¡Zoro!”
La voz de Luffy se escuchó por toda la cueva.
“¡YA LLEGAMOS!” gritó el menor, tan alegre como sólo él podía serlo.
“¡Guarda silencio!” le golpeó Kan. “No es necesario que grites para…agh…olvídalo” el hombre se dio por vencido, enseñarle buenos modales al pelinegro era tan imposible, como querer atravesar la gran línea caminando.
“Hihihi…Zoro ya…” no terminó la frase cuando se percató que le otro chico, no se encontraba. “¡¿Zoro?!”
“¿Dónde está?” Los dos chicos comenzaron a ponerse nerviosos. “¡Esto está mal! Le dijimos que no debía salir, su tiempo se redujo considerablemente, no puede andar por ahí…” Kan guardó silencio, al ver como Luffy estaba buscando al peliverde debajo de las rocas y cajas. Una gotita de sudor recorrió su frente.
“¡No está aquí!” Luffy llamó.
“¡Por supuesto que no idiota! Eso se nota a leguas…dios mío…” suspiró pesadamente. “Tenemos que encontrarlo antes de que se acaba su tiempo” Luffy asintió. “Debe estar por la cueva o afuera, yo iré por afuera, tú búscalo adentro, vamos” en ello, el rubio se disponía a caminar cuando una malo elástica, evitó su andar.
“Espera” el pelinegro habló. “Tú no puedes ir” Al oír esto Kan estaba perplejo. “Tú al igual que Zoro no pueden andar como si nada” su voz era seria. “Ambos están limitados y no quiero que tú también corras peligro, lo mejor será que te quedes aquí”
Kan pestañeó varias veces incrédulo. Luffy, el normal Luffy que conocía hace poco, tan alegre, despreocupado, risueño y a la vez tonto, volvía a sorprenderle con otra faceta. Esta seriedad del pelinegro no la conocía. Era tan asombroso como alguien, con el carácter de Luffy, pudiera actuar así cuando se necesitaba.
“De acuerdo, esperaré aquí” dijo sin poner resistencia. Después de todo, Luffy estaba velando por su seguridad. No tenía ningún deber, más que con Zoro; y sin embargo, ahí estaba protegiéndolo. En verdad era un gran hombre.
Kan observó al menor desaparecer de su vista. Todavía se encontraba un poco impactado ante su anterior acción, aún más, al ver la tranquilidad del chico en buscar a su amado.
“Tsh…ese chico es un estuche de monerías” rió para sí.
De pronto, la cueva se embargó en un silencio sin igual, los pocos ruidos eran los que él ocasionaba. Nuevamente suspiró. Se dispuso a ir a sentarse en una de las rocas cerca del agua y relajarse. ‘Seguramente Luffy encontrará a Zoro vagando por ahí…sano y salvo…claro no hay nada de qué preocuparse, ambos son fuertes’ sonrió. ‘Estarán bien’ En ello, de repente, se escucharon unos ruidos afuera de la subcueva. Algo parecía acercarse, Se oían leves pisadas. Kan se levantó de inmediato, se preparó para lo que fuera…los nervios y la angustia acongojaba su cuerpo, no sabía el porqué de esa reacción, no obstante, lo que se aproximaba…era peligroso…realmente peligroso.
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“¡Hahahahahahahahaha!” La risa de Soku inundó el ambiente, todos los demás tripulantes congelaron al oírlo. “Con que…” continuó riendo levemente. “Roronoa Zoro, el cazador de piratas” Sonrió con malicia y nuevamente estalló en risas. “Hahahahahaha ¡no lo puedo creer! HAHAHAHAHA”
“¿Qué es tan gracioso?” Zoro replicó, con esa voz tan intimidatoria, característica de él.
“Hahahaha…disculpe señor Roronoa, es la primera vez que nos topamos con alguien famoso como usted” sonrió maquiavélicamente. “Esto será divertido” ante lo dicho, Zoro levantó una ceja escéptico. “¡Zoku!” su semblante se tornó oscuro. “Ya sabes que hacer”
“Sí…hahahaha Roronoa Zoro…HAHAHAHAHA”
El gigante se acercó al pelinegro aun riendo. Zoro lo observó con cautela, sabía de antemano que estos hombres traerían problemas y al parecer, no se equivocaba.
Mientras reía, desenfundó a una velocidad sobrehumana su mandoble. La enorme y voluminosa espada chocó contra el suelo, el salvaje hombre no se sorprendió.
“Oi, si vas a pelear contra mí, será mejor que dejes de reír y pongas más atención” dijo burlescamente Zoro, atrás de él.
Zoku se levantó lentamente, sonriendo. El espadachín era prestigioso de ser muy bueno, no por nada él y sus nakamas tenían ya un renombre. «El sombrero de paja» la tripulación de piratas más extraña jamás vista.
“Es una lástima, Roronoa Zoro…” el peliverde atendió a su nombre. “Alguien como tú, no debería ser un asqueroso hombre-b”
“¿Huh?” no comprendía. “¿Cuál es el problema qué lo sea?” meditó un poco. “¿¡Oi cómo sabes que lo soy!?” sorprendió al captar, de manera lenta.
“¡Hahahahahaha!” el hombre levantó su espada. “Que desperdició de ser humano, no te preocupes, procuraré matarte rápidamente…quizás” en ello se lanzó contra Zoro mientras este, aún indagaba el cómo supo su sexo.
Tomándolo un poco por sorpresa, Zoro esquivó el ataque fácilmente y sin perder tiempo se colocó su paliacate en su cabeza y lentamente sacó sus espadas, dispuesto a contraatacar.
“No sé quién eres, o qué demonios son ustedes, pero no podrás matarme tan fácilmente” rió. “Y será mejor que dejen a esas personas en paz”
“¡HAHAHAHAHAHAHAHAHA!” nuevamente la risa escandalizó el lugar. Zoku lo observó fijamente, sus ojos carmesí resplandecían por sangre. Sin decir nada el verdadero combate comenzó.
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“¡ZOOOOOOOOOOOOOOOOOOOORRRRRRRRRRRRRROOOOOOOOOOOOOOOO!”
El grito de Luffy hacía eco por toda la cueva.
El pelinegro llevaba ya un tiempo buscando a su peliverde, sin poder encontrarlo, o mejor dicho, sin poder encontrar si quiera la salida. Curiosamente, el capitán se había perdido. Era extraño que después de poder moverse sin problemas por la oscuridad, ahora, cuando necesitaba esa habilidad para ir de un lado a otro en la cueva, no la tenía. La suerte, no estaba de su lado ese día.
“¡ZOROOOOOOOOOOOOOOOOOO!” De nueva cuenta, gritó a todo pulmón. “¡Demonios! ¿Dónde estás Zoro?”
Cada minuto que pasaba sin encontrarlo, era momentos de martirio para él. Zoro era fuerte, eso no tenía duda; sin embargo ahora con su condición, era difícil no preocuparse, sobre todo, cuando no era muy usual.
Luffy tenía confianza en las habilidades de Zoro, era más que obvio, por algo lo había escogido como uno de sus nakamas y sabía que el espadachín, podía librarse de cualquier situación fácilmente, sin importar el grado de peligro. No obstante, el saber que el peliverde, en pocos momentos podía perder todo la fuerza y volverse completamente vulnerable, era algo no común y causaba en su ligera cabeza, el más grande dolor jamás conocido por él.
Nuevamente iba a gritar cuando a lo lejos, observó una leve luz. Sin importarle nada, corrió hacía ella a toda velocidad.
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“¡MUERE!”
El grito atroz de Soku se oyó por todos lados mientras, su mandoble era detenido por las espadas de Zoro, la sonrisa en el peliverde, lo aturdió.
“Lo siento, pero no planeo morirme pronto” Dicho eso, con un fino movimiento, mandó a volar al gigante con su espada.
Ambos cayeron en el suelo con un fuerte retumbar. Los jóvenes hombres-b observaron con alegría la caída del monstruoso Zoku. Esperanza se iluminaba en sus ojos, mientras los demás tripulantes del clan palidecían al ver al más poderoso caer.
“¡Bravo!” La voz llamó la atención del peliverde. “No esperaba más del grandioso Roronoa Zoro” dijo con sorda. “Estoy impresionado, cómo alguien…no mejor dicho, algo como tú pueda ser tan poderoso” comenzó acercarse. “Un verdadero desperdicio, sería más útil, si hubieras sido una mujer y no un homb…”
“Oi…” le cortó su charla. “No sé cuál es tu problema con los hombres-b y la verdad no me importa” su voz era seca. “Así que termina con tu estúpido discurso y libera a aquellos hombres”
“Hombres-B” corrigió.
“¿Huh?”
“Dijiste hombres, y ellos son hombres-b, por favor no los confundas” arregló sus lentes. “No denigres a nosotros lo hombres, con cosas asquerosas como ustedes”
Ante lo mencionado, Zoro no pudo evitar enfadarse.
‘¿Denigrar?’
En ello iba a replicar cuando, atrás de él, Zoku comenzaba a reincorporarse.
“¡¡¡¡MALDITO B, CÓMO TE ATREVES A LASTIMARME!!!! ¡¡¡TE MATARÉ Y DESPADAZARÉ TODO TU CUERPO Y LO DARÉ A COMER AL DEMONIO DEL MAR!!!” Rugió como una bestia, tomo su espada y sin dar tregua se lanzó a Zoro violentamente.
Zoro lo observó con desdén. Nuevamente, la pelea volvió a empezar; los ruidos de las espadas chocando, rugidos por parte del gigante y alguna que otra maldición por el mismo, era el sonido que inundaba el ambiente.
William observaba detenidamente la pelea. Si no fuera porque Zoro era un hombre-B, no dudaría ni un instante, en tratar de hacerlo su aliado, su poder era increíble. El salvaje de Zoku peleaba con toda su fuerza, inclusive, podía ver su desesperación y enojo, al no poder ganar. Y sin embargo, el peliverde parecía sereno, sin preocupación, como si la pelea no fuera difícil, al contrario de como se veían luchar.
La pelea entre ellos era impresionante, cada golpe echaba oleadas de viento, de tan intenso era la fuerza de ambos. Aun así, el ganador era obvio.
Zoro rió al ver al hombre desesperado por atinarle; un solo golpe de su mandoble podría partir el cuerpo de cualquier persona por la mitad sin ningún problema. Claro, si tan sólo no fuera Zoro su contrincante.
Con forme pasaba el tiempo, el peliverde comenzaba a aburrirse. Su única entretención era ver al mastodonte, desesperar y encabronar, porque no podía contra alguien como él. Mucho más, por ser hombre-B. Solamente por esa razón, Zoro no había terminado la pelea en los primeros segundos, el gigante no era contrincante para él; sin embargo, todo lo dicho por ellos, lo había hecho enfadar y por ende, decidió desquitarse de esa manera. No obstante, ya era tiempo de concluirla.
En ese momento, cuando se disponía a terminarlo con uno de sus movimientos, un fuerte dolor paralizó su cuerpo. El tiempo del agua se había agotado, las heridas en todo su cuerpo volvieron a surgir, como la más grande en su pierna izquierda.
‘¡DEMONIOS! ¡Lo había olvidado!’ Maldijo al sentir como su fuerza desaparecía, en un instante su vista se nubló, sentía mareos y con un gran esfuerzo, luchó por no desmayarse. ‘¡DEMONIOS! Ahora no, ¡NOOO!’
En su lucha contra su propio cuerpo, apenas le dio oportunidad para esquivar el mandoble. El movimiento forzado llamó la atención de Zoku, quien detuvo en un instante. Observó aturdido como el peliverde se desplomaba al suelo, respirando forzadamente y como vanamente, intentaba incorporarse. Sus katanas habían caído al momento que esquivó su último golpe y aunque estaban cerca, Zoro no hacía ademán por conseguirlas.
De pronto el olor a sangre golpeó su nariz. El gigante vio, como de repente, las ropas del peliverde se llenaban de sangre. El extraño suceso, llamó su atención.
“Oi, qué demonios te pasa, maldito B” Bufó fastidiado. De inmediato agarró a Zoro de la cabeza y sin resistencia lo levantó del suelo. Zoro intentó zafarse, sin éxito.
“Espera Zoku” El otro hombre lo detuvo. “No es posible que el gran Roronoa Zoro, se haya debilitado así como así” lo observó detenidamente. “Y esa sangre… ¿de dónde proviene?” tocó una parte manchada, a tal acción, produjo un quejido por parte del peliverde. “¿Heridas?” continuó analizándolo. “Hmmm interesante” sonrió maliciosamente.
“¿Qué sucede? Por qué el imbécil ahora es tan débil, ¿huh?”
William acomodó sus lentes, una sonrisa sádica se mostraba en su cara.
“Al parecer nuestro indeseable Roronoa Zoro, fue herido por algún monstruo de esta isla y se topó con «las aguas del falso milagro»”
“¿Las aguas del qué?”
“No perderé tiempo en explicártelas. Sin embargo, gracias a estas heridas, Roronoa Zoro ya no es rival para ti” rió.
En ello Zoku aprieta su agarre, un quejido por parte del espadachín, fue su respuesta. Su cuerpo sin movimiento, parecía como una muñeca de trapo. Algo, que el gigante no perdería en aprovechar. Sin perder tiempo, el monstruoso hombre, golpeó a Zoro contra el suelo tan fuerte que el retumbar, escamó a todos los presentes. La alegría de los jóvenes B ante su posible salvador, recayó al ver como Zoku golpeaba al espadachín sin pudor, haciéndolo sangrar más y más. Los demás hombres gritaban el nombre del gigante, aclamando por su victoria.
Los jóvenes B no podían soportar la tremenda paliza, era tan cruel, tan horrible. De pronto, el cuerpo casi inerte de Zoro cayó donde se encontraban ellos, empapado en sangre, apenas si podía percibirse su respiración.
“¡Contemplen a su salvador!” vociferó William. “¡Nadie podrá salvarlos! Ya que todos son aberraciones, seres que deben desaparecer, su destino es morir, pestes que destruyen las leyes de la vida, su sola existencia escupe las leyes de nuestro dios” rió sardónicamente. “Por eso, nosotros los Bmishia Klan, somos los enviados a destruirlos, a erradicar su asquerosa existencia y regresar al mundo a la normalidad y nadie, ¡ABSOLUTAMENTE NADIE!” señaló a Zoro tendido en el suelo. “Podrá detenernos” rió maniacamente.
Todos los B se sobre encogieron de hombros.
“Llévenselos, ya hemos perdido suficiente tiempo”
Los demás tripulantes asintieron y comenzaron a llevarse a los hombres-B. Quienes vanamente, luchaban por zafarse de sus agarres.
Cuando se disponían a llevarse a Zoro, Zoku, los detuvo.
“De este…yo me encargo” los hombres asistieron y lo dejaron. Zoku se acercó a él. “Oh adoraré matarte de la manera más lenta y dolosa posible” rió.
La vista de Zoro comenzaba a oscurecerse, ya no podía más, ya no sentía su cuerpo, apenas si podía sentirse vivo. Una gran rabia lo gobernaba, al final no había podido salvar aquellas personas y ahora, él mismo se encontraba en peligro.
La única esperanza…era su capitán.
‘Después de todo…si resulté ser una carga…y yo solamente había salido a pasear un rato’
En ello, su por fin ya no pudo más. La oscuridad ahora era la reinante y las risas, por fin dejaron de oírse. El silencio, era absoluto.
‘…Luffy…’
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“¿Na?”
La luz del sol resplandecía en el cielo infinito, iluminando con gran divinidad aquel lugar, mientras las olas llegaban a la arena. De toda la isla, un pequeño rincón maravilloso era encontrado por el pelinegro.
Al guiarse por la luz, Luffy había dado con un nuevo lugar, al parecer se encontraba en la parte trasera de la isla, cuyo acceso solamente era por la cueva misma. Curioso, un lugar tan con tan difícil acceso, era tan bello como si de repente, por arte de magia, te hubieras trasladado a otro sitio.
Luffy observó perplejo la belleza natural, las piedras eras brillantes, parecidas a las de la subcueva, la arena era cálida y al agua que llegaba a sus pies tenía un leve resplandor por la arena misma. El sol abrillantaba las rocas, causando una vista mística.
De repente, un resplandor rojizo llamó su atención. Ahí en la arena, se encontraba una sortija…una muy peculiar.
Al verla, Luffy la identificó de inmediato, emocionado se abalanzó a sacarla de la arena. Feliz, Luffy contempló el anillo en su mano, cual, ahora por una extraña razón, se veía más bello que antes. Con una amplia sonrisa, el pelinegro se levantó.
“Hihihihihihi, ahora si se la podré dar a Zoro…que suerte” continuó emocionado.
No sabía por qué, de todos los lugares dónde hubiera podido llegar, resultó ser en esa isla. Al parecer la suerte regresaba al joven capitán.
Feliz ante su hallazgo, corrió de nuevo a la cueva. Debía encontrar al propietario de ese anillo, a ese peliverde que era el dueño de su corazón.
Pronto, el menor desaparece en la oscuridad de la cueva…y con ella, la pequeña felicidad…