9. Pacto con el Diablo (parte dos)
ZORO.
Zoro se arrepentía enormemente de todo lo que acababa de hacer, se había dado cuenta de que aunque intentara negárselo a sí mismo, él, amaba a Sanji, no pudiendo evitar llorar. Intentaba excusarse consigo mismo, decirse que sus acciones tenían justificación, pero no, no sentía como si de verdad fuera así. Amaba a Sanji, y le había hecho algo tan cruel como era violarlo y torturarlo. Eso le marcaría toda la vida y aun así aceptó. Si pudiera volver atrás, recibiría el veneno por su compañero, no le importaba, pero las cosas no se podían cambiar, lo admitiría, cargando con las consecuencias de sus actos. Haría lo que hiciera falta por conseguir la vacuna, salvar a sus compañeros y sacarlos de allí. Luego volvería, y esos canallas lamentarían el día que se cruzaron con los “Sombreros de Paja”, eso lo juraba por su honor de guerrero. Después de todo aquello, vería si su querido rubio le dejaba resarcirse y ayudarle a cicatrizar la herida que le infligió, si no, por mucho que doliera, asumiría sus acciones y dejaría que su futuro estuviera en manos de su amor para acabar con él sí con ello se quedaba satisfecho.
Odiaría eternamente a ese hombre, no sólo a él, a Chimamire también, un ser repugnante que obedeció sin rechistar las ordenes de su capitán, dando la impresión que le encantó lo que le mandaron. No tenía decidido con cuál de los dos acabaría antes, cuando volviera para matarlos. “¿Qué ganarían haciendo creer al “Cejas de Sushi” que era traicionado y atacado por sus propios amigos?”, eso es lo que se preguntaba.
FLASHBACK
PoV Roronoa Zoro: Horas antes.
- Rolonoa, aquí tienes a tu compañero de juego, Chimamire. Tendrás que seguirle la corriente en todo lo haga – le miró -. T-O-D-O ¿me entiendes Zoro-kun? – Le subrayó - Al entrar a formar parte de nuestro grupo fue obligado a comer la fruta “Senshi senshi” (Metamorfa), que le da la habilidad especial de cambiar de forma a su voluntad, puede ser quien quiera e infiltrarse en cualquier lado. Con la apariencia de Mugiwara, tú y él, visitaréis a tu rubio amigo y seguiréis estas instrucciones – les dio unas hojas -. Ahora marcharos.
- Espera un momento, esto no lo haré, él moriría en vida. Me niego – les dijo Zoro tras leer las hojas.
- ¿Qué te esperabas Rolonoa? – respondió el capitán -. Ya es tarde para arrepentirse, has firmado un pacto que debes cumplir. Pero si aún así te niegas… - entornó los ojos en una clara amenaza y luego se rió - … no tendré ningún problema en atarte y hacer que veas en primera línea como mis hombres, todos los del escuadrón, se “encargan” de tus dos amigos. Llevan mucho sin mujeres y no le harán ascos a un rubio tan exquisito, claro que le harán peores cosas que las que te he escrito en ese guión, hasta el día que muera. No sufrirá mucho tiempo porque ese veneno está acabando con él mientras hablamos y si no cumples nada de vacuna, ni para uno ni para el otro. ¿Qué harás?
- Gran Rolonoa no tiene palabra capitán. Déjelo ya me ocupo yo, más para mí, bueno y para mis compañeros después, si queda algo de él jajaja...
- Grrrr… - gruñó como gesto afirmativo, pero se contuvo. - “Definitivamente les mataré”- se perdía en sus ansías por probar la sangre de esos dos.
FIN FLASHBACK
Por suerte cumplieron con su palabra, dándole la vacuna a Usopp que se recuperó. Ahora deberían cumplir con la otra parte, curar también al rubio como le prometieron.
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USOPP.
Corrió por los pasillos del corredor intentando no ser descubierto por los guardias que vigilaban, ese hombre le estaba siendo de gran ayuda para moverse por el lugar, sin embargo seguía sin confiar en él, algo le olía muy mal. Aún pareciéndole muy sospechoso, le necesitaba para encontrar a sus nakamas y les mostrara la salida de ese apestoso lugar. Tras correr durante mucho rato dio con una habitación que parecía ser donde guardaban lo que requisaban, encontrando las espadas de Zoro. Las cogió y continúo buscando a sus amigos.
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SANJI.
No podía parar de preguntarse por qué le habían hecho eso. No entendía nada. Una parte de él, le decía que todo tenía una explicación, conocía a sus compañeros y cada uno de ellos daría su vida por los demás. Sin embargo otra parte suya le decía que no se engañara, había vivido una mentira, y sólo se tenía que remitirse a los hechos. Lo peor es que había llegado a pensar que estaba enamorándose de ese “Marimo”, que cruel era el destino, la única persona en la que verdaderamente se fijaba, le hería de aquella manera tan cruel. El dolor que sentía su cuerpo no era comparable a los daños psicológicos o de corazón. Se sentía un muñeco de porcelana roto en mil pedazos. Habían jugado con él y en cuanto se hartaron, le arrebataron su orgullo y dejaron un caparazón hecho añicos sin nada dentro. Quería evadirse de su entorno, así poco a poco, fue encerrándose en sí mismo, ignorando todo y entrando en un estado catatónico. Se hizo un ovillo agarrando sus rodillas y escondiendo su cabeza en el hueco que se formaba. La imagen que daba para cualquiera que mirara era la de un cuerpo destrozado sin alma ni ganas de vivir.
Un marine entró con una jeringa en su mano, vio el estado del rubio
– ¡PIERNAS NEGRA!
Le llamó pero este no se inmutó, pensó durante un minuto y salió fuera para traer a un par de compañero que vigilaban la entrada de la celda.
- ¡¿PIERNAS NEGRA ME OYES?! – El rubio parecía estar ausente – Jejejejeje.
Los tres soldados aprovecharon que el rubio no se defendía para divertirse con ese muñeco. Le arrastraron hasta la esquina más oscura y allí los tres disfrutaron de un muy buen rato donde no consiguieron sacar nada del chico, ni quejas, ni amenazas ni nada. Estaba totalmente ido, se descargaron varias veces por el cuerpo sin vida, dentro y fuera de él. Cuando casi estaban exhaustos a punto de irse, el que en ese momento estaba profanando la entrada del pirata, la abandonó cayendo hacia atrás sangrando por la boca, con los ojos en blanco y sin signos de respirar. Los otros dos se asustaron cuando vieron una figura que se aproximaba a ellos y que parecía ser el causante de la muerte de su amigo.
- ¡No, no… por favor… no nos mat… arggggg! – no pudieron terminar sus suplicas.
-FIN CAPÍTULO NUEVE-