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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

 

 

Hola a todos!!! :D éste capitulo prácticamente se escribió solo. Las ideas llegaron a mí y no dejé de teclear desde que lo inicié hasta que terminé xD espero que sea de su agrado ^_*

 

 

 

 

 

 

 

 

El anillo desfilaba por cada uno de sus dedos, Riki lo hacía pasar de uno en uno como solía hacer con las monedas que traía consigo. En sus labios descansaba una pajilla, con la cual igualmente, jugaba de tanto en tanto con su lengua. El calor apremiaba la frente y los cabellos que no lograban levantarse con la débil brisa, se adherían a ella humedecidos por el sudor.

 

 

- ¿Debería usarlo? – Se atrevió a formularse aquella pregunta – Mmm… - Mordió la pajita – Jo… ¡Luzco como una puta esposa! Ja ja ja – Se burló a carcajadas luego de acomodarse el supuesto anillo en el dedo - ¿Y si alguien lo ve?

 

 

***Se atrevió entonces a imaginar***

 

 

El sol les pegaba a los hombres en la espalda, en cada ocasión que se disponían a realizar cada una de sus tareas. No les molestaba, ni siquiera tomaban en cuanta sus rayos, la conversación que tenían los hacía desenfocarse de otra cosa distinta a hablar y a trabajar. Riki usaba una pala y ayudaba a realizar un nuevo canal de riego. Se encontraba bañado en sudor y tierra.

 

 

 

Uno de los muchachos se detuvo por el brillo llamativo que destilaba la mano del moreno.

 

 

- Oye, Riki.

 

 

El hombre que se detuvo por unos momentos, se llevó una de las manos a la frente, buscando al que llamaba.

 

 

- Ajá – Tuvo que entrecerrar los ojos ya que al levantar el rostro, el sol hizo de las suyas.

 

 

-  Bonito anillo… ¿De donde lo has sacado?

 

 

- ¿Esto? – Se lo muestra al otro  – ¡Bah! Es una tontería no más.

 

- ¿Cómo crees? ¡Se ve que es caro!... – El tipo cambia el tono de su voz, por uno más silencioso e insinuante – Dime una cosa… ¿Te lo ha dado el señor Mink, verdad?   

 

 

***Fin del pensamiento***

 

 

Riki sacudió la cabeza con fuerza. Si algo así ocurría, existía la posibilidad de que le dejaran en jaque, no podía responder un “Si, me lo dio él”  y anexarle un “por nada en especial”. Eso sería firmar su sentencia de muerte.

 

 

- ¿Debería venderlo? – Lo examinó una vez más – De seguro me darían una buena pasta por él, además Iason dijo que era mío ¿No? De ser así, puedo hacer con él lo que me de la gana – Sonrió – Si… la utilidad que le de es mi problema – Su expresión se templó.

 

 

A los hombres les daban unos días de descanso cada cierto tiempo. El muchacho siempre había querido utilizar esos días para visitar su hogar, pero siempre terminaba cambiando de idea, ya fuera porque pensara en utilizarlos para trabajar más, o porque le ganara “la promesa” que se había hecho consigo mismo: No regresaría hasta reunir lo suficiente.

 

 

Aún así, y aunque Riki intentara convencerse de que aquellos eran los únicos motivos para ni pensar en poner los pies fuera de la hacienda por mucho tiempo, existía, había algo que lo ataba, que lo instaba a permanecer en ese lugar… no sabía con exactitud que era, por lo tanto lo ignoraba.

 

 

 

De éste modo, Riki se quedó en la hacienda junto con otros de sus compañeros. Decidieron reunirse a beber en una ocasión, así que fueron al pequeño poblado que se encontraba a unos minutos. Allí, dieron inicio a su festejo, olvidándose por completo de sus trabajos, siendo ellos mismos y compartiendo como si siempre hubiesen sido  los mejores amigos.

 

 

- ¡No me voy a otro lado porque no tengo a nadie que me espere! – Exclamaba uno de los hombres, totalmente ebrio.

 

 

- Oye, pues considérate afortunado. Otros se quedan precisamente porque no quieren encontrarse con ese alguien de vuelta a casa.

 

 

- Ja ja ja ja.

 

 

Las risas inundaban el lugar. Era un ambiente agradable.

 

 

- ¿Y tú muchacho? ¿No tienes alguna jovencita esperando tu regreso? ¿O es que acaso éstas trabajando para casarte con ella?

 

 

Riki retiró la botella de sus labios. Tragó el licor. Carraspeó.

 

 

- Mi mujer no irá a ningún lado – Soltó.

 

 

- ¡Cuidado! En estas temporadas tan solitarias, no es raro que un coyote esté merodeando para hacerse de una que otra presa descuidada.

 

 

Los hombres empezaron a reírse, siendo el pelinegro el menor de todos, era normal que buscaran de hacerle el bufón.

 

 

- No temo a ello. Sé muy bien como mantener a mi hembra contenta – Buscó los cigarrillos – Esa es garantía suficiente – Luego de encenderlo, exhaló el humo.

 

 

Todos empezaron a asentir, el muchacho no se dejaba. Le dieron entonces el visto bueno. En señal de camadería, le hicieron llegar una botella nueva. Riki la abrió y se la empinó de golpe.

 

 

De donde él venía, llamar a los hombres “novias” o “hembras” dentro de una relación homosexual, también era aceptado. Así que pensó que no habría problema ni necesidad de dar explicaciones sobre sus gustos en la cama.

 

 

- Oye Riki. Ahora que estamos en confianzas… ¿Me sacarías una espinita que tengo clavada desde hace un tiempo?

 

 

Riki tenía la botella levantada, pero el licor había dejado de caer por su garganta. Sabía exactamente a que se refería el hombre, no era raro que buscara de sacarle la información en aquellas circunstancias. La pregunta era ¿Qué debía contestar exactamente?

 

 

- Seguro hombre. Pregunta lo que quieras – Mencionó con naturalidad.

 

 

- El patrón y tú…  ustedes ¿Cogen?

 

 

A Riki le habían hecho preguntas de un modo más indecente, había escuchado muchas otras cosas en su vida; pero, por alguna razón, sintió como automáticamente un nudo en la garganta se le formó de golpe. Siendo sinceros, no se esperó esa reacción de su parte.

 

 

Todos empezaron a alborotarse. Estaba más que claro que aquello, era lo que estaba de boca en boca en la hacienda. La impaciencia de todos era tal, que podía sentirse la ansiedad en el aire.

 

 

- ¿De verdad lo quieren saber? – El moreno mostró una sonrisa juguetona.

 

 

- ¡Pues claro!

 

 

El chico le dio varios toques a su cigarrillo, la ceniza cayó en el cenicero. Escuchaba el alboroto de los hombres, se escuchaba “Anda”, “Dínoslo”, querían que soltara todo con lujos y detalles.

 

 

- Métanse en sus propios asuntos… - Se levantó – Basta de cháchara. Suficiente por hoy…

 

 

Acto seguido, Riki se encerró en una pequeña habitación que allí había, dejando a los demás con su algarabía.

 

 

El cuartito, era un lugar destinado a la prostitución. La chica, completamente desnuda, esperaba pacientemente a que cada cliente entrara por la puerta e hiciera de las suyas.

 

 

Riki suspiró.

 

 

- Ejem…

 

 

El pelinegro abrió los ojos. La mujer le llamaba. No había entrado con intención de hacer algo, sólo quería escapar del horrible caldo de chismes en el que lo habían metido.  Más sin embargo, se deshizo del abrigo que imposibilitaba que se congelara por el frío.

 

 

- ¿Cómo te llamas, cariño? – Preguntó la mujer con dulzura al tiempo que delineaba su rostro.

 

 

- ¿De que serviría? – Posó sin ninguna clase de pena, sus manos en los pechos de la extraña. Le acarició.

 

 

- A algunos hombres les encanta escuchar sus nombres cuando hacen el amor – Susurró.

 

 

- Je… esto no es amor. Es sexo – Sonrió. Se arrojó sobre los labios de la joven.

 

 

Cuando la tuvo sobre la cama, Riki se apartó lo suficiente para deshacerse de su camisa y, dejar al descubierto su torso. Fue así como la atención de la prostituta fue apartada de su trabajo.

 

 

- ¡Que bonito!

 

 

Alrededor del cuello del muchacho, descansaba una especie de cordón – a modo de collar – que llevaba como dije,  el anillo que le hubo obsequiado Iason.

 

 

- ¿Esto? – Lo tomó entre sus dedos – Es… no es nada.

 

 

- Si no es nada, permíteme quedármelo como pago por lo de ésta noche – Ofreció.

 

 

Riki vaciló, lo que le extrañó de si mismo, y más porque, ante la oferta de la dama, había ocultado el anillo entre su mano… como “protegiéndolo”.

 

 

- Jum… así que realmente si es algo – Se aproximó hasta el moreno - ¿Te lo dio una chica?

 

 

- …

 

 

El pelinegro permaneció quieto mientras la mujer susurraba a su oído.

 

 

- Debe de ser muy importante para ti, de lo contrario ¿Por qué razón lo llevarías en el cuello?

 

 

 - Yo… - Riki desvió el rostro.

 

 

- Tu chica es muy afortunada. Por tener a alguien que la quiera tanto.

 

 

- ¡Te equivocas! ¡Yo no la quiero nada! ¡Sólo para divertirme! – Exclamó Riki totalmente sonrojado, la imagen de Iason le había llegado fugazmente a la mente y había desatado miles de sensaciones extrañas.

 

 

- De acuerdo, de acuerdo – La mujer reía, era agradable encontrar situaciones así de vez en cuando – Ustedes los hombres no admiten las cosas de buenas a primeras. Es por eso que en ocasiones sufren tanto…  

 

 

Riki le hizo entrega de unos billetes antes de marcharse.

 

 

- ¿Cómo? Si no hicimos nada – Lo miró, incrédula.

 

 

- Tómalo. El tiempo de una mujer siempre será valioso.

 

 

La mujer aceptó.

 

 

- Tranquilo. No se enterará que viniste aquí… ¡Hasta luego! 

 

 

Observó al muchacho irse de su cuarto sin recibir sus servicios. 

 

 

***En la hacienda Am***

 

 

Mimea se encontraba examinando cada una de las acciones de los recién llegados, procedían de la hacienda Mink, haciendo uno que otro descargue. Su atención fue llamada por el hombre que se dedicaba a fumar, recostado en una de las paredes de la mansión.

 

 

- Señor Katze. No es bien visto que fume aquí – Exclamó – Apáguelo por favor, sabe muy bien que el señor Raoul detesta el olor a tabaco y estoy segura, de que antes de irse intercambiaran palabras.

 

 

- Señorita – Se atrevió a contestar - ¿No me diga que su señor no se deleita con uno de estos?

 

 

- No lo niego. El señor adora los habanos. Pero es de la clase de personas que detestan sólo lo que proviene de los demás – Sacudió su cabello. Empezó a caminar y el hombre empezó a seguirle – Ha estado viniendo usted muy seguido… ¿Le envía el señor Mink cada vez?

 

 

-  ¿Habría acaso otro motivo para que yo viniese?

 

 

- No lo sé. Podría usted estar prendado, encaprichado con alguna de mis compañeras – Mimea se arregló su atuendo de sirvienta – O inclusive…

 

 

- ¿Está… usted insinuando, que yo estoy buscando de cortejarle? – Susurró desde su espalda.

 

 

La pelicastaña se detuvo. Katze  permaneció muy cerca de ella, casi rozándola. Mimea se giró y alzó la vista. El hombre le devolvió  el gesto.

 

 

  - A mí… o a otra persona en ésta casa.

 

 

***Flash Back de Katze***

 

 

Un Katze más joven, se apresuró en tomar el pañuelo que había dejado caer la persona que había estado observando. Corrió hacía ella.

 

 

- ¡Señorita Am! – Llamó.

 

 

La persona se giró, mostrando su deslumbrante rostro, sus rizos dorados cubriéndole y sus ojos verdes destellando cuales gemas.

 

 

- Que bueno que la alcanzo señorita… tenga, se le ha cai…

 

 

De un manotazo, le hubo arrancado el pañuelo.

 

 

- ¡Soy chico!

 

 

El pelirrojo no pudo salir de su asombro. El Am salió corriendo.

 

 

- ¿Un… chi…co? - Seguía sin creerlo.

 

 

Cuando logró alcanzarlo de nuevo, el rubio había llegado hasta los establos. Trató de hacerse entender.

 

 

- Discúlpeme señorito Am, pensé que se trataba de su gemela…

 

 

- ¡Bah! Pues no tengo gemela y lo sé muy bien. Soy hijo único. El primogénito: Raoul Am, el heredero de ésta casa – Se hallaba claramente molesto.

 

 

- No quería ofenderlo. Es sólo que… al verlo no pude evitar compararle con un ángel.

 

 

- ¡Atrevido! ¿Cómo te atreves a decir algo así? – El ojiverde tomó un cubo de agua que había cerca y se lo arrojó encima a Katze.

 

 

¡¡Splash!!

 

 

El agua escurría por todo su cabello oscurecido.

 

 

- ¡Te dije muy bien que detesto a los pelirrojos! – Seguidamente, salió corriendo del establo.

 

 

- Je… pero te acordaste de mí… - Katze sonrió.

 

 

Pasó un tiempo, y la estadía de Katze en la hacienda Mink cambió. Ahora el muchacho ya no se quedaría a trabajar sólo en las vacaciones, sino que ahora trabajaba en la hacienda a tiempo completo. 

 

 

Era un trabajador eficiente y como su padre era conocido de la familia, no se le negó la entrada a la casa.

 

 

- ¿Señorito Iason? – Katze se alarmó. Era de noche, tarde, y se había inmiscuido en su cuarto de baño - ¿Qué hace aquí?

 

 

- Tranquilo Katze – Lo abrazaba por detrás – No tienes porqué angustiarte.

 

 

- Pero… si lo ven en éste lugar… ¿Qué pensarán? – Sus mejillas empezaban a pintarse. Se hallaba desnudo y estaba seguro de que aquello que le rozaba era la entrepierna despierta del señorito.

 

 

- Eso no pasará. Ahora… - Lo movió de modo que quedara frente a él. Tomó su mentón – Tienes claro que debes obedecer a tu señor ¿Verdad?

 

 

Katze asintió con levedad, sentía como si sus mejillas le ardieran.

 

 

Iason le besó a lo que él correspondió – Así es… - Volvió a hacerlo – Yo soy tu amo y debes obedecerme en todo…

 

 

Lo sacó del baño y lo llevó hasta la cama que se hallaba cerca. Allí se hizo de sus manos para imposibilitar los forcejeos. El rubio se extrañó que el muchacho no le rechazara, al contrario, Katze se mantenía quieto, entregándose por completo a sus malicias.

 

 

- ¿Es tu primera vez? No debes temer. Te haré sentir un placer nunca imaginado.

 

 

- Señorito… Iason….

 

 

- Dime Katze… - Lamía el lóbulo de su oreja.

 

 

- Podría… ¿Podría… atreverme a pedir que desatara su cabello?

 

 

El Mink se separó un poco. En aquella época, llevaba sus cabellos amarrados por una coleta, por mayor confort a la hora de cabalgar.

 

 

- Muy bien… - Llevó sus manos a su cabeza – Pero el cumplimiento de un capricho se paga con el cumplimiento de otro…

 

 

Cuando las hebras doradas cayeron sobre su rostro, la poca luz que los acompañaba fue más que suficiente para que las pupilas del pelirrojo se deleitaran con la escena.

 

 

- ¿Te gusta así?

 

 

- Si… - Cerró los ojos - “Señorito Raoul”  

 

 

***Fin del Flash Back***

 

 

Katze y Mimea permanecieron observándose por unos segundos, como si estuvieran tratando de descifrar las intenciones del otro.

 

 

- ¡Oh, Riki! ¿Cómo te fue? – Iason le recibía - ¿A dónde fuiste? – Sabiendo de antemano su partida con los otros empleados.

 

 

- Medio… - Se desparramó sobre el sillón que había en la habitación. Desde que tenía relaciones con Iason, se tomaba el lujo de usar todo lo que allí había –…Y a ningún lado – Añadió.

 

 

El rubio se sirvió un trago y le ofreció otro al muchacho.

 

 

- He bebido demasiado hoy… - Se giró. En eso sintió cuando el anillo se movió en su pecho – Iason… ¿Te gusta la cacería? Podríamos… ir a cazar o a pescar un día de estos. Conozco unos muy buenos lugares en ésta temporada… ¿Qué te parece? ¿Qué dices?

 

 

- Suena bien – Sonrió levemente.    

 

 

Riki sintió como el ritmo de su corazón aumentó frenéticamente, ¿Cómo era posible que una prostituta, no lograra calentarle tanto como una simple palabra proveniente de aquellos labios?

 

 

- ¿? ¿Riki?

 

 

No se lo esperó. El muchacho se acercó hasta él y lo abrazó.

 

 

- ¿Estas enfermo? Esto no es propio de ti – Se burló al tiempo que le acariciaba los cabellos.

 

 

- Imbécil… - Escupió. Trató de ocultar el sonrojo de sus mejillas - ¿Puedo quedarme ésta noche aquí?... Está haciendo mucho frío y mi cabaña debe estar helada…

 

 

- Claro… te daré todo el calor que necesites…

 

 

Al principio, Riki se introdujo en la amplia cama y se cubrió hasta la cabeza con la gruesa manta que en ella reposaba. Iason se acostó a su lado y se permitió observar aquel bulto que hacía lo posible por conseguir algo de calor.

 

 

- Ia… Iason.

 

 

- ¿Mmm?

 

 

- ¡No te quedes ahí mirándome! ¿A qué esperas? ¡Acércate!

 

 

El rubio alzó las cejas.

 

 

- ¿Tan ansioso estás por ser mío Riki?

 

 

- ¡No digas idioteces!... ¡Hace frío! ¡Ven acá! – Levantó las sabanas, indicándole que se metiera entre ellas.

 

 

 

El Mink la complació y se introdujo entre la tela. Bajo aquel manto los hombres difícilmente podían verse, el aire estaba compuesto de una mezcla de oxigeno nuevo y dióxido de carbono, que se filtraban entre las pequeñas aberturas de la sabanas.

 

 

- Acércate más Iason…

 

 

- Así es mejor.

 

 

El rubio lo abrazó. El muchacho no se resistió.

 

 

- Vaya, si estás temblando.

 

 

- ¡Soy muy friolento! ¿Algún problema? – Se apenó.

 

 

Iason aprovechó entonces de intensificar su abrazo. Le fascinaba sentir el cuerpo pequeño de su fiera, se burló un poco - Riki era tan agresivo como un animal en celo, había ocasiones en que le arañaba y en otras le mordía – Buscó de besarle y el muchacho tampoco se resistió. Bien sabido que el calor corporal se obtiene más rápido en actos sexuales.

 

 

 

Las manos del mayor, se deslizaron por el cuello del pelinegro, sintiendo cada milímetro de su piel tostada. Sacó entre sus dedos, el collar simulado del muchacho. El Mink se quedó observándolo un par de segundos, como tratando de deducir algo.

 

 

- Esto no se usa así Riki.

 

 

- Claro que no.

 

 

- ¿Entonces?

 

 

- Es para que no se pierda si llego a quitármelo. Algunos de mis bolsillos tienen agujeros.

 

 

El rubio no dejaba de mirarle, expectante a cada una de sus reacciones y lenguaje facial.  

 

 

- ¿Por qué no lo dejas guardado en algún cajón entonces?

 

 

 

- ¡Eso no! ¿Qué tal si alguien entra a revisar mis cosas y lo encuentra?

 

 

- ¿Quien haría eso Riki? – Sonrió, aquella idea le pareció en extremo interesante para ponerla en práctica.

 

 

- No lo sé. No quiero arriesgarme a que se pierda. Es mío, sólo mío…

 

 

El Mink, sintió en su corazón una enorme dicha ¿Cómo describirlo? ¿Cómo explicar lo que él había descifrado de cada una de las acciones de su chico?

 

 

Habiendo frío o no, siempre terminaban haciéndolo.

 

 

- Ah… Iason – Gimió.

 

 

- Eres tan dulce Riki… - Lo embestía buscando llegarle a lo más hondo – No necesitas decir palabras amorosas para demostrar cariño… no… tus actos, lo que haces te delata, te pone al descubierto así no quieras…

 

 

- ¿De qué… hablas? – Trataba de llevarle el ritmo – Yo no he dicho y mucho… menos he hecho algo para demostrarte nada…

 

 

- A pesar de todo mi Riki, eres un completo ingenuo.

 

 

Y es que si lo había hecho, al cuidar tan fervientemente ese anillo que le había dado, así le daba a demostrar cuanto aprecio le tenía. Iason se sintió aún más dichoso. Llenó al Riki de mimos y cariños toda la noche.

 

 

 

“¿Hasta donde me llevará… ésta ineptitud?”

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

*_* Me ha encantado como ha quedado :B mendigo Riki testarudo! Termina de admitir que estás enamorado de Iason!

 

 

 


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