Capítulo VII Un nuevo comienzo
Habían pasado varios días y la recuperación de Yuuri fue más que sorprendente. Le habían quitado todos los puntos y comenzaría la terapia de movimiento con ese amable doctor llamado Conrad.
Desde aquella noche, no había tenido noticias de Wolfram. Ninguna llamada, ninguna visita, era como si la tierra se lo hubiese tragado.
Tampoco encendía la televisión portátil.
Con el pasar del tiempo, su corazón se fue llenando de soledad. Tristeza.
“Todo va a estar bien”, parecían palabras mágicas. Pero no era así.
La soledad se hace eterna ahora que no estás conmigo.
Cada día que pasa, es morir lentamente consumido en este lugar.
Por eso, llevo grabado en mi memoria, todos los buenos momentos que tuvimos. Esos momentos me mantienen con vida.
Tal vez después de todo nunca debimos estar juntos…
Tú estarías aquí y yo tendría mi mano normal.
Al ver las cicatrices de ese acto de crueldad, me recuerda que fue por tu causa.
Hoy tuve la primera sesión con el doctor Conrad.
Es un hombre muy amable y comprensivo.
Fuera de eso, mi mamá y mi hermano son los únicos que vienen a verme todos los días.
Pareciera que nada ha cambiado… nada hubiese pasado…
-Yuu-chan- la voz de su madre le trae de vuelta a la realidad- practiquemos los ejercicios de hoy.
-Sí- responde mecánicamente.
“Todo va a estar bien”…
No todo se ha perdido… ¿verdad?
“Quizás bastaba respirar, sólo respirar muy lento”…
Wolfram por su parte entrenaba todos los días. Se había vuelto un devoto del piano.
-Wolfram, es hora de cenar- dice su madre abriendo la puerta de su habitación.
-Sólo un poco más…
No se había percatado que todos los días tocaba la misma pieza musical. Aquella que le estaba enseñando a Yuuri.
-Yuuri…
Sólo porque estaban juntos Yuuri fue gravemente lastimado.
No podía sacar esa imagen de su cabeza. Eso lo irritaba.
Así es. Cuando la corriente es demasiado fuerte para poder ir contra ella, o te lastimas en el intento o te dejas arrastrar…
Wolfram dio un concierto tras otro. Sin embargo, la crítica lo terminó por derrumbar.
Se había convertido en un pianista sin corazón. Había perdido su talento.
Allí estaba otra vez. Al fondo del abismo.
-Todo va a pasar, ya lo verás.
“Todo va a pasar”…
Nada va a pasar…
Lo había perdido todo desde el momento en que le dejó.
¿Qué me diría en estos momentos?
Quiero soñar, que puedo hablarte ahora… ahora…
Es cuando estamos al fondo del abismo cuando necesitamos quién nos rescate…
Wolfram tomó sus maletas y se fue de su casa. Todo ese tiempo que estuvo lejos de él, sabiendo que nunca debió dejarle… sabiendo que cada segundo del día era una búsqueda constante entre el público…
No es que hubiese perdido el talento… había perdido la razón de tocar el piano.
Para Yuuri, aquel joven de cabellos rubios poco a poco se fue convirtiendo en un recuerdo.
Al igual que aquella medalla que llevaba sin importar la época en su cuello.
Wolfram fue lo más rápido posible… demasiada velocidad.
El accidente fue tremendo. Una colisión múltiple con heridos de gravedad y personas fallecidas.
Yuuri hacia sus ejercicios de rehabilitación en la sección de kinesioterapia cuando la cadena se corta de su cuello. La medalla rodó por el suelo y no la pudo encontrar.
-Wolfram- dijo de forma instantánea.
El locutor de la radio que ponían en la sala de kinesioterapia había cortado la programación para dar una noticia de último minuto.
Queridos auditores, tenemos una triste noticia que darles el día de hoy… el joven pianista Wolfram Van Belefield falleció de forma instantánea en la colisión múltiple luego de que su vehículo chocara en una intersección…
Yuuri no podía seguir escuchando la radio… Wolfram… había muerto sin poder verle una vez más…
…l jamás volvería…
Con mis ojos cerrados te busco,
Trato de tocar tus dedos,
Como si al tocarte pudiera curarte,
Tu rostro se esconde entre la gente…
Una mentira eso derraman tus ojos,
Un dolor que no puedes soportar,
Parte tu corazón en pedazos,
Se esparcen bajo tus pies.
La sonrisa del ayer,
Se la llevó el viento,
El tiempo pasó sin poder detenerlo,
No hay nada que puedas hacer,
Sólo ríndete,
Doblega tu orgullo
Regresa a mí…
En tus viejas partituras,
Anotas los vestigios de este amor,
Y este viejo piano,
No podrás tocarlo jamás…
Ven, enséñame otra vez,
Como se ama a un extraño,
Que no sabe escuchar…
Los vestigios del viento,
Nos traen de vuelta,
Nos quieren juntar,
Si sólo sabemos llorar,
Limpia tu rostro,
No todo es tristeza,
Esa sonrisa nos liberará.
Dentro de ti todavía está,
Aquel corazón que sólo sabe amar,
Buscando a su dueño entre cristales.
Perdóname, si sólo sé decir esto…
Mira, cuando mi voz de eleva,
Tratando de alcanzar lo imposible,
No me dejes atrás,
Por favor.
Las notas de este canto, somos tú y yo,
Luchando por prevalecer en él,
Queriendo borrar lo que dije,
No eran palabras sinceras,
Sólo sombras en mi voz,
Que se apagan lentamente.
Sé que dentro de mí,
Tu nombre está grabado,
Destruido como estas hojas,
Siempre habrá un nuevo comienzo,
Un cambio de estación,
Una oportunidad,
De volver a encontrarte.
Así fue… aquel sueño que era una vaga ilusión, todas las noches fue una nueva realidad.
A pesar de su discapacidad, Yuuri se convirtió en un pianista prodigioso.
Podía jurar que en todas sus presentaciones, en el mismo asiento, aquel chico de cabellos rubios y ojos verdes, regresaba para escucharle atentamente.
FIN.
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