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Noche En Las Vegas por Vampire White Du Schiffer

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Notas del fanfic:

Los personajes de Full Metal Alchemist no me pertenencen, los usaré para responder a este desafío ^^ 

Notas del capitulo:

Esto es un Au. Donde todos son alquimistas blablabla, pero Al tiene su cuerpo humano, existen las Vegas, Nevada y talves le aplique mi propio toque a las personalidades, no las cambiaré mucho,^^ es mi primer fic de ésta categoría!

 

Desperté como cualquier otro día. Si. Abrí los malditos ojos. Aquí lo extraño es que no desperté solo. ¿Qué demonios? ¿Por qué Acero está desnudo y me abraza como sí fuese su almohada mientras susurra mi nombre? Ah, ya recordé. Me rasqué la nuca. Hugues me dijo que d­ebía pasar un día en este lugar de perdición, y qué bien lo pase. El punto ahora es…

+++{Ayer}+++

Capítulo I. Una noche Alocada.

                −Vamos, Mustang, estás bajo mucha presión –Ajá si. Como sí estar detrás de un escritorio fingiendo firmar papales importantes fuera la gran cosa. Roy Mustang estaba encerrado en su oficina junto con su cómplice, perdón, su mejor amigo Maese Hughes.  El último mencionado se ajustaba los lentes sin prestar atención a las negativas de su amigo –, no querrás decirme que te da miedo que la Teniente te atrape antes de irte.

            −Claro que no –respondía después de fijarse varias veces que la rubia no se apareciese y le regañase –, pero ya la escuchaste, ya se enteró que no hice nada en toda la semana ¿Cómo se te ocurre que me vaya a tomar unas vacaciones después de su sentencia silenciosa?

            −¿Sentencia silenciosa? ¿Es una nueva modalidad de la Teniente? –se burló sonoramente de su compañero y se recargaba en la pared que estaba cerca de la ventana –igual, esta es una oportunidad que no se te presentará dos veces –le seguía insistiendo con extremo ahínco.

            −¿Por qué no mejor vas tu solo?

            −Porque tengo a mi preciosa Elisa cumpliendo años este fin de semana… ¡¿Qué no te lo dije?! ¡Deja saco sus nuevas fotos! ¡Mira, Mira! ¡Aquí la he vestido de doctora! ¡La bata le queda hermosa!

            −Hughes, ni siquiera llena las mangas de la bata

            −¡¡¡¿No es hermosa~?!!!!

            −Ah, olvídalo –tomó un par de boletos que tenía su amigo en la mano que no sostenía las fotos de su primogénita, la dirección del hotel y la llave que era una tarjeta electrónica. Las reservaciones estaban hechas.

            −¿Por qué dos, Hughes? –el padre le ignoró como mejor pudo. Respiró hondo y abrió la ventana con una rápida decisión. Y se lanzó desde el segundo piso.

            Horas después. La cuidad se levantaba omnipotente sobre el enorme desierto. Las enormes luces de neón bañaban la carretera hasta lastimar los ojos de quien no esté acostumbrado a un trato tan “Luminoso”. El comandante Roy Mustang estacionaba su automóvil frente la enorme fuente del prestigioso hotel. Ni siquiera sus ropas de militar le habían dado tiempo de quitarse y había logrado escapar ileso, por completo. Inhaló con fuerza el aire de la victoria. Casi. Subió por el elevador que tenía un sillón para los que se cansaban de ir de pie. “Lujos exagerados” pensó Mustang, aunque bien podría acostumbrarse, desde que había pasado el letrero de bienvenida, había abarrotado su oscura vista con bombones hechos mujeres. La gran mayoría vistiendo diminutas faldas y luciendo atrevidos escotes. Seguía babeando en abundancia cuando el timbre le avisó que había llegado a su piso.  Cuando estuvo en su ansiada habitación se quedó boquiabierto, era sumamente lujosa y por ende debió ser asquerosamente cara. El solo recibidor podría ser considerado una habitación completa, a su lado izquierdo se desplego la enorme sala con televisor de pantalla plana en la pared. Parecía un cine en casa. Después venía la cocina y se deleitó igual, aunque se detestaba a sí mismo por no saber preparar ni siquiera un huevo frito. Y el baño tenía un ostentoso Jacuzzi en color perla que podría parecer alberca.

            −¿Para qué rayos querría Hughes una casa? –el ventanal daba una preciosa vista de la cuidad en su cenit. Se olvidó de las oscuras intenciones de su amigo y se fue a tomar un largo baño, el jacuzzi lo estrenaría con algún buen par de mujeres que se cayeran del árbol por buenas.  Hughes le había dicho que en ese lugar le darían de todo (el servicio que quisiera) y cuando fue a corroborar que el armario no estuviese lleno de telarañas se percató de que había varios trajes de buena marca y una que otra ropa para diferentes ocasiones. Decidiendo ponerse algo de lo más elegante, como un saco negro con pantalón estilo sastre y camisa de algodón blanco, salió todo emperifollado.

            Pidió su automóvil, pero se lo negaron. Porque en lugar de darle el antiguo, el coronel iba a recibir prestado un Cadillac.

            −¿Acaso fue trato con Mease Hughes? –preguntó temiendo la respuesta. Resignado y todo salió. La verdad es que se sentía extraño manejando algo ajeno a “Capitán”, su querido auto de los años noventa que aún seguía dando de qué hablar.  Y para Mustang ese era el imán de las chicas, después de él, claro está.

            Pensaba ir a apostar. Pero como la cartera rebosaba de dinero, talves no tendría nada de malo “invertirlo” en otro tipo de distracciones. Unas igual de “Sanas” que las apuestas pero más peligrosas y que le llenarían el estómago de una diferente manera.

            “Chicas calientes, para el Rey de las Vegas” se llamaba el centro recreativo y cultural. Obviamente para llamar “Rey” a cualquier vago que llegue al precio debía ser una ruleta de muy buena publicidad, pues tenía a varios depravados haciendo filas. Y el señor Mustang entró con membrecía pagada recientemente por el Hotel, una nueva curiosidad que más tarde preguntaría. Pasó antes que todos aquellos hombres que estaban allí desde horas atrás. Sonrió con obvia maldad y se despidió de ellos con una sonrisa de oreja a oreja. Al estar a dentro las luces y los dulces olores le llenaron los sentidos de forma casi enloquecedora. De inmediato una morena pasó enfrente de sus ojos y ésta le pasó libidinosamente su trasero que portaba una diminuta falda en color marrón y de cuero

            −Ay, por eso quiero que en el cuartel las usen –decía con una enorme cara de zorro babeando de lado a lado por tanta chica guapa. Después de pensarlo mucho, por ser difícil la decisión, contrató los servicios de una muchacha de noble corazón, una de piel nívea con largas piernas y proporcionados senos para que le hiciera “Un privado” de inmediato se perdieron en una mesa que estaba apartada de las demás y que tenía una espesa cortina para correrse y quedar “aislados” de lo exterior. La chica comenzó haciéndole movimientos sensuales, pasando sus manos por el rostro del coronel, que sonreía complacido.

            −Dígame ¿Qué le gustaría, Coronel? –le susurraba la mujer entre los labios.

            −¿Qué sabes hacer? –le agarraba de las caderas.

            −Huy, casi de todo –sonreía coqueta. Pero en ese entonces, el Coronel escuchó ruidos afuera –, no le tome importancia, deben ser un par de buscones –le decía para tranquilizar a su cliente mientras le masajeaba ligeramente los hombros. Pero de nuevo se escucharon cosas escandalosas. Como vasos rompiéndose y los gritos de las chicas fue lo que los terminó por alterar a los dos. En eso, decidió salir el moreno para ver qué carajos sucedía que no podía atender bien a la pobre muchacha. Casi se aventaba un glorioso discurso de no ser porque había chocado con una persona de bajita estatura, en medio de todo aquel exabrupto.

            −¡Ah, un enano!

            −¡¿A quién le dices enano que cualquier hormilla podría apalear?! –un rubio de ojos castaños le mordía el brazo derech.

            −¿A-Acero?

            −¿Mu-Mustang?

            −¡Coronel Mustang para ti! –empezaban a pelear característicamente cuando la policía terminaba por irrumpir en el lugar.

            −Tsk –masculló el lindo rubio. Entonces, la chica los jaló a los dos y los metió para volver a cerrar la cortina -¿Qu-Qué? –miró a la chica de arriba a bajo -¿Con que te gustan estas cosas, coronel?

            −Podría casi jurar lo mismo, no me irás a decir que estabas aquí para estudiar alquimia.

            −Es-es posible –se rascaba el mentón con nerviosismo

            −Oigan, dejen de pelear –les dijo la desnudista que se agachaba y dejaba ver sus bien torneadas piernas para apretar un botón que estaba debajo de la mesa.

            −Buena vista –murmuró Mustang, que enseguida recibió un golpe por parte de su subordinado.

            −Coronel depravado –masculló. Y en eso, una pequeña puerta se abrió debajo del sillón rojo.

            −Salgan por aquí –les dijo la mujer –esto se solucionará pasadas unas horas, siempre se pone así cuando el jefe se escapa de sus obligaciones, pero anden, esto los llevará al centro.

            −Bella señorita –Mustang le tomaba de las manos –, tiene usted un corazón de oro~ -le decía con los ojitos iluminándose –, escape conmigo.

            −Deje de divagar –dijo la chica y aventó al joven primero y al coronel después, de una patada. Y cerró la puertecita. Tendrían que arrastrarse sobre cuatro puntos, para más fácil, iban a gatear hasta que al final del túnel vieran la luz. Estaba poco iluminado y el aire escaseaba. Pero lo que Mustang podía ver, muy bien por la circunstancia, era el trasero de Edward Elric. El enano, perdón, el alquimista de Acero. Un chico de pasados dieciséis años de edad. Sus cabellos eran rubios y largos hasta mitad de la espalda, que siempre llevaba amarrados en una grácil trenza.

            −Hunmmm –murmuraba más de una vez

            −¿Qué le sucede, coronel? –preguntaba por mera cortesía -¿Acaso se arrepiente de que no lo terminasen de calentar? –se empezaba a reír con ganas y seguían andando.

−No sé por qué pero tengo el presentimiento de que tú tuviste algo que ver –el rubio pegó un ligero brinco –, además, Acero…

−¿Qu-Qué?

−No sabía que tenías tan buen trasero –le dijo tocándoselo con la mano derecha.

−¡¡¡Ahh!! ¡No toque! –le lanzó una fuerte patada que terminó por quedar su pie en la cara del Coronel.

−Arg, acero qué fuerte me pegaste, mi bello rostro, te condenarán al infierno por desfigurarlo –se quejaba

−U-Usted se lo buscó –y después de que se escurrieran por aquel estrecho pasillo, lograron salir en un oscuro callejón

−Creo que acabo de recordar cómo vine al mundo –decía Mustang saliendo con mucho trabajo, Edward había salido fácil por lo menudo de su cuerpo. El rubio ya se sacudía las ropas. Era su misma chaqueta roja y sus ropas negras. Sus guantes blancos estaban totalmente ennegrecidos

−¿Y ahora? –preguntaba el rubio.

−Yo regresaré a mi hotel

−Me parece buena idea, ¿Dónde queda?

−No es por ser maleducado, Acero, pero regreso yo solo –Edward se quedó mirándole seriamente -¿Qué?

−¿Y qué ha hecho en las Vegas, coronel?  -se cruzaba de brazos y comenzaba a caminar detrás del moreno.

−Tsk, ¿vas a seguirme toda la noche?

−Soy muy hábil –ponía los brazos en su nuca y sonreía seguro de sí mismo. En eso, Mustang tuvo una grandiosa idea.

−¿Por qué no vamos por unas copas, Acero?

−Soy menor de edad, coronel idiota –Mustang ignoró la grosería.

−Ah, yo pensé que al fin te atreverías a sucumbir a los caminos del hombre y dejar de ser un renacuajo –eso fue lo que necesitó para sacar la normal furia del menor.

−¡¡¿A dónde vamos?!! –el moreno ensanchó una sonrisa.

Terminaron por ir a un buen bar. Donde les atendieron, por el dinero, como reyes. El primer sorbo siempre es difícil para alguien que nunca a tomado en su vida. Una ligera tos acogió a Edward después de empinarse de un solo trago un vaso de vodka.

−Tranquilo, Acero, terminarás por emborracharte –decía sin nada de preocupación y brindaba tranquilamente. Pero el rubio sabía que ese tono era usual cuando el Coronel solía retar a la gente. Y así transcurrió el malévolo plan. Edward fue consumiendo copa tras copa… hasta que el moreno logró su cometido. El rubio terminó perdido en el alcohol. El pobre tenía la cabeza pegada a la barra. Murmuraba cosas inentendibles. Y daba golpes de vez en cuando.

Mustang, tranquilamente pagó la cuenta y se disponía a irse. Planeaba dejar solo y desamparado al pobre chico. Ya estaba moviendo las piernas e iba directo a la puerta cuando vio que un par de corpulentos sujetos, con cara de malos y depravados, se acercaban a aquella sumisa presa. Uno de ellos, cargaba a Edward para que éste se apoyase en su espalda. Mustang siguió viendo por unos segundos. Después se encogió de hombros y salió. No era su problema.

Caminaba tranquilamente y escuchó cuando aquellos sujetos salían con un rubio durmiente y hablaban del provecho que le sacarían. Si. No era su problema.

−¡Cómo nos vamos a divertir con este pequeñín! –dijo uno de ellos.

−¿Quién lo folla primero?

−Ah, ¿Por qué no los dos?

−¡Buena idea! –y después de haber dicho eso, los dos terminaron casi calcinados por una enorme llamarada que había nacido posterior a un chasquido de dedos, y sólo los lastimó a ellos. El pequeño Edward hubiera terminado en el frío suelo, de no ser porque unos sobreprotectores brazos le habían salvado de ello.

Y en la habitación del lujoso Hotel donde Mustang no quería llevar a Edward…

El coronel lo colocaba sobre la suave cama, con una dedicación casi ciega. Las luces permanecerían apagadas por el resto de la noche.

−Hunmm, coronel… -murmuró tiernamente, el jovencito y daba una vuelta para envolverse con la colcha. Mustang respiró hondamente. La cama era grande, así que dormirían juntos. Al fin y al cabo los dos eran hombres ¿No? Ese género taladró la mentalidad de Mustang, se sacudió las ideas insanas y se fue a dar una larga ducha. Cuando regresó, sólo tenía puestos un par de pants cómodos y algo holgado, pero con el cuerpo bien trabajado que se cargaba el coronel, difícilmente se vería mal. Se secó los cabellos dejando la toalla sobre su cabeza. Y escuchó la respiración tranquila del alquimista. Se arrimó para ver que efectivamente dormitaba. Y se dispuso a dormir. Se cargó un par de sábanas para no compartir las de Edward.

Pasadas las horas. Tenía a Edward debajo de él. No había aguantado la tentación de ponerse de aquella forma. Y es que viéndolo desde aquel ángulo, parecía tan delicado y sabroso… Hey, esos no son los pensamientos que debería tener un hombre orgulloso de amar a las mujeres ¿O es que era algo diferente lo que veía en Edward?

Su cuerpo semidesnudo sobre el menudo cuerpo de Acero. ¿Se iba a decidir? Lentamente su boca se fue acercando a las comisuras de aquellos jóvenes labios. No se detuvo mucho tiempo, pero sí titubeó bastante. Se remojó los labios después de aquel corto ósculo. Saboreando el sabor a licor. El rubio se removió ligeramente, comenzando a sentir algo caliente sobre él. Al parecer, esa noche, Edward  también sería consumido por unas llamas infernales, pero muy diferentes a las anteriores. Una llama apasionada se encendió después de haberse casado al más puro estilo de las Vegas con Edward Elric.

¿Qué acto más estúpido había cometido?

Y tuvo que amanecer.

Notas finales:

Cambié ligeramente las cosas O_O espero que no haya mucho problema. o no sé xD

que tengan todos un lindo viernes!


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