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Me encontré un niño por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Ahora serán viñetas, o sea: cortos sobre Hiroki y Usami cuidando al travieso encanto. Se darán muchos saltos, de aquí en adelante, así que en un capítulo-viñeta Misaki tendrá 5 años, al siguiente 7 o tal vez 3 ó 2.

Capítulo IV. El padrino que no debió apadrinar.

Menudo problema. Menudo porque, punto número uno, el costal era pequeño; número dos, por lo mismo de ser pequeño no era difícil cargarlo. Entonces…

¿Por qué ese bulto, llamado Misaki, se le perdió?

+ : : : : +

Marcó por teléfono una vez, pero no dejó a Hiroki hablar.

−Escucha, tengo un problema; hoy es el día en que debo visitar a mis padres en casa, ya sabes, cosa del todo el día por lo que iba a pedirte que cuidaras a Misaki un par de horas, ¿te parece?

−Yo.

−Perfecto –interrumpió –, entonces en un momento llegamos –colgó.

Mientras el moreno estrujaba el auricular con fuerza monstruosa y lo aventaba al final contra la pared.

−¡Maldito Usami! –abría la boca llena de enojo –. Esto me pasa por ayudarlo tanto –se lamentó pasado un minuto, se sentó en el banco de la cocina y miró por la ventana.

Quería mucho a Usami, por eso mismo había cedido ante el circo de la adopción. Un amigo con el cual contar, así le dijo una vez; Hiroki podría considerarse dichoso por ser de utilidad a su casi hermano. Suspirando y todo, se levantó.

−Cuidar a un niño no debe ser tan difícil –dijo para calmarse.

+ : : Flash Back : : +

−Tío Hiroki te cuidará muy bien –dijo con cariño besando la frente de su querido hijo, ya con cinco años de edad. Toda una monada de enormes ojos verdes y cabello como chocolate.

El infante abrazaba a un enorme pollito de nombre “Tío Hiro” con aprensión. Ambos, peluche y dueño, tenían un simpático gorro de verano y ropa parecida.

−Pórtate muy bien –fue la última recomendación paternal y se despidió de ambos.

Al estar solos, Misaki guardó mucho silencio. El moreno se rascó la nuca un par de veces, respiró profundo para no entrar de nuevo en pánico.

−Hey –le llamó un par de veces al verlo caminar en la sala, le dio un ataque de ternura cuando lo vio treparse en el sillón –, ¿qué quieres hacer?

Daba la casualidad que hoy podía llegar tarde al trabajo; Misaki se encogió de hombros mientras sentaba a su lado a Hiro-chan, le acomodaba el gorro y veía a su tío-padrino.

−Se me ocurre algo –se le acercó para inclinarse y verle a los ojos –¿Qué te parece ir por un helado?

−¡Sí! –respondió alegre pero no se levantó.

−¿No vienes? –señaló la puerta –. Tú padre no vendrá con nosotros –explicó dando en el blanco; el nene esperaba a papá.

−Ow –soltó desilusionado; alerta, alerta de inundación.

−Espera, espera, no te pongas a llorar; papá va a volver pero más tarde.

−Sí –usó toda su determinación para no llorar, bajó patosamente del sillón con el peluche en brazos y correr hasta tomar la mano de Hiroki –. Vamos, tío Hiro.

−Con eso no sé si llamas al muñeco o a mí –murmuró.

+ : : Fin del flash back : : +

Horas después. Hiroki daba vueltas desesperado en el centro comercial. Y es que…

−¿Por qué rayos lo dejé solo? –ah, es que sí recordaba, pasó lo siguiente: la heladería estaba aglutinada de gente, entonces el pequeño Misaki, para no causar molestias, mentalidad de niño, decidió desasirse de la mano de Hiroki para sentarse a esperarlo afuera.

El resultado fue poco conmovedor, Hiroki no encontraba al hijo de su mejor amigo. Mucho enojo sentía a la par de sentirse inútil. Ya estaba previendo la agonía de Usami cuando alguien le tocó la espalda.

Un policía solícito y en el traje de autoridad venía cargando a un niño.

−¡Misaki! –gritó tremendamente aliviado.

−Gracias, señor policía, encontró a mi tío –lo bajaron y fue a abrazar al moreno encabritado.

−¿Por qué soltaste mi mano? –le preguntó enojado.

−Oiga –intervino el policía –, déjelo ser y no lo regañe. Además, él solo llegó conmigo diciendo: mi tío se perdió.

A Hikori le recorrió una enorme gota de frustración por la frente entera y algo de rubor en las mejillas.

−Sí, tal vez me perdí un rato –masculló. Y la fantasía de los niños, a veces inquietos por demás ingenuos, no se ve destruida a menos que un adulto lo desee.

−¿Y mi helado?

Capítulo V. El deseo de Misaki.

−Vamos, Misaki, sopla a la vela para poder comer el pastel–en el cumpleaños número tres del hijo de Usami Akihiko, estaban los dos padrinos, la antigua nana y más amigos.

−No quiero –apretó los cachetes.

−¿Por qué no? ¿No te gusta tu pastel? –inquirió Usami con suavidad, dándole una palmadita en el hombro.

−¿Cómo rayos le va a gustar? –dijo Hiroki –, tiene una enorme cara de oso tatuada en él –se cruzó de brazos.

−A mí me parece de lo más original –alegó el segundo padrino.

−Tú guarda silencio, Miyagi.

−No quiero –cada cual en su asunto, y Misaki casi se ponía a llorar, fue entonces que todos regresaron a la principal situación.

−Pero tus padrinos se mueren por comer ese dulce y rico pastel, Misaki, no seas egoísta.

−Dudo que sea por eso, Usami –dijo Miyagi –, mejor intenta con otra cosa.

−Está bien –suspiró el apuesto y joven padre –, no le soples, lo partiré y así todos…

−¡No! –dijo inconforme –¡No lo lastimes!

−¿Eh? –soltaron todos al mismo tiempo.

−¿A quién?

−Al señor oso…

Silencio sepulcral.

−Misaki, ése oso quiere ser comido.

Capítulo VI. La serpiente en el armario.

Tenía muchísimo miedo. Tanto que por eso ahora estaba metido debajo de la cama de tío Miyagi.

−Oye, oye, pequeño campeón, sino sales de allí papá se va a preocupar –le dijo desde la posición hincada donde se encontraba.

−No –murmuró y se arrinconó más con la sábana que se había raptado, también tío Hiro (un peluche) estaba en ese lugar precario de espacio.

−Pero ¿a qué le tienes miedo? Es un día hermoso y los niños valientes como tú deberían estar afuera jugando.

−Hay un monstruo.

−¿Dónde? Te aseguro que tío Miyagi lo sacará a patadas –de la mesilla de noche agarró la caja de cigarros.

−Allí adentro –sacó la manita sólo lo suficiente como para señalar una puerta del cuarto del padrino, el cual atinó a suspirar e ir abrir.

−Pero si aquí no hay nada.

−¡Claro que sí! –alegó.

−De acuerdo, de acuerdo, buscaré; señor que asusta a mi querido sobrino, haga el tremendo favor de desaparecer –dijo muy formal y prendió fuego al tabaco, entonces entendió el motivo de que el Misaki de dos años y medio estuviera metido en la cama: en una de las esquinas del armario vio una de sus bufandas favoritas en el piso, tan enroscada y verde que parecía una enorme anaconda…


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