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Carácter por 7cielos

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Notas del capitulo:

:(

CAPITULO IV: LA DESPEDIDA

 

Camus arreglaba sus cosas, no habría de quien despedirse pero si había quien lo esperara en Siberia. Sujeta con un listón violeta sus cabellos que le daban hasta donde la espalda pierde su nombre; dentro de cuatro horas tendría que estar en el aeropuerto para tomar su vuelo y no volver hasta dentro de seis años, se sentía con cierta melancolía sin siquiera saber la razón, o quizás si la sabía pero no quería admitirla, tocan a la puerta de su cabaña y sin más demora abre, Camus no presta importancia o finge no tenerla y sigue guardando sus cosas, sabía perfectamente quien había entrado pero no quería mirarlo; sentía coraje por que sabía que era una decisión absurda la de ambos aunque en ese momento sentía ganas de echarle toda la carga al visitante.

 

- Venia a... despedirme...- Titubeó con una voz tan grave que parecía perderse en una caja cubierta. Pensó en un momento que quizás no había pronunciado palabra alguna ya que el otro parecía no haberle escuchado.

 

- ¿Lo sabe Shura? - Por fin preguntó, era como una pregunta con tono de reclamación. Se sentía con rabia, misma que desapareció, esfumándose como un suspiro.

 

- No, ¿por que? - En esos momentos en lo que menos pensaba Milo era en su amigo de cabellos azabaches. El solo estaba enfocado en esa figurilla atlética que le seguía dando la espalda. Sus ojos se llenaban de vida al observar aquella cabellera roja que se agitaba según los movimientos de su dueño. Aunque después hubiera dado hasta su alma por sentirse reflejado en aquellos ojos tan azules que se podían perder con las aguas limpias y tranquilas del mar.

 

- Qué importa... - El francés sintió una punzada en su corazón. ¿Se estaba dando por vencido? Quizás. Sabía que Milo era de palabras sinceras y que aquel día lo que le dijo, lo iba a tratar de cumplir. Una vez le comentaron que él, el pelirrojo, soltaba un veneno helado que traspasaba hasta el corazón y no lo abandonaba hasta que dejara de latir. Un veneno fatal. Cerró unos segundos sus ojos al recordar y entones pensó que esas palabras tenían algo de verdad.

 

Milo se acerca más y le toma de los hombros a lo cual Camus esquiva retirándose un par de pasos para seguir doblando una y otra vez aquella playera. Milo baja la mirada, comprendía a la perfección a Camus y más que después de estar juntos le había dejado abandonado sin más explicación... diciendo que había sido un error, le había dicho que jamás le volvería a tocar y que prefería a su amigo que amarlo a el, lo entendía pero no se entendía a si mismo... se había presumido como una persona con carácter y el mismo caballero de Acuario le había dado a entender eso mismo, pero ahora lo dudaba...

 

- Dime Camus... para ti, ¿que es tener carácter? - Sintió que podía ser que él tuviera el concepto equivocado de tal palabra y se preguntaba si realmente encajaba en lo que pedía Camus. Su mirada seguía viendo la espalda ancha del caballero de la onceava casa que era cubierta por aquellos cabellos lacios que estaban sujetos con un delgado listón.

 

Camus se detiene un momento, se gira y le mira, luego regresa a su antigua posición y prosigue a seguir doblando su poca ropa...

 

- Carácter... es tener seguridad en tus actos, decisiones, saber lo que quieres y sobre todo lo que vas a hacer para tenerlo contigo, es tomar riesgos afrontando las consecuencias... es hacer sentir a otra persona que nunca le abandonarás y que si así se requiere enfrentarse juntos al mundo, ser fuerte pero sin dejar de sentir... - Se detuvo al razonar lo que acababa de decir; en realidad estaba diciendo lo que quería de Milo. Bien pudo dar una definición que viniera escrita en un diccionario pero de alguna manera su corazón era el que ahora hablaba.

 

- Yo... ¿tengo carácter?- Dijo Milo mirándolo fijamente y al ver que ya no salía palabra de aquel franco decide acortar la distancia.

 

- Si... por eso yo... - Vuelve a callar. Sabe que si habla más terminará por decirle lo que en su pecho crecía minuto a minuto. Una suave humedad comenzó a cubrir su cuerpo y bien sabía el por qué.

 

Milo se acerca lo suficiente, le toma suavemente de los hombros, lo gira y le mira de nuevo a los ojos, de manera retadora pero con cariño, enfrentándolo para obtener la verdad absoluta; igual Camus pero este desvía su mirada una vez más hacia un lado.

 

- Tomaste tu decisión... eso está bien... - Dijo a la vez que se deshacía del contacto. Tan trémulo como las hojas de los árboles.

 

Un silencio se hizo. Había tanto que decir pero ninguno sabía la manera precisa, la manera en que se tenía que manejar la situación. Dolía, profundamente y ambos pechos parecían querer expulsar su corazón.

 

- Deberías cortar tu pelo, es demasiado largo para luchar... - Eso fue lo primero que cruzó por su cabeza después de un escrutinio a la anatomía del francés. Además quería darle otro sentido a la conversación. Su cabeza quería explotar por tantas frases formuladas y que eran retenidas a fuerza de voluntad.

 

Camus se acerca a la única mesa del lugar y toma un cuchillo de cocina, sujeta su cabello y lo corta en un solo movimiento; Milo de cierta forma se impresiona, jamás le hubiera pasado por la cabeza que lo haría. Ahora el cabello rojo de Camus estaba hasta media espalda. Con el listón delgado y violeta con el que lo había atado anteriormente, decide colocarlo en el cabello que había cortado.

 

Con sus ojos llenos de tristeza y mal sabores, con el alma de luto y con la pesadez del dolor, deja aquella mata roja que ya no le pertenecía más. La mesa parecía reluciente a pesar de ser madera ya desgastada y opaca. Aquellos cabellos rojos parecían dar vida a cualquier cosa que se le pusiera cerca y el griego no dejaba de contemplarlos.

 

Milo avanza hacia la mesa y sujeta aquella cabellera entre sus manos... desprendía un aroma peculiar. Parecía un aroma a vegetación fresca que crece junto al lago. Deseó tanto aspirar descaradamente aquella aroma, embriagarse, sonreír mientras llenaba sus pulmones y lentamente exhalar pero... pero no podía.

 

- ¿Puedo quedármelo? - Fue lo más sensato que pudo decir ya que tomarlo así y realizar lo que su imaginación se formaba, era algo que hubiera delatado su desesperación por volver a tocarlo, hubiera echado a tierra toda su fuerza de voluntad para dominarse y no ser el preso de la locura.

 

Camus solo asiente con la cabeza, le regala una sonrisa, una sonrisa que le atravesó el corazón a Milo como nada en su vida, algo que recordaría por el resto de sus días... ¿valía la pena dejarlo ir sin decirle nada?...

 

Camus toma su maleta pequeña y está a punto de salir del lugar donde había dormido desde su llegada a Grecia... Milo le detiene y Camus voltea con una vana esperanza en su corazón pero que su razón decía que no ocurriría..."Dime que me quede"....

 

- ¿sin resentimientos verdad?- Sujetaba el griego fuerte aquella mano, su cuerpo le "decía detenlo, no dejes que se vaya" mientras en su pensamiento se repetía realmente. "Te amo, pero Shura te ama también".

 

- Claro... todo esta bien. - Pronunció con su voz sobria, con una sonrisa fina y con los ojos brillantes, quizás se querían humedecer pero no lo permitiría. El también se decía unas cuantas cosas en la mente dirigidas para Milo. "Idiota... ¿que no ve acaso mi mirada? Dime que me quede"

 

- Nos veremos dentro de seis años... Dio un paso más y su cuerpo estaba a escasos centímetros del pelirrojo. "Estúpido, ¿qué importa si te enfrentas a Shura?" Se repetía mientras su mano había dejado de presionar la blanca de Camus pero aun mantenían ese suave contacto.

 

- Si, tenlo por seguro. - No supo que más decir, nada de lo que había deseado había sucedido. Se dio cuenta que si mantenía unidos sus dedos con los de aquel chico de piel bronceada y de ojos turquesas, aquel de cabellos rubios que mantenían unas suaves ondas, caería en la tentación de abrazarlo intensamente. Separó sus manos y se retira un poco pero sin dejar de sostener la mirada en la de Milo.

 

El rubio le da un fuerte apretón de manos como último recurso y así lo ve partir, inclinándose para llevarse su armadura colgándola en la espalda y con su mano derecha sujetaba aquella pequeña maleta; queriéndose decir ambos muchas cosas pero quedándose al fin y al cabo en silencio, se despedían pero sin querer hacerlo...

 

Pronto deja de verse esa cabellera roja a lo distante y Milo solo cierra los ojos mientras sujetaba los cabellos de Camus, aun su aroma inundaba aquella cabaña y parecía que era lo único que el griego podía sujetar como algo suyo... quizás un día podrían estar juntos, con la aceptación de Shura, su hermano mayor...

 

Camus llegaba a Siberia, la nieve le golpeaba la cara levemente, sus pasos pesados entre ella van abriendo camino y a lo lejos ve a un chico peli verde que levantaba su mano y la agitaba en saludo mientras su cuerpo libraba la batalla por sostenerse de pie bajo esas gruesas pieles que lo protegían del frío... "Mi alumno" pensó, al ver al chico; su forma de hablar y comportarse hizo que notara que el chico poseía carácter y fuerza... ahora empezaría su labor como entrenador, observa los hielos perpetuos y sonríe, ahora tenia una misión más aparte de proteger a Athena, formar a uno de sus caballeros y lo haría el mejor...

 

Mientras, en el Santuario, Milo dormía, sudaba en exceso y se movía inquieto, estaba soñando, veía morir a Camus, lo veía de pie congelado, le veía con una lágrima en sus ojos y al caer se despedía de su alumno... pero la última persona que nombró fue a el... en eso despierta alterado y tiene el presentimiento más terrible que había sentido en su vida... ¿acaso le había dado el adiós definitivo a su único amor?... rezó por que no fuera así...

 

- Camus... ¡Te amo! - Exclamó sentado en la cama esperando que aquella declaración llegara a los oídos del francés que ahora estaba a muchos kilómetros lejos de él. Su voz sonaba imprecisa pero por las emociones desbocadas en esa verdad que tan difícil le era manejar. Se abrazó a sí mismo y nuevamente se recostó en la cama cerrando los ojos que parecían arderle por contenerse.

 

Shura estaba en la oscuridad, había decidido visitar a su amigo ya que la partida de Camus no le dejaba dormir pero desde aquella ventana abierta había visto el cabello de Camus que parecía resplandecer como cual llama de fuego colocado en el buró junto a la cama de su amigo y al escuchar a Milo había entendido todo...

 

Notas finales:

Me dio mucha tristeza...


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