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Corazón Indómito por sue

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Notas del capitulo:

 

Hola mis amores!! Cómo están? ^o^ como siempre agradezco a todo el que se animó a dejar rr en el capi anterior, y pido disculpas por la tardanza je je las clases y las obligaciones de nuevo nos han mantenido ocupaditas xD bien bien! A lo que vinieron!!

 

 

 

 

 

Ante la ausencia de Iason, Katze estaba a cargo de toda la hacienda. Era lo más sensato, el hombre era de su entera confianza, así que aquel tiempo que se hubo tomado para compartir con Riki, podía utilizarlo sin preocuparse porque se cayera su mansión o se armara algún problema mientras no estaba.

 

 

 

 

El pelirrojo retiró el cigarrillo de su boca, deslizó con cuidado el humo, como si emitiera un leve suspiro. Enfocó su mirada al cielo bañado en brillantes estrellas. Sus ojos inexpresivos vagaban en un punto incógnito ¿En qué pensaba?

 

 

 

 

Sin avisarle, un sentimiento lo arropó de golpe y le estrujó el pecho, se llevó la mano al lugar aún sabiendo que sólo encontraría el contacto con su abrigo. Subió de nuevo la vista al cielo, sabía de qué se trataba, no era la primera vez que sentía aquello. La soledad se hacía sentir de nuevo.

 

 

 

 

Arrojó el cigarrillo que se había consumido entre sus dedos,  lo pisó y lo abandonó junto a la autocompasión que por unos instantes se tuvo.

 

 

 

- Señor.

 

 

 

 

El joven le llamaba. Katze asintió y le acompañó, se dirigieron a una de las habitaciones.

 

 

 

 

Desde que Iason se hubo enamorado de Riki, los encuentros sexuales con su patrón ya no se daban. Era comprensible, Katze sabía que el muchacho a pesar de su edad se desempeñaba muy bien en la cama. Debía de ser así, porque el Mink fue desistiendo de sus atenciones en el ámbito sexual, aunque él siempre hubiese sido el favorito de los sirvientes con que compartía su lecho.

 

 

 

 

En cierto modo fue un golpe duro para Katze. Admitía que desde muy joven e inclusive ahora, se había servido del sexo con el rubio para saciar sus propias necesidades.

 

 

 

 

Tenía entonces que buscar saciarse por otros medios. Atenderse solo llegaba a obstinar y aburrir a cualquiera.

 

 

 

 

Pero tener sexo únicamente para descargar su deseo se estaba volviendo demasiado monótono, inclusive para el pelirrojo. La necesidad de tener un poco del idilio romántico lo estaba martillando más que de costumbre.

 

 

 

 

No era de extrañarse, un hombre necesita a alguien a su lado al despertar cada mañana, alguien que lo reciba con una sonrisa y le pregunté cómo estuvo su día. Suspiró pesadamente. Ya era demasiado viejo para pensarse en amores rosas como los que se leen en los cuentos. Pero aún así y aunque no lo aparentase, él era todo un poeta.

 

 

 

 

Ya estaba cansado de hombres y mujeres que se entregaban desmedidamente a cambio de dinero y aunque tenía propuestas amorosas a raudales, éstas las descartaba sin pensarlo mucho…

 

 

 

 

…Y es que cuando el corazón se encuentra ya ocupado, es difícil que entre otra persona.

 

 

 

 

Raoul Am. Aquel era el hombre que se había instalado sin misericordia en cada uno de sus pensamientos. Por eso, para el pelirrojo no representaba ningún inconveniente cuando Iason le mandaba a aquella hacienda.

 

 

 

 

Hacía entonces su trabajo y antes de marcharse buscaba al rubio simplemente para contemplarle. Encantadora figura férrea que desataba en él los más ardientes de los deseos.

 

 

 

 

Katze era partidario del sexo salvaje y no se avergonzaba por ello. Había vivido toda su vida aguantándose lo que sentía por el Am y dejándose coger sin piedad por sus patrones, por puro deber. Adoptando fuera de la cama una actitud seria y calculadora, cómo quien hace medida de todos sus movimientos para actuar en el momento indicado.

 

 

 

 

Pero siendo humano, muchas veces se desesperaba. Pensó en atacar al ojiverde cuando se encontrase solitario, agarrarle y someterle así fuera en contra de su voluntad, sabiendo que se trataba de un disparate. El Am no era ninguna delicada flor, le volaría los dientes si se atrevía a tocarlo… y eso era lo que más le gustaba. A pesar de toda su elegancia, el rubio no comía cuentos a la hora de ponerse rudo, de defenderse. Como un felino salvaje, refinado y majestuoso, pero igualmente peligroso si te metes en su territorio… ¿Cómo sería en la cama? Se deleitó y martirizó, imaginándose cómo se comportaría un Raoul sumido en la más brutal de las pasiones carnales.     

 

 

 

 

 

Sin Iason en casa, nadie le daba órdenes. Así que por propia voluntad se dirigía hasta la hacienda Am, para saber los acontecimientos y de paso cuidar a su “presa”.

 

 

 

 

Estaba al tanto de toda la vida romántica del hombre. Era tan quisquilloso con las mujeres que siempre terminaba echándolas de su casa, no sin antes hacerlas sentir inmerecidas de sus tratos. Eso lo tranquilizaba de sobremanera, significaba que siempre y cuando Riki mantuviera a su patrón entretenido, el trasero de Raoul Am se hallaría a salvo… al menos hasta que él lo reclamara como suyo.    

 

 

 

 

 

Katze se mordió el labio inferior instintivamente. Allí frente a sus ojos, se hallaba el culpable de sus frecuentes masturbaciones. Al parecer alguno de los criados había cometido algún error, ya que el joven mantenía la cabeza excesivamente gacha mientras los sensuales labios esbozaban una reprimenda. Raoul sacudió entonces su espesa y rizada melena con fuerza, deslumbrante ante los rayos del sol.

 

 

 

 

- Ah…

 

 

 

 

El pelirrojo quedó encantado y no pudo evitar expresarlo sonoramente. Cuando el rubio se giró, sus miradas se encontraron. Katze se mostró y sin pena le saludó respetuosamente con un gesto sutil. El Am no le devolvió el saludo, pero el pelirrojo sabía que había respondido adecuadamente. A Raoul le fascinaba que lo trataran como si fuera el más importante de los hombres…y al pelirrojo le gustaba hacerle creer que formaba parte de su juego de poder.  

 

 

 

 

- ¿De nuevo espiando?

 

 

 

 

Katze giró su rostro y se topó con la sirvienta de brazos cruzados. Se había ubicado en ese lugar sabiendo que en cualquier momento se encontraría con el Am. De tanto en tanto, sus claros ojos se encontraban con la hermosa melena rizada que se batía ante cualquier movimiento que ejercía su cuerpo. Pero igualmente, el encuentro con la sirvienta era inminente en cada visita, nunca podía evitarlo. La mujer era como un perro guardián, siempre rondando muy cerca de Raoul… no… era más bien como su sombra.   

 

 

 

 

- Simplemente me he detenido a fumar un poco. Eso es todo.  

 

 

 

 

Mimea gruñó. Haberlo encontrado ahí, le había molestado.

 

 

 

 

- No creas que no sé cuales son tus intenciones. A mi no me engañas. Te he estado vigilando.

 

 

 

 

- Eso lo sé – Mencionó pausadamente – Tener a una mujer tan hermosa pendiente de mí, no me molesta en lo absoluto.

 

 

 

 

La pelicastaña negó con la cabeza. Sabía que lo que decía no era para elogiarla ni mucho menos porque lo sintiera realmente. Pensó en su vientre y en lo que se estaba gestando en él. Continuó hablando, usando un tono de voz desganado.

 

 

 

 

- Que afortunado eres. Cuando esto acabe tendrás el camino libre.

 

 

 

 

- ¿? – El pelirrojo hizo una mueca - ¿A qué te refieres?

 

 

 

 

- No es nada.

 

 

 

Había hablado demasiado.

 

 

 

 

- ¿Tan mal te caigo?

 

 

 

 

- Je – Esbozó una sonrisa mordaz - Todo lo que venga de la hacienda Mink me da nauseas – Declaró con evidente enojo - …”O eso creía” – La imagen de cierto muchacho de cabellos negros y gran corazón, se mostró en su mente. Sonrió al acordarse de Riki.

 

 

 

 

 

Con todo el tiempo que llevaba amándolo en secreto era comprensible creer que el pelirrojo era un cobarde, temiendo ser rechazado o admitiendo la derrota mucho antes de dar la pelea. Lo cierto era que Katze tenía una concepción del amor bastante peculiar. Para él, el romance estaba compuesto por una serie de situaciones desagradables que debía superar, acompañadas de ese toque esperanzado que le brindaba la mirada adusta pero hostigadora de su amado. Esperaba por tanto con paciencia el momento preciso para atacar.

 

 

 

 

 

Pasaron unos días con tranquilidad.

 

 

 

 

Katze agudizó su oído. Escuchó algo.... Un galope. Sus ojos claros se abrieron paulatinamente con la llegada de un hombre que conocía.

 

 

 

 

- Señor…

 

 

 

- ¿Qué son esos modales querido Katze? Admito que no esperaba un recibimiento llamativo, pero tampoco uno tan apático – Mencionó al tiempo que desmontaba. Su tono de voz no era para nada crítico, al contrario, sonaba afable y templado.   

 

 

 

 

 

Ante las palabras del hombre, Katze reaccionó y buscó de excusarse.

 

 

 

 

- Discúlpeme señor Mink. Realmente me ha sorprendido su llegada – Llamó a uno de los jóvenes que estaban cerca y le hizo entrega de las riendas del caballo – No esperábamos su visita tan pronto. 

 

 

 

 

El rubio sonrió con levedad.

 

 

 

 

- Es agradable estar de vuelta ¿Y mi hijo? He venido a pasar un tiempo de caridad con él.  

 

 

 

 

 

***Un par de días después***

 

 

 

 

 

- ¡Por fin! Hemos llegado – Riki se estiraba – Me duele el trasero de tanto estar sentado – Se palpó la zona un par de veces.

 

 

 

 

La escena agradó a Iason, quien no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa. Se acercó hasta el joven, lo suficiente para murmurar a su oído.

 

 

 

 

- Voy a ponerme al tanto de todo con Katze… Adelántate a la casa y pídele a Daryl que prepare la tina con agua caliente. Métete y espérame ahí… voy a darte un muy buen trato.

 

 

 

 

 

Riki tragó saliva. La propuesta activó su libido. No le parecía mala la idea de fornicar ante esas circunstancias, es más, lo ansiaba. Se giró para verle a los ojos.

 

 

 

 

 

- Está bien. Pero no te tardes.

 

 

 

 

- Procuraré no hacerlo. Cualquier cosa, tu mano podrá entretenerte mientras llego. 

 

 

 

 

- Prefiero esperarte a ti y al “señorito” – Le lanzó una mirada provocativa.

 

 

 

 

Acto seguido, el pelinegro se metió en la casona. El ojiazul no pudo deshacerse de esa sonrisa estúpida que se había instalado en su rostro debido al comentario. Todo daba a entender que lo atendía como debía. Definitivamente esa noche le pediría que se quedara en su alcoba. Se ponía duro de sólo pensar en eso. El tiempo pautado no fue suficiente, la semana extra que se hubieron tomado lo había dejado lleno de Riki… y al parecer el joven estaba lleno de él.  

 

 

 

 

- Señor Iason.

 

 

 

 

El llamado de Katze se había escuchado urgente. La sonrisa en los labios del Mink se desvaneció.

 

 

 

 

- Su padre está aquí.

 

 

 

 

- ¿Qué?

 

 

 

 

- Llegó hace unos días. Pensé en informarle pero debido a que nunca me notificó en donde se hallaría, me fue imposible.

 

 

 

 

¡Claro! Él había evitado cualquier contacto con la hacienda para evitar molestias en sus días de descanso.

 

 

 

 

- ¿Hice mal al permitirle quedarse sin que usted lo supiera?

 

 

 

 

El ojiazul hizo un ademán  con la mano para restarle importancia al asunto.

 

 

 

 

- No. No hay problema Katze. Estamos hablando de mi padre. Él es muy distinto a mi madre. Admito que estoy feliz de saber que nos visita… “Me pregunto… ¿A qué habrá venido?”

 

 

 

 

Ya se había acostumbrado a pasearse por la casa grande como si tuviera derecho sobre todo lo que pisaran sus botas. Riki pasó por el amplio salón. Mientras caminaba por el largo pasillo se detuvo, una extraña sensación como de una presencia le llamaba desde una de las habitaciones. Tal vez se trataba de uno de los sirvientes haciendo la limpieza o era posible que las historias de fantasmas que solía contarle Daryl, fuesen más allá que el simple intento de mantener a raya su curiosidad. El pelinegro chistó, él no creía para nada en fenómenos paranormales, por lo que no se detendría ante la idea de hallarse algo extraño en la alcoba. Esperaba que fuera Daryl, sus músculos cansados pedían a gritos ese baño.

 

 

 

 

Entró de golpe en el cuarto y sus ojos se toparon con lo que parecía una espalda bañada por rubios cabellos.

 

 

 

 

- Iason ¿Cómo es que estás aquí tan rápido si te dejé allá abajo hablando con el zángano de Katze?

 

 

 

 

Ante sus socarronas palabras, el hombre se giró con lentitud. Cuando lo tuvo de frente, se dio cuenta de que no se trataba de Iason.

 

 

 

 

Sus cabellos de un rubio platino, de mirada fuerte y ojos grises, una fina nariz y unos labios bien dibujados, en su mentón se mostraba una cuidada barba que le otorgaba la edad que sin ella no podría aparentar. Riki tragó grueso cuando el hombre se retiró el habano que estaba fumando de los labios y le habló.  

 

 

 

 

 

- Pareces confundido mi joven amigo – Utilizó un tono de voz dúctil – Dime ¿Te has perdido?

 

 

 

 

- Tú no eres Iason… - No se le ocurrió que más decir.

 

 

 

 

 

No pensó que la voz de un  hombre pudiera sonar tan gruesa pero a la vez ser tan… ¿Cómo podría decirlo? ¿Amenazante? ¿Seductora? Admitió que se sintió sumiso aunque el hombre no estuviera mostrándose autoritario. Estaba seguro que un susurro emanado de aquellas cuerdas vocales podría ponerle la carne de gallina. Sacudió la cabeza, no era momento para que le flaquearan las piernas por simples especulaciones.

 

 

 

 

 

- ¿Quién eres tú? – Formuló.

 

 

 

 

– Me apena que no me recuerdes, porque yo tengo muchos recuerdos de ti… pequeño Riki.

  

 

 

 

- ¿Cómo es qué…?  

 

 

 

 

- Mi nombre es Amado Mink – Hizo un gesto con la cabeza.

 

 

 

 

- ¿Mink? – Enarcó las cejas. Aquel parecido tan enorme. Sólo era necesario quitarle la barba y una que otra pequeña arruga que se asomaba y tendría a Iason frente a sus ojos - Tú eres…

 

 

 

 

- Tienes razón, no soy Iason – Se permitió una sonrisa - Soy su padre.

 

 

 

 

- ¿Su padre? - ¿Qué significaba, que conllevaría que el gran señor Mink estuviera allí? Rápidamente adoptó un modo de comportarse más formal – No le había reconocido. Ha pasado mucho tiempo. Perdone señor Mink.

 

 

 

 

- Amado.

 

 

 

 

- ¿? – Riki subió la mirada, pero la tuvo que bajar de nuevo al ser desafiado por las hermosas gemas grises.

 

 

 

 

- Prefiero que me llames por mi nombre… Así creo que te sentirás más a gusto cuando te llame por el tuyo.

 

 

 

 

- Si así lo prefiere… - Sintió como si el “señor” luchara por salir a la superficie –…Amado.

 

 

 

 

- Así me gusta – Sonrió – No quiero que te sientas amenazado con mi presencia Riki.  Lo menos que quiero es incomodar a… los amigos de mi hijo.

 

 

 

 

Riki se sintió extrañamente complacido. No esperaba con que el progenitor de Iason le viera con tan buenos ojos.

 

 

 

 

- Se lo agradezco.

 

 

 

 

Empezó a caminar a su alrededor. Examinándole al tiempo que se deleitaba con el puro que volvía a sus labios. Se estacionó frente al chico y se aproximó lo suficiente para poder detallarle el rostro. Riki sintió que la cara le ardía.

 

 

 

- ¿Sucede algo… Amado? – Si se hubiese tratado de Iason, le hubiera escupido un comentario cortante como “¿Qué? ¿Tengo algo en los dientes?”, pero la respuesta que tuvo su cuerpo le opacó por completo cualquier reacción mental agresiva. Su respiración se entrecortaba, era como si sus ojos le hubiesen hipnotizado.

 

 

 

 

 

- Nada – Ladeó su cabeza y se ubicó en su antigua posición – Creo que lo mejor es que bajemos. Dudo que mi hijo se sienta agradado con la idea de que me encuentre aquí a solas contigo.  

 

 

 

 

 

- ¿? ¿Y eso por qué? – Preguntó ¿Tendría algo que temer?

 

 

 

 

 

El rubio se giró de nueva cuenta hacía él y le dedicó una seductora sonrisa.

 

 

 

 

- Digamos que tengo la mala maña de encapricharme con potrillos ajenos.

 

 

 

 

***En otra parte***

 

 

 

 

La pálida y extravagante mujer se hallaba sentada frente a una enorme mesa, en ella descansaban cantidades variadas de alimentos, los sirvientes con hermosos rostros desfilaban trayendo y llevando platos, sirviendo y acomodando. Los brillantes trajes aparecían una y otra vez ante el grupo de mujeres que cotilleaban, como solían hacerlo en cada reunión. 

 

 

 

- Es algo irónico. Enviar a mi marido a acabar con el “amor” que tiene mi hijo – Había puesto énfasis en la palabra con un tono sarcástico.    

 

 

 

 

 

- Si tú no pudiste, no puedo imaginar como él podrá hacerlo – Comentaron a su derecha.

 

  

 

 

- Es algo simple Anabelle. Los padres tienen sus tácticas al igual que nosotras tenemos las nuestras – Anunció otra.

 

 

 

 

- Como la manipulación disimulada con excesivo cariño maternal.

 

 

 

 

Las mujeres ocultaron sus risillas bajos sus manos blancas.

 

 

 

 

- Y dime… ¿Qué te asegura que tu esposo tendrá éxito donde tú tuviste fracaso? – Preguntó una mujer alta, de cabellos inmaculadamente peinados que respondía al nombre de Isidora - Cuando los hijos se encaprichan con alguien que no les conviene, es muy difícil convencerlos de desistir.

 

 

 

 

- ¿De quien se trata? – Interrumpió una.

 

 

 

 

 - ¿Una pueblerina? – Se burló otra.

 

 

 

 

La señora Mink se sintió ardida ante las pullas de las otras mujeres, aunque dijeran que eran amigas, la realidad estaba mucho más alejada. Sólo se reunían porque tenían la misma posición y porque sus maridos se trataban, por tanto, se congregaban de vez en cuando para charlar de la familia, jactarse de los logros de los hijos, quejarse de sus esposos y comentar cualquier situación embarazosa que inmiscuyera a alguna dama de la sociedad que no estuviera en aquel círculo privilegiado. 

 

 

 

 

 

No era raro que entre ellas mismas ocultaran información sobre algunos acontecimientos para evitar ser el objeto de burla. Por lo que la señora Mink trataba por todos los medios de evitar que se enterasen que su primogénito estaba inmerso en una relación inmoral con otro hombre, eso era peor que verlo enredado con una campesina. Aunque el hecho de que los señores tuvieran sus amoríos con los sirvientes varones no era nada nuevo. Se conocía como la “fiebre de primavera”, una especie de atracción que tenían  por los primeros meses de estancia del muchacho en la hacienda. En el caso de Iason, el problema se agravaba, ya que él pensaba en la relación como algo serio y por lo visto estaba dispuesto a hacerlo público.

 

 

 

 

 

Oh no. La Mink trataba de evitar otro escándalo como esos en su familia.

 

 

 

 

 

Tiempo atrás el padre de Iason la había hecho pasar por varios martirios. Como todo hombre de hacienda, enamoraba a cualquiera que le llamase la atención… inclusive estuvo a punto de dejarle por cierto capricho… afortunadamente sus artimañas le dieron el triunfo a la esposa.        

 

 

 

 

 

Trató de no darle importancia al asunto, dado que las mujeres empezaban a sospechar que sus comentarios mordaces habían dado con la reacción esperada.

 

 

 

 

 

- Se trata de una doña nadie…. Una muerta de hambre – Emitió - …Y con respecto a lo que decías Isidora, sólo puedo hacer lo que una buena esposa haría: Confiar plenamente en su marido.

 

 

 

 

 

Las demás mujeres asintieron, dándole toda la razón. Todas perdieron la atención a la conversación cuando los sirvientes trajeron bandejas llenas con dulces.

 

 

 

 

 

La Mink se sintió aliviada internamente. Un poco más y hubiera comentado sus verdaderas intenciones. Ella no había mandado al padre de Iason porque confiara en el poder de convencimiento de éste, lo había hecho porque sabía que el hombre aún conservaba sus malos hábitos, era como un perro viejo al que no podían enseñársele cosas nuevas, usaría pues, éstas a su favor. Sabía que no tardaría en fijarse en Riki y como en varias ocasiones – aunque pensara que no lo sabía – trataría de compartirlo, sólo que la Mink estaba segura de que su hijo se rehusaría a convidarle del muchacho ¿Qué haría si su padre insistía en quitárselo? ¿Caería el jovenzuelo en las redes del veterano? La mujer sabía que los celos aflorarían y que Iason muy difícilmente podría dejar de lado una traición de aquella magnitud, se daría cuenta entonces que su preciado amor no era más que una ilusión, se destrozaría y volvería a los brazos de su comprensiva madre.

 

 

 

 

Claro, con esto se estaba arriesgando a perder a su propio marido, pero ¿Qué madre no escoge primero a sus hijos antes que al esposo? Estaba dispuesta a sacrificar, a utilizar al Mink para alejar a Iason de aquella mala influencia.     

 

 

 

 

 

***De nuevo a la hacienda***

 

 

 

 

 

 Iason se hallaba en la sala principal cuando Amado apareció desde el segundo piso.

 

 

 

 

- ¡Padre, enhorabuena! – Exclamó al verle descender por la escalera.

 

 

 

 

- Es grato saber que soy bien recibido – Acogió a su hijo en un abrazo - ¿Cómo estas? No te había visto en un buen tiempo.

 

 

 

 

- He estado algo ocupado. Me imagino que al igual que tú.

 

 

 

 

- Para nada. Cuando tienes un hijo tan dedicado como el mío, llegas a tener una vida muy aligerada.

 

 

 

 

Iason sonrió. Realmente quería a su padre.

 

 

 

 

Su vista fue llamada por la silueta tímida de un Riki que trataba de pasar desapercibido. Amado siguió la mirada de Iason y dio con el joven.

 

 

 

 

 

- He tenido mi encuentro con el joven Riki… me ha impresionado lo mucho que ha crecido – Comentó.

 

 

 

 

- Es natural. Cuando lo viste por última vez tenía menos de la mitad de la edad que tiene ahora.

   

 

 

 

- Je je Tienes razón – Le dio una pequeña palmada en la espalda y se apartó.

 

 

 

 

Al ver que se había quedado estacionado luego de bajar el último escalón, Iason se aproximó hasta Riki.

 

 

 

 

- Riki…

 

 

 

 

- ¿Eh?

 

 

 

 

- ¿Te encuentras bien? Luces distraído.

 

 

 

 

- Yo… - Desvió la mirada – Estoy bien…

 

 

 

 

- ¿Te ha dicho mi padre algo desagradable? – Llevó una de sus manos hasta la mejilla del menor.

    

 

 

 

- ¡No! – Se apresuró en decir – La verdad es que… él ha sido muy amable.

 

 

 

 

- ¿De verdad? ¿No mientes? – Pero a pesar de todo, se trataba de su padre… era normal que desconfiara de él, después de todo lo conocía… demasiado bien.

 

 

 

 

- De verdad – Dirigió su vista al frente, chocando su mirada con la del padre de Iason… Retiró la mano del rubio, toscamente – Lo mejor es que no me toques así. Tú padre nos podría ver.

 

 

 

 

El ojiazul lanzó un pequeño bufido.

 

 

 

 

- Por favor Riki. Dudo mucho que mi madre haya podido aguantarse ese secretito. O al menos que después de tanto tiempo los rumores no hayan llegado hasta sus oídos por otras fuentes.

 

 

 

 

- Aún así – Lanzó a modo de regaño – Lo menos que quiero es que también termines peleado con tu padre por mi culpa.

 

 

 

 

Iason fue arrastrado por una oleada de ternura. No esperaba que Riki estuviera tan preocupado por ello. Llevó su mano hasta la oscura cabellera y la revoloteó un poco, como si hablase con un infante.

 

 

 

 

- Eso no va a suceder. Mi padre y mi madre son muy diferentes. Ya lo verás.

 

 

 

 

Riki asintió. Esperaba que su afirmación fuera cierta.

 

 

 

 

 

Llegó la hora de la comida y Iason mandó a preparar los mejores platillos, quería que su padre se sintiera como un rey. Se aseguraría por lo tanto que su estadía fuera lo mejor posible.

 

 

 

 

 

El pelinegro fue invitado a aquel banquete y se había negado a asistir, le insistió al ojiazul en que él no tenía nada que hacer allí, que terminaría estropeándolo y en el peor de los casos haciendo incomodar al mayor de los Minks. Iason le mencionó que sus miedos eran mal infundados y cuando el propio Amado fue a buscarlo para que formara parte de la mesa, Riki no tuvo más remedio que aceptar.

 

 

 

 

 

Y ahí se encontraba el menor. En una situación que trató de evitar por todos los medios.

 

 

 

 

Los rubios platicaban, recordaban viejos tiempos y reían. El moreno era el que se sentía incómodo, sobrando en un cuadro que le parecía grato admirar. Hacía tiempo que no veía al Mink sonreír y comportarse de aquella manera, estaba seguro de que la última vez había sido con el pedante de Raoul Am, aquel hombre con el que compartía la misma buena educación y crianza.

 

 

 

 

 

Riki comprendía que el ojiazul se sintiera más a gusto charlando con hombres de su mismo estatus que con él, después de todo ¿Qué temas de conversación podía tener un simple muchacho de pueblo? No creía que sus bromas sucias o sus comentarios mordaces y carentes de sapiencia, le hicieran mucha gracia.

 

 

 

 

 

El Am ciertamente sabría de qué hablar después del sexo, conocería temas de sobra que mantuvieran al Mink tan interesado que le apartarse de la idea de besarle para hacerle callar. Se cohibió, él no era capaz de meterse de lleno con Iason en debates sobre política, temas teológicos, psicológicos y mucho menos existenciales. Se enojaba al imaginarse a Raoul mofándose de su ignorancia, aquella ocasión en el club se había sentido como un fenómeno en una feria, bajo miradas críticas y palabras cuyo significado que hasta la fecha desconocía. No podía competir con eso y le molestaba, le hacía rabiar el hecho de no poder hacer nada contra ello.

 

 

 

 

 

Una sensación de pesar se instaló en su cuerpo, era cierto, ni siquiera era capaz de llegarle a los talones a Iason. No tenía ninguna oportunidad ¿Qué le hacía pensar en la posibilidad de que su relación fuese más allá?...

 

 

 

 

¿Pero que insensateces pensaba?... él… ¿Acaso quería que fueran más allá?   

 

 

 

 

- Riki ¿Te encuentras bien?

 

 

 

 

Al escuchar su nombre fue sacado de su trance.

 

 

 

 

- Eh...

 

 

 

 

- No has probado de tu comida – Mencionó Iason. No era normal que Riki no estuviera comiendo como si fuera su última comida en mucho tiempo.

 

 

 

 

Bajó la vista al plato repleto.

 

 

 

 

- Si no te gusta puedes mandar a pedir otra cosa – Habló Amado con gentileza – Que no te de pena muchacho.

 

 

 

 

 

- No es eso – Alzó las manos y las movió, como niño chiquito.

 

 

 

 

Iba a ponerse a comer, cuando se dio cuenta de un detalle que no se había percatado: Él por lo general no usaba los cubiertos, por lo qué, cuando tomó una presa de pollo con la mano, la reacción en los Minks fue… evidente por así mencionarlo.

 

 

 

 

 

Avergonzado Riki abandonó la pieza y se echó pesadamente en el respaldo de la silla ¿Por qué ahora le importaba tanto la impresión que estaba dando? Anteriormente no le hubiera importado llenar el mantel de comida e inclusive, llegaba a eructar sin pedir excusas luego de hacerlo. Ahora ahí estaba él, sonrojado y hambriento. Deseó tener el valor para tomar una hogaza de pan y salir corriendo con dirección a su cabaña, para poder comerla sin prejuicios. 

 

 

 

 

- Ah… es mejor así ¿No Riki?

 

 

 

 

Los ojos de Riki se iluminaron cuando miró al padre de Iason comiendo con las manos.

Sus mejillas adquirieron mayor color cuando el hombre se chupó los dedos y sonrió con gusto.

 

 

 

 

- Padre… ¿Qué diría madre si te viera comiendo así?

 

 

 

 

- Vamos Iason.  Que ser tan remilgados a veces agota – Se limpió las manos con una servilleta.

 

 

 

 

 

Ante el gesto, el joven se sintió más seguro y empezó a comer. Iason suspiró más tranquilo, su padre estaba tratando de hacerle sentir a gusto y eso le agradaba.

 

 

 

 

 

- Bien Riki. Iason me ha comentado que te gustan mucho los caballos… - Puso sus dedos en ojiva.

 

 

 

 

- Así es – Respondió entusiasmado.

 

 

 

 

- Son unos animales hermosos – Le miró - Últimamente hemos tenido muchos casos de infosuras en nuestros mejores ejemplares… es una pena.

 

 

 

 

 

- Eso es por la comida – Comentó – Hay algunos alimentos que pueden hacerles daño… - Se rascó el tabique de la nariz – No sé como explicarle… pero es como si los intoxicara o algo así. La sangre deja de pasar por donde debería. Los caballos no se mueven o no se levantan debido al dolor que les provoca estar de pie. También puede ser que haya sido sometido a mucho trabajo y se haya fracturado…

 

 

 

 

Riki notó que ante lo que decía, Amado asentía, al tiempo que su expresión denotaba completa seriedad. El que le escuchase con tanta atención le hacía sentir muy bien.

 

 

 

 

- …Pienso que es algo que no hay que tomarse a juego, la vida del caballo podría correr peligro si no se le trata a tiempo…

 

 

 

 

La mirada azulada cayó en el muchacho que hablaba con mayor fluidez. Sabía que su padre conocía a la perfección de lo que le hablaba Riki, es más, hasta estaba seguro que conocía todos los términos médicos que explicaban los motivos de aquella afección a los equinos. Quería hacerlo parte de la conversación y lo había logrado. Sonrió de nuevo por lo bajo.  

 

 

 

 

- Vaya Iason. Si tenemos a todo un experto aquí – Mencionó Amado.

 

 

 

 

- No es para tanto – Apartó la mirada al no poder aguantar mirar al mayor.

 

 

 

 

- No te menosprecies. Tienes experiencia y eso es lo más importante que se puede tener en la vida.

 

 

 

 

Halagado. Si, así lo hacía sentir ese hombre.

 

 

 

 

En la puerta de la casona, los Minks habían acompañado al menor.      

 

 

 

 

- Tengo que irme a trabajar – Mencionó el pelinegro.

 

 

 

 

- Ya te dije Riki. Tómate el resto del día – Le dijo Iason.

 

 

 

- Pero…

 

 

 

 

- Anda muchacho. Aprovecha el tiempo que tienes para descansar – Comentó Amado.

 

 

 

 

- De acuerdo.

 

 

 

 

Riki hizo un gesto y se alejó.

 

 

 

 

Ya solos, Iason miró a su padre.

 

 

 

 

- ¿Qué opinas de Riki, padre?

 

 

 

 

 

No le respondió la pregunta, giró la vista y le entregó una mirada tenue.

 

 

 

 

- Mejor hablemos en la casa. Hay muchas aves y sabes el ruido que hacen.

 

 

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

… Y aquí lo tenemos, el padrecito de Iason n_n admito que no tenía ni idea de cómo iba a escribir a éste señor, pero a la final me decidí por hacerlo el típico seductor que no acepta un no por respuesta je je xD ajá!! ¿Qué conllevará la llegada de Amado? ¿Riki podrá salir libre de todo esto? Muchas gracias a todos por haber llegado hasta aquí y si es de su agrado dejar su opinión al respecto n_n muchos besos y abrazos para todos!!

 

 

 

 


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