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Noche En Las Vegas por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Una pequeá sorpresa.... y aparece Alphonse *O*

 

Capítulo III. Una Alocada Búsqueda.

 

En primer lugar, no esperaba que nada de esto ocurriese. ¿A quién quieres engañar, Mustang? La verdad era que te lo quisiste tirar, lo deseaste al verlo desnudo e inconsciente en aquella mullida cama del súper Hotel en las Vegas. Pero, punto aparte, ¿Por qué tuviste que casarte con él? Y peor aún, ¿Por qué estás enfrente de su casa, tocando la puerta como idiota? A ver, respiremos hondo. Necesito tranquilizarme. Acero no sale a recibirme con su sarta de majaderías de siempre y eso no me alivia en absoluto. Me tuve que escapar del trabajo, a tientas de que la Teniente podría matarme de descubrirlo, y no encuentro resultados que merezcan la pena.

++++{3ra}++++

−Maldito Acero –tocó de nuevo. Se desesperó al punto de estar a tres centímetros de chasquear sus dedos para calcinar la madera, pero…

−¿Coronel Mustang? –la casi infantil voz de alguien tras su espalda le detuvo.

−¡Alphonse! –soltó el nombre tremendamente aliviado. El menor de los Hermanos Elric. Un tierno jovencito de cabellos cortos, ligeramente rubios, más oscuros que los de Edward. De unos preciosos ojos color platino. Traía puesta una camisa de manga larga y un par de pantalones de vestir grises. Cargaba las bolsas de las compras –, déjame ayudarte –dijo quitándole los estorbos. Alphonse enarcó una ceja.

−¿Qué hace aquí? –le siguió mirando extrañado, después de que abría la puerta que no tenía ni seguro. Después de todo… estaban en Resembool. Además de que el lugar era tranquilo y campestre, nadie se atrevía a robarles a los hermanos Elric –, ¿no debería estar en Amestris? La Teniente de seguro debe estar buscándolo –la casa era acogedora. Una linda cabaña donde se respiraba el aire familiar.

−Vine buscando a tu hermano –respondió tomando asiento en una de las solitarias sillas de una pequeña mesa que daba a un ventanal. Se quitó el sombrero y lo dejó en el respaldo.

−Ah, pues no lo he visto –dijo empezando a acomodar las cosas, latas y demás en una pequeña alacena.

−¿Cómo? –inquirió, sorprendido –¿qué no se supone que son hermanos?

−Sí, pero ninguno es niñera del otro –Alphonse le miró de reojo. Normalmente, el hermano más joven era más amable y hospitalario –, pensé que usted sabría su paradero.

−¿Cuánto tiene que no le ves?

−Cercana semana –el menor se sentó frente a él. Con una inusual cara seria –, dígame, Coronel ¿Qué le hizo a mi hermano? –se recargó en la madera. El moreno fingió demencia.

−Le busco porque en Central se han hablado de avistamientos de un nuevo Alquimista de Hielo.

−¿Nuevo?

−En realidad es el anterior. El primer alquimista reconocido por el Estado como controlador del Hielo, pero después de una ola de crímenes, se le relevó de su cargo.

−Mejor invéntese otra historia –bufó –, conozco al alquimista de Hielo, y sigue siendo un señor bastante normal, no me irá a decir que está buscando a mi hermano para asesinarlo, ¿o sí?

−Estás muy raro, Alphonse, esa no es la forma de hablarle a tu superior.

−Lo lamento, coronel –dijo, sinceramente, pero sin bajar la guardia. Pero no he podido estar en completa paz desde hace una semana.

−¿Y por qué no has ido por él?

−Porque me dejó una nota –respondió, suspirando con verdaderas ganas.

−¿Podría verla?

−Puede ir por ella, está en la habitación de arriba, puede quedarse a cenar, hace mucho que no recibo visitas –se encogió de hombros, el joven Elric.

−Gracias… -y se levantó. Sus pesadas botas de militar levantaron rechinidos en la madera. Sabía cuál era la alcoba de Edward, por si fuera poco, su buen olfato le habría sacado del error sí caía en él. Abrió la puerta con cuidado. Trató de no fisgonear más de lo debido y sobre un pequeño escritorio encontró una hoja blanca con la letra de Acero en ella.

Alphonse, me iré una temporada, no me busques, estaré bien.

Y eso era todo. Mustang casi tritura la nota. Intentó calmarse. Llevó la diestra a su mentón, trató de recordar algún lugar a donde iría ese pequeño problema. Y por si fuera poco… terminó esculcando cada rincón de ese lugar. Rebuscó en todos los libros y estantes. Volcó la cama. Abajo, Alphonse suspiró. Mustang no logró dar con algo que indicara la posible localización del rubio. En una tabla de madera oscura que estaba pegada a la pared, encontró un rincón de fotografías. En una estaba la familia completa. En otra, sólo Edward y Alphonse. También había fotos de la vieja Pinako y de Winry. Y en un apartado sitio, estaba una imagen de Mustang riñendo con Edward, y toda Central les miraba con tranquilidad. Su relación siempre había sido así. El moreno quitó la chinche puesta en ella y la miró por largo rato manteniendo una media sonrisa. Recordó el momento en que conoció a esos dos. Y en especial al pequeño Acero que había marcado un evento increíble en la historia, el más joven al ser nombrado “Soldado del Estado”. Ese niño que le causaba dolores de cabeza… una frase se le clavo en el pecho cual fecha asesina “Estupro”.

Un calofrío le llegó a bañar la columna. Viró lentamente la vista y se encontró con el pequeño Alphonse cruzado de brazos.

−Coronel, disculpe mi grosería, pero mi hermano jamás había hecho esto, no por lo menos conmigo, y estoy preocupado –dijo, ciertamente triste.

−Tranquilo, entiendo –movió la fotografía una vez –¿puedo quedármela?

−No lo sé, eso es de mi hermano, sólo él… -dejó inconclusa la frase porque no había necesidad de especificar más –¿este es el último lugar donde le ha buscado?

−La verdad es que las opciones ya se me acabaron –respondió guardando la imagen en su chaqueta azul –, regresaré a Central, convocaré a un par de rastreadores y te informaré sobre cualquier cosa que me entere.

−Me parece bien, por cierto, Coronel, quisiera que en cuanto lo vea le entregue esto al Teniente Coronel Hugues, ¿podría? –era una pequeño caja envuelta en papel color pastel.

−Será para su hija –sonrió de lado –, cuenta con ello –favor con favor se paga, le dijo antes de irse.

Tuvo todo el camino en tren para perderse en sus pensamientos.

De acuerdo. Va avanzando en su propia terapia. Se echó en cara lo estúpido que había sido. Comenzó a caer una ligera lluvia mientras el paisaje cambiaba. Después de que Hugues le había sacado de su fatídico error, estuvo en pos de Edward desde aquel día en ese lugar de perdición.

−Maldita sea –pateó un contenedor de basura al arribar a Amestris –¿dónde quedó ese lindo pensamiento de “Lo hecho en las Vegas allí se queda”?

Vagabundeó por más tiempo del necesario. Ni siquiera se tomó la vergüenza de llamar a su trabajo. Lo mejor era regresar a su hogar. Después de todo, el viaje le había aburrido y necesitaba una buena noche de sueño.

Escondiéndose de su Teniente, llegó a salvo. Una casa como la del Teniente Coronel. Era demasiado para él, espaciosa y vacía. No había más que su propio desorden. Sacó la pequeña llave de su ropa, lo extraño fue que no la necesitó para entrar. La puerta estaba semiabierta.

−¿Qué? –entró preparado contra ladrones. Sigilosamente. Preparando todo para un incendio sí fuese necesario. Grande fue su sorpresa cuando en lugar de encontrar su casa saqueada, la encontró totalmente limpia. 

−Ese maldito coronel… -bajaba de las escaleras un sucio Edward Elric. Con un par de pequeñas cajas que estaba dispuesto a dejar en el sótano.

−¡¡¿Acero?!!

−¡Mustang! –dijo, soltando lo cargado, todo cayó desperdigado por el suelo. Un par de cacharros muy antiguos.

−¡¿Qué carajos haces aquí?!

−¡Las preguntas aquí las hago yo! ¿¿Dónde estabas?? Llevó una semana aquí, incluso Hughes vino a verme antes que tu, infeliz.

−A ver, a ver, espera, ¿Qué?

−¿De verdad eres tan idiota? –el rubio seguía arriba. Fue bajando lentamente, con su habitual ceño fruncido.

−¿Cómo es que llevas una semana en mi casa? ¿Sabías que te he estado buscando como estúpido por toda Amestris?

−¡Pues no sabía que era tan solicitado! –se cruzó de brazos, mirándole fijamente.

−¡Incluso Hughes vino! ¡¿Ya te vio?! ¿Ya sabe que tu y yo…?

−Yo no le dije nada, ¿qué no tú ya le habías puesto al tanto?

−En primer lugar, fue por su culpa que terminé en las Vegas.

−Ni que te hubiera puesto una pistola en la cabeza, idiota –bufó, el rubio –, recuerdo que el Teniente Coronel me dijo que en ese lugar estaban ocurriendo asuntos especiales, como una piedra filosofal que estaba escondida en un lugar llamado “El rey de las Vegas” –soltó, de repente, realmente confundido. Los dos habían estado allí por…

−Un momento… -y en eso, los dos guardaron silencio. Comenzaron a armar hábilmente el rompecabezas. El hotel tenía especiales atenciones. Reservas especiales. Autos que nunca fueron solicitados. Y luego el asunto del centro recreativo y cultural...

¡¡¡¡¡¡¡TODO FUE PLAN DE HUGHES!!!!!!!

Felicidades, tenemos a dos ganadores

Notas finales:

 Ah! qué cosas!!! XDDD El teniente coronel fue a ayudarle a limpiar ewe no tendrán mucho tiempo la imagen de Edward Amo de Casa, lo juro!


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