Capítulo I. Bebé Llorón.
Usami Akihiko se levantaba perezosamente de su cama. Ni el más mísero rayo de sol podía penetrar a su alcoba atiborrada de peluches. Se estiró con suma molestia y asesinó con la mirada al reloj despertador, al punto de casi aventarlo por la ventana, pero decidió que era mejor calmarse; respiró hondo, con la propiedad que se permiten los ricos.
Se metió al baño con aire aún ausente. Abrió el grifo y se fue a mirar al espejo mientras se llenaba la bañera. Tenía ojeras, había estudiado toda la tarde anterior y por ende: no tuvo su deliciosa siesta vespertina; Usami era esa clase de sujeto, de los que no necesitan de mucho para poder pasar con excelente calificación un examen pero que tienen rigurosos tiempos para divagar.
Siempre dormía sin camisa, así que el asunto era quitarse todo lo inferior para sumergirse.
Ya estaba listo el baño cuando escuchó que el pomposo timbre le sacó de su ahondamiento.
-¿Qué? –no era hora de que llegase correspondencia; sopesó la idea de dejar su delicioso baño por ir a atender a un desconocido, y estuvo a punto de hacer omiso caso a lo segundo, pero el timbre volvió a hacer eco –. Tsk.
Con ganas o sin ellas terminó bajando las escaleras y llegó al punto deseado, grande fue su shock cuando, en lugar de encontrarse con una persona, no vio a nadie frente a sus ojos, se encontró con algo debajo de sus pies.
Se agachó; de una pequeña y pobre cuna de mimbre, deslizó una suave sabanita y se encontró con el visitante.
Un precioso bebé de cabellos castaños, alborotados hacia los lados, dormitaba tranquilamente mientras sostenía su precioso dedito pulgar sobre sus labios.
Usami viró la vista a ambos lados.
Izquierda: nada
Derecha: nada
El pasillo totalmente vació, echó a correr a pesar de estas semidesnudo para ver sí lograba alcanzar al abandonador de infantes, pero fue cosa fallida.
Se rascó la nuca con pesadumbre en cuanto tuvo frente a sí al pequeño bulto, sin más opción que entrar, quedaron juntos en la sala.
Como era de esperarse, el nene fue abriendo los ojos, se sintió en un ambiente extraño (Las conductas de bebé las tengo más o menos planteadas porque mi madre es experta en eso, pero me iré rápido XD) su lento mirar se posó esporádicamente en el bello Usami.
-Ahh ¿Qué haré contigo? –realmente estaba en una situación problemática.
Le dio muchas vueltas al asunto… ¿Debería llevarlo a un orfanato? ¿Una dependencia? ¿Declararlo como abandonado ante la ley y remilgar de un borlote de papeleos? Oh, sabía que sería fácil deshacerse de la criatura, después de todo el ente desalmado que se atrevió hacerlo en primer lugar le fue insensiblemente sencillo ¿Por qué a él no?
Ah, el llamado remordimiento.
El que así haya sido un humano no quería decir lo mismo para Usami. Además de que sintió una muy parecida relación con su vida misma.
Se dejó caer en el mullido sillón de cuero. Entrelazó sus dedos y se dedicó a mirar fijamente al pequeño que levantaba de vez en cuando sus manitas y miraba en rededor.
-¿Qué debo hacer? –inquirió bajando los hombros y la cabeza derrotado.
Tuvo que recordar su infancia solitaria. ¿Qué tal si el pequeño terminaba en un lugar de mala muerte? O peor aún ¿Con una familia tan estúpidamente rica pero absurdamente egoísta?
No, ningún niño merecía vivir algo así.
Escuchó el primer llanto.
-¡Ah! ¿Qué pasa? –se levantó rápidamente para ir a verle. Gruesas gotas saladas manaban de las cuencas de precioso color verde. Usami sintió una ternura enorme –¿Cómo rayos se cuida un bebé?
Buscó como flash en internet.
Razones para que un bebé pueda llorar.
Debíamos recordar que en aquellos tiempos, Usami Akihiko no tenía más que quince años. Sus cabellos podrían parecer canas por lo plateadas, pero era una curiosidad de nacimiento y nada más.
Descubrió que los bebés, como los adultos, también comen (:O) así que tuvo que quemarse los dedos por preparar leche caliente; tuvo que correr de la policía de la moral por ir al supermercado con un bebé en brazos estando sin ropa decente; y tuvo que aprender, que su faena como autonombrado padre apenas empezaba.
Le había tomado todo el día decidirse. Y optó por aguardar un momento, ya después vería qué hacer… pero que el pequeño de ojos verdes tenía planes de seguir siendo lindo por mucho tiempo.