- Sólo un poco más… Ahhhhhh… Que estrecho… Ahhh… Siiii… Dentro -. Luffy empezó a entrar y salir rápidamente, sin cuidado alguno de ese delgado cuerpo.
- ¡AAAHHHHHHHHH… NOOOOOOO… AHHHHHHHHHHHHH…! – Desgarradores gritos se oían por toda la mazmorra.
Mientras un espadachín que veía la escena no podía parar de derramar lágrimas, intentando no sollozar. En un momento dado, Luffy le hizo señas para que se acercara y posicionara delante del rubio. Sin decir nada, ni poder parar de llorar, obedeció las órdenes. Miró a su capitán y este le hizo un gesto afirmativo, Zoro entendió, colocó su miembro enfrente de la boca del rubio. Este, al sentir algo en la cara, cerca de los labios, se imaginó lo que podría ser e intentó rechazarlo girando la cabeza, pero antes de terminar de moverla, el espadachín lo agarró por los pelos y la inmovilizó, usando su otra mano para abrirle la boca y meter todo su miembro de una vez allí. Sanji casi se atraganta con aquella cosa húmeda que le obstruía la garganta. Rítmicamente, el peliverde a compas de Luffy empezó a balancearse adelante y atrás -¡Qué buen trasero tienes Sanji ahhhh…!- El cocinero se sentía morir, tenía ganas de que terminaran con aquello pero no tuvo tanta suerte – Teníamos que haber hecho esto antes, ¿no estás de acuerdo Zoro? – Este no respondió. Una vez que se corrieron dentro de él la cosa se le puso peor.
Alguien le quitó la venda de los ojos para que viera lo que continuaba. Luffy salió de dentro de él, haciendo que su maltratado cuerpo cayera como un saco de patatas y se golpeara contra el frio suelo. Luego acomodó su cuerpo de goma mejor en el suelo, alargó un poco más aquella horrible “cosa” hinchada y Zoro volvió a recoger al cocinero, obligándole a empalarse encima de Luffy. Ya no tenía voz para gritar debido al estado de su garganta ni fuerzas para intentar evitarlo. Cuando pensaba que ya no podría sentir más dolor -¡ZORO TE ESTAMOS ESPERANDO!-, el espadachín se le tumbó encima ante un horrorizado Sanji y de un movimiento entró también dentro de él, haciendo compañía al miembro del moreno, más sangre manó de esa zona, gritó mentalmente deseando quedar inconsciente o morir si podía pero nada de eso ocurrió. Aquella cosa que le apretaba el pene le soltaba pequeñas descargas eléctricas y no le dejaba terminar. El dolor era cada vez más fuerte hasta llegar un punto de quedar insensibilizado de cuanto le hacían y no sentir esos dos miembros dentro de su pobre ano. Sus lágrimas se secaron al igual que había pasado con sus gritos. Horas y horas de dolor estando entre la consciencia y la inconsciencia.
El cocinero no fue el único que esa noche tuvo ganas de morir, un espadachín sintió que algo dentro suyo se rompió y deseó dejar de existir. Sabía el daño imborrable que estaba causando a su compañero. Acabando con cualquier tipo de lazo que tuviesen o hubiesen podido tener ellos dos.
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- ¡MIERDAAAAAAAAAAAAA…!
- Tranquilizarte Luffy.
Sentado en el mascarón del barco el joven capitán de la banda de piratas se quejaba ante sus compañeros.
- ¡Estaban ahí! ¡Los tuvimos delante de nuestras narices y permitimos que se los llevaran!- Golpeó la cabeza del Sunny -. No es posible que no los ayudáramos.
- Lo intentamos pero fue imposible. Lo sabes. Desaparecieron antes de que pudiéramos enfrentarlos – Le contestó una pelirroja.
- Son fuertes capitán-san, no les pasará nada. Confía en ellos.- Aunque en el fondo andaba preocupada. Vio como sus dos amigos, tan fuertes como eran, estaban totalmente ko en brazos de esos marines. Además que Sanji aun estaba convaleciente, se sentía culpable porque había sido por salvarla, y quizás por eso fue capturado. Algo tendría que hacer aunque fuese a costa de su vida, salvaría a sus amigos. Se los debía.- ¡Aguantaran!– diciéndoselo más para ella misma que para los demás.
- Al alba tomaremos rumbo hacía aquel lugar y recuperaremos a nuestros nakamas no os preocupéis que mientras yo sea la navegante llevaré nuestro barco donde haga falta – dijo muy segura de sí misma-. Mientras tracemos un plan de rescate.
Todos estuvieron de acuerdo. Salvarían a sus tres compañeros como diese lugar.
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- ¿Uhmmm…? ¿Dónde estoy?
- ¿Has despertado?
- ¿Quién eres?
- Diría que un amigo pero mentiría.
- “Qué tipo tan raro”- Pensó Usopp.
- Por tu expresión seguro piensas que soy muy raro.
-¡¿HEEE…?!
- No te he leído la mente, eres demasiado obvio – sonriendo.
-“Sí, seguro”- miró de reojo al personaje -. ¿Y dónde estoy?
- Aquí, ¿no lo ves? Va a resultar que eres estúpido Jajajajajajaja… - paró de reír en seco -. Es una celda.
- Cretino… - soltó el narizota por lo bajo con un goterón en la cabeza.
- Eh, eh, sin faltar hombre – Usopp le miró mal y el otro continúo -. Tenemos que darnos prisas hay que salir de aquí.
El tirador intentó levantarse de su catre pero el mismo movimiento le costó y casi ni se podía sentar.
- Estás muy jodio chaval pero hay que darse prisa. ¿Puedes levantarte y andar al menos?
- S…sii
-Pues vamos o será demasiado tarde para ayudar a tus amigos.
-¿EH?
-FIN CAPÍTULO SIETE-