por favor ayúdanos con esto! —El grito de un colega le sacó de sus recuerdos.

—¡Voy ahora mismo! —les gritó a su vez.

Mientras ayudaba a sus colegas a recoger y clasificar archivos medio quemados, Iruka volvió a pensar sobre su conversación con Kakashi de aquella vez. Recordó que durante los días posteriores se había preguntado por qué un tokubetsu jounin como Hatake Kakashi se había molestado en preguntarle a un simple chuunin por sus asuntos. Ahora ya lo sabía, claro. Kakashi le había confesado tiempo atrás que mucho antes de la muerte del Tercero ya estaba interesado en él.

Sí, hacía mucho tiempo que Kakashi había velado por él, sin que Iruka fuera consciente. Ahora lo era. Y en ese momento, el amor que sentía por el jounin no le cabía en el pecho.

El sonido inesperado de los acordes de un instrumento de cuerda fue lo que interrumpió esta vez sus pensamientos. Sorprendido, alzó la cabeza y buscó a su alrededor, pero la fuente del sonido no estaba a la vista. Sus colegas también lo habían escuchado y estaban haciendo el mismo gesto que él. ¿Quién estaba tocando una canción allí en Konoha, en medio de la destrucción? Iruka aguzó el oído. El sonido provenía de su derecha, detrás de una gran montaña de escombros. Iruka y sus colegas se dirigieron hacia allí, curiosos.

En cuanto alcanzaron la cima de la montaña de escombros la vieron. El instrumento de cuerda era un banjo, y la persona que lo tocaba con maestría era una mujer a la que Iruka no había visto nunca. Era joven, alta y morena, con el pelo largo hasta la cintura, e iba vestida de forma llamativa, con una camisa roja, a juego con sus sandalias, una falda larga de colores, un lazo rosa anudado en la cintura, y un sombrero alto de franjas rojas y naranjas.

La canción era alegre, pero no demasiado. El sonido era más bien… alentador. Aquella mujer, fuera quien fuese, estaba tocando un banjo rodeada de escombros, y la gente a su alrededor la miraba, primero sorprendida, luego curiosa, y finalmente agradecida porque esos acordes les habían levantado el ánimo aunque solo fuera por unos minutos.

—Deberíamos volver al trabajo —dijo una colega de Iruka.

—Tienes razón —dijo Iruka.

El chuunin iba a darse la vuelta, cuando una figura conocida en lo alto de otra montaña de escombros le llamó la atención. Era Kakashi.

Lo primero que pensó Iruka fue en la Hokage. Se preguntó cómo estaría, y dónde estaba ahora Naruto.

Luego se fijó en la mirada embelesada de Kakashi y frunció el ceño.

Iruka miró de nuevo a la desconocida. ¿Se conocerían? Se fijó mejor en el rostro de ella. Y, sintiendo una repentina punzada, se dio cuenta de que era muy guapa.

—¡Iruka! —Uno de sus colegas volvió a llamarle.

—¡Ya voy! —exclamó Iruka.

A regañadientes, y sintiendo que se estaba perdiendo algo, Iruka abandonó el lugar.

***

No fue hasta la noche que los tres, Kakashi, Iruka y Naruto, regresaron de nuevo a la casa de los dos primeros.

Kakashi estaba agotado. Aún no había recuperado del todo el chakra, y en lugar de descansar, no solo se había pasado media noche teniendo sexo con Iruka (no que se arrepintiera de ello precisamente), sino que se había pasado el día ayudando en las tareas de desescombro.

Pero no podía permitirse descansar. No ahora, que la aldea se encontraba en esas condiciones. Y además, todos estaban cansados. Menos Naruto, claro. Las reservas de chakra y energía de ese muchacho eran, como siempre, inagotables.

Fue el muchacho el que se ofreció a preparar la cena esa noche. Ramen, por supuesto, pues no sabía preparar otra cosa. Pero los dos adultos lo agradecieron.

—Espero que la abuela Tsunade se despierte pronto —decía Naruto, mientras sorbía con cara larga un poco de ramen. El muchacho estaba realmente muy preocupado por la Hokage.

—Esperemos que sí —asintió Kakashi. No se fiaba un pelo de Danzou.

—¿Qué podemos hacer mañana, Kakashi-sensei?

—Podemos seguir ayudando a montar tiendas de campaña para la gente que se ha quedado sin casa.

—Creía que el capitán Yamato seguiría construyendo albergues de madera.

—Yamato no tiene tus reservas de chakra, Naruto —sonrió el jounin. Ni Yamato ni nadie, se dijo—. No creo que pueda construir más de dos edificios por día. Así que hay que montar tiendas.

—Ayer escuché a alguien decir que debería ocuparse el barrio Uchiha, ya que al igual que esta zona se ha salvado del desastre —intervino Iruka, mirando de soslayo a Naruto.

—No es mala idea: no creo que Sasuke venga a reclamar… —murmuró Kakashi.

La mirada de Naruto se ensombreció un poco al recordar a su prófugo amigo.

—No, no creo que le importe —convino en voz baja.

Tras la cena, recogieron entre todos, se dieron las buenas noches y se fueron a sus respectivas habitaciones.

En cuanto cerró la puerta, Kakashi se bajó la máscara e hizo de nuevo el chinmoku no jutsu. El aire de la habitación se volvió azul.Iruka le miró con una ceja levantada.

—No creo que debamos —dijo el chuunin—. Estoy exhausto. Y seguro que tú también.

—Lo estoy —convino Kakashi—. Pero no he hecho el jutsu por eso.

—Ah. ¿Entonces?

—Tenemos una conversación pendiente, y no quiero que Naruto nos oiga.

Sabiendo perfectamente a qué conversación se refería, el joven maestro le miró fijamente.

—¿Estás seguro?

Kakashi asintió.

—Estoy seguro.

El jounin le indicó a Iruka que se sentara sobre el futón. Iruka lo hizo, y luego Kakashi hizo lo mismo, frente a él.

Aunque llevaba 24 horas preparándose para ese momento, de repente Kakashi sentía la boca seca.

No quería hacerlo. O quizás sí. Quizás contárselo todo a Iruka era lo que necesitaba. Se había sentido un poco mejor tras contárselo a su padre, y eso que solo había sido una visión, una de esas alucinaciones que se tienen cuando uno se está muriendo, o eso dicen. Kakashi no estaba seguro. Pero no importaba si había sido real o no. Él había hecho las paces con su padre. Ahora era el momento de hacer las paces consigo mismo, y para eso tenía que abrir del todo su corazón a Iruka.

Así que empezó su historia.

—Obito y Rin eran mis compañeros de equipo…

***

Iruka sentía la boca seca.

La historia que acababa de contarle Kakashi era terrible. La historia sobre Obito ya lo había sido, pero la historia sobre Rin había sido aún peor.

Iruka no era estúpido, y ya se había imaginado algo malo. Pero no hasta ese punto. Que Rin, su compañera, su amiga, hubiera muerto a manos del propio Kakashi para poder salvar Konoha… atravesada por su Chidori… No era de extrañar que el jounin hubiera sufrido tantas pesadillas durante tanto tiempo. Y tampoco era de extrañar, ahora lo comprendía, que se hubiera negado a compartir esa parte de su vida.

—Di algo, por favor —dijo él de repente, e Iruka se dio cuenta de que se había quedado en silencio demasiado tiempo. Pero es que era mucho para asimilar…

—Lo siento —murmuró Iruka. Kakashi le miró sin comprender, con demasiada alerta en su ojo gris, e Iruka entendió que debía ser más claro, y cuanto antes—. Siento mucho que tuvieras que pasar por todo eso.

Kakashi seguía tenso, con la mandíbula apretada.

—¿No estás asqueado…? —musitó.

Eso hizo reaccionar a Iruka, llevando rápidamente su mano sobre la de su pareja.

—¡Por supuesto que no! —exclamó. Tragó saliva e intentó expresar lo que sentía lo mejor que pudo—. Lo que me has contado… todo ello… no… no me lo esperaba, y no sé muy bien qué decir. Pero desde luego que no estoy asqueado. Estoy… triste. Triste por Obito, por Rin… pero sobre todo, triste por ti. Me pena tanto que tuvieras que pasar por ello… ojalá hubiera estado a tu lado entonces.

—Créeme, mejor que no estuvieras. No habría salido bien. —Kakashi hizo un amago de sonrisa triste. Pero al menos parecía un poco más animado que un momento atrás.

—Es posible —convino Iruka. La verdad es que no estaba seguro de haber sabido ayudar ni tratar a un Kakashi en aquellas condiciones—. Pero me apena aún más saber que pasaste por todo aquello solo.

—Bueno, no estaba solo del todo. No conseguí alejarlos a todos.

Iruka supuso que se refería a Asuma y Kurenai, o incluso a Gai o Yamato.

Apretó la mano de Kakashi con más fuerza. Kakashi le devolvió el apretón.

—Gracias por contármelo —susurró Iruka.

—Gracias por no irte —de nuevo una sonrisa triste. A Iruka no le gustaba verlo así. No era él mismo.

El joven maestro se inclinó hacia él y le acarició el pálido rostro, intentando con ese simple gesto expresar todo su amor y afecto.

—No me iré nunca.

Kakashi le miró fijamente, y tras un momento de solemne silencio, le besó con fuerza.

Iruka le rodeó el cuello con los brazos y le devolvió el beso. Pensó que se quedaría en eso, en un beso fogoso, pero Kakashi tenía otros planes.

—No deberíamos —exclamó Iruka cuando Kakashi le tumbó sobre el futón.

—Es verdad. —Kakashi le mordió el cuello—. No deberíamos.

Iruka ahogó un gemido. Y al notar la erección de Kakashi contra la suya, supo que no tenía sentido discutir.

***

Unos quince minutos después, Iruka se maldecía a sí mismo por tener tan poco autocontrol. Al día siguiente le iba a costar horrores levantarse, y no digamos ya levantar los malditos escombros. Miró a Kakashi, quien en ese momento le tenía abrazado y le estaba acariciando el cabello, y estuvo a punto de recriminarle, pero no pudo.

Porque ahora sí, el jounin estaba en calma. Iruka se dio cuenta entonces de que si hubiera rechazado a Kakashi minutos antes, el jounin podría haber pensado que el rechazo era por otro motivo. Menos mal que no lo había hecho.

—¿Estás bien? —le preguntó Kakashi, sin dejar de acariciarle el cabello.

Iruka cerró los ojos y disfrutó la caricia.

—Estoy bien.

—¿Hay algo más que quieras saber de mí? —cuestionó el jounin de repente.

Iruka lo pensó un instante. En seguida visualizó a cierta mujer con cierto banjo.

—Bueno, hay una cosa —murmuró inseguro abriendo los ojos y mirando al techo de la habitación. Al notar que Kakashi se tensaba un poco, añadió—: No tiene que ver sobre lo que me has contado esta noche.

—¿Qué es?

—Esta mañana, cerca de la academia… ha aparecido una mujer, y se ha puesto a tocar el banjo. Te he visto allí, escuchándola. Me ha dado la sensación de que… bueno, de que la conocías.

Kakashi no vaciló.

—Sí, la conozco. Se llama Hanare.

—Oh. ¿De qué la conoces…?

—La conocí durante una misión. —Kakashi entendió lo que Iruka quería saber y fue al grano—: Me acosté con ella.

Iruka no se sorprendió demasiado. En el fondo sabía que podía ser eso.

—Oh —dijo simplemente, sin dejar de mirar el techo—. Entiendo.

—No pongas esa cara. —Kakashi le besó cariñosamente la sien.

—No he puesto ninguna cara.

—Fue hace años —insistió.

—Lo sé, lo sé.

Por supuesto que fue hace años, por supuesto que Kakashi había tenido sus experiencias antes de estar con Iruka. Iruka también las había tenido, no muchas, pero las había tenido. Pero nunca era agradable recordar que a Kakashi también le ponían las mujeres. Demasiada competencia ya.

—Creía que solo estabas celoso de Yamato —apuntó Kakashi.

—¡No estoy celoso de Yamato! —exclamó Iruka, ofendido—. ¿Por qué, debería? —añadió con tono malicioso.

Kakashi sonrió. Le colocó los largos dedos en la barbilla para girarle el rostro y así obligarle a mirarle a los ojos.

E Iruka se quedó sin respiración.

Kakashi tenía ambos ojos abiertos. El famoso Sharingan, la pupila roja como la sangre, estaba al descubierto. Y era la primera vez que Iruka lo veía tan cerca. Hasta ese momento solo lo había visto una vez, dos días atrás, cuando Kakashi había aparecido y le había salvado de Pein, y apenas se haía fijado.

—Claro que no. No tienes por qué estar celoso de nadie. —El tono de la voz del jounin bajó hasta convertirse en un susurro—. Eres tú, Iruka. Siempre has sido, y serás, tú.

El joven maestro se sonrojó furiosamente. El Sharingan estaba girando. Iruka se sintió mareado.

—Eres un… cursi —jadeó.

—Qué cruel… —se burló Kakashi. Al menos volvía a ser él.

—¿Qué estás haciendo con… con eso?

—Estoy grabando este momento.

—¿Qué momento?

—El momento en el que me vas a decir que sí.

El Sharingan seguía girando y a Iruka le costaba centrarse.

—¿Sí a qué?

—¿Te casas conmigo?

Era la tercera vez que Kakashi le hacía esa pregunta. Pero ahora todo era diferente.

Iruka sonrió y le dio por fin a Kakashi la respuesta que ambos deseaban.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Demasiado cursi? Yo creo que un poquito, pero con la guerra que se viene...

Creo que lo he dicho antes pero lo vuelvo a decir, SIEMPRE leo los reviews, aunque a veces me deje alguno sin contestar, siempre los leo todos, y me ayudan mucho a seguir conectada con la historia, así que contadme vuestras impresiones, siempre son bienvenidas.

Un besazo y gracias por seguir ahí.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).