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Nuestros momentos por Khira

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Notas del capitulo:

Buenas! Ha pasado un tiempecillo, lo sé. Es lo que tiene que se acabe el verano, hay menos tiempo libre :(

En esta ocasión continuamos la escena a la mañana siguiente de donde la dejamos. Los capítulos siguientes, en cambio, se situarán en el marco temporal de los dos años y medio que transcurren entre la partida y el regreso de Naruto, para entendernos, entre Naruto y Naruto Shippuden. Este lapso de tiempo es una mina de oro para poder desarrollar a voluntad la historia de nuestros dos tortolitos, por supuesto siempre haciéndola cuadrar con lo que sucede luego en Naruto Shippuden. Aaahh ojalá tuviera todo el tiempo libre del mundo para plasmar lo que da de sí mi imaginación de todo lo que les podría pasar a estos dos en dos años y medio!! XD

Escena 7 — Entre Naruto y Naruto Shippuden

 

A la mañana siguiente, el primero en despertar, muy temprano, fue Kakashi. Estiró brazos y piernas como un perro bajo las sábanas y luego rodó hacia un lado para observar a Iruka, tendido boca abajo, al parecer aún dormido. El cabello suelto le tapaba media cara. Kakashi le apartó un par de mechones con cuidado de no despertarlo.

No pudo evitar sonreír de forma algo lasciva al rememorar la noche que habían pasado juntos. El sexo con Iruka había sido mucho mejor de lo que nunca había imaginado. Porque había sido real. Después de tantos años enamorado del joven, amándole desde la distancia sin esperar nada a cambio, por fin le había tenido gimiendo su nombre entre sus brazos y no en su imaginación.

—No quiero saber qué estás pensando… —la voz de Iruka lo regresó al presente.

Kakashi bajó la mirada para encontrarse con los orbes castaños del chuunin. Como era de esperar, Iruka parecía sentirse tímido por lo acaecido esa noche: tenía las mejillas teñidas de un leve rubor.

«Es encantador».

—¿Ah, no? —preguntó el jounin, divertido.

—No. Seguro que es algo pervertido…

—Para nada. Solo estaba recordando cuando gemiste mi nombre y me pediste que no me detuvie… ¡Mpf! —Iruka le había tapado la boca con la mano.

—¡Eso es pervertido! —exclamó el chuunin, ya completamente ruborizado.

Kakashi apartó la mano de su boca y simplemente rio.

—Eres incorregible —se quejó Iruka. Se dio la vuelta y trató de incorporarse un poco sobre el colchón, pero la mano de Kakashi sobre su pecho le detuvo—. ¿Qué…?

—Puedes estar seguro —gruñó Kakashi, repentinamente serio, tumbándole y colocándose encima— de que soy incorregible.

Iruka gimió con sorpresa cuando Kakashi se apoderó de sus labios, pero no tardó en responder a su beso. Kakashi se apretó contra él, haciendo que el chuunin notara su erección matutina. Iruka gimió más fuerte, y entonces…

…algo chirleó en el alféizar de la ventana.

Kakahi miró inmediatamente hacia el origen del sonido con expresión incrédula, pero allí estaba: un pajarillo marrón y azul, piulando alegremente como si la cosa no fuera con él.

Iruka, quien sabía también muy bien lo que aquello significaba, puso cara de circunstancias.

—Tiene que ser una broma —siseó.

—Me temo que no… —Kakashi apretó las sábanas con los puños.

—Pero… ¿cómo sabe ese maldito pájaro dónde encontrarte?

Kakashi no respondió de inmediato.

Iruka iba a quejarse otra vez, pero cuando vio el gesto en la cara de Kakashi se detuvo. No era el único furioso por la interrupción. Inspiró hondo y cambió el tono.

—Será algo importante —murmuró.

—Más le vale a Tsunade.

Kakashi se levantó y buscó las ropas de su uniforme desperdigadas por la habitación. Iruka le observó mientras se vestía, pero no dijo nada. Quizás el chuunin ya se estaba dando cuenta de que seguramente esa situación se repetiría más veces de ahora en adelante.

Cuando Kakashi estuvo listo para marcharse, Iruka, aún sentado en la cama con las sábanas cubriéndole las partes íntimas, le miró preocupado y musitó:

—Intenta volver sano y salvo.

—Por supuesto.

El jounin se inclinó y le dio un rápido beso en los labios.

Como siempre, en lugar de usar la puerta, Kakashi se dirigió a la ventana. Se quedó un momento apoyado en el alféizar antes de partir.

—Ah, por cierto… —dijo girando la cara—. Tsunade sabe lo nuestro. Por eso el pájaro sabía dónde buscarme.

—¿Qué? —exclamó Iruka—. ¿Cómo?

—Ni idea. Te veo a la vuelta, Iruka.

Sin esperar respuesta, Kakashi partió de un salto.

***

Ya a solas, Iruka se tiró de los pelos.

¿Cómo demonios se había enterado Tsunade? Por muy Hokage que fuera, ni era adivina ni leía la mente, por lo que alguien se lo tenía que haber dicho. ¿Quién? ¿Quién sabía de su relación con Kakashi? En teoría, solo Gai. Y aunque la bestia verde de Konoha no le caía muy bien, no le cuadraba que hubiera sido él el chivato.

Sabiendo que no servía de nada darle vueltas al asunto sin hablar directamente con Tsunade o con Gai —cosa que no pensaba hacer si no era imprescindible—, Iruka decidió dejar de pensar en ello por el momento.

Además, en ese momento se sentía demasiado feliz. Ya se preocuparía por el tema más tarde.

Aún estaba desayunando cuando otro pajarillo se posó en el alféizar de la ventana. En esta ocasión el receptor del mensaje era el propio Iruka.

La academia ninja iba a ser reabierta al día siguiente, por lo que se le convocaba a una reunión inmediata en el edificio para tratar el tema de la reanudación de las clases.

Iruka terminó de desayunar deprisa, sintiéndose cada vez más contento. Había echado mucho de menos dar clases y a sus pequeños monstruos pre-genins. Se vistió con el uniforme y salió de su apartamento en dirección a la academia.

El trayecto fue corto; Iruka vivía prácticamente al lado de la academia. No era casualidad: cuando se cambió de apartamento, al poco de graduarse como maestro, ya buscó uno que estuviera cerca de su nuevo trabajo.

Antes de entrar, Iruka paseó la mirada por el lugar hasta que sus ojos se posaron en el gran árbol que había junto al murete que rodeaba al patio. El árbol estaba por la parte de fuera de la academia pero sus ramas más altas y grandes asomaban por el patio. Recordó que en una de ellas era habitual ver a Kakashi en sus días libres leyendo novelas eróticas a la vista de todo el mundo, sin vergüenza alguna. Una vez Iruka le había regañado tímidamente —en aquel entonces apenas conocía de vista al jounin— alegando que por allí había niños. Kakashi se había limitado a replicarle que la mayoría de los niños que rondaban la academia ni siquiera sabían lo que significaba “icha icha”, y pronunció esas palabras con tal desfachatez que el que acabó ruborizado fue Iruka. Insistió en que se marchara a leer a otro sitio y Kakashi dijo que no, que desde allí había unas muy buenas vistas y que cuando descansaba de leer le gustaba admirarlas.

En aquel momento no entendió nada, pero ahora, al recordar esa frase, se preguntó de pronto si con “buenas vistas” se refería a él, a Iruka.

«No, imposible —se dijo—. Hace años de eso…»

Sin embargo, Kakashi no le había dicho cuanto tiempo llevaba enamorado de él. ¿Y si llevaba años…? No, imposible. Iruka se habría dado cuenta… ¿cierto? ¿O realmente había estado tan ciego?

Iruka decidió no seguir pensando en aquello y entró en el edificio. La reunión estaría a punto de empezar.

***

La misión no era muy difícil. Con un poco de suerte, esa noche misma estarían de vuelta en Konoha.

Se trataba de capturar a un ninja renegado que estaba haciendo negocios sucios en una aldea vecina. Era una misión de incógnito, así que, en lugar de un equipo de cuatro, Tsunade había dispuesto un equipo de solo dos personas, pero para no correr riesgos, eran dos jounins: Kakashi y Asuma.

Los dos expertos ninjas se encontraban en ese momento en un antro de mala muerte del barrio rojo de la aldea. Teóricamente se trataba de un bar, pero en realidad se trataba de un burdel. Sentado en la barra junto a Asuma, Kakashi miraba críticamente las sospechosas camareras: algunas parecían demasiado jóvenes incluso para trabajar en un bar.

Asuma malinterpretó su mirada.

—¿Ves alguna que te guste? —preguntó, burlón, pues en realidad sabía que su amigo nunca se acostaría con una prostituta.

Kakashi hizo una mueca.

—No.

Asuma se encendió un cigarro y dio una profunda calada.

—Menos mal que no han elegido a Kurenai para esta misión. Seguro que intentaban contratarla. Es mucho más guapa que cualquiera de estas.

Kakashi sonrió, pensando que si Asuma se atreviera a decirle los cumplidos a Kurenai a la cara, llevarían saliendo mucho más tiempo. Luego otro pensamiento cruzó por su mente y se puso serio. Asuma notó el cambio enseguida y le entró la curiosidad.

—¿Qué piensas?

Estuvo a punto de soltar una evasiva, pero se dio cuenta de lo mucho que extrañaba conversar con Asuma. Apreciaba mucho a Kurenai y a Gai, pero si tuviera que ponerle la etiqueta de amigo íntimo a alguien, esa sería solo para Asuma.

—Me preguntaba cómo soportas ver marchar a Kurenai de misión, sabiendo que cada vez puede ser la última que la veas.

Asuma tardó un par de segundos en responder, más que nada por la sorpresa de oír a Kakashi haciéndole una pregunta tan personal.

—Bueno, no negaré que es duro, claro. Pero, por mucho que suene a tópico, terminas acostumbrándote.

—Yo no podría —dijo Kakashi.

—Claro que sí. Si algún día sales con una jounin, no te quedará más remedio.

—En realidad, ya salgo con alguien. Es un chuunin.

Asuma estuvo a punto de dejar caer el cigarro. Pero se recuperó pronto. Dio otra calada y apoyó el cigarro en un cenicero.

—¿Quién es? —preguntó, realmente interesado en conocer el nombre de la persona que había conseguido atrapar al esquivo Ninja Copia.

—Iruka. —Kakashi sabía que el susodicho no estaría de acuerdo con esa conversación, pero para ser justos era la primera vez que se lo contaba a alguien que no supiera ya sobre su relación. Kurenai, Tsunade y Gai lo habían prácticamente averiguado por su cuenta.

Asuma no se sorprendió demasiado. No era tan despistado como Kurenai quería creer.

—Ahora entiendo muchas cosas —sonrió. Volvió a alzar el cigarro y dio una calada—. Como aquella discusión en los exámenes de chuunin. Pura tensión sexual.

—No sé de qué hablas —gruñó Kakashi, pero no pudo evitar sonreír ante el comentario.

—¿Y cómo lo llevas? —se interesó el ninja de la barba—. Es tu primera relación seria, ¿no?

—Sí. Lo llevo bien. Me ayuda bastante saber que Iruka está a salvo en la villa, sin misiones. Bueno, nunca se está a salvo cien por cien, pero ya me entiendes.

—En realidad, no. ¿Por qué te ayuda saber que Iruka está en la villa? Además, sí tiene misiones.

—Sí, pero son anecdóticas. Y de rango medio. Me ayuda porque no soportaría tener que verlo marchar a una misión de rango S.

Asuma dio otra calada.

—Él sí tiene que hacerlo —apuntó.

—Lo sé. Y quizás soy egoísta al pensar esto, pero prefiero mil veces ser yo el que no regrese. Sé que Iruka lo pasaría mal, pero yo no tendría que verlo. En cambio, si yo perdiera a Iruka… —Kakashi vaciló. El simple pensamiento le ponía enfermo—. No podría. No otra vez.

—Es normal tener ese tipo de miedo…

—No, tú no lo entiendes. Es como si destrozara todo lo que toco.

No era habitual en Kakashi ser tan sincero con sus pensamientos, y menos con sus pensamientos más oscuros. Asuma no pudo evitar echar un vistazo a la copa de su amigo, pero no, no estaba borracho. Kakashi aún no había tocado su sake. Solo se estaba desahogando.

—No digas eso.

—¿Y qué otra cosa voy a decir? Primero mi antiguo equipo. Todo mi antiguo equipo. Y ahora el equipo siete.

—En ninguno de los dos casos fue tu culpa. Además, el equipo siete aún está ahí. Separado, pero está.

Kakashi no le escuchó.

—Y mis padres —murmuró—. Primero mi madre, luego mi padre. No puedo, Asuma, no puedo con más pérdidas.

Asuma no sabía qué decir. Él también había perdido a seres queridos, como su tío Sarutobi, pero en verdad que Kakashi había perdido muchos más.

No obstante, en ese momento su objetivo entró en el burdel, por lo que tuvieron que dejar de lado esa sincera e inesperada conversación. Ya no eran dos amigos charlando en un bar; ahora eran ninjas a punto de cumplir una misión.

***

La reunión en la academia ninja había sido larga y tediosa. Tsunade había llegado tarde y los maestros habían tenido que explicarle desde cero sus planes para reanudar el curso con el menor impacto posible a cuenta del parón sufrido. Tras una pausa para comer, por la tarde los maestros se dedicaron a preparar las clases para el día siguiente.

Iruka regresó a su apartamento que ya era noche cerrada. Por el camino se detuvo en Ichiraku y compró un poco de ramen para llevar. Sin embargo, una vez en casa lo dejó olvidado sobre la mesita baja que le hacía las veces de comedor. No tenía hambre: la creciente ansiedad por no saber nada de Kakashi le había cerrado el estómago.

Sabía que era un tonto por preocuparse. Kakashi siempre había sido muy activo en las misiones, y si él iba a preocuparse cada vez que el jounin estuviera fuera, estaba apañado. No, no podía vivir con miedo. Eso no sería vivir. Además, se trataba de Kakashi, el poderoso Ninja Copia. No era tan fácil acabar con él.

Sin embargo, que en su primer día oficialmente juntos ya le hubieran llamado a una misión, le daba una penosa idea de lo que iba a ser su relación a partir de ahora: una despedida tras otra, siempre temiendo que un día una de esas despedidas casuales se convirtiera sin saberlo en la definitiva.

Si al menos supiera algo sobre la misión… pero no había tenido ocasión de intentar averiguar nada. Quizás al día siguiente podría preguntarle disimuladamente a Shizune.

Suspirando, Iruka apagó la luz y se tumbó en la cama, dispuesto a echar de su mente como fuera esos lúgubres pensamientos, de lo contrario no podría dormir. En ese preciso instante, escuchó un pequeño ruido en la ventana, al mismo tiempo que notaba un chakra conocido.

Iruka se incorporó de golpe, sonriendo como un bobo al ver a Kakashi apoyado en el alféizar, su silueta recortada a la luz de la luna.

Yo —saludó Kakashi.

—Ey —saludó Iruka, poniéndose en pie. La sonrisa se le congeló al distinguir manchas oscuras en el uniforme del jounin.

—No es mía —se apresuró a decir Kakashi mientras se bajaba la máscara.

«Pero algún día lo será…», pensó Iruka. Se acercó a Kakashi para observarle con más atención, pero no, no parecía estar herido, solo sudado y un poco sucio.

—¿Cómo ha ido la misión? —preguntó.

—Bien. —Iruka alzó una ceja y Kakashi entendió que esperaba una explicación menos monosilábica—. Ehm, Asuma y yo teníamos que capturar a un tipo, un ninja renegado metido a proxeneta, lo hemos hecho sin problemas y se lo hemos llevado a Tsunade.

—¿Vivo? —inquirió Iruka al contemplar las manchas de sangre una vez más.

—Sí. Solo heridas menores.

Iruka asintió, satisfecho de que Kakashi no hubiera tenido que matar a nadie, al menos ese día.

—¿Quieres darte una ducha?

—Si no te importa…

—Claro que no.

Kakashi se lo agradeció con un casto beso en la sien y sin más dilación se metió en el baño.

Iruka se mordió el labio. Suponía que Kakashi estaría cansado, pero no podía evitarlo: estaba tan ansioso por tocarle y ser tocado que incluso le costaba esperar a que el jounin terminara de ducharse. Tras sopesarlo unos minutos, se decidió a dar el paso. Así que se desnudó y, dejando por una vez de lado la vergüenza y su timidez, entró en el baño.

El joven maestro tragó saliva al contemplar una vez más el perfecto cuerpo desnudo del jounin, quien, de pie dentro de la bañera bajo un chorro de agua templada, lo recibió con una encantadora expresión de sorpresa, que cambió rápidamente a una mirada hambrienta, casi peligrosa. Iruka se obligó a seguir con su plan y se metió también en la bañera.

—¿Te importa que me duche contigo…? —preguntó, a sabiendas de la respuesta.

Kakashi no dijo nada. En cuanto le tuvo a su alcance rodeó a Iruka por la cintura con un brazo, y con la mano libre le agarró del mentón. Iruka pensaba que iba a besarle, pero Kakashi se le quedó mirando.

—¿Pasa algo? —susurró Iruka, aturdido ante esa inesperada atención.

—No. Nada. —Kakashi, ahora sí, le besó. Fuerte, ávido. Iruka gimió y se agarró con ambas manos a los hombros mojados de Kakashi, apenas podía seguirle el ritmo. Al separarse, el jounin le abrazó y dirigió sus labios a su oído—. Te quiero —susurró—. Te quiero, Iruka.

—Lo sé —musitó Iruka, abrazándole fuerte, odiándose a sí mismo por no poder decir en voz alta lo que a esas alturas ya era evidente para ambos.

«Pronto», se dijo. Pronto.

 


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